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Trabajadoras y obreras de manufcturas: Costa Rica 1890-1948



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Inserción de las trabajadoras en el
    mercado salarial
  3. Las
    condiciones de trabajo
  4. El
    entorno de las luchas de las obreras
  5. A modo
    de conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

Hace un cuarto de siglo que en algunas investigaciones
de historia se reaccionó académica y
políticamente ante la poca presencia y abrumadora ausencia
de las mujeres en los libros de historia. Diez años
atrás, Jean Chesneaux, reacio a "la historia por arriba",
ubicó el poema de Bertolt Brecht "preguntas de un obrero
ante un libro" para exaltar la omisión de "los de abajo"
en las enseñanzas oficiales de la historia. Y desde 1855
Jules Michelet había incorporado al pueblo como
protagonista, entre otros sujetos, de la Revolución
Francesa. Teóricamente, la historiografía de las
mujeres ancló también en el materialismo
histórico. Halló importantes omisiones que remiten
al marxismo y a los estudios sobre los movimientos obreros y
socialistas del siglo XIX. En esas prácticas
políticas y en esos textos, las desigualdades de
género eran consideradas secundarias ante la
contradicción trabajocapital, o, la producción de
bienes materiales frente a la reproducción de la especie
humana.

En esos desencuentros, la obra historiográfica de
E.P. Thompson (1924-1993) adquirió categoría
paradigmática. Uno de sus aportes fue "otorgar al concepto
de clase social un carácter histórico y relacional,
derivado de las experiencias en común que permiten a las
personas reconocerse como miembros de una determinada clase". En
segundo lugar, "la formación de la clase trabajadora es
inseparable del enfrentamiento político de sujetos
antagónicos: la lucha entre intereses opuestos y la
articulación de individuos que se reconocen por
experiencias comunes, antecede y otorga la naturaleza
política de las relaciones de clase".

En consecuencia, (ambos) conceptos, "clase" y "lucha de
clases", no se consideran "circunstancias objetivas en los cuales
los sujetos se insertan. El autor entiende por "clase" una
manifestación político-cultural de los trabajadores
en determinadas circunstancias sociales y que implica,
simultáneamente, la propia autoconciencia de una realidad
determinante pero también posible de ser
reconstruida… Queda al desnudo la importancia de la
práctica política: es a través de ella que
se constituye la clase y la conciencia de clase; por ello la
centralidad del combate político en la narrativa
histórica de Thompson."
http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-23/

Este artículo no está al margen de los
desafíos que plantea la indagación de los cambios
de las sociedades en una perspectiva de historia de las mujeres.
Pero tampoco "hacemos tabla rasa" de la historiografía del
movimiento obrero y socialista, cual si fueran arcaísmos o
aisladas y desconcertantes experiencias culturales. El texto, por
ello, pretende los siguientes objetivos:

  • Aportar evidencia empírica sobre la historia
    de las mujeres trabajadoras en relación social de
    asalariadas para complementar estudios sobre la sociedad
    costarricense a partir de las relaciones entre clase y
    género.

  • Ordenar y sintetizar rasgos estructurales y
    cambiantes de la historia de las mujeres trabajadoras y
    obreras de la manufactura en Costa Rica entre 1890 y 1948
    para conocer sus experiencias de lucha laboral y
    política.

  • Estimular estudios de historia social y sobre las
    opciones teóricas, metodológicas y
    técnicas que plantean a la historiografía los
    modelos de una visión de género de la historia.

Inserción
de las trabajadoras en el
mercado salarial

Los estudios del historiador Lowell Gudmundson sobre
estratificación social en varios poblados de Costa Rica
entre 1820 y 1864, admiten la conclusión de que la
discriminación por sexo, edad, oficios y estado civil, en
relación con la tenencia de dinero-capital y la propiedad
de tierra, fue otra herencia colonial que repercutió en
las diferencias entre familias y grupos sociales en la fase de
transición al capitalismo agrario cafetalero.

El censo de oficios de cabezas de familia de 1838
realizado entre 1.704 habitantes mitad hombres, mitad mujeres,
residentes en 325 casas "confirma una marcada
estratificación, diferenciación y
concentración económicas en el agro
Barveño". Había ocupadas 107 mujeres en el 27.9% de
384 oficios. "Un grupo de importancia son las cabezas de familia
viudas y solteras, en ambos casos muy pobres…En las
solteras solo 14 de 56 declararon poseer capital por la suma
ínfima de 3 pesos…Ante esta deprimente
situación, su reacción fue completar su hogar
engendrando un hijo varón fuera del matrimonio para
depender de él en su vejez". (Gudmundson L. 1977:
175-176)

El economista Róger Churnside observó que
el crecimiento desigual de las actividades productivas, aparece
desde 1840 a raíz de las exportaciones de café;
pero el empleo de fuerza de trabajo femenina se incluye dato
oficial, solo hacia 1864. En los años 60 casi no
había manufactura, salvo la curtiembre y
fabricación de licores. El hilado y tejido eran trabajos
individuales, con rueca y telar rudimentarios o sin ellos, y con
base en destreza manual; lo mismo que el bordado y
tapicería. Comenzaba la separarse de ocupaciones entre
agricultura y artesanía modernas. (Samper M.
1978:152).

