Monografias.com > Biografías
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Max Scheler – Vida y obra




Enviado por Vanessita Ochoa



  1. Datos
    biográficos
  2. Su
    pensamiento
  3. Nueva
    imagen del hombre
  4. Vida

MAX SCHELER (1874 –
1928)

Datos
biográficos

Max Scheler nació en Munich,
estudió Filosofía en la universidad de Jena,
teniendo como maestros a Rudolf Eucken y a Otto Liebmann. Fue,
posteriormente, docente, a partir del año 1900, en esta
universidad. Ese año – 1900 – aparecieron las
"Investigaciones lógicas" de Edmund Husserl, que lo
entusiasmaron hasta tal punto por la Fenomenología, que
profesó este pensamiento filosófico en la
universidad de Munich, donde fue catedrático, y lo
enseñó también como Privatdozent hasta el
año 1910. Ese año abandonó la cátedra
universitaria y vivió en adelante como escritor libre
("soy un animal filosófico que necesita escribir",
solía autodefinirse). Durante la primera guerra mundial,
ejerció misiones diplomáticas en Ginebra y la Haya.
Al terminar el conflicto, en 1919, se hizo cargo de una
cátedra en Colonia, donde enseñó hasta 1928.
En esta universidad fue colega de Nicolai Hartmann. En 1928
aceptó un puesto docente en la Universidad de Frankfurt am
Main, ciudad en la cual falleció, a los 54 años, de
un ataque cardiaco, dos días después de tomar
posesión de su cátedra.

Su
pensamiento

Max Scheler fue, durante toda su vida, un
interrogador inquieto, un verdadero revolucionario intelectual,
una sensible antena del espíritu de su tiempo, un
brillantísimo escritor, un fervoroso predicador de una
ideología, varias veces convertido, un incontenido gozador
de la vida en todos sus aspectos y, a la vez, riguroso asceta,
político y místico, religioso y panteísta,
rico en múltiples estímulos, innovador en diversos
campos, encantador y polifacético, sin madurar en
ningún sistema. Probablemente, por ello, no dejó
escuela. Fue en su juventud, dirigente estudiantil por lo que
pudo percibir directamente la problemática de la
universidad alemana y europea de su época. Dedicó
varios escritos a la misión de la universidad. En la
evolución de su pensamiento, resulta posible distinguir
claramente tres períodos:

1o el período primero,
aún bajo la influencia de su distinguido maestro Rudolf
Eucken, con quien le emparentaba profundamente su propio talante
espiritual. Con grande entusiasmo y en un lenguaje de sublime
elevación poética (Rudolf Eucken había sido
galardonado en 1902 con el Premio Nóbel de Literatura),
había anunciado Eucken, contra el materialismo, un
superior imperio del espíritu al que se eleva nuestra
personal vida del espíritu y del que recibimos todas las
inspiraciones. Contra la fría lógica, Eucken
había apuntado a Agustín – San Agustín
– el gran heraldo del amor, y a Pascal, maestro de la
"lógica del corazón" como inspiradores de su propio
pensamiento filosófico. Eucken vio, finalmente en la
religión aquella suprema espiritualidad que otorga a
nuestra vida espiritual su garantía última. Este
mensaje no se extinguió ya jamás en Max
Scheler;

2º el período de la
Filosofía
idealista de los valores o axiología,
que puede considerarse su primavera, totalmente bajo la
influencia de Edmund Husserl, de tal modo que es posible sostener
que ambos – Husserl y Scheler – son los dos
exponentes más importantes de la Fenomenología
europea. El reino de las denominadas "esencias ideales"
otorgó a Scheler la base para elaborar diversas doctrinas
de la Filosofía cristiana católica,
habiéndose convertido al catolicismo en 1916 y siendo,
durante un tiempo, ardiente y apasionado seguidor de la doctrina
católica. Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II, se
doctoró con una tesis sobre el pensamiento de Max Scheler
y puede ser considerado un scheleriano con proyección
teológica. Dietrich von Hildebrand, Romano Guardini,
Viktor Frankl, entre otros, han recibido de nuestro
filósofo estímulos decisivos;

3º el período de madurez
o "vejez, que se inicia a partir de 1924, en que Scheler, viendo
más y más la fuerza bruta de las potencias
biológicas, sociológicas y económicas, que
bloquean la vida del espíritu, se desliga del cristianismo
y se aproxima a las concepciones de Schopenhauer y Spinoza. A
pesar de haber afirmado textualmente: "Quiero vivir y morir en la
Iglesia, a la que amo y en la que creo," entre 1924 y 1925 se
sale de la Iglesia y escribe que jamás ha sido en
realidad, "católico creyente", por lo menos, "según
el criterio de los teólogos". La creciente
desvaloración del cristianismo, fenómeno propio de
la época, en que el amor a Dios y al prójimo pasa a
ser humanidad, la caridad cristiana se convierte en socialismo,
el sentido religioso, en codicia de dinero, el temor de Dios, en
indiferencia, despiertan en nuestro filósofo fuertes dudas
acerca de la fuerza e importancia del cristianismo.

Max Scheler considera, con Jakob Boehme,
que en nuestra conciencia se dan la mano el ciego impulso y la
lúcida razón. Prepara así, en esta
época, una nueva antropología que, por la relativa
brevedad de su vida – 54 años – no logra
escribir completamente. La muerte lo sorprende saliendo de su
casa para dirigirse a la universidad a dictar su curso
recién iniciado.

Nueva imagen del
hombre

Aún cuando Scheler no llegó a
acabar su proyecto antropológico, elaboró, sin
embargo, algunas partes importantes del mismo. Sintetizaremos los
más representativos:

a) ¿Qué es el hombre? Como
mero ser natural (naturaleza humana), el hombre es, a la vez, un
callejón sin salida y un término. No ha derivado
del animal sino que sigue siendo animal y lo será siempre
ya que es, esencialmente, un ser animado ("provisto de
animación"). Más aún, dentro del mundo, es
de hecho el animal peor adaptado, el más indefenso y el
más desgraciado: se halla en clara desventaja
biológica frente a la mayoría de otros animales.
Pero, se trata de un ser espiritual, la presencia del
espíritu lo define y es, por ende, un ser trascendente; en
realidad, dice Scheler es "el ser que ora y busca a Dios".
Considerado de esta manera, es la alabanza objetiva que la
naturaleza tributa a su Creador: "No es que e! hombre ore sino
que es él la oración de la vida y de la materia
toda" Sólo en cuanto buscador de Dios rompe el hombre las
barreras de la naturaleza, sólo como tal se eleva a la
dignidad de persona. La persona es, finalmente, "la
expresión resplandeciente del ser". "Se ve claro que lo
verdaderamente humano, en el bípedo que camina erecto, es
sólo lo que hay en él de divino" (1). No tiene
sentido, entonces, decir que el hombre se imagina a Dios a la
manera humana; el hombre es, a la inversa, la expresión de
lo divino ("De lo eterno en el hombre"). La trascendencia y la
existencia se dan la mano en el hombre, el ser que es persona.
Por eso él (el hombre) tiene vocación de infinito y
de eternidad. Es su espiritualidad lo que lo define y le confiere
su esencia.

b) La persona. Esa expresión
resplandeciente del ser, que es la persona, no es de modo alguno
un "objeto de orden superior", que pudiera aprehenderse por una
"visión de la esencia". La persona, gracias al
conocimiento, produce todos los objetos y, por tanto, no puede
ser ella también un objeto. La persona – el sujeto
personal – es el foco de todas nuestras experiencias y
actos; ella es el centro metafísico de los actos. La
cualidad de la existencia de la persona no está nunca
acabada, permanece inacabada: la existencia deberá
dibujarse y plasmarse constantemente en sus actos. De ahí
que no sea posible conocer a la persona a la manera de una cosa u
objeto. Su esencia sólo podrá barruntarse
realizando con ella sus actos. Así, los que mejor conocen
a Jesús no son, en realidad, los teólogos que han
escudriñado su vida y analizado sus discursos. Sólo
a sus discípulos que lo siguen y lo imitan aparece lo
peculiar de esta divina personalidad.

