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El juicio edénico




Enviado por Jesús Castro




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    El juicio
    edénico

    Aparentemente, hacia el final del sexto día
    creativo que se menciona en el Génesis, el Todopoderoso
    realizó la gran obra maestra de su creación
    terrestre, a saber, el ser humano. El relato sagrado dice que
    Él hizo al "hombre" a Su imagen y semejanza, siendo
    evidente desde el principio que tal "imagen y semejanza" no era
    de carácter físico, sino mental (para una
    explicación más profunda de esta conclusión,
    consúltese el artículo "Naturaleza
    humana").

    Según el Génesis, Dios impuso
    este mandato al hombre: "De todo árbol del jardín
    puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al
    árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes
    comer de él, porque en el día que comas de
    él, positivamente morirás" (Génesis 2:
    16-17; para una consideración acerca de por qué
    Dios impuso este requisito al ser humano, consúltese el
    artículo "Norma moral").

    La creación de Eva, la
    primera mujer, a partir de una costilla de
    Adán, el primer hombre, hizo que se completara el
    género humano según el Génesis: "En el
    día que Dios creó a Adán, lo hizo a la
    semejanza de Dios. Macho y hembra los creó. Después
    los bendijo, y por nombre los llamó Hombre en el
    día que fueron creados" (Génesis 5: 1-2; para una
    consideración del por qué creó Dios a Eva a
    partir de una costilla de Adán, consúltese el
    artículo "Adán y Eva").

    El relato del Génesis nos informa que el
    Jardín de Edén era un paraíso de placer,
    probablemente de indescriptible armonía y belleza; y desde
    entonces hasta hoy se puede asegurar que no ha habido nada igual
    a aquel lugar. Los más hermosos jardines, paisajes
    naturales y parques que se hayan podido ver en esta Tierra no
    alcanzan a la perfección maravillosa de aquel antiguo
    paraíso (para una consideración más extensa
    de esta descripción y de los argumentos que la apoyan,
    véase el artículo "El jardín
    edénico").

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    Nuestros primeros padres humanos,
    Adán y Eva, comenzaron su vida en el paraíso
    edénico, pero su estancia en el mismo
    duró poco. Primeramente la mujer, y a continuación
    el hombre, transgredieron el mandato divino de no comer del
    "árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo" y esto
    supuso la expulsión de ambos de aquel maravilloso hogar.
    El Génesis informa:

    «Ahora bien, la serpiente
    resultó ser la más cautelosa de todas las bestias
    salvajes del campo que Jehová Dios
    había hecho. De modo que empezó a decir a la mujer:
    "¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que vosotros no
    debéis comer de todo árbol del jardín?".
    Ante esto, la mujer dijo a la serpiente: "Del fruto de los
    árboles del jardín podemos comer. Pero en cuanto a
    [comer] del fruto del árbol que está en medio del
    jardín, Dios ha dicho: 'No debéis comer de
    él, no, no debéis tocarlo para que no
    muráis"". Ante esto, la serpiente dijo a la mujer:
    "Positivamente no moriréis. Porque Dios sabe que en el
    mismo día que comáis de él tendrán
    que abrirse vuestros ojos y tendréis que ser como Dios,
    conociendo lo bueno y lo malo".

    Por consiguiente, la mujer vio que el
    árbol era bueno para alimento, y que a los ojos era algo
    que anhelar, sí, el árbol era deseable
    para contemplarlo. De modo que empezó a tomar de su fruto
    y a comerlo.

    Después dio de éste
    también a su esposo cuando [él estuvo] con ella, y
    él empezó a comerlo. Entonces se les
    abrieron los ojos a ambos, y empezaron a darse cuenta de que
    estaban desnudos. Por lo tanto cosieron hojas de higuera y se
    hicieron coberturas para los lomos.

