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La caida del muro de Berlin



Partes: 1, 2

  1. Marco
    teórico
  2. Análisis
  3. Conclusiones
  4. Referencias

Marco
teórico

A. EL ESTALLIDO DE LA GUERRA
FRIA

Tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial,
el paisaje europeo era dramático.

Desde el punto de vista humano, millones de personas que
habían sobrevivido a la barbarie bélica se
veían abocadas al hambre, al frío, a las
enfermedades y a otras penurias en medio de ciudades y campos
arrasados. Desde el punto de vista social, la caída de los
estados fascistas y la reordenación de los límites
había provocado un complejo movimiento de masas, con
gentes que huían de las represalias, trabajadores forzados
y prisioneros de guerra que regresaban a sus hogares. Y, desde el
punto de vista político, la paz parecía no
encontrar acomodo entre los aliados, cuyas tensiones derivaron en
lo que se dio en llamar "Guerra Fría".

Pero no es lógico pensar que, después de
la más devastadora de las guerras, cuyo tremendo poder
destructor había provocado la muerte de unos cuarenta y
cinco millones de personas, arrasado gran parte del aparato
productivo y dejado en la retina humana el horror de la bomba
atómica, la única causa de una tensión que
amenazaba con desencadenar un conflicto más terrible aun
fueron las divergencias ideológicas entre los antiguos
aliados.

Todo parece indicar que inicialmente ni EE.UU. ni la
Unión Soviética tenían el propósito,
al desaparecer el enemigo común, de repartirse el
botín. La idea de una conspiración comunista para
dominar el mundo resulta tan fantástica como la de un plan
del imperialismo capitalista con el mismo cometido. Observando
con perspectiva histórica la evolución de los
hechos que desembocó en la división de Europa
simbolizada en Alemania, queda claro que la Unión
Soviética no la dio por válida hasta que tuvo la
evidencia de que no controlaría el conjunto del
país a través del Partido Comunista, tal como ya se
había producido en la Europa Oriental.

Resulta más razonable creer que fue la misma
dinámica de los acontecimientos la que arrastró a
las potencias occidentales y a la oriental a configurar dos
bloques ideológicos antagónicos. Una
dinámica en cuya orientación no fueron ajenos el
talento autoritario de Stalin y el dogmatismo anticomunista de
Truman, así como las escasas dotes para la diplomacia de
personajes como el soviético Andrej Zdanov y el
estadounidense Dean Alheson.

B. LA PARTICION DE ALEMANIA Y LA DEFINICION DE LOS
BLOQUES

El proyecto de los aliados para Alemania, tal como se
estipuló en Postdam, entre el 17 de Julio y el 2 de Agosto
de 1945, era constituir una entidad estatal unificada, cuyo
potencial administrado por los aliados tenía por objetivo
impedir que volviera a desempeñar un papel protagonista en
la escena internacional. De acuerdo con esto, una Comisión
interaliada convertida en órgano superior de
gestión debía asumir la administración de
Alemania sectorizada en áreas de influencia; pero tal
objetivo no pudo llevarse a cabo debido a que pronto surgieron
divergencias en la interpretación de los pactos, que no
pudieron resolverse en las conferencias celebradas en
Moscú, París y Londres entre 1946 y
1947.

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La rápida evolución en favor de la URSS en
la Europa oriental, como consecuencia de la situación
postbélica y la presencia del Ejército Rojo,
determinó una amplia área de influencia comunista
cuya imaginaria línea demarcatoria, que iba de Stettin a
Trieste, recibió de Churchill la gráfica
denominación de "telón de acero". A partir de 1947,
año en que empieza a hablarse de "guerra fría", los
acontecimientos que consagraron la ruptura entre los antiguos
aliados se precipitaron. Los gobiernos de coalición
previstos para los países de la Europa oriental no fueron
duraderos. El proceso de concentración del poder efectivo
en manos de los partidos comunistas nacionales, iniciado desde el
mismo fin de la guerra, afectó a Bulgaria, Rumania,
Albania, Polonia, Hungría y la en ese entonces
Checoslovaquia. La creación por Stalin de la "Kominform"
(Oficina de información comunista), en septiembre de 1947,
destinada a asegurar la cohesión de los regímenes
prosoviéticos, la guerra civil de Grecia (1946- 1949) y el
golpe de Praga (1948) tuvieron su respuesta en el feroz
anticomunismo de la doctrina de Truman, la aplicación del
plan Marshall de ayuda económica a las democracias
europeas, la consumación de la alianza atlántica
con la creación en 1949 de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que contribuyeron a
ahondar las divergencias de uno y otro bando y a tensar las
relaciones hasta límites peligrosos para la paz
mundial.

Ante el temor de la expansión del comunismo en
Europa y la gravedad de la situación económica, las
potencias occidentales tomaron una serie de medidas que marcaron
la profundidad de la grieta ideológica entre los
vencedores. Mientras en su sector la URSS organizaba la
economía y la sociedad de acuerdo a principios comunistas,
EE.UU., Gran Bretaña y Francia fusionaron los suyos y
pusieron todos los medios para una rápida
reconstrucción del país. En este sentido, los
aliados occidentales no sólo condonaron gran parte de las
indemnizaciones de guerra de las que Alemania era deudora, sino
que aportaron

importantes cantidades de capital, sobre todo a
través del plan Marshall estadounidense, que derivaron en
la reforma monetaria de 1948 y en la creación de un marco
de gran fortaleza, cuya introducción en la zona
soviética provocó, como reacción más
espectacular y preludio de la división del país, el
bloqueo de Berlín, entre el 24 de Junio de 1948 y el 12 de
Mayo de 1949.

La partición de Alemania se consumó con la
constitución de la República Federal de Alemania
por los occidentales, el 23 de Mayo de 1949 y de la
República Democrática de Alemania por los rusos, el
7 de Octubre del mismo año, entidades estatales que no
ejercieron su soberanía hasta la derogación del
Estatuto de Ocupación en 1955.

C. EL MURO DE BERLIN, LA FRONTERA DEL
MUNDO

A principios de la década de los 60, la guerra
fría alcanzó un alto grado de tensión y las
dos Alemanias fueron el escenario donde EE.UU. y la URSS
parecían querer dirimir sus diferencias. En ese clima de
crispación ideológica, en el que el espionaje de
uno y otro bando encarecía las relaciones internacionales,
miles de ciudadanos germano-orientales huían de la
persecución política hacia la Alemania
Occidental.

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La escalada de tensión en Berlín, situada
en territorio dominado por el ejército rojo y dividida en
sectores administrados por potencias occidentales (EE.UU., Gran
Bretaña y Francia por un lado y la URSS por el otro), se
debió, entre otras causas, a las elecciones llevadas a
cabo en ella y a la introducción de una nueva moneda en
Alemania occidental, cuya fortaleza alteró los planes del
desarrollo económico comunistas. La URSS no aceptó
la introducción del marco occidental en el país y
prohibió su circulación en Berlín alegando
que conculcaba los acuerdos firmados.

El contraste de los niveles de vida en uno y otro lado
se hizo evidente y ello contribuyó a fomentar la fuga
constante de ciudadanos alemanes al sector Oeste.

Tras exigir Jruschov la retirada de Berlín de
todas las tropas de ocupación, el 13 de Agosto de 1961,
fuerzas de seguridad germano- orientales cerraron con alambres de
espino o ladrillo y cemento sesenta y ocho de los ochenta puntos
de comunicación entre un sector y otro de la
ciudad.

D. EN PRO DEL EQUILIBRIO Y LA
PAZ

Cuarenta años después de la
fundación del Estado alemán occidental, la
política de Bonn presentaba un apreciable balance de
éxitos. La República Federal de Alemania era una
importante potencia media, orientada hacia el equilibrio y la
paz. En la OTAN prestaba una importante contribución a la
seguridad y a la política de paz de Occidente. La
Comunidad Europea, impulsada por la voluntad de Francia y de la
República Federal Alemana, avanzaba hacia la Unión
Europea.

La situación de partida había sido
desastrosa, casi sin esperanza. El Reich Alemán
había sido derrotado, dividido y desarmado;
económicamente se encontraba por el suelo. Los territorios
del Este de la línea Oder-Neisse estaban bajo
administración polaca y una parte de Prusia Oriental
había sido incorporada a la Unión Soviética.
Alemania Occidental estaba inundada por doce millones de
fugitivos. La mayoría de las ciudades en ruinas y los
servicios públicos destruidos. Hasta fines de 1947 se
habían realizado sin éxito seis conferencias de
ministros de Relaciones Exteriores de las cuatro potencias
vencedoras. Moscú había bloqueado toda la
posibilidad de entendimiento. En 1949 entró en vigencia la
Ley Fundamental (moderna Constitución de la
República Federal de Alemania orientada hacia los modelos
occidentales). En 1949 el Canciller Federal Konrad Adenauer
(presidente de la Unión Cristiano-Demócrata y
primer jefe de gobierno de la RFA) había señalado
que sus objetivos de política exterior más
importantes eran la incorporación en la comunidad de los
pueblos libres, la superación de la confrontación
germano-francesa y la recuperación de la soberanía
y la igualdad de derechos. Según él, sin una Europa
fuerte y unida, vinculada con los EE.UU., no sería posible
lograr en libertad la unidad de Alemania. En 1950 se produjo la
invitación para integrar al Consejo de Europa, en
Estrasburgo. Adenauer dio de inmediato su aprobación al
plan proclamado por el Ministro de Relaciones Exteriores
francés Robert Schuman en el sentido de colocar bajo una
autoridad común la producción del carbón y
del acero de ambos países limítrofes y de otros
Estados interesados. Un año después, Francia, los
países del Benelux (unión económica que en
1948 formaron Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo),
Italia y la RFA firmaron el acuerdo. Tras el estallido de la
guerra de Corea en 1950, Adenauer se manifestó dispuesto a
colaborar en una defensa común de Europa. En 1952 los
miembros de la Comunidad del Carbón y del Acero acordaron
fundar una Comunidad Europea de Defensa (CED), que fracasó
en 1954.

Pronto se encontró otra solución. La clave
la proporcionó el llamado Pacto de Bruselas, en virtud del
cual Francia, Gran Bretaña y los países del Benelux
se habían comprometido en 1948 a oponerse a una nueva
política de agresión alemana. Las potencias de
ocupación se transformaron en aliados. Se comenzó
la organización del Ejército Federal
alemán.

Adenauer buscó un nuevo punto de partida en la
vinculación de las fuerzas económicas de Europa. El
resultado fue, en 1956, la firma de los "Tratados de Roma" por
parte de los seis Estados miembros de la Comunidad del
Carbón y del Acero. En ellos se establecía la
fundación, a partir del 1º de enero de 1958, de la
Comunidad Económica Europa y de la Comunidad Europea del
Atomo. En 1962, con la realización del Mercado
agrícola común, Adenauer expresó que ese era
"uno de los acontecimientos más importantes de los
últimos siglos". Se habían logrado todos los
objetivos básicos iniciales. Pero ello se había
llevado a cabo a costa de graves conflictos de política
interna. Ciertamente, el partido de la oposición (Partido
Socialdemócrata) perseguía objetivos similares.
Pero aspiraba a lograrlos sin pagar el precio de un
endurecimiento o de una eternización de la división
alemana. Durante once años debatieron en el Parlamento
sobre este tema. Pero en 1960 fracasó la última
cumbre de los "Cuatro Grandes" en París, y a partir de ese
momento el SPD se adhirió a una política exterior e
interalemana sobre la base de los acuerdos europeos y
Atlánticos.

Las relaciones con Washington y París fueron
decisivas tanto para la posición y la capacidad de
acción de la RFA como para la construcción de
Europa. Los EE.UU. habían dado los primeros y más
importantes impulsos para la admisión de Bonn en la
comunidad occidental.

El Plan Marshall de 1947, con su programa de ayuda para
Europa, significó el detonante inicial de la
reconstrucción de la RFA. El rápido establecimiento
por parte de los EE.UU. de un puente aéreo para abastecer
a la población como respuesta al bloqueo de Berlín
(Oeste), impuesto por Moscú en 1948, y el coherente
cumplimiento de las promesas de Bonn en el sentido de pagar
reparaciones a Israel y a las víctimas de los
crímenes nacionalsocialistas, contribuyeron decididamente
a una creciente confianza recíproca. Entre ambos pueblos
surgió una red cada vez más densa de relaciones
humanas, políticas y económicas. En cambio, la
relación con Francia estuvo todavía durante un
tiempo afectada por los esfuerzos franceses de anexión del
Sarre, importante región industrial alemana (en 1956 se
pudo solucionar también este problema).

En los años siguientes adquirieron creciente
importancia los esfuerzos para lograr una distensión en la
relación Oeste-Este, no obstante los retrocesos que
significaron la construcción del muro de Berlín en
1961 y la marcha soviética en Checoslovaquia
después de la primavera de Praga. Este hecho fue
desencadenante del comienzo de una reorientación de la
política exterior soviética, que modificó
las relaciones con el Oeste. La RFA, firmemente afianzada en
Occidente, pudo utilizar esta situación para desarrollar
las relaciones con el Este. La coalición social-liberal
firmó a tal fin en 1970 los "Tratados con el Este"
(Moscú, Varsovia y Praga) y negoció con la RDA un
"Acuerdo Básico" que aseguraba un modus vivendi entre
ambos Estados alemanes.

Con la Conferencia de Estocolmo, concluida en 1986,
sobre medidas de seguridad y de creación de confianza, se
dio la primera señal real para el desarme.

E. LA POLITICA EXTERIOR ALEMANA DE 1949
A 1995

Desde 1945 en Europa se formaron dos bloques
caracterizados por sistemas políticos y económicos
contrapuestos y antagónicos. La división de
Alemania y de Berlín, fue cada vez más patente y
más dolorosa para la población. Sin embargo, la
época de postguerra estuvo caracterizada por una sabia
decisión de los EE.UU. de América, a saber de
permanecer en Europa, participando decisivamente en la
configuración del futuro de este continente. Este plan
llevado a cabo por los Estados Unidos fomentaba la estabilidad y
la cooperación de las democracias europeas.

La consolidación del enfrentamiento entre el Este
y el Oeste en Alemania estuvo relacionado con el auge de la
Unión Soviética, la que llegó a ser una
potencia militar del mismo rango que los Estados Unidos. La
decisión de la República Federal de Alemania de
tomar su lugar en la comunidad de las democracias occidentales
representó la primera y fundamental determinación
del rumbo de la política alemana federal de posguerra; la
República Federal resistió la tentación de
buscar la respuesta al pasado y la división del
país siguiendo un camino aislado, en un status del no
alineamiento y de la neutralización.

Con la profundización del antagonismo entre el
bloque oriental y el occidental se vieron reforzadas los
disímiles desarrollos a ambos lados de la cortina de
hierro.

En 1997 se definió la cuestión alemana
como la causa principal de la tensión en Europa; esta
concepción exigía una solución definitiva y
estable para eliminar las barreras artificiales entre Europa
occidental y oriental.

La política exterior alemana experimentó a
mediados de 1989 una constelación extraordinariamente
positiva: ambas superpotencias, los Estados Unidos y la
Unión Soviética, declararon a Alemania como su
más importante socio en Europa.

En las negociaciones "2+4" de 1990, ambos Estados
alemanes consiguieron con los EE.UU., la Unión
Soviética, Francia y Gran Bretaña, asegurar la
unidad de Alemania desde el punto de vista de la política
exterior. Según el Tratado "2+4", la Alemania unificada
comprendía los territorios de la República Federal
de Alemania, de la República Democrática Alemana y
todo Berlín. En forma definitiva, Alemania obtuvo su
soberanía el 15 de marzo de 1991; esto significó un
importante aporte para un orden duradero y justo destinado a una
Europa democrática, consciente de su responsabilidad por
la estabilidad, la paz y la cooperación.

En 1994 los últimos soldados del "Grupo
Occidental" de las FF.AA. rusas abandonaron el suelo
alemán. En esa fecha terminó aquel capítulo
en la historia ruso-germana que había comenzado con el
ataque de Hitler en contra de la entretanto desaparecida
Unión Soviética (1941).

Dio la mayoría de los diputados el 20 de junio de
1991: 338 votaron por Berlín como nueva sede del gobierno;
320 por Bonn. Una ajustada pero concluyente decisión y un
impulso para la Alemania unificada.

La parte occidental de Berlín era una isla
democrática en un mar socialista, cercada durante casi
tres decenios por el Muro y las alambradas. Ello trajo como
consecuencia un considerable retraso en el desarrollo, comparado
con el de otras ciudades alemanas occidentales. Ciertamente, el
nivel de vida de Berlín Oeste estaba a la altura del resto
de la República Federal de Alemania; pero, ello era
sólo posible gracias a las subvenciones que fluían
en la ciudad. Cuando se avecinó en Berlín un auge
de dimensiones desconocidas en las construcciones, los
inversionistas se lanzaron a esta ciudad y los precios de los
inmuebles y los alquileres se fueron por las nubes; algo que
sucedía hace decenios en Munich, Francfort o
Hamburgo.

Muchos políticos germano-occidentales temieron
con motivo del debate acerca del traslado de la sede del gobierno
y del Parlamento de Bonn a Berlín. Esta ciudad necesitaba
un tal poder de atracción: la decisión sobre la
capital se lo proporcionaría. Sólo así
podría Berlín, tan largamente aislada y dividida,
marcada todavía por los daños de la guerra y el
desastre económico socialista, independizarse poco a poco
de las altas subvenciones que todavía seguían
siendo necesarias. Pues, lo que hacía que los problemas se
presenten como tan graves era el hecho de que Berlín
Oeste, mantenido hasta ahora por la República Federal
Alemana, no estaba rodeado de un entorno próspero sino por
una RDA que en la parte oriental y en los distritos circundantes
había arruinado la economía, destruido la
infraestructura e impedido el pensamiento
económico.

Con la reunificación alemana, se sumó al
fiscalmente débil Berlín Oeste, con sus dos
millones de habitantes, una ruinosa mitad con un millón de
habitantes que, en medida todavía mayor, dependía
para su reconstrucción de subvenciones y ayudas. Durante
algunos años existió en una misma ciudad un
desnivel económico comparable al que existe entre
Milán y Nápoles.

En Berlín la gente emigraba del Este al Oeste, y
en algunos ámbitos, como el de la salud pública, se
producían situaciones criticas: como las enfermeras
ganaban en el Oeste el doble que en el Este, había
allí una sensible falta de personal asistencial. Esto
significa que había que equiparar rápidamente los
salarios, no sólo en este ámbito.

La decisión a favor de Berlín como sede
del gobierno no tuvo un impacto financiero inmediato. Esta ciudad
experimentó el "boom" de la construcción, ya que se
instalaron en ella no sólo las empresas de prestaciones de
servicios y las grandes empresas (que, desde allí deseaban
explorar los nuevos mercados en el Este de Alemania y en la
Europa Oriental que comenzaba poco a poco a desarrollarse), sino
también los políticos, diputados, funcionarios
federales, diplomáticos, asociaciones y medios de
información. Y para todo esto se necesitaban centros de
trabajo, viviendas, hoteles, restaurantes, infraestructura. Todo
esto se vio obstaculizado por numerosos derechos de propiedad no
declarados y reclamados por quienes fueron expropiados por la RDA
o antes aún por los nazis.

También se fundó la universidad de
Berlín, y ello atrajo a la elite intelectual del
país. Berlín tuvo esta chance. Para ello tuvo que
desprenderse del papel de mendigo y receptor de subvenciones,
superar el sentimiento de ciudad-isla, a la que había que
defender, y recuperar la confianza en sus propias fuerzas, su
orgullo y su serenidad.

F. FUGA HACIA LA LIBERTAD

Estos acontecimientos han conmovido al mundo. Hasta ese
momento nunca se había dispensado a ningún grupo de
fugitivos una acogida tan calurosa como a las decenas de miles de
alemanes que, desde la otra parte del país, la RDA,
habían huido a la parte oriental. "Fueron recibidos como
desterrados que hubieran regresado a su patria", escribió
el diario londinense "The Times".

En sólo media hora, tras la apertura de la
frontera de Hungría el día 10 de septiembre, 200
automóviles pasaron por la frontera de Austria con la
República Federal de Alemania. Más de 20000
fugitivos, aprovechando sus vacaciones en Hungría,
emprendieron la huida hacia occidente, hacia la libertad. Los
alemanes del Oeste acogieron con los brazos abiertos a los
alemanes del Este y les ayudaron en la medida de sus
posibilidades. Gimnasios, contenedores habitables y albergues
juveniles fueron acondicionados por doquier para dar alojamiento
a los refugiados. Sin la incondicional ayuda del pueblo
húngaro no habría sido posible la huida. Tras
prolongadas e infructuosas negociaciones con la RDA,
Hungría decidió abrir sus fronteras con Austria,
arriesgando con ello una confrontación con este
país miembro del Pacto de Varsovia.

Los derechos humanos tenían prioridad absoluta.
El artículo 2 del tratado de la ONU de 1969 determina que
"todo ser humano es libre de abandonar cualquier país,
inclusive el suyo propio." Los húngaros obraron de acuerdo
con esta premisa. "En una Europa unida no hay lugar para una
habitación con alambradas". Austria, por donde los
alemanes procedentes de la RDA tenían que pasar,
prestó ayuda espontánea y carente de toda
burocracia. La Cruz Roja, el Cuerpo de Bomberos y los cuerpos
automovilísticos estuvieron presentes en todos los puntos
de encuentro y paso de las caravanas de refugiados para ocuparse
de ellos y de sus maltratados vehículos.

Tres semanas más tarde llegaron más de
7000 fugitivos de la RDA en trenes especiales procedentes de
Praga. En un principio, el gobierno checoslovaco declaró
que este problema había de ser solucionado por los dos
Estados alemanes. Pero imposibles de olvidar son los gritos de
"¡Alemania, Alemania!", a la llegada de los "trenes de la
libertad", demostrando al mundo que los alemanes se
sentían unidos.

También para los refugiados en la Embajada de la
República Federal de Alemania en Varsovia se pudo allanar
el camino hacia occidente. El gobierno de la RDA declaró
que los refugiados habían sido desterrados "por motivos
humanitarios". Apenas habían salido de Praga los 7000
refugiados cuando otras miles de personas volvieron a buscar
asilo en la Embajada. Tres días después, otros
11000 refugiados habían ocupado la Embajada, cuyas
dependencias tuvieron que ser cerradas por hallarse
congestionadas. Otra vez se celebraron intensas negociaciones con
los gobiernos de Praga y Berlín Oriental, hasta lograr que
pudiesen partir en trenes especiales, atravesando el territorio
de la RDA, con destino a la República Federal de Alemania.
Todos ellos habían huido de la agobiante limitación
de la libertad en su país, decepcionados de que la
política de "glasnost" (reformas políticas que
hicieron posible la legalización de otros partidos
políticos y la aplicación del sufragio universal en
las elecciones presidenciales de las distintas repúblicas)
y "perestroika" (reformas económicas que permitieron el
ingreso de capitales extranjeros y la formación de
empresas privadas, limitando el control del Estado sobre las
empresas y permitiendo una mayor libertad en la toma de
decisiones acerca de la producción) practicada por
Gorvachov no haya tenido la menor repercusión sobre el
régimen de la RDA, de que su vida siguiera estando
reglamentada, de que los viajes a occidente fuesen prohibidos o
autorizados solamente tras largos años de espera, de que
aún no se haya derrumbado el muro tras el que se oculta la
RDA. De Berlín Este a Berlín Oeste hubieran podido
desplazarse en el metro, en diez minutos. En su lugar, tuvieron
que recorrer mil kilómetros y viajar durante cincuenta
horas. Emprendieron la huida, y no por necesidades materiales.
"Disponíamos de todo lo necesario para vivir, pero para
vivir en una jaula.", dijo uno de ellos.

Llamaba la atención lo jóvenes que eran. Y
tenían la suerte de que la mano de obra especializada
estaba muy solicitada en la República Federal de Alemania,
que necesitaba, enfermeros y enfermeras para sus hospitales,
mecánicos de automóviles, técnicos en
telecomunicaciones para Correos. Por eso, en la mayoría de
los casos, encontraron rápidamente trabajo.

Luego de la caída del muro los alemanes de la ex
– RDA eran alemanes con pasaporte alemán y con todos los
derechos, inclusive de voto. Tenían también derecho
a percibir prestaciones por desempleo, subsidios para el alquiler
de una vivienda y una asignación mensual por cada hijo.
Más difícil resultaba la búsqueda de un
hogar. Escaseaban viviendas económicas en las regiones de
gran concentración demográfica. De ahí que
el Ministerio de la Vivienda destinara 4 mil millones de marcos
alemanes a la construcción de viviendas económicas
de protección oficial. En un período de tiempo
relativamente corto se construyeron 50000 viviendas.

Las consecuencias políticas de esta fuga: en la
RDA se produjeron manifestaciones multitudinarias y un cambio en
las esferas más altas del poder. La cuestión de la
reunificación alemana volvió a pasar a la orden del
día de los sectores políticos
internacionales.

El mundo adquirió conciencia de que los alemanes
se consideran como una nación y acabó por entender
que, como tal, tienen derecho de autodeterminación como
cualquier otro país de nuestro planeta.

G. EL CAMINO DE ALEMANIA HACIA LA UNIDAD INTERNA

Cuando el 9 de Noviembre de 1989 se abrieron las
compuertas del muro berlinés, los alemanes en el Este y en
occidente fueron presa de un gran júbilo – se
había convertido en realidad un sueño que ya no se
consideraba posible. Una sorpresa incrédula se
mezcló con una alegría espontánea, gente que
no se conocía se abrazaba efusivamente, y no solamente en
Berlín se celebró una gran fiesta de reencuentro.
Sin embargo, cuando empezó nuevamente la vida cotidiana se
impuso la certeza de que los alemanes se encontraban frente al
mayor desafío de su historia desde el término de la
Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de restablecer la unidad
estatal de Alemania nunca había sido tan grande, y a fines
del año 1989 nadie podía decir si alguna vez se
presentaría nuevamente la misma oportunidad. Con la
apertura del muro, el sistema socialista de la desaparecida RDA
había declarado públicamente su quiebra.

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Colapsó sin mayor estrépito, al igual que
todos los otros sistemas socialistas en el ex bloque oriental,
poco antes o después. Ese derrumbamiento puso en marcha
una dinámica de los acontecimientos que echó por la
borda en un breve período de tiempo un orden mundial
bipolar. Solamente los sistemas de alianza occidentales, la
Organización del Tratado del Atlántico Norte y la
Comunidad Europea, quedaron como verdaderas "anclas de
estabilidad" dentro de los cambios políticos y sociales
que se dieron en Europa, y también más allá
de sus fronteras.

En 1990 se hizo efectiva la unidad estatal de Alemania,
y la RDA dejó de existir. Ese mismo año bajo el
imperio de la unidad y la libertad, el pueblo alemán
eligió por primera vez conjuntamente un Parlamento Federal
alemán.

Sin embargo todavía quedaba una frontera: la
situación económica y material de la ex RDA y la
República Federal eran totalmente distintas. Es decir,
después de la guerra, la población germano-oriental
pasó casi sin darse cuenta de una dictadura a la
próxima, y la represión y el igualitarismo han
dejado huellas en el alma de la colectividad.
¿Quién puede negar que aún tengan los
alemanes dificultades con la libertad recuperada?.

En el Este de Alemania existe un problema
psicológico en esta etapa de reconstrucción: la
falta de iniciativa propia, o sea, la escasa disposición a
tomar responsabilidad y a delegar responsabilidades. El problema
para la población germano-oriental ha sido que el antiguo
sistema tenía un carácter represivo y protector a
la vez. La represión desapareció, algo justo y que
también se pretendía conseguir. Pero la mano
protectora que se preocupaba por todo, también se
esfumó, lo que explica el alto grado de inseguridad y a
veces la nostalgia por los viejos tiempos que siguen existiendo
en los nuevos Estados federados, aunque casi nadie desea
restaurarlos verdaderamente. En vista de esta situación no
es fácil solucionar aquel problema que es el mayor en la
ruta hacia la unidad interna de Alemania.

Miedo ante los cambios, tendencias a la inmovilidad,
creciente egoísmo, inercia y mezquindad son los otro lados
de la medalla del bienestar individual dentro de una
colectividad. En Alemania occidental, la población estaba
marcada más por los valores materiales que los
espirituales.

Un factor por cierto de vital importancia para la unidad
interna es que todos los ciudadanos alemanes tomen conciencia de
ser parte integrante de una sola nación y
colectividad.

H. CINCO AÑOS DE UNIDAD ALEMANA

El tranquilo transcurso de la reunificación es
todavía más significativo si se toma en cuenta que
nadie estaba preparado realmente para afrontarla. Cuando por
doquier en Europa del Este y Central se rompían las
cadenas del imperio soviético no hubo tiempo para tomar en
serio la idea de constituir un segundo estado democrático
en suelo alemán. Los ciudadanos federales tenían
pocas expectativas ante una eventual unidad, y no pudieron
ofrecerles nada más a sus compatriotas del Este que la
economía social de mercado y el estado de derecho que
habían obtenido de los aliados en 1945.

Para disminuir las sobresalientes diferencias entre las
dos Alemanias en los años siguientes a la caída del
muro, se han transferido 600 mil millones de marcos a los Estados
Federados para transformar la infraestructura del Este,
modernizar las comunicaciones, ampliar autovías, acelerar
los trenes, sanear viviendas, reestructurar los centros de las
ciudades y volver a implementar el sistema
parlamentario.

Con la mejoría económica se volatiliza el
shock producido con la desaparición del régimen
comunista y por la reunificación, generando una difusa
conciencia. Se trata sobre todo de la necesidad de reconocimiento
que afirma que cuarenta años de trabajo, penurias y
sacrificios, no han sido en vano, y que son parte de la historia
de todos los alemanes. Los alemanes occidentales tienen ahora que
aceptar que el cambio también los ha afectado, ya que de
esta forma podrán lograr la reunificación del
país.

I. OPINIONES SOBRE LA UNIDAD
ALEMANA

La reunificación alemana estaba muy alejada de
los golpes de picos y martillos del 9 de noviembre. Cada paso por
la senda de la reunificación podía provocar
temblores políticos que repercutirían en todo el
mundo.

El objetivo perseguido por la política
norteamericana en el sentido de alcanzar una Europa libre y unida
presuponía una Alemania reunificada. Europa se
inclinó por Estados Unidos, quien tomaría la
dirección del proceso.

Después de que se trató de aproximar los
diferentes intereses en Londres, París y Moscú, se
pudieron fijar los principios internacionales de la unidad
alemana en el tratado "2+4". Los alemanes obtuvieron la
oportunidad de reunificar su país como miembro de la
OTAN.

J. CINCO AÑOS DE AUGE EN EL ESTE

Con la unión monetaria de 1990, la
economía de mercado reemplazó a la fracasada
economía socialista planificada. Pero los cambios
económicos no fueron realizados en forma estructural
normal, sino que representaron la reconstitución de toda
una economía. Si se quiere hacer un balance de los efectos
de la unión monetaria en la economía de Alemania
del Este, no se puede tomar como canon la euforia de los primeros
tiempos, ni el desencanto posterior.

El considerable crecimiento económico alcanzado
en nuestros días contrasta con un alto nivel de
desocupación. Otro aspecto negativo, a pesar de las
amplias subvenciones estatales, es la falta de capital propio.
Independientemente de las fuertes inversiones privadas y
públicas, la infraestructura consigna un grave
déficit.

La transformación de la economía en la
desaparecida RDA implicó cierre de fábricas,
pérdida de puestos de trabajo en las ramas industriales,
inmigración de la población, pérdida de
mercados, etc. La construcción de empresas, la
creación y modernización de puestos de trabajo en
ramas emergentes, el dinamismo de los centros de
aglomeración y la apertura de nuevos mercados tienen lugar
al mismo tiempo.

Para realizar un balance económico de Alemania
del Este se debe tener en cuenta el proceso de crecimiento que ha
tenido lugar en los últimos años. Luego de la
caída del muro las necesidades de la población, la
euforia de la unificación y las masivas transferencias
occidentales produjeron una dinámica que no podía
ser duradera.

El despliegue de la actividad económica en la ex
– RDA refleja una transformación económica exitosa
a grandes rasgos, pero la capacidad competitiva de las empresas
germano-orientales no es aún lo suficientemente fuerte
debido a su bajo nivel en las exportaciones generado por la
inexperiencia en los mercados. Por otra parte se acordaron
aumentos de sueldos y salarios que por lo menos hasta 1992,
sobrepasaron la capacidad en las empresas. La política de
remuneraciones no fue, por lo tanto, un factor que apoyara al
proceso de transformación, sino que por el contrario
condenó a muchos a la desocupación.

K. LA INFLUENCIA DE ALEMANIA EN EUROPA

Cuarenta años constituyen un lapso suficiente en
la existencia de una constitución o de una ley fundamental
(como suele llamársela en la República Federal
Alemana) como para poder formular una evaluación
equilibrada. Por lo demás, en el mundo no abundan las
constituciones que han durado más de una
generación. Pero, ¿son cuarenta años
suficientes para realizar un balance de la República
Federal Alemana desde la perspectiva de un extranjero?

La historia de la República Federal Alemana es
corta, pero rica en experiencias y decisiones. Desde la
perspectiva europea se presentan cinco fases.

La primera comenzó con la satisfacción
general por la derrota del nacionalsocialismo que fue percibida
como una victoria sobre los alemanes. ¿Cómo hubiera
podido esperarse de personas que tanto habían sufrido bajo
la cruz gamada (símbolo de una pesadilla en idioma
alemán) la objetividad necesaria como para distinguir
entre alemanes y nazis? En aquella hora sombría, en la que
se entretejían la miseria y la libertad recuperada, la
historia alemana parecía haber llegado a su fin y Alemania
a su hora cero. La derrota había significado no
sólo la rendición incondicional sino la
destrucción total de un Estado en una medida quizás
jamás dada en la historia. El tejido social estaba
destruido. No podía dejar de percibirse que no sólo
las ciudades sino también las almas y los pensamientos de
todo un pueblo yacían en ruinas. Gracias al esfuerzo de
viejos y jóvenes demócratas, al vigor de las
llamadas "mujeres de escombros" y a la voluntad de sacrificio de
los trabajadores, pudo surgir de la profunda destrucción
el coraje suficiente para un nuevo comienzo, el del "milagro de
la curación": fin y principio a la vez, símbolo de
la voluntad de un pueblo. Después de la Primera Guerra
Mundial los vencedores perdieron la paz porque no supieron
resistir la tentación de la venganza, porque abatieron y
humillaron al pueblo alemán suponiendo falsamente que un
tratado impuesto podría conjurar los peligros. En cambio,
en 1945, los Aliados tomaron en sus brazos al pueblo
alemán y se lanzaron a la extraordinaria tarea de la
reeducación: en el oeste en libertad, en el este como una
ideología que negaba la libertad. Las atrocidades
habían sido terribles y terribles fueron también
las consecuencias. Casi no existe ningún ejemplo en la
historia de una nación que, como supuesto castigo por sus
errores, perdiera extensos territorios que le habían
pertenecido durante siglos y millones de personas fueran
obligadas a abandonar penosamente su patria.

Una inteligente perspicacia de las potencias de
ocupación caracteriza la segunda fase. Los europeos
comprendieron que no era posible esquivar el problema de Alemania
ya que afectaba el orden de paz en Europa Central. Desde el
discurso de Byrnes en Stuttgart, el 6 de Septiembre de 1946,
pasando por la autoresponsabilidad de los alemanes a
través del Plan Marshall, hasta el paulatino
establecimiento de la soberanía por medio de elecciones
libres y una constitución: el objetivo fue siempre ofrecer
nuevamente a una nación una base para la esperanza y la
creación; este proceso estuvo estrechamente vinculado a la
aparición de la guerra fría. En realidad, el
conflicto entre el este y el oeste no surgió a raíz
de Alemania. Fue más bien la expresión de la
inevitable división en la concepción opuesta de la
democracia: libertad en el Oeste y comunismo en el Este. La
decisión de los alemanes era clara: libertad antes que la
unidad y paz en libertad, pero la libertad tenía que ser
la "condición y no el precio de la unidad". Europa era la
meta a fin de lograr la libertad, la paz y la unidad, y por ello
la reconciliación entre Alemania y Europa era la
vía que conducía a ese futuro.

"El futuro de Alemania se llamaba Europa". Esta es la
3º fase, que puede ser resumida con la palabra
"solidaridad". El puente aéreo para salvar Berlín
fue la expresión de esta solidaridad por parte de las
"potencias protectoras". Pero el desarrollo continuó,
Berlín ha seguido siendo para todos el símbolo de
la lucha entre la libertad y la dictadura. La audaz
decisión de rearmar la RFA y de posibilitar en 1955 su
ingreso en la OTAN no fue sólo una consecuencia de la
guerra fría, significó el reconocimiento de
Alemania como una democracia de igual rango, la superación
de los temores pasados. El apoyo de Europa durante la crisis de
Berlín de 1958 a 1960 hasta la vergonzosa
construcción del "Muro" respondía a la
responsabilidad conjunta de los europeos frente a Alemania. A
pesar del fracaso, en 1954, de la perspectiva de una comunidad
europea de defensa, debido a que la conciencia de los europeos
todavía no estaba madura para este salto, la solidaridad
se consolidó en aquellos años a través del
ingreso de la República Federal de Alemania como decidido
miembro fundacional de la Comunidad Europea (Tratados de Roma de
1957).

La cuarta y larga fase se extiende hasta fines de los
años setenta. La República Federal de Alemania se
había convertido en un miembro pleno de la comunidad de
naciones. Esta igualdad de derechos estaba enraizada en los
tratados, en las concepciones y en la conciencia de las gentes en
Europa.

El desarrollo no era sólo un alejamiento del
pasado a causa del progreso de los tiempos, sino mucho
más. Los cambios en la Unión Soviética
obligaron a Europa Occidental a desarrollar una nueva
concepción de las relaciones en Europa: debido a la
distensión el problema de Alemania volvió a estar
en primer plano.

La solidaridad seguía existiendo, pero los
europeos deseaban movimiento: el llamado reconocimiento del
"status quo" era inevitable a fin de poder mantener contactos con
el Este. La "cuestión alemana" no debía
obstaculizar estos desarrollos. La división de Europa no
podía ser superada a breve plazo. Tenía que ser
aceptado sin que esto significara renunciar a los principios de
la autodeterminación y de la libertad. En la
política con Alemania, lo esencial ya no era la
solidaridad en la lucha de la democracia contra la dictadura sino
la solidaridad en la búsqueda de un orden de paz que
había que establecer de alguna manera.

Este proceso está vinculado con el concepto de la
"OSTPOLITIK" (la política del oeste). Los europeos
apoyaron esta política y algunos hasta ya habían
preparado los primeros contactos con el este.

Partes: 1, 2

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