Los censos de 1864, 1883, 1892 y 1927 reflejan
transformaciones en la estructura productiva artesanal y
manufacturera, las ocupaciones en general y los oficios
femeninos. Entre 1864 y 1927 el número de hombres y
mujeres en la población total era casi proporcional al
50%. En 1864 la población económica activa (PEA) se
registró en 58.000 personas, ubicadas en 200 ocupaciones.
Cerca del 50%, dedicados a la agricultura, el 25%, a la industria
independiente y hogareñas, la quinta parte en servicios
domésticos remunerados y el resto en funciones
públicas. El 12% del total eran asalariados, el 26%, la
PEA y el 32.8%, la PEA masculina. Apenas se incluyó como
población femenina productiva a una media docena de
mujeres, trabajos orientados al comercio. (Churnside, R. 1985:
232-235). El censo de 1892 registró 2.300 talleres y
fábricas. (Fallas, M. 1983:77).

Hacia 1860-1880 la mayoría de las mujeres en edad
laboral se ocupaban en tareas domésticas. Un número
importante eran lavanderas, costureras, cocineras, sirvientas y
planchadoras; en menor grado pureras, confiteras, colchoneras,
panaderas, sombrereras, jaboneras, nodrizas, maestras y
camareras, o vendedoras de alimentos en las ciudades. En los
campos del Valle Central la fuerza de trabajo femenina era un
gran auxilio en la recolección de café. En
ésta y en las zonas no cafetaleras, la mujer trabajaba en
la preparación de terrenos, siembra, cosecha, trasiego y
acopio de granos o frutos de subsistencia, en labores de
ganadería y derivados.

Las ocupaciones en el sector de servicios aumentaron
entre 1864 y 1892, un período en que las mujeres
hacían muchos trabajos independientes. En costura y
lavandería, en 1864 las mujeres "trabajaban recogiendo y
entregando la ropa que lavaban por salario a uno o varios
patronos. Unas, en pago por piezas y otras (las sirvientas)
vivían en la casa de sus patronos". La ocupación
doméstica, incluyendo las cocineras, constituían
dos tercios de la población ocupada en ese sector.
(Samper, M. 1985:155).

La cifra de mujeres dedicadas a industrias caseras
comerciales, se redujo entre 1864 y 1927 desde 8.000 a 2.500, a
pesar que se triplicó la fuerza laboral femenina. El
descenso afectó la fabricación de hilos y telas,
costura, sombrerería y
panadería…"Sospechamos que en los censos de 1892 y
1927 hubo cambios en la clasificación de actividades
femeninas…a raíz del descenso en las tasas de
participación de sus responsabilidades domésticas,
consideradas ahora productivas, como la confección de
dulce, preparación de tortillas y elaboración de
cigarros, frecuentes entre 1864 y principios del siglo XX". Hacia
1890 también bajó el número de mujeres
dedicadas al lavado y planchado, debido a los cambios que
trajeron el uso doméstico del agua y de la electricidad.
Pero aumentó la cantidad de empleadas o sirvientas, bajo
supervisión de sus patronas. (Churnside, R. 1985:
238-251)

La costura doméstica se iba convirtiendo en
trabajo a domicilio. En las panaderías creció el
empleo masculino, de 1.8% en 1864 al 40% en otros años
censales. En la capital se abrieron más de 50
panaderías. En oficios como purera, lavandera y sombrerera
ocurrió un cambio similar. "En 1883 y 1892 se
registró una población ocupada, menor que en 1864;
se redujo casi a la mitad… Parte del descenso pudo ocurrir
porque creció la oferta de trabajo asalariado y hubo
expulsión de productores directos, especialmente mujeres".
(Samper, M. 1985:173-174). En 1927, se observa la tendencia
decreciente de la participación femenina global en las
ocupaciones. Se redujo de casi un tercio a más de un 10%.
Sólo creció el número de trabajadoras en el
oficio "maestro de escuela". (Samper, M. 1985:191-192)

En sastrería las mujeres hacían trabajos
menos calificados y remunerados afines al de los sastres, como
pantaloneras y confeccionando, por partida, las prendas
estandarizadas. Muchas eran costureras. Al introducirse la
fábrica de pantalones y trajes, este tipo de productos
absorbió mano de obra femenina. (Cerdas A., 1995:135). Por
otra parte, si en el siglo XIX el lavado de ropas fue oficio
femenino, en 1927, de 1.676 lavanderas 1621 eran mujeres, un
cambio derivado de la introducción de lavanderías
mecanizadas como la Dry Cleaning.

http://www.historia.ucr.ac.cr/repositorio/bitstream/123456789/91/1/Libro%20Mora.pdf

En segundo lugar, desde 1860 la producción
artesanal y manufacturera se ubicó en los poblados de la
capital y cabeceras de provincias. Surgieron cordones suburbanos
de talleres y manufacturas. El cambio desplazó la fuerza
de trabajo doméstica femenina. Pero, ante todo, condujo al
desarrollo de relaciones salariales y la producción
artesanal se organizó en condiciones técnicas
específicamente capitalistas. La crisis cafetalera de
1897-1908 aumentó esas diferencias debido a la
transformación del trabajo artesanal doméstico, en
trabajo asalariado o a destajo. (Samper, M.
1985:169-170).

Las actividades manufactureras en general descendieron
entre 1864 y 1927. En la rama textil el declive era notorio desde
1840. En 1871 varios diputados propusieron rebajar los aforos
para la ropa hecha, por "lo costosa que es en el país la
costura de ropa de uso…y para moderar las exigencias de
los artesanos hay que establecer la competencia con la ropa que
viene del extranjero". (Samper, M. 1985:155 y 161). Desde
comienzo del siglo XX las pureras y cigarreras fueron
proletarizadas. En las panaderías y la elaboración
de sombreros y candelas hubo mayor participación
masculina. En panadería, oficio femenino en 1864,
aumentó en un 90%. El desempleo abierto se registró
rasgo permanente desde 1927.