    Más tarde oyeron la voz de Jehová Dios que
    andaba en el jardín hacia la parte airosa del día,
    y el hombre y su esposa procedieron a esconderse del rostro de
    Jehová Dios entre los árboles del jardín. Y
    Jehová Dios siguió llamando al hombre y
    diciéndole: "¿Dónde estás?". Por fin
    él dijo: "Oí tu voz en el jardín, pero tuve
    miedo porque estaba desnudo, y por eso me escondí". A lo
    que dijo Él: "¿Quién te informó que
    estabas desnudo? ¿Del árbol del que te mandé
    que no comieras has comido?". Y pasó el hombre a decir:
    "La mujer que me diste para que estuviera conmigo, ella me dio
    [fruto] del árbol y así es que comí". Ante
    eso, Jehová Dios dijo a la mujer: "¿Qué es
    esto que has hecho?". A lo cual respondió la mujer: "La
    serpiente… ella me engañó, y así es que
    comí".

    Y Jehová Dios procedió a decir a la
    serpiente: "Porque has hecho esta cosa, tú eres la maldita
    de entre todos los animales domésticos y de entre todas
    las bestias salvajes del campo. Sobre tu vientre irás, y
    polvo es lo que comerás todos los días de tu vida.
    Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu
    descendencia y la descendencia de ella. Él te
    magullará en la cabeza y tú le magullarás en
    el talón".

    A la mujer dijo: "Aumentaré en gran manera el
    dolor de tu preñez; con dolores de parto darás a
    luz hijos, y tu deseo vehemente será por tu esposo, y
    él te dominará".

    Y a Adán dijo: "Porque escuchaste la voz de tu
    esposa y te pusiste a comer del árbol respecto del cual te
    di este mandato: "No debes comer de él", maldito
    está el suelo por tu causa. Con dolor comerás su
    producto todos los días de tu vida. Y espinos y cardos
    hará crecer para ti, y tienes que comer la
    vegetación del campo. Con el sudor de tu rostro
    comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de
    él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo
    volverás"» (Génesis 3: 1-19; para una
    consideración del por qué se emplea en el
    Génesis el nombre JEHOVÁ para designar al Creador
    Todopoderoso, véase el artículo "El Dios del
    Génesis"; para atisbar por qué Eva no se
    asustó cuando le "habló" la serpiente, léase
    el artículo "Eva y la serpiente"; para una
    reflexión acerca de por qué Adán y Eva se
    "percataron" de que estaban desnudos tras pecar, analícese
    el artículo "Desnudez"; para una consideración
    sobre la manera en que Dios hacía sentir su "presencia" en
    el jardín de Edén hacia la parte "airosa" del
    día, consúltese el artículo "Guía
    divina").

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    Antes del doloroso día en que Adán y Eva
    fueron echados del paraíso, toda la creación de
    Dios estaba en perfecto equilibrio. Sin embargo, a partir del
    momento en que el Sumo Hacedor dictó la amarga sentencia
    contra los transgresores, comenzó a propagarse de manera
    progresiva, como si fuera una mancha de aceite, el error y la
    corrupción en todas las direcciones del espacio. En la
    región espiritual invisible, la criatura angélica
    que manipuló a la serpiente pasó a convertirse en
    Satanás el Diablo y perturbó, con su actividad, la
    paz que hasta entonces reinaba en aquella región
    invisible; y además influyó nefastamente sobre la
    incipiente sociedad humana. Por su parte, en la Tierra, nuestros
    primeros padres, caídos en el error, añadieron a la
    actividad satánica una pesada carga hereditaria de
    corrupción sobre todos sus descendientes humanos (para una
    consideración acerca de las repercusiones hereditarias de
    la rebelión de nuestros primeros padres, véase el
    artículo "Pecado original").

    La sentencia divina en Edén, contra
    esos 3 rebeldes (Satanás y nuestros primeros padres) fue
    el más antiguo juicio condenatorio de la
    historia, y se le puede denominar "el juicio edénico".
    Posteriormente hubo otros juicios igualmente condenatorios contra
    Caín, contra la sociedad humana prediluviana, contra las
    ciudades de Sodoma y Gomorra, contra Egipto, contra los cananeos,
    contra Babilonia, contra Tiro, contra Edom y contra
    Jerusalén, …, por citar sólo los más
    relevantes. En el caso de Jerusalén, se informan 2
    juicios, el primero de los cuales aconteció en la
    época de Jeremías el profeta (hacia finales del
    siglo VII antes de la EC) y el segundo en el siglo I de la EC
    (era común o cristiana). Y para el porvenir, es decir,
    para los días venideros de nuestro tiempo, se vaticinan
    otros juicios, de tipo condenatorio y exterminatorio, contra la
    "Gran ramera" apocalíptica, contra la mayor parte de la
    sociedad humana contemporánea, contra un cierto porcentaje
    de la humanidad del futuro lejano y contra Satanás y sus
    demonios inmediatamente después.

    Podemos decir que el juicio edénico
    significó para la humanidad la pérdida del
    "paraíso", mientras que el "juicio final" venidero, o la
    "batalla de Armagedón", significará el retorno del
    "paraíso", el cual se levantará sobre las cenizas
    del "fin del mundo". Ahora bien, podemos preguntarnos:
    ¿Qué relación existe entre el "juicio
    edénico" y el denominado "juicio final"?

    Antes de responder a esta pregunta,
    conviene aclarar que las frases "juicio final" y "fin del
    mundo" no son sinónimas según los
    teólogos, aunque mucha gente "indocta" las
    tengan por equivalentes. Además, los mismos
    teólogos no están de acuerdo en cuanto a la
    secuencia de acontecimientos que hipotéticamente se
    esperaría que sucedieran en esas etapas
    escatológicas. Por tanto, es más apropiado
    denominar "gran tribulación" al juicio venidero contra
    toda la humanidad, ya que se ajustaría mucho mejor al
    entendimiento fidedigno que hoy se tiene acerca de las
    profecías sagradas que hablan de la conclusión
    calamitosa de este sistema de cosas malsano de la humanidad. En
    consecuencia, la pregunta debería formularse
    así:

    ¿Qué relación existe entre los
    acontecimientos que giraron en torno al "juicio edénico" y
    la "gran tribulación" venidera? (Para una
    consideración cuidadosa de por qué debe denominarse
    "gran tribulación" a lo que la mayoría de la gente
    entiende por "fin del mundo", léase el artículo "
    Grande tribulación"; también es apropiado leer el
    artículo "Armagedón").

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    He aquí, sucintamente, una
    aproximación al paralelismo de acontecimientos y
    desenvolvimientos que marcaron el entorno
    histórico del "juicio edénico" (el cual entorno
    puede ser denominado "error edénico") y los que
    marcarán la "gran tribulación" venidera (en cuya
    víspera estamos y, por lo tanto, se puede decir que ya han
    comenzado a cumplirse):

    1. En ambos casos existe una
    inducción contra la norma divina procedente de criaturas
    inteligentes invisibles (ángeles
    demoníacos), dirigida hacia la humanidad, con la
    intención de apartar a ésta de la guía de
    Dios. En Edén, la mala inducción provino del
    ángel que habló a Eva usando como pantalla
    seductora una serpiente: «Ahora bien, la serpiente
    resultó ser la más cautelosa de todas las bestias
    salvajes del campo que Jehová Dios había hecho. De
    modo que empezó a decir a la mujer: "¿Es realmente
    el caso que Dios ha dicho que vosotros no debéis comer de
    todo árbol del jardín?". Ante esto, la mujer dijo a
    la serpiente: "Del fruto de los árboles del jardín
    podemos comer. Pero en cuanto a [comer] del fruto del
    árbol que está en medio del jardín, Dios ha
    dicho: 'No debéis comer de él, no, no debéis
    tocarlo para que no muráis"". Ante esto, la serpiente dijo
    a la mujer: "Positivamente no moriréis. Porque Dios sabe
    que en el mismo día que comáis de él
    tendrán que abrirse vuestros ojos y tendréis que
    ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo" »
    (Génesis 3: 1-5). En la "grande tribulación", la
    mala inducción satánica se expresa
    proféticamente de de esta manera: «La serpiente
    original, el que es llamado Diablo y Satanás, […]
    está extraviando a toda la tierra habitada»
    (Apocalipsis 12: 9; nótese la conexión entre el
    Génesis y el Apocalipsis, ya que en ambos se habla
    de la "serpiente" maligna). También: «Y
    vi tres expresiones inspiradas inmundas [que se parecían]
    a ranas salir de la boca del dragón [o Satanás] y
    de la boca de la bestia salvaje y de la boca del falso profeta.
    Son, de hecho, expresiones inspiradas por demonios, y ejecutan
    señales, y salen a los reyes de toda la tierra habitada,
    para reunirlos a la guerra del gran día de Dios el
    Todopoderoso» (Apocalipsis 16: 13-14; nótese que la
    intención de las expresiones demoníacas inmundas,
    similares a propaganda subliminal venenosa, es apartar al ser
    humano de su Creador y hacer finalmente que se produzca una
    colisión entre uno y otro, con resultados nefastos para el
    hombre; para una consideración profunda del por qué
    Dios se ve obligado a permitir esas insidias demoníacas,
    examínese el artículo "Libertad").

