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¡Ya basta de violencia contra la mujer!




    ¡Ya basta de violencia contra la mujer! –
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    ¡Ya basta de violencia contra la mujer!

    Aunque ahora estoy de pie, aparentemente sana, yo fui una
    mujer golpeada casi hasta la muerte. Y a pesar de que me duele
    hacerlo, he comprendido que el primer paso para terminar con la
    violencia de género es ROMPER EL SILENCIO. Por eso
    escribo. Por eso estoy hoy aquí.

    La gran poeta mexicana Rosario Castellanos dijo: "Recuerdo,
    recordemos, hasta que la Justicia se siente entre nosotros"

    Sí. Hoy recuerdo. Muy a mi pesar, recuerdo su salvaje
    ataque.

    Recuerdo porque mi cuerpo recuerda, porque las heridas y
    dolores de mi cuerpo me lo recuerdan cada momento.

    Jamás imaginé ser una mujer maltratada, a la que
    el hombre que decía amarla, quiso matar. 

    Hace poco más de un año, sin razón alguna
    (¿puede haber razón en un crimen?) mi pareja
    sentimental durante más de 4 años, me golpeó
    con saña y alevosía; intentó estrangularme,
    hasta casi matarme. ¿Locura? ¿Drogas? Nunca lo
    sabré. Sólo sé lo que sufrí, y que en
    ese momento, vi el rostro del diablo. Escapé por un
    milagro, gracias a que pedí auxilio a un conocido
    mío, a quien le estaré eternamente
    agradecida…Sí…hay muchos hombres buenos;
    hombres, HOMBRES!

    Después del ataque, estuve casi 30 días
    hospitalizada. Sufrí traumatismos múltiples; todo
    mi cuerpo, desde la cabeza a los pies, era un solo hematoma.
    Costillas rotas, esguince cervical…y el corazón hecho
    añicos. Por golpearme repetidamente la cabeza contra el
    piso cuando me tenía tirada, tuve edema cerebral y
    hemorragias cerebrales, y debieron inducirme un coma.
    Todavía no sabemos si habrá secuelas irreversibles
    (confío en que no). Debido a la rodilla que él
    presionó contra mi vientre para inmovilizarme,
    presenté hemorragia, parálisis y perforación
    intestinal. Tuvieron que operarme de emergencia o me moría
    en menos de una hora. Mis hijos, mi familia, enloquecidos de
    dolor.

    Me pusieron sondas por todos lados. Tuvieron que torturarme,
    pincharme, picarme, abrirme, cortarme…para salvarme la vida,
    esa vida que él quiso arrebatarme, sin ninguna
    justificación, sin ninguna agresión física
    de mi parte, estando completamente desarmada, indefensa y en su
    territorio… Después, desprendimiento de retina,
    cuatro cirugías más y un difícil proceso de
    rehabilitación.

    Sin embargo, ¡me salvé! en algo que los doctores
    sólo pueden calificar como extraordinario.

    He tenido mucho miedo. Si. Quise olvidar para siempre el
    infierno al que me arrojó. Dejar atrás las
    pesadillas donde sólo veía su cara con los ojos
    desorbitados mientras me estaba maltratando, con esas manos que
    antes me acariciaban y después me golpearon y
    estrangularon hasta perder el sentido…hasta casi
    matarme.

    Ése es el recuento de los daños
    físicos….En cuanto a mi alma, no hay heridas.
    Ésa jamás la tocó. Podrá haberme
    insultado, gritado, golpeado en todos lados; me pisó, me
    pateó, me golpeó con toda su fuerza hasta cansarse;
    golpeó mis ojos, mi rostro, mi cabeza, mi columna. Quiso
    anularme, callarme… Pero a mi alma no pudo golpearla.
    Ésa nunca la pudo herir, porque es mi esencia, ¡lo
    que esta Mujer es!

    A partir de ahí encontré una nuevo sentido, UNA
    CAUSA. A mí me bastó una vez. Pero hay millones de
    mujeres que viven esa pesadilla de golpes y maltrato por
    años y años…hasta que terminan muertas. Por
    no hablar, por miedo, por vergüenza, por callarse, como
    él me gritaba esa noche que lo hiciera yo. Hoy, no
    sólo no callo, ¡sino que lo grito! Por mí,
    por las mujeres violentadas, en memoria y homenaje a todas las
    que han muerto y ya no pueden hablar.

    En cuanto a la justicia, hoy entiendo, muy dolorosamente y en
    carne propia, porqué hay tanta desesperación en las
    mujeres maltratadas. Hoy comprendo la razón por la que se
    niegan a denunciar: porque es someterse a un desgaste terrible,
    de todo tipo, físico y emocional. Tristemente, muchas
    veces somos re-victimizadas por el mismo sistema judicial. Por
    eso, las mujeres tenemos que darnos cuenta de nuestro propio
    valor; armarnos de paciencia y no rendirnos, aún a costa
    de lo desgastante y muchas veces humillante que es este proceso.
    Debemos hacerlo, no por venganza -que mantiene la historia
    abierta para siempre-, sino por justicia -que cierra al fin el
    Capítulo-. Debemos hacerlo para que otras mujeres se
    identifiquen y se protejan. Para que ¡Ni UNA MÁS!
    ¡NUNCA MÁS! Para que la humanidad entienda que nadie
    más fuerte puede abusar del más débil, para
    crear sociedades más libres y más vivibles.

    Pero aún en medio de todo el difícil proceso
    legal, siempre hay luceros. En mi caso, he sido apoyada y
    acompañada por mujeres extraordinarias, amigas nuevas que
    de pronto aparecieron al pie de mi cama de hospital, como si
    hubieran sido convocadas por el mismo fuego, por la misma llama,
    y que hoy son brasas de mi hoguera. Ellas me han apoyado y
    orientado en todo momento del proceso, con una sensibilidad y
    empatía que casi nunca esperamos de los servidores
    públicos. Sin todas ellas, sin el sensible
    acompañamiento de la Comisión de Derechos Humanos
    -que yo he comprobado-, las mujeres que sufrimos este tipo de
    violencia nos sentiríamos totalmente solas, abandonadas,
    desoladas; sí, en un mundo sin sol…

    Hoy, yo quiero ofrecerles mi mano a todas esas mujeres que han
    sido víctimas de la violencia, de hombres que las han
    golpeado, lastimado, insultado, violado… y
    acompañarlas por un camino que yo ya he recorrido.

    Perseverando, hemos logrado la Orden de Aprehensión
    contra mi agresor. Y no sólo eso: está entre "Los
    más buscados" de la PGJDF. Nunca antes, un golpeador de
    mujeres había estado en esa lista. Esto sienta un
    precedente para que otras mujeres en la misma situación,
    puedan acogerse de mi caso. Aunque no han logrado capturarlo, es
    un prófugo de la justicia, y sé que la vida se
    encargará de darle las lecciones que tiene que
    aprender.

    No se trata de la Ley del Talión, pero dejar en la
    impunidad delitos graves como la violencia hacia la mujer, no
    sólo es ilegal, sino que supone banalizar el mal, que es
    un gran fracaso de la inteligencia, y nos deja en la más
    absoluta indefensión, sobre todo a las víctimas, a
    las mujeres. Dejar sin castigo a los misóginos,
    golpeadores o violadores, supone aceptar que el daño a lo
    más sagrado que tenemos como Humanidad es una forma
    legítima de solucionar los conflictos. Implica normalizar
    la barbarie. Nos expone a su repetición.

    No hay ningún motivo, ninguna excusa, que justifique la
    violencia, y menos hacia un ser más frágil
    físicamente, hacia una mujer. Por eso, ¡recordemos!
    Por eso, ¡eduquemos! Por eso, ¡rompamos el
    silencio!!

    Yo lo estoy haciendo, y ya no quiero olvidar, porque de nada
    habría valido la experiencia. Confío en mi
    espíritu para saber que algún día
    llegaré al punto en que pueda recordar…sin
    dolor.

    Ahora estoy rodeada de personas que me nutren con su amor y su
    solidaridad….amigos a los que se han unido en mi corazón
    ustedes, los que están ahora aquí; aquellas mujeres
    que me permiten asomarme a sus ojos en cada lugar donde me
    presento. Esta Causa es la fuerza para seguirme aferrando a la
    vida, primero por MI, y después por mis dos
    amorosísimos hijos, que todavía quieren ver a su
    mamá rockeando con ellos.

    Hace poco, la escritora Herta Müller dijo que
    "ningún hombre, por más que nos haya maltratado,
    por siniestro y cruel que sea, nos podrá arrancar nuestro
    valor y las ganas de vivir y crear…aunque las pesadillas nos
    persigan…", aunque hayamos quedado marcadas, esas marcas
    son huellas de nuestra victoria. Ahí radica nuestra
    esperanza.

    Yo estoy viva después de esta terrible experiencia.
    Pero millones de mujeres no lo están, o han quedado
    paralizadas, física o emocionalmente, muertas en vida para
    siempre. Esto debe detenerse. Todas y todos debemos detenerlo
    para que, como escribió Arturo Pérez Reverte, "la
    mujer no siga siendo un soldado perdido en territorio enemigo".
    Nunca había aplicado tan bien una frase: yo
    comprobé, muy dolorosamente, como tantas otras mujeres,
    que esa noche, fui un soldado perdido -e indefenso-  en su
    territorio…enemigo.

    Juntos, hombres, mujeres, autoridades, podemos trabajar de la
    mano para crear una sociedad, un país y un mundo mejor. Ya
    es hora de que demos un paso adelante para que cesen la
    discriminación y la violencia contra la mujer.

    Todos los seres humanos, empezando por nosotras mismas, las
    mujeres, debemos tener presente lo que podemos ser cuando nos lo
    proponemos: ¡guerreras, invencibles, dadoras de vida,
    nutridoras de una nueva humanidad…guardianas del Amor!

     

     

    Autor:

    Marcela De León

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