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Comunicación y trastornos de conducta alimenticia en el adolecente de preparatoria (página 2)




Enviado por Harold Jean



Partes: 1, 2, 3

La transformación de ideas y representaciones
sociales dan sustento a la vida social, estás se aplican
también en los adolescentes que si bien parecen distintos
a los de otras épocas (como los de las décadas
cuarenta a sesentas), al mismo tiempo comparten trazos comunes.
Las transformaciones intrínsecas de cada niño al
llegar a la adolescencia se conjugan con su medio social y las
peculiaridades de éste (Perinat, Corral, Crespo, Llaberia,
Font-Mayolas, Lalueza, Larraburu, Martínez, Moncada, y
Rodríguez, 2003). Para poder conocer el impacto que tiene
la sociedad sobre el adolescente.

Para poder conocer el impacto que tiene la sociedad
sobre el adolescente, John E. Horrocks (1986) considera
"necesario conocer algo de la naturaleza del joven como persona,
a fin de juzgar lo que puedan ser los resultados conductuales de
las influencias de la cultura".

Sin embargo, los intensos cambios que implica la vida
actualmente acarrean otros en las normas, metas y valores,
provocando el debilitamiento de los vínculos de
relación humana tradicionales como: el parentesco,
vecindad y comunidad de tamaño humano, aceptando
simultáneamente como valor predominante el individualismo
exacerbado. De tal manera que las nuevas generaciones se abren a
la vida sin apenas reglas Es innegable que ciertas relaciones o
fenómenos sociales afectan como se vive la experiencia de
la adolescencia, en las actuales generaciones. La modernidad, la
creciente inestabilidad en la relación conyugal, con un
incremento en el número de divorcios; una sorprendente y a
menudo inexplicable, despreocupación de los hijos por los
valores trasmitidos por sus padres; y una influencia cada vez
mayor de los "pares" en la educación de los
jóvenes, tanto como de los medios de comunicación
masiva, principalmente la televisión, que hora tras hora
penetra en la intimidad de los hogares, moldeando los modos de
pensar, de sentir y de comportarse de niños y
jóvenes. Por lo que no es extraño, encontrar
desajustes, confusión o más aún problemas de
salud mental en los adolescentes Castro (2001).

El torbellino del adolescente representa ruptura y
confrontación, la primera, se da por el abandono de las
identificaciones infantiles y la segunda ante la angustia
producida por la autonomía corporal del adolescente frente
a su dependencia económica y moral de la
familia.

De acuerdo con Howard Gardner; un aspecto que
dificulta al adolescente, la resolución de los conflictos
relativos a la moralidad social es el hecho de que la sociedad
sea conflictiva en sí misma. Su búsqueda de
identidad está abierta a una profusión de modelos,
muchos de ellos más imaginarios que reales. Miran hacia el
futuro con la prospectiva de un imaginario cultural colectivo de
dimensiones inusitadas: la globalización, la red de
comunicaciones mundial, la representación de un mundo en
progreso imparable, incertidumbres ecológicas y
económicas, entre otras que integran el panorama de
comienzos de siglo. (Horrocks, 1986)

A consecuencia de esto, se prolongan los años de
estudio y se pospone la entrada en el mercado de trabajo,
alcanzando así la independencia económica
más cerca de los treinta años que de los veinte
(Perinat 2007).

Una vez instalada la adolescencia, el rol social en el
niño(a) se modifica depositándole una mayor
responsabilidad y conciencia respecto a las consecuencias que sus
actos pueden tener y la adquisición de nuevas relaciones
sociales en distintos contextos. La actitud de los adolescentes
puede ser radical, es decir, el joven puede involucrarse en
actividades impuestas socialmente o adoptar la pasividad como su
medio de conducción, simbolizando con esto su acuerdo o
desacuerdo con dichos arreglos.

El adolescente desarrolla un nuevo significado de lo
bueno y lo malo, lo que cree y el valor que tienen las cosas,
teniendo regularmente una visión a la que no
renunciará fácilmente pues el hacerlo
representaría una amenaza.

Los múltiples factores del proceso obligan a ser
cautelosos al estereotipar a los adolescentes o a extrapolar los
esquemas y pautas seguidos por una misma generación en una
cultura dada en el mismo período. Pues se quiera o no
reconocer, los países iberoamericanos, son territorio en
el que operan diferentes culturas en silencio o abiertamente y no
siempre favorecen el que la adolescencia se viva de manera
oportuna, adecuada y congruente (Dulanto, 2000).

12.6 Adolescente y Familia

La familia sigue considerándose como "el centro
de socialización infantil y juvenil", es la base de la
vida del adolescente; el adolescente es el reflejo de su familia.
Los problemas familiares tienen repercusión directa o
indirecta; a corto, largo y mediano plazo sobre la conducta del
adolescente especialmente sobre su conducta
alimenticia.

Se propone que a través de ella se transmiten
valores, se da sostén emocional y afectivo, promociona el
desarrollo adecuado de sus miembros, los prepara y entrena para
la convivencia, enseñando la tolerancia a la
frustración, el reconocimiento y disfrute de procesos en
general (Guelar y Crispo, 2000)[4].

De acuerdo con Craig, las alianzas entre los miembros de
una familia son naturales y sanas; pero es importante que los
padres hagan un frente común y establezcan una clara
línea divisoria con sus hijos. También deben
colaborar para criarlos y corregirlos, ya que un vínculo
que excluye a alguno de los progenitores resulta nocivo, pues el
que es excluido pierde influencia como agente socializador y
figura de autoridad. Además se resalta que las alianzas
familiares desempeñan un rol decisivo en el proceso de
comunicación.

Se menciona que esta fase del ciclo vital es un
período crítico en la historia del adolescente y
del resto de la familia. Ya que las interacciones en ella son
parte de las fuerzas que facilitan y a la vez limitan el proceso,
es decir, cuando se da comprensión y afecto durante este
período, la transición es menos abrupta, pero
cuando se responde con violencia y autoritarismo a las demandas
del hijo o hija, la crisis puede agravarse. Así podemos
entender la importancia que adquiere la atmósfera y
actitud que prevalezca entre los miembros de la familia, para
favorecer o entorpecer el desenvolvimiento y la conclusión
de esta etapa. (Macías, 2000).

La forma que adopte el proceso también se
relaciona con el tipo de familia al que se pertenece, pues sin
duda y sobre todo en la actualidad, podemos encontrar diferentes
y nuevas formas de agrupación familiar.

Las hay tradicionales: padre, madre, hijos; de padres
separados que permanecen solos, que viven nuevamente en pareja o
que han hecho una nueva elección de pareja homosexual, con
hijos que conviven alternativamente con cada uno de sus padres;
uniparentales en las que solo hay contacto con uno de los padres
porque el otro ya falleció, porque no lo conocieron nunca
o porque son hijos adoptados por una persona sola. También
están las familias "ensambladas" o reconstituidas:
caracterizadas por padres que se vuelven a casar, con hijos que
conviven con otros de matrimonios anteriores de la nueva pareja
de sus padres, y a las que a veces se incorporan medios hermanos
o hijos del actual matrimonio. Otro tipo de familia en el que se
puede desarrollar el adolescente, es aquella en la que viven con
abuelos u otros adultos por fallecimiento de los progenitores o
por traslado a otra ciudad, etc. (Guelar y Crispo,
2000).

Es indispensable considerar que cada familia se va a
organizar de manera particular, requiriendo de reglas y
constantes ajustes para funcionar y hacer posible el proceso de
separación-individuación, que culminará con
la autonomización del adolescente, enmarcando su
evolución y regulándola para el alejamiento de la
familia sin desgarramiento ni ruptura (Castro, 2001).

Esto no significa que cierta composición familiar
sea condición necesaria y estricta para determinar
funcionalidad o disfuncionalidad, puesto que la adaptación
y funcionamiento que se tenga al interior y al exterior de la
familia, se complementará con el contexto
psicosociocultural particular en que se viva.

Así, durante el período adolescente, el
joven necesita modificar sus hábitos infantiles y adoptar
conductas para autoafirmarse, conocerse y reconocerse ante
sí mismo y ante el ambiente que lo introduce en cierta
medida al mundo de los adultos.

Los padres deberán desprenderse del hijo(a)
niño(a), para enfrentar al adolescente quien en algunos
casos se opone y rebela, teniendo que llegar a negociaciones y
acuerdos, antes innecesarios. De ahí que la flexibilidad o
rigidez con que se resuelvan las dificultades, obstruirán
o facilitarán el proceso. Cuando los sentimientos de
angustia y temor por el crecimiento de un hijo son
difíciles de superar, pueden dar lugar a situaciones
conflictivas complejas. Lo mejor para los padres es aceptar las
ambivalencias, perseverando en la necesidad de
comunicación (Guelar y Crispo, 2000).

El adolescente actual aprende cada vez más a
desenvolverse solo, sin embargo esto no excluye la necesidad de
la presencia, el tiempo, cuidado y atención de los padres.
El apoyo que reciba de la familia será fundamental para
lograr una expansión y fortalecimiento de la confianza en
sí mismo y su núcleo.

Es conveniente que los padres y educadores tomen en
cuenta las siguientes conductas y actitudes
Macías[5](2000):

  • 1. Favorecer la autonomía de los hijos
    al llegar a la juventud, sin menospreciar al estudiante o
    trabajador, que por razones económicas aún vive
    en el hogar.

  • 2. Apoyar afectivamente al hijo o hija, pero
    sin retenerlo, poseerlo o hacerlo sentir que está
    sometido a la tutela parental (cuando ha llegado a la
    mayoría de edad).

  • 3. Favorecer la transición de la
    adolescencia a la juventud sin solapar actitudes regresivas o
    de búsqueda de sobreprotección.

  • 4. Para el ejercicio de la sexualidad, es
    necesario prevenir las consecuencias que esto
    acarrea.

  • 5. Respetar la actitud del hijo que ha decidido
    no ejercer su sexualidad.

  • 6. En la medida de lo posible, facilitar el
    desprendimiento del hijo de la matriz familiar y, aunque el
    hijo o la hija aún viva en casa, evitar controlar sus
    actos y emociones como cuando era niño.

Los recursos que brinda la familia al adolescente,
más tarde se verán reflejados en la escuela y en
las agrupaciones sociales a que pertenezca. Se dice "que los
padres no solo tienen la oportunidad, sino también el
deber de ofrecerles a sus hijos el aprendizaje y las experiencias
que les permitan adaptarse al medio" (Horrocks, 1986).

En la medida en que el joven se adapte a las
interacciones que se dan en su núcleo familiar,
podrá tener un desenvolvimiento más o menos exitoso
en las relaciones sociales, permitiéndole entender el
sentido de dichas relaciones y las opciones que tiene para su
afrontamiento. De lo contrario, "si la familia, la comunidad o el
joven tratan o logran posponer, evadir o deformar el compromiso
para que se asuma la adolescencia, conseguirán alterar no
sólo la secuencia y las finalidades propuestas por la
etapa de desarrollo, sino también darán oportunidad
de abrir la puerta de la enfermedad psicosocial de la
adolescencia" (Dulanto, 2000).

En otras palabras la familia es responsable del
desarrollo psicosocial de niños y adolescentes; pues
según Macías el avance del individuo a
través de la adolescencia estará muy afectado por
las expectativas más o menos constantes, adaptativas o
inadaptativas, mantenidas por las personas que revisten
importancia en su entorno inmediato.

12.8-Adolescencia y los Desórdenes
Alimenticios

Los problemas de conducta alimentaria surgen durante el
periodo de la adolescencia por lo que es preciso abordar algunas
consideraciones al respecto de este periodo de vida del ser
humano.

Derivada de la palabra latina adolescere
(crecer hasta llegar a la madurez) la adolescencia considerada
como una etapa transitoria entre la infancia y la adultez, en la
cual ocurren una serie de cambios físicos representa
también toda una complejidad psicológica y del
mundo social (Jiménez, 2006).

Frydenberg (1997) señala que el periodo de la
adolescencia es abordado en el ámbito psicológico
principalmente desde dos perspectivas:

1) La perspectiva evolutiva, en la que la
adolescencia está vinculada a la teoría
psicoanalítica, la teoría del aprendizaje social y
las teorías cognitivas entre las que se destaca la
Piagetana. Esta perspectiva se centra en aspectos tales como la
madurez del sujeto, los conflictos y la identidad, y se
caracteriza por la investigación en función de la
edad.

2) La perspectiva del ciclo vital. Esta postura
en contraste con la del desarrollo, no asume ningún estado
de madurez especial, la edad no funciona como una variable que
marque o condicione el desarrollo, sino como un simple indicador
considerando que el proceso de crecimiento psicológico es
un continuo a lo largo de todo el ciclo vital.

Desde el punto de vista del ciclo vital, la adolescencia
se percibe como un producto del desarrollo del niño y como
un precursor del desarrollo del adulto. No es un período
aislado de la vida sino una parte importante en el continuo del
ciclo vital.

El enfoque ecológico del desarrollo humano de
Urie Bronfenbrenner se inserta en esta perspectiva del ciclo
vital proporcionando un marco conceptual y teórico para
comprender las relaciones entre los jóvenes y el contexto
social. En este modelo el foco de análisis pasa del sujeto
a los contextos sociales en los que tiene lugar el desarrollo
físico, cognitivo y emocional del adolescente.

El postulado básico de esta postura
teórica del desarrollo humano que propone Bronfenbrenner
supone la progresiva acomodación mutua entre una persona
activa en proceso de desarrollo, por un lado, y por el otro las
propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que esa
persona en desarrollo vive. Esta mutua acomodación se
produce a través de un proceso continuo el cual es
afectado también por las relaciones que se establecen
entre los distintos entornos en los que participa la persona en
desarrollo y los contextos más grandes en los que esos
entornos están incluidos.

Este enfoque se conforma en una disposición
seriada de estructuras concéntricas denominada ambiente
ecológico el cual está dividido en cuatro
contextos: Microsistema (sistemas de creencias,
ideología, estilos de vida y formas de organización
social prevalecientes en una cultura); Exosistema
(entornos que no necesariamente incluyen a la persona en
desarrollo como participante activo, pero en los cuales se
producen hechos que lo afectan). Romero y Frías en el 2008
lo definen como el sistema de relaciones más
próximas de las personas, enmarcadas por las instituciones
que median entre la cultura y el nivel individual, como medios de
comunicación, organismos judiciales, instituciones de
seguridad y la iglesia); Microsistema, Bronfenbrenner,
(2002) lo define como el patrón de actividades, roles y
relaciones interpersonales que la persona en desarrollo
experimenta en un entorno determinado, con características
físicas y materiales particulares el cual está
caracterizado fundamentalmente por la familia;
Mesosistema (interrelaciones entre los distintos
microsistemas en los que la persona participa
activamente).

Desde esta perspectiva, la adolescencia se sitúa
en un momento de transición ecológica
durante la cual se produce una modificación de la
posición de la persona en el ambiente ecológico
como consecuencia de un cambio de rol, de entorno o de ambos a la
vez. Toda transición es consecuencia e instigadora de los
procesos de desarrollo y depende conjuntamente de los cambios
biológicos y de la modificación de las
circunstancias ambientales, en un proceso de acomodación
mutua entre el organismo y su entorno.

En este enfoque se considera que el adolescente crece y
se adapta a través de intercambios con sus ambientes
más inmediatos o microsistemas (familia, escuela e
iguales) y ambientes más distantes como el trabajo de los
padres o la sociedad en general, organizados en estructuras
concéntricas anidadas.

Esta concepción actual de la adolescencia vista
como un periodo de ajustes a diferentes tareas y cambios del
desarrollo que se da generalmente entre los 12 y los 20
años de edad. Se divide en tres etapas o periodos:
primera adolescencia (12-14 años), etapa en la
que se producen la mayor parte de los cambios físicos y
biológicos que se mantendrán durante toda la
adolescencia; adolescencia media (15-17 años),
etapa en la que los cambios de estado de ánimo son bruscos
y frecuentes, expresan una mayor preocupación por su
imagen y empieza la implicación en conductas de riesgo, y
adolescencia tardía (18-20 años), etapa en
que aumenta el riesgo de conductas desadaptativas, tales como el
consumo de drogas, conductas agresivas, la conducción
temeraria o las conductas sexuales de riesgo (Musitu et al. 2001)
la cual se viene alargando en los últimos años
debido a que los jóvenes permanecen más tiempo en
el hogar parental.

En conclusión, se puede afirmar que la
adolescencia supone una transición evolutiva en la que el
individuo debe hacer frente a numerosos cambios. A este respecto,
una de las diferencias entre este periodo y otras etapas del
desarrollo evolutivo es, precisamente, el número de
cambios a los que el sujeto se debe enfrentar, así como la
brevedad y rapidez de los mismos. Todas estas transformaciones se
articulan en tres grandes áreas: cambios en el desarrollo
físico o biológico, cambios en el desarrollo
psicológico y cambios en el desarrollo social.

Capítulo II

13-Comunicación Humana

13.1-Concepto de caja negra.
(Inconsciente)

El adolescente acumula todas las pautas y patrones de la
comunicación en la familia y todas estas informaciones se
quedan en su inconsciente; ya que no se puede borrar el pasado y
todo se suma en una parte de ser y da nacimiento según
Friedrich Nietzsche (1844-1900) a la caja negra. El refiere al
cerebro que recibe y almacena información de forma
consciente e inconsciente. Lo consciente se procesa y genera una
comunicación verbal y lo inconsciente genera una
comunicación no verbal. De hecho la mayor parte de nuestra
comunicación es no-verbal.

Desde la perspectiva de la teoría general de
sistemas, la familia es un sistema autocorrector y
dinámico y por lo tanto, nuestras observaciones
deberán ir dirigidas tanto hacia las transacciones que
suceden en su interior, como hacia la estructura interna del
sistema; dicho de otro modo, lo que nos interesará
será conocer la interacción entre los miembros, sus
modos de relación y las reglas que rigen esa
relación. Por el contrario, el pasado, el conocimiento de
los porque es en las relaciones y la existencia de
víctimas y verdugos como consecuencia de aplicar el modelo
causa-efecto, no poseerá ningún interés
dentro de este enfoque.

Todo esto supone un cambio de perspectiva y un abandono
de la investigación intrapsíquica. De todas formas,
en el caso de estudiar las conductas de los individuos, estas
deberán ser interpretadas en función de la
influencia que posean en relación con el sistema, y nunca
deberán interpretarse de forma individual. El individuo se
considerará como una caja negra en la que no será
necesario entrar para explicar su comportamiento.

El concepto de caja negra se tomó del campo de la
telecomunicación y de la electrónica, donde a veces
resultaba más conveniente pasar por alto la estructura
interna de los equipos, dada su complejidad, y centrarse en las
entradas "imputs" y salidas "outputs" de los aparatos.
También es cierto que observando las entradas y salidas
del aparato podíamos hacernos una idea de lo que
ocurría dentro o de su estructura interna. Conocer el
contenido de la caja negra, no será esencial para conocer
el aparato (individuo) dentro de un sistema más amplio del
que forma parte. Esta visión modifica el concepto de
síntoma ya que no podemos entenderlo como la
expresión de un conflicto interno, sino como el extremo de
un iceberg de patología familiar.

Muchas veces, reenfocar un problema determinado o un
síntoma que ha permanecido intacto tras muchos años
de tratamiento profundo, es decir, pasar de los "porqués"
a los "para qué" posiblemente nos permita obtener una
respuesta. Si tal como hemos comentado antes, toda conducta tiene
valor de comunicación, será necesario empezar por
exponer algunos principios básicos de la Teoría de
la Comunicación Humana desarrollados por
Watzlawick.

13.2 AXIOMAS DE LA
COMUNICACIÓN.

Analizando los axiomas de la comunicación y
adaptarlo a la adolescencia, es claro que los masajes que emanen
los adolescentes están a veces a otro niveles de
comunicación. Del mismo modo los impactos de las pautas de
comunicación de los padres hacia al adolescente puede
afectarlo en el ámbito escolar, social, familiar y puede
poner en peligroso su conducta alimenticia.

A partir de los trabajos de Gregory BATESON, las
investigaciones sobre la teoría de la comunicación
adoptaron un enfoque sistémico, donde toda conducta era
concebida de manera relacionar y representaba una forma de
comunicación. La comunicación posee algunas
propiedades de naturaleza axiomática (propuestas por
Beavin, Jackson y Watzlawick) que pasamos a enumerar y que llevan
implícitas consecuencias fundamentales para el estudio de
las relaciones.

Un axioma es un enunciado básico que se establece
sin necesidad de ser demostrado. Las dos características
que poseen los axiomas son: indemostrabilidad y evidencia. Los
axiomas no son verdaderos ni falsos en sí mismos: son
convenciones utilizadas como principios de derivación de
los demás enunciados de una teoría.

Los cinco axiomas que a continuación vamos a
mencionar, son propiedades simples de la comunicación que
encierran consecuencias interpersonales básicas.
Watzlawick y colaboradores los han desarrollado
concretándolos del siguiente modo:

13.2.1-La imposibilidad de no
comunicar.

El adolescente esta siempre comunicando su estado de
ánimo; si es triste, contento, molesto; como vive, come,
duerme y sonríe. La comida es un reflejo de estado de
ánimo, de la pauta de conductas y de su sentimiento. Es
posible comunicar a través de los trastornos
alimenticios.

No hay nada que sea lo contrario de conducta. La
no-conducta no existe; es imposible no comportarse. En una
situación de interacción, toda conducta tiene valor
de mensaje, es decir, es comunicación; por eso, por
más que uno lo intente, no puede dejar de comunicar.
Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre
valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes a su
vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por
tanto, también comunican.

Por ejemplo: un adolescente que llega a su casa, no
saludo a nadie y se dirige directamente a la cocina para comer. O
un adolescente que no come por la situación del divorcio
de sus padres.

La persona puede "defenderse" de la comunicación
del otro, mediante la importante técnica de la
descalificación; esto es, puede comunicarse de modo tal
que su propia comunicación o la del otro queden
invalidadas. Las descalificaciones abarcan una amplia gama de
fenómenos comunicacionales tales como autocontradicciones,
incongruencias, cambios de tema, tangencializaciones, oraciones
incompletas, malentendidos, interpretaciones literales de la
metáfora e interpretación metafórica de las
expresiones literales.

No es sorprendente que habitualmente recurra a este tipo
de comunicación todo aquél que se ve atrapado en
una situación en la que se siente obligado a comunicarse
pero, al mismo tiempo, desea evitar el compromiso inherente a
toda comunicación.

Por tanto, la conducta (comunicación) "alienada"
no es necesariamente la manifestación de una mente
enferma, sino quizá la única reacción
posible frente a un contexto de comunicación familiar
absurdo e insostenible.

13.2.3 Los niveles de contenido y de
relación en la comunicación.

El adolescente a veces, no tiene los vocabularios
suficientes para expresar sus ideas por la relación que
lleva con sus padres y su entorno. Pero la comunicación
no-verbal nos ayude a entender las pautas de conductas. A veces
la comida representa una manera defensiva u ofensiva para decir
lo que el adolescente está viviendo. Eso puede causar
trastornos de conducta alimenticia.

Toda comunicación poseerá un contenido (lo
que decimos) y una relación (a quién y cómo
se lo decimos) A través de la comunicación, todos
podemos expresar nuestra forma de ser y la visión de la
relación la otra persona.

Una comunicación no sólo transmite
información sino que, al mismo tiempo, impone una conducta
o un comportamiento.

El "nivel de contenido" de un mensaje transmite
"INFORMACIÓN".

El "nivel de relación" se refiere a cómo
la comunicación sirve para "DEFINIR" el tipo de
relación que quiero establecer con mi
interlocutor.

Los expertos en computadoras también se enfrentan
con estos dos niveles cuando se comunican con un "organismo
artificial": Por ejemplo, si una computadora debe multiplicar dos
cifras, es necesario "alimentar" esas dos cifras y "dar la orden"
de multiplicar. Necesita, por tanto, información (DATOS) e
información acerca de esa información
(INSTRUCCIONES). Es evidente, que las .instrucciones son de un
"tipo lógico" superior al de los datos: constituyen
metainformación puesto que son información acerca
de información.

En la comunicación humana observamos que esa
misma relación existe entre los aspectos de "contenido" y
de "relación": el primero transmite los "datos" de la
comunicación, y el segundo, "cómo" debe entenderse
dicha comunicación. De la misma manera, toda
comunicación implicará un compromiso para el que la
recibe, pudiendo rechazar, aceptar o descalificar la
comunicación.

Cuanto más espontánea y sana es una
relación, más se pierde en el trasfondo el aspecto
de la comunicación vinculado con la relación. Las
relaciones "enfermas" se caracterizan por una constante lucha
acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el
aspecto de la comunicación vinculado con el contenido se
hace cada vez menos importante. La capacidad para metacomunicarse
en forma adecuada es indispensable de la comunicación
eficaz.

Tal como anteriormente decíamos, las personas, en
el nivel relacionar no comunican nada acerca de hechos externos.
Una persona ("A") puede ofrecer a la otra ("B"), una
definición de sí misma; es inherente a la
naturaleza de la comunicación humana el hecho de que
existan tres respuestas posibles por parte de esta última
persona a la definición de la primera:

  • a) Confirmación:

Los trastornos alimenticios pueden ser una
confirmación de las pautas de conductas del adolescente o
puede confirmar los riesgos de conductas alimenticias. Hay que
ver la figura-fondo de los trastornos alimenticios para poder
confirmar.

La persona ("B") puede aceptar (confirmar) la
definición que ("A") da de sí misma. Además
del mero intercambio de información el hombre tiene que
comunicarse con los demás, a los fines de su
autopercepción y percatación. La persona es incapaz
de mantener su estabilidad emocional durante períodos
prolongados en que sólo se comunica consigo misma. Lo que
los existencialistas llaman el "encuentro" corresponde a esta
esfera. Como afirma el célebre filósofo MARTIN
BUBER:

"En la sociedad humana, en todos sus niveles, las
personas se confirman unas a otras de modo práctico, en
mayor o menor medida, en sus cualidades y capacidades personales,
y una sociedad puede considerarse humana en la medida en que sus
miembros se confirman entre sí…

La base de la vida del hombre con el hombre es doble, y
es una sola: el deseo de todo hombre de ser confirmado por los
hombres como lo que es, e incluso como lo que puede llegar a ser
y la capacidad innata del hombre para confirmar a sus semejantes
de esta manera. El hecho de que tal capacidad esté tan
inconmensurablemente descuidada constituye la verdadera debilidad
y cuestionabilidad de la raza humana: la humanidad real
sólo existe cuando esa capacidad se
desarrolla".

b) Rechazo:

Las conductas alimenticias es una forma de rechazar su
condición de vida y de las pautas de conductas de sus
padres. Otra posible respuesta de la persona ("B") frente a la
definición que la persona ("A") propone de sí misma
consiste en rechazarla. Sin embargo, por penoso que resulte el
rechazo presupone por lo menos un reconocimiento limitado de lo
que se rechaza y, por tanto, no niega necesariamente la realidad
de la imagen que la persona ("A") tiene de sí
misma.

13.2.4 La puntuación de la secuencia
de hechos.

Los trastornos alimenticios pueden puntuar la secuencia
de los hechos en el adolescente .Para un observador una serie de
comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida
de intercambios de mensajes. Sin embargo, quienes participan en
la interacción siempre introducen lo que se llama
"puntuación de la secuencia de hechos".

En una secuencia prolongada de intercambios, las
personas puntúan la secuencia de modo que uno de ellos o
el otro tiene iniciativa, predominio, dependencia, etc.
Así, a una persona que se comporta de determinada manera
dentro de un grupo, la llamamos "líder" y a otra "adepto",
aunque resultaría difícil decir cuál surge
primero o que sería del uno sin el otro. La falta de
acuerdo con respecto a la manera de puntuar secuencia de hechos
es la causa de incontrolables conflictos en las
relaciones.

Supongamos que una pareja tiene un problema en el
matrimonio al que el esposo contribuye con su retraimiento
pasivo, mientras que la mujer colabora con sus críticas
constantes. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que su
retraimiento no es más que la defensa contra los
constantes regaños de su mujer, mientras que ésta
dirá que esa explicación constituye una
distorsión intencional de lo que "realmente" sucede en su
matrimonio, esto es, que él lo critica debido a su
pasividad.

Sus discusiones consisten en un intercambio de estos
mensajes:

PADRES

ADOLESCENTE

ME RETRAIGO

TE REGAÑO

PORQUE

PORQUE

ME REGAÑAS

TE RETRAES

Tabla 3. Intercambio de
mensajes

En la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la
intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se
llamaría una "distorsión de la realidad" por parte
de ambos cónyuges. A veces, resulta difícil creer
que dos individuos puedan tener visiones tan dispares de muchos
elementos de su experiencia en común. Y, sin embargo, el
problema radica fundamentalmente, en su incapacidad para
metacomunicarse acerca de su respectiva manera de pautar su
interacción.

Las discrepancias no resueltas en la puntuación
de las secuencias comunicacionales pueden llevar a 'impasses"
interacciónales, en los que los participantes se hacen
acusaciones mutuas de locura o maldad.

Las discrepancias de puntuación tienen lugar en
todos aquellos casos en que por lo menos uno de los comunicantes
no cuenta con la misma cantidad de información que el
otro, pero no lo sabe. Así, por ejemplo, una persona
escribe una carta a otra proponiéndole pasar unas
vacaciones con ella. Esta segunda persona acepta, pero su carta
no llega a destino. Después de un tiempo, la primera llega
a la conclusión de que la otra no ha tenido en cuenta su
invitación, y decide no interesarse más por ella.
Por otro lado, la otra persona se siente ofendida porque no tuvo
contestación a su carta con la que esperaba más
detalles, y también decide no establecer nuevo contacto. A
partir de ese momento, el malestar silencioso puede durar
eternamente, a menos que se decidan a averiguar qué
sucedió con sus comunicaciones, es decir, que comiencen a
metacomunicarse. En este caso, un hecho exterior fortuito
interfirió la congruencia de la
puntuación.

Estos casos de comunicación patológica
constituyen círculos viciosos que no se pueden romper a
menos que la comunicación misma se convierta en el tema de
comunicación (metacomunicación). Pero para ello
tienen que colocarse afuera del círculo.

Se observa en estos casos de puntuación
discrepante un conflicto acerca de cuál es la causa y
cuál el efecto, cuando en realidad, ninguno de estos
conceptos resulta aplicable debido a la circularidad de la
interacción.

El concepto de la "profecía autocumplidora"
constituye un fenómeno interesante en el campo de la
puntuación. Por ejemplo, una persona que parte de la
premisa "todos me odian", se comporta, tal vez, con agresividad,
ante lo cual es probable que los demás reaccionen con
desagrado, corroborando así su premisa original. Lo que
caracteriza la secuencia y la convierte en un problema de
puntuación, es que el individuo, considera que él
sólo está reaccionando ante esas actitudes, y no
que las provoca.

13.2.5 Comunicación "digital" y
"analógica".

Los trastornos alimenticios pueden aparecer de forma
analógica y digital en los adolescentes para poder
expresar lo que es, lo que siente, lo que percibe, lo que vive y
lo tiene.

Lenguaje:

  • a) digital: el que se transmite a través
    de símbolos lingüísticos o escritos, y
    será el vehículo del contenido de la
    comunicación. El adolecente, a veces escribe, dice y
    describe lo que siente.

  • b) Analógico: vendrá determinado
    por la conducta no verbal (tono de voz, gestos, etc.) y
    será el vehículo de la
    relación.

Funciones: transmitir información.

Definir la relación entre los comunicantes, lo
que implica una información sobre la comunicación,
es decir, una "metacomunicación". Esta comunicación
servirá para definir la relación cuando la
comunicación haya sido confusa o ambivalente

En la comunicación humana es posible referirse a
los objetos de dos maneras totalmente distintas. Se los puede
representar por un símil, tal como un dibujo, o bien
mediante un nombre. Estos dos tipos de comunicación, uno
mediante una semejanza autoexplicativa y, el otro, mediante una
palabra, son equivalentes a los conceptos analógicos y
digitales.

En la comunicación digital, la palabra es una
convención semántica del. Lenguaje; no existe
correlación entre la palabra y la cosa que representa, con
la posible excepción de las palabras
Onomatopéyicas. Como señalan BATESON y
JACKSON: "No hay nada" parecido a cinco en el número
cinco; no hay nada particularmente "similar a mesa" en la palabra
mesa. Por otro lado, en la comunicación analógica
hay algo particularmente "similar a la cosa" en lo que se utiliza
para expresaría.

La comunicación analógica tiene sus
raíces en períodos mucho más arcaicos la
evolución y, por tanto, encierra una validez mucho
más general que el modo digital de la comunicación
verbal, relativamente reciente y mucho más abstracto. La
comunicación analógica coincidiría con la
comunicación no verbal, entendiendo por
comunicación no verbal: los movimientos corporales
(kinesia), la postura, los gestos, la expresión facial, el
ritmo, la cadencia de las palabras, el silencio y los indicadores
comunicacionales que aparecen en el contexto.

El ser humano se comunica de manera digital y
analógica. De hecho, la mayoría de los logros
civilizados resultarían impensables sin el desarrollo de
un lenguaje digital. Ello asume particular importancia en lo que
se refiere a compartir información acerca de los objetos.
Sin embargo, existe un vasto campo donde utilizamos en forma casi
exclusiva la comunicación analógica, se trata del
área de la relación. Así pues, el aspecto
relativo al "nivel de contenido en la comunicación se
transmite en forma digital, mientras que el "nivel relativo a la
relación" es de naturaleza predominantemente
analógica.

En su necesidad de combinar estos dos lenguajes, el
hombre, sea como receptor o como emisor, debe traducir
constantemente de uno al otro. En la comunicación humana
la dificultad inherente a traducir existe en ambos sentidos. No
sólo sucede que la traducción del modo digital al
analógico implica una gran pérdida de
información, sino que lo opuesto también resulta
sumamente difícil: hablar acerca de una relación
requiere una traducción adecuada del modo analógico
de comunicación al modo digital.

Al emisor no sólo le resulta difícil
verbalizar sus propias comunicaciones analógicas, sino
que, si surge una controversia interpersonal en cuanto al
significado de una comunicación analógica
particular, es probable que cualquiera de los dos participantes
introduzca en el proceso de traducción al modo digital, la
clase de digitalización que concuerde con su imagen de la
naturaleza de la relación. El hecho de traer un regalo,
por ejemplo, constituye sin duda una comunicación
analógica. Pero según la "visión" que tenga
de su relación con el dador, el receptor puede entenderlo
como una demostración de afecto, un soborno, o una
restitución.

La psicoterapia se ocupa sin duda de la
digitalización correcta y correctivo de lo
analógico; de hecho, el éxito o el fracaso de una
interpretación depende de la capacidad del terapeuta para
traducir un modo al otro y de la disposición del paciente
para cambiar su propia digitalización por otra más
adecuada y menos angustiante.

En la comunicación patológica observaremos
incongruencias entre lo digital y lo analógico. Una
persona puede estar diciendo (digital). No estoy enfadado", y sin
embargo, su tono de voz, su expresión facial y sus gestos
expresan auténtica agresividad
(analógico).

13.3- Interacción simétrica y
complementaria.

Todas las relaciones podríamos agruparlas en dos
categorías: o son COMPLEMENTARIAS 0 SIMÉTRICAS. En
los adolescentes también manifestar en su manera de
expresar, de vestir y de comer.

En el primer caso, la conducta de uno de los
participantes complementa la del otro; en el segundo caso, los
participantes tienden a igualar especialmente su conducta
recíproca. Son relaciones basadas en la diferencia
(complementarias), o en la igualdad
(simétricas).

En una relación complementaria hay dos posiciones
distintas. Un participante ocupa lo que se ha descrito de
diversas maneras como la posición superior o primaria
mientras el otro ocupa la posición correspondiente
inferior o secundaria. Estos términos son de igual
utilidad en tanto no se los identifique con "bueno" o "malo",
"fuerte" o "débil". Una relación complementaria
puede estar establecida por el contexto social o cultural (como
en los casos de madre e hijo, médico y paciente, maestro y
alumno), o ser el estilo idiosincrásico de relación
de una díada particular. En cualquiera de los dos casos,
es importante destacar el carácter de mutuo encaje de la
relación en la que ambas conductas, disímiles pero
interrelacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra.
Ninguno de los participantes impone al otro una relación
complementaria, sino que cada uno de ellos se comporta de una
manera que presupone la conducta del otro, al mismo tiempo que
ofrece motivos para ella: sus definiciones de la relación
encajan.

En una relación simétrica no existen dos
posiciones ya que está basada en la igualdad. La
relación simétrica puede estar definida por el
contexto social, como por ejemplo, la relación entre
hermanos, entre amigos, entre marido y mujer, etc. También
puede ser el estilo propio de una díada
particular.

En la relación simétrica existe el peligro
de la competencia o rivalidad. Cuando se pierde la estabilidad en
una relación simétrica, se produce una "escapada"
de uno de los miembros; el otro intentará equilibrar la
relación, produciéndose, a partir de aquí,
el fenómeno conocido como "escalada
simétrica".

Los conceptos de complementariedad y simetría se
refieren simplemente a dos categorías básicas en
las que se puede dividir a todos los intercambios
comunicacionales. Ambas cumplen funciones importantes y, por lo
que se sabe por las relaciones sanas, cabe llegar a la
conclusión de que ambas deben estar presentes, aunque en
alternancia mutua o actuando en distintas áreas. Ello
significa que cada patrón puede estabilizar al otro
siempre que se produzca una escapada en uno de ellos; así
mismo, es posible y necesario, que los dos participantes se
relacionen simétricamente en algunas áreas y de
manera complementaria en otras.

13.4 FUNCIÓN Y RELACIÓN:
ESENCIA DE LA PERCEPCIÓN.

Los trastornos alimenticios como los demás
trastornos tienen criterios que les rigen, tienen signos
patognomónicos, la percepción del
adolescente puede darlo una sensación y con las
percepciones que él tienen, puede genera una
emoción y puede caer en problemas emocionales con
TCA.

Cuando el vocabulario de la psicología
experimental se extendió a los conceptos interpersonales,
el lenguaje de la psicología siguió siendo
monádico. Conceptos tales como liderazgo, dependencia,
extraversión e introversión, y muchos otros, se
convirtieron en el objeto de detallados estudios. Desde luego, el
peligro consiste en que todos estos términos asuman una
pseudorealidad propia si se los piensa y se los repite durante
bastantes tiempos y la construcción teórica
"liderazgo" se convierte por fin en LIDERAZGO, una cantidad
mensurable en la mente humana, concebida como un fenómeno
en aislamiento. Una vez que se produce esta cosificación,
ya no se reconoce que el término no es más que una
expresión que sintetiza una forma particular de
relación en curso.

Así pues, la esencia de nuestras percepciones no
son "cosas" sino funciones, y éstas no constituyen
magnitudes aisladas sino "signos que representan una
conexión. Una infinidad de posiciones posibles de
carácter similar…" Siendo esto así, no debe
sorprendernos que incluso la percepción que el hombre
tiene de sí mismo sea, en esencia, una percepción
de funciones, de relaciones en las que participa, por mucho que
después quiera cosificar esa percepción.

13.5. CIRCULARIDAD DE LAS PAUTAS DE
COMUNICACIÓN.

Las pautas de comunicación en el adolescente
tienden a ser circular, ya que tiene la costumbre de rodear en
sus ideas y sus acciones. Estas mismas pautas pueden repetir en
los TCA como variable de comunicación.

En el modelo clásico de la ciencia pura, se
considera que la causalidad es lineal. En cualquier
situación dada, se nos enseña a entender la "causa"
de un efecto" alterando las variables una por una hasta que se
aísla el factor que produce el hecho particular. Sin
embargo si se trabaja a partir de la premisa de que los aspectos
significativos de un sistema sólo pueden comprenderse
examinando el sistema como una "totalidad", se hace necesario
considerar la etiología desde un punto de vista
diferente.

Si bien en las cadenas progresivas lineales de
causalidad, tiene sentido hablar acerca del comienzo y el fin de
una cadena, tales términos carecen de sentido en los
sistemas con circuitos de retroalimentación. En un
círculo no hay comienzo ni fin. En el mundo no es posible
encontrar el claro y lineal ordenamiento de causa y efecto, a
menos que se lo imponga artificialmente. La teoría general
de sistemas considera que la causalidad es un proceso
circular.

Mientras que en algunos tratamientos, como el
psicoanalítico, la curación y el cambio provienen
del conocimiento de ciertos sucesos traumáticos de la
infancia, la curación y el cambio en la terapia familiar
provienen fundamentalmente de examinar cómo opera
corrientemente el sistema familiar y de comprender la
función que los problemas desempeñan en los
procesos orientados hacia un objetivo, presentes en la existencia
ordinaria del sistema. Teóricamente, el concepto de
causalidad lineal implica que la línea etiológica
se desplaza del pasado hacia el presente, y de este hecho
proviene la necesidad de retroceder hasta el comienzo de la
sucesión de los hechos para poder comprenderlos; cuando se
utiliza el concepto de causalidad circular, se enfatiza el
"aquí y ahora", porque es aquí y ahora cuando todo
el círculo puede verse operando. Como una escalera en
espiral, el presente vuelve a actuar el pasado de modo tal que el
significado debe buscarse dentro de los límites de los
procesos actuales del sistema. El pasado se transforma en
redundante, y el punto de partida del terapeuta familiar pasa a
ser la ecología antes que la génesis.

El factor psicológico respecto a los
desórdenes alimenticios tanto en investigación como
en la actividad terapéutica ha estado influida por la
tradición intelectualista en Psicología (Ribes,
2002).

Los diversos modelos teóricos sobre el tema en el
plano psicológico tienen en común una
característica que regula su estructura teórica y
su quehacer práctico, que es la de centrar sus
explicaciones en la determinación de factores causales de
índole interna conceptualmente confusos.

Cuando se habla de desórdenes alimenticios se
hace referencia a la problemática alimentaria en un amplio
espectro que abarca problemas relacionados con sobre peso como
con infrapeso, que se definen como un patrón de conducta
anormal respecto a la ingesta de alimentos y el balance
energético (Schlundt & Johnson, 1990).

El término conducta alimentaria de riesgo se
refiere a los hábitos alimenticios que pueden desencadenar
desordenes relacionados con el infrapeso (anorexia y
bulimia).

La estructura contextual del presente estudio se centra
en el modelo ecológico de Bronfenbrenner el cual se
fundamenta en la teoría de campo gestáltica de
Lewin. Esta postura ecológica, enfatiza que las
interacciones y acomodaciones entre la persona en desarrollo y su
ambiente, explican cómo los acontecimientos en diferentes
contextos afectan la conducta humana directa o indirectamente
(Martos, 2005).

Aún y cuando este modelo retoma el
carácter fenomenológico reduccionista de la
Psicología topológica. Se rescata el
análisis sistémico contextual (círculos
concéntricos) mismo que está exento de toda
explicación fenomenológica.

Este modelo explicativo psicosocial contempla que la
adolescencia (etapa en donde se presentan y desarrollan los
desórdenes alimenticios) es un producto contextual, la
cual es construida a partir de materiales e interacciones de un
contexto que define el marco de sus posibilidades y
oportunidades. Entendiendo este contexto como una multiplicidad
de contextos como el cultural, familiar, escolar, comunitario y
legal (Jiménez, 2006).

El planteamiento meta teórico de las variables
personales se fundamenta en la perspectiva de campo
interconductual la cual supone el abandono de la noción de
que lo psicológico y/o sus supuestos procesos
(emoción, aprendizaje, percepción etc.) sean algo
que le sucede a un organismo o que sucede en el organismo; en vez
de esto, se considera que cualquier cambio conductual es un
cambio en el campo total (Kantor, 1971).

Esta concepción de campo interconductual de las
variables psicológicas da sentido al concepto de variables
psicosociales que se emplea en esta investigación. Se
asume que la perspectiva de campo interconductual tiene una
concordancia lógica con la estructura contextual de
Bronfenbrenner y con los conceptos psicosociales de Musitu. Sin
embargo, es preciso señalar que en el presente trabajo no
se contemplan las variables psicosociales como eventos mediadores
de procesos causales de naturaleza interna (psíquicos o
cognitivos). Si bien no se adopta la estructura conceptual de la
Teoría de la Conducta, las variables psicosociales son
contempladas como eventos prístinos (Kantor,
1971).

Resumiendo, el marco teórico-conceptual que
fundamenta esta investigación, integra la estructura
contextual de Bronfenbrenner y la identificación de
factores de riesgo y protección del modelo de Musitu, bajo
una concepción de campo interconductual.

13.6 Sistemas de Actividad y
Comunicación en la Adolescencia

El sistema de actividad y de comunicación del
adolescente es muy complejo ya que tiene muchos adaptadores que
les permite habla entre ellos, en los casos de TCA, la
comunicación es el reflejo.

En cuanto a la actividad formal o
institucionalizada
tenemos que el adolescente continúa
asistiendo con carácter obligatorio a las instituciones de
la Enseñanza Media, cuestión que resulta semejante
a lo que sucede al niño escolar, como
característica en esta esfera.

Sin embargo, en la Adolescencia la actividad de estudio
cambia tanto por su contenido como por su forma e impone al
adolescente la necesidad de utilizar nuevos métodos de
asimilación de los conocimientos, proceso que se torna
más complejo en la edad juvenil.

En esta etapa, las variaciones que se producen en el
contenido y los métodos de obtención del
conocimiento, influirán notablemente en el desarrollo de
la personalidad y, de forma especial, en el desarrollo del
pensamiento, de los intereses cognoscitivos y
profesionales.

Pasando a analizar la actividad informal o no
institucionalizada
, vemos que los adolescentes desarrollan
diversas actividades en su tiempo libre de manera mucho
más intencional que en la edad escolar, en cuanto a sus
posibilidades de elección; es decir, hay mayor
selectividad en la elección, en función de sus
intereses generales. Alguna de estas actividades puede ser
altamente motivante para el adolescente y relegar las actividades
vinculadas a la escuela a un segundo plano. También pueden
encontrase o no vinculadas con la profesión a la que
piensan dedicarse en el futuro.

Al analizar el sistema de comunicación en
la adolescencia podemos afirmar, primeramente, que esta etapa es
considerada como un período crítico del desarrollo
y una de las principales razones en que se sustenta esta
valoración es la presencia de contradicciones entre
adolescentes y adultos, que resultan prácticamente
inevitables.

En sus relaciones con los adultos los
adolescentes desarrollan una mayor criticidad en la
valoración de estas figuras, en comparación con la
etapa precedente, tanto en torno a los maestros como a sus
padres, quienes dejan de ser autoridades sagradas. No obstante,
por el carácter dicotómico del pensamiento,
así como por la insuficiente consolidación de
algunas formaciones motivacionales, esta valoración es
poco reflexiva y también tiende a ser
rígida.

En el caso de los maestros, la aceptación
del adolescente va a depender en mayor medida de su estilo de
comunicación, que de la preparación técnica,
entendida como excelencia académica en la materia o
materias que imparte. Los adolescentes privilegian a aquellos
profesores que establecen con ellos un diálogo abierto y
se preocupan por sus inquietudes e intereses, relacionados con la
vida en general, y no únicamente con la esfera de los
estudios.

En cuanto a las relaciones de comunicación entre
los adolescentes y sus padres vemos que las mismas
dependen de diferentes factores. Entre estos se encuentran el
nivel socio-económico, escolar y cultural de la familia y
el estilo de comunicación que se ha venido desarrollando
entre padres e hijos en las etapas anteriores. Si existe
costumbre de dialogar en la familia, si se colegian las
decisiones, si se respeta la diversidad de las individualidades y
el derecho a la independencia de los hijos, el tránsito
por esta etapa será menos convulso en las relaciones
adulto-adolescentes.

El conflicto adulto- tiene como principal causa
la divergencia de opiniones de adultos y adolescentes, en cuanto
a los derechos y deberes de estos últimos
(adolescente, Petrovsky, 1980).

Es muy típico ver cómo los padres exigen
al adolescente que cumpla deberes como son el ser un buen
estudiante, cooperar en la realización de las tareas del
hogar, ser responsable, disciplinado, respetuoso con los adultos,
etc. Sin embargo, cuando el adolescente haciendo uso de sus
derechos, y una vez cumplidos sus deberes, pide a sus padres que
le permitan salir con sus amigos, ir a la playa, a una fiesta, al
campismo etc., no son pocos los padres que sin dar razones le
niegan esta posibilidad.

El conflicto adulto-adolescente se encuentra
condicionado por factores objetivos y subjetivos, ya que el
adolescente ocupa una posición social intermedia,
continúa dependiendo económicamente de los padres,
aún asiste a una institución escolar con vistas a
lograr la preparación necesaria para su futuro
desempeño profesional y muestra en ocasiones conductas
infantiles o rasgos de inmadurez.

Este conflicto es más agudo al inicio de la
adolescencia y tiende a disminuir a finales de ella. El
carácter más o menos agudo del mismo, depende de la
capacidad o incapacidad de los adultos, y en particular de los
padres, para dejar a un lado la moral de obediencia -propia de
las relaciones con sus hijos en etapas anteriores- y establecer
un diálogo abierto y una actitud de entendimiento
mutuo.

Es por ello, que para lograr atenuar este
fenómeno o solucionarlo, una de las principales
vías consiste en producir cambios en el estilo de
comunicación con el adolescente, de forma tal que el
adulto combine una dirección firme y consecuente con la
flexibilidad necesaria y la racionalidad de las exigencias. Los
adultos deben explicar a los adolescentes el motivo de sus
exigencias, provocar reflexiones mutuas y aplicar la fuerza de su
poder sólo cuando resulte imprescindible.

Una vez analizado en qué consiste el conflicto
adulto-adolescente, las causas que lo condicionan y lo agudizan,
así como las vías que favorecen su solución,
pasamos a caracterizar la llamada crisis de la
adolescencia
.

El análisis e interpretación de la crisis
de la adolescencia en la Psicología se encuentra
estrechamente relacionado con la concepción que se
sustente sobre los determinantes del desarrollo
psicológico y su periodización, cuestiones tratadas
en la primera parte de este libro.

Para los autores que poseen una concepción
biogenética o biológica este fenómeno
depende de la maduración del organismo y se asocia, de
manera necesaria, a las transformaciones puberales. De acuerdo
con este punto de vista la crisis transcurre de manera similar e
inevitable en todos los casos, al estar determinada por factores
biológicos, siendo calificada esta concepción como
la del universalismo biogenético.

Las concepciones sociogenéticas o
sociologistas abogan por conceder el papel determinante,
en la aparición de la crisis de la adolescencia, a las
influencias externas y, muy especialmente, a la "posición
intermedia" que ocupa el adolescente, al ser considerado, desde
lo social, como alguien que dejó de ser un niño
pero tampoco es aún un adulto.

Como expresábamos al analizar las
características del desarrollo en la edad escolar, el
sistema de comunicación no se agota en las relaciones con
los adultos, sino que incluye, de forma especialmente relevante
en esta edad, las relaciones con los coetáneos o
iguales
.

En la adolescencia los sujetos pasan más tiempo
con sus compañeros que en el seno familiar, por lo que sus
valores y normas de conducta están determinados, en buena
medida, por el carácter de estas relaciones, tanto en el
grupo formal como en el espontáneo o informal.

La necesidad de ocupar el lugar deseado o lugar al que
aspira en su grupo de coetáneos, desempeña
un importante papel en el desarrollo armonioso de la personalidad
en esta etapa, ya que el equilibrio y bienestar emocional del
adolescente, dependerá de que logre ocupar el lugar
deseado entre sus iguales este lugar y de la aceptación
que alcance dentro del grupo. Recuérdese que L. I.
Bozhovich (1976) señala cómo a partir del 4to grado
el ser aceptado por el grupo se convierte en motivo fundamental
de la conducta del niño. Esta autora explica diferentes
fenómenos del comportamiento de los adolescentes como son
el conformismo y el negativismo, los cuales concibe como
indicadores de la trascendencia que tiene para ellos el hecho de
ser aceptados por su grupo de iguales.

El conformismo se trata de que en determinadas
circunstancias, el adolescente se pliega a la opinión de
la mayoría del grupo, sin mostrar resistencia alguna
aunque no la comparta o no esté convencido de ella, en
busca de aprobación social. Como conducta contraria a
estas actitudes conformistas aparece el negativismo, que consiste
en la oposición sistemática a los puntos de vista
de los otros, sin suficiente fundamento, algo así como la
posición del "rebelde sin causa".

Ambas conductas reflejan el insuficiente desarrollo de
un sistema interno de motivación, pues en el primer caso
se aceptan las normas de forma poco crítica, y en el
segundo, se rechazan sin hacer razonamientos al
respecto.

Otra conducta interesante que también nos indica
la importancia que confiere el adolescente a la aceptación
grupal es la llamada"persecución de la nota". Muchos
adolescentes se empeñan en obtener altas calificaciones en
la escuela, aun cuando éstas no sean resultado de su
preparación académica ni de sus conocimientos, como
medio de obtener prestigio entre sus compañeros de clase.
Esta necesidad conduce en ocasiones al fraude
académico.

La ausencia del reconocimiento deseado por parte de sus
iguales, puede llevar al adolescente a convertirse también
en el peor alumno de su aula y por este camino a conductas
antisociales que pueden desembocar en la comisión de actos
delictivos. Investigaciones realizadas por M. A. Alemanski y G.
G. Bochkarieva (citados por I. Kon, 1990) así lo
demuestran.

La amistad constituye otra importante esfera en
el sistema de comunicación durante la adolescencia. Esta
relación se basa en la confianza total, la ayuda y el
respeto mutuo. En la adolescencia se produce una tendencia a
idealizar al amigo y la amistad puede romperse con relativa
facilidad. Este hecho está en consonancia con el
desarrollo intelectual, porque el pensamiento, como
posteriormente veremos, tiende a ser dicotómico y poco
flexible.

En cuanto a las diferencias de género, las
mujeres sienten más tempranamente la necesidad de una
amistad, como relación íntima y profunda, de
marcado matiz emocional y acerca de la misma poseen criterios
más elaborados que los varones. En el caso de estos
últimos, se considera que las relaciones de amistad
presentan, generalmente, una función más
utilitaria.

En el transcurso de la adolescencia la aparición
de la relación de la pareja comienza a relegar las
relaciones de amistad a un segundo plano. Las relaciones de
pareja en esta etapa, en sentido general son inestables, ya que
poseen un carácter experimental y contribuyen al
desarrollo de la autovaloración o identidad personal y, en
particular, de la identidad sexual y de género del
adolescente. Esto resulta peligroso, pues los adolescentes en
muchos casos no cuentan con una adecuada educación sexual,
por lo que constituyen un grupo de riesgo, por excelencia, para
contraer enfermedades de trasmisión sexual, y
también pueden llegar a una maternidad o paternidad
precoz, para la que no están ni objetiva ni subjetivamente
preparados.

En la elección de la pareja los adolescentes
tienen dificultades para hacer coincidir su ideal desde el punto
de vista físico con el ideal al que aspiran de acuerdo a
sus cualidades psicológicas y morales, por la gran
importancia que confieren a la imagen corporal.

La "situación social del desarrollo", propia de
la etapa de la adolescencia, en la cual hemos analizado hasta
aquí los cambios biológicos y su repercusión
psicológica, así como las cuestiones relativas a la
caracterización de los sistemas de actividades y
comunicación permite, a partir de la interacción
entre los aspectos internos y externos que la conforman, explicar
el surgimiento de las nuevas particularidades psicológicas
propias de estos períodos.

Estas particularidades, como hemos señalado con
anterioridad, se presentan siguiendo algunas tendencias
generales, aun cuando se expresen de manera singular e
irrepetible en cada sujeto concreto, matizadas por las
condiciones socio-históricas en que se transcurre su
vida.

Capítulo III

14.- Modelo teóricos de los
desórdenes alimenticios

14.1. -Modelos estructurales de los
desórdenes alimenticios

Después de varios estudios hechos de diferentes
corrientes y modelos psicológicos, hay muchas
teorías que surgen sobre los desórdenes
alimenticios, cada una de esta teoría con una base, una
finalidad, una orientación y con una
epistemología.

El término modelo ha sido ampliamente utilizado
como herramienta conceptual en la investigación social,
sin embargo su carácter polisémico ha ocasionado
confusión por lo que es preciso delimitar y clarificar el
concepto así como su relación con la teoría
(Callejo, 2000).

Un modelo es la representación de un determinado
fenómeno en el que todos sus elementos conceptuales han
sido operacionalizados y expresados en una relación causal
entre ellos, la cual ha sido validada por una teoría.
Desde esta perspectiva se considera al modelo como una
especificación de la teoría que ofrece una
explicación observable de los elementos que integran el
fenómeno estudiado.

A continuación se abordan brevemente los modelos
teóricos más representativos de los
desórdenes alimenticios.

14.2 La perspectiva de campo en
Psicología

La ciencia es un modo de conocimiento que ha tenido a
través de la historia una serie de modificaciones en sus
parámetros axiológicos los cuales han sido
influidos por la red de creencias y valores de cada época
(Ribes, 1997).

El conocimiento científico contemporáneo
ha tenido una serie de transformaciones como corolario de la
denominada revolución científica que implica la
transición del metaparadigma newtoniano-cartesiano de la
explicación causa-efecto al metaparadigma constructivista
de la multifactorialidad. Esta revolución ha traído
consigo una serie de confusiones epistemológicas y
teórico-conceptuales en diferentes áreas del
conocimiento entre las cuales tenemos que destacar a la
Psicología.

Este periodo de transición meta
paradigmática de la ciencia (Kuhn, 2006) ha afectado
particularmente a nuestra disciplina debido a que esta, se
encuentra en un estado pre-paradigmático en donde no se ha
podido establecer un objeto de estudio consensuado (Ribes, 2000)
lo cual cancela posibles conciliaciones teóricas y/o
metodológicas de las distintas posturas en
Psicología (Benevides & Werner 2002). Por lo que el
conceptualizar a la Psicología como una ciencia
multiparadigmática resultaría un planteamiento
espurio.

Tomando en consideración lo anteriormente
señalado, resulta necesario establecer las bases
epistemológicas y metateóricas que sustentan una
explicación que se jacte de ser científica con la
finalidad de no caer en hibridaciones conceptuales
eclécticas que lejos de integrar teorías solo
propician confusión conceptual.

Un análisis histórico – conceptual
de nuestra disciplina permite esclarecer los principios y
concepciones de las diversas líneas teóricas con la
finalidad de establecer parámetros que nos permitan ubicar
las aproximaciones teóricas contemporáneas como
auténticas integraciones o como simples ensaladas
conceptuales.

A este respecto, Kantor (1969) señala que el
progreso de la ciencia ha pasado por tres etapas:

1) la etapa de la propiedad sustancia

2) la etapa de la correlación
estadística

3) la etapa del campo integrado.

La ejemplificación de estas etapas en el
desarrollo de la Psicología se explica, en la primera
etapa de propiedad-sustancia con la concepción de una
entidad o serie de entidades internas extra espaciales que
constituidas en cosas, atributos o estados (alma, mente,
cognición) son representados como centros de procesos
causales (Ryle, 2005).

La segunda etapa gira en torno a fórmulas
estadísticas que pretenden analizar empíricamente
la interacción entre dos mundos; el mundo de la mente
(extra espacial) y el mundo físico de sus expresiones
(espacial). Finalmente la construcción del campo integrado
tiene que ver con la interacción de un individuo con
objetos estimulantes, en condiciones inmediatas precisas y sobre
la base de contactos previos del organismo y los objetos
estimulantes.

El modelo de campo en Psicología se apoya en la
experiencia de disciplinas como la astronomía y la
física, las cuales se fundamentan en que la noción
de estructura ofrece una representación más
adecuada de los fenómenos propios.

14.3. Teoría de Campo de la
Gestalt

Considerado el padre de la psicología social,
Kurt Lewin inspirado en los estudios perceptivos de la Gestalt
que disocian figura y fondo, considera que el comportamiento
humano es consecuencia del conjunto de las circunstancias
ambientales. Más que su pasado o las previsiones de
futuro, es el entorno personal el que define y describe la
proyección social del individuo.

Lewin en 1978, señala que las
características distinguen a una teoría de
campo:

1) El empleo de un método constructivo más
que clasificatorio – Que implica cambiar de una
agrupación de eventos, objetos y personas según sus
similitudes conceptualizados como elementos de abstracción
producto de la experiencia, a uno constructivo en donde la
agrupación sea determinada por relaciones vistas como
elementos de construcción producto de la teoría
científica.

2) El interés en los aspectos dinámicos de
los hechos. En donde se concibe al comportamiento es fruto de la
interacción de los individuos y grupos en un espacio y en
un momento dado y el sujeto es concebido como un sistema que
mantiene un equilibrio dinámico con el
ambiente.

3) Un enfoque psicológico antes que físico
– Esto implica que el campo que influye sobre un individuo
no se suscriba en términos fisicalistas objetivos, sino de
la manera en que éste existe para la persona en ese
momento. Describir objetivamente una situación en
Psicología significa en realidad describir la
situación como una totalidad de aquellos hechos, y solo de
aquellos, que configuran el campo de ese individuo.

4) Un análisis que parte de la situación
global. La teoría de campo critica a las teorías
fisicalistas por la ausencia de un análisis
psicológico profundo. El procedimiento analítico de
la teoría de campo tiene como norma caracterizar la
situación en su totalidad.

5) La distinción entre problemas
sistemáticos e históricos. Los eventos se explican
en términos de las propiedades del campo que existen en el
momento en que ocurre por lo tanto la teoría de campo es a
histórica y considera que la influencia de los eventos
pasados es indirecta.

6) La representación matemática del campo.
La Psicología debe usar un lenguaje estricto y que
concuerde con los métodos asimétricos para permitir
derivaciones científicas. Aun cuando Lewin considera a la
Psicología como una ciencia cualitativa, acepta el uso de
la estadística, incluso considera que ciertos tipos de
geometría como la topología son muy útiles
para representar la estructura de situaciones
psicológicas.

La Psicología de campo gestaltista aun y cuando
rebasa la simple concepción holística de sus
antecesores (Brentano & Stumpf) plantea una estructura
general de los eventos, abriendo la posibilidad de
auténticas descripciones de campo. Sin embargo, Kantor en
1969 señala una serie de características que no le
permiten a la postura gestáltica ocuparse de campos
auténticos.

1) Su concepción dualista La Psicología
topológica y la teoría de la Gestalt en general
hacen referencia a abstracciones internalistas y a condiciones
medioambientales centrando sus explicaciones en las descripciones
y/o propiedades de estos dos mundos en lugar de ocuparse del
campo total.

2) Su carácter fenomenológico
– El cual puede distinguirse claramente en su
concepción del ambiente, el cual es visto no como es, sino
como es experimentado y en donde la conducta no surge de las
propiedades objetivas del mundo de los estímulos sino de
un mundo transformado en un mundo interior. Por lo que la
interpretación de conceptos como el de espacio conductual
de Koffka resulta imposible de interpretar salvo como una
concepción meramente metafísica.

3) Su concepción internalista – El
conceptualizar entidades y/o atributos tales como conciencia,
cognición entre otras, se aborda aquello que acontece en
el individuo. Por lo que sus principios explicativos se refieren
a lo interno y no al campo.

4) Su explicación isomorfica – En
lugar de abordar directamente los fenómenos
psíquicos adopta una explicación isomorfica al
analizarlos como sistemas de interrelaciones
neuro-fisiológicas.

5) Su carácter simbólico
Al ser la teoría de campo gestáltica una simple
imitación de los sistemas físicos y
matemáticos se convierte en una teoría de meras
estructuras simbólicas formales y analógicas, con
poco o ningún valor descriptivo o interpretativo para los
eventos psicológicos.

6) Su carácter preanalítico
– Al centrar sus explicaciones en entidades o atributos
internos comete el error de abordar las interrelaciones objetivas
de los factores solo en nivel de los datos burdos o
preanalítico.

14.4 Teoría de Campo
Interconductual

La historia y el desarrollo de la Psicología
conductista ha estado marcada por una serie de imágenes
erróneas algunas de las cuales han sido aclaradas por
Belanger (2001) en su libro Images et realites du
behaviorisme.
Marino Pérez en el prólogo de la
reedición en español de la obra, señala que
la primera imagen a aclarar es la noticia de su fallecimiento y
menciona que en los albores del siglo XXI resulta irónico
que después de tanta revolución cognitiva, el
conductismo lejos de desaparecer se ha desarrollado en diversas
líneas teóricas.

Otra imagen falaz sobre el conductismo es su supuesto
desarrollo hacia hibridaciones eclécticas dualistas
(cognitivo-conductuales) las cuales son solo una
degeneración cognitivista y no una
evolución.

Otro aspecto relevante es el hecho de que Kantor formula
un sistema descriptivo y explicativo sincrónico al poner
de relieve el concepto de interdependencia en campos de
relaciones, a diferencia del esquema causal clásico el
cual es lógicamente diacrónico. Contrario a las
posturas teóricas clásicas (incluyendo algunas
conductistas), la propuesta de Kantor no destaca como objeto de
análisis a ciertas formas funcionales de actividad del
organismo, sino que pone de relieve la interacción misma
entre el organismo y el ambiente como centro de interés
teórico (Ribes, & López, 1985).

Kantor (1969) señala que la esencia de una
construcción de campo es aquella en la que todos los
eventos deben considerarse como interacciones complejas de
numerosos factores en situaciones específicas, por lo que
toda explicación de una teoría de campo
necesariamente tendrá como primer condición el
suplir las concepciones en términos de principios y
propiedades de los objetos o eventos, ya sea que estén
localizadas dentro de los objetos o eventos sujetos a
observación o en alguna condición o cosa externa a
ellos.

La teoría de campo interconductual especifica los
detalles funcionales de la acción en lugar de apoyarse en
una abstracción explicativa general, no propone causas
internas tales como la mente, procesadores de información
o pulsiones (mentalismo) tampoco proponen causas externas
ubicadas en las condiciones medioambientales (conductismo
Skinneriano) pues esta postura no asume la tradicional
teoría de los dos mundos (Ryle, 1975), por lo que se
argumenta que no existe lugar en el campo integrado para tales
abstracciones, pues ninguna de ellas son necesarias o siquiera
útiles dentro del sistema.

De tal forma que, una autentica teoría de campo
exige la exclusión de principios psíquicos e
internos. Así, la construcción del campo
psicológico se debe derivar de la conducta real de los
organismos con objetos y eventos en condiciones
específicas. A diferencia del conductismo Watsoniano y
Skinneriano que si bien rechazan la explicación dualista
del psiquismo (mente-cuerpo) aún conservan los aspectos
físicos del dualismo (interno-externo), la postura
interconductual comienza y termina su trabajo en el estudio de
eventos prístinos (Kantor, 1980), sin complicarse con
construcciones lingüísticas propias de la
tradición intelectualista en Psicología.

Cuando las relaciones funcionales específicas de
los factores del campo han sido descritas, se completa la
actividad científica justo como se hace en la
descripción de cualquier otro evento en la naturaleza.
Esta descripción de los componentes de un evento natural
en términos estrictamente observacionales es la vía
por la cual la Psicología científica debe proceder.
(Smith & Smith, 1996).

14.5- El modelo
Psicoanalítico

El psicoanálisis; como la primera fuerza de la
psicología preconiza varios problemas psíquicas
como la neurosis alimentaria causado por el abandono. Cual es
realmente los trasfondos de los desórdenes alimenticios
según el modelo psicoanalítico.

El modelo psicoanalítico de los desórdenes
alimenticios se expresa en el manuscrito G de 1895 sobre la
melancolía sostiene que la neurosis alimentaria paralela a
la melancolía es la anorexia argumentando que la tan
conocida anorexia nerviosa de las adolescentes parece
representar, tras detenida observación, una
melancolía en presencia de una sexualidad rudimentaria.
Sin embargo, así como surge esta pseudo-explicación
intelectualista al más puro estilo literario freudiano,
existen múltiples interpretaciones mágicas de corte
psicoanalítico que a lo largo de la historia se han ido
cobijando a la sombra del cuadro de moda del momento,
melancolía, psicosis, histeria, etc. (Almenara, 2003) sin
que hasta ahora puedan aportar elementos pertinentes en el plano
descriptivo, predictivo y de intervención sobre los
desórdenes alimenticios. Un claro ejemplo de estas
variaciones psicoanalíticas lo representa la perspectiva
transpersonal Jungiana en donde la anorexia podría ser
entonces un camino hacia la individuación en el que la
mujer se reúne con la Madre y recupera para sí el
significado que tiene para ella su existencia femenina (Araya,
2001).

Durante la década de los setentas surgen las
posturas neo psicoanalíticas que destacan el papel
preponderante de las alteraciones de la Imagen Corporal (IC) en
los denominados Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA). La Dra.
Hilde Bruch de orientación neo Freudiana aun y cuando
parte de que el psicoanálisis tradicional, con su
énfasis en la interpretación de procesos
inconscientes es bastante ineficaz atribuye las alteraciones de
la IC a un déficit del yo, en lo que se refiere a
autonomía y dominio del propio cuerpo, que da lugar a un
sentido de ineficacia personal (Bruch, 1982).

Para Hilde Bruch (1973) la distorsión de la
imagen corporal así como las disfunciones alimentarias
tiene un carácter simbólico considerándolos
como formas de camuflaje de diversos problemas que por otros
medios no ha sido posible resolver. Ella menciona una serie de
características que distinguen el síndrome de
anorexia nerviosa: una persecución implacable por la
delgadez; una preocupación casi delirante por la imagen
corporal; una incapacidad para identificar el hambre con otros
estados de tensión corporal; falta de identidad y un
sentido de ineficacia paralizador.

Desde entonces, se considera un criterio
diagnóstico de Anorexia y Bulimia a la alteración
de la imagen corporal. Otra herencia de la postura
Psicopatológica de los TCA es su relación con
trastornos de personalidad, especialmente asociado a rasgos
obsesivos, histéricos y compulsivos (González,
Unikel, Cruz & Caballero, 2003).

Para el Psicoanálisis en cualquiera de sus
acepciones, la explicación de los desordenes alimenticios
tienen una base psicopatológica en la que no se
constituyen conceptualmente con una nosología propia, sino
que es una forma sintomática de otra estructura
clínica llámese neurosis, perversión o
psicosis (López, 1999).

14.6- Modelos
Cognitivo-Afectivos

La cognición y la afectividad son dos aspectos
importantes de la personalidad del adolescente; ya que de igual
manera puede impactar en las conductas del adolescente para que
sufren, que parecen o ha sido diagnosticado de TCA:

En el abordaje de los Trastornos de Conducta Alimentaria
(TCA) se considera a la alteración de la Imagen Corporal
como el factor psicológico determinante tanto en la
etiología como en el diagnóstico de estos
desórdenes alimenticios.

Una alteración de la imagen corporal
(insatisfacción corporal) se ha considerado clave dentro
de los posibles factores predisponentes, y otra alteración
(distorsiones perceptivas del tamaño corporal) como un
criterio diagnóstico Así, tenemos que esta
aproximación teórica considera que las alteraciones
de la imagen corporal incluyen una distorsión perceptiva
de la talla que conlleva una sobreestimación de partes del
cuerpo y una alteración cognitivo-afectiva asociada a la
insatisfacción y preocupación por la figura,
contemplando de igual forma que ambas alteraciones se encuentran
estrechamente relacionadas (Garner&Garfinkel,
1981).

Se han encontrado una relación directa y
significativa entre insatisfacción de imagen corporal y
conducta alimentaria de riesgo sin embargo, también se han
reportado hallazgos contradictorios respecto a la relación
que guardan estas variables. (Sánchez-Sosa, 2007;
Ballester, de Gracia, Patiño, Suñol, & Ferrer,
2002; Benedito, Perpiñá, Botella, &
Baños, 2003; Espina, Ortego, Ochoa, Alemán
&Juaniz, 2001 Johnson &Wardle, 2005),

Partes: 1, 2, 3
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