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La falsa moral absoluta de los dirigentes de la Iglesia Católica (página 2)



Partes: 1, 2

Pero, ¿qué clase de moral es esa? La
contradicción es evidente, de manera que desde estos
planteamientos resulta absurdo guiarse por esa moral tan
incoherente. Aparte del absurdo general de estos textos referidos
a Yahvé, nos encontramos con el absurdo particular de que
en ambos –que ni mucho menos son los únicos- se
habla de ¡comer o de matar a niños, a niños
de pecho, a seres absolutamente inocentes! ¡Es
difícil imaginar una monstruosidad mayor y, sin embargo,
eso es lo que hace o manda hacer esa divinidad, tan sádica
si existiera! Veamos los textos mencionados:

1) "[Así dice el Señor todopoderoso, Dios
de Israel] Les haré comer la carne de sus hijos y de sus
hijas, y se devorarán unos a otros en la angustia del
asedio y en la miseria a que los reducirán los enemigos
que buscan matarlos"[32].

2) "Así dice el Señor todopoderoso:
[…] Así que vete, castiga a Amalec y consagra al
exterminio todas sus pertenencias sin piedad; mata hombres y
mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas,
camellos y asnos"[33].

b) De nuevo, en el texto que sigue, aparece el
Señor, Yahvé, como autor de salvajadas sin nombre,
como la de alentar el asesinato de muchachos, doncellas, ancianos
y ancianas de manera absolutamente despótica, impulsado
por un odio irracional. Es realmente imaginar y creer en la
existencia de un Dios de estas cualidades. Pero lo que es
más evidente incluso, al igual que en los casos
anteriores, es que esta conducta no puede atribuirse a
ningún Dios mínimamente relacionado con la bondad,
la justicia y la misericordia, aunque sí con quienes
escribieron esta sarta de mentiras para asustar al pueblo ante la
visión terrorífica de un Dios capaz de todo, al
margen de la inocencia o de la culpa de aquellos contra quienes
lanzaba su condena. ¡Qué ejemplo de bondad a seguir!
¡qué ejemplo de moral tan especial! No, no
podía ser un Dios quien defendiera esta forma de conducta.
Se trataba de quienes escribieron estas barbaridades con la misma
finalidad de asustar al pueblo a fin de seguir teniéndolo
controlado, convenciéndole de que Yahvé era
así, de que era un Dios colérico, despótico
y celoso, que hablaba a través de sus sacerdotes de forma
que éstos lo único que hacían era comunicar
al pueblo sus mensajes y sus órdenes, mientras que lo que
el pueblo debía hacer era obedecer a los sacerdotes como
transmisores de las órdenes divinas. Sin embargo, aunque
lo sucedido fuera por la línea indicada, lo cierto es que
la Iglesia Católica considera que la Biblia es la
¡palabra de Dios! Y que, por ello, los católicos no
pueden interpretar –en cuanto católicos- que las
fechorías sanguinarias de los ejércitos de Israel
fueran ordenadas por iniciativa de los sacerdotes que
dirigían al pueblo de Israel, sino que deben aceptar lo
que dice la Biblia y, por ello, que quien daba esas
órdenes tan crueles era el propio Yahvé. Y
así, dice el texto en cuestión:

"El Señor mandó contra ellos al rey de los
caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el
santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni muchacho ni doncella,
ni anciano, ni anciana: Dios entregó a todos en su
poder"[34].

c) En el texto siguiente nos encontramos de nuevo con la
ira divina expresada por el inspirado profeta Isaías, a
quien nada le importa decir de Dios que él ha decidido que
"al que encuentren lo atravesarán, al que agarren lo
pasarán a espada. Delante de ellos estrellarán a
sus hijos, saquearán sus casas y violarán a sus
mujeres". Es decir, Dios ordenando matanzas y violaciones. El muy
bárbaro no se conforma con la simple muerte, sino que dice
que "estrellarán a sus hijos […] y violarán
a sus mujeres", como si tales acciones pudieran ser buenas dentro
de una moral mínimamente asumible. Y cuando el inspirado
autor bíblico dice que el Señor "no se
apiadarán del fruto de las entrañas" está
llevando al extremo la absurda crueldad divina, que no se
compadece ni de los recién nacidos ni de los
todavía no-nacidos. ¡Qué hipócrita y
ridículo resulta ahora que los dirigentes de la secta
católica aparenten escandalizarse por los abortos de
embriones que todavía están lejos de poseer vida
humana, mientras que, al mismo tiempo, procuran ocultar las
crueles barbaridades que de hecho atribuyen a su Dios, al margen
de que hipócritamente procuren ocultar estos textos a sus
fieles!

Parece evidente que en aquellos tiempos el pueblo estaba
tan aterrorizado que era incapaz de pensar por sí mismo y
darse cuenta de que era inaceptable que su Dios hiciera o mandase
hacer barbaridades semejantes. Y, sin embargo, en teoría
éste es el mismo Dios contradictorio que luego
aparecerá como Jesús de Nazareth ordenando el amor
a Dios y el amor al prójimo. ¿Cómo es
posible que a la gente le resulte tan difícil darse cuenta
de semejante barbaridad y de semejante contradicción entre
ambas manifestaciones de una misma divinidad? Parece que la
patológica ambición de la clase sacerdotal ha sido
capaz de mantener en la ignorancia y de adormecer al pueblo, que
es fácilmente manipulable y prefiere creer lo que le dicen
los curas a tener que pensar por sí mismo para dirigir su
vida desde sus propias ideas, razones y conclusiones. Dice el
texto al que me refiero:

"Oráculo contra Babilonia que Isaías, hijo
de Amós, recibió en una visión: […]
El Señor y los instrumentos de su furia vienen desde una
tierra lejana, desde los confines del cielo; vienen para devastar
la tierra. Dad alaridos, el día del Señor se
acerca, vendrá como devastación del Devastador
[…] Al que encuentren lo atravesarán, al que
agarren lo pasarán a espada. Delante de ellos
estrellarán a sus hijos, saquearán sus casas y
violarán a sus mujeres. Pues yo incito contra ellos a los
medos […] sus arcos abatirán a los jóvenes,
no se apiadarán del fruto de las entrañas ni se
compadecerán de sus hijos"[35].

d) Se muestra a continuación una nueva
monstruosidad –o más exactamente varias- que los
sacerdotes judíos no tienen escrúpulos en poner en
boca de Yahvé amenazando con matar a todos los
niños y niñas que nazcan en ese lugar y con
dejarlos como estiércol o como pasto de aves y de bestias.
La amenaza es absurda en cuanto provenga de un supuesto Dios,
pero para los sacerdotes tiene mucho sentido, pues su control
sobre su pueblo les fuerza a tratar de impedir por todos los
medios que sus miembros se casen y tengan hijos con gentes de
otros lugres que adoran a otros dioses y que por esto mismo
podrían alejar de Yahvé a su descendencia para que
adorasen a otros dioses, lo cual implicaría especialmente
que dejarían de cumplir sus órdenes.

Pero de nuevo, como, según los dirigentes de la
secta católica, la Biblia es la "palabra de
Dios", en tal caso esa amenaza hay que considerarla como del
propio Dios y, por ello mismo, se puede constatar el abismo
existente entre Yahvé, el Dios del Antiguo
Testamento
, y Jesús, el Dios encarnado del Nuevo
Testamento
, a quien nuca se le ocurren atrocidades
semejantes –aunque las aplaza para "la otra vida"- y
además tan injustas, en cuanto los hijos e hijas no tienen
culpa alguna de lo que hayan hecho sus padres y sin embargo son
ellos quienes pagan con su vida y con un desprecio absoluto. El
texto dice así:

"El Señor me habló así:

-No te cases; no tengas hijos ni hijas en este lugar.
Porque así dice el Señor de los hijos e hijas que
nazcan en este lugar, de las madres que los den a luz y de los
padres que los engendren: Morirán cruelmente; no
serán llorados ni enterrados, sino que quedarán
como estiércol sobre la tierra; perecerán a espada
y de hambre, y sus cadáveres serán pasto de las
aves del cielo y de las bestias de la
tierra[36]

e) De nuevo el Señor ordena matar "sin
compasión y sin piedad", y matar a "a viejos,
jóvenes, doncellas, niños y mujeres". ¡Vaya
ejemplo de moral! Claro que lo que, si acaso, refleja este texto,
es el modo de ser y de actuar de los sacerdotes dirigentes del
pueblo de Israel de aquellos tiempos, un modo de ser belicoso,
violento y sin escrúpulos a la hora de matar, que
debía parecerse al de los demás pueblos, en cuanto
la lucha por la existencia de cada uno iba acompañada de
guerras feroces mediante las que se buscaba el exterminio del
pueblo rival o su reducción a esclavitud. Pero atribuir a
Yahvé la orden de matar de manera indiscriminada incluso a
los niños es una barbaridad que dice muy poco en favor de
esa divinidad de la que en otros lugares se dice sin embargo que
"es amor infinito". Pues menos mal que es amor.
¿Cuál habría sido su comportamiento si su
sentimiento hubiera llegado a ser de odio?:

