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La economía feudal – evolución y crisis (página 2)



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El aumento del volumen de comercio y la
normalización de las prácticas comerciales,
trajeron consigo el nacimiento de una nueva forma de
organización comercial -la vera societá- o
sociedad auténtica- que rivalizó, y a veces
suplantó, a la commenda. Constaba de varios
socios, frecuentemente incluso de muchos, y solía operar
en muchas ciudades de toda Europa. Con frecuencia se ocupaban de
operaciones bancarias además de mercantiles. Además
de mantener sucursales, esas grandes sociedades disponían
de carros, mulas y barcos propios, y algunas poseían o
tenían en arriendo minas de metales o yacimientos de otros
minerales.

Los mercaderes más modestos que no podían
disponer de barcos propios idearon otros modos de diversificar
los riesgos del comercio a larga distancia. Se inventaron varios
tipos de créditos marítimos para que los inversores
no comerciantes participasen de los beneficios sin hacerlos
socios de la empresa ni violar las leyes contra la usura. A
finales del siglo XIII ya era normal el seguro
marítimo.

La banca y los créditos fueron estrechamente
unidos al comercio medieval. Ya en el siglo XII se establecieron
en Génova y Venecia primitivos bancos de depósito.
Concebidos en un principio meramente como depósitos
seguros, no tardaron en empezar a transferir sumas de una cuenta
a otra mediante órdenes orales y, con menos frecuencia,
mediante órdenes escritas. Aunque por ley tenían
prohibido prestar dinero sobre reservas fraccionadas, los bancos
permitían el descubierto bancario a clientes preferentes,
con lo que creaban nuevos medios de pago.

En sitios de menos actividad económica los
banqueros privados vendían y compraban letras de cambio
para facilitar el comercio a larga distancia. Embarcar moneda y
lingotes de oro y plata suponía cuantiosos gastos y un
alto riesgo; por ello, los mercaderes preferían vender a
crédito, invertir las ganancias en un cargamento para el
viaje de vuelta y obtener dinero en efectivo solo con la venta de
este.

La tecnología
industrial y los orígenes de la energía
mecánica

Al principio de la Edad Media la capacidad
técnica experimentó un ligero retroceso en la
arquitectura y la construcción, pero en el año 1000
el nivel medio de tecnología era cuando menos tan elevado
como en la antigüedad. A partir de entonces, las
innovaciones se multiplicaron de forma regular.

Al considerar el aumento de la producción y las
presiones para mejorar la tecnología debería
tenerse en cuenta asimismo la demanda del consumidor. Dado que
los artesanos y campesinos, aun si eran siervos eran
dueños de sus propias herramientas y que su propio
bienestar estaba en proporción directa a la eficacia de
sus esfuerzos, les convenía comprar los mejores
útiles y herramientas.

La industria más importante y omnipresente era la
textil, si bien la construcción, tomada en su conjunto
pudo ocupar el segundo puesto. En el siglo XI algunas
áreas de Europa habían empezado ya a especializarse
definitivamente en el proceso. De estas, la más importante
fue Flandes y la zona circundante, lo que es ahora Bélgica
y el norte de Francia. La materia prima más importante era
la lana, y el producto, a su vez, el paño. Las diferencias
de tipo y calidad del paño producido en las distintas
regiones explican la extensión del comercio dentro de
Europa.

Aunque los trabajadores más especializados, como
tintoreros, bataneros, esquiladores e incluso tejedores, se
organizaban en gremios, la industria estaba dominada por los
comerciantes (también organizados en gremios), que
compraban la materia prima y vendían el producto final. La
productividad laboral aumentó enormemente gracias a un
trío de innovaciones técnicas relacionadas entre
sí: el telar a pedal, que sustituyó al simple
bastidor; el torno de hilar, que sustituyó a su vez a la
rueca, y el batán. Se extendieron por Europa a principios
del siglo XII con una rapidez sorprendente.

La burguesía naciente se agrupó en
gremios, que tuvo su origen en la libre asociación de los
industriales. Su origen se debe a la acción de dos
factores: la acción voluntaria y el poder local, en
intereses de los productores y consumidores respectivamente. En
lo esencial, se podría definir al gremio medieval como la
corporación industrial que gozaba del privilegio de
ejercer exclusivamente determinada profesión, de acuerdo
con los reglamentos sancionados por la autoridad pública.
En el régimen gremial se perseguía la
utilización máxima del mercado local y se opone a
la aparición de la manufactura capitalista.

En ellos se manifiesta el espíritu de
proteccionismo inherente a la economía urbana de Edad
Media. Su objeto esencial es proteger al artesano contra la
competencia del extranjero y de sus colegas, cuidando que
ningún miembro pudiera enriquecerse en detrimento de los
demás. Por eso los reglamentos se establecen con suma
minuciosidad. Además se establece una rigurosa
jerarquización: maestros, aprendices y
compañeros.

Los maestros son pequeños jefes de talleres,
propietarios de la materia prima y de los utensilios. El producto
fabricado les pertenece y la ganancia va a parar a sus manos. Los
aprendices se inician en el oficio, y los compañeros son
trabajadores asalariados que terminaron su aprendizaje pero que
no se han podido elevar aún a la categoría de
maestros.

Los trabajadores que se dedicaban a la industria de la
exportación conocieron una situación bien
diferente. Se hallaba la producción disgregada en los
campos, y los mercaderes eran quienes garantizaban la continuidad
del proceso productivo.

La estructura gremial descansaba sobre varios
principios. Uno de ellos era la comunidad de intereses con el
poder público estatal y municipal. Este ejercía
respecto de los gremios una actitud de proteccionismo,
privilegiándolos mediante el reconocimiento legal del
monopolio de producción y comercialización de sus
productos. A cambio, las corporaciones de artesanos garantizaban
el abastecimiento de manufacturas de calidad y servían de
útiles estructuras de recaudación fiscal, defensa
armada de las ciudades y encuadramiento de las clases productivas
urbanas.

En conexión con lo anterior, un segundo principio
inherente a la organización gremial era el exclusivismo y
la resistencia contra el intrusismo laboral. Las ordenanzas, o
reglamentos por los que se regía la actividad de los
gremios, prohibían taxativamente el ejercicio de un oficio
determinado a todo aquel que no estuviera previamente autorizado
por las autoridades de la respectiva
corporación.

En tercer lugar, las ordenanzas -fiel reflejo en el
plano normativo del espíritu gremial- trataban de
garantizar la igualdad teórica de los agremiados, al
tiempo que de eliminar la competencia facilitando el equitativo
acceso al abastecimiento de materias primas, estableciendo cuotas
de producción, obstaculizando la libre circulación
de la mano de obra subalterna, interviniendo los precios de las
mercancías, etcétera. Ello se opone a la libre
concurrencia clásica del capitalismo liberal.

Los gremios representaban también el inmovilismo
técnico. Dentro de un marco minuciosamente reglamentista
como el descrito, los tipos de productos y las labores necesarias
para su confección eran regulados de tal forma que las
únicas diferencias posibles venían determinadas
sólo por el mayor o menor grado de pericia de los
artesanos. El conocimiento del oficio y los secretos
técnicos eran celosamente guardados y transmitidos en el
seno de los talleres, en los que primaba una nítida
jerarquía laboral articulada en función de tres
categorías: maestros, oficiales y aprendices.

Los gremios, en suma, determinaban la atomización
de la producción industrial, fundándose en la
defensa inflexible de los privilegios corporativos y en la
estrecha asociación de capital y trabajo. En este sentido,
las unidades de producción consistían en
pequeños talleres que presentaban una mínima
concentración de mano de obra. En ellos no sólo
tenían lugar todas las fases de la producción, sino
que también unían este aspecto al de la
comercialización.

No aplicaban, pues, el principio de división
técnica del trabajo. El maestro-propietario dirigía
la actividad de un normalmente escaso número de oficiales
y aprendices y participaba él mismo de forma intensa en la
elaboración de las manufacturas. Su capital, asimismo
escaso, se reducía comúnmente a la propia
tienda-taller y a las tradicionales herramientas que allí
se empleaban.

Los oficios urbanos encuadrados dentro de la
organización gremial eran, principalmente, los
relacionados con las manufacturas textiles (pañeros,
sederos…), del cuero (zapateros, talabarteros…), de la madera
(carpinteros) y el metal (armeros, plateros…). Pero
también las industrias alimenticias, como la
molinería, la panadería, la pastelería o la
fabricación de cerveza se acogían frecuentemente al
ámbito urbano.

La asociación gremial aparece muy poderosa en la
mayor parte de las villas de Europa Occidental, donde la vida
urbana se desarrolló más pronto y
completamente.

Además, a los poderes públicos le
interesaba reglamentar el régimen industrial en las
villas, por medio de la repartición de artesanos en tantos
grupos como profesiones había que vigilar.

La industria metalúrgica y sus industrias
auxiliares, más reducidas que la industria textil,
experimentaron un progreso notable en la última parte de
la Edad Media. Durante la Edad Media cambió la
relación entre los precios, convirtiéndose el
hierro en el metal más barato y pasando a usarse,
además de en armas y armaduras, para una variedad cada vez
más amplia de útiles y herramientas. También
tuvieron importancia las mejoras tecnológicas,
particularmente la energía hidráulica aplicada a
fuelles y martillos de fragua grandes. A principios del siglo XIV
hicieron su aparición los primeros precursores de los
modernos altos hornos, sustituyendo a la llamada fragua
catalana.

Otra industria de formidable uso práctico que
sobrepasó sus dimensiones clásicas fue la del
cuero. La carpintería, así mismo, pasó a
ocupar en la industria medieval un espacio proporcionalmente
mayor del que había tenido en la antigüedad o del que
tendría en épocas más recientes.

Fue durante la Edad Media que se generalizó en
Europa el uso del astrolabio y la brújula, conectado con
los adelantos trascendentales en técnicas de
navegación y diseño naval que ayudan a trazar la
frontera entre la Edad Media y la Edad Moderna. La pólvora
y las armas de fuego fueron inventos medievales, y la
fabricación de jabón se extendió
considerablemente. La fabricación de papel
constituyó una nueva industria, y la imprenta de
caracteres móviles es una invención de la Edad
Media.

Posiblemente, es en la historia de los molinos y su
maquinaria donde se encuentra la expresión más
característica del hombre medieval, en su búsqueda
deliberada de medios de producción nuevos y más
eficaces. La energía hidráulica se utilizaba ya
para moler grano; para moler, triturar y mezclar otras
sustancias; hacer papel; abatanar paño; serrar madera o
piedra; accionar fuelles y martinetes en fraguas y hornos; y
devanar seda. En el siglo XII se encontró una
solución aún más satisfactoria: el molino de
viento.

Los molineros, constructores de molinos y herreros que
los fabricaban, accionaban, conservaban y reparaban adquirieron
con su experiencia un conocimiento empírico de la
mecánica práctica que pronto llevaron a otro campo:
la construcción de relojes. La preocupación
medieval por molinos y relojes posee una importancia que va
más allá de su impacto económico inmediato.
Los relojes hicieron que la gente fuese más consciente del
paso del tiempo; se originó una nueva actitud hacia el
mundo material.

La crisis de la economía
medieval

El crecimiento de la población provocó
escasez de los recursos y tecnología de que se
disponía. A finales del siglo XIII se interrumpieron las
talas de bosques que en siglos anteriores se habían
producido de forma constante. Hay pruebas de que las talas
forestales coadyuvaron a la deforestación que
contribuyó a la erosión del suelo y a la
pérdida de fertilidad. A esto se suma que los
señores se opusieron a las talas aduciendo privilegios de
caza, pero los campesinos, por su parte, necesitaban bosques que
les proporcionasen leña y pastos, lo que llevó a
numerosos enfrentamientos violentos entre estos y aquellos por el
uso de los que quedaban. Al no haber más tierra
disponible, los pastos, prados y páramos se convirtieron
en campos de cultivo. Esto supuso menos ganado y, como
consecuencia, menos proteínas en la dieta y menos
abono.

En el período de expansión de la
economía medieval hubo una tendencia, por parte de los
señores, encaminada a conmutar servicios en trabajo por
rentas monetarias y a arrendar sus dominios a campesinos
prósperos. Los pagos en dinero no pueden ser establecidos
claramente en proporción a las posibilidades de los
campesinos; las contribuciones en dinero contribuyen a encubrir
el grado de explotación y a aumentar las exaciones a los
campesinos. Mientras continuó el crecimiento urbano y
demográfico, los precios de la mayoría de productos
agrícolas subieron al mismo tiempo que bajaban los
salarios. Ante esta situación, los señores
decidieron volverse a ocupar de cultivo de sus propios dominios y
de reimponer los servicios en trabajo. La constante caída
de los salarios ante el aumento de la oferta de mano de obra hizo
que a los señores les resultara rentable cultivar sus
tierras con asalariados. Esto generó tensiones sociales
entre los siervos agricultores y los señores, que se
agravaron por el incremento de los impuestos. Ambas tendencias se
extienden por toda Europa, cambiando según las condiciones
particulares de cada región, en función de la
posibilidad de venta de los señores feudales, de la
disponibilidad de mano de obra, de las necesidades financieras de
los señores, de la cercanía a centros de comercio,
etc.

A finales del siglo XIII el aumento demográfico
de los dos o tres siglos anteriores había concluido. El
estancamiento se manifiesta además en el congelamiento de
la colonización, el comercio, la ruina de los grandes
bancos italianos: los Scali en 1327; los Bonnaccorci, los Usani,
los Corsini en 1341; los Barbi, los Peruzzi, los Accianjuoli en
1343.

En la primera mitad del siglo XIV se hicieron cada vez
más frecuentes las pérdidas de las cosechas y
más severas las hambrunas. En el siglo XIV, además,
se produjo un deterioro climatológico. En el norte de
Europa, al menos, los inviernos se hicieron más largos,
fríos y húmedos; en Alemania y los Países
Bajos aumentó la frecuencia de las
inundaciones.

Se produjeron epidemias de hambre entre 1315 y 1317. En
1348 una epidemia de peste bubónica, la famosa Peste
Negra, llegó a Europa procedente de Asia. Esta
agravó la crisis que ya comenzaba a manifestarse en la
economía medieval, intensificando enormemente las
tensiones y conflictos sociales. Extendiéndose
rápidamente a través de las principales rutas
comerciales, durante dos años asoló toda Europa. La
población total europea se redujo probablemente a menos de
dos terceras partes. La epidemia, además, se hizo
endémica, surgiendo nuevos brotes cada diez o quince
años durante el resto del siglo. Aparte de la miseria que
engendró la peste, en los siglos XIV y XV una serie de
guerras, luchas civiles en Italia, la anarquía
política en Alemania, la Guerra de los Cien Años,
deterioraron aún más la calidad de vida.

En la segunda mitad del siglo XIV en toda Europa se
produjeron insurrecciones, sublevaciones y guerras civiles
relacionadas, de un modo u otro, con el súbito cambio en
las condiciones económicas que el hambre, la guerra y la
peste habían traído consigo.

Estas calamidades provocaron que la relación
preciosalario se invirtiera bruscamente. Por primera vez la
falta de mano de obra se constituye en factor relevante en la
transformación socioeconómica. Con la fuerte
caída de la población y la demanda urbana
cayó también rápidamente el precio de los
cereales y otros productos alimentarios, mientras aumentaban los
salarios por la escasez de mano de obra. La primera
reacción de las autoridades fue establecer un control de
salarios; pero con ello sólo lograron exacerbar la
hostilidad de los campesinos y trabajadores. Las clases
gobernantes no pudieron ni imponer los servicios en trabajo ni
controlar los salarios durante mucho tiempo, dado que los propios
terratenientes rivalizaban en atraer campesinos a sus tierras,
bien para que las trabajasen por un salario, bien
arrendándoselas. El cambio en las condiciones
económicas supuso para los campesinos de Europa occidental
la libertad de las ataduras feudales.

La escasez de fuerza de trabajo y la elevación de
los salarios a mediados del siglo XIV hicieron que aumentara la
renuencia de los terratenientes a aceptar pagos en dinero y a
regresar al pago con servicios laborales. Ante la
disminución de la mano de obra se optó por retener
la mano de obra agrícola como fuente de ingresos mediante
la emancipación de siervos o, por el contrario, reforzar
la servidumbre.

Para obtener mano de obra, los grandes señores
feudales debieron hacer concesiones a los campesinos que a menudo
significan importantes libertades para estos. A la vez se
desarrolla la tendencia de los señores de querer reforzar
las exaciones a los siervos, cosa que ocurrió en el este
de Europa donde la evolución siguió un curso bien
diferente. Siempre había estado menos densamente poblada
que Europa occidental, había menos ciudades, estas
tenían menos habitantes y las fuerzas de mercado eran
más débiles. Después de la Gran Peste, la
vida urbana prácticamente se marchitó, los mercados
decayeron y la economía retrocedió a un nivel de
subsistencia. En estas condiciones, los señores pudieron
implantar con mayor facilidad su autoridad y forzar al regreso a
la servidumbre propia del siglo X.

Ya a principios del siglo XV empezó la
recuperación de la población, la producción
y el comercio, y a principios del siglo XVI probablemente sumaban
más que en cualquier otro momento anterior de la historia.
Mientras tanto, tuvo lugar un reajuste de fuerzas muy
significativo. Las organizaciones gremiales, como reacción
a la brusca caída de la demanda, endurecieron sus
reglamentos para controlar con mayor efectividad la oferta en
términos monopolísticos: limitaron la
producción, hicieron cumplir los reglamentos laborales y
restringieron la admisión de nuevos miembros a los hijos o
parientes de los maestros muertos. Los comerciantes, con el fin
de reorganizar sus operaciones de forma racional, inventaron o
adoptaron la contabilidad de doble entrada y otros métodos
de control. Los industriales, enfrentados a unos costos laborales
en alza, buscaron nuevos métodos de producción que
ahorrasen mano de obra.

También se dieron cambios regionales en la
producción y el comercio, como resultado del aumento de la
competencia. La feria de Ginebra fue sustituyendo gradualmente a
las de Champagne en el siglo XIV.

En el período en que el feudalismo llega al fin
de su florecimiento, observamos en la agricultura dos tendencias:
una conducción a la creciente libertad de los campesinos,
otra a su progresiva disminución. Ambas se apoyan en un
desarrollo introducido en la economía feudal desde el
exterior al surgir un amplio comercio exterior y una extensa
economía monetaria en las ciudades; y se agudizan desde
principios del siglo XIV. La primera lleva directamente a formas
capitalistas.

En las ciudades observamos dos tendencias
también: una permite el tránsito directo a las
primeras formas capitalistas mientras la otra conduce a la
disolución de las economías urbanas. Donde los
gremios se convierten en poder máximo se avanza hacia la
opresión y la liquidación del comercio. El
artesanado, por sí solo, no está en condiciones de
desenvolverse ulteriormente, ya que es el comercio quien crea
nuevos mercados. Sin el comercio el artesanado se concentra en el
mercado local, vendiendo cada vez menos. Todas estas tendencias
afloran en los siglos XIV y XV.

No todas las ciudades fueron agitadas por las
reivindicaciones de los gremios. Ni Venecia, ni las ciudades de
la Hansa, ni las villas inglesas. Su apertura al comercio
internacional puede ser la explicación de este
fenómeno. Los hombres nuevos enriquecidos por el comercio
renovaban y rejuvenecían constantemente las clases
dominantes.

Sobre la base de los fenómenos de
disolución del feudalismo ya señalados se
desarrollan las primeras formas capitalistas en la agricultura y
en la industria. Este tránsito se produce de un doble
modo: el productor se convierte en comerciante; el comerciante se
convierte en productor. Los comerciantes se trasladan a la
campaña y allí operan en gran escala. La industria
nace en el campo y no en la ciudad como puediera pensarse, pues
el régimen gremial instalado en las ciudades
impedía al dinero capitalizado en la usura y el comercio
convertirse en capital industrial. El feudalismo no puede impedir
la difusión de la industria capitalista en el campo ni que
los trabajadores agrícolas, liberados por la
disolución del feudalismo, abandonen el campo y pasen a la
industria.

A la difusión de la industria se une un fuerte
progreso en la técnica productiva. El rápido
desarrollo de la división del trabajo en el proceso
productivo industrial y la cooperación son momentos
decisivos que elevan el rendimiento de la producción sobre
la base del trabajo libre en el primer período del
capitalismo.

Insurrecciones

  • 1357: La Jacquerie (París)

  • 13123-1328: Litoral flamenco

  • 1381: Inglaterra

Conclusiones

El feudalismo se caracteriza por una obligación
impuesta al productor para satisfacer ciertas demandas
económicas de un señor feudal, ya sea que estas
demandas tomen la forma de servicios a realizar o de obligaciones
a pagar en dinero o en especie. El productor directo está
en posesión de sus medios de producción y se ocupa
en la agricultura y en la industria casera rural como un
productor independiente. A diferencia del esclavismo su
relación con el propietario del medio de producción
fundamental (la tierra) es contractual y sus obligaciones
están regidas por estos contratos.

La decadencia del feudalismo estriba en su ineficacia
como sistema de producción para engendrar las riquezas
adicionales demandadas por el incremento de la población y
las exigencias de las clases poderosas. Cuando el mejoramiento
aplicado a la tierra no es más que un pretexto para una
mayor exación los incentivos de los siervos
desaparecen.

La Europa medieval experimentó un florecimiento
de la creatividad tecnológica y un dinamismo
económico que contrastan vivamente con la inercia del
mundo mediterráneo de la antigüedad. Es más,
las instituciones creadas durante la Edad Media sirvieron de
marco a la actividad económica hasta el advenimiento de la
era industrial.

El aumento de la producción gracias a las mejoras
tecnológicas permite el incremento del comercio,
fuertemente impulsado por las Cruzadas, que provoca el
florecimiento de las ciudades, el paso del cobro de los impuestos
y tributos en especie a su cobro en dinero. El feudalismo deja de
dominar con los siglos XIV y XV y la fase sucesiva, la que sigue
al primer capitalismo, es una especie de segundo nacimiento
contrarrevolucionario del feudalismo.

El florecimiento del feudalismo abarca los siglos IX al
XIII. Europa se fracciona en muchos reinos distintos, a menudo
sin una verdadera autoridad central.

Modo de producción
ESCLAVISTA

Modo de producción FEUDAL

Uso mano de obra esclava

Uso mano de obra de los siervos

Esclavo está ligado a su amo

Siervo está ligado a la tierra

Todo el producto pertenece al amo

El producto pasa al siervo y luego al
señor

Estancamiento tecnológico

Avance tecnólogico

Explotación agrícola:
villa

Explotación agrícola:
feudo

Poder centralizado en el Estado

Poder menos concentrado entre
señores

Amplia división social del
trabajo

Cuasi-desaparición de la división
social del trabajo

Base política y económica es la
ciudad

Base política y económica es el
campo

En ambas formaciones socio-económicas subsisten
elementos de la antigua comunidad primitiva, con la existencia de
tierras comunales suceptibles al uso de los hombres
libres.

La ciudad antigua es, ante todo, sede del Estado. La
agricultura es la actividad económica fundamental, y sin
bien la industria y el comercio pueden florecer por
añadidura, no es esta su función primordial. Las
ciudades no son centros industriales, como sí serán
las ciudades que se perfilan en los siglos XIV y XV. Estas
evolucionaron hasta convertirse en centros de
concentración de la industria, donde se verifica un
proceso de disociación entre las industrias artesanas y la
agricultura.

Apéndice

EL REINO DE LOS FRANCOS

Establecido en el centro estratégico de la Europa
medieval, entre el Loira y el Rin, el reino franco se mantuvo
más tiempo que los otros. Sin un sistema fiscal regular y
sin una burocracia permanente, también él
dependía para el mantenimiento del orden y la unidad de la
dudosa lealtad de los grandes nobles y de sus
vasallos.

La provincia de la Galia fue invadida a principios del
siglo V por visigodos, que ocuparon el sur y fueron expulsados
posteriormente por francos merovingios, asentados en el norte. El
rey merovingio Clodoveo consolidó el Estado gracias a su
conversión al catolicismo. La decadencia de la
dinastía merovingia dio paso al ascenso de los mayordomos
de Austrasia a principios del siglo VIII: Carlos Martel, vencedor
de los musulmanes en Poitiers, preparó el camino para la
coronación de Pipino el Breve, cuyo hijo Carlomagno
combatió a los lombardos de Italia en defensa de la
Iglesia de Roma y recibió la corona imperial el año
800 de manos del papa León III. El imperio
carolingio
se extendió por Alemania al este, Frisia al
norte y la Marca Hispánica al sur.

La división del imperio entre los tres hijos de
Ludovico Pío en 843, las invasiones de vikingos, magiares
y sarracenos y la fragmentación feudal provocaron la
decadencia del Estado.

La muerte de los tres hijos de Felipe IV sin
descendencia masculina permitió a Eduardo III de
Inglaterra reclamar el trono, pero los Estados Generales
proclamaron sucesor a Felipe VI de Valois, lo que provocó
la guerra de los Cien Años (1337). La guerra
comenzó con éxitos ingleses en Crécy y
Poitiers, pero la alianza con Castilla decidió el triunfo
para Francia. La segunda fase de la guerra comenzó a causa
del crecimiento de los grandes señoríos en
Occidente: el ducado de Borgoña, que desató la
guerra contra los reyes franceses de la dinastía Armagnac,
y la casa de Lancaster en Inglaterra, cuyo rey Enrique V de
Lancaster invadió Francia. El sentimiento nacionalista
francés, simbolizado por Juana de Arco, permitió la
victoria final de Carlos VII de Francia. Su sucesor Luis XI
derrotó al duque de Borgoña Carlos el Temerario,
anexionándose el ducado. La guerra concluyó en 1453
con la derrota inglesa, pero para entonces ya se había
desencadenado la guerra de las Dos Rosas entre las casas
de Lancaster y York. Triunfó esta última y fue
proclamado rey Eduardo IV.

Juana de Arco (Domrémy 1412 – Rouen 1431)
fue una heroína francesa. Era una humilde campesina de
apenas trece años cuando sintió que Dios le
pedía que acudiera a salvar a Francia, que estaba siendo
destruida en la guerra de los Cien Años. Al frente de las
tropas del delfín de Francia, futuro Carlos VII,
liberó en 1429 la ciudad de Orleans, sitiada por los
ingleses. Ese mismo año coronó rey a Carlos VII en
Reims. En 1430 fue hecha prisionera por los borgoñones,
que la entregaron a los ingleses. Sometida a juicio por
brujería, en el proceso quedó probada su fe
sencilla y sin malicia, pero mediante una artimaña fue
condenada a la hoguera, donde murió. La Iglesia
católica la rehabilitó (1456) y la canonizó
(1920).

Bibliografía
básica

  • Rondo Cameron, Historia
    Económica Mundial. Desde el Paleolítico hasta
    el Presente
    , Alianza Universidad Textos, Cuarta
    reimpresión 1996

 

 

Autor:

Jacqueline Laguardia
Martínez

 

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