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Las piruetas de la vida




Enviado por Maite Valderrama



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    Las piruetas de la vida – Monografias.com

    Las piruetas de la vida

    El destino. Mi destino, tu
    destino,nuestro destino, el plan de vida.

    ¿El Dios justo o el Dios
    injusto?

    Pregunta del amigo de
    Cristo

    Gabriele, hoy te voy a plantear una pregunta inusual.
    ¿Crees en el horóscopo, o sea, en la
    astrología? Cada vez que abro una revista encuentro dentro
    un horóscopo. De vez en cuando leo lo que los astros me
    quieren decir hoy y a veces pienso que algunas cosas que leo en
    ese momento podrían ocurrir; pero casi siempre está
    dicho de forma tan general que podría valer también
    para cualquier otra persona. ¿Tu te ocupas algo de la
    astrología?, ¿crees en ella?

    Respuesta del profeta:

    En un sentido amplio sí creo en la
    astrología clásica, pero no en el horóscopo
    que se puede encontrar en muchas revistas. La astrología
    se dedica a estudiar los fundamentos de la vida humana, el camino
    de la vida, los acontecimientos y destinos que resultan del
    minuto en que uno nace y por tanto de las constelaciones
    planetarias.

    Según estoy informada, la astrología se
    ocupa no obstante sólo de los planetas de nuestro sistema
    solar al que pertenece nuestro planeta Tierra.

    La voz del corazón no habla de la
    astrología, o sólo en un contexto muy amplio, entre
    otras cosas, de los planetas de nuestro sistema solar material.
    Ella se refiere a la parte del ser puro que todo lo abarca y a
    las cuestiones del alma cargada; habla de los planetas de la
    existencia pura, de las constelaciones planetarias de los planos
    de purificación y de todo el cosmos material, de la
    relación entre estos universos, el alma y el hombre.
    También explica que cada alma que va a convertirse en
    hombre, trae consigo su plan de vida para reconocer en él
    los pasos de aprendizaje espiritual durante su existencia como
    hombre en la Tierra. Estas son sus tareas que siendo hombre
    debería superar en este ciclo de vida terrenal. La voz del
    corazón aclara también que cada hombre que se
    encuentra en la escuela de la vida en la Tierra, la
    debería concluir etapa por etapa con éxito
    espiritual. Del Espíritu Divino también sabemos que
    cada hombre posee el libre albedrío de decidirse a favor
    de lo bueno, de lo menos bueno o de lo malo, y que nuestro ser
    puro, lo más interno de nuestra alma, proviene de la
    existencia eterna, es decir, de lo bueno, que es la ley de la
    vida eterna. La ley de la vida es el amor a Dios y al
    prójimo, el ser feliz, el estar sano, el ser libre, el ser
    pacífico, la armonía, el vivir los unos con y a
    favor de los otros y al fin y al cabo, visto de forma global, el
    bien común, el bien para todos. De ahí resulta que
    todos los hombres son portadores de la herencia del infinito, ya
    que en todos está lo divino. La ley divina eterna del amor
    a Dios y al prójimo, de la libertad y la vida eterna en la
    gloria de Dios constituyen el cuerpo divino de cada alma. La
    libertad conlleva también la responsabilidad de nuestro
    comportamiento que se compone de nuestra forma de sentir,
    percibir, pensar, hablar y actuar.

    Por lo tanto, nosotros mismos somos responsables de
    nuestra vida, lo que significa que si actuamos bien, menos bien o
    mal, emitimos unas energías determinadas. De acuerdo con
    el principio de que lo que sentimos, percibimos, pensamos,
    hablamos y hacemos, nuestras pasiones y añoranzas, vuelve
    de nuevo a nosotros, parecido al eco que lanzamos a la
    montaña y nos contesta de forma correspondiente,
    recibiremos lo mismo o algo similar. Esto es la ley de la
    atracción, denominada también la ley de causa y
    efecto o la ley de siembra y cosecha que dice "lo que el hombre
    siembra, cosechará".

    De la responsabilidad por nosotros mismos que hemos
    recibido de Dios, nuestro Padre, como seres independientes y
    maduros, herederos del infinito, resulta también el libre
    albedrío que Dios nos ha dejado también a nosotros
    los hombres. De acuerdo con el principio de la ley del reino de
    Dios de que todo pertenece a todos los seres puros, cada ser
    espiritual es también responsable del infinito, de la
    existencia eterna. Dado que somos portadores de la ley eterna de
    la libertad y así herederos de la existencia pura, la
    libertad es un hecho irrevocable. Por ello nosotros como hombres
    tenemos también la responsabilidad por nuestro
    comportamiento, también por el comportamiento
    egoísta que resulta de nuestro mundo de deseos y pasiones,
    y que a su vez tiene su punto de partida en nuestra manera de
    sentir, percibir, pensar, hablar y actuar.

    Al coincidir varias o muchas infracciones similares
    contra nuestra herencia divina de la libertad, cuyo principio
    supremo es el amor a Dios y al prójimo, se va construyendo
    nuestro destino según la ley de siembra y cosecha. No es
    nuestro prójimo el que manda lo que nos pasa, no es
    él el que nos transmite algo que no nos pertenece, sino
    que todo lo que nos pasa es la consecuencia directa de lo que
    hemos introducido en nuestra alma, en el cosmos material, y
    también en los astros de los planos de
    purificación, donde vivirá el alma después
    de la muerte del cuerpo físico. Por lo tanto, cada hombre
    está en comunicación con sus propias emisiones o
    grabaciones, con las constelaciones planetarias correspondientes
    al volumen de sus frecuencias. Si un alma va a encarnarse
    saliendo de su contexto causal en los planos de
    purificación, que es su hábitat actual, entonces en
    los diferentes planetas, que se juntan en constelaciones
    planetarias especiales condensadas, y que van a un punto
    culminante, se activan las grabaciones de su vida terrenal
    anterior que constituyen el camino del alma a la
    encarnación. En el alma que inicia una nueva vida terrenal
    empiezan a activarse paso a paso estas grabaciones que son
    energías. Esto constituye entonces la cadena causal del
    alma y en lo sucesivo del hombre en el cual se ha
    encarnado.

    En todo el universo no existen casualidades. Una vez que
    el camino de la vida, que es la cadena causal de un alma, se haya
    activado, también dos seres humanos, una mujer y un
    hombre, que están involucrados en la cadena causal de este
    alma preparada para encarnar, se encuentran en la Tierra; en
    ellos se activan de la misma manera aspectos parecidos de sus
    grabaciones. Entonces el hombre engendra un hijo y la mujer lo da
    a luz. Así se puede afirmar que ya desde el momento de
    haberse anidado el óvulo fecundado en la matriz de la
    mujer empieza a activarse el plan de vida del alma que quiere
    encarnarse; es decir, se pone en marcha a nivel energético
    y conforma la forma de vida que está
    desarrollándose. El plan de vida del alma que va llegando
    contiene también el plan de construcción de su
    cuerpo terrenal.

    El amigo de Cristo

    Una pregunta: Si la fecundación y el anidamiento
    de un óvulo en la matriz de una mujer tienen que ver con
    un alma dispuesta a encarnarse, cuando estos dos seres humanos
    están conectados a la cadena causal de este alma y
    ésta a su vez los que van a ser sus padres,
    ¿qué ocurre entonces si estos abortan?

    Respuesta del profeta:

    Entonces estos dos seres humanos no solamente irrumpen
    en su propio plan de vida, de lo cual puede resultar para ellos
    una nueva ramificación kármica para una o
    más encarnaciones, sino que también impiden que un
    alma que está conectada a sus cadenas de
    comunicación pueda cumplir su plan de vida. De ahí
    surgirá -sobre todo para los padres que estaban previstos
    y que abortan- una nueva cadena causal que va a conducirlos
    según las circunstancias a otra encarnación, en la
    cual estas grabaciones pecaminosas se fusionarán en un
    punto culminante formando un complejo de culpas que
    volverá a ellos como un golpe de destino. Es decir, el
    destino de ambos conlleva como efecto lo que han causado en
    encarnaciones previas. Sin embargo, antes de que sus grabaciones
    caigan sobre ellos fortuitamente, la misericordia de Dios les da
    señales que a su vez naturalmente corresponden al plan de
    vida que han traído, es decir, que son aspectos de su
    destino. Lo que cada uno hace de ello, lo determina otra vez
    él mismo mediante la ley del libre
    albedrío.

    Cada día recibimos señales avisadoras que
    proceden de nuestro plan de vida. No existen las casualidades,
    sino que todo con lo que nos encontramos, por ejemplo hacia
    dónde va nuestra mirada, está en conexión
    con nuestro plan de vida, de otra manera no podría
    sucedernos. Todo, cada acontecimiento, cada situación que
    nos irrita, tiene algo que decirnos personalmente. También
    el momento que nos estimula a reflexionar, nos permite que
    según las circunstancias escuchemos esto o lo otro de
    forma que podamos reconocer de ello algunos aspectos de nuestro
    plan de vida. Este impulso de la energía de nuestro
    día puede actuar también a través del
    funcionamiento del resto de las funciones de percepción
    como oler, degustar, o palpar, para que podamos reconocer de lo
    que nos estimula, de lo que pensamos y decimos a
    continuación y cómo actuamos, aquellos aspectos que
    hay por purificar en ese día, es decir, para dar los pasos
    de aprendizaje antes de que recaiga el destino sobre
    nosotros.

    Como todo lo que nos sucede en nuestro caminar por la
    vida son impulsos surgidos de nuestro plan de vida, cada hora,
    incluso cada minuto nos exige vivir conscientemente, para captar
    estos impulsos, estas energías que nos muestran lo que
    hemos de cambiar. Si aprendemos de ello y en adelante nos
    comportamos tal y como Dios nos lo ha ofrecido en los Diez
    mandamientos y Jesús en el Sermón de la
    Montaña, entonces disolvemos poco a poco nuestro
    comportamiento erróneo que hemos traído. Con la
    fuerza de Cristo en nosotros éste se va transformando en
    vida espiritual, en libertad y en amor a Dios y al
    prójimo. Así habremos conseguido una
    maestría en nuestro camino terrenal y hemos cumplido
    nuestro plan de vida.

    Nos sucederá sólo lo que está
    activo en nuestro plan de vida. Sean situaciónes,
    problemas, destinos, o personas agradables y desagradables,
    nosotros mismos y nadie más (y mucho menos Dios) somos los
    que predestinamos todo. Todo ello no son otra cosa que tareas de
    aprendizaje que nos hemos dado a nosotros mismos para
    resolverlas, para seguir el camino hacia nuestro origen que es
    divino y que significa ser libre, la libertad misma.

    La mayoría de los hombres pasan su vida
    irreflexiva y despreocupadamente, aunque todos sepan que la vida
    terrenal es un caminar "por la vida", pues un día le llega
    a cada uno la hora de la muerte. Muy pocos reflexionan sobre lo
    que pasará después de su vida terrenal, en el
    momento en que han acabado su caminar por la vida y han pasado
    por el portal de la muerte. Es indudable que cada cual vive su
    propia muerte y no la de otro. Así también cada
    cual vive su propia vida. En esta existencia terrenal
    experimentamos una parte de lo que en existencias previas hemos
    grabado, es decir, sembrado, y no hemos purificado. Nuestro plan
    personal de vida está formado por partes del pro y contra
    de nuestras vidas anteriores, está registrado en los
    astros del cosmos material y en los del cosmos de materia sutil
    de los planos de purificación; por lo tanto no está
    relacionado únicamente con los planetas de nuestro sistema
    solar.

    Raramente nos planteamos la pregunta: ¿por
    qué el fin de mi vida transcurrirá de forma
    diferente al de todas las demás personas? Más de
    uno dirá: "muerto es muerto". Pero ¿por qué
    la muerte tiene diferentes señales para cada hombre?
    ¿Quién puede afirmar que la muerte es la muerte, el
    final? Ninguno de nosotros puede demostrar que la muerte es el
    final de la vida, ni tampoco nadie puede probar que cada uno de
    los muchos miles de millones de hombres antes de morir tiene
    pensamientos diferentes. Pero cada uno puede experimentar que la
    vida terrenal de cada ser humano transcurre de manera diferente,
    ya que en la Tierra no hay dos personas cuyos sentimientos,
    sensaciones, pensamientos, palabras y actos coincidan
    completamente. Una respuesta superficial podría ser: Somos
    individuos que hemos sido marcados por las aptitudes y por la
    educación. Los individuos tienen precisamente sus
    costumbres y modos de vida individuales y específicos.
    Además cada uno tiene su masa hereditaria anclada en los
    genes, que se activa en un momento no previsible que el hombre
    tampoco puede determinar.

    El amigo de Cristo:

    Todo esto puede ser cierto, Pero ¿quién
    nos ha transferido la masa hereditaria? Dices que todos
    procedemos de la existencia pura, de Dios, y que nos hemos
    cargado. Por lo tanto, por lo menos algunas partes de esta masa
    hereditaria son cargas. ¿Cómo han llegado a
    nuestros genes?

    Respuesta del profeta:

    Naturalmente podríamos seguir especulando y
    argumentando intelectualmente y decir: Nosotros los hombres
    tenemos una larga cadena genealógica. Sea tan larga como
    fuere, tiene que haber sido implantada en algún momento en
    el hombre por alguien que ha intervenido en la
    determinación de la línea de nuestra vida, de las
    sustancias hereditarias. Nosotros los hombres buscamos siempre un
    culpable. Muy raras veces decimos: "Es mi culpa". En este caso
    podríamos echar la culpa por ejemplo a Adán y Eva.
    Sin embargo, si observamos a la humanidad actual
    tendríamos que defender a Adán y Eva, porque es
    imposible que Adán y Eva tengan la culpa de todo este
    engendro diabólico de la humanidad, como es el abuso de
    seres humanos, abuso de niños, abortos, violencia,
    tráfico de drogas y toda la miseria en el mundo de la
    droga, fraude y corrupción por todas partes, divorcios,
    mutilación de plantas y animales por medio de cultivos,
    cruzamientos, manipulación genética,
    vivisección, contaminación de las aguas,
    destrucción de la atmósfera terrestre, y muchas,
    muchas más cosas. Nosotros somos los
    malhechores.

    Se dice que provenimos del mono. ¿No
    tendríamos que proteger entonces también a estas
    formas de vida superiores? Si se controlara su material
    genético, seguramente no se encontraría en
    él lo inferior humano, lo egoísta y el afán
    destructor de la vida.

    Cuando hablamos de la destrucción de la
    atmósfera terrestre o de la contaminación de las
    aguas, nadie dirá que la culpa la tienen los
    "extraterrestres". En este punto sí aceptamos la ley de
    causa y efecto. Si alguien dijese que el autor de un abuso a un
    menor no es culpable sino otra persona ajena, nos
    echaríamos las manos a la cabeza y diríamos "que no
    se puede condenar a un inocente habiendo ya localizado al autor".
    Sin embargo, cuando se trata de nuestras propias culpas, de las
    cadenas de cargas personales que se componen de nuestra manera
    egoísta y desconsiderada de sentir, percibir, pensar,
    hablar y actuar, así como de nuestros deseos y ansias
    perversos, de lo cual van resultando los planes para nuestras
    sucesivas encarnaciones, muchos gritan diciendo: "¡Esto no
    puede ser!". O sea que cuando se trata de nosotros mismos somos
    ilógicos. ¿Por qué?

    Porque no queremos admitir que somos realmente tal y
    como somos. Queremos aparentar ser de otra manera a lo que
    corresponde actualmente nuestro carácter. En base a la ley
    del libre albedrío cada uno ha forjado su propia cadena de
    cargas, de la cual resulta el plan de vida para sus vidas
    terrenales. El que conozca algo sobre estas intercomunicaciones
    causales puede decir con razón que ayer fuimos lo que hoy
    somos.

    Cada ser humano está marcado por lo que le
    sucede, tanto en el aspecto positivo como en el negativo. Lo que
    hoy es y lo que hoy se encuentra en su camino de la vida, lo
    originó en el "ayer". El "ayer" significa las
    encarnaciones previas. Cada uno de nosotros se encuentra en la
    Tierra como en una escuela para aprender de lo que la vida le
    muestra. Esto significa que estamos ahora otra vez en la Tierra
    para aprender de nuestros errores pasados, de lo que
    todavía no ha sido purificado por nosotros, de lo que no
    hemos sacado todavía las enseñanzas para nuestra
    vida. Deberíamos tomar consciencia una y otra vez de que
    sólo nos puede suceder lo que está ya presente en
    nuestro plan de vida. Se trata siempre de cosas que no hemos
    aprendido en nuestras encarnaciones anteriores o como almas en
    los planos de purificación.

    Cada paso de aprendizaje que nos saca fuera del enredo
    causal en que nos hemos metido, nos acerca un paso más
    hacia la libertad. En la medida en que nos liberamos de nuestras
    cargas del alma, transformando con la ayuda del Cristo de Dios,
    nuestro Redentor, los programas pecaminosos, es decir, negativos,
    y no volviendo a caer en ellos, tanto más nos acercaremos
    a la libertad. Así se nos presentarán
    también cada vez menos lecciones para aprender, porque nos
    hemos acercado más a nuestra herencia divina, al amor a
    Dios y al prójimo, a la pureza, la libertad y la
    justicia.

    Pregunta del amigo de Cristo:

    Si existe ese plan de vida o plan de construcción
    para nuestra existencia terrenal, tampoco existen las
    casualidades. Casualidad significa: a mí me sucede algo
    por azar. La mayoría de las veces creemos que los sucesos
    nos vienen desde fuera, causados por otros que nos quieren mal.
    Pero ahora escuchamos que todo lo que nos sucede o con lo que nos
    encontramos no es otra cosa que nuestras propias emisiones
    positivas o negativas de acuerdo con nuestro plan de vida. Mi
    pregunta es: ¿Cómo vuelven nuestras emisiones
    positivas y negativas a nosotros? ¿Quién establece
    este plan de vida?

    Respuesta del profeta:

    Muchas cosas nos suceden y sin embargo no vienen de
    fuera; los causantes no son las demás personas sino que
    solamente nos sucede aquello que en vidas anteriores ya
    habíamos grabado en los astros, en la computadora
    cósmica, y de lo que hemos de reconocer y purificar en
    esta vida terrenal la parte que pertenece al plan de vida de la
    existencia actual en la Tierra. Esto significa que la
    irradiación de aquellos planetas que llevan una parte
    determinada de nuestras causas, que se ha activado o que
    está a punto de activarse, nos conduce a la
    encarnación. Por lo tanto nosotros, siendo almas, traemos
    a la existencia terrenal el plan de vida activado, en el cual
    también está contenido el plan de
    construcción de nuestro cuerpo.

    Has preguntado de qué manera vuelven a nosotros
    nuestras grabaciones positivas y negativas y quién
    establece nuestro plan de vida. Según las leyes
    cósmicas, los universos de la existencia pura, el cosmos
    de los planos de purificación y el cosmos material
    están en constante movimiento. Tanto los planos de
    purificación y el cosmos material como las almas y los
    hombres están entre sí constantemente en
    comunicación. Cada alma está en comunicación
    con sus grabaciones.

    En las órbitas rítmicas de los astros se
    activan en los distintos planetas de los planos de
    purificación las grabaciones, es decir, impulsos que
    actúan como emisoras. Estos conectan inmediatamente con
    las grabaciones de igual vibración en el receptor
    correspondiente. La energía activa, la radiación
    específica que proviene en ese momento de algún
    planeta de otras esferas, encuentra de forma precisa a su
    receptor, -no a alguno que quizá tenga una
    vibración igual o similar-, encuentra exactamente a
    aquél del que proceden las grabaciones, porque éste
    está en comunicación con todas ellas. Así se
    producen fuentes de radiación activas, emisores de
    impulsos energéticos, que actúan durante tanto
    tiempo como algunos planetas vayan formando las constelaciones
    correspondientes que anuncian un destino o propician el camino
    para un determinado destino. Estas energías activas
    constituyen También el plan de vida para el alma que
    emprende su camino a la nueva encarnación conducida por
    estas vías de radiación. El camino de vida, el
    fluido energético que acompaña al alma a su
    encarnación, es idéntico en su volumen vibracional
    al plan de vida del alma en el hombre.

    Por lo tanto, el plan de vida viene a SER establecido
    por la órbita rítmica de los astros y al fin y al
    cabo también por el alma en los planos de
    purificación a la que se presentan en imágenes
    situaciones determinadas, -ya que la vida de las almas transcurre
    en imágenes-, que ella ha grabado con las faltas que
    cometió cuando fue hombre. De ahí el alma reconoce
    un ciclo de expiación que a su vez la conduce a la
    encarnación, por un lado si lo desea, y por otro, si ha de
    enmendar muchas cosas en la Tierra, también junto con sus
    semejantes. Algo análogo es válido también
    para un alma luminosa que tiene una misión divina.
    También esta alma tiene su plan de tareas para esta Tierra
    que se activa tan pronto como lo previsto entra en acción.
    Entonces también esta alma va a la encarnación. Su
    camino de vida constituye en esta Tierra un plan de tareas para
    Dios.

    Por lo tanto somos nosotros mismos los responsables por
    nuestra vida en la Tierra. Lo que sembremos también lo
    cosecharemos. Si nos comportamos de forma insensata actuando
    contra nuestra herencia divina, la ley del amor a Dios y al
    prójimo y la libertad, tendremos que soportar
    también lo que resulta de ello. Es decir, el destino de
    cada uno es su propio destino. Este se compone de todo su sentir,
    percibir, pensar, hablar, querer y hacer individual. No se graba
    el mero pensamiento o la palabra "adornada" sino los contenidos.
    Todo lo que introducimos en nuestros sentimientos, sensaciones,
    pensamientos, palabras y actos son los elementos que constituyen
    nuestro destino. Estos los almacenamos, como ya he explicado, en
    nuestra alma y en los astros correspondientes.

    Si nuestra alma vuelve a encarnarse, entonces se
    acoplará de acuerdo con su plan de vida a su árbol
    genealógico, a partir del cual se inicia su nuevo ciclo de
    vida con situaciones, problemas, avisos, destinos y encuentros
    con personas.

    Desde el momento de la fecundación, y así
    desde que el óvulo se instala en la matriz, nuestra vida
    terrenal la determinamos nosotros mismos y nadie más.
    Nosotros fuimos hombres dentro de nuestro árbol
    genealógico, el cual también puede trascender a
    otros árboles genealógicos si ejercemos influencia
    sobre nuestros semejantes involucrándolos así en
    nuestra cadena kármica, en el caso de que, obligados por
    nosotros, hagan lo que nosotros queremos.

    El momento de la primera acción en nuestro plan
    de vida no lo podemos percibir. Por eso la astrología
    parte del primer minuto del nacimiento, que también es
    decisivo para la apertura del abanico de posibilidades de nuestro
    plan de vida. Con el primer grito del recién nacido el
    alma toma el primer contacto intenso con su cuerpo físico.
    En ese momento se conecta al ritmo respiratorio de su nuevo
    vestido terrenal que hasta el fallecimiento del cuerpo es
    también el ritmo vital. Con el primer grito del
    niño el nuevo habitante de la Tierra se separa del cuerpo
    de la madre y obtiene así una vida propia, que sin embargo
    sigue estando conectada con el padre y la madre a través
    de la cadena genealógica.

    El amigo de Cristo:

    Por lo tanto, nosotros lo determinamos todo y por
    consiguiente ya no podemos intervenir en nuestro plan para
    cambiarlo, es decir, para eliminar e invalidar aquello que nos
    dirige.

    Respuesta del profeta:

    Eso no es así. La conducción es nuestro
    comportamiento erróneo que al fin y al cabo se pone en
    contra de nosotros mismos, porque por Dios, partiendo de nuestro
    origen, hemos sido creados de forma diferente, esto es sobre la
    base de la unidad y libertad, del amor a Dios y al
    prójimo. Como seres puros hemos aceptado estas
    legitimidades libremente. Y esto sigue siendo válido
    así porque somos y seguiremos siendo hijos de Dios. Cada
    uno de nosotros actuamos contra nuestra herencia divina, contra
    el trascurso irrefutable de las leyes eternas, cuando obramos en
    contra de ellas, en contra de nuestra herencia divina, por lo que
    estamos actuando en contra de nosotros mismos. Cada día
    las diferentes situaciones, todo lo que nos sucede, nos
    está colocando ante nosotros mismos, ante un aspecto de
    nuestro plan de vida terrenal que está activo, o bien ante
    los pecados que hemos ido grabando antaño, o aspectos
    positivos en los que hemos sentido la libertad y la
    cercanía de Dios. O sea, como ya se ha explicado, nosotros
    aprendemos de todas las adversidades y si damos los pasos hacia
    la libertad, nos liberaremos disolviendo nuestra cadena causal. O
    por otro lado, vamos creando en cada situación que se nos
    presenta y que no arreglamos otras grabaciones, es decir,
    componentes de un nuevo plan para una o más encarnaciones
    futuras o para la cadena astral que significa expiación en
    los planos de purificación, en los reinos de las almas, a
    las que llegaremos cuando abandonemos nuestro cuerpo
    físico. Tal como nos comportamos hoy, así
    volveremos a ser mañana. De estos procesos relacionados
    entre sí resulta por lo tanto la responsabilidad de cada
    uno por su propia vida, la responsabilidad por lo que siente,
    percibe, piensa, dice y hace. Esto nos indica que
    deberíamos controlar nuestros comportamientos y aprender a
    reconocer lo que las situaciones del día nos quieren
    decir. Todo lo que nos empuja a pensar, decir y hacer, nos quiere
    comunicar algo. La presión, la necesidad acuciante en
    nosotros, procede de los programas contrarios a la ley de Dios,
    de las grabaciones activas que nos quieren dirigir en
    dirección a nuestro destino. Si sentimos presión o
    deseos impetuosos, esto puede ser también un aviso que nos
    hace intuir lo que hemos de aprender para disminuir o eliminar a
    tiempo nuestros golpes del destino. Los avisos también
    pueden presentarse en forma de pequeños acontecimientos o
    sucesos que nos ocurren y que tienen relación con nosotros
    o con lo que estamos haciendo. Más tarde reconocemos que
    hubiera sido mejor no haberlo hecho así. Lo mismo que
    caídas o irrupciones mayores o menores en nuestra vida
    indican que hemos de aprender algo, es decir, cambiar
    algo.

    Si no tomamos en serio los avisos, o incluso nos dejamos
    llevar cediendo a la presión, al acucio en nosotros, que
    procede de nuestro plan de vida y que nos quiere advertir, nos
    dejaremos empujar hacia el destino y a los correspondientes
    acontecimientos o situaciones de nuestra vida.

    El reconocimiento, la introspección y la enmienda
    a tiempo hubiesen podido evitar o por lo menos suavizar el golpe
    del destino. Sin embargo no hemos aprendido nada de ello. En
    consecuencia no nos queda otro remedio que tener que sufrir lo
    que en este momento está activo en nuestro plan de vida,
    en nuestra cadena kármica, recayendo sobre nosotros. Estos
    acontecimientos fatales en nuestra vida no tienen que suceder
    inmediatamente a continuación de las necesidades
    acuciantes o presiones que sentimos dentro de nosotros.
    También es posible que estos sucesos o golpes del destino
    tengan lugar en la próxima encarnación o en los
    planos de purificación, aunque los avisos nos hayan
    advertido ya en esta vida terrenal.

    Los avisos anuncian lo que está literalmente
    activo en los astros y nuestra alma, pero también en la
    cadena genealógica a la que pertenecemos y la cual nos ata
    a personas. Los golpes del destino que ya tuvieron sus avisos en
    esta vida terrenal pueden llegar a SER activos en la
    próxima encarnación según sean las
    circunstancias ya en la niñez o en la juventud del SER
    humano. La escuela de la vida en la que se encuentran todos los
    hombres está organizada de tal manera, que con la ayuda
    del Cristo de Dios, nuestro Redentor, el Espíritu del amor
    y de la libertad, a podemos aprender a reconocer lo que nos ata y
    separa, lo doloroso, a reconocer los pecados y a arrepentirnos de
    ellos, a reparar lo cometido y a no volver a hacerlo
    más.

    El amigo de Cristo:

    Muchas veces decimos: Si hubiese hecho caso a los avisos
    que me indicaron este u otro destino, yo hubiera actuado de otra
    manera. O también: Lo he intuido, pero no hice
    caso.

    Respuesta del profeta:

    Sí, frecuentemente es así porque no
    tomamos las riendas de nuestra vida, en nuestras manos, es decir,
    porque no vivimos con la necesaria responsabilidad por nosotros
    mismos. Cuando tenemos que sufrir un golpe de destino o lo
    experimentamos con algún prójimo muy cercano, nos
    damos cuenta de ello durante o después del sufrimiento. De
    pronto tomamos consciencia de que esto que nos ha sucedido a
    nosotros o a nuestro prójimo se había anunciado ya
    anteriormente por medio de diferentes indicios. Pero nosotros no
    cambiamos a tiempo nada, el destino siguió su
    curso.

    Pregunta del amigo de Cristo:

    A este respecto quisiera hacerte una pregunta: Si sufro
    las consecuencias de lo que he causado por no haber observado los
    avisos y no haber hecho caso a las indicaciones de la
    energía del día, ¿está con esto
    borrada esta parte de mi potencial pecaminoso, este aspecto de mi
    plan de vida? ¿Se han anulado entonces estas grabaciones
    negativas? ¿O me volverá a suceder todo otra vez en
    esta o en otras vidas terrenales?

    Respuesta del profeta:

    Esta pregunta seguramente se la plantearán muchas
    personas, pues ¿quién desea vivir cargado por la
    fatalidad? Si la fatalidad, es decir, el potencial pecaminoso que
    tuvimos que sufrir o sufrimos anulado está expiado depende
    únicamente de nuestro comportamiento. Está
    definitivamente expiado cuando en nuestro golpe del destino hemos
    reconocido cuál es la tarea que nos hemos puesto al fin y
    al cabo nosotros mismos a través de nuestras grabaciones
    pecaminosas alejadas de Dios. Si en la fatalidad hemos dado
    nuestros pasos de aprendizaje, entonces este aspecto del plan de
    vida se podría decir que está liquidado y
    transformado en energía positiva que entonces va
    entablando poco a poco comunicación con el ser eterno, con
    nuestra verdadera vida.

    Pero si hacemos responsables a nuestro prójimo de
    nuestro destino, si acusamos por ello a nuestros semejantes y
    nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y actos siguen
    siendo los mismos, es decir, no hemos aprendido nada de nuestro
    destino ni hemos dado los pasos de aprendizaje, entonces puede
    que hayamos expiado, o sea, borrado sólo elementos
    mínimos de nuestro destino, habiendo añadido sin
    embargo muchas más cargas al seguir comportándonos
    de forma errónea. No nos hemos reconocido en las
    adversidades ni hemos captado los pasos de aprendizaje que
    resultaron de ello, es decir, nuestra vida no ha sido encauzada
    en un nuevo rumbo. Con esto seguimos elaborando un plan de vida
    para nuevas encarnaciones o configuramos una cadena de
    expiación que hemos de sufrir como alma en los planos de
    purificación.

    Pregunta del amigo de Cristo:

    ¿Es posible, además de lo que mi plan de
    vida prevé para esta vida terrenal, poder reconocer y
    borrar ya hoy aspectos de las cargas de mi ego que están
    grabados en los astros pero que no están activos
    todavía?, ¿puedo liberarme por anticipado de cargas
    llenas de reveses del destino de otro planes de vida?

    Respuesta del profeta:

    Sí, esto es posible, pues el amor de Dios y Su
    Misericordia están siempre presentes para ayudarnos a
    todos nosotros. No en vano Dios nos dio los Diez mandamientos a
    través de Moisés; no en vano Jesús, el
    Cristo de Dios en vestido terrenal, nos enseñó el
    mandamiento principal del amor a Dios y al prójimo; no en
    vano habló de la viga en nuestro ojo y de la paja en el
    ojo ajeno, y nos regaló el Sermón de la
    Montaña que contiene las reglas para toda nuestra vida
    terrenal, para el estudiante, el trabajador, la familia, para los
    compañeros en el lugar de trabajo, para todas las
    situaciones y problemas de la vida cotidiana. El que se orienta
    por los mandamientos de Dios y la enseñanza de
    Jesús, no tardará mucho en preguntarse una y otra
    vez a sí mismo: ¿Puedo pensar, hablar y actuar
    así? ¿Corresponde lo que siento, pienso y quiero
    hacer o hago a los mandamientos de Dios y la enseñanza de
    Jesús? En la vida del hombre cambiarían muchas
    cosas para bien, si se planteara a diario estas preguntas con
    frecuencia, si comparara su comportamiento con los mandamientos y
    a la enseñanza de Jesús para averiguar cuál
    es la voluntad de Dios y cuál es la voluntad del hombre;
    si él entonces diera preferencia a la voluntad de Dios,
    arrepintiéndose de sus aspectos adversos a la ley, -es
    decir, lo que está en contra de los mandamientos y de la
    enseñanza de Jesús-, pidiendo perdón a su
    prójimo, perdonando al que le ha hecho daño,
    reparando los actos pecaminosos en tanto sea posible, y no
    volviendo a repetir estos pecados ya arrepentidos y
    purificados.

    Con la ayuda del Cristo de Dios más de uno
    podría eliminar de esta manera en el trascurso de pocos
    años no solamente algunos aspectos esenciales de su plan
    de vida, sino que mediante la purificación diaria
    podría establecer el contacto con otras informaciones que
    había grabado en los astros y que están a punto de
    fusionarse paulatinamente para formar un nuevo camino de
    encarnación o de expiación para su alma. Una
    persona que obrando en concordancia con la enseñanza de
    Jesús aprovecha activamente sus días en la Tierra,
    eliminando las piedras del sendero de su vida y transformando por
    lo tanto los programas cargados con la ayuda de la fuerza de
    Cristo en energías positivas de vida, liberará
    más y más. La luz de su alma aumenta y su
    consciencia se amplía. Así le es posible emitir y
    atraer anticipadamente partes de las secciones de sus
    informaciones grabadas, que fusionan para un nuevo camino de
    encarnación o expiación. Estas se mostrarán
    entonces en sus sensaciones, sentimientos y pensamientos, pero
    también aparecerán a través de los cinco
    sentidos. Al igual se producirán situaciones y
    acontecimientos que le querrán dar indicaciones, y entre
    ellos algunos sucesos de los que supuestamente eventualmente
    podrá decir con seguridad: "En esta vida ni he pensado ni
    he querido hacer algo igual o parecido".

    Si a esta persona se le presentan en un momento dado
    situaciones difíciles y problemáticas o
    también de repente le surgen pensamientos masivos, deseos
    fuertes, incluso pasiones, entonces es posible que estos
    provengan del plan de esta vida terrenal, pero también
    puede ser del potencial de programas e informaciones procedente
    de la vía de una nueva encarnación o
    expiación que se está formando. El interesado
    apenas puede distinguir si el impulso que ha traído el
    día proviene de su plan de vida o no. ¿Pero es eso
    acaso esencial saberlo para nuestro crecimiento
    espiritual?

    Lo importante es que tomemos activamente la
    responsabilidad por nuestra vida y demos a diario los pasos de
    aprendizaje correspondientes.

    Nuestra vida está en nuestras manos. Nosotros
    determinamos lo que vamos a hacer de ella. Recordemos que el
    Espíritu de Dios vive en nosotros, que sabe todas las
    cosas y que desea ayudar y apoyarnos de manera que volvamos a
    recuperar nuestra verdadera vida, que es la libertad.

    El amigo de Cristo:

    De lo que has dicho me parece que lo más esencial
    es que nos volvamos activos. Esto es la fe activa que el Cristo
    de Dios nos enseña en Sus manifestaciones. En el fondo es
    muy fácil. Sólo estoy sorprendido de que no lo he
    hecho así durante tantos años de mi vida como
    cristiano de iglesia. En este sentido dice la Biblia,
    especialmente en el Sermón de la Montaña,
    cómo hemos de comportarnos en la vida diaria para
    acercarnos a Dios, y cómo logramos la paz en nosotros y
    con nuestros semejantes. Pero ahora he podido experimentar muchas
    veces qué pasa cuando sigo al Nazareno aprovechando de
    forma activa los impulsos de mi plan de vida. Es decir: El
    corazón se alivia, en lo externo se presentan caminos y
    soluciones; la confianza en Dios y en Cristo crece y nace la
    esperanza. ¿No hubiera podido hacerlo así ya antes
    en mi vida? ¿Por qué no lo hice? ¿Por
    qué la mayoría de los cristianos no lo hacen
    así? ¿Cuál es la razón de este
    comportamiento básicamente pasivo? Ahí debe existir
    algún programa erróneo, y quizá se encuentre
    ya la respuesta en lo que voy a decir a
    continuación.

    Cuando tú, Gabriele, hablabas de la libertad,
    pensé en las instituciones católica y protestante.
    Ahí se lleva discutiendo desde hace siglos sobre la
    doctrina de la predestinación que dice en su forma
    más consecuente ("duplicada") lo siguiente: Dios ha
    elegido en virtud de Su decisión y voluntad eterna a
    determinados hombres para la gloria eterna, y a otros los ha
    predestinado a la condenación eterna a causa de sus
    pecados ya previstos. En su versión más suave
    ("sencilla") la doctrina dice que Dios ha elegido a determinados
    hombres para la gloria eterna y ha previsto, aunque no
    predestinado que los otros sean condenados a causa de sus
    pecados.

    Casi ningún cristiano de hoy sabe que esta
    doctrina en su forma más consecuente es no solamente el
    resultado de los pensamientos del reformador suizo Juan Calvino
    (1509-1564), sino que también Martín Lutero
    (1483-1546) pensaba así y que este tema ha ido ocasionando
    una y otra vez nuevas reflexiones en la iglesia católica.
    Lutero y Calvino se apoyaron en las palabras de Pablo y del padre
    de la iglesia Agustín (354-430), quien por su actitud
    altamente ortodoxa es altamente estimado por las grandes
    instituciones eclesiásticas y también se
    basó en Pablo. Pablo a su vez interpretó citas del
    llamado "Antiguo Testamento", creyendo poder derivar de ello la
    siguiente conclusión: "Por consiguiente, no depende del
    querer o del aspirar del hombre, sino de la misericordia de Dios.
    Así El tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere
    le hace obstinado". (Epist. Romanos 9, 16.18)

    Respuesta del profeta:

    Si entiendo bien lo que has dicho, a pesar de los
    esfuerzos de enderezar aquí o allá lo torcido,
    permanece invariable la opinión de que los designios del
    Eterno dicen que a unos los elige para la gloria eterna y a los
    otros los predestina o por lo menos prevé como eternamente
    réprobos y condenados.

    Qué triste son tales designios, que seguro que no
    provienen de Dios, nuestro Padre eterno, ni de Cristo, nuestro
    Redentor Más de alguno dirá que estos designios
    eternos de Dios se han sacado de la Biblia. El que saca tales
    conclusiones de la Biblia no ha revisado su voluntad personal, su
    voluntad egocéntrica. Tanto la institución
    católica como la protestante se remiten más a Pablo
    que a Jesús. En las citas en que Pablo interpreta las
    cosas de este modo, se ha equivocado. Que yo sepa, Jesús
    no dijo nada de eso.

    Estoy sorprendida de lo que las personas que se
    denominan cristianas, y que por tanto pretenden conservar y
    comunicar las enseñanzas de Jesús de Nazaret
    literalmente conforme a Su espíritu, han hecho y hacen de
    Su enseñanza simple y sencilla. Se podrían sacar
    todavía muchas verdades de la Biblia, -y quizás
    todavía más de los Evangelios originales-, si se
    acogiesen las palabras con el corazón.

    Sin embargo, las palabras de la Biblia han sido y siguen
    siendo estiradas y tergiversadas por el intelecto de los
    teólogos como una goma elástica, según sus
    opiniones humanas. Los administradores de ambas instituciones
    eclesiásticas han vuelto a retocar las palabras de la
    Biblia que ya Jerónimo había "reformado", para
    adaptarlas a su voluntad y atar al pueblo a las
    instituciones.

    El "pueblo" es el foro para aquellos que quieren ejercer
    el poder. ¿Qué sería el poder sin los
    objetos sobre los que se practica el poder, – el pueblo
    obediente, ignorante, una masa controlable? ¿No son
    considerados y utilizados así muchos hombres por esa
    institución que se llama cristiana?

    Sin embargo, ¿cómo vio el Nazareno a Sus
    semejantes y cómo nos ve a nosotros el Padre Eterno? Cada
    uno de nosotros es un hijo Suyo, nacido de Su amor eterno. Aunque
    nos hayamos ensombrecido y cargado de pecados, pero cada hombre y
    cada alma sigue siendo en su interior un el ser
    divino.

    Como tal retornará de nuevo a la existencia
    eterna, pues somos hijos del amor eterno, hijos de Dios que es el
    amor, que nunca rechaza ni condena a nadie. Jesús nos
    enseñó el retorno de todas las almas cuando dijo
    según el sentido: A noventa y nueve justos dejo para
    seguir al uno que se ha perdido. Se refirió a una cifra
    completa, o sea, a todas las almas.

    Pregunta del amigo de Cristo:

    Tengo entendido que las instituciones católica y
    protestante también afirman que el hombre, o sea el alma
    son creados por Dios en el momento de la fecundación del
    ser humano.

    Respuesta del profeta:

    Dios, el Eterno, que es el SER puro, eterno y el amor
    perfecto, nunca ha creado a un alma, ni antes ni durante la
    fecundación. La palabra "alma" siempre es una
    expresión de carga, no importa de qué grado. Dios,
    el gran amor, creó seres puros, divinos, de los cuales
    algunos se han cargado a causa de la caída, es decir, de
    la separación de Dios. En la terminología
    espiritual se denominan "almas" a los que se han apartado de
    Dios. A las almas o seres espirituales encarnados en un cuerpo
    físico en la Tierra se les llama "hombres". Por tanto,
    Dios nunca ha creado almas, ni para el Cielo ni para el
    infierno.

    Repito: Dios creó y crea seres divinos, cuerpos
    espirituales puros en la existencia eterna, seres del amor y de
    la paz, que viven con El en la unidad y la armonía
    absolutas. El que un alma se esfuerce para llegar al Cielo, pero
    otra siga cargándose y tenga que sufrir sus reveses del
    destino como si fuesen torturas en el infierno, no es la voluntad
    de Dios sino el libre albedrío del hombre egoísta
    cuyo núcleo más interno es, a pesar de todo, lo
    puro, la ley eterna del amor y de la libertad; es la herencia del
    ser puro que cada hombre lleva en lo profundo de su alma y que
    cada hombre puede volver a recuperar.

    El amigo de Cristo:

    Partes: 1, 2

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