"Y pude oír lo que [el Señor] dijo a los
otros:

-Recorred la ciudad detrás de él, matando
sin compasión y sin piedad. Matad a viejos,
jóvenes, doncellas, niños y mujeres, hasta
exterminarlos"[37].

f) Los siguientes pasajes tampoco tienen desperdicio
como ejemplos de la brutalidad de un Dios cuyo "amor infinito"
brilla por su ausencia. Pero de nuevo, según dicen los
dirigentes de la secta católica, nos encontramos ante "la
palabra de Dios". Y, de acuerdo con esa palabra, en el texto f1
Dios amenaza con estrellar a padres e hijos, y con aniquilar "sin
piedad, sin misericordia, y sin compasión".
¿Dónde se encuentra el amor y la misericordia
infinita de ese Dios al que siguen adorando los católicos
en las iglesias? Indudablemente este Dios déspota y cruel
nada tiene que ver con el Dios que en otros momentos ha defendido
incluso el amor a los enemigos. Es simplemente contradictorio con
él, pero los dirigentes de la secta procuran silenciar
esta contradicción. No sin motivos llegaron a incluir la
Biblia en el "Índice de Libros
Prohibidos".

Igualmente en f2 la crueldad del Dios colérico
del Antiguo Testamento aparece a lo largo de todo el
texto, pero de manera especial cuando a modo de castigo
Yahvé advierte a Moisés que si su pueblo no le
obedece…"comeréis la carne de vuestros hijos y de
vuestras hijas", y el resto de barbaridades que siguen a
ésta, sabiendo expresar el inspirado autor de este pasaje
aquello que más podría doler y repugnar a cualquier
persona con un mínimo de sensibilidad. Es evidente que un
Dios que amenaza de ese modo ni tiene sentido de la justicia ni
tiene sentimientos de compasión o de amor.
¿Qué clase de moral puede extraerse de tales
actuaciones supuestamente divinas? ¿Acaso una moral
absoluta? Sólo la "moral del odio absoluto".

Y, en f3, la simple amenaza del Señor de que
matará "a inocentes y culpables" es por sí misma
suficientemente clarificadora respecto a la absoluta amoralidad y
despotismo de ese Dios tan similar a cualquier tirano humano en
el que seguramente debió de inspirarse Ezequiel para
atribuir a Yahvé semejante comportamiento despótico
y al margen de cualquier moral desde el momento en que el Dios de
Israel dice que matará a inocentes y culpables.
¿En qué tipo de moral cabe una afirmación
similar, en la que abiertamente se coloque en un mismo lugar a
inocentes y a culpables? Y, de nuevo, ¿es ése uno
de los aspectos de la supuesta "moral absoluta" de los dirigentes
de la Iglesia Católica?

No obstante, conviene insistir en que, a pesar de que
los dirigentes de la secta católica dicen que la
Biblia es "la palabra de Dios", en realidad no es
más que la palabra especialmente inspirada de los autores
de estos escritos que reflejaban las actuaciones de aquellos
sacerdotes y profetas que sometían y dominaban a su pueblo
mediante un terror que alcanzaba sus cotas más altas
cuando se suponía que tales amenazas terroríficas
procedían del propio Dios, lo cual atemorizaba al pueblo
hasta el punto de someterse a lo que sus dirigentes quisieran
ordenarles.

Pero, con tales descripciones del supuesto proceder del
Dios judeo-cristiano, ¿qué clase de moral se
podría obtener? Es realmente asombrosa la pereza mental de
quienes rutinariamente siguen haciendo casos de los mensajes
vacíos e hipócritas del clero de esta secta, que se
escuda en que hay que saber entender la palabra de Dios y que eso
no lo puede hacer cualquiera sino sólo los dirigentes de
su Iglesia están preparados para alcanzar una
comprensión auténtica de la "palabra
divina":

f1) "Así dice el Señor. Voy a llenar de
embriaguez […] a todos los habitantes de Jerusalén.
Los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntos,
oráculo del Señor. Los aniquilaré sin
piedad, sin misericordia, y sin
compasión"[38].

f2) "Si a pesar de todo esto no me obedecéis y
seguís obstinados contra mí […]
Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas
[…] amontonaré vuestros cadáveres sobre los
cadáveres de vuestros ídolos y os detestaré
[…] os dispersaré entre las naciones y os
perseguiré con la espada
desenvainada"[39].

f3) "[Dijo el Señor] Dirás: Esto dice el
Señor: Aquí estoy contra ti; desenvainaré la
espada y mataré a inocentes y
culpables
"[40].

g) En los pasajes que siguen a continuación puede
observarse, a través de las actuaciones de Yahvé,
nuevas muestras de esa "moral absoluta" que en tantos momentos de
la Historia ha inspirado –y sigue inspirando- a los
dirigentes de la secta católica:

En g1, la crueldad de Yahvé, según la
presenta el autor, se presenta mediante la bárbara matanza
de 120.000 guerreros de Israel, cuyo delito es el más
grave para los sacerdotes dirigentes de su pueblo: Haber
abandonado a Yahvé, delito frente al cual todos los
demás tienen escasa importancia en cuanto no repercuten en
una merma del poder de los sacerdotes de Yahvé. En
cualquier caso una conducta tan bestial como ésta no la
superaría siquiera un monstruo como el mismo
Hitler.

¿Y es en estas formas de conducta donde hay que
encontrar un modelo de "moral absoluta"?

En g2 es igualmente el número de muertes el medio
del se valen los sacerdotes para aterrorizar al pueblo. El autor
del texto tuvo el atrevimiento de decir que finalmente Dios "se
retractó del mal que estaba infligiendo" a su pueblo y
ordenó el cese del castigo. Parece que el autor es
consciente de la ignorancia y credulidad de su pueblo, que no se
percatará del absurdo de afirmar que un ser perfecto como
Dios tuviera que retratarse de nada, en cuanto todo lo que
hubiera hecho sería una manifestación de su
absoluta perfección y en cuanto retractarse de una
acción presupone reconocer que previamente se había
actuado incorrectamente. Pero, como el pueblo no se da cuenta del
carácter antropomórfico de ese Dios que sus
sacerdotes le presentan, casi tiene motivos incluso para
agradecerle que se haya retractado y no le siga castigando. De
ese modo el pueblo tendrá más razones para dar
gracias a su Dios, que ha sido tan generoso con ellos que
sólo ha matado a setenta mil israelitas.
¡Gracias, Señor! ¡Te alabamos, Señor,
por no habernos matado a todos! ¡¿Cómo se
puede adorar y querer a un Dios que sólo infunde pavor
ante sus atrocidades tan déspotas, crueles y numerosas?!
¡¿Cómo fue posible que posteriormente se
calificase a ese Dios como "Dios del amor"?! ¡Hay que ser
cínico para tratar de presentar como una "moral absoluta"
aquellas formas de conducta que en teoría debían
tener su modelo en la conducta divina!

Pero, veamos los pasajes a que nos hemos
referido:

g1) "El Señor, su Dios, lo entregó [a
Ajaz] en poder del rey de Siria […] También lo
entregó en poder del rey de Israel, que le infligió
una gran derrota. En efecto, Pecaj, hijo de Romelías,
mató en un solo día ciento veinte mil guerreros
valerosos de Judá: todo por haber abandonado al
Señor, el Dios de sus
antepasados"[41].

g2) "El Señor envió la peste sobre Israel
y murieron setenta mil israelitas. Dios envió un
ángel para exterminar a Jerusalén. En pleno
exterminio el Señor se retractó del mal
que estaba infligiendo y dijo al ángel que exterminaba al
pueblo:

-Basta; que cese el
castigo"[42].

h) En el pasaje siguiente observamos una nueva barbarie,
aunque en este caso no por la cantidad de muertes, pero sí
porque de forma premeditada y fría se hace pagar con la
muerte de un recién nacido la supuesta culpa de su padre,
el rey David.

Es bastante probable que la explicación de este
pasaje consista en que, como los sacerdotes ya no tenían
el mando supremo de Israel, no podían condenar al rey
David y que, por ello, aprovechando quizá la muerte casual
de uno de sus hijos, inventaron la explicación
según la cual Dios se había cobrado con la vida de
este niño el pecado de su padre. Pero, desde luego, lo que
es inconcebible en una moral mínimamente asumible es que
el pecado de un padre lo pague el hijo, como si el hijo careciese
de valor propio y de dignidad, pensamiento que, por cierto, se
encuentra en la "cultura" israelita, desde el momento en que las
mujeres y los hijos se consideran propiedad del padre, pero que
sin duda diría muy poco en favor de la justicia de su
supuesto Dios Yahvé. En cualquier caso, los sacerdotes no
tienen escrúpulos en insultar a su Dios
presentándolo como un ser sin escrúpulos que decide
matar a un niño inocente como medio de castigar al
auténtico culpable. ¿Ésa es la moral
absoluta de que hablan los dirigentes de la Iglesia
Católica? ¡Vaya tomadura de pelo! Lo más
lamentable de todo es que haya gente que pueda seguir creyendo en
esta serie de barbaridades y que al mismo tiempo siga diciendo
que Dios es infinitamente bueno, misericordioso y justo. Dice el
pasaje en cuestión:

"David dijo a Natán:

-He pecado contra el Señor.

