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Os llamó a todos, y no contestasteis, de Angelillo de Uixó. Crónica de un suicidio en dos actos



  1. Los
    entierros
  2. El
    suicidio

Acto Primero.

Los
entierros

Cementerio de Vall d´Uixó.
Rodeando la alta tapia nobles cipreses mecidos por el viento
oscilan cómo un péndulo. La puerta principal de
forja es acunada por golpes de aire. Sus bisagras chirrían
contestando al silbido del poniente. El blancor de las paredes
contrasta con las nubes bajas que traen tormentas invernales en
un Marzo de escarchas, aguas y muertes. Claveles, magnolias,
azucenas, acompañan amarillentas y tristes en angostas
jardineras de hojalata o plástico la fotografía
marchita de los finados encajonados en las colmenas de las
paredes donde reposan y se transforman. Varias lagartijas se
recogen sin leer los epitafios ante el sonido de unos pasos
acompañados por el llanto de una mujer. Su dolor:
desgarrador y sincero. Legiones de cruces cuelgan por todas
partes. Un muerto, una cruz. Las sombras de las cruces se posan
al paso de un féretro hecho con cartones. Es trasportado
en una carretilla. Lleva el cuerpo de una bendita inocente de
tres años. Cinco vecinos de Vall d´Uixó,
pobres de los que viven en casetas de las montañas, y a
los que los servicios sociales les deniegan auxilio y
compasión. Mal vestidos en pana negra siguen al
sacristán Recaredo Centelles. Hacen camino
acompañando a la muerta por la necrópolis con un
cirio encendido. El viento aúlla afilado y mortal.
Arrastra consigo flores, hojas, y apaga los cirios
constantemente. Las nubes que empuja contra Vall
d´Uixó están cargadas de agua y nieve. La
madre, Ofelia llora histérica.

-Mi hija, mi hijita, muerta por la tos- se
golpea mirando los cartones mal grapados.

-Nada se pudo hacer Ofelia, son cosas de la
vida. Hay que resignar la voluntad y aceptar. Yo perdí dos
hermanos en la guerra. Uno murió intentando subir a un
tren lleno de civiles que huían del frente de Nules a
Valencia. El otro murió con 6 años en un bombardeo
alemán cerca de este lugar.- El suegro, consternado por el
pasado, con la mirada de hierro de un hombre acostumbrado a
tratar con penurias trata de tranquilizar a su yerna.

-Por la tos y por nuestras miseria Jacinto.
Hoy no estamos en guerra, estamos en el siglo XXI- le responde la
mujer furiosa- si tu hijo hubiera encendido los días de
frío la calefacción nuestra niñita
estaría viva- se pega puñetazos en los ojos de
rabia e impotencia. Su marido con lágrimas, dolor de
pecho, fiebre, y una profunda tos trata de
tranquilizarla.

-Ofelia, Andreita tuvo un derrame cerebral
al romperse una vena del cerebro de tanto toser. La gripe este
año nos afecta a todos. Gente que tiene calefacción
también tiene gripe. Además ¿Como iba a
poner la calefacción si nos han cortado la luz? Por favor
Ofelia, te lo suplico. Debemos estar unidos- trata de abrazarla,
ella lo rechaza.

No, no- le pega fuera de sí Ofelia a
su marido. Yo quiero irme con Andreita. Y tú, quiero que
te vayas lejos. Vete, vete, asesino- le pega de nuevo Ofelia a su
marido que recibe arañazos y bofetones sin defenderse. Los
familiares y el sacristán la tranquilizan. Le dan un
sedante que hace su efecto al momento. Ofelia se aferra mareada y
a punto de desmayarse al féretro. Rompe los cartones en
que han envuelto al cadáver. La niña cae de la
carretilla. Se da un sonoro golpe que le rompe una pierna. La
madre también cae produciéndose un esguince en un
dedo. Sobre las baldosas besa el viento los cabellos rubios del
cadáver, se esparcen cómo los granos del trigo.
Parece un ángel. Sonríe inocente cómo
dormida, con los ojitos redondos sellados por pequeñas
pestañas entrelazadas, aun brillantes, y las manos en cruz
sobre unos pechos no formados que nunca serán besados. Va
toda de blanco, y tiene su piel el color de la cera.

-Por favor señores, por favor- les
amonesta Recaredo. Un operario que les acompaña trae
cartones nuevos y meten en ellos a la niña. En la otra
parte del cementerio reservada a los panteones se produce el
entierro mediático del empresario Almela. Miles de
personas despiden al cacique asesinado por avaricioso. ! Hizo su
fortuita en la época de Franco en un pueblo cómo
Vall d´Uixó! Sin que ello haya hecho sospechar a la
izquierda. También en un hipócrita ejercicio
democrático han sido invitados, y en un pleno han llegado
a guardar un minuto de silencio traidor, por ese cadáver.
Recaredo Centelles saluda al alcalde Óscar Clavell. Acaba
de entrar engalanado con un frac negro de forever young y
brazalete Nike de luto. En sus manos de manicura, junto a sus
lacayos lleva una lujosa corona de flores pagada con el dinero
que da el ayuntamiento para vales de comida de los indigentes que
ayunan ya por el alma de Almela. Enrique Sandez, conejal de
seguridad, y servicios sociales, y alguna otra concejalía
turbia que no se sepa, y de la que cobra por decir en dos idiomas
a sus jefes: Si, Yes. Acompaña plañidero a la
diestra al alcalde en su acto tanatos- electoral. Acuden
cómo cuervos a la carroña de Almela. Una
carroña muy querida por el movimiento de liberación
caciquil y la asociación uxense: Fuerza nueva
emprendedora. Dejando la corona a los pies del féretro, el
Alcalde se dirige a los familiares:

– Oh hijos del fecundo Almela, todas mis
condolencias y las del pueblo de Uixó. Aquí estoy
yo para serviles. Abre los brazos cómo una mariposa que va
a sacar el néctar de una flor, y envuelve con sus alas a
los hijos del empresario. Los abraza entre flases. Busca la foto
que a los subnormales de raza blanca votantes del PP gusta.
Apoyándose sobre el féretro de oro y marfil de
Almela, cubierto irónicamente por la bandera
constitucional de España. El alcalde frente a las
cámaras, flanqueado por sus felones esbirros que han
ensayado la trata, de rodillas ante la bandera y el
féretro, anuncia:

– Emprendedores, comerciantes, banqueros y
gentes de bien. Puedo comunicarles- da un golpe sonoro al
féretro sonriente cómo los del CSI cuando atrapan
al malo en un puticlub – Habemus culpables asesinus. Hemos cazado
a los asesinos de Almela. Ha sido la criada y el mayordomo,
criados rumanos, que además de su atroz crimen estaban
amancebados sin estar casados.

Oh- exclama la gente-

Los hijos de Almela se miran y buscan donde
pegar una patada de desahogo. Al no encontrar nada le dan al
féretro que se queja también por la sorpresa. El
cadáver de Almela se retuerce dentro del
ataúd.

– Será puta la tía- se dicen
los hermanos sintiéndose engañados. Sus mujeres se
sonrojan y les entra la vergüenza de las risas de los que
están en el cementerio. Una a la otra, en fraternal
circunstancia embarazosa que une, se dicen al oído en
confesión:

-Menuda era la rumanita. Le vendrá
bien estar en la cárcel.

La Chari le contesta con risa
ahogada:

-Allí a ver quien la desfoga. Igual
algún policía con la porra.

La Ambrosia dándole la razón
le recuerda:

-Favor que nos ha hecho, ahora tenemos la
herencia. Que se rían de nosotras los jornaleros muertos
de hambre del pueblo. Mientras andemos calientes.

Sacan de un bolso de piel de cocodrilo unos
collares de diamantes que exhiben ante los batuecos que frenan
las risas. Le vuelve al pueblo la envidia.

Un periodista levanta la mano e interpela
al alcalde: ¿están seguros que han sido un par de
novios? – pregunta suspicaz.

– No procede esa pregunta- levanta el dedo
el alcalde amenazante al periodista- ¿usted duda de
nuestra sapientísima policía formada en la academia
de policía de Vall d´Uixó? Han dicho lo que
han dicho los agentes, y no se debe dudar. Siempre es la chaca y
el mayordomo ¿quién querría robar a un
prohombre del mundo empresarial amado por todo el mundo y honrado
hasta la médula? Solo unos rumanos son capaces de hacer
estos actos. Un vallero con dificultades económicas le
hubiera pedido trabajo, y Almela se lo hubiera dado. Él
siempre contrataba gente del pueblo. Era un patriota.

El pueblo de Vall d´Uixó
aplaude las razonables palabras de su alcalde. Gritan:

-President, president. El alcalde pone la
mano en el oído haciendo cómo que no oye. Enrique
Sandez anima al personal dando palmas y levantando los brazos
para que el público grite. Entra la banda municipal de
Vall d´Uixó vestidos de mariachis tocando versiones
de Paloma San Basilio del que era devoto Almela.

En la otra parte del cementerio,
arrinconados por las paredes repletas de nichos se produce el
contrapunto. Ofelia enloquece de rabia con el dolor de la muerte
de su hija a la que meten en el nicho.

El enterrador hace sonar la paleta, apremia
en la faena a su nuevo peón con el que reflexiona mientras
trabaja:

-La soledad acompaña a los
desgraciados hasta en la muerte, y la música y la fiesta a
la de los ricos. Venga Manolin, tira más yeso que quiero
terminar pronto esto. No lo soporto más. Creo que me voy a
emborrachar. ¿Vendrás conmigo al alegría de
la huerta?- Su nuevo peón, un ingeniero en
telecomunicaciones con master en robótica e
ingeniería espacial que solo ha encontrado trabajo
eventual de enterrador, de rodillas frente al capazo donde
termina de pastar el yeso, le pasa el material a su jefe, y se
ofrece a acompañarle en la borrachera.

Acto II.

El
suicidio.

Entre claro oscuros de una pinada de
reforestación que rodean una humilde ermita, surge un
espectro de mirada pérdida, los pómulos se hunden
en sus quijadas. Lleva oculta su vergonzosa anorexia de hambre
bajo un raído sayo. Vaga fantasmal por el paraje de San
Antonio. Su rostro queda semioculto por una barba descuidada.
Abandonado por el paraje de San Antonio deambula hablando solo
seguido de una perra convertida en su sombra que ha parido hace
más de un mes. La bestia lleva consigo el último
cachorro que le queda. El resto ha sido adoptado por viandantes,
senderistas, vecinos del lugar con los que se cruza
limosneando.

– Mi hija, mi hijita, mi Andreita, muerta
por la tos. ¿Por qué no encendí la
calefacción?- agarra el cachorro, lo levanta hasta la
altura de sus ojos, y lo mira con ternura.- Yo mate a mi hija- le
confiesa al perro que bosteza. Huele su aliento a leche agria de
bebe. La madre contempla con inquietud gimiendo por su cachorro
que se divierte haciendo piruetas en volandas.- Ofelia en un
convento- se vuelve cómo una marioneta dirigida por un
resorte hacia la cruz de la ermita. Deja el cachorro que es
atrapado por las patas de su madre que lo lame. Se sienta en un
peldaño de la escalera bajo el dintel del templo. Mira al
pueblo de Uixó que se escampa por el valle cómo una
mancha blanca. La visión del pueblo se hace sonora. Llegan
las voces de los herejes evangelistas que cantan a su falso dios
guiados por sus caudillos patriarcas y pastores evangelistas. Se
levanta, camina hacia el aljibe de la ermita para dar de beber a
la perra. Allí se cruza con el viento le trae voces que no
puede ver. Las voces de la miseria, las voces de la soledad, las
voces del pueblo llano: te matare, te matare. Una puerta
metálica recibe diversas puñaladas. Suena el acero
de la navaja contra el de la persiana. Desde esa distancia Nadie
no ve lo que ocurre. Un gitano de texas ante la indiferencia de
los vecinos que no quiere problemas, pero contemplan desde los
balcones el espectáculo callados y entretenidos, observan
a un calorro apuñalando con saña sádica de
raza el comercio de un andaluz que esta detrás de la
persiana y no se atreve a salir. Varios petardos lanzados
explotan en el azul cielo dejando una nube plomiza que se
dispersa poco a poco. La máxima autoridad del PP apaga la
mecha, sonriente anuncia la suelta del toro.

Y tira de la oreja a Enrique sandez,
concejal de los servicios sociales y la policía. El
alcalde hace gesto mussuliano para enfatizar su
explicación al concejal:

-Enrique por favor, manda a los chicos que
hagan la vista gorda con el alcohol, las peleas y las
puñaladas. Al criminal andaluz y gitano no me los
toquéis, interesa que esa chusma siembre el terror, y la
ancianidad y el jornalero que aun trabaja se preocupe más
que un cobrizo y sus navajas que del paro y la corrupción.
Deja a la chusma que se divierta.

-De acuerdo excelencia. ¿Sobre las
violaciones?- pregunta Enrique Sandez sacando el teléfono
para dar las ordenes.

– Si es una quinquillera de 15 años
con pinta de pendón o una roja, que se le aconseje no
denunciar. Si es violada alguien de apellidos, detención y
foto del violador en la prensa esposado- resuelve
salomónico y justo el alcalde.

-OK jefe- trasmite las ordenes el
concejal.

El espectro con el pensamiento embotado
vuelve a su peldaño bajo el Santo de los animales que lo
protege.

-Venga Mario. Vale, vale, así,
así, mete segunda, acelera y a todo gas, podrás
saltar el ribazo.- unas voces de animo, olor a gasolina y ruido
de motor invaden el templo. Los pinos, los abetos, los algarrobos
tiemblan. El fantoche de Mario, nuevo en el mundo del trial, a
relenti sobre la moto, está plantado frente al ribazo con
temor a que la moto no suba la vertical. Sus compañeros le
animan.- Mario salta.- Piedras de los milenarios ribazos son
derribadas. Bravo, bravo, así se hace Mario- le felicitan
el grupo el asalto que ha hecho del ribazo Mario. La perra ladra
asomada al barranco que rodea la pequeña colina donde la
ermita fue construida.

El espectro, cansado se asoma, y ve a un
grupo de motorista de trial escalando hasta la ermita. Se acercan
entre saltos y acrobacias a la cumbre con chulería,
desprecio a los antepasados, y al patrimonio artístico
cultural. Se acercan los jinetes de las máquinas, los
heraldos de la muerte, y la señal del cambio de los
tiempos. ! Una nueva raza de subnormales dominara la tierra!
Risas, gritos de camaradería, de superioridad grupal, de
la fanfarronería. Sienten que pertenecer a una unidad
fantástica, y que ellos están por encima de todos
los grupos sociales, son los mejores. Gasolina, drogas, alcohol,
corren sus venas de motoristas de trial. La banda criminal de
blancos cuarentones votantes del PP, cómo niños
mimados y pijos destrozan lo que sus abuelos cuidaron,
conservaron, ampliaron, de sus tatarabuelos. El espectro humano
se aleja para que no le vean. Pasea por las casetas San Antonio.
Bajo una C-15 observa un cachorro de ojos azules cómo su
husky, y de un pelaje similar a un pastor alemán que monto
a su husky. Se refugia el cachorro del frío tras una rueda
del vehiculo que esta aparcado sobre escombros donde corren
pulgas, ácaros y garrapatas que le muerden. El cachorro
arrastra una cadena atada a la furgoneta. Sale tristemente a
recibir a su madre y a su hermano que trota a su alrededor
ladrando. La escena es grotesca. Nadie, el paria, lo mira
cómo mira al mundo, desde los ojos de su interior, con
resignación y pena que quema la vida de los depresivos. La
madre lo huele y pasa de largo.

-¿Cómo has acabado
aquí? – le dice metiéndose bajo la furgoneta.
Si yo se lo di a una chica bien vestida que parecía que te
quería y vive en las casas nuevas. Me ha engañado,
y te ha engañado. ¿Acaso sus padres no te
quisieron? ¿O los vecinos les amenazaron porque llorabas
al echar de menos a tu madre y tus hermanos, y por eso, por tus
sentimientos, te arrojaron a otras manos?

Un gitano sale de la chabola cercana a la
furgoneta dando voces.

– Largo de aquí vagabundo. Largo o
te meto dos puñaladas. Nadie sale de bajo de la furgoneta
y el gitano le pega dos puñetazos que le hacen vomitar. Su
perra aterrorizada ladra y se va. El cachorro temblando se va, y
su hermanito encadenado gimiendo y temblando apoya su cabecita
junto a la goma de la cubierta Michelin.

En una casa de aperos que ha okupado, Nadie
entra, da de comer a sus animales con despojos que le han dado en
varias tiendas. La tarde mortecina, roja de temporal va
llegando.

Nadie mira y escucha desde peña
Creus el sonido del barrio de texas, luego mira el silencioso
cielo. Las primeras estrellas chismorrean en la fría
noche. Baja la mirada a la tierra, en ella ve una zanja que se va
volviendo negra, y más profunda con la oscuridad.
Alrededor malas hierbas mecidas por el viento.

Se acuesta sobre un lecho de
paja.

Al día siguiente amanece el refugio
cubierto por la escarcha. La madre y su cachorro juegan en la
estancia.

-Andreita, hoy yo me reuniré
contigo. Ningún padre debiera sobrevivir a sus hijos. Ni
ningún hijo debiera morir por una tos. Ni en ningún
país se debería tolerar esto que pasa en
España.

El cachorro juega a morder a su madre que
se revuelca por la paja, las piernas al aire hacen la bicicleta
mientras el lomo lo refriega feliz por la caliente paja. Se
divierte de los pequeños bocados de su hijo.

Nadie se aleja taciturno. Pasea por el
pueblo. Varios novios chonis hablan de la suelta de toros de la
jornada pasada, de la borrachera que pillaron, y la
cocaína que consumieron. En cáritas los pobres con
ganas de fallas y toros apremian a sus cuidadores a que se den
prisa o no llegaran a la mascletá.

-Andreita, la tierra me llama, acudo al
hoyo- balbucea. Unos jóvenes quinquilleros de texas que
van a vender cocaína al barrio Toledo que está de
toros, fallas y fiesta, al escucharle hablar solo a Nadie se
ríen.

-Menudo ciego que llevas colega,
¿quieres farlopa primo?-le pregunta uno de ellos. El resto
de rapaces ríe.

Se vuelve hacia ellos feliz de que alguien
le dirija la palabra. Los observa con sus ojos
melancólicos y humanos. Unas babas blancas y espumosas le
caen de la boca. Se lleva la mano derecha a los labios y las
trilla con los dedos entre los que se quedan cómo los
pelos cuando pasa el peine. El espectro deniega la
cocaína. Los jóvenes al ver su rostro convertido en
presagio de la muerte, sienten una especie de sentimiento de
incomprensión. Al no saber cómo clasificarlo le
permiten que siga su camino. No dicen nada durante unos segundos.
Unos metros adelante hablan de Cristiano Ronaldo y de sus
cuerpos, adorándose por los cachas que están. En
una panadería se anuncia en un cartel a un subnormal de su
especie que hace boxeo y va a hacer una exhibición de
gladiadores de la calle en honor a los niños pijos del PP
y al populacho que quiere ver sangre.

-Como mola, estoy hay que verlo. 100 euros
la entrada- lee con dificultares el anuncio ya que apenas sabe
leer el texano. Los otros acompañan en la
exclamación del mola. Se miden unos a otros los
músculos y los abdominales. Los tres se pasan las manos
suaves de golfos de calle y trapicheos. Sus sedosas manos
púberes se deslizan por el cuerpo de su compañero
que jadea de placer, sin comprender su bisexualidad. Unas
insuficientes hembras, de su estatus mental que pasan con el
pensamiento lleno de sexo, corte ingles, y deseos de ver a un
guardia civil ametrallando a un grupo de moros, saludan a los
chicos.

-¿Queréis hacer un
trío tías?- pregunta un tatuado chonis
levantándose el Jersey para que vean sus abdominales y le
quieran.

Ellas se ríen y se
acercan.

En una fuente frente al acueducto de Vall
d´Uixó para una vieja furgoneta. Un anciano baja con
garrafas para cargar agua. Nadie se sienta mirando las viejas
piedras romano visigodas del acueducto que se alzan cómo
las columnas de Hércules sorteando un profundo barranco.
Junto al monumento se encuentra el bicentenario molino de arroz.
El agua que arrojaba el acueducto movía las
ciclópeas piedras que molían el arroz. Ahora toda
aquella historia ha sido devorada por un incendio que ha quemado
todo lo bueno y honrado en Vall d´Uixó. Los
escombros amontonados cómo basura en el pavimento del
molino quedan cómo testigos de aquella vida sana,
armoniosa, buena, basada en la honradez, en el trabajo, de un
tiempo donde ninguna persona sobraba de la sociedad.

EL anciano al irse saluda a Nadie que
está embriagado por la visión del acueducto. Un
pequeño torrente que baja el agua de las últimas
tormentas suena cascabelero bajo los numerosos ojos de arcos de
medio punto y ojivales. Las cañas se doblan por los
soplidos intermitentes del frío viento. Llaman a
Nadie.

-Nadie, Nadie, baja con nosotras y te
llevaremos a donde está Andreita.

-Andreita, Andreita, tu madre está
en un convento. Yo no pude evitar que tosieras- Nadie habla sobre
la barandilla al agua cómo un ruiseñor que se posa
en los alambres de los terrados donde se seca la ropa lavada.
Junto a la fuente que separa los dos carriles, hay una cabina
telefónica. Una hermosa y joven rumana, vestida con
minifalda provocativa y plataformas enormes en los pies, aparca
su fiat cincuecento. Deja el motor encendido.

-Paula, quédate aquí- le dice
a su hija de tres años. La niña hace ademán
afirmativo de obediencia moviendo su rubia cabeza. Mira con sus
ojos azules a su madre de hermosas caderas que cruza la calle
hasta la cabina. Nadie se vuelve a sentar en el banco. Contempla
la escena. Frente a él queda la imagen de la niña
que mira desde el cristal a Nadie.

-Andreita, andreita- se levanta
patético y tropezando dejando caer el sayo.

La rumana con voz desesperada habla con un
hombre.

-Andrés, Andrés ,
cariño, necesitar 200 euros, si no a mi tirar de la casa.
Por favor dejarme 200 euros, estoy desesperada-
suplica.

-No puedo Estafania. Cariño tengo
que pasar este mes la manutención a mi ex, y en la naranja
no gano al día ni 15 euros trabajando de sol a sol. No
puedo cariño. ¿Nos vemos mañana?

-No- le contesta ella saca y cuelga. Mira a
su hija con desesperación de mujer capaz de hacer
cualquier cosa por sacar su camada adelante.

-Mama, mama- la niña baja del coche
buscando a su mama- tengo miedo mama.

La madre llama a otro amante, un guardia
civil y le grita violenta a su hija:

-Paula, vuelve al coche y no te menees.
Nadie permanece de pie, inquieto dando vueltas sobre el
banco.

– Se va a constipar Andreita y
toserá.

-Estefania, ahora no me llames
¿estás loca llamando a este número a estas
horas? Estoy de servicio.

Abelardo, por favor, escuchar, me van a
desahuciar hoy, por favor, por favor.

Cuelga el agente.

-Mama, mama, la niña vuelve a salir
y cruza la calle. Nadie va a hacia ella gritando:

-Andreita, andreita, que te
constiparás.

La madre al ver a Nadie cuelga y sale
gritando.

-Largo de aquí pervertido, deja a mi
hija, largo.

La niña se constipará,
toserá y morirá- le dice Nadie recibiendo golpes
con el bolso de la madre que desahoga sus problemas sobre el
cuerpo de Nadie.

Nadie vuelve al banco. La niña al
coche. La madre sigue llamando. Le asoma una preciosa
sonrisa.

-Gracias Vicent por dejarme el dinero. Voy
a recogerlo ahora.

-Pasa pronto que debo llevar unos cuadros
al palacio de Vivel. Hoy presento una exposición.
¿Serás mi compañera verdad?

-Si Vicent, si- responde ella suspirando
aliviada. Cuelga.

Se monta en el coche. Arranca.

Mama, mama, ese señor se ha quitado
los zapatos y anda por el acueducto- señala Paula a la
figura esperpéntica de Nadie.

Varias personas se detienen a ver a Nadie.
Se sitúa en el centro del acueducto y mira al barranco. Un
fuerte viento que le llama le inclina sobre el abismo. Abre los
brazos y consigue frenar el empujón. Las cañas, y
el agua cascabelera le dicen:

-Nadie, nadie, ven con nosotras que te
llevaremos donde está Andreita.

No mires Paula- le dice la madre besando la
cabeza de su hija que chilla al ver lanzarse sobre el
vacío a Nadie. La madre acelera y se va sin volver la
vista atrás.

 

 

Autor:

Angelillo de Uixó

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