"El príncipe" de Nicolás Maquiavelo –
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"El príncipe" de Nicolás
Maquiavelo
El Príncipe es un texto
histórico-circunstancial de asesoramiento político,
escrito por el florentino NICOLÁS MAQUIAVELO – NICCOLO
MACHIAVELLI (1469-1527) en ITALIA el año 1513 y dedicado a
Lorenzo de Médici, gobernante en ese momento de Italia. Se
supone que Fernando el Católico y Cesar Borgia sirvieron
de inspiración para el modelo que propone.
Es en la Florencia de los Médicis, cuya ciudad
sufre sucesivas crisis, donde alumbra una conciencia
política apoyada por "El Príncipe". Son los
comienzos de la Revolución Renacentista (tránsito
de la Edad Media a la Edad Moderna), de cuyas bases surge
posteriormente el modelo capitalista de organización de la
economía. La fe en la razón y en el progreso se
empieza a convertirse en alternativa a la fe cristiana y la
parusía que había venido manteniendo en la Edad
Media.
En esos momentos, Italia se encuentra invadida por
fuerzas extranjeras (España y Francia), lo que hace que el
autor refleje en esta obra, sentimientos de liberación
nacional y la búsqueda de una unidad política, de
las que su patria carece. La lucha contra la tiranía y el
triunfo de la libertad impulsaran el desarrollo del pensamiento y
el apoyo a la cultura, haciendo posible una valoración
política de lo tradicional y providencialista.
En el Capitulo numero I se refiere a las distintas
clases de principados y la forma por la cual se adquieren. Los
principados son, o hereditarios, cuando una misma familia a
reinado en ellos largo tiempo, o nuevos. Los nuevos, o lo son del
todo, o son como miembros agregados al estado hereditario del
príncipe que los adquiere, los así adquiridos se
adquieren por las amas o por las ajenas, por la suerte o por la
virtud.
En el segundo capítulo trata sobre los
principados hereditario, en el cual se puede analizar que es
más fácil conservar un Estado hereditario,
acostumbrado a una dinastía, que uno nuevo, ya que basta
con no alterar el orden establecido por los príncipes
anteriores, y contemporizar después con los cambios que
pueden producirse.
Capítulo III de los principados mixtos. Los
estados que al adquirirse se agregan a uno más antiguo o
son de la misma provincia, es muy fácil conservarlos,
sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres, y
para afianzarse en el poder, basta con haber borrado de la
línea del príncipe que los gobernaba porque siempre
que se respeten sus costumbres y las ventajas de que gozaban
permanecen sosegados. Sólo con muchísima dificultad
podrá perderlo. Las colonias no cuestan, y son más
fieles y entrañan menos peligro; y que los damnificados no
pueden causar molestias, porque son pobres y están
aislados. El príncipe que anexe una provincia de
costumbres, lengua y organización distintas a las de la
suya, debe también convertirse en paladín y
defensor, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío
y cuidarse de que, Bajo ningún pretexto, entre en su
estado un extranjero tan poderoso como él.
Capítulo IV trata de el porqué el reino de
Darío ocupado por Alejandro no se sublevó contra
los sucesores de éste después de su muerte, en
todos los principados de que se guarda memoria han sido
gobernados de dos modos distintos: o por un príncipe que
elige de entre sus siervos, que lo son todos los ministros que lo
ayudaran a gobernar, o por un príncipe asistido por
nobles, que no, a la gracia del señor, sino a la
antigüedad de su linaje, deben la posición que
ocupan.
Estos nobles tienen Estados y súbditos propios,
que los reconocen por señores y les tienen natural
afección. Mientras que, en los Estados gobernados el
príncipe goza de mayor autoridad; porque en toda la
provincia no se reconoce soberano sino a él, y si se le
obedece a otro, a quien además no se le tiene particular
amor, sólo se lo hace por tratarse de un ministro y
magistrado del príncipe.
Capítulo V explica de qué modo hay que
gobernar las ciudades o principados que antes de ser ocupados, se
regían por sus propias leyes. Hay tres modos de conservar
un Estado que, antes de ser adquiridos, estaba acostumbrado a
regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero
destruirlo; depuse radicarse en él; por último,
dejarlo regir por sus leyes, obligando a pagar un tributo y
establecer un gobierno compuesto por un corto número de
personas, para que se encargue de velar por la conquista. Como
ese gobierno sabe que nada puede sin la amistad y poder del
príncipe, no ha de reparar con medios para conservarle el
estado. Porque nada hay mejor para conservar -si se la quiere
conservar- una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla
gobernar por sus mismos ciudadanos. En verdad el único
medio seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir a vivir
libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad
así y no la aplaste, espere a ser aplastado por
ella.
Capítulo VI de los principados nuevos que se
adquieren con las armas propias y el talento personal. Estos
adquieren el principado con dificultades, pero lo conservan sin
sobresaltos, las dificultades nacen en parte de las nuevas leyes
y costumbres que se ven obligados a implantar para fundar el
estado y proveer de seguridad.
Si se quiere analizar bien esta parte, es preciso ver si
estos innovadores lo son por sí mismos, o si dependen de
otros: es decir, si necesitan recurrir a la súplica para
realizar su obra, o si pueden imponerla por la fuerza.
Hay que reconocer que estos revolucionarios tropiezan
con grandes dificultades, que todos los peligros surgen en su
camino y que sólo con gran valor pueden superarlos; pero
vencidos los obstáculos, y una vez que han hecho
desaparecer a los que tenían envidia de sus virtudes,
viven poderosos, seguros, honrados y felices.
Hay que agregar otro de menor jerarquía el que de
simple ciudadano llegó a ser príncipe sin tener
otra deuda con el azar que la ocasión; y solo fue por los
meritos que hizo para que lo eligieran
príncipe.
Capítulo VII de los principados nuevos que se
adquieren con armas y fortuna de otros. No es posible conducirse
de otro modo cuando se tiene tanto valor y tanta
ambición
El príncipe nuevo que crea necesario defenderse
de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza o por el
fraude, hacerse amar o temer de los habitantes, respetar y
obedecer por los soldados, matar a los k puedan perjudicarlo,
reemplazar con nuevas leyes antiguas, ser severo y amable,
magnánimo y liberar, disolver la milicias infieles, crear
nuevas, conservar la amistad de reyes y príncipes de buen
grado o lo ataquen con recelos; el que juzgue indispensable hacer
todo esto.
Capítulo VIII de los principados que llegaron al
principado mediante crímenes. Primer caso es el que se
asciende al principado por un camino de perversidades y delitos;
y después, el caso en que llega a ser príncipe por
el favor de los conciudadanos.
Mal empleadas son las que, aunque poco graves al
principio; con el tiempo antes crecen que se extinguen. Quien
procede de otra manera, por timidez o por haber sido mal
aconsejado, se ve siempre obligado a estar con el cuchillo en la
mano, y mal puede contara a sus súbditos cuyas ofensas
continuas y todavía recientes llenan de
desconfianza.
Capítulo IX del principado civil. El principado
pueden implantarlo tanto el pueblo como los nobles y los nobles
cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran
toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe,
pero el que llega al principado con ayuda de los nobles se
mantiene con más dificultad que el que ha llegado mediante
el apoyo del pueblo, porque los que lo rodean se consideran
iguales y se le hace difícil mandarles y manejarlos como
el príncipe quiera.
Estos principados peligran cuando quieren pasar de
principado civil a principado absoluto pues estos
príncipes gobiernan por sí mismos o por intermedio
de sus magistrados, su permanencia es más insegura y
peligrosa, porque depende de al voluntad de los ciudadanos que
ocupan el cargo de magistrados los cuales pueden arrebatarle el
poder y el príncipe rodeado de peligros no tiene tiempo
para asumir autoridad absoluta, ya que los ciudadanos y los
súbditos, acostumbrados a recibir órdenes no
están en semejantes trances dispuestos a obedecer la
suyas.
Capítulo X como deben medirse las fuerzas de
todos los principados. Si un príncipe posee un estado tal
que pueda sostenerse por sí mismo, si tiene en tal caso,
que recurrir a la ayuda de otros. Un príncipe que gobierne
una plaza fuerte y a quien el pueblo no odie, ni puede ser
atacado pero se lo fuese, el atacante se vería obligado a
retirarse sin gloria, porque son tan variables las cosas de este
mundo que es imposible que alguien permanezca con sus
ejércitos un año sitiando ociosamente a una
ciudad
Capítulo XI de los principados
eclesiásticos. Los principados eclesiásticos son
aquellos que todas las dificultades existen antes de poseerlos,
pues se adquieren o por valor o por suerte, y se conservan sin el
uno ni la otra dado que se apoyan en antiguas instituciones
religiosas que son tan potentes y de tal calidad, que mantiene a
sus príncipes en el poder sea cual sea fuere el modo en
que éstos procedan y vivan, estos son los únicos
que tienen estados y no los defienden; súbditos y no los
gobiernan, son los únicos principados seguros y
felices.
Capítulo XII de las distintas clases de malicias
y de los soldados mercenarios. Las tropas con que un
príncipe defiende a su estado son propias, mercenarias,
auxiliares o mixtas. Las mercenarias y auxiliares son
inútiles y peligrosas; y el príncipe cuyo gobierno
descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro,
porque están desunidos, porque son ambiciosos desleales,
valientes entre amigos, pero cobardes cuando se encuentran frente
a los enemigos; porque no tienen disciplina, como tienen temor de
Dios ni buena fe como los hombres. Los capitanes de mercenarios o
son hombres de mérito o no los son; no se puede confiar en
ellos si lo son porque aspirarán siempre a forjar su
propia grandeza, ya tratando de someter al
príncipe.
Un principado o una república deben tener sus
milicias propias; que en un principado si, el príncipe
debe dirigir la milicias en persona y hacer el oficio de
capitán
Capítulo XIII de los soldados auxiliares, mixtos
y propios. Las tropas auxiliares son aquellas que se piden a un
príncipe poderosos para que nos socorra y defiende estas
tropas pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para
quien las llama casi siempre son funestas; pues si se pierden,
queda derrotado, y si gana, se convierte en su prisionero, todo
el que no quiera vencer no tiene más que servirse de estas
tropas, muchísimo más peligrosas que las
mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen
ciegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es
inmediata
Capítulo XIV de los deberes de un príncipe
para con la milicia. Un príncipe jamás debe dejar
de ocuparse del arte militar, y durante los tiempos de paz debe
ejercitarse más que en los de guerra; lo cual puede hacer
de dos modos: con la acción y con el estudio. En lo que
atañe a la acción debe, tener bien organizadas sus
tropas, dedicarse constantemente a la caza con el objeto de
acostumbrar el cuerpo a las fatigas y de conocer la naturaleza de
los terrenos, tal estudio aprende dos utilidades: primero se
aprende a conocer la región donde se vive para defenderla
mejor; después, en virtud del conocimiento de otra donde
sea necesario actuar de manera que el conocimiento de otra donde
sea necesario actuar.
Capítulo XVI de la prodigalidad y de la avaricia.
La prodigalidad, practicada de manera que sepa que uno es
pródigo, perjudica; y otra parte si se la practica
virtuosamente y tal como se la debe practicar, la prodigalidad no
será conocida y se creerá que existe el vicio
contrario, ya que un príncipe no puede practicar
públicamente esta virtud sin que se perjudique, si es
sensato, que no se preocupe si es tildado de tacaño
porque, con el tiempo al ver que con su avaricia le bastan las
entradas para defenderse de quien le hace la guerra, y puede
acometer nuevas empresas sin gravar al pueblo, será tenido
siempre por más pródigo, pues practica la
generosidad con todos aquellos a quienes no quita , que si
innumerables, y la avaricias con todos aquellos a quienes no da,
que son pocos
Capítulo XVII de la crueldad y la clemencia; y si
es mejor ser amado que temido o ser temido que amado. Declaro que
todos los príncipes deben desear ser tenidos por clementes
y no por crueles. Surge de esto una cuestión si vale,
más ser amado que temido o temido que amado declaro
entonces que es más seguro ser temido que amado. Cuando el
príncipe está al frente de sus ejércitos y
tiene que gobernar a miles de soldados, es absolutamente
necesario que no se preocupe si merece fama de cruel, porque sin
esta fama jamás podrá tenerse ejército
alguno unido y dispuesto a la lucha.
Como el amar depende de la voluntad de los hombres y el
temer de la voluntad del príncipe, un príncipe
prudente debe apoyarse en lo suyo y no en lo ajeno, pero tratando
siempre de evitar el odio.
Capítulo XVIII de qué modo los
príncipes deben cumplir sus promesas. Nadie deje de
comprender cuán digno de alabanza es el príncipe
que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con
doblez, pero son precisamente los príncipes que han hecho
menos caso da la fe jurada. Un príncipe debe saber
entonces comportarse como bestia y como hombre; ya que se ve
obligado a comportarse como bestia, conviene que el
príncipe se transforme en zorro y en león, porque
el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro
protegerse de los lobo, los que solo sirven de las cualidades del
león demuestran poca experiencia.
Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a
las necesidades del momento, que aquel que engaña
encontrará siempre a quien se deje
engañar.
El tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el
aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse
piadoso, fiel, humano, recto y religioso y asimismo serlo
efectivamente; pero se debe de estar dispuesto a estar dispuesto
a irse a otro extremo si ello fuera necesario.
Capítulo XIX de qué modo debe evitar ser
despreciado y odiado. Un príncipe debe temer dos cosas: en
el interior, que se le subleven los súbditos; en el
exterior, que lo ataquen las potencias extranjeras. Los estados
bien organizados y los príncipes sabios siempre han
procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho
y contento al pueblo.
Un príncipe debe estimar a los nobles pero sin
hacerse odiar por el pueblo, cuando el príncipe no puede
ser evitado odiado por una de las dos partes, debe inclinarse
hacia el grupo más numeroso, y cuando esto no es posible,
inclinarse hacia el más fuerte.
Capítulo XX si las fortalezas, y muchas otras
cosas que los príncipes hacen con frecuencia son
útiles o no. Las armas del pueblo se convierten en las del
príncipe y los que recelan se hicieron felices, los fieles
continúan siéndolo y los súbditos se hagan
partidarios.
Hay quienes afirman que un príncipe hábil
debe fomentar con astucia ciertas resistencias para que al
aplastarlas se acreciente su gloria.
Elogiare tanto a quien construya fortalezas, como a
quien no las construya, pero censuraré todo el que,
confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el
pueblo.
Capítulo XXI como debe comportarse un
príncipe para ser estimado. Nada hace tan estimable a un
príncipe como las grandes empresas y el ejemplo de raras
virtudes. En beneficio del príncipe el hallar medidas
sorprendentes a lo que se refiere a la administración, el
príncipe debe ingeniarse por parecer grande e ilustre en
cada uno de sus actos, cuando el príncipe se declara
valiente por una de las partes, se triunfa aquella a la que se
une, aunque sea poderosa y él quede a su
discreción, estarán unidos por un vínculo de
reconocimiento y afecto; y los hombres nunca son tan malvados
que, dando una prueba de tamaña ingratitud, lo sojuzguen;
un príncipe nunca debe aliarse con otro más
poderoso para atacar a terceros sino de acuerdo con lo dicho,
cuando las circunstancias lo obligan porque si venciera en su
poder, y los príncipes deben hacer lo posible por no
quedar a disposición de otros.
El príncipe se mostrará amante de la
virtud y honrará a los que se distingan en las artes.
Todas las ciudades están divididas en gremios o
corporaciones a las cuales les conviene que el príncipe
conceda su atención.
Capítulo XXII de los secretarios del
príncipe. La primera opinión que se tiene del
juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo
rodean: si son capaces y fieles podrá reputárselo
por sabio, pues supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero
cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un
príncipe que el primer error que comete lo comete en esta
lección.
Para conocer a un ministro hay un modo que nunca falla
cuando se ve que un ministro piensa más en él que
en uno y que en todo no busca sino su provecho, estamos en
presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien
el príncipe nunca podrá confiar porque el que tiene
en sus manos el estado de otro jamás debe pensar en
sí mismo, sino en el príncipe, y no recordarle sino
las cosas que pertenezcan a él. Por su parte, el
príncipe, para mantenerlo constante en su fidelidad, debe
pensar en el ministro. Debe honrarlo, enriquecerlo y colmarlo de
cargos, de manera que comprenda que no puede estar sin él,
y que los muchos honores no le hagan desear más honores,
las muchas riquezas no le hagan ansiar más riquezas y los
muchos cargos le hagan temer los cambios
políticos.
Capítulo XXIII como huir de los aduladores. Un
príncipe prudente debe preferir rodearse de los hombres de
buen juicio de su estado, únicos a los que dará
libertad para decirle la verdad, aunque en las cosas sobre las
cuales sean interrogados y sólo en ellas.
Es conveniente que los buenos consejos vengan de quien
vinieren, nazcan de la prudencia del príncipe y no la
prudencia del príncipe de los buenos consejos.
Capítulo XXIV por que los príncipes de
Italia perdieron sus estados. Los hombres se ganan mucho mejor
con las cosas presente que con las pasadas, y cuando en las
presentes hayan provecho, las gozan sin inquirir nada; y mientras
el príncipe no se desmerezca en las otras cosas,
estarán siempre dispuestos a defenderlo. Así, el
príncipe tendrá la doble gloria de haber creado un
principado nuevo y de haberlo mejorado y fortificado con buenas
leyes, buenas armas, buenos amigos y buenos ejemplos.
Las únicas defensas buenas, seguras y durables
son las que dependen de uno mismo y de sus virtudes.
Capítulo XXV del poder de la fortuna en las cosas
humanas y en los medios para oponérsele. Con la fortuna
que se manifiesta con todo su poder ahí donde no hay
virtud preparada y dirige sus ímpetus allí donde
sabe que no se han hecho diques ni reparos para
contenerla.
Se ve que los hombres para llegar al fin que se proponen
proceden en forma distinta: uno con cautela, el otro con
ímpetu; uno por la violencia, el otro por la astucia; uno
con paciencia el otro con su contrario; y todos pueden triunfar
por medios tan dispares.
Como la fortuna varia y los hombres se obstinan en
proceder de un mismo modo, serán felices mientras vayan de
acuerdo con la suerte e infelices cuando estén en
desacuerdo con ella, considero que es preferible ser impetuoso y
no cauto, porque la fortuna es mujer y hace preciso si se le
quiere tener sumisa golpearla y zaherirla. Y se ve que se deja
dominar por estos antes que por los que actúan con tibieza
y como una mujer, es amiga de los jóvenes porque son menos
prudentes y más fogosazo y se imponen con más
audacia.
Capítulo XXVI exhortación a liberar a
Italia de los barbaros. No es asombroso que ninguno haya podido
hacer lo que es de esperar que haga vuestra ilustre casa, ni es
extraño que después de tantas revoluciones y
revueltas guerreras parezca extinguido el valor militar de los
soldados. Pero se debe a que la antigua organización
militar no era buena y a que nadie ha sabido modificarla. Nada
honra tanto a un hombre que se acaba de elevar al poder como las
nuevas leyes y las nuevas instituciones ideadas por él,
que si están bien cimentadas y llevan algo grande en
sí misma, lo hace digno de respeto y
admiración.
Pero en las batallas, y por culpa exclusiva de la
debilidad de los jefes;, su papel no era nada brillante; por que
los capaces no son obedecidos; y todos se creen capaces, pero
hasta ahora nadie hubo que supiese imponerse por su valor y por
su fortuