Las enfermedades y las actitudes – Monografias.com
Las enfermedades y las
actitudes
Un alto porcentaje de las enfermedades que aquejan al
hombre tiene lo que llaman algunos médicos, "un
origen psicosomático". Aunque en el sentido acostumbrado
no se consideran causas de la enfermedad, podemos a su vez,
inferir que muchas de estas alteraciones de los procesos
fisiológicos y de la mente tienen su lugar y principio
común en las transgresiones, o lo que la religión
reputa como pecados -vocablo éste insólito y
arcaico que aparentemente no encajaría en la
concepción científica moderna. La frase se
mostraría como trivial y vacía para la
mayoría de las personas de nuestra sociedad
contemporánea, utilitarista y desacralizada-, errores esos
en que a diario caemos y cometemos gracias a su homónimo,
la ignorancia, lo que también afirmamos es su raíz.
Un libro hondamente respetado y leído por muchos de
nosotros, me refiero a la Biblia, así lo asevera, a la par
que similarmente muchos otros acreditados como sagrados y las
investigaciones más recientes han comenzado por
corroborarlo en cierta manera, mediante la observación
aguda que abre la investigación de la biología
molecular moderna y sobre todo desde el ámbito de la
mecánica cuántica.
Bajo un contexto axiológico, ahora tratemos de
encajar dentro de la emisión de esas tensiones agobiantes
de la mente tan deslustrados terminajos, tales como los deslices
de la conciencia y los delitos del corazón, quebrantos que
muchas personas juzgarían más bien propias de otras
áreas del saber y no de los espacios rigurosos de la
ciencia. Numerosas vehemencias comunes y cuotidianas, que afectan
directamente el Espíritu, son destructivas y nocivas para
nuestra armonía vital, así hablamos de las neurosis
emocionales o psicosociales nacidas del miedo, la inseguridad y
de sus precursores, el desamor virulento, las imprecaciones
infundadas, la ira desbocada, la codicia artera, el revanchismo a
ultranza, la urgencia cáustica de la venganza, la cual
emboza ciertamente el clamor de una "justa reparación" por
las acciones delincuenciales aniquiladoras que producen
desgarradoras y profundas llagas en familias enteras,
desmembrando y quebrantando sus cimientos. Pero también y
en correlación cómplice, como su motor, la
formación infantil distorsionada desde los informes
hogares y la escuela anacrónica, el hambre que desgarra y
lesiona el alma, la desocupación que hiere y humilla, el
desamparo del ente obrero míseramente remunerado por la
escalada injusta de la valoración del trabajo en un
régimen gubernamental decadente.
Por otro lado aparece el individuo capacitado que ha
logrado insertarse, muy seguramente por méritos y
formación académica, sacrificios, ahínco,
disciplina y tesón personales, como elemento provechoso y
generador de riquezas y empleo, convirtiéndose en un ente
productivo, pero que, prevalido de esa posición de
privilegio alcanzada, no dudará en buscar poder y afianzar
con incesante urgencia, cualesquiera bienes o insumos materiales
para él y los suyos, a despecho de la insuficiencias de
aquel desventajado que, llegada la ocasión, a su vez
únicamente le importará escalar posiciones ya sea
económicas o de supremacía, en una suerte de
emulación, arribismo nocivo que asegurará su
ventura y el de sus bienquistos cercanos. Esto origina una
vorágine consumista a ultranza creciente, ante la cual se
extravían la verdadera misión o meta trascendente
del individuo en este mundo.
Se causa gran fragilidad moral en el tejido social
cuando los estados devienen "en aparatos institucionales que en
lugar de ser las esferas de la justicia y la eticidad universal
descendieron al infierno del egoísmo universal y de la
primacía de los intereses privados por encima del
beneficio público" Ciertamente que la ceguera materialista
ha actualizado y perennizado la manipulación intencionada,
desde las cúpulas gubernamentales, la credibilidad y el
candor populares, para engañar demagógicamente a
los pueblos con el propósito de acceder o mantenerse en el
poder, enfrentando a las clases sociales, para conseguir
así servirse de éste o para favorecer a grupos
afines, todo lo cual genera, desde el punto de vista espiritual,
una capa poderosa de negatividad, singular amenaza de arteras
fuerzas sobre la sanidad del sujeto. Mientras pulía esto,
llegó la noticia del estado de salud del actual mandatario
venezolano. Evocaba por igual la agonía atormentada y
dilatada de Francisco Franco Bahamonde, (el tan mentado
Generalísimo Francisco Franco) allá por los
años de su muerte en el tercer cuarto del siglo pasado.
Los ecos de este ensayo y sus fulgores de verdad, en casos como
éstos, musitan silenciosamente sus razones en el tremor de
la Historia.
Ominoso es maltratar tanto a la naturaleza, la madre
Gaia, nuestro hogar irremplazable en esta materialidad,
sintiéndonos irracionales, prepotentes, sus amos y
dueños, en detrimento de la conservación del
hábitat y so pretexto de "explotar los recursos
naturales", paulatina y anárquicamente, alimentando su
burda y sistemática destrucción. Nuestra credencial
es que debemos satisfacer "necesidades diarias básicas" o
de "bienestar colectivo" a como dé lugar. Y en nosotros,
amortiguamos nuestras incidencias vivenciales, en abono de un
ilusorio placer, con la maceración alcohólica
abundante de nuestras vísceras y la invariable
obnubilación cerebral e, in crescendo, la concurrencia
secuaz de substancias adictivas evanescentes legalizadas o no,
lamentable consumo y sumisión alucinante y aniquiladora a
fétidos alcaloides esclavizantes y demás
súcubos e íncubos químicos de permanente
invención de la codicia y loca malicia, que destazan
procaces e impúdicos, en sibilina aniquilación
orgiástica, los cuerpos y los espíritus de sus
lisiadas víctimas. Más sutilmente, la
sórdida inducción de los imperios
farmacéuticos al uso oscuro, tirano y demoledor
igualmente, de fármacos de calaña aleve que,
prevalidos de la demencial maquinaria mercadotécnica y
similarmente a los precedentes prohibidos, producen derivaciones
altamente negativas en la salud, cual pantagruélico
ingenio que indudablemente es la génesis de serios
desórdenes en el hombre (pero también, y por sobre
todo, fuentes de inimaginables fortunas), En síntesis, en
esta sociedad contemporánea, cuyos mismos cimientos ya
está siendo seriamente cuestionados por las mentes
más lúcidas, esa gama de situaciones que alientan
la tecnocracia y el estilo de vida moderno y su aparataje
socio-económico actual, es una derivación
cómplice que emana del factor disonante: el desamor o lo
que es lo mismo, el frío materialismo en acción, en
todas sus múltiples y variantes facetas. ¡Ah, la
siempre presente tragicomedia humana que se renueva con turgentes
atavíos y tramas contemporáneas, cual recurrente
apología de Prometeo Encadenado, en la transitoriedad
temporal!
Intentemos ahora conectar las dos caras, la moral y la
material y buscar sus aristas comunes: la enfermedad es, en
efecto, un cambio de estado en las condiciones corrientes de
comportamiento de las funciones del cuerpo y nos percatamos de
ella usualmente cuando el sistema biológico afectado se
manifiesta por medio de sus señales y sus secuelas- dolor,
decaimiento, malestar, calentura, cambio de aspecto y de estados
de ánimo, etc. La medicina tradicional trata
entonces de eliminar o paliar primeramente los efectos de
aquellos síntomas. Si me duele el estómago,
por ejemplo, asumo que se debe a una bacteria o virus que
vivía oportunista y se despertó de pronto en mi
sistema y entonces ataco el síntoma con los
químicos adecuados que destruyen el "origen" de la
molestia y ya. El médico me ha examinado y explica que el
"helicobacter pylori es la bacteria que infectó el mucus
de su epitelio estomacal" probablemente por la ingesta de un
alimento contaminado y que tengo una úlcera
gástrica o una aguda inflamación. Me aconseja que
quizás deba dejar de ingerir ciertas grasas y bebidas
y alimentos peligrosos, ser más cuidadoso en la
manipulación de los comestibles y en mi higiene personal y
ya estamos. A lo mejor me insinúa que debo
preocuparme menos y llevar un régimen de vida menos tensa,
(advertencia harto abstracta e impracticable para muchos) y
que debo relajarme para reducir el estrés. Ese
diagnóstico está seguramente bien, desde el
punto de vista de los efectos, pero se va desvelando que la
enfermedad no procede de causas materiales; la materia y el
microorganismo agente solo son un medio, no la causa y hay
razones manifiestas que describen muy claramente el origen real
de los desórdenes del cuerpo y de la mente.
La causa de la enfermedad está en "cómo
el individuo interpreta aquella partitura de su
vida". Bach decía que "La enfermedad es un
conflicto entre la personalidad y el alma" es decir la
enfermedad es el fruto de una mala o incompleta ejecución
del trasunto vital armónico de cada sujeto, de la
melodía de su vida. Su aparición reproduce la del
fenómeno que ocurre en una banda elástica que es
sometida a un esfuerzo de tensión, es decir, cuanto
más la extendemos o deformamos y alejamos del estado de
reposo o equilibrio, (ya que dicha tensión se produce
mediante la acción del desliz o de las transgresiones),
es mayor la energía cinética o fuerza con que
trata de retornar a su estado normal (se genera y agudiza la
enfermedad). Por ello debemos entender a la enfermedad, la
fiebre y otras manifestaciones derivadas de ella, como una aliada
que nos advierte que estamos cometiendo un error y que hay que
corregirlo antes de que el muelle o banda elástica
-nuestra salud equilibrada- colapse al tensarse y llegar su
límite de elasticidad, si vale el término: las
deformaciones permanentes o el colapso total. Por lo tanto, la
enfermedad es una crisis y toda crisis deviene como
evolución, o al menos en una disyuntiva para el
espíritu y jamás debería ocasionar un
regreso al estado inicial, pues tiene una capacidad
transformadora. Es una oportunidad para repensar las actitudes,
para armonizar y reordenar las vibraciones e iluminar las
intenciones y ejecuciones, para una conciliación interior
que produzca en el mejoramiento interno propio. (1)
Esta singular correlación entre esas dos fuerzas
morales puede generalizarse a toda una sociedad. En un ensayo
sobre la política ecuatoriana llamado "Saudades
éticas en la política", hemos hablado de la
relajación de las buenas costumbres y de aquella
evolución moral deseada, siempre hacia arriba y hacia
adelante del ser y de los pueblos hacia zonas nuevas de
experimentación y de logros, pues lo otro presupone
empeoramiento y cristalización. De ahí que una
política corrupta enarbolada por líderes
atrabiliarios e inmorales produzca una sociedad igualmente
enferma, aunque aparente robustez externa. La decadencia moral
implica la enfermedad y muerte de los pueblos y de los imperios.
"El alma que peque, esa morirá" (Ezequiel: 18)
Nuestros organismos nunca actúan por
sí mismos, y su característica principal es la de
ser estructuras complejas inteligentes auto reproductoras, como
se puede demostrar al observar la materia inerte de un
cadáver en la cual la vida organizada se ha ausentado. Por
tanto las condiciones de salud o enfermedad humanas nacen de la
manifestación de la vitalidad y por ello se puede
inferir que el cuerpo "vive" primordialmente gracias a dos
atributos que llamamos conciencia (alma) y vida
(espíritu). La conciencia es, según su
definición académica, la propiedad del
espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales
y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta,
es el conocimiento interior del bien y del mal, la
aserción y comprensión reflexiva de las cosas del
espíritu y, constituyéndose en la quintaescencia
del triple cuerpo, es el alimento de aquel. Por tanto, la
conciencia se establece como nuestra capacidad de utilizar los
más elevados atributos de energía sutil que emanan
del pensamiento y de las obras positivas, para nutrir aquello que
constituimos fundamentalmente, el espíritu, y que nos
conecta con la fuente de la que todo procede: El Absoluto,
Brahma, Alá, Tao, Dios, o lo que los agnósticos
dirían el Cosmos; el nombre aquí es
irrelevante.
Esto del concepto ontológico de las cosas
es un tema fascinante y de mucha reflexión cuyo
análisis no es parte de este planteamiento, sin embargo
podemos decir que el Cosmos afecta e impresiona en el
comportamiento y evolución de todos los seres vivos,
pues también somos materia creada a su imagen y
semejanza y con las substancias procedentes de él (la
ciencia ortodoxa ya habla finalmente que nuestro origen
está en el Sol, que es la fuente energética que
recrea la vida). Estamos unidos a esta raíz como los
granos de arena a la playa. Esta conciencia nos ha permitido ser
los protagonistas más avanzado, avezados e infelizmente
más peligrosos de la naturaleza. Igualmente la
energía espiritual tiene gran influencia sobre nuestra
material como poder vital que comparte y domina nuestro cerebro y
sistema sensorial y nervioso. Otra vez Einstein
metafísico nos hace concurrir entre lo biunívoco de
la materia y la energía. La materia, nos dice, es una
concreción manifestada por la dinamia en movimiento al
límite, de la energía. Claro, la energía
espiritual trasciende las fronteras de lo einsteiniano y podemos
llegar a conocer que somos chispas divinas, creados a imagen y
semejanza de Dios, y que toda la Verdad está en el centro
de nuestro corazón, pero, para entender esto, tenemos
primero que conocernos a nosotros mismos. Así se deduce la
profundidad de la frase griega que se puede leer en el
frontispicio del antiguo oráculo de Apolo en Delfos:
"Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al
Universo y a los dioses".
Siendo que la enfermedad, como afirmamos, es
consecuencia de los tropezones en la ejecución del
arquetipo vital, es entonces casi siempre el enfermo
quien los ha cometido y el culpable de dichos
errores.
El origen de las enfermedades -dicen las
estadísticas– es en un 90% de carácter nervioso, un
9% tiene su génesis por traumatismos y por
radiaciones y finalmente un 1% por fallos de la naturaleza. En
concordancia con la cifras arriba indicadas, ya se ha comprobado
que los seres vivos somos cada vez más receptivos y
sensibles, por una creciente influencia que tiene el
Espíritu en la materia y el producto derivado de
éste: el pensamiento, sobre todo en la especie humana, por
la gran influencia que se irradia por el acceso individual a la
mente colectiva, la información universal que tenemos
ahora al alcance de casi todos y frecuentemente casi al instante,
y otros factores conexos, como la interrelación e influjo
global que puede decantar en una debilidad manifiesta del nicho
ecológico al que nosotros mismo hemos corrompido y en el
que vivimos y la influencia que ejerce en el sistema
nervioso y en el código genético (con las
mutaciones), lo que hace que se proliferen las enfermedades
contemporáneas de origen nervioso y autoinmunes,
cuya óptima recuperación se produciría
adaptándose consciente y ordenadamente a la
evolución. Las fuerzas del pensamiento pueden ser
altamente dañinas, ya que generan tensiones muy intensas
pues tienen una cualidad de imbuir "fractalidad", en el sentido
de auto semejanza y replicación cuántica
espacio-temporal, que va afianzando la labilidad del sistema a
nivel celular, en órganos enteros, tales como aquellas
afecciones del aparato digestivo y circulatorio. En
síntesis, la casuística médica y pruebas
controladas de laboratorio finalmente han demostrado que el
sistema inmunológico de humanos sometidos al
estrés y a la depresión, baja hasta un 90%, con lo
que los microorganismos externos tienen ocasión propicia y
casa abierta para invadir el cuerpo y enfermarlo: su real origen
es, entonces, la inarmonía espiritual. De allí que
aquello bíblico, "religioso y fantasioso" de que "ya se ha
pecado con sólo el pensamiento…" (el pensamiento
incorrecto) al desear lúbricamente a otro congénere
"ajeno", por ejemplo- no es simplemente una entelequia cristiana
sino que tiene su base científica: ahora lo vamos
entendiendo y procesando lentamente. Por ello, quien domina para
el bien el pensamiento y su personalidad –irremediablemente
llamado "ego"-, se ha dominado a sí mismo y puede entonces
conquistar el mundo. Ya lo decía Goethe:
"From every power that the world
enchains,
Man frees himself when self control he
gains" (*)
(*) De todos los poderes que le
encadena al mundo/El hombre se libera, cuando adquiere control de
sí mismo.
Hay asombrosos relatos y evidencias de inmunidad
"milagrosa" a las más infecciosas enfermedades y ambientes
insanos que únicamente se explican por la coraza
protectora de amor y altruismo que genera alrededor de sí
mismo el sujeto que hace de su actitud caritativa y su
pensamiento proactivo y afectivo instrumentos de servicio y
abnegación, como el de la piadosa albanesa Madre Teresa de
Calcuta, de ejemplar vida, el multifacético médico,
teólogo, músico y filósofo
franco-alemán de origen alsaciano Albert Schweitzer
-tío del ateo escritor Jean Paul Sartre-, que
dedicó enteramente su vida a aliviar el dolor de los
leprosos fang y bantúes de Gabón y tantos
médicos y misioneros sin fronteras, enfermeras
esforzadas, madres sacrificadas y gente solidaria
anónima cuyas actitudes y acciones honran la raza humana.
Muchas ONG´s contemporáneas y organizaciones
solidarias sin verdadero ánimo de lucro son otros de
tantos ejemplos que corroboran bellamente la exégesis que
aquí se esboza. Todos ellos han comprendido que dar es
entregar una parte de su yo interior y con ello los seres
magnifican su verdadera riqueza. Erik Fromm describe este
pensamiento en su libro: "El arte de amar":
"En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser
rico. No es rico el que tiene mucho, sino el que da mucho. El
avaro que se preocupa angustiosamente por la posible
pérdida de algo es, desde el punto de vista
psicológico, un hombre indigente, empobrecido, por mucho
que posea. Quien es capaz de dar de sí es rico.
Siéntese a sí mismo como alguien que puede entregar
a los demás algo de sí. Sólo un individuo
privado de todo lo que está más allá de las
necesidades elementales para la subsistencia sería incapaz
de gozar con el acto de dar cosas materiales. La experiencia
diaria demuestra, empero, que lo que cada persona considera
necesidades mínimas depende tanto de su carácter
como de sus posesiones reales. Es bien sabido que los pobres
están más inclinados a dar que los ricos. No
obstante, la pobreza que sobrepasa un cierto límite puede
impedir dar, y es, en consecuencia, degradante, no sólo a
causa del sufrimiento directo que ocasiona, sino porque priva a
los pobres de la alegría de dar."
El dar es una relación fundamentalmente
biunívoca, simbiótica, mutua, pues el recibir
implica un compromiso recíproco, no necesariamente hacia
el donador sino hacia otros individuos y muchas personas que
intuyen este concepto solidario prefieren, cómodamente, en
actitud acerada y timorata, no recibir ni "no deber a nadie", por
la obligación moral retributiva. Fromm nos
dice:
"Sin embargo, la esfera más importante del dar no
es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo
específicamente humano. ¿Qué le da una
persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso
que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente
que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está
vivo en él —da de su alegría, de su
interés, de su comprensión, de su conocimiento, de
su humor, de su tristeza—, de todas las expresiones y
manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar
así de su vida, enriquece a la otra persona, realza el
sentimiento de vida de la otra al exaltar el suyo propio. No da
con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha
exquisita. Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo
en la otra persona, y eso que nace a la vida se refleja a su vez
sobre ella; cuando da verdaderamente, no puede dejar de recibir
lo que se le da en cambio. Dar implica hacer de la otra persona
un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han
creado. Algo nace en el acto de dar, y las dos personas
involucradas se sienten agradecidas a la vida que nace para
ambas. En lo que toca específicamente al amor, eso
significa: el amor es un poder que produce amor; la impotencia es
la incapacidad de producir amor".
Una dolencia que es el talvez el mayor azote de nuestra
civilización, el cáncer, es considerada por algunos
sabios como una auto enfermedad, una realidad que es doloroso
aceptarla sobre todo por quienes la padecen y, a la par con el
esclarecido pensador anónimo, creador de una enorme
obra a la que he denominado "Humano Omega" y de la que mucho me
he nutrido para esbozar este trabajo, pido disculpas si alguien
que lo sufre o ya lo ha superado, se sienta aludido y dolido por
lo que voy a indicar a continuación, y en consuno
con el autor referido, solicito vuestra licencia, paciente
lector, pues estas reflexiones nacen con la sincera
intención de informar y ayudar, mas no de herir ni
inculpar, y por tanto encierra una profunda lección que
tengo la certeza va a llegar a los corazones de quienes la
asimile:
Voy a ser textual al transcribir lo que dice mi
preceptor al respecto del cáncer:
"Una célula, de repente, cambia su
funcionamiento. Ya no trabaja por el bien de la comunidad a la
que pertenece y empieza a trabajar para sí misma.
Sólo le importa su reproducción y su abastecimiento
de energía. Se multiplica sin límites hasta que
conquista uno o varios órganos y pone en peligro el
funcionamiento de todo el organismo.
"Pero, ¿cómo se origina?
"La célula se rige por el mecanismo del ser
unicelular e independiente que ésta es. Se comporta como
ser comunitario en contra de su tendencia natural, y lo hace
forzada porque debe compartir el espacio y los recursos con sus
compañeras, y por las fuerzas de cohesión del
organismo. Su abastecimiento de energía y de
oxígeno tiene la dosis justa para ella y se conforma con
ello bajo la presión de sus compañeras. Si en el
momento de reproducirse, la célula hija se encuentra en
una zona sometida a una excesiva tensión, y por ello a
condiciones extremas, en lugar de caer bajo las fuerzas de
cohesión de las células adyacentes, puede comenzar
a abastecerse tal como su tendencia natural le dicta. Pero si la
célula empieza a reproducirse a un ritmo mayor y el
abastecimiento no le falla, sus oncogenes (genes que participan
en el comportamiento cancerígeno) se despiertan y su
tendencia natural se dispara. Y esto puede ocurrir a
bebés y a adultos."
Observemos el paralelismo en la actitud celular con la
humana, en la cual el utilitarismo y el deseo patológico
de posesión son imperativos.
"Una persona sobrexcitada, sobrealimentada, con ansiedad
y cuyos hábitos de vida apoyen la tendencia celular, tiene
mayor probabilidad de generar un cáncer, pero el
equilibrio celular es delicado y a veces una situación de
estrés sobre un órgano que esté
desarrollándose o regenerándose, y en el momento en
que concurren varias circunstancias desfavorables, hace que una
sola célula se independice del organismo y comience su
propia batalla.
La enfermedad del cáncer es expresión de
nuestra época y de nuestra ideología colectiva.
Nuestra época está caracterizada por la
expansión implacable y la realización de los
propios intereses. En todos los aspectos de la vida, el ser
humano trata de extender sus propios objetivos e intereses sin
miramientos sobre las fronteras, establecer puestos
estratégicos para favorecer sus intereses y hacer
prevalecer exclusivamente sus ideas y objetivos utilizando a
todos los demás en beneficio propio
(parasitismo)".
Nuestra dinamia desordenada generada por la
energía metabólica que nuestra hormona tiroidea, en
concordancia con la adrenalina y noradrenalina, al servicio de
nuestros apetitos, produciría ignorantemente y a la final,
una suerte de apoptosis no controlada. El autor
continúa:
"Casi todos los humanos actuamos o deseamos como la
célula cancerosa. Consumimos como ella. Nuestros sistemas
de comunicación se extienden por todo el mundo, pero falla
la comunicación con nuestro vecino o con nuestra pareja.
Carecemos de interés por conocernos a nosotros mismos, y
nos centramos sólo en satisfacer nuestros deseos. Nuestro
objetivo es la expansión y el progreso. La ceguera del
hombre de nuestro tiempo es la misma que la ceguera de la
célula del cáncer. El ser humano, como la
célula cancerígena, también abusa explotando
a su medio: plantas, animales, minerales. Nos abastecen para que
podamos extendernos sobre toda la Tierra. NOS COMPORTAMOS COMO UN
CÁNCER."
Una buena parte de la humanidad vive en un entorno
forjado por una especie de burbuja biodinámica sui
géneris, que pretende aislarla del mundo circundante y
crea inconscientemente fantasías y pseudo valores en
ése su cómodo universo sociobiológico
virtual, en cuanto a la no percepción de la realidad y
dicha liviandad espiritual va cristalizando y endureciendo
paulatinamente su sensibilidad y predisposición primarias
al denominado servicio amoroso y a la ayuda solidaria. Esa sutil
y absurda levedad, impuesta por el progreso material, revela por
otro lado, una tendencia singular hacia una especie de
involución ética, aceptada en la modernidad en
forma estólida y conveniente, más bien como una
evolución de principios, que, puesta en movimiento,
produce irónicamente a su vez fuerzas semejantes
desafortunadas que decantan en `haceres" o episodios colectivos
errados y que constituyen el embrión de energías
motrices que actúan en nuestro "cuerpo de deseos" o
emocional, que alteran el equilibrio metabólico y dan paso
a la reducción del trabajo o acción de la
contraparte inmunológica a nivel celular. Los cuerpos
microscópicos encuentran un espacio de acción apto
para manifestarse. De allí la manifestación de las
enfermedades del organismo y del alma y muchas veces el
desencadenamiento de las epidemias.
Termina el autor diciendo:
"No basta con vencer el cáncer, además hay
que comprenderlo, para poder comprendernos a nosotros mismos. El
cáncer es nuestra gran oportunidad para ver en él
nuestros vicios mentales y equivocaciones. Por lo tanto,
intentemos descubrir los puntos débiles de ese concepto
que tanto el cáncer como nosotros utilizamos como
ideología." (2)
De tal suerte, sufrido y tolerante lector, que, por otro
lado, estamos convencidos de lo fundamental que es para nuestro
bienestar una actitud jovial y franca, espiritual, moral y
éticamente apegada a los valores universales del apropiado
vivir, en cualquier trabajo o actividad que desarrollemos, en
correspondencia con nuestra creciente necesidad de coexistir en
forma solidaria y de apoyo proactivo a causas comunes globales.
Si se impulsa y apoya la cooperación internacional digna
en la resolución de los grandes problemas
contemporáneos y el voluntariado humanitario solidario se
reactiva y robustece, todo ello nos impulsará a
evolucionar bajo los preceptos morales perennes, a elevar el
nivel ético de la sociedad, actualmente tan venido a
menos. Paralelamente se contribuirá al bienestar de la
colectividad y por cierto a reducir drásticamente los
enormes presupuestos nacionales dedicados a la salud y a la
prevención de enfermedades.
No caigamos en el demérito de que nuestros actos
sean privativos de nuestros intereses personales, sino que
actuemos según el mayor imperativo del deber, como una
prestación por el afianzamiento de lo bueno, lo verdadero
y lo justo y no con el propósito de que los demás
nos conceptúen como "buenas personas" o como una
recomendación para nuestro desarrollo moral, sino, cuando
para los otros, como un servicio afectuoso, sacrificado,
respetuoso y desinteresado, al sentir honestamente que esa ayuda
es necesaria para el hermano abatido. Si perseguimos estos
propósitos, y utilizamos la mejor medicina del mundo que
es el amor activo, seguramente habrá menos
aflicción.
Autor:
José Mejía R.
Quito, julio de 2011.
1ª. Rev: abril-2013
(1) Ref.: Humano- Omega
(2) Ibídem