Entre los años censales 1892-1927, la
producción de artículos se había
centralizado en talleres, locales manufactureros y
pequeñas fábricas. Mayor número de artesanos
y trabajadores de ambos sexos fue sometido al capital comercial;
otros recibían salario por piezas, en lugar de jornal.
Aumentaron las diferencias individuales y sociales dentro de los
talleres, en la forma de trabajo a destajo y a domicilio. (Samper
1985: 179-180). En 1906 se abrió la escuela
tipográfica de mujeres. En 1908 un grupo de 12
tipógrafos se pronunció a favor del ingreso de
mujeres a esas labores. En 1912 trabajaban en zapatería
más de 500 mujeres. (Oliva M. 1985:62-63)

Por otra parte, aumentó el empleo en el sector
público debido al mayor número de maestras, cifra
que se amplió de 1.500 a más de 4.200 en 1927. La
Escuela de Enfermería abrió las aulas el 1 de marzo
de 1917 y al cabo de diez años se registraron 108 mujeres
y 96 varones. Las actividades de las obstétricas y
enfermeras adquirieron se difundían en los
periódicos desde los años veinte.
http://www.historia.ucr.ac.cr/repositorio/bitstream/123456789/91/1/Libro%20Mora.pdf

El sistema de escolarización y enseñanza
primaria influyó muy poco en la calificación del
trabajo de la mujer campesina y de los suburbios urbanos. Entre
1886 y 1946 hubo dos tipos de instrucción: uno para el
habitante del campo y otro para los niños y niñas
de las ciudades. En el campo solo había escuelas de
tercero y segundo orden que ofrecían hasta IV grado; se
enseñaba en menos asignaturas, el año escolar era
inferior pues tomaba en cuenta los ciclos agrícolas, se
daban 4 horas lectivas y no 5 como en las ciudades, las escuelas
eran mixtas, mientras que en las ciudades mujeres y hombres
aprendían por separado. En las escuelas de primer orden
bastaba aprobar el quinto grado para ingresar al Liceo o al
Colegio de Señoritas. La secundaria se ofreció en
los campos después de 1950. La Universidad se
reabrió en 1941.

Entre 1906 y 1914 funcionó el modelo de "Escuela
para la Vida". Se eliminaron las aulas por sexos, se aprobaron
los programas empiristas que propuso Carlos Gagini y
comenzó la enseñanza obligatoria de la agricultura,
costura y dibujo. Entre 1915 y 1925 funcionó la Escuela
Clínica Sanitaria y Patronato Social. El modelo "maternal"
articuló necesidades de familias y comunidades con las
enseñanzas. En 1920 se creó el Patronato Escolar,
instancia que incorporó a algunas madres a la
"función pública". Desde 1920 se fundaron Juntas de
Amigos de las Escuelas, germen de los patronatos y de las
Sociedades Protectoras de la Niñez, según las
concebía Joaquín García Monge. El concepto
alimentó la noción de la escuela para la vida,
entre 1925 y 1935. Se amplió la cobertura de las escuelas
de segundo orden. Se estableció seis años
obligatorios para las escuelas de primer orden y cuatro para las
demás, con el quinto año "facultativo". En 1927 se
reglamentó la secundaria y comenzó a entregarse el
título de Bachiller en Humanidades después de
aprobar 5 cursos de un año cada uno. (Abarca, C. 2003:
44-62).

Las condiciones
de trabajo

La ubicación de las actividades artesanales y
manufactureras en las nacientes ciudades, el empleo de hombres en
oficios, otrora a cargo de las mujeres, la mecanización de
la producción y la crisis de 1897-1908 configuraron la
imagen pública de la mujer obrera. "La vida de la mujer
trabajadora en un taller de esa época estaba delineada por
faenas que sobrepasaban las diez horas, salarios por debajo del
(devengado) por el hombre y ninguna legislación a su
favor, situación que compartía con la clase
trabajadora en general. (Oliva, M. 1985:63).

De 1886 a 1892 eran muy corrientes los jornales de los
artesanos de 1.50 pesos hasta 3.00 diarios. El 24 de octubre de
1896 entró en vigencia el patrón oro y se
estableció el tipo de cambio respecto al dólar,
medida que redujo el poder adquisitivo de la nueva moneda, el
colón. "Un obrero que ganaba en 1892 dos pesos de plata al
día podía comprar 1.14 pesos oro. En 1895 ese mismo
obrero tenía que ganar 3.07 pesos plata para adquirir 1.14
pesos oro, pero como continuaba ganando el mismo salario de 1892,
su jornal se había reducido a ¢ 0.80 colones oro, o
un 30%. (Fallas C. 1983: 331.)

En 1892, 93, 94, 1900 y 1902 el "diario" para una
familia obrera de 4 miembros absorbía entre el 60 y 77% de
un sueldo de ¢ 12.00; entre el 47 y 62% de un salario de
¢ 15.00 y de 39 al 51% del pago de ¢ 18.00 por semana.
La mayoría de obreros ganaba entre ¢ 2 y ¢ 2.50
por día; los menos ¢ 3.00. La alimentación
requería en promedio más del 60% del jornal de 5
días. Los empleados de cuello blanco ganaban igual que los
artesanos y obreros. (Fallas C. 1985: 331-338. Abarca V., 2005:
25). A raíz de la crisis de 1897-1908, el
Fígaro
del 31 de agosto de 1901 informó que por
las calles de San José vagaban más de 1.000
jornaleros y 1.235 obreros de construcción,
zapaterías y sastrerías. (Fallas, C. 1983:
345).

La baja escolaridad y la poca calificación
técnica de los operarios de manufacturas, era evidente en
los años 20 y 30 en los talleres de tabaco, calzado,
panadería y en las fábricas de textiles, licores,
refrescos y alimentos. La Oficina Técnica del Trabajo lo
comprobó en 1934 en la Republic Tobacco Co., instalada en
1912, y en la empresa el Laberinto o Tejidos Saprissa S.A. En
ambas la mayoría de empleados eran mujeres y aportaban
plusvalía según el ritmo de trabajo y la
mecanización, en jornadas de 10 horas.

El periódico La Tribuna publicó en
1930 un reportaje en 1930 acerca de las obreras de "ropa blanca"
y las "pantaloneras". "Ganan por cada 12 horas de trabajo, entre
¢ 0.50 y ¢ 1.50. En épocas de crisis hay escases
y subemplea. (Cerdas A. 1995:145). "La fábrica Mendiola
mantuvo en los años 30 la producción manual de
cigarros en empaquetado, pega de timbres y envolturas de
celofán; mientras la Republic Tobacco Co tenía
procesos mecanizados. Los salarios por jornal eran diferentes. En
embalado a máquina se pagaba ¢ 1.92 y a mano ¢
2.37; poniendo timbres ¢ 2.00 y ¢ 3.00 respectivamente,
envolviendo, ¢ 2.00 y ¢ 2.33. La mecanización
abarató la fuerza de trabajo entre un 16 y 72%. La
trabajadora manual recibía un salario entre ¢ 2.33 y
¢ 3.45; en la manufactura de cigarrillos amarillos, entre
¢ 1.50 y ¢ 1.75; en las empacadoras ¢ 1.41 en
promedio. (Cerdas A. 1995:136)

Según el semanario Trabajo, en 1931 las
obreras de camiserías recibían ¢ 1.50 por
jornada. Trabajaban en un ambiente muy ruidoso y "solo pueden
levantarse del asiento una vez al día". En esos telares
había cerca de 100 operarias. En 1938 se denunció
que los empresarios habían sido conminados, desde tres
años antes, a acondicionar la fábrica o trasladarse
para no perjudicar con ruidos al vecindario. En la fábrica
de tejidos Saprissa, el horario en 1933 era de 7 a 11:30 y de
12:30 a 6 p.m. y se pagaba a ¢ 0.15 la hora. Un año
después ese sueldo lo ganaban las torcedoras y por debajo
estaban aprendices y las acanilladoras. Había costureras
no camiseras que trabajaban por pieza a ¢1.60 la hora. En
1934 había en San José al menos unas 5 empresas de
construcción. Los obreros trabajaban en la calle ganando
por horas, por obra o a destajo. En Heredia, la fábrica de
fósforos empleaba muchas mujeres. (Cerdas A.,
1995:139-140)

Reporteros del mismo semanario recopilaron estos otros
datos a fines de 1933. En las fábricas de cervezas y
refrescos la jornada se extiende de 6:30 a 5:30 p.m. y ganan
¢1.25 diarios, con una hora para almuerzo. Las obreras
trabajan de pie y las que lavan las botellas pasan empapadas todo
el día. No se les pagan la inhabilidad por enfermedad y en
caso de accidentes reciben medio sueldo. En la Republic Tobacco
Co. trabajan 9 horas. Las que tienen más de un año
de laborar en la casa ganan ¢ 0.25 por hora y ¢ 0.20 si
tienen menos tiempo. Se mantienen sobre pisos mojados por el agua
que destilan las hojas. Transportan pacas de 60 y 70 libras a
estufas calientes y luego salen al aire seco atravesando una
calle para ir de nuevo a las bodegas a cargar, no importa si
llueve o no. Les pagan medio sueldo por accidentes. Por
resfríos, no les pagan.

En las melcocheras el horario es de 9 horas. Ganan
¢ 0.10 por enrollar y empacar. Pueden enrollar hasta 7 mil
al día. Las más lentas, acaso sacan ¢ 1.75 por
semana. Tienen que pelar los cocos. Cuando trabajan por la noche
se les paga igual. Las mandadoras ganan más y explotan
aprendices pues para enseñarlas las hacen trabajar dos
semanas sin salario. En la panadería La Musmanni se paga
¢ 1.35 por 11 horas de trabajo, de 6 a 8 de la noche. En
otras, pagan entre ¢ 7.00 y ¢ 12.00 por 7 días,
incluido el domingo. Otras trabajan en los expendios de pan. En
las fábricas de confites y de café molido ganan
¢ 2.00 diarios por 8 horas.

En Alajuela hay 10 talleres de puros. "El Meoño"
es el mejor por el buen trato y las condiciones de trabajo.
Emplea 6 operarias casadas y 5 solteras. Ganan por tarea: ¢
1.00 por 500 puros, faena que terminan a las 6 p.m. Cuando hacen
"puros de perilla" ganan ¢ 2.00 por 500 y los terminan a las
7 p.m. La desvenada se paga a ¢ 0.75 al día. Trabajan
5 días a la semana excepto cuando llueve porque paran
porque las hojas de tabaco no se deben afectar. Las que trabajan
en las casas ganan entre ¢ 4.00 y ¢ 12.00 semanal. Hay
muchas obreras afectadas de tuberculosis. El mejor taller de
cigarros es de Domingo Lizano. Las cigarreras ganan ¢ 0.25
por elaborar 20 rollos de 7 cigarros c/u. Una operaria
rápida hace 3.312 cigarros y se gana ¢ 1.50 diarios.
Se emplea 10 operarias, pero hace unos años ocupaba hasta
40 mujeres. Los cigarros amarillos han ido desapareciendo y se
gana poco en ese oficio.

En San José, las cigarreras no trabajan toda la
semana. Ganan por tarea y sacan ¢ 1.60 en 9 horas. En la
fábrica Antillón pagan con víveres. En la
Mendiola tratan muy mal a las mujeres. Trabajan de 7 a 5 p. m.
con una hora para almuerzo. Después de las 5:30 laboran
con una bombilla de luz frente a sus caras. Les pagaban a ¢
0.55 cada 1.000 cajetillas, pero ahora les han rebajado a ¢
0.40. Las rápidas hacen 5 mil al día. Todas las
semanas deben lavar el pavimento, descalzas.

Hay varias camiserías y tiendas de ropa hecha. La
Pascua, de Miguel Ayales, La Elegancia, de Piquín Solano,
Pepe Longhi, Los Barzuna, El Gallo de Oro y los polacos. En todos
esos talleres la hechura de una camisa se paga a ¢ 0.25 y
¢ 0.30, y a ¢ 3.00 y ¢ 3.70 la docena. Las
cortadoras ganan ¢ 2.50 y ¢ 3.00 al día. Las
ojaladoras ¢1.50 y ¢ 2.50. Las planchadoras ¢ 0.50
por docena. Las camisas ordinarias las pagan a ¢ 1.50 la
docena con ojales, botones y aplanchadas, y hacen 12, de 7 a.m. a
10 p.m. En algunas partes pagan a ¢ 1.75 y ¢ 2.00 la
docena. Los pantalones de hombre, de partida, los pagan a ¢
3.50 la docena y a ¢ 1.75 los de niño.

En el mercado, las dueñas de tramos son a la vez
patronas y operarias. Antes de la crisis la pasaban bien; ahora
les cuesta ganarse un real y deben pagar hasta para ir al
excusado. En el Laberinto trabajan de 7 a 5 con una hora de
almuerzo. Las aprendices ganan ¢ 1.00 diario, las operarias
¢ 1.50 las 8 horas. A veces pasan hasta 9 horas de pie,
alertas al trajín de las fajas y ruedas y en un ruido
ensordecedor. Las que trabajan en tintorería lo hacen de
pie y pasan el día sobre pisos mojados, con las ropas y
calzado empapados. En las impresoras, las cajistas ganan ¢
12.00 ¢ 18.00 y ¢ 22.00 por semana. En la Imprenta
Nacional, las encuadernadoras reciben ¢ 16.00 por semana.
(Trabajo 23-12-1934:1 y 30-12-1934:4)

La siguiente gacetilla publicada en el periódico
Trabajo en 1936, sintetiza las condiciones de vida de las
pantaloneras y camiseras. "Madre e hija deben pagar ¢ 12.00
mensuales de alquiler y alimentar 6 bocas. Viven en un barrio
pobre por el río María Aguilar, al sur de la
capital. Deben traer los avíos cortados del almacén
y cuando terminan la confección de prendas han de
llevarlos de nuevo a la ciudad. Su jornada comienza a las 7 a.m.
y termina a las 10 p.m. Juntas confeccionan algo más de 24
camisas.

Al lado de ellas, dos vecinas con 15 años de
experiencia, sacan 3 docenas de camisas diarias. Las pagan a 1.50
o 2 la docena. Los "polacos" pagan menos: ¢ 1.25 y hasta
¢ 1.00. En pantalones ¢ 2.50 y ¢ 3.00; y los
judíos ¢ 2.00. Les dan de avío una carrucha de
hilo por docena de prendas, y no siempre les alcanza. Deben
comprar el faltante. Tienen que entregar las piezas con ojales,
botones y planchadas. No les dan carbón para planchar.
Compraron una máquina que les costó ¢ 525.00.
Dieron ¢ 30.00 de prima y pagan ¢ 3.75 en abonos
semanales. Les cosen a los Reimers, pues ahí sacaron la
máquina herramienta. Tuvieron dificultades para pagar por
enfermedad o falta de trabajo y entonces recurrieron al
crédito, mediante el sistema de empeño. Así
compraron otra máquina para hacer ojales, a ¢ 90.00.
Crían cuatro hijos." (Cerdas A. 1995: 143-144)

Entre 1920 y 1925 hubo alguna legislación
protectora para estos trabajadores, hombres y mujeres. La Ley No.
100 del 9 de diciembre de 1920 estableció la jornada de 8
horas, excepto en el comercio que era de 10 horas. Dejó a
criterio de jefes, patronos y empresarios la fijación del
monto del jornal ya fuera por día, semana o mensual,
según las jornadas. Las horas extras hasta 3 horas se
pagan con sobresueldo del 25% y de 50% las restantes.

La Ley No. 51 del 24 de febrero de 1924 prohibió
el trabajo de mujeres y niños menores de 14 años en
lugares insalubres; y de menores de 18 en el manejo de
máquinas. "Ningún obrero podrá trabajar
más de 8 horas diarias en sitios insalubres". El Art. 74
obligó al patrono a tener médicos y a remitir a los
pacientes a los hospitales a cargo del empleador. También
se estableció la ley de accidentes de trabajo, No. 53 del
31 de enero de 1925. Pero excluía el servicio
doméstico. (Avilés, C. 1973:58-62).

El entorno de las
luchas de las obreras

El 6 de marzo de 1910 el periódico dominical Hoja
Obrera, editado por José María Jiménez,
publicó que algunas obreras habían solicitado
admisión en la Sociedad de Trabajadores. La convergencia
de intereses laborales entre artesanos asalariados, obreros y
obreras de manufacturas, era percibida como necesaria para que
las mujeres lograran salarios acordes con sus tareas, pues sus
trabajos, además de mal pagados, se remuneraban por sumas
menores a las que recibían los hombres.

«…La obrera, más explotada que el hombre,
está más obligada a la unión…Costureras,
pureras, obreras de fábricas, obreras al servicio
doméstico… ¿habéis meditado si
vuestras fuerzas alquiladas al patrón o patrona van en
justa relación con el ínfimo salario que
ganáis? ¿Habéis pensado alguna vez si de
vuestras fuerzas se hace un robo cruel? Las fuerzas de la mujer
no son remuneradas ni tomadas por lo menos en cuenta…
(Hoja Obrera. 6-7-1910:2. En: Oliva, M. 1985:63)

Los derechos de la obrera, en particular a instruirse en
los oficios, la maternidad y el sufragio fue tema de
divulgación entre los obreros. En 1911 las obreras de la
fábrica de calzado «El Acorazado de Oriente»
de Alberto Bertheau, contribuyeron con ¢ 25.00 con la
Sociedad de Trabajadores de San José para que enviara
delegados al Primer Congreso Obrero Centroamericano, celebrado en
San Salvador en noviembre de 1911. También lo hicieron
Anita Mora, Lola Gutiérrez, Rosa Corella, Rosa
Muñoz, Lastenia Durán y Juana Sancho.
http://www.nuso.org/upload/articulos/2397_1.pdf En las
organizaciones laborales había sólidas convicciones
sobre los derechos "naturales" de las mujeres. En 1912 el
panadero Félix Montes expresaba "…No vendrá la
mujer a ser igual o superior al hombre en lo material por su
delicada constitución, pero si puede llegar a ocupar su
puesto en distintas profesiones… y gozar de las mismas
prerrogativas y derechos que el hombre hábilmente ha
sabido negarle". (Oliva M. 1985: 153).

La Confederación General de Trabajadores
(1913-1923) fue vocera y prestó su sede para conferencias
sobre sociedad y economía a las que asistían
algunas mujeres. En 1913 se celebró por primera vez el
Día Internacional del Trabajo por iniciativa de ocho
sociedades de obreros del Valle Central y del Centro de Estudios
Sociales Germinal, liderado por Omar Dengo. En noviembre de 1914
se creó la Escuela Normal presidida por académicos
e intelectuales imbuidos de las corrientes de pensamiento y las
doctrinas políticas y económicas del siglo XIX y el
centro de estudios superiores fue faro de sociología y
pensamiento política para el magisterio
nacional.

Ese mismo año, Alfredo González Flores
asumió la Presidencia de la República. A
raíz de la crisis de la Primera Guerra Mundial
propició avanzadas leyes liberales que lesionaban los
poderes de la oligarquía cafetalera y, en consecuencia, se
produjo el golpe militar del 27 de enero de 1917. Durante
año y medio hubo gran agitación laboral y
cívica con trasfondo de movimientos armados. La
caída del dictador Tinoco restauró la
República. No solo el sistema electoral. Se amplió
la participación popular, femenina y la
representación de los intereses sociales en el Congreso de
1920-1924. La mujer maestra líder y trabajadora, devino
sujeto y protagonista político al lado de otras instancias
ciudadanas, nacionalistas, de organizaciones de artesanos y
obreros, y de agrupaciones electorales reformistas. A raíz
de la guerra mundial, los medios de prensa relataban noticias y
publicaban reportajes sobre las tareas productivas y de socorro
que asumían las mujeres, en sustitución de los
hombres atareados en los combates. La mujer erguía de
nuevo su figura en las páginas de la historia.

Bastantes mujeres participaron activamente en las
huelgas de febrero de 1920 por la jornada de 8 horas. En febrero,
20 obreras de los telares de Tejidos Saprissa demandaron un
aumento de salario mediante el pago por tareas en yardas y no por
tarifas. Entrelíneas existió la denuncia por abusos
sexuales. Además, solicitaron que la empresa solo
contratara a mujeres afiliadas a la CGT. El objetivo salarial fue
satisfecho por mediación de los dirigentes de la CGT.
Lograron alzar el pago a ¢12.00 por semana para quienes
dieran más rendimiento y de ¢ 1.50 a ¢ 2.00
diarios para las demás. Se fijó un aumento en
escala de 10%, 15% y 20% según los salarios altos, medios
y bajos.

Un efecto de esas huelgas fue la actitud favorable de
las trabajadoras hacia la organización, como forma de
lucha para mejorar salarios y condiciones laborales. El cambio se
evidenció en luchas de las obreras de la Cervecería
Traube, pureras, cigarreras, costureras y lavanderas. Una
comisión de obreras de la Traube visitó la CGT con
el fin de organizarse, pedir aumento salarial y
disminución de las horas trabajo. Algunas ganaban ¢
0.65 diarios. Con objetivos similares se reunieron 57 pureras en
la CGT, así como cigarreras de las fábricas
«Magnolia» y "Astorga". Demandaron alza de salario
del 30%. Un número de 26 costureras fueron asesoradas en
la Sociedad de Ebanistas y Carpinteros; eligieron un directorio y
demandaron aumento de 50% en los salarios. Patronos de lavanderas
mejoraron los sueldos para evitar que se declararan en
huelga.

http://www.historia.ucr.ac.cr/repositorio/bitstream/123456789/91/1/Libro%20Mora.pdf