Entonces Natán le respondió:

-El Señor perdona tu pecado. No morirás.
Pero, por haber ultrajado al Señor de este modo,
morirá el niño que te ha nacido […] Al
séptimo día murió el
niño"[43].

i) Vemos a continuación dos ejemplos más
de barbarie en grado superlativo. En i1 nos encontramos con un
Dios lejano que castiga con la muerte por el simple gesto de
"mirar el arca del Señor". ¿Cómo este mismo
Dios iba a poder ser cercano en algún momento hasta el
punto de llegar a decir "dejad que los niños vengan a
mí"? ¡Cualquiera se acerca, después de esta
absurda represalia contra quienes habían mirado el
arca!

Sin embargo de nuevo puede encontrarse una
explicación de este pasaje: Los sacerdotes viven del
cuento. Son unos tiranos que basan su autoridad sobre el pueblo
de Israel en la comedia de hacerse pasar por intermediarios entre
Dios y su pueblo. Por ello, si el pueblo comienza a
familiarizarse con la visión del arca de la alianza, luego
pretenderá una aproximación mayor y llegará
un momento en que se preguntará: ¿Por qué
Yahvé sólo puede comunicarse con éstos que
nos mandan y no puede hacerlo directamente con todos nosotros de
un modo más directo? Así que para evitar que llegue
ese momento lo mejor es cortar de raíz y evitar desde el
principio la más mínima familiaridad del pueblo con
Yahvé o con lo que se relaciona de manera más
directa con él, aunque para evitarlo haya que matar a esos
setenta hombres que ingenuamente miraron el arca de la alianza.
¡Un Dios amor que mata a quien trata de aproximarse a
él, aunque sólo sea con la mirada a su arca de la
alianza! ¡Qué amor tan sublime! ¡Y que muestra
más sublime de "moral absoluta"! En efecto, se dice en
este pasaje:

i1) "El Señor castigó a la gente de Bet
Semes porque habían mirado el arca del Señor;
hirió a setenta hombres de entre ellos. El pueblo hizo
duelo por el gran castigo que les había infligido el
Señor"[44].

Algo similar le sucede a Uza, en i2, pero en cierto modo
peor, pues Uzá muere no por haber osado mirar el arca de
la alianza sino por haber actuado instintivamente pretendiendo
evitar que cayera al suelo y pretendiendo evitar que se rompiese.
Una acción que en cualquier moral se vería
positivamente, aquí se ve como un delito. Se trata
aquí de una "moral material" de carácter
absurdamente primitivo, muy alejada de la moral formal, mucho
más racional, en la que lo importante no es la
acción material en sí misma sino la
intención de su agente. ¡Vaya muestra de la "moral
absoluta", la moral de que hablan los dirigentes de la Iglesia
Católica!

Dice el pasaje en cuestión:

"Entonces el Señor se encolerizó contra
Uzá; lo hirió por haber tocado el arca con la mano,
y allí mismo murió delante de
Dios"[45].

j) En j1 podemos ver unos consejos morales que no son
especialmente edificantes, pero que conviene comentar por su
carácter contradictorio con aquellos otros en los que se
pide amar incluso a los enemigos. ¿Con cuál de
ellos nos quedamos, si ambos son palabra de Dios? El autor de
este pasaje tiene además la osadía de afirmar que
también Dios odia al malvado, pero ¿es
realmente compatible la idea de Dios como amor infinito con al
del odio al malvado? Pues no lo es, pero por mucho que lo fuera,
habría que tener en cuenta que, según se dice en
j4, el "Señor ha hecho todo para un fin, incluso al
malvado para la desgracia", de forma que este último
pasaje nos recuerda que tanto en el Antiguo Testamento
como en el nuevo se defiende la predeterminación
divina y, en consecuencia, la idea de que el malvado lo es porque
Dios así lo ha hecho y que, en consecuencia, no es
culpable ni responsable de nada. ¿Qué sentido tiene
entonces que Dios odie lo que él mismo ha creado? Pues, en
efecto, dice el texto en cuestión:

j1) "Haz bien al humilde y no des al malvado;
niégale el pan […] Que también el
Altísimo odia a los pecadores y se venga del
malvado"[46].

Sin embargo, en j2 se dice que Dios extermina a los
malvados, aunque los "malvados" estén predeterminados por
Dios a ser como son, según se dice en Proverbios:
"El Señor ha hecho todo para un fin, incluso al malvado
para la desgracia"[47]. No obstante, en general
suele suceder lo contrario: Los bondadosos suelen vivir y morir
en la miseria mientras que los llamados "malvados" son los
dueños del dinero, los explotadores, los que desprecian a
los pobres, los que viven en medio de todos los lujos humillando
a quien ni siquiera tiene recursos ni para comer. A pesar de
todo, dice el pasaje en cuestión:

j2) "El Señor protege a todos los que lo aman,
pero extermina a todos los
malvados"[48].

Finalmente en j3 se pone de manifiesto la omnipotencia
divina, que se encuentra por encima de todo, de su amor, de su
odio, de su misericordia. Se trata de un Dios que se encuentra
"más allá del bien y del mal", del que se dice que
tiene compasión de quien quiere, al margen de cualquier
mérito o de cualquier culpa, punto de vista defendido no
sólo por el Dios bíblico sino también
posteriormente por Pablo de Tarso y por el eximio "doctor
angélico", Tomás de Aquino. ¡Vaya ejemplo de
"moral absoluta"!

Dice el texto en cuestión:

j3) "Yo protejo a quien quiero y tengo compasión
de quien me place"[49].

k) El pasaje que se expone en k1 representa uno de los
más sádicos en que el propio Yahvé
manifiesta su sed de venganza contra Egipto, pueblo al que no
parece amar de un modo especial. Yahvé quiere "hacer
méritos" ante su pueblo para reforzar los motivos de su
primitiva alianza establecida con Abrahán y para ello
procurará que los judíos puedan salir de Egipto.
Pero no se le ocurre un modo mejor de hacerlo que dando muerte a
los primogénitos de Egipto, tanto humanos como animales,
que nada tienen que ver con la obstinación del
faraón.

Es evidente que quien comete un crimen así no
puede ser un Dios. Es evidente de nuevo que son los descerebrados
y sanguinarios escritores de este pasaje quienes idearon esta
absurda e injusta matanza divina, que debía servir
especialmente para que su pueblo admirase su poder –o el de
sus sacerdotes- y procurase serle fiel –o ser fiel a sus
sacerdotes- para que la ira de su Dios no se volcase contra
él.

Pero, ¿qué lección moral puede
extraerse de aquí, cuando no hay justicia ni para hombres
ni para animales, que nada tienen que ver con la
obstinación del faraón al no permitirles salir del
país? ¿Es esa serie de asesinatos injustos un
ejemplo de lo que debe ser una "moral absoluta"?
¡Cuánto cinismo debe de haber en quien pretenda que
así lo veamos!

Dice el texto correspondiente:

k1) "El Señor dijo a Moisés y a
Aarón en Egipto:

-[…] Esa noche pasaré yo por el
país de Egipto y mataré a todos sus
primogénitos, tanto de hombres como de animales.
Así ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses
de Egipto. Yo, el Señor"[50].

El mismo objetivo aparece en k2, aunque este pasaje
tiene algún matiz diferente. Aquí Yahvé, a
través de Moisés, extermina al ejército
egipcio, pero el pasaje se recrea en la descripción de la
sed de venganza satisfecha al recalcar que "no escapó ni
uno solo […] e Israel pudo ver a los egipcios muertos en
la orilla del mar. Israel vio el prodigioso golpe que el
Señor había asestado a los egipcios". ¿Es
este un ejemplo del amor a los enemigos del que se habla
especialmente en el Nuevo Testamento? Pero ni
había necesidad de venganza para que Israel
saliera de Egipto, ni mucho menos había necesidad de que
el propio Yahvé se vanagloriase por la muerte causada a
tantos egipcios y se regocijase ante el espectáculo de
destrucción y muerte de aquel ejército.
¿Qué clase de lección moral se presenta
aquí? ¿Es compatible con la doctrina que habla del
"perdón a nuestros enemigos"? Es sólo otro ejemplo
de esa clase tan especial de "moral absoluta" que los dirigentes
católicos dicen defender.

Dice el pasaje correspondiente:

k2) "Pero el Señor dijo a
Moisés:

-Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se
precipiten sobre los egipcios, sobre sus carros y su
caballería […] y así los arrojó el
Señor en medio del mar […] No escapó ni uno
solo […] e Israel pudo ver a los egipcios muertos en la
orilla del mar. Israel vio el prodigioso golpe que el
Señor había asestado a los
egipcios"[51].

l) De nuevo, en l1, el escritor de este pasaje presenta
a Dios como "fuego devorador", que "extermina", que "derrota" a
los enemigos de Israel como un modo de ganarse la fidelidad de su
pueblo ante la contemplación de su poder devastador. No se
habla para nada de un Dios universal cuyo amor se extienda a
otros pueblos distintos del suyo, del que por otra parte se
mantiene a distancia –por la sencilla razón de que
los sacerdotes no pueden obrar el milagro de hacer presente ante
el pueblo lo que sólo es una creación de su
maquiavélica fantasía para tener sometido al
pueblo-. El pasaje dice así:

l1) "Has de saber desde hoy que el Señor tu Dios
cruzará él mismo delante de ti como fuego
devorador; él los exterminará y los
derrotará ante ti. Tú los despojarás y los
aniquilarás rápidamente, como te ha dicho el
Señor"[52].

En el pasaje l2, su autor no tiene reparos en hablar de
la "ira", la "venganza" y el "rencor" de Dios contra sus
enemigos. ¡Vaya manera de predicar con el ejemplo, cuando
en otros momentos Jesús, que, según la secta
católica, se identifica con Yahvé, el Dios del
Antiguo Testamento, defiende a los pacíficos, a
los que perdonan, a los que aman incluso a sus enemigos! Pero a
estos autores no les importa el carácter contradictorio de
estas últimas cualidades con las anteriores, sino
sólo destacar aquéllas por las que pueden lograr la
fidelidad del pueblo por miedo a que Yahvé tome venganza
contra ellos en el caso de que se alejen de él. El texto
l2 no hace otra cosa que presentar una síntesis de estas
cualidades de Yahvé –o mejor de la cualidades con
que los sacerdotes lo describen-, que se reducen
básicamente a su carácter celoso y
vengativo en grado extremo, y a su rencor
contra sus enemigos, en total contradicción con el Dios
que perdona y con el Dios que ama y cuyo amor debería ser
incompatible con el rencor.

¿Qué clase de moral puede extraerse de
ejemplos como éste?

El pasaje dice así:

l2) "El Señor es un Dios celoso y vengador; el
Señor es vengador, su ira es terrible.
El Señor se venga de sus adversarios, guarda
rencor contra sus
enemigos"[53].

El texto l3 es similar al anterior, pero con la
barbaridad, que en tantas ocasiones aparece, de añadir que
Dios castiga la maldad de los que le abandonan "hasta la tercera
y la cuarta generación". Y así, Dios no sólo
se muestra como un ser sumamente vengativo, sino que
además es sumamente injusto al tomar venganza contra seres
absolutamente inocentes, que nada tienen que ver con la culpa de
sus antepasados –si es que tiene sentido hablar de culpa, a
pesar de haberse afirmado que todo está predeterminado por
Yahvé-. Pero, ¿por qué ese castigo que
alcanza a las generaciones que siguen a quien pudo haberle
ofendido en algún momento? Porque la sed de venganza de
Yahvé es tan fuerte no puede saciarse con la muerte del
ofensor sino que su ira tiene que recaer también en sus
hijos, en los hijos de sus hijos, en los hijos de los hijos de
sus hijos, y en los hijos de los hijos de los hijos de sus
hijos… ¿Por qué? Por la sencilla
razón de que en esos momentos los autores de la
Biblia todavía no habían tenido la audacia
de inventar el "Infierno", un lugar donde los muertos pudieran
resucitar para seguir sufriendo eternamente. Por ello
también a los buenos, aunque tampoco los sacerdotes de
Israel habían inventado todavía la vida eterna, se
les concede una larga vida y una descendencia numerosa como
sucedáneo de la inmortalidad de la propia vida. Pero de
nuevo hay que preguntarse, ¿la venganza, además de
ser absurda e injusta, es compatible con el supuesto amor
infinito de Dios? ¿Es ésta la "moral absoluta" de
los dirigentes de la Iglesia Católica?

Dice, en efecto, este pasaje en
cuestión:

l3) "No tendrás otros dioses fuera de mí
[…] porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios
celoso, que castigo la maldad de los que me aborrecen en sus
hijos hasta la tercera y cuarta
generación"[54].

m) En el pasaje siguiente –y en unos cuantos
más- se atribuye a Dios amor –a Jacob- y
odio –a Esaú-, pero ni en el texto ni en el
contexto se dice por qué Dios dispuso tal
discriminación. Lo que, en principio está claro es
que el hecho de que Dios odiase a Esaú resulta
contradictorio con las ocasiones en que los dirigentes de la
secta católica proclaman que Dios es amor, pues,
además de amor, es también odio,
sentimiento que es contradictorio con el anterior.
¿Cómo se come esto? Y, por lo que se refiere a los
motivos de Dios para odiar a Esaú, hay que decir que, como
consecuencia de la omnipotencia divina, no puede existir nada
ajeno al propio Dios que le determine a amar o a odiar, o a
realizar actividad alguna. Es su propia y exclusiva voluntad y no
los actos humanos la causa de sus sentimientos y de sus actos
libérrimos.

En cualquier caso las acciones o los sentimientos
divinos resultan tan contradictorios en una enormidad de
ocasiones que, sin duda ninguna, no pueden servir de criterio
para la fundamentación de una moral, y mucho menos de una
"moral absoluta".

Dice, en efecto, el texto correspondiente:

"Sin embargo, yo amé a Jacob, y
odié a Esaú: convertí las
montañas de Esaú en un erial y entregué su
heredad a los chacales del
desierto"[55].

n) Lo que tienen en común los textos siguientes
es que en ambos Dios rehúsa perdonar. En n1 se dice de
modo explícito que "el Señor no quiso perdonar", y,
en n2, que aunque ayunen, supliquen y ofrezcan holocaustos, el
Señor los exterminará; además, en este
pasaje –como en muchos otros- Yahvé va a castigar al
pueblo como tal, sin atender al hecho de que en el peor
de los casos, la responsabilidad moral, el mérito o la
culpa –en el caso de que existieran- serían
individuales y nunca colectivas. De nuevo nos encontramos
aquí con la contradicción entre el Dios del
Antiguo Testamento, celoso, colérico,
déspota, injusto, que en ocasiones como ésta no
perdona, y el Dios al que los dirigentes de la secta
católica consideran infinitamente misericordioso por lo
que en ningún caso "debería" dejar de perdonar, a
pesar de que este Dios también es contradictorio consigo
mismo porque, aunque se diga de él que es amor y
misericordia infinita, quienes esto dicen parecen no querer
enterarse de que un Dios que se cierra al perdón es
incompatible con un Dios del que se dice también que es
"amor infinito. Olvidan igualmente que los castigos de este "Dios
del amor", por mucho que se quiera olvidar, son mucho peores que
los del Dios del Antiguo Testamento, pues evidentemente
no puede haber un castigo mayor que el del fuego eterno del
Infierno
con el que castiga a quienes no creen en él.
¿Qué tendría que importarle que la gente
creyera en él o no? Si además, tal como dice la
doctrina católica, la fe la da el propio Dios,
¿qué culpa tiene nadie de creer o no? Se trata de
una nueva contradicción. Y son tantas que lo que parece
inexplicable es que haya gente todavía que siga tomando en
serio una ideología como la católica, que
más bien debería ser causa de una
investigación de los problemas psicológicos de
quienes siguen creyendo en ella, tan llena de contradicciones y
tan contraria a toda razón.

Dicen los pasajes a que me refiero:

n1) "Esto sucedió porque el Señor
había decidido expulsar de su presencia a Judá, a
causa de todos los pecados de Manasés […] El
Señor no quiso perdonar"[56].

n2) "Entonces el Señor me dijo:

-No intercedas a favor de este pueblo. Aunque ayunen, no
escucharé su súplica; aunque ofrezcan holocaustos y
ofrendas, no los aceptaré; con espada, hambre y peste los
exterminaré"[57].

Al margen de estos ejemplos divinos tan absurdos y
contradictorios, para terminar este apartado puede hacerse
referencia a algunas anécdotas que muestran de qué
modo la actuación de Yahvé en muchos casos es
contradictoria con sus propios mandamientos, supuestamente
entregados a Moisés, tal como sucede con el quinto, el
séptimo, el octavo y el noveno, como a continuación
se muestra:

En efecto, por lo que se refiere al quinto
mandamiento y al margen de las más que brutales
actuaciones del propio Yahvé a lo largo de casi todo el
Antiguo Testamento, tiene interés recordar la
matanza realizada por el pueblo de Israel contra los habitantes
que vivían en las diversas ciudades de la "Tierra
Prometida", matanza promovida por el propio Yahvé para
cumplir la parte que debía de su alianza, que tiene un
carácter cruelmente sanguinario por la muerte de todos los
habitantes de aquella tierra, incluidas, en el caso de
Jericó, las de los animales domésticos. Así,
respecto a la conquista de esta ciudad se dice:

"Sonaron las trompetas. Cuando el pueblo [de Israel]
oyó el sonido de las trompas, lanzó el grito de
guerra y las murallas de la ciudad se derrumbaron. Entonces el
pueblo asaltó la ciudad […] y se apoderaron de
ella. Y consagraron al exterminio todo lo que había en
ella, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas
y asnos, pasándolos a cuchillo
[…]"[58].

En principio un Dios omnipotente hubiera podido preparar
sin problema alguno una tierra fértil para su pueblo
escogido sin necesidad de tener que darle una serie de lugares
habitados a cuyos habitantes el pueblo de Israel tuviera que
matar para apoderarse de las tierras que Yahvé le
había prometido. Resulta difícil encontrar en este
pasaje y en muchos otros del mismo estilo, en los que el autor se
recrea enumerando a la serie de personas, jóvenes o
ancianas, hombres o mujeres, e incluso los distintos animales que
fueron pasados a cuchillo, algún aspecto edificante que
pudiera servir de modelo para una moral, absoluta o relativa. Si
acaso la moral de la jungla, pero mucho más
bárbara, cruel y sanguinaria.

Igualmente respecto a la conquista de Ay, se habla en
términos muy similares, remarcando de modo sádico y
como si se tratase de grandes proezas, que mataron a todos sus
habitantes, que ahorcaron al rey y que lo tuvieron colgado toda
la tarde:

"Cuando los israelitas acabaron de matar a los
habitantes de Ay en el campo y en el desierto hasta donde los
habían perseguido, y cuando todos hasta el último
cayeron a cuchillo todo Israel se volvió a Ay y pasaron a
cuchillo a sus habitantes. El total de hombres y mujeres muertos
fue de doce mil; todos los habitantes […] Hizo colgar de
un árbol al rey de Ay, y estuvo colgado toda la
tarde"[59].

¿Cómo puede ser que alguien encuentre en
este cruel relato sanguinario, tan vacío de la más
mínima compasión, alguna lección
moral?

¿Se encuentra aquí aquella "moral
absoluta" de que hablan los dirigentes de la Iglesia
Católica?

A continuación los habitantes de Gabaón
fueron a presentarse a Josué con algunas mentiras debidas
al temor a fin de que Josué les perdonase la vida, y
éste accedió, pero a condición de que
trabajasen para los israelitas[60]

Por su parte, Adonisédec, rey de
Jerusalén, se puso en contacto con otros reyes de la zona
para defenderse de los israelitas:

"Cuando Adonisédec, rey de Jerusalén, se
enteró de que Josué había conquistado Ay
consagrándola al exterminio […] y que los
gabaonitas habían hecho un pacto con Israel y estaban con
él, le entró mucho miedo […] Entonces,
Adonisédec, rey de Jerusalén, mandó decir a
Oán, rey de Hebrón, a Farán, rey de Yarmut,
a Yafía, rey de Laquis, y a Debir, rey de
Eglón:

-Venid y ayudarme a combatir contra Gabaón,
porque ha hecho un pacto con Josué y los
israelitas.

Y los cinco reyes amorreos […] subieron con todas
sus tropas, acamparon cerca de Gabaón y la
atacaron"[61].

A su vez, los gabaonitas fueron a pedir ayuda a
Josué y éste fue en su ayuda, de tal forma que muy
pronto

"Josué cayó sobre ellos de improviso
[…] El Señor los dispersó ante Israel que
les infligió una gran derrota en Gabaón […]
Cuando iban huyendo ante Israel […], el Señor hizo
caer sobre ellos una tremenda granizada […] y murieron
todos. Murieron más por las piedras de granizo que por la
espada de los israelitas. El mismo día en que el
Señor entregó a los amorreos en poder de los
israelitas, Josué se dirigió al Señor y
dijo:

-¡Sol, detente sobre Gabaón!

-¡Y tú, luna,

sobre el valle de Ayalón!

Y el Sol se detuvo y la Luna se paró hasta que el
pueblo se vengó de sus enemigos.

[…] El Sol se detuvo en el cielo y tardó
un día entero en ponerse. No ha habido un día como
aquél, ni antes ni después, en el que el
Señor haya obedecido la voz de un hombre, porque el
Señor combatía a favor de
Israel"[62].

Al margen de la matanza producida por los israelitas y
por el propio Yahvé, resulta sorprendente no sólo
el hecho de que el Sol y la Luna se detuviesen por orden de
Josué, sino sobre todo que el motivo de esta orden de
Josué, que el propio Dios obedeció, no fue otro que
el de ¡la venganza!, tal como se dice hacia el final del
pasaje citado. ¡La venganza como principio moral a la vez
que en otros momentos el perdón y la misericordia! Otro
ejemplo de absurda contradicción.

Acabada esta batalla, Josué ahorcó a los
cinco reyes de esos pueblos. Y la guerra
continuó:

"Aquel mismo día, Josué conquistó
Maquedá y la pasó a cuchillo, consagrando
al exterminio a su rey y a todos sus habitantes sin dejar ni
uno
[…].

Desde Maquedá Josué, con todo Israel, se
fue a Libná y la atacó. El Señor se la
entregó también con su rey, y pasaron a
cuchillo a todos sus habitantes sin dejar ni uno

[…].

De Libná fue a Laquis, la sitió y la
atacó. El Señor se la entregó, ellos la
conquistaron al segundo día y pasaron a cuchillo a
todos sus habitantes
[…]. Entonces Jorán, rey
de Guézer, vino para ayudar a Laquis, pero Josué lo
derrotó a él y a su pueblo sin dejar
supervivientes
.

De Laquis fue a Eglón, la sitió y la
atacó. La conquistó aquel mismo día, la
pasó a cuchillo
y la consagró al exterminio
con todos sus habitantes, como había hecho con
Laquis.

De Eglón subió a Hebrón y la
asaltó. La tomó y la pasó a
cuchillo
, lo mismo que a su rey y a todas sus ciudades
anejas con todos sus habitantes, sin dejar ni uno solo
[…].

Después, volvió contra Debir y la
atacó. La conquistó con su rey y todas las ciudades
anejas, pasando a cuchillo y consagrando al exterminio a
todos sus habitantes, sin dejar ni uno
solo
"[63].

Éste es posiblemente el pasaje de la Biblia en el
que la concentración de matanzas supera a cualquier otro.
Además, el autor se recrea y nunca se olvida de indicar
con orgullo la gran proeza de haber pasado a cuchillo a todos
sus habitantes sin dejar ni uno.
En ningún momento se
habla de un solo acto de compasión. La virtud esencial de
esta "moral" consiste en la falta de piedad, en el desprecio
más absoluto por la vida de quienes no pertenecen al
propio pueblo de Israel y en la falta de escrúpulos para
hacer la guerra contra esos pueblos que tuvieron la desgracia de
habitar en "la Tierra Prometida" cuando llegaron los israelitas a
arrebatársela con la excusa de que el Señor les
había dado esa tierra, lo cual les daba el derecho de
apoderarse de ella y el de exterminar a todos sus anteriores
habitantes "sin dejar ni uno solo".

Los ejemplos morales del propio Yahvé y de su
pueblo son realmente modélicos, pero no de una moral
humana y compasiva sino, si acaso, precursores de la no muy
lejana "moral hitleriana". En resumidas cuentas estos pasajes
están tan llenos de atrocidades que realmente no merecen
más comentario, sino todo lo más insistir en esta
misma pregunta de anteriores ocasiones:

¿Es éste un fiel ejemplo de la "moral
absoluta" a la que hacen referencia los dirigentes de la Iglesia
Católica?

Como resumen de las anteriores batallas se dice
luego:

"Josué conquistó toda la tierra: la
región montañosa, el Négueb, la Sefela y las
laderas, derrotando a todos sus reyes. No dejó ni un
superviviente
, sino que consagró al exterminio a
todos sus habitantes, como había mandado el Señor,
Dios de Israel"[64].

Y a continuación se sucedieron todavía
más batallas, matanzas y conquistas:

"Después se volvió, tomó Jasor y
pasó a cuchillo a su rey […] Pasó a
cuchillo a todos sus habitantes sin dejar ni uno
[…]
e incendió la ciudad […]

El Señor había decretado que todas estas
ciudades se obstinasen en atacar a Israel, para que así
fueran consagradas sin piedad al exterminio y
aniquiladas"[65]

El anterior texto sigue la tónica de los
precedentes por lo que se refiere a su carácter cruel,
sanguinario, implacable y sin compasión alguna. Pero a
estas características añade la de un refinamiento
hipócrita, cínico y demencial cuando su autor
escribe que Yahvé había predeterminado a esas
ciudades a atacar a Israel
para así tener un motivo
para aniquilarlas.

Pero, si la conducta de esas ciudades había sido
predeterminada por Yahvé, ¿qué culpa
podían tener sus habitantes? Evidentemente ninguna. Pero
el autor de este pasaje, de muy pocas luces, se atreve a
presentar esta explicación como si tuviera alguna
lógica, como si los habitantes de estos pueblos fueran
culpables por haberse comportado de acuerdo con los
planes divinos. ¡Vaya inspiración la que el
Espíritu Santo proporcionó al autor de esta
obra!

Y, de nuevo, la misma pregunta: ¿Qué
lección moral puede extraerse de todas estas matanzas
despiadadas en las que se incumplen a un mismo tiempo el
mandamiento de no matar y el de no robar? ¿Qué otra
cosa era la invasión de Israel de esa "tierra prometida"
sino un simple robo realizado con la excusa de que Dios le
había concedido esas tierras. Con excusas como ésa
uno podría arrogarse el derecho de apoderarse de todo el
planeta. Y, suponiendo que fuera verdad el absurdo de que Dios
les hubiera dado esas tierras, ¿qué
consideración habría tenido Dios con esos pueblos a
quienes condenaba a su exterminio? El hecho de que Yahvé
fuera "el Dios de Israel" podía aceptarse como normal en
una época en la que cada pueblo tenía su propio
Dios o sus propios Dioses, pero ¿qué clase de moral
podía ejemplificar un Dios tan sanguinario como el Dios de
Israel, tan lleno de desprecio hacia los otros pueblos y tal
carente de compasión?

Por lo que se refiere a los mandamientos séptimo
y octavo tiene interés hacer referencia a José,
hijo de Jacob
, quizá el mayor usurero de todos los
tiempos, que redujo a esclavitud a toda la población
egipcia, tal como puede leerse en
Génesis:

"José acabó acumulando todo el dinero que
había en Egipto y Canaán a cambio del trigo que le
compraban, y lo iba depositando en la casa del faraón.
Agotado el dinero en Egipto y Canaán, todos los egipcios
acudieron a José, diciéndole:

-Danos pan; ¿vas a permitir que muramos, porque
se nos ha terminado el dinero?

José les dijo:

-Si se os ha acabado ya el dinero, dadme vuestros
ganados y a cambio os daré trigo.

Trajeron a José sus ganados, y José les
dio alimentos a cambio de caballos, ovejas […] Pasado
aquel año, vinieron a decirle:

-A nuestro señor no se le oculta que se nos ha
acabado el dinero; también el ganado es ya de nuestro
señor; sólo nos queda por darle nuestro cuerpo y
nuestras tierras […] Cómpranos a nosotros y a
nuestras tierras a cambio de pan. Seremos esclavos del
faraón nosotros y nuestras tierras, pero danos simiente
para que podamos vivir y no muramos […]

Así adquirió José para el
faraón todas las tierras de Egipto […] y así
el país pasó a ser propiedad del faraón. De
este modo el faraón redujo a servidumbre [= esclavitud] a
todo el pueblo del uno al otro confín de Egipto [con la
excepción de las tierras de los
sacerdotes]"[66].

Lo más asombroso de esta historia es ver con
cuánta naturalidad y vanidad se cuenta, como si pudiera
encontrarse alguna virtud digna de elogio en la actitud de quien
redujo al pueblo egipcio y al cananeo a esclavitud respecto a su
faraón. Dice la Biblia en este
sentido:

– "[La sabiduría] tampoco desamparó al
justo José cuando fue vendido; sino que lo libró de
caer en pecado […] y le otorgó una gloria
eterna"[67],

– "…Ni nació hombre semejante a
José, jefe de sus hermanos, apoyo de su pueblo, cuyos
huesos fueron venerados"[68].

Desde luego y con ese ejemplo como modelo, los
dirigentes da la secta católica han podido encontrar un
apoyo muy ilustre para sus actividades usureras, tan rentables a
lo largo de los siglos y tan unidas al robo artificioso y
disimulado, presentándolo como "ayuda" que han ido
recibiendo de los diversos gobiernos que ellos apoyaban –de
acuerdo con las astutas instrucciones de Pablo de Tarso-, "ayuda"
que provenía de los impuestos injustamente
sustraídos al pueblo como pago al apoyo que ella
recibía de los gobernantes, siendo sus cómplices y
predicando al pueblo la obediencia y la sumisión a ellos.
Toda la inmensa riqueza amasada por los dirigentes de la secta
católica le ha dado un enorme poder económico que
no utiliza para ayudar a suprimir la miseria del mundo sino para
reinvertirla en nuevos negocios y para gastarla en suntuosos
palacios para el alto clero, despreciando a los pobres y
sirviéndose de ellos como coartada para aparentar
hipócritamente que hacen lo que pueden para ayudarles a
salir de la miseria, lo cual se encuentra a millones de
años luz de la verdad. ¡Qué lejos se
encuentra esa actitud de la Iglesia Católica del
pensamiento de Jesús y de la forma de vida de los primeros
cristianos, que supuestamente compartían todos sus
bienes![69] ¡Cómo pueden tener el
atrevimiento de presentarse como los grandes benefactores de la
humanidad! ¡Cómo puede haber gente tan ingenua que
siga creyendo en esta secta tan hipócrita, a pesar del
orgullo con que ostentan sus riquezas y a pesar de que
sólo se relaciona con gente igualmente poderosa por sus
"robos legales", por su especulación, por sus
crímenes contra los pueblos que dirigen –o digieren-
o por su explotación de los trabajadores!

¿Qué lección moral puede recibirse
de esa actitud sino la del culto al dinero y la del desprecio por
la gente, disfrazado de hipocresía y con gestos de
consternación y tristeza cuando tienen que representar su
teatro ante la sociedad?[70]

Por lo que se refiere al incumplimiento
simultáneo de diversos mandamientos, como en especial el
quinto, el séptimo y el noveno,
tiene especial interés hacer referencia al capítulo
bíblico en el que se narra el rapto de mujeres por parte
de la tribu de Benjamín, acción que en
ningún caso es presentada como un hecho moralmente
reprobable sino como una hazaña de la que los benjaminitas
podían sentirse especialmente orgullosos.

En relación con esta cuestión en
Jueces se cuenta cómo, a fin de ayudar a la tribu
de Benjamín para que tuviera mujeres, la comunidad
israelita, con la excusa de que no habían acudido a
Mispá, a la asamblea del Señor, envió tropas
contra Yabés de Galaad y pasaron a cuchillo a todos sus
habitantes, menos a cuatrocientas muchachas vírgenes para
dárselas a los benjaminitas. En este sentido, se cuenta en
Jueces:

"Entonces la asamblea [de Israel] envió doce mil
hombres de los más valientes, con esta orden:

-Id y pasad a cuchillo a todos los habitantes de
Yabés de Galaad, incluidas mujeres y niños.
Consagraréis al exterminio a todos los varones y a todas
las mujeres casadas, pero dejaréis con vida a las
vírgenes.

Así lo hicieron. Entre los habitantes de Galaad
encontraron cuatrocientas vírgenes que no habían
tenido relaciones con ningún hombre y las trajeron al
campamento de Siló, en la tierra de Canaán. Luego,
la asamblea envió mensajeros a los benjaminitas […]
para ofrecerles la paz. Los benjaminitas volvieron, y ellos les
dieron las mujeres supervivientes de Yabés de Galaad, pero
no había bastantes para
todos"[71].

A continuación los mismos benjaminitas,
aconsejados por el resto de Israel, raptaron más mujeres
en Silón para quienes no tenían todavía,
pues la tribu estaba a punto de extinguirse:

"Los ancianos de la comunidad se preguntaban:

-Las mujeres de la tribu de Benjamín han sido
exterminadas. ¿Qué haremos para procurar mujeres a
los que aún no las tienen? […]

Entonces decidieron esto:

-Está cerca la fiesta del Señor que se
celebra todos los años en Siló
[…].

Y dieron este recado a los de
Benjamín:

-Id y escondeos entre las viñas. Os
quedáis observando, y cuando veáis que las
jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las
viñas, os lleváis cada uno una muchacha de
Siló y os volvéis a vuestra tierra
[…].

Los de Benjamín lo hicieron así y tomaron
de entre las que bailaban aquellas que necesitaban;
después volvieron cada uno a su heredad, reconstruyeron
las ciudades y se establecieron en
ellas"[72].

Resulta asombroso que el autor de esta obra cuente estos
hechos con la mayor naturalidad, como si se tratase de acciones
plenamente justificadas y acordes con algún tipo de moral:
En la primera acción se pasa a cuchillo a toda la
población de Yabés de Galaad con la
excepción de cuatrocientas muchachas vírgenes que
son robadas para dejarlas a disposición de los
benjaminitas. Es cierto que a esa masacre se le da cierta
"justificación" relacionada con otros motivos de
carácter religioso, pero en cualquier caso es absurdo que
tanto esa justificación religiosa[73]como
la relacionada con proporcionar mujeres a la tribu de
Benjamín pudieran justificar la barbarie representada por
aquella bestial masacre y por aquel rapto.

¿Qué ejemplo de moral podía
extraerse de comportamientos como ése, de los que hay
tantos en la Biblia?

Además, al margen de lo anteriormente expuesto,
hay que tener en cuenta que aquí no se ha hecho, ni mucho
menos, una exposición detallada de los diversos ejemplos
bíblicos en los que se incumplen alegremente los
mandamientos de Moisés. Y, si a todos esos ejemplos se
añaden los innumerables crímenes de la secta
católica a lo largo de su amplia historia –guerras
de las cruzadas, imposición por la fuerza de la fe
cristiana, muertes y martirios provocados por la
Inquisición, exterminio de gran parte de la
población americana a partir de la llegada de Colón
por no haberse convertido al cristianismo, complicidad con
multitud de gobiernos tiránicos, opresores de sus
respectivos pueblos-, habría material para llenar toda una
biblioteca. Y así, desde la perspectiva de la conducta del
"pueblo de Dios" y desde la de la secta católica puede
verse que esta organización no es precisamente un modelo
ejemplar que pueda inspirar una moral de justicia, de libertad,
de solidaridad ni de ningún valor que no sea el de la
opresión, la avaricia, la crueldad, la soberbia, la
hipocresía y el robo compulsivo, con la excepción
de algunas personas que practicaron aquellos otros valores, pero
que olvidaron que su sitio no debía encontrarse junto a la
secta católica, que practicaba toda esa serie de
crímenes y cualquier actividad al margen de toda moral,
sino junto a todos aquellos que luchan por lograr una sociedad
más auténticamente justa y solidaria.

No obstante y a pesar de estos pésimos ejemplos
del Dios judeo-cristiano a la hora de tomarlo como ejemplo para
la construcción de una moral, y a pesar de los
pésimos ejemplos en la actitud de su pueblo a lo largo de
tantas ocasiones, hay en la Biblia una serie de
planteamientos que son realmente interesantes, en cuanto
defienden normas que resultan realmente positivas para lograr una
mejor convivencia entre las personas, al margen de que en
diversas ocasiones estas normas se defienden aplicadas
exclusivamente entre los miembros del pueblo de Israel y no a
cualquier hombre, sea del pueblo que sea.

Así, como ejemplos de estas normas morales, puede
hacerse referencia a las siguientes:

"Pero [Amasías] no mató a los hijos de los
asesinos, conforme a lo prescrito por el Señor en el libro
de la ley de Moisés: "No morirán los padres por
culpa de los hijos, ni los hijos por culpa de los padres. Cada
uno morirá por su propio
pecado"[74]

Esta norma representa un auténtico adelanto en la
moral israelita, hasta el punto de que se encuentra en
contradicción con la serie de ocasiones en que el propio
Dios castiga a los hijos de quien ha obrado en contra de sus
mandatos hasta la tercera o cuarta generación, y
en contradicción con la futura idea del "pecado original",
idea insensata que no aparece en el Antiguo Testamento,
a pesar de la absurda importancia que se le dio
posteriormente.

"Si ves el asno del que te odia caído bajo el
peso de su carga, no te desentiendas de él, ayúdale
a levantarlo"[75].

Aquí todavía no se llega a pedir al "amor
a los enemigos, pero ya hay cierto progreso con respecto a
momentos anteriores. No obstante, en Proverbios aparece
una referencia a la ayuda a los propios enemigos, pero no por
amor a ellos, sino, por el contrario, por un refinado sentimiento
de desprecio que aparece en la justificación de tal
actitud. Se dice, efectivamente en este libro:

"si tu enemigo tiene hambre, dale de comer,

si tiene sed, dale de beber;

así lo harás enrojecer de
vergüenza

y el Señor te
recompensará"[76].

Asombrosamente, el autor de esta reflexión
"moral" llega a decir como justificación última de
tal actitud "el Señor te recompensará", como si lo
moralmente esencial desde el punto de vista de las acciones
fueran las propias acciones materialmente consideradas y no la
intención con que se hacen.

En Levítico se adopta un punto de vista
muy avanzado respecto a las relaciones laborales entre el
"empresario" y el "trabajador", criticando la explotación
y el abuso:

"No oprimas ni explotes a tu prójimo; no retengas
el sueldo del jornalero hasta la mañana
siguiente"[77].

Este es el "pecado" en el que han incurrido y siguen
incurriendo las clases poderosas de todos los tiempos y
aquí los dirigentes de la secta católica han
actuado con la misma ambición que los capitalistas
más refinados, tanto cuando han explotado abiertamente a
sus propios trabajadores como también cuando no
sólo han callado y no han denunciado las injusticias del
capitalismo o las de los señores del feudalismo sino que
además han colaborado con los explotadores exhortando al
trabajador a resignarse y a someterse a la autoridad de su
explotadores, que trataban al pueblo como simples siervos o
esclavos, actitud que también defendían las leyes
de los israelitas y que siguió defendiendo Pablo de
Tarso.

Igualmente en Levítico se defiende al
menos el respeto a las reglas del juego por lo que se refiere a
la actitud que debía adoptarse en los juicios respecto a
la veracidad en las acusaciones o en la defensa:

"No procederás injustamente en los
juicios"[78].

Es una norma lógica, de sentido común,
para que la sociedad pueda confiar al menos en el funcionamiento
de unas leyes que rijan la convivencia. Lo malo es que las leyes
las hacen quienes detentan el poder, lo cual les permite hacer
leyes a su medida, leyes injustas que les benefician, con lo que,
por muy adecuadas que sean las normas para la correcta
realización de los juicios, el resultado siempre
será injusto, perjudicando siempre a los débiles
como sigue sucediendo en la actualidad.

Se defiende igualmente el amor al prójimo, tal
como posteriormente hará Jesús convirtiendo tal
mandamiento, junto con el del amor a Dios, en el resumen de su
moral. Una consecuencia lógica de tal precepto es el
rechazo de la venganza:

"No tomarás venganza ni guardarás rencor
a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu
prójimo como a ti mismo"[79].

Sin embargo, este anticipo importante de la moral de
Jesús, aparece restringido a "los hijos de tu pueblo", es
decir, a los israelitas entre sí mismos y, por otra parte,
se presenta como una norma especialmente cínica si se
tiene en cuenta la actitud de Yahvé respecto a su pueblo y
a todos los demás pueblos, pues, como se ha podido ver, su
cólera, sus ansias de venganza y sus matanzas tanto contra
su propio pueblo como contra los demás son especialmente
memorables. Y, por lo que se refiere a su segunda parte,
"amarás a tu prójimo como a ti mismo", aunque
suponga un avance especialmente importante, que además es
el anticipo de la norma que aparece en Jesús, tiene
también un carácter restringido y referido
exclusivamente a los miembros del pueblo de Israel y no a todos
los hombres.

También en Tobías aparecen
pasajes que implican un avance moral, como, por ejemplo, el
siguiente:

"Da tu pan al hambriento y tu ropa al
desnudo"[80],

o también:

"no hagas a nadie lo que a ti te
desagrada"[81],

pero también estos pasajes hay que entenderlos
dentro del contexto de la sociedad de Israel, pues unos momentos
antes había defendido un punto de vista racista y clasista
al escribir:

"Cásate con una mujer de la estirpe de tus
padres. No te cases con una mujer extranjera, o que no sea de la
tribu de tu padre"[82].

Así mismo en Eclesiástico
aparecen ejemplos de planteamientos morales similares hasta
cierto punto a los de Jesús, como el siguiente:

"Perdona a tu prójimo la ofensa, y cuando reces
serán perdonados tus
pecados"[83],

pero todavía el autor de
Eclesiástico tiene una actitud misógina
especialmente exagerada, como cuando escribe:

"Toda maldad es poca junto a la de la mujer;
¡caiga sobre ella la suerte del
pecador!"[84]

Todavía tendrán que pasar bastantes
años hasta que Jesús llegue a defender, al menos en
apariencia, una moral de la fraternidad universal, cuando
proclame:

"Amad a vuestros enemigos y orad por los que os
persiguen"[85],

y digo "en apariencia" porque esa exhortación en
el fondo nada significa en cuanto va contradictoriamente
acompañada del castigo eterno del Infierno para esos
enemigos, lo cual no es otra cosa que un aplazamiento de la
venganza más absoluta, de forma que el amor por ellos
será, efectivamente, pura apariencia.

Respecto a lo que pudiera considerarse como un aspecto
del amor a los enemigos, también en
Levítico se dice:

"Si un emigrante se instala en vuestra tierra lo
amarás como a ti mismo, pues también vosotros
fuisteis emigrantes en Egipto"[86].

Esta norma representa un progreso moral en el sentido de
alentar la idea de no ver al extranjero como a un enemigo sino
como a un hombre con igual valor que el israelita, aunque
sólo en la medida en que se instale en la tierra de Israel
y no simplemente por tratarse de un ser humano, al margen de que
sea un emigrante. Por ello, un auténtico progreso moral
respecto a la relación con el prójimo o con el
emigrante habría implicado entre otras cosas un trato de
igualdad y, en consecuencia, el rechazo a la esclavitud, pero
mientras éste no se produjera cualquier relación
era y es en el fondo una relación asimétrica entre
dominante y dominado, entre amo y esclavo, en lugar de ser la de
una colaboración fraternal entre iguales.

En definitiva, cuando los dirigentes católicos
hablan de una "moral absoluta" o bien no saben de qué
hablan o sólo pretenden conseguir que la gente se someta
al cumplimiento incondicional de sus órdenes y
consignas, proclamando, al igual que los antiguos sacerdotes de
Israel, que tales normas provienen de Dios –de ahí
derivaría, según ellos, su carácter de
"moral absoluta"- deslegitimando las leyes políticas que
no se amolden a dichas normas cuanto sus gobernantes no les
compensen económicamente y con otros privilegios por
mantener la boca cerrada. Y por ello, cuando hablan de una "moral
relativista", se refieren a toda moral que no siga las doctrinas
que ellos pretenden imponer, no porque tales doctrinas les
importen de un modo especial sino porque desde tiempo inmemorial
los miembros de la "clase sacerdotal", al igual que las de los
antiguos hechiceros, han tratado de ocupar el poder
político o al menos en simbiosis con quienes lo detentan,
presentándose como "enviados del Altísimo" para
conducir a la sociedad "por la senda del bien" -sospechosamente
coincidente con la de su propio enriquecimiento-, como si
realmente estuvieran en constante comunicación con "su
Dios" y, en consecuencia, tuvieran una "sabiduría moral"
superior a la del resto de los mortales, aunque lo cierto es que
buscan el poder y las riquezas por encima de todo, como
consecuencia de su patológica ambición.

Los verdaderos intereses de los dirigentes de la Iglesia
Católica se perciben con mayor claridad cuando se observan
sus auténticas ocupaciones, preocupándose por
asuntos tan triviales como las fiestas del pueblo, las
procesiones, las diversas ceremonias, las constantes peticiones
de limosnas y de herencias a "sus fieles" y de privilegios a las
autoridades políticas, pero desentendiéndose de
problemas tan serios como el de la explotación de los
trabajadores y como la serie de muertes que se producen en el
tercer mundo como consecuencia de la rapiña del primero
–dentro del cual se encuentran los propios dirigentes de la
Iglesia Católica- y de despreocupación por la
solidaridad, por temor a tener que ser ella quien predique con el
ejemplo, desprendiéndose de sus incalculables riquezas
para obrar de acuerdo con lo que predica, luchando por una
sociedad más justa.

 

 

Autor:

Antonio García
Ninet

[1] I. Kant: Fundamentación de la
metafísica de las costumbres, p. 100. Aguilar, Buenos
Aires, 1968.

[2] Ibidem.

[3] I. Kant: Fundamentación de la
metafísica de las costumbres; Aguilar, Buenos Aires,
1968, p. 77.

[4] B. Spinoza: Ética, III, Propos.
IX, Escolio.

[5] Génesis, 28:20.

[6] Deuteronomio, 8:1.

[7] Romanos, 15:32. En este mismo sentido se
dice en el Antiguo Testamento: “[Judas Macabeo]
actuó recta y noblemente, pensando en la
resurrección. Pues si él no hubiera creído
que los muertos habían de resucitar, habría sido
ridículo y superfluo rezar por ellos” (2 Macabeos,
12: 43-44).

[8] Juan, 3:14-15.

[9] Pablo de Tarso: Carta a los
Gálatas, 1:16.

[10] Lucas: Hechos de los apóstoles,
3:19.

[11] Mateo, 19:17.

[12] Epicuro: Carta a Meneceo.

[13] Epicuro: Carta a Meneceo.

[14] D. Hume: Investigación sobre los
principios de la moral, sección 1ª. Ed. Aguilar.
Madrid. 1968.

[15] D. Hume: O. C., & 46.

[16] D. Hume: O. C., p. 159.

[17] D. Hume: Tratado de la naturaleza
humana, p. 413. Editora Nacional, Madrid, 1977.

[18] Ibídem.

[19] Ibidem.

[20] Tratado de la naturaleza humana, p.
414.

[21] O.C., p. 415.

[22] O.C., p. 416.

[23] O.C., p. 455.

[24] Tratado…, p. 457.

[25] D. Hume: Tratado de la naturaleza
humana, p. 469-470.

[26] B. Russell: Por qué no soy
cristiano, p. 68-69. EDHASA, Barcelona, 1979. La cursiva es
mía.

[27] F. Nietzsche: Más allá del
bien y del mal, parág. 108.

[28] F. Nietzsche: Así habló
Zaratustra, “De las transformaciones”.

[29] Ibídem.

[30] Éxodo, 21:24; Levítico,
24:20.

[31] Mateo, 13:49-50. Otros textos similares
se encuentran en Mateo, 8:12 y en Mateo, 13:41-42.

[32] Jeremías, 19:9.

[33] 1 Samuel, 15:3.

[34] 2 Crónicas, 36:17.

[35] Isaías, 13:1-18.

[36] Jeremías, 16:1-4.

[37] Ezequiel, 9:5-6:

[38] Jeremías, 13:13-14.

[39] Levítico, 26:27-33.

[40] Ezequiel, 21:8. La cursiva es
mía.

[41] 2 Crónicas, 28:5-6.

[42] 1 Crónicas, 21:14. La cursiva es
mía.

[43] 2 Samuel, 12, 13-18.

[44] 1 Samuel, 6:19.

[45] 1 Crónicas, 13:10.

[46] Eclesiástico, 12:5-6.

[47] Proverbios, 16:4.

[48] Salmos, 145:20.

[49] Éxodo, 33:19.

[50] Éxodo, 12:1-13.

[51] Éxodo, 14:26-31.

[52] Deuteronomio, 9:3.

[53] Nahum, 1:2. La cursiva es
mía.

[54] Éxodo, 20, 3-5.

[55] Malaquías, 1:2-3. La cursiva es
mía.

[56] 2 Reyes, 24, 3-4:

[57] Jeremías, 14:11-12.

[58] Josué, 6:20-21.

[59] Josué, 8:24.

[60] Josué, 9:1-27.

[61] Josué, 10:1-5.

[62] Josué, 10:9-14. La cursiva es
mía. Recordemos además que este pasaje fue el que
estuvo a punto de provocar la muerte de Galileo por haber
defendido el heliocentrismo, pues, según este pasaje,
era el Sol el que se movía y el que se detuvo por orden
de Josué, por lo que le heliocentrismo era una
herejía contra las sacrosantas palabras de la Biblia.
Por suerte, Galileo tuvo el sentido común suficiente
como para abjurar de su “herejía”,
reconociendo su error, y se comprometía a no volver a
explicar una doctrina semejante. A pesar de todo, fue condenado
a reclusión domiciliaria durante el resto de su
vida.

[63] Josué, 10:28-39. La cursiva es
mía

[64] Josué, 10:40. La cursiva es
mía.

[65] Josué, 11:10-20. La cursiva es
mía.

[66] Génesis, 47:14-22.

[67] Sabiduría, 10:13.

[68] Eclesiástico, 49:15.

[69] “El grupo de los creyentes
pensaban y sentían lo mismo, y nadie consideraba como
propio nada de lo que poseía, sino que tenían en
común todas las cosas […] No había entre
ellos necesitados, porque todos los que tenían hacienda
o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido,
lo ponían a los pies de los apóstoles, y se
repartía a cada uno según su necesidad”
(Hech., 4:32). También en Hech., 5:1-5:11.

[70] De forma anecdótica tiene
interés hacer referencia a Jacob, que incumple el
séptimo y el octavo mandamiento con el
beneplácito de Yahvé, como puede comprobarse en
Génesis, 27:1-46 y en Génesis, 30:37-42.

[71] Jueces, 21:10-14.

[72] Jueces, 21:16-23.

[73] Jueces, 21:5-11

[74] 2 Crónicas, 25:4.

[75] Éxodo, 23:5.

[76] Proverbios, 25:21-22.

[77] Levítico, 19:13.

[78] Levítico, 19:15.

[79] Levítico, 19:18. La cursiva es
mía.

[80] Tobías, 4:16.

[81] Tobías, 4:15.

[82] Tobías, 4:12.

[83] Eclesiástico, 28:2.

[84] Eclesiástico, 25:19.

[85] Mateo, 5:44.

[86] Levítico, 19:33-34.

Partes: 1, 2
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