La Guatemala de Jacobo
Arbenz[1]
Sucediendo al expresidente reformista Juan
José Arévalo, el electo presidente de Guatemala
Jacobo Arbenz (1950-1954) por el Partido
Revolucionario Guatemalteco, se dispuso iniciar con un
programa político y económico de tintes reformistas
en su país. En aquél proyecto se encontraba la
eventualidad de una reforma agraria que liberaría
al campesinado guatemalteco de la presión cuasifeudal de
los grandes latifundistas del pequeño Estado
centroamericano.
Había un amplio consenso en la
población acerca del proyecto de Arbenz, pero un fuerte
rechazo de compañías transnacionales extranjeras
que veían sus intereses puestos en jaque por la nueva
administración. Concretamente la United Fruit Company
(UFC), de capitales norteamericanos, que se dedicaba a
exportar bananas del país hacia los EEUU, veía en
el nuevo mandatario un freno a sus intereses
comerciales.
Empero el proyecto de Arbenz era bastante
moderado. Contemplaba la expropiación de tierras ociosas
de grandes latifundistas para dárselas a los campesinos y
una indemnización a las personas físicas o
jurídicas afectadas por la expropiación.
Consciente de la endeble
fiscalización del Estado guatemalteco sobre las
tributaciones de las grandes compañías extranjeras,
en una maniobra muy audaz, Arbenz se dispuso a pagar la totalidad
de lo que la empresa UFC creía que valía sus
utilidades.[2] Pero la administración
norteamericana de Dwight Eisenhower, dando lugar a la
queja de la UFC, acusaría al presidente guatemalteco de
cometer un atropello al tomar en serio los libros de contabilidad
de la UFC, reclamando una indemnización veinticinco veces
más elevada que la propuesta. Paralelo a ello, el
Secretario de Estado estadounidense redoblaría la apuesta
acusando a Arbenz de "comunista", actitud incompatible
con el "concepto americano de libertad".
En un contexto internacional de fuertes
tensiones ideológico-políticas en torno a la
Guerra Fría, las políticas reformistas
guatemaltecas no podrían haber escogido peor momento para
suscitarse.
A principios de 1954 el programa de la
reforma agraria es aprobado por el Congreso de
Guatemala. Los EEUU finalmente decidirían por intermedio
de la CIA, armar a las tropas del Coronel guatemalteco
Carlos Castillo Armas, exiliado en Honduras, junto con
otros contrarrevolucionarios para hacer frente a
Arbenz.
Para tener una base jurídica
más sólida, los EEUU insistirían en la X
Conferencia Interamericana de Caracas en 1954, adoptar una
resolución anticomunista que, aunque no
mencionaba a Guatemala, no dejaba dudas en cuanto a la
intencionalidad de los norteamericanos de dirigirla hacia ella.
En la Conferencia, el Canciller de Guatemala Guillermo
Torriello, tomó la palabra para explicar el rechazo a
la resolución anticomunista que iba dirigida contra la
soberanía guatemalteca. Después de los aplausos
encendidos en la sala, los delegados votaron a favor de la
resolución yankee. Y es que pesaba más para los
países de la zona las relaciones comerciales con los EEUU
que el apoyo político al país centroamericano.
Sólo México y la Argentina se abstendrían de
votar en nombre del principio de no
intervención.[3] El voto de Guatemala
sería el único contrario a la
resolución.
Según declaraciones de los delegados
latinoamericanos a la hora de explicar sus votos, exponían
que la resolución tenía una aplicación
general, sin referencias de un caso específico. Pero solo
los ingenuos, como bien dice Boersner, podían ignorar que
la resolución se refería al caso guatemalteco. Los
gobiernos latinoamericanos le habían dado la espalda a
Guatemala.
Para mayo de 1954, los EEUU habían
orquestado todo un show para derrocar a Arbenz. A través
de la CIA, harían llegar un buque con armas a las costas
guatemaltecas y así acusar a Arbenz de recibir armas desde
Checoslovaquia para armar milicias obreras y campesinas y llevar
a cabo la dictadura marxista.
Guatemala, previendo lo peor,
intentaría recurrir al Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas y al Comité Interamericano de Paz para denunciar
las amenazas de intervención desde Nicaragua y Honduras.
Pero los organismos dieron un espaldarazo a Guatemala aduciendo
que se tenían que agotar los recursos regionales en
primera instancia. "Guatemala quedó a merced del
sistema interamericano dominado por los
EEUU."[4]
Un adiestrado y armado Cnel. Armas
más elementos de la extrema derecha centroamericana,
invaden Guatemala. Con ayuda de aviones norteamericanos que
llevaban a cabo una guerra psicológica piloto en Ciudad de
Guatemala, sitian a Jacobo Arbenz. Durante la invasión,
incluso, se transmitía propaganda radiofónica que
emitía falsos informes donde estamentos de la
población se unían a la revolución popular.
Las FFAA guatemaltecas desertan, y Arbenz renuncia pidiendo asilo
diplomático en México.
El embajador norteamericano John
Peurifoy, que había organizado a los militares
contrarios a Arbenz en la misma capital, sería el
encargado de, revólver en mano, desalojar al popular
político de su puesto y cederle el asiento a
Armas.
En conformidad con el espíritu tenso
y represivo de la guerra fría, los EEUU
doblegarían a su Estado vasallo en su totalidad,
demostrando que no tolerarían en su patio
trasero, algún tipo de desafío a sus intereses
económicos y estratégicos. Pocos podrían
haber augurado una revolución cubana cinco años
después en las narices de los EEUU, que en 1960
expulsaría a la UFC de su territorio en confraternidad con
los guatemaltecos.
Autor:
Nabih Y. Samsón
Historia de la Relaciones Internacionales
Latinoamericanas
[1] “Relaciones Internacionales de
América Latina” de Demetrio Boersner, Editorial
Nueva Sociedad, págs. 190-194 (Caracas, 1990).
[2] En vista de las limitaciones del Estado
guatemalteco para fiscalizar y controlar a las transnacionales
extranjeras, las compañías redactaban simples
declaraciones juradas (poco sinceras) sobre su patrimonio y
utilidades, para así estafar al fisco en la
tributación de sus impuestos.
[3] La abstención argentina se
posicionaba en marco de la doctrina de la tercera
posición, con el fin de desarrollar un proyecto
político de autonomía heterodoxa, en donde el
país, no debía combatir al comunismo con las
armas sino más bien atacar las condiciones
socio-económicas de humillación a la que estaban
sumergidos los pueblos latinoamericanos.
[4] Op. Cit. págs. 193.