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    2. En los dos casos, tanto en el tiempo del "error
    edénico" como en la "gran tribulación" venidera,
    encontramos una respuesta humana masiva y favorable a la
    influencia demoníaca. En los días del "error
    edénico" sólo había 2 humanos presentes,
    Adán y Eva, por lo que se puede decir que toda la
    humanidad (compuesta, hasta aquel momento, por 2 personas)
    cayó en desgracia. Hoy día, la inmensa
    mayoría de los seres humanos lleva un camino completamente
    ajeno a la voluntad del Creador, que, según la
    profecía sagrada, no va a ser rectificado por ellos y para
    el bien de ellos: "Entrad por la puerta angosta; porque ancho y
    espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y
    muchos son los que entran por él; mientras que angosta es
    la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son
    los que la hallan " (Mateo 7: 13-14; texto que recoge unas
    palabras proféticas de Jesucristo, relacionadas, entre
    otras cosas, con el final del sistema social humano de nuestros
    tiempos durante el periodo calamitoso de la "gran
    tribulación").

    Esto tiene una lectura especial para cada
    uno de nosotros, ya que si logramos dar el perfil de la clase de
    individuos que "entran por la puerta angosta" también
    habremos de esperar que muchos amigos, conocidos, familiares,
    hermanos, parientes y vecinos se dirijan hacia la otra "puerta",
    es decir, hacia el "camino ancho de la perdición".
    Recordemos que se trata de una previsión profética,
    no de una conjetura. Las palabras de la profecía fueron
    dadas por Jesucristo, quien vinculó el fin de la ciudad de
    Jerusalén del primer siglo de la EC con la "gran
    tribulación venidera": "Cuando alcancéis a ver la
    cosa repugnante que causa desolación parada donde no debe
    (use discernimiento el lector), entonces los que estéis en
    Judea echad a huir a las montañas. El que esté
    sobre la azotea no baje, ni entre a sacar nada de su casa; y el
    que se halle en el campo no vuelva a las cosas atrás para
    recoger su prenda de vestir exterior. ¡Ay de las mujeres
    que estén encintas y de las que den de mamar en aquellos
    días! Seguid orando que no ocurra en tiempo de invierno;
    porque aquellos días serán [días de] una
    tribulación como la cual no ha sucedido una desde [el]
    principio de la creación que Dios creó hasta aquel
    tiempo, y no volverá a suceder. De hecho, a menos que
    Jehová hubiera acortado los días, ninguna carne se
    salvaría. Mas por causa de los escogidos que él ha
    escogido ha acortado los días… Pero en aquellos
    días, después de aquella tribulación, el sol
    se oscurecerá, y la luna no dará su luz, y las
    estrellas estarán cayendo del cielo, y los poderes que
    están en los cielos serán sacudidos" (Marcos 13:
    14-20, 24-25; para una mayor documentación acerca del
    cumplimiento inicial de esta profecía, léase
    el artículo "Introducción al vídeo
    ANDAMOS POR FE" y véase el vídeo "Andamos por fe,
    no por vista"; y para una consideración acerca de la
    relación entre la destrucción de Jerusalén
    del siglo I y el fin calamitoso del presente sistema
    social de cosas, léase el artículo "Grande
    tribulación").

    3. Tanto en el caso del "error
    edénico" como en la "gran tribulación" venidera, el
    resultado de la intervención divina (juicio condenatorio
    divino) significa muerte eterna para los rebeldes, según
    se desprende del estudio profundo de las sagradas escrituras
    (para una consideración acerca del carácter
    inexorablemente mortífero, o sin posibilidad de recobro,
    de la justa retribución que recibirán los rebeldes,
    léanse los artículos "Pecado imperdonable" y
    "Muerte eterna").

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    Autor:

    Jesús Castro

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