Como hacer que las cosas pasen en lugar de vivir hablando de lo que pasa
Prólogo
Al principio, en la Cordillera, nos
preguntábamos: "¿Por qué nos pasó
esto a nosotros?". Y eso nos paralizaba. Lo que había que
preguntarse era cómo salir de ahí.
Escuchar en la radio que se había suspendido la
búsqueda fue la mejor noticia. Desde entonces, ya solo
dependía de nosotros sobrevivir y, por eso, hicimos cosas
increíbles. Lo definitivo no es lo que pasa; es lo que
nosotros hacemos con lo que nos pasa.
Este libro está muy en sintonía con el que
estoy terminando sobre la transformación interior y que
posiblemente se llamará Querer, creer y hacer, que es lo
necesario para que las cosas ocurran.
Me emocionó mucho Taxi coaching, el cuento del
taxista que pone todo de sí. Se me cayeron varias
lágrimas porque me sentí muy identificado con cada
uno de los personajes y con la transformación de la
historia a partir de ese encuentro, porque en la vida, para ser
felices, hay que poner siempre lo que falta.
Es como el eco: si ponemos amor, nos
devuelve amor. Si ponemos reproches, nos devuelve
reproches. Si ponemos alegría, nos devuelve
alegría.
Todos tenemos una cordillera. Podemos quejarnos y
adoptar la actitud caprichosa de no aceptar la realidad, o
agradecerla. Aunque el dolor es inevitable, el sufrimiento es
optativo. En los Andes, nosotros decidimos estar
agradecidos.
Ser feliz es una actitud, una
decisión.
Me alegra sentir que, a través de este libro,
Guillermo está poniendo el granito de arena que
hará que muchas personas puedan volver a soñar y
animarse a atravesar los miedos para realizar sus
sueños.
Gustavo Zerbino1
1.
¿Cómo bailar con la más
linda?
Estaba en una escuela de negocios dando un taller de
Supervisión y Coaching cuando se cortó la luz. El
lugar no tenía ventanas y la oscuridad se hizo total. En
seguida se oyeron las expresiones de sorpresa de los presentes y
voces que llegaban de salas contiguas a la nuestra, en las que se
estaban dictando otros seminarios. Yo, que venía
entrenándome en tomar los imprevistos como oportunidades,
respiré profundo al tiempo que me pregunté:
¿Qué oportunidad es esto para el
seminario?
Y mientras esperaba que me llegara una respuesta mejor
que la típica reacción de quejarme o matar el
tiempo hasta que pasara el problema, pregunté al grupo si
seguían allí y si estaban bien. Contestaron todos a
la vez, un poco alterados por la situación.
Estaba pidiéndoles que nos escucháramos
cuando, de pronto, me vino una respuesta a mi pregunta. Si el
propósito de este encuentro es entrenar la habilidad de
hacer que las cosas pasen, ¿por qué no convertir la
oscuridad en una oportunidad para practicar esto de
ser más grandes que las circunstancias?
Entonces, invité al grupo a
continuar discutiendo el tema en el que estábamos antes
del apagón.
Apenas terminé de decirlo, se hizo un silencio
total. Una de las participantes contestó que le
parecía buena idea, pero el resto permanecía
callado. Sentí que la oscuridad los desorientaba y me puse
a conversar con toda naturalidad con la mujer que se había
animado. En seguida se sumó la voz de un hombre que se
identificó y entró en el diálogo. De a poco
fueron apareciendo el resto de las voces. Luego de un rato, la
conversación se había puesto súper movida y,
a pesar de que éramos varios interlocutores, la
comunicación fluía con toda claridad.
Nos encontrábamos navegando en ese intercambio de
ideas, contagiados por la emoción de sentir que
habíamos superado un obstáculo, cuando nos
sorprendió el regreso de la luz. Supusimos que el
desperfecto habría sido arreglado, pero ninguno
decía nada. La experiencia de conversar a ciegas
había sido impactante.
—Siento que, en este rato de oscuridad —dijo
uno rompiendo el silencio—, nos comunicamos como no lo
habíamos hecho hasta ahora.
—Yo también —agregó
otro—. El hecho de no poder verles las caras me
llevó a estar mucho más atento a lo que cada uno
decía y a cómo lo decía.
—A mí, el asunto del ejercicio en la
oscuridad, tengo que reconocerlo,, no me hizo demasiada gracia y,
al principio, estaba bastante incómodo —le
empezó a decir un gerente a la primera mujer que se
había animado a hablar y que hasta ese momento casi no
había participado del seminario—. Pero entonces
escuché tu voz tan segura que me puse a hablar como si los
estuviera viendo.
—Les confieso que escuché sus
voces por primera vez — compartió
otro.
—Fue un diálogo impecable. No
nos superpusimos entre nosotros en ningún
momento —dijo asombrada una de las participantes y
remató: Voy a hacer este ejercicio con mi
equipo.
Por un momento nos quedamos todos mirándonos como
diciendo: "¿Y ahora qué hacemos?".
Me disponía a continuar cuando una participante
me interrumpió para proponerme algo que en otro contexto
hubiera sonado un poco loco, pero que todos aceptamos de
inmediato…
Fue la primera vez que terminé un
encuentro a oscuras. Nos despedimos hasta la semana siguiente,
junté mis cosas, dejé la sala y,
cuando estaba por cruzar la puerta de salida, me detuvo el
portero:
—Casi se quedan encerrados hasta mañana
—dijo—. Es que con el tema del apagón se
suspendieron los demás cursos y pensé que se
habían ido todos… ¿Se quedaron a
oscuras?
Ya estaba dejando el edificio cuando se me acercó
uno de los participantes que se había quedado esperando
para hacerme una pregunta en privado: si lo del apagón
había sido planeado por mí como una forma de
entrenarlos. Me sorprendió completamente que me lo dijera
y tuve que confesarle que, de alguna manera, sí. Mi plan
había sido que todo, hasta lo inesperado, sumara a los
objetivos del seminario.
Sus palabras me hicieron tomar conciencia de que esa
noche habíamos danzado tan armoniosamente con lo
imprevisto que se había convertido en la mujer más
linda: esa dama llamada oportunidad.
DESAFÍO N° 1: CÓMO
CONVERTIR LOS IMPREVISTOS EN OPORTUNIDADES
Claves para hacer que las cosas
pasen
Hace unos días pasé por la puerta de la
escuela de negocios en la que se nos apagó la luz y me
puse a recordar cómo superamos el imprevisto
e, incluso, cómo logramos ir más allá hasta
convertirlo en una oportunidad única de
aprendizaje.
Y se ve que, a partir de ese momento, mi cabeza
continuó preguntándose: ¿Qué
oportunidad puede ser esto para mis objetivos? porque al tiempo
me sugirió: ¿Y si escribimos la anécdota del
apagón?
Publiqué la historia en Internet y la respuesta
de los lectores fue muy buena. La envié a través de
mi boletín electrónico y una empresa me
contrató. Además, se convirtió en una de las
historias clave para explicar de manera sencilla la esencia de
este libro: pase lo que pase, cómo hacer que las cosas
pasen.
Tantas cosas surgieron a partir de ese y otros
imprevistos que, a veces, me pregunto qué rumbos distintos
habría tomado mi vida en estos últimos años
si, en lugar de aprovechar esos imprevistos, los hubiese visto
como problemas a evitar.
A través de estas claves quiero trasmitirte lo
que aprendí explorando el arte de la oportunidad para que
puedas descubrir posibilidades donde antes solo parecía
haber problemas.
Me gustaría poder aprender de tus experiencias
convirtiendo imprevistos en oportunidades, por eso te voy a
agradecer mucho que las compartas conmigo enviándolas a
paseloquepase@guillermoechevarria.net
¿AGUAFIESTAS?
Me encontraba coordinando una actividad de trabajo en
equipo en un hotel en mitad de las sierras de Córdoba.
Habíamos planificado realizar los desafíos de la
mañana dentro del hotel y seguir trabajando al aire libre
por la tarde. La jefa de Recursos Humanos de la empresa que me
contrataba estaba muy preocupada con unos nubarrones negros que
iban creciendo a medida que se acercaba el medio día. Al
llegar la tarde empezó a llover
torrencialmente y yo tuve esta conversación
conmigo:
—¿Qué quiero que
pase?
—Que la gente pueda hacer los juegos de equipo sin
mojarse.
—¿Y por qué sin
mojarse?
—Emmm… no sé. Porque es lo que me
dijeron en la empresa.
—¿Pero para qué te
contrataron? ¿Para que no se mojen?
—No, me llamaron para que coordine juegos y
desafíos para que este grupo se convierta en un equipo de
alto rendimiento.
—¿Y si incluyéramos la lluvia como
un desafío a superar por el equipo?
—Bueno, pero… ¿y si
algunos no quieren mojarse?
—Y bueno, tendrán que
decidirlo… ¡en equipo!
—Claro, les voy a pedir que tomen la primera
decisión de equipo de la tarde.
Tuvieron que negociar entre ellos y finalmente
improvisaron varias capas de lluvia a partir de unas bolsas de
residuos para los que no querían mojarse. Una hora
después, apenas el equipo había logrado superar
bajo la lluvia el desafío que yo les había
planteado, paró de llover.
La sensación de triunfo era generalizada y
escuché a varios de ellos comentando: "Se nos dio todo.
Sin lluvia no hubiese sido lo mismo". Entonces pensé:
¿Cuánto nos hubiese costado generar artificialmente
la lluvia que ese día nublado nos había
regalado?
Estate alerta. Mientras solo veas problemas en una
situación, es posible que te encuentres
¡defendiéndote de las oportunidades!
¿RESOLVER
O DISOLVER?
Los problemas son tentadores porque nos invitan a
resolverlos sin dejar que nos preguntemos si existe otra manera
de plantear la situación. Como cuando nos ponemos a
resolver un crucigrama o el Sudoku. No nos replanteamos las
reglas del juego, sino que, simplemente, intentamos jugar lo
mejor posible dentro de las reglas establecidas. En la
situación del apagón, yo podría haberme
planteado: ¿Cómo hago para que volvamos a tener
luz?
Y seguramente habríamos podido encontrar muchas
maneras de resolver la falta de luz con un encendedor, prendiendo
los teléfonos celulares o poniéndonos de acuerdo
para continuar la actividad en el bar de la esquina. Todas
soluciones que pueden servir para tener luz, pero que no
cuestionan el planteo inicial que da por sentado que la falta de
luz es un problema.
Frente a un problema no solo podemos resolverlo,
también podemos disolverlo.
¿¡Qué!? Sí.
Preguntándonos: ¿Quién dice que esto es un
problema? o ¿cómo estoy interpretando esta
situación para que aparezca como un problema para
mí? y ¿cómo necesitaría plantearla
para que deje de ser un problema para mí?
Pero ¿cómo es posible disolver un problema
que, hasta hace cinco minutos, nos estaba volviendo locos? Es
posible porque los problemas no son cosas, son planteos. ¡Y
es por eso que podemos replantearlos! De hecho, los problemas no
existen independientemente de nosotros. Somos nosotros lo que
llamamos problema a una situación que no
esperábamos encontrar.
No hay problemas sin miradas
problemáticas.
¿CÓMO HAGO PARA CONVERTIR UN
IMPREVISTO EN UNA OPORTUNIDAD?
Podemos gastarnos el dinero de la indemnización
mientras lloramos la injusticia de haber sido despedidos
olvidando, por ejemplo, que siempre quisimos tener un
emprendimiento propio. Hoy tenemos el dinero y el tiempo, pero no
lo podemos ver porque, entre otras cosas, no queremos aceptar que
ocurrió lo que ocurrió.
Anclados en el lamento y el enojo, continuamos peleando
con la situación del despido y no dejamos espacio mental
ni emocional para preguntarnos: ¿Qué oportunidad
podría ser esto para mi crecimiento personal o
profesional?
¿Hace rato que estoy disconforme con mi trabajo?
¿Y si aprovecho para definir qué es lo que
sí quiero y a dónde me gustaría estar en
cinco años? ¿Y si convierto este momento en una
oportunidad para hacer el cambio de rumbo que siempre le quise
dar a mi vida?
Yo llamo hacer un minuto de Coaching a la pausa que hice
en el momento del apagón para revisar cómo estaba
mirando la situación y preguntarme qué era lo que
quería lograr. Es un momento en el que salgo del piloto
automático para revisar cómo estoy mirando la
situación, para mirar mis pensamientos a la luz de lo que
es más importante para mí. Es decir, para dejar de
ser mi mente y pasar a ser la conciencia que observa cómo
está pensando mi mente.
Sucede que, mientras estoy siendo la mente, puedo tener
la sensación de que mis pensamientos son la única
realidad. Pero, tener un punto de vista, al fin y al cabo, es
mirar la situación desde un solo punto. Decidir que no
vamos a movernos de nuestro lugar porque nos encanta
lo que vemos desde ese punto.
Pero, si estoy tan enamorado de mi punto de vista que no
me permito ver otra cosa, ¿tengo realmente un punto de
vista o debería decir que hay un punto de vista que me
tiene a mí?
Tomar conciencia es tomar la distancia necesaria para
ver con nitidez qué estoy pensando y así poder
elegir mis mejores pensamientos, en lugar de ser pensado por
cualquiera de ellos. Recién cuando tomo conciencia de
cómo estoy pensando, puedo elegir descartar un pensamiento
y reemplazarlo otro que me sirva más.
¡Cuidado! Los puntos de vista pueden ser muy
peligrosos. Son auténticos magos capaces de hipnotizarte y
hacer que confundas sus trucos de ilusionismo con la
verdad.
TRES PREGUNTAS
CLAVE PARA HACERSE FRENTE A UN IMPREVISTO
1. ¿Qué digo que
pasa?
2. ¿Qué quiero que
pase?
3. ¿Cómo podría convertir este
hecho en una oportunidad para mí?
1. ¿Qué digo que
pasa?
¿Cuál es el hecho y
cuál es mi primera evaluación del hecho?
Para descubrir oportunidades, necesito mirar la
situación sin confundir el hecho de que no hay luz con
interpretaciones del tipo: que no haya luz es malo o sin luz no
podemos trabajar. La diferencia radica en que los hechos
pertenecen al mundo, y las interpretaciones o evaluaciones que
hago de la situación me pertenecen a mí. Y como me
pertenecen, ¡puedo cambiarlas por otras que me sirvan
más!
Saber diferenciar los hechos de mis
opiniones me hubiese sido muy útil cuando
empecé a dar seminarios de Liderazgo.
Eran mis primeras actuaciones en público y
solía sentir que algunos participantes me hacían
preguntas maliciosas buscando probar cuánto sabía
yo del tema que estaba compartiendo. Con ese diagnóstico
de situación en mente, me ponía nervioso, me
defendía y reaccionaba a su ataque con alguna evasiva o,
por responder rápido, podía llegar a decir algo que
más tarde lamentaba.
En ese momento, yo no sabía
distinguir entre:
• hicieron una pregunta (el
hecho);
• es maliciosa (mi evaluación
del hecho).
Ahora bien, ¿cómo podía saber que
la pregunta era maliciosa si yo no estaba en el interior de esa
persona? Años más tarde aprendí que, en todo
caso, esa era mi suposición. Una suposición que
pintaba mi mundo de nerviosismo y que, como era mía,
podía cambiarla por otra que sirviera más a mis
objetivos como entrenador planteándome, por ejemplo:
¿Si no hubiera maldad en la pregunta cómo la
respondería?
Este simple planteo me tranquilizaba y me
permitía concentrarme en comprender la inquietud del
participante, en lugar de ponerme a la defensiva y buscar
neutralizarlo.
Luego de algunas experiencias positivas, probé ir
más lejos planteándome: ¿Y si mirara estas
preguntas como una oportunidad para mis objetivos como
entrenador?
Y sí, descubrí que podían ser una
buena oportunidad para crecer en autodominio ejercitando mi
habilidad de hacer una pausa para respirar, recordar mis
prioridades y elegir mi respuesta. ¡Justo lo que yo estaba
buscando trasmitir en esos seminarios!
Ahora tenía la oportunidad de ser en la
práctica ese autodominio. Así, a todos los
presentes les quedaba muchísimo más
claro de qué trata esto de elegir la respuesta
frente a algo que, en primera instancia, se
podría considerar como una agresión. Ya no
importaba qué me preguntaban. Bueno, en realidad
sí, porque desde que empecé a ver esas preguntas
como oportunidades, ahora estaba rogando que me tiraran alguna
granadita verbal para poder mostrar en la práctica
cómo dar una respuesta constructiva desactivando mi
reacción.
Además, en muchas ocasiones, explorando sin miedo
lo que había detrás de las preguntas,
descubrí que no habían sido formuladas con
intención de agredir. Algunas personas, por ejemplo,
ponían en mí las malas experiencias que
habían tenido en otras capacitaciones pero, al permitirles
que lo expresaran, tomaban conciencia de que esta era una
situación distinta y las emociones se calmaban. Era mi
turno de ayudar a los participantes a revisar las evaluaciones
automáticas que habían hecho de mí y a
reemplazarlas por otras que nos permitieran trabajar mejor
juntos.
Es cierto que hubo casos en los que comprobé que
la intención era agredirme, pero más de una vez, al
escuchar los motivos, me enteré de que yo había
dicho algo que había resultado ofensivo o inadecuado y,
luego de pedir disculpas, pudimos continuar el seminario en
paz.
Elegir mirar las preguntas imprevistas de los
participantes como una puerta para comprenderlos mejor en lugar
de un peligro del que debía defenderme, me
convirtió de un entrenador miedoso en uno más
confiado y cercano a las necesidades de las personas, lo que me
permitió ser más efectivo para
ayudarlas.
2. ¿Qué quiero que
pase? ¿Cuál era mi objetivo?
¿Cuáles son mis propósitos más altos?
La primera reacción de la mente frente a una
situación inesperada suele ser: Quiero que las cosas
vuelvan a ser como antes. Cuando se apagó la
luz, mi mente dijo: ¡Quiero que vuelva la luz! Esa manera
de pensar me enfocaba en el objetivo de recuperar la luz pero,
cuando tomé distancia, recordé que mi
propósito para el seminario era mucho más grande
que tener luz. Esos son los momentos en los que necesitamos
recordar nuestras prioridades originales preguntándonos,
por ejemplo: ¿Cuál era mi objetivo cuando
decidí venir a esta reunión? ¿Cuáles
eran mis prioridades y mis propósitos más altos
cuando soñé con ser médico?
Pero… ¿para quién
está trabajando tu mente?
Aunque quizá no nos demos cuenta, todos solemos
ser muy habilidosos para convertir imprevistos en oportunidades.
¿¡Qué!? Así es.
¿Alguna vez convertiste un error de otro en una
oportunidad para criticarlo y devolverle así alguna
gentileza? o ¿acaso no conocemos a alguien cercano que
aprovecha algo que su pareja no hace bien o cualquier cosa que no
funciona en su lugar de trabajo para autoeximirse de esforzarse y
de dar lo mejor de sí mismo?
Lo que sucede es que, si nos distraemos, nuestra mente
trabaja para sus propios objetivos. Y el objetivo mental de tener
razón siempre está esperando para meterse en
nuestra vida. Porque confirmar lo que pensábamos, hace que
nuestra mente se sienta inteligente y superior a la de los que
están equivocados.
Pero por más que a tu mente le guste mucho,
demostrar que tenemos razón es un juego adictivo y
destructivo. Tanto que puede llevarnos a romper amistades,
parejas y proyectos con tal de confirmar que estábamos en
lo cierto, no dando el brazo a torcer aun cuando eso implique
demostrar que nunca vamos a funcionar como pareja porque no me
escuchas o que no sirvo para trabajar con la
tecnología o que no hemos nacido para ser
creativos, emprendedores, buenos amigos, o lo que sea que estemos
empecinados en demostrar que no podemos.
Cada vez que las cosas no funcionan como
esperábamos se nos presenta una
decisión:
• ¿Quiero encontrar culpables o
quiero encontrar oportunidades de mejora?
• ¿Voy a insistir defendiendo
mi único método o estoy dispuesto a cambiar para
lograr más?
Y, en definitiva:
• ¿Quiero tener razón o
quiero tener resultados?
De la respuesta que elijas va a depender el rumbo de tu
día y, en definitiva, de tu vida. Sin embargo, aunque
hayas elegido muchas veces el camino de tener razón
—como yo mismo lo hice y lo hago cada vez que me salgo de
mi rumbo—, te recuerdo que este nuevo minuto presente es
una oportunidad para elegir algo nuevo. ¿Vas a dejar que
tu mente lo use para sentirse y mostrarse inteligente o vas a
aprovecharlo para vivir mejor?
Si el apagón no me hubiese encontrado entrenando
el músculo de transformar los imprevistos, quizá,
en lugar de aprovecharlo como una oportunidad de aprendizaje, lo
hubiese aprovechado como la oportunidad de irme antes a mi casa;
de quejarme de lo mal que funcionaban las instalaciones del lugar
o como una buena excusa, en caso de que los participantes dijeran
que el seminario no les había resultado
efectivo.
Hoy, te invito a revisar los objetivos que estás
alimentando en tu interior, porque vas a tender a convertir todo
lo que pase en una oportunidad para lograrlos. Y si, en lugar de
un sueño constructivo, tu objetivo principal fuera, por
ejemplo, tomar revancha con alguien porque todavía
estás resentido por lo que te hizo, que no te
extrañe encontrarte aprovechando cualquier
situación para dañar a esa persona o para
dañarte como una manera de mostrarle al mundo
lo mal que te va en la vida por culpa de lo que esa persona
hizo.
Las oportunidades que no estás encontrando son
una consecuencia de los sueños que no estás
alimentando. Para ver grandes oportunidades, hace falta tener
grandes sueños.
3. ¿Qué voy a hacer para convertir este
hecho en una oportunidad para mí?
¿De qué manera necesito evaluar la
situación para que sume a mis objetivos?
Ya son muchísimas las ocasiones en las que,
frente a un imprevisto o un error, pude escapar al primer planteo
limitante que me daba mi mente reactiva. Hoy escucho las
sugerencias de mi mente, pero no las tomo como verdades, sino
como lo que ella está pudiendo ver en ese momento y voy
más allá de mi primer diagnóstico de
situación preguntándome: ¿Esto es lo
único que puedo ver o soy capaz de mirar la
situación desde un nuevo ángulo?
Hoy elijo apostar a que siempre hay otras
interpretaciones posibles y exploro esas posibilidades confiado
en que sólo necesito encontrar la mirada o el
ángulo que me permita utilizar ese hecho a favor de mis
objetivos.
Como el río que, entre las rocas, va
encontrando el cauce por donde sí puede pasar,
¿qué es lo que sí puedo hacer en esta
situación?
TIPS PARA QUE LOS
IMPREVISTOS TE TENGAN MIEDO
• Ver lo que sucede solo como un problema es
olvidarnos de que las circunstancias en sí mismas no son
ni buenas, ni malas, sino neutras; simplemente son.
• Enfocarnos en que las cosas
deberían haber sido de otra manera nos
desgasta, porque nos invita a gastar nuestra energía en
enojos, protestas, culpas y autocastigos, y así echamos
por tierra cualquier posible romance con la señorita
oportunidad.
• Los planes no se hacen para seguirlos ciegamente,
sino para conseguir algo. Cuidado con aferrarse al plan y perder
de vista el objetivo.
• Cuando las circunstancias cambian abruptamente,
la primera reacción de la mente es apurarse: hacer lo
mismo, pero más rápido. En lugar de eso, te invito
a detenerte y rediseñar tu plan pidiendo ayuda a
más personas o cambiando tu método de
trabajo.
• Y si te preguntaras: ¿Para cuál de
mis objetivos podría ser perfecta esta
situación?
• Convertir imprevistos en oportunidades no
consiste en ser positivo negándose a mirar lo que no
está funcionando. Se trata de aceptar que algo no funciona
como esperábamos y, sin embargo, preguntarnos con
insolencia:
¿Y si este cambio fuera una ocasión de
llegar aún más lejos en mi objetivo
original?
TU MINUTO DE
COACHING
Cuando la oportunidad toque tu puerta, en lugar de
empezar a desperezarte, dale a tus sueños una calurosa
bienvenida. Si en este mismo momento se te diera la posibilidad
de vivir el sueño de tu vida, ¿estarías
listo para aprovecharla?
Si tu sueño es viajar por el mundo, ¡te
aconsejo que tengas tu pasaporte al día!
Por eso, te invito a preguntarte:
¿En qué necesitaría formarme
para tener las valijas listas para mi aventura? y
¿de qué manera podría
reinterpretar los hechos de mi pasado de modo que se conviertan
en una oportunidad para acercarme a mis sueños?
Lo que buscas está más cerca
que tu propia yugular
Proverbio chino
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