El 11 de junio de 1919 se creó la
Asociación Nacional del Magisterio, en funciones de hecho
desde setiembre de 1918. En la directiva figuran 3 hombres y 5
mujeres: Lilia González, Graciela Martínez,
María Isabel Carvajal, Anita Cantillano y María
Francisca Caballero. En la primera sesión del
Comité Especial Económico del Partido
Constitucional (Julio Acosta) reunido el 2 de octubre de 1920, se
acordó lo siguiente: "Nombrar por unanimidad presidentas
de honor a las damas Amparo Zeledón, Esther silva y
María Isabel Carvajal". (Abarca 2005: 41 y 43). Las
presiones del magisterio fueron determinantes para la
obtención de beneficios, ante todo para las maestras
más pobres, con la aprobación de la Ley de
Pensiones No. 29 del 28 de abril de 1920; la Ley de Socorro Mutuo
No. 7 del 24 de diciembre de 1920, antecedente de la Sociedad de
Seguros de Vida del Magisterio, y la Ley No. 182 del 11 de
setiembre de 1923 que creó la Junta Administradora del
Fondo de Pensiones para Maestros. (Abarca 2005: 48)

En marzo de 1922 se aprobó la Ley de Emergencia
del Inquilinato, debate en el que hubo huelgas de no pago de
alquileres y movilizaciones populares, con presencia en la
Asamblea de grupos de mujeres con sus hijos. Les afectaban los
desahucios y el alto costo de la vida. La efervescencia
política de los años 1918-1922, prepararon a las
mujeres para su involucramiento en la formación del
Partido Reformista. Redactaron el "Manifiesto de las Mujeres
Reformistas": un pronunciamiento sobre el alcoholismo, la
prostitución y la provisión de casas cuna para
madres solteras y pobres. El mismo año se fundó la
Liga Feminista dirigida por mujeres maestras, estudiantes y
egresadas del Colegio Superior de Señoritas.

Entre 1924 y 1928 no hubo ausencia de mujeres de esos
estratos en las luchas cívicas y nacionalistas. En 1924 la
Liga Feminista las convocó para presionar a los diputados
y oponerse a un proyecto de ley para que los maestros hombres
recibieran un aumento salarial superior a las maestras. En 1926
se fundó la Universidad Popular y en su Consejo Directivo
figuran 7 mujeres, el 39% del directorio. El mismo año
visitó el país Julio Díaz, delegado de la
Federación de Trabajadores de Argentina y de la
Confederación General de Trabajadores de México. El
visitante influyó en la creación del "Comité
de Acción Social Obrera", en el cual, el puesto de
Secretaria General se asignó a la costurera Luisa
Sojo.

En sus intereses específicos, en esos años
tomó relieve la persistente demanda del derecho al
sufragio, una bandera de mujeres de la clase media y alta que,
desde entonces, enrumbó su presencia hacia la forja de una
democracia más representativa. Por esos años, buen
número de mujeres participaban en las actividades de la
Liga Cívica "Juan Rafael Mora" y en las conferencias
antiimperialistas propiciadas por la sección del APRA
abierta en el país.

http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan030190.pdf

El 21 de febrero de 1929 se fundó la
Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera (ARCO) con el
fin de reactivar la Universidad Popular y darle dimensión
política nacional a la cultura popular y al significado
histórico de las luchas sociales. Una comisión
femenina participó en la Semana Nacional del Niño,
percibiéndola en perspectiva de clase. Crearon el
Comité del Niño Obrero y diagnosticaron el empleo
de las personas menores de 15 años. Publicaban
artículos en Repertorio Americano acerca de la madre
soltera, los riesgos de las diversiones de la niñez y la
constitución de una Junta o Patronato Nacional del
Niño, pues desde 1915 existía el Patronato Nacional
de la Infancia. Esta idea la propuso Carmen Lyra y fue acogida y
divulgada por el Exministro de educación, Luis Felipe
González Flores.

Durante la crisis 1929-1933 la desocupación
despertó a la clase trabajadora y a la ciudadanía.
En el clima de inestabilidad social y económica surgieron
tres asociaciones de estudiantes, una de los maestros y otra de
mujeres; muchos sindicatos, cooperativas y asociaciones. En marzo
de 1930 se informa de 300 desahucios en trámite en la
Alcaldía de San José por el cobro de alquileres de
¢ 20.00 y ¢ 35.00 que las familias pobres no
podían pagar.
http://www.anuario.ucr.ac.cr/24-1-2-98/welizondo.pdf Desde 1932 y
hasta 1948 mujeres obreras y prestigiosas educadoras fueron
protagonistas en luchas ciudadanas, campañas de
solidaridad con el movimiento obrero y con la República
Española, contra el eje nazi-fascita, y en pro de las
reformas sociales y reivindicaciones políticas que
dirigió el Partido Comunista. Luisa González
ocupaba la Secretaria General de la Sección de Mujeres de
ese partido.

El 17 de junio de 1933 más de 100 mujeres de
oficios domésticos, empleadas de comercio y obreras de
talleres y fábricas se reunieron en el Teatro Ideal
convocadas por el PC. Se creó el Sindicato Único de
Mujeres Trabajadoras. Las sindicalistas nombraron a Luisa
González como Secretaría General, Ángela
Díaz secretaria de actas, Erlinda de Franco en la de
finanzas y las prosecretarias Carmen Lyra, Ricarda
González, Esperanza Murillo y Eva Coto. Aprobaron la
plataforma de lucha con objetivos acerca de salarios y jornadas
laborales, higiene en los centros de trabajo, protección a
las trabajadoras en estado de embarazo; demandaron cuatro horas
para amamantar, mejoras en vivienda, creación de casas
cuna y de escuelas en los barrios obreros. En el primer Congreso
del PC celebrado del 2 al 4 de diciembre de 1933, se designaron
dos comisiones para estudiar la situación jurídica
de las mujeres y las condiciones de trabajo de las obreras. (De
la Cruz 1980:53 y 57).

El Partido Comunista no hizo del voto femenino, una
consigna de lucha. Enfatizó en los reclamos de las obreras
y trabajadoras; y percibió el derecho al voto en
perspectiva de clase. No obstante, estas líderes
comunistas sí tenían conciencia sobre las
condiciones de opresión particulares de las mujeres en una
sociedad capitalista y rechazaban las formas de servidumbre y
desigualdad social a que eran sometidas las mujeres frente a los
hombres. Eran conscientes de la dependencia y la desigualdad
legal que tenían con respecto a sus esposos en el plano
laboral y comercial, en relación con la patria potestad y
en los casos de abusos y divorcios. Pero las reivindicaciones de
género eran consideradas de valor político
secundario.
http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan030190.pdf

La Segunda Guerra Mundial avivó las
contradicciones estructurales del capitalismo y exaltó la
crisis de desarrollo en los países no industrializados.
Entraron en sincronía las luchas obreras y sindicales, la
confrontación con el fascismo y el totalitarismo, la
difusión del ideario democrático burgués y
la deslegitimación de las relaciones de poder de tipo
dictatorial, oligárquico y excluyente. Entre 1941 y 1943
se institucionalizaron la Caja Costarricense del Seguro Social,
en un principio, protectora de los riesgos de enfermedad y
maternidad; y el Código de Trabajo. Los artículos
23, 25 y 167 establecieron el marco de derechos laborales comunes
a hombres y mujeres sin discriminar clases, profesiones u
ocupaciones.

En un contexto agitado social y políticamente por
la aprobación de las reformas sociales, a finales de 1940
el Partido propició la Unión de Mujeres del Pueblo,
presidida por Carmen Lyra (Trabajo, 14-12-1940: 2). En julio de
1941 los educadores crearon el Frente Democrático del
Magisterio (Trabajo 27-7-1941:1-4) y celebraron asambleas de
repudio a los ejércitos nazis. En el campo sindical, el 23
de mayo de 1942 y el 12 de setiembre de 1942 estallaron dos
huelgas de obreras en la fábrica de Tejidos Llobet, en
Alajuela; se creó el Sindicato de la Industria del Vestido
y el Comité Nacional Sindical de Enlace promovió el
sindicato de la fábrica Fosforera Nacional. (Trabajo
12-19-1942:2 y 26-9-1942:2).

A partir de 1944, el Partido Vanguardia continuó
la tarea de organizar a la mujer trabajadora, obrera y ciudadana.
El 19 de enero un grupo de mujeres convocó a la
Convención Femenina de la Nueva Costa Rica. (Trabajo
8-1-1944:3). No era la primera vez que las mujeres adultas y
jóvenes participaban en la organización, control y
ejecución de tareas electorales; aunque no tuvieran
derecho a sufragar. En noviembre de 1946 el Partido
reactivó la Unión de Mujeres del Pueblo. Un
año después, en octubre, se formó la
Sección de Puntarenas dirigida por Mercedes de
Palma.

El 11 de noviembre se creó la Alianza Femenina
Costarricense, la cual "luchará por la defensa de la paz,
la libertad y la democracia en Costa Rica". A la primera asamblea
asistió la delegada ecuatoriana ante el Congreso
Interamericano de Mujeres, Nela Martínez, quien
explicó los acuerdos del evento celebrado en agosto en
Guatemala. Se nombró a Amalia de Sotela, como Presidenta
de la Alianza. (18-11-1947:2). Un mes antes de la Guerra Civil,
la Unión de Mujeres del Pueblo celebró la primera y
única Conferencia Nacional, el 16 de enero de 1948, bajo
la secretaría general de Clemencia Valerín.
(Trabajo 17-1-1948:8).

A modo de
conclusión

Entre 1890 y 1930 se configuró en la sociedad
costarricense el sector femenino de clase obrera y trabajadora
directa, en el parámetro de las estadísticas
económicas oficiales. En esos 40 años se trazaron
las líneas gruesas de una sociedad muy desigual,
según la relación de las familias con la propiedad
de medios de producción o el régimen salarial. El
modelo oligárquico de educación general y de
enseñanza pública no propició la
calificación técnica del trabajo de las mujeres, ni
su inserción en la producción. La educación
privada, privilegio de las élites urbanas, fue más
eficaz para distinguir las diferencias de estatus y de
posición social entre las mujeres.

El auge del capitalismo después de la Primera
Guerra Mundial reactivó la división internacional
del trabajo en la fase imperialista y favoreció la
transición de la artesanía tradicional a la
elaboración de bienes de consumo moderno en talleres y
fábricas manufactureras; algunas mecanizadas y la
mayoría ubicadas en la capital y ciudades de provincia. La
"urbanización" remarcó las diferencias entre campos
y villas; oficios manuales e intelectuales, profesionales y
"empíricos", asalariados y patronos. El sector femenino de
la sociedad no fue ajeno a esas transformaciones. Se perfilaron
grupos de trabajadoras delimitadas por el empleo remunerado de
fuerza de trabajo en el sector comercial doméstico y
citadino, la producción manufacturera, la educación
y los servicios de salud pública.

Partes: 1, 2

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