Sólo sintiendo lo que ella siente,
podremos aprender aquellos valores por los que una persona
configura su vida. A la inversa también, sólo a
través de personas, a través de héroes y de
santos, podrán los valores operar en lo más
íntimo del mundo. La persona es el ser axiológico
por excelencia y por antonomasia (1).

c) La comunidad. Como todo acto espiritual
tiene su propio ser y procede, sin embargo, de la unidad de la
persona, así también todo individuo humano es una
persona por sí y, a la par, miembro de una persona total.
Por esta vinculación se explica la comunidad. Es posible
así, distinguir dos formas o modos de asociación de
las personas: la primera es la comunidad en la que permanecen los
individuos a pesar de toda separación y la sociedad, la
segunda, en que permanecen separados a pesar de toda
vinculación. La familia y la amistad forman comunidad; la
fábrica, el cuartel y el Estado forman sociedad.
Aquélla se estructura por una "voluntad esencial",
ésta, por mera "voluntad de elección".

Max Scheler ve en la sociedad sólo
un producto de descomposición y decadencia de la
auténtica comunidad.

El estado, sostiene Scheler, es el gran
pecado de la humanidad, es la encarnación de la voluntad
de poder (que diría Nietzsche), su historia está
escrita con violencia y sangre, sus parlamentos son cavernas en
las que se cuelan la cobardía y la irresponsabilidad
humanas. El sentido o fin de la evolución es que la
humanidad se libere del Estado, fuente de corrupción, de
hipocresía, de cinismo y de maldad, es decir, de lo peor
del ser humano, de su lado más oscuro (2).

Por ello, nuestro filósofo predica
la revolución en todos los terrenos: la
emancipación plena de la mujer, la del hombre, la de los
jóvenes y la de los ancianos de todas aquellas estructuras
anquilosantes y asfixiadoras creadas por el Estado para
mantenerse. Pero también, la emancipación de los
trabajadores de la clase capitalista y de los pueblos de color de
sus amos coloniales, de cualquiera y de toda forma de esclavitud
tanto física como espiritual.

Sólo la nación y la Iglesia
son auténticas comunidades por cuanto sus miembros se
hallan íntimamente unidos por las mismas ideas y los
mismos valores. El sujeto de la cultura es la Nación,
comunidad en la que se cultivan los más altos valores del
espíritu. Sin embargo, la cultura nacional ha de dilatarse
y extenderse en una gran cultura europea, cultura occidental en
último término, que marca y define al hombre de hoy
en el ámbito de lo que llamamos occidente (3).

La misión, la verdadera
misión de la universidad consiste en crear y elaborar
cultura.- La creación de cultura se logra a través
de la investigación y la elaboración de cultura, a
través de la docencia (4).

Entre verdaderas comunidades – como
lo son las naciones – todos los conflictos que puedan
presentarse habrán de resolverse necesariamente por
vía pacífica, a través del verdadero
diálogo interpersonal. La guerra es un evento anticuado,
carente de todo fundamento, perteneciente a un pasado que ya no
encuentra actualmente vigencia así como lo son, asimismo,
la esclavitud y la creencia en brujos o brujas.

d) Impotencia del Espíritu. El
espíritu crea todas las ideas y todos los valores que
constituyen la grandeza de una cultura, pero no tiene el poder de
realizarlos en la vida diaria. Cuanto más nos elevamos
jerárquicamente desde la sensibilidad al espíritu,
tanto más disminuye la corriente de la energía
necesaria para imponer los productos del espíritu al
entorno o realidad que nos rodea. Lo que en el reino de las
¡deas es lo más potente es, en el reino de la
realidad, lo más impotente. En efecto, cuanto más
puras sean las ideas menos intervienen en el acontecer universal.
Sólo donde las ideas se vinculan con el instinto de la
nutrición, del sexo o de la misma belleza, se convierten
en potencia histórica, capaz de forjar el curso de la
Historia. Acuñó así Max Scheler la
fórmula de la "impotencia del espíritu".

¿Cómo puede el
espíritu obrar sobre los instintos? El espíritu
posee la fuerza de la abstracción, capaz de separar idea y
realidad. De este modo, "ideíza" al mundo. Por ello, el
espíritu es, por contradicción, el "protestante"
del mundo, el asceta de la realidad, el enaltecedor de
ésta. Gracias al espíritu, la vida adquiere
verdadera trascendencia.

El instinto no puede actuar sin
representaciones ni ideas, aquél depende de éstas.
Es por ello que el ser humano se define, esencialmente, como ser
espiritual y no como ser animado. El espíritu le "echa al
instinto una ¡dea, como un cebo, y le sustrae
hábilmente otra" (5). De este modo, indirectamente, rige
el espíritu la furia del instinto ciego. Resulta, por
ejemplo, posible que el hombre se quite la vida, cosa que no
realiza, probablemente, ningún animal: es el
espíritu quien, superando el fortísimo instinto de
conservación, hace que la persona – desesperada,
angustiada o simplemente, trastornada – recurra al suicidio
como "solución" de su grave extravío existencial.
Desde este punto de vista, resulta posible afirmar que el hombre
no pertenece al mundo, no es verdaderamente mundo, sino que posee
o tiene mundo (5), (6).

e) Dios. En su pensamiento
filosófico tardío, en el llamado periodo de vejez,
ve Max Scheler en Dios a un ser de tensiones máximas.
Dios, en efecto, desciende hasta lo más bajo, a la
oscuridad de los instintos demoniacos, pero asciende, asimismo,
hasta lo más alto, al reino de las ideas purísimas.
Sólo en cuanto es espíritu claro, clarísimo,
puede ser llamado "Dios". Pero, siendo espíritu puro, como
tal es impotente. Por ello, Dios sólo pudo haber creado el
mundo en cuanto es también impulso ciego y voluntad
demoníaca. El instinto oscuro, sin embargo, se
espiritualiza cada vez más en Dios, hasta que, al fin,
desaparece todo lo oscuro y se vuelve así el Dios de
nuestra religión, aquél que adoramos y nos
sometemos. Así también es tema nuestro – de
la humanidad – espiritualizar cada vez más en
nosotros el instinto, haciéndonos cada vez más
humanos en sentido pleno y, por ende, más semejantes a
Dios. El lugar de esta edificación es el corazón,
no la Razón; la realización de Dios, del
espíritu divino, por el hombre es la verdadera finalidad
de la historia universal: los designios divinos, realizados
imperfectamente por la humanidad constituyen el curso de la
Historia (7).

f) Muerte e inmortalidad. A partir de Kant,
la "vida del mundo" se ha desprendido totalmente de la esfera
religiosa y se ha encerrado y aislado en su propia
"interioridad". El hombre actual requiere adoptar una nueva
postura ante la muerte. Hoy en día nadie vive ya de cara a
la muerte, ni se habla jamás de ella.

La dedicación sin reservas a la
economía vuelve indeseable a la muerte, que viene a cortar
las ganancias y frena el crecimiento económico individual
y, a veces también, colectivo.

Es menester, fundamentalmente, asegurarse
para el caso de muerte.

Pero, como la muerte pertenece a la vida y
es parte de ella, sin la primera le falta a la segunda su
totalidad. El no considerar a la muerte", "amputa" a la vida, le
sustrae esencia y realidad.

Desde que el hombre se ha hecho
extraño a sí mismo (se ha alienado), el mundo se le
ha tornado también extraño y hostil y la inevitable
consecuencia es la angustia o temor al mundo. En su
póstuma obra, "Muerte y pervivencia", Max Scheler no ve
otra solución que la incorporación de la esencia
del hombre, después de la muerte, a la estructura divina,
panteísta que rige al mundo (7).

De esta manera, se identifica Scheler con
la Filosofía de Baruch de Spinoza para quien Dios es la
naturaleza (Deus sive natura), Dios es el océano del ser:
todas las cosas son sólo olas transitorias, las gotitas de
agua que salpican. La muerte no es otra cosa según Spinoza
– que el paso de la ola a otra en ese inmenso océano
que denomina Dios.

Así, Scheler, al final de su vida,
se sume plenamente en el pensamiento panteísta
(8).

La ética material del
valor.

a) El conocer y el amar.
Según Emmanuel Kant, sólo tenemos noticia de la
"cosa en sí" por medio de nuestras formas de
intuición (espacio y tiempo) e inteligencia. Pero Kant y
Husserl obran como si el hombre fuera únicamente un ser
que conoce y no también un ser que siente. De ahí
que la filosofía de estos autores sea invención
pura y construcción vacía. La experiencia nos
muestra que no llegamos al mundo que nos rodea por el
conocimiento sino gracias a un verdadero sentimiento intencional.
Placer y dolor, calor y frío, no menos que la brutal
resistencia de las cosas, nos obliga a confesar que el mundo
exterior es una realidad que es menester tomar muy en serio. De
este modo llega Scheler, pasando más allá del
idealismo de Husserl, a una posición de realismo
epistemológico. Ahora bien, si comparamos conocer y amar,
muy pronto nos percatamos de que el amor antecede al
conocimiento: mucho antes de que el niño haya conocido que
la leche es blanca y nutritiva, ha amado y gustado
ávidamente el sabor de la leche; antes de toda
botánica y zoología, los hombres han amado las
flores y criado animales con amor; antes de la astronomía,
los seres humanos han levantado los ojos reverentemente a las
estrellas y las han venerado como divididas. Sólo
investigamos lo que antes hemos amado. Agustín de Hipona
llegó a ser uno de los grandes filósofos y
teólogos cristianos por cuanto fue, primeramente, un
grande amador. Scheler, arrebatado por su emoción, se
convirtió en el más convenido profeta del
amor.

b) Ética universal del valor.
Edmund Husserl mostró que, en la "visión de la
esencia", podemos aprehender con evidencia intelectual "esencias
ideales". Max Scheler muestra ahora que somos capaces de
aprehender con "evidencia emocional" contenidos de valor
igualmente ciertos. Kant fundó su ética por medio
de una ley formal y rechazó todos los contenidos de
bienes, falsa conclusión a la que tenía que llegar
en su intelectualismo.

Los valores, empero, no pueden ser
conocidos por el intelecto, pues son esencias alógicas,
son sentidos por la emoción, el ánimo o el
"corazón" (9). Se aproxima así Scheler al concepto
de la "lógica del corazón" de Blas
Pascal.

El Sentido de los valores o estimativa nos
los muestra como aquellas cualidades permanentes que producen de
suyo un deber ideal y si a este deber le damos forma dentro de la
vida diaria se convierte entonces en "imperativo" (9). Puesto que
la ética estriba en los valores aprehendidos con
"evidencia emocional", es ella absoluta y, por ende, igual para
todos los pueblos (ética universal!) (9). La diferencia
práctica de la ética procede sólo de la
diferencia racial, histórica o geográfica en el
sentimiento producido por el valor.

Pero, el hombre no sólo siente los
valores sino también qué valor es menester
preferir, de acuerdo a su jerarquía en el conjunto de
valores. Así, el grado ínfimo lo constituyen los
valores del sentir sensible: lo agradable y lo desagradable, lo
provechoso y lo dañino, el placer y el dolor. El segundo
grado lo conforman los valores del sentir vital: lo noble y lo
innoble (vulgar). El tercero, los valores del espíritu: lo
bello y lo feo, lo justo y lo injusto, el aprecio puro de lo
verdadero o cultura. El cuarto y más alto grado lo
conforman los valores de lo sumo y lo profano, los valores
místicos con sus dos estados axiológicos
superiores: el éxtasis y la agonía (9). No existe,
según Scheler, un grupo aparte o independiente de valores
"morales". La moralidad consiste en realzar dichos valores, del
mejor modo posible, en la vida cotidiana y práctica
(9).

Vida

Nació en Múnich en 1874. Su
madre era judía. Su padre, alemán, se
convirtió al judaísmo al contraer matrimonio. Max
se bautizó como católico en el secundario.
Estudió en las universidades de Berlín, Heidelberg
y Jena, obteniendo el grado de Doctor en 1897.

En su formación se vio influido por
el pensamiento de Dilthey (vitalismo historicista), Nietzsche
(vitalismo irracional) y Eucken (vitalismo espiritualista). Pero
la figura decisiva en su formación fue su maestro,
Husserl, con quien trabajó en Göttingen entre los
años 1909 y 1913. De Husserl tomó Scheler la
pasión por salir al encuentro de "las cosas mismas" y el
método para hacerlo, la descripción
fenomenológica. Scheler aplicó el método a
áreas todavía no exploradas por los
fenomenólogos como la vida ética, la vida emocional
(sentimientos de simpatía, amor y odio), la
religión, etc.

Si bien estuvo durante muchos años
alejado de la Iglesia, en 1916 volvió públicamente
a ella. En 1919 fue convocado para asumir la Cátedra de
Filosofía de la Universidad de Colonia. En 1921 se
enamoró de una de sus alumnas y pidió que la
Iglesia declarara nulo su matrimonio. La Iglesia se lo
denegó y él se casó con su alumna por civil.
A partir de allí comenzó a alejarse del catolicismo
e incluso del teísmo y comenzó a acercarse a una
concepción panteísta y evolucionista. En 1928,
mientras dejaba Colonia para tomar una cátedra en
Frankfurt, un ataque cardíaco terminó con su
vida.

Entre sus obras se destacan: Esencia y
forma de la simpatía, El formalismo en la Ética y
la ética material de los valores, De la revolución
de los valores, De lo eterno en el hombre, Escritos sobre
Sociología y Teoría de la Cosmovisión, Las
formas del saber y la formación, Las formas del saber y la
sociedad, El lugar del hombre en el Cosmos.

De los distintos temas que abordó en
sus obras la mayor trascendencia la ha adquirido su
reflexión sobre los valores ("axiología"). Husserl
había puesto énfasis en la intencionalidad de la
conciencia. La conciencia es siempre conciencia de algo. Pero en
la práctica, se había limitado a reflexionar sobre
los objetos intencionales de la razón (las ideas). Scheler
reflexionó sobre la intencionalidad de las emociones y sus
objetos intencionales (los valores). Hay un cosmos objetivo de
valores al que sólo se puede acceder por la
intuición emocional. La razón es ciega para el
valor. Scheler se opone firmemente a la pretensión
nietzscheana de crear valores. Los valores son siempre los
mismos, no cambian. Lo que cambia es nuestra percepción de
ellos. Cada época, cada cultura, descubre distintos
valores e ignora otros.

Los valores se encuentran ordenados
jerárquicamente. Primero están los valores
religiosos (sagrado/profano), luego los espirituales (bello/feo,
justo/injusto, verdadero/erróneo), luego los valores de la
afectividad vital (bienestar/malestar, noble/innoble) y por
último los valores de la afectividad sensible
(agradable/desagradable, útil/dañino). De lo que se
trata es de vivir en armonía. No hay que optar por unos
valores y renunciar a otros. Para ello hay que vivir los valores
inferiores de un modo tal que se encuentren ordenados a los
superiores. De esta manera, cada vez que obremos bien en lo
más simple y cotidiano estaremos alabando a Dios, ya que
los valores religiosos se encuentran en la cúspide de la
pirámide. Scheler intentó superar así el
dualismo y la ruptura generados por la falsa opción entre
vitalismo y racionalismo.

Max Scheler (22 de agosto de 1874,
Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del
Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia
en el desarrollo de la fenomenología, la ética y la
antropología filosófica, además de ser un
clásico dentro de la filosofía de la
religión. Fue uno de los primeros en señalar el
peligro que implicaba para Alemania el advenimiento del nazismo.
Hijo de padre luterano y de madre judía, se
convirtió inicialmente al catolicismo, del que más
adelante se distanció.

Fue profesor en las universidades de Jena,
Múnich y Colonia. Discípulo de Rudolf Eucken,
simpatiza con las teorías vitalistas de Henri Bergson y
después con Husserl, se convierte junto a Heidegger, en
uno de los primeros fenomenólogos que no respetan a
cabalidad el método del maestro Husserl. En 1912 se
casó en segundas nupcias con Märit Furtwängler
(1891-19711 ), hija de Adolf Furtwängler y hermana de
Wilhelm Furtwängler, con quien tuvo a su hijo Max Scheler
(1928-2003), conocido fotógrafo.

 

 

Autor:

Vanessita Ochoa

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter