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Vivencia tragica de la etica en la politica




Enviado por marvin



  1. ¿Es posible la ética en la
    política?
  2. Hacia
    una ética política
  3. Conclusión
  4. Bibliografía

"Para la gente honorable y digna que
hace política en el país,

y que buscan hacerla con los
cánones éticos,

en medio de las mayores dificultades
es

muchas veces como nadar contra la
corriente"

Siempre que se dan charlas sobre ética y
política, la sensación que queda es que escuchan
atentamente, pero piensan "qué bonito, pero no funciona en
la realidad y menos en la realidad del mundo político".
Una persona se preguntaba una vez con mucha angustia si la
ética no era un lastre que nos amarra las manos y nos
quita eficacia en la política. La cultura política
que tenemos lleva a pensar que son los "vivos" los que ganan, y
eso incluye maniobras, trampas o engaños, injurias,
represalias, acallamientos contra aquellos que pensamos
diferente, silenciar medios de comunicación, acaparamiento
del poder total, totalitarismo imperante, persecuciones
políticas, muerte política, etc., con tal de
alcanzar el poder total. "La ética parece lejana y casi
incompatible con la política"[1]. Ahora que
en el país asistimos al destape de niveles jamás
imaginados de corrupción y aunque paradójicamente
se ha creado un ministerio de lucha contra la corrupción,
pero este de que sirve, si en los narices de estos y los mismos
actores en función son los corruptos confesos que se dan
volteos de miles y millones de verdes y mientras que la gran masa
humana se debate en una pobreza desgarrador, lo que acrecienta la
enorme desconfianza de la gente ante estos y los
políticos. Todo esto trae una desmoralización de la
sociedad (que no debía ser así), una falta de
ánimo y de esperanza.

Sin embargo, se ha producido una reacción de la
gente al darse cuenta de cómo la han engañado y
robado, pero esto tímidamente; ha sido una
indignación ética también la que ha generado
la protesta y movilización de muchos sectores de la
población ante la impunidad, la violación de los
derechos humanos, el autoritarismo y la destrucción de las
instituciones. Es decir, existen muchas reservas morales en
nuestra sociedad, no todo está corrompido, y hay un
profundo reclamo de ética en la política como base
de la confianza y credibilidad que ésta debe recuperar. Se
empieza a tener conciencia, incluso, de que una acción
política con ética es posible y esto es lo que
tenemos que profetizar, inculcar y que la educación debe
ser la cuna de una sociedad revestida de ética para una
acción política que le dé al país
días de augurio. Es necesario que los bolivianos de a pie
de las clases medias, bajas y altas y en general podamos procesar
o elaborar todo lo que hemos vivido, comprender qué nos ha
sucedido y por qué, para limpiar nuestro aire y poder ver
la gran oportunidad que tenemos de reconstruir nuestro
país. Una parte de esa tarea es devolverle la
ética a la
política
[2]

Que la ética no puede y no debe ser una debilidad
o piedra de mala calidad, sino que al contrario, tiene que darle
una fuerza y legitimidad a la actividad política, es una
convicción ligada al sentido de la vida, a la
responsabilidad, al compromiso, a la entrega total por una causa
y es causa es nuestro país. Pero supone, en primer lugar,
un debate con diversas concepciones de la relación entre
ética y política y, en segundo lugar, el desarrollo
de una ética propiamente política.

¿Es
posible la ética en la política?

Para algunos, la ética y la política son
inconciliables, y hay que optar por la política o por la
ética. Otros, en cambio, buscamos una relación
positiva entre ética y política, ya que, en
realidad, el sentido pleno de ambas es coincidente.

El así llamado realismo político
considera, para decirlo de manera muy simple, que si se quiere
actuar en política hay que dejar de lado los principios
morales. En su forma extrema, que se podría calificar de
cínica, basada en Maquiavelo y Hobbes, se plantea
que el político, para serlo plenamente, tiene que
desprenderse de "prejuicios" morales. Esta concepción
subraya la autonomía de la política, es decir, que
ésta, como el arte o el deporte, por ejemplo, tiene una
consistencia, es decir, fines y reglas propias que no se reducen
a los de la moral. Pero lleva esta legítima
autonomía al extremo, pues olvida que la política
es acción humana con intencionalidad y fines, y por lo
tanto tiene una dimensión ética. ("El hombre es
lobo para el hombre", decía Hobbes)[3]. No
toma en cuenta las motivaciones altruistas que también
existen en las personas. No teniendo nada que hacer en la esfera
pública, la ética es confinada a lo
privado.

Otra forma de realismo político es la que se
puede calificar de trágica, pues subraya el
desgarramiento del actor político que no deja de creer en
la ética, pero tiene que ensuciarse las manos para ser
plena y eficazmente político. Jean Paul Sartre, en Las
manos sucias,
expresa esta perspectiva. Su acierto es
subrayar la tensión entre ética y política,
inevitable, pero no exclusiva, puesto que en todas las
actividades está presente esta tensión; pensemos,
por ejemplo, en los negocios, en la sexualidad, en la
profesión. La ética implica una lucha, un acto
consciente y libre, renovado a lo largo de toda la vida. Pero no
podemos suponer por eso que la política, la sexualidad o
los negocios son inevitablemente sucios.

"La ética es por definición
filosofía práctica
": los principios no son
válidos en abstracto, sino en la realidad. La
adhesión rígida a unos principios no es una actitud
ética, sino más bien dogmática o
fundamentalista. No hay recetas en moral. La
ética supone juicio, discernimiento, prudencia, como
decía Aristóteles. No se puede dejar de tener en
cuenta las consecuencias de la aplicación de los
principios, ya que eso sería imprudencia, lo que no es
moral. El criterio ético de la acción
política son, por lo tanto, las consecuencias, pero no
como sinónimo de eficacia o éxito a corto plazo,
sino en relación con la justicia. Aquí viene la
pregunta clave ¿qué principios éticos deben
orientar la acción política? La ética
política debe ser, en todo caso, una ética
aplicada, como la ética de otras actividades sociales
específicas.

1.2 El moralismo

Tiene una concepción principista,
dogmática o fundamentalista de la moral. Puede tener una
forma evasiva, que no ve la importancia de la
política, la considera sucia e inmoral y la rechaza en
nombre de la ética, refugiándose finalmente en la
vida privada. Supone una concepción del ser humano como
individuo aislado y no como persona en relación con otros,
como ser social, que por lo tanto no debe huir de la
responsabilidad política. Además, esta manera de
pensar es funcional al orden social y político
existente.

La ética cívica propone
principios morales básicos para la convivencia
política en los cuales todos podemos ponernos de acuerdo a
partir de criterios de justicia, sean cuales fueren nuestras
creencias religiosas o nuestras ideologías
políticas. Todos estamos obligados a respetar esta
ética cívica. Adela Cortina la llama también
ética mínima o de
mínimos.
Hoy en día forman parte de esta
ética cívica o mínima los derechos humanos,
el Estado de derecho y actitudes éticas fundamentales para
la convivencia social, como veremos luego. En cambio, las
éticas de máximos son propuestas
de vida buena o de felicidad, asumidas por diversos
grupos que existen en la sociedad, entre ellos, por ejemplo, las
religiones. No se debe imponer a otros nuestra idea de lo que es
la vida buena, menos aún a través del poder, sino
que se debe respetar el pluralismo en la sociedad. Pero a su vez
las éticas de máximos deben respetar la
ética cívica o mínima. No se puede aceptar,
por ejemplo, que se violen los derechos humanos en nombre de
creencias religiosas o de ideologías
políticas.

  • Relación dialéctica entre
    ética y política

Muchos autores buscan una síntesis entre
ética y política, sin negar que haya siempre una
tensión entre ambas, como dice Aranguren, puesto que la
política es un campo de acción que tiene
una lógica propia que hay que entender; supone sentido de
la realidad, de las posibilidades y oportunidades. Mientras que
la ética se mueve en el plano del deber ser y del
sentido. Pero nada de lo que tiene que ver con la
realización humana puede considerarse al margen de la
ética, ni ésta puede ser concebida como una torre
de marfil ajena a la realidad. La acción humana nunca es
perfecta, lo que importa es iluminarla desde la ética. La
ética política es la tensión práctica
en las acciones políticas.

La ética como propuesta de vida buena o de
sentido tiene dos funciones principales en relación con la
política (y a la vida). La primera es una
función crítica, que desenmascara o
denuncia lo que es inhumano o deshumanizante en la vida personal,
en la sociedad y en la historia. Ciertas situaciones suscitan una
"indignación ética". La segunda es una
función utópica, que proyecta y propone un
ideal de realizaciones humanas, utopía, esperanza,
sentido, que impulsa a buscar una sociedad mejor, a experimentar
y ensayar formas de vida nuevas.

Estas funciones de la ética suponen criterios
morales. Emanuel Kant desarrolló dos que no han sido
superados. El primero es la universalidad, es decir, que
la norma que pensamos aplicar pueda valer para todos. Hay que
preguntarse qué pasaría si todos actuaran del modo
propuesto. Este es un criterio formal de validez. El segundo
criterio, el más importante, es que las personas son fines
en sí, tienen dignidad (no precio ni son cosificados),
merecen respeto. Toda persona debe ser tratada como un fin en
sí misma, y nunca sólo como un
medio
[4]Este es el imperativo
categórico o principio moral central. También es el
sentido de la historia, la utopía o ideal de sociedad,
donde las personas sean tratadas como lo más valioso.
Estos criterios morales permiten un juicio ético sobre los
sistemas sociales y sobre los proyectos políticos, los que
sólo pueden considerarse humanizadores si toman al ser
humano como sujeto, como persona moral y no mero objeto
cosificado.

Hacia una
ética política

Los criterios fundamentales que hemos visto no bastan,
sino que deben inspirar una ética política
específica, a través de una reflexión
más concreta sobre los aspectos propios de la actividad
política. En la ética contemporánea se
discuten muchos temas importantes que constituyen los contenidos
de una posible ética política.

  • La ética política, cívica o
    mínima

En esa relación muchas veces tensa entre
éticas de máximos y política, se
han ido logrando algunos consensos que constituyen hoy la
ética cívica, los principios mínimos que
todos debemos respetar y que en muchos casos se están
institucionalizando, plasmando en leyes y convenios. Desde la
indignación moral ante el atropello de las personas, surge
la lucha por los derechos humanos, que se están
institucionalizando cada vez más, sobre todo los derechos
civiles y políticos figuran en nuestra
Constitución; pero también ya hay pactos
internacionales sobre los derechos económicos y sociales,
y crece la preocupación por el medio ambiente y la
paz.

Desde el valor ético principal en la
política, que es la justicia, se tiene que
construyendo un consenso sobre el llamado Estado de
derecho,
que consiste en el respeto a las leyes y al
ordenamiento jurídico por parte del poder político,
el respeto a las instituciones y a sus funciones propias, la
separación y autonomía de los poderes del Estado y
la descentralización del poder, como efectiva
garantía para la vigencia de los derechos
humanos.

  • El buen gobierno

La política no es simplemente la lucha por el
poder, sino que lo fundamental es su ejercicio, el buen gobierno
y el buen gobierno es el ente público de la sociedad o
como dice Gonzales "Son muchos quienes piensan que la
política es la instancia más contraria a una
conciencia limpia de la moral, por ello no siempre el conjunto de
normas y controles garantizan que los entes públicos
actúen de forma éticamente correcta, por tanto,
sólo la fortaleza de las convicciones del ente
público puede cubrir el vacío que el contexto
produce"
[5] y el vacío creemos es la
ausencia de la moral, de los cánones éticos. En la
ciencia política se habla mucho hoy en día de la
gobernabilidad. Pero también en la ética hay
aportes interesantes.

La ética exige la mayor competencia, en el
sentido de preparación, responsabilidad o excelencia. El
fin propio de la política es el buen gobierno, o como
también se dice, el bien común, es decir, la
política tiene como finalidad la búsqueda del Bien
Común
[6]Por eso el político
debe estar bien preparado, tener buenos programas de gobierno,
saber administrar los recursos públicos que pertenecen a
todos, saber dialogar y buscar consensos y dar cuenta de su
gestión a la población. Si la gente
desconfía de los políticos es muchas veces porque
ve que sólo buscan su beneficio personal o el de su grupo,
que no tienen propuestas serias o planes de gobierno, sino que
improvisan, que no saben lograr consensos sino que imponen sus
puntos de vista.

  • La corrupción

La corrupción es cambiar la naturaleza de
algo
, privar a una cosa o actividad de su propia naturaleza,
pervirtiéndola. Las actividades sociales, como la
política, pueden corromperse porque con ellas,
además de conseguir los fines propios de cada una se
consiguen también bienes externos, comunes a la
mayor parte de actividades, como son el dinero, el prestigio y el
poder. Obtener estos bienes es lícito, siempre y cuando se
respete el fin propio de cada actividad. Pero la
corrupción se produce cuando se las realiza exclusiva o
principalmente por esos bienes externos, lo que lleva a que todas
las actividades acaben no teniendo más metas que el
dinero, el prestigio o el poder. Entonces ya no se valora ni
respeta la naturaleza propia de la actividad, ni se busca la
calidad y la excelencia.

La corrupción desvirtúa la actividad
política, que es la gestión de bienes
públicos en vistas al bien común,
utilizándolos para el provecho privado, sea de personas o
de un grupo. La corrupción en política
también consiste en desvirtuar otras actividades o
instituciones, al usarlas en beneficio de quienes detentan o
buscan el poder, por ejemplo, la administración de
justicia, las políticas sociales como alimentación
y salud, la educación, los medios de comunicación,
etc.

Cuando se corrompen las actividades e instituciones
pierden legitimidad y credibilidad. También aumenta la
desmoralización social, la desconfianza, el
escepticismo. Es un círculo vicioso, pues a más
inmoralidad y corrupción, más resignación, e
incluso permisividad o complicidad con la corrupción
política, pues se dice frecuentemente "roba, pero hace
obras" o "todos lo hacen, menos los tontos".

  • Ética de las organizaciones

Las organizaciones e instituciones, por ejemplo, los
partidos políticos, los movimientos cívicos, las
organizaciones sociales son importantes para una sociedad
realmente democrática, pero ¿se les puede exigir
ética? Muchos piensan que no, que en todo caso los que las
dirigen son los que deben tener ética. La responsabilidad
se diluye en el grupo y al final nadie es
responsable

Adela Cortina afirma que sí existe una
ética de las organizaciones o instituciones, por ejemplo,
de la empresa, de los poderes del Estado, de las organizaciones
sociales y, por lo tanto, de los partidos políticos. En
efecto, las organizaciones e instituciones son comunidades
morales, porque reúnen a personas y en ellas se dan
relaciones humanas. Son también agentes morales,
ya que pueden decidir cómo actuar, es decir, considerar
cursos de acción alternativos y elegir uno de ellos; por
tanto, en estas decisiones deben tener en cuenta los criterios
éticos.

La crisis moral que sufrimos y vivimos en
nuestro país no se da sólo en la política,
sino en todos los campos de la sociedad. Esta ética de las
organizaciones políticas, y también de las otras
instituciones y organizaciones, sociales, culturales,
económicas, etc., es necesaria para reconstruir el tejido
social, para devolverle el ánimo a una sociedad
desmoralizada.

  • El poder

El poder es la esencia de la
política
. No puede ser visto como algo malo o
sucio, como frecuentemente se piensa. Sin poder no
podríamos llevar a cabo nuestras metas, el poder permite
realizar cosas, conseguir logros, pero el poder no es un fin en
sí mismo, sino que su sentido ético es la
búsqueda del bien común. Eso es lo que le da
legitimidad.

Una concepción corriente del poder es verlo como
fuerza, como capacidad de imponer la propia voluntad, es decir,
se confunde el poder con la coerción, con la
violencia. El poder es la capacidad de actuar
concertadamente. Esto es una concepción muy
diferente a la que tenían Maquiavelo, Hobbes, Sartre. En
una concepción democrática el poder
(cratos) viene del pueblo (demos). El poder
así entendido es lo contrario de la violencia.

La violencia produce miedo, impide actuar
concertadamente, destruye o manipula las organizaciones sociales
y políticas, convierte a las personas en átomos
aislados e inmovilizados, y así destruye el poder. Esto es
movimiento al socialismo que nos gobierna. En cambio, el poder
(la política) como capacidad de ponerse de acuerdo para
actuar, es lo que permite superar la violencia.

El poder se corrompe cuando se convierte en su
contrario, es decir, en violencia. Por ejemplo, cuando no busca
concertar sino imponer, cuando no respeta la ley, cuando
atropella los derechos de las personas, cuando destruye las
instituciones. Por eso el poder no debe ser absoluto, sino que
tiene que tener límites y contrapesos, como la
división de poderes, la descentralización del
poder, el respeto a la ley, la fiscalización. "El poder
corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente", dice el
dicho. Por eso la tarea de la ética en
relación a la política es ejercer permanentemente
su función crítica y utópica respecto del
poder y de su ejercicio, es decir, problematizar las acciones
amorales en política.

Es importante construir el poder mediante instituciones
sólidas, Estado de derecho, canales de
participación, organizaciones diversas de la
población, discusión pública de los
problemas, búsqueda de consensos, fortalecimiento de la
conciencia ciudadana y de la cultura democrática. Este
camino puede parecer menos eficaz en lo inmediato, pero a la
larga este poder demuestra ser más sólido, mientras
que las dictaduras acaban derrumbándose finalmente cuando
la población las rechaza.

Conclusión

La ética en política no es una traba ni
una debilidad, sino una fuerza. La ética no es contraria a
la política, aunque exista una permanente tensión
entre ambas. La política gana legitimidad y sentido cuando
incorpora criterios éticos en su accionar. Es otra manera
de ser eficaz, menos inmediata, pero más profunda y
duradera, que mantiene el ánimo y la confianza en la
sociedad y por ello tiene la inclinación de buscar el bien
común de la sociedad, la igualdad y de alguna manera la
preferencia por los pobres. La política en el fondo es
evangélica, ya que opta por los marginados y los
más desfavorecidos y en la forma busca la igualdad de toda
la sociedad sin diferenciar clases.

Es la indignación ética la que motiva la
protesta ciudadana ante la corrupción y el autoritarismo.
Lo que demuestra que no todo está corrompido en nuestra
sociedad. Por el contrario, existen muchas reservas éticas
y mucha gente con una trayectoria honesta.

Eso demuestra también que la ética es un
resorte poderoso de movilización política.
Además, es un resorte interno de cada persona. La
ética parece débil, pues no tiene y no debe tener
un policía que la haga cumplir. Pero de esa aparente
debilidad viene su fuerza, porque su poder reside en la libertad
y la conciencia humana. Por eso es el último y muchas
veces decisivo reducto de la resistencia ante el abuso y la
injusticia.

Aunque muchos teoricen por la separación y
división de la ética y la política, creemos
firmemente que ambas se necesitan para la consecución del
bien común que es el fin de la política y su aliado
para conseguir es evidentemente la ética. Nosotros no
tomamos posición ni por el relativismo político que
separa de la política la ética ni por el moralismo
religioso que ve la política como el campo del accionar
del diablo, sino que tomamos partido por una conciliación,
por una alianza entre ambas, ya que sólo así la
política puede llegar a cumplir su verdadero rol y la
ética sólo así puede quedar satisfecho por
ser parte en la búsqueda del bien común de la
sociedad.

En definitiva, como dijo en algún momento santo
Tomas de Aquino con referencia a la fe y a la razón,
decimos amanera de conclusión que, la ética y la
política tienen que ir de la mano, juntos ya que uno al
otro se necesitan, porque sólo la política
podrá llegar hasta un punto de su objetivo y junto a la
ética podrá llegar al culmen de su
objetivo.

Bibliografía

ARANGUREN, José Luis L., Ética,
Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1968. Ética de la
felicidad y otros lenguajes, Ed. Tecnos, Madrid,
1989.

CORTINA, Adela, Ética civil y
religión,
ppc, Madrid, 1995.

GONZALES, Soliz Marvin, Política
¿Cuestión de Ética? Función de la
Ética en la Política Boliviana
, Trabajo
Monográfico para Optar al Título Bachillerato
Filosófico, Universidad Católica Boliviana "San
Pablo", Instituto de Estudios Teológicos, Bieno
Básico Filosófico, Sucre – Bolivia, 2008,
Pág., 15, Depósito en la Biblioteca del Seminario
Conciliar San Cristóbal especializado en
Filosofía.

ACEVES, Magdalenos, Filosofía Introducción
e Historia, Segunda Edición, Editorial Publicaciones CRUZ
O., S. A., México, 1986, Pág., 200 –
201.

ARISTÓTELES, Política, Editorial Gredos,
Primera Edición 1988, Madrid España
1994.

 

 

Autor:

Marvin

[1] GONZALES, Soliz Marvin, Política
¿Cuestión de Ética? Función de la
Ética en la Política Boliviana, Trabajo
Monográfico para Optar al Título Bachillerato
Filosófico, Universidad Católica Boliviana
“San Pablo”, Instituto de Estudios
Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre
– Bolivia, 2008, Pág., 15.

[2] Ibíd., Pág. 18, Tensiones
entre ética y política.

[3] J. ACEVES, Magdalenos, Filosofía
Introducción e Historia, Segunda Edición,
Editorial Publicaciones CRUZ O., S. A., México, 1986,
Pág., 200 – 201.

[4] GONZALES, Soliz Marvin, Política
¿Cuestión de Ética? Función de la
Ética en la Política Boliviana, Trabajo
Monográfico para Optar al Título Bachillerato
Filosófico, Universidad Católica Boliviana
“San Pablo”, Instituto de Estudios
Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre
– Bolivia, 2008, Pág., 16. (apartado Ética
y Política)

[5] GONZALES, Soliz Marvin, Política
¿Cuestión de Ética? Función de la
Ética en la Política Boliviana, Trabajo
Monográfico para Optar al Título Bachillerato
Filosófico, Universidad Católica Boliviana
“San Pablo”, Instituto de Estudios
Teológicos, Bieno Básico Filosófico, Sucre
– Bolivia, 2008, Pág., 19. (apartado Deberes
éticos de los gobernantes)

[6] ARISTÓTELES, Política,
Editorial Gredos, Primera Edición 1988, Madrid
España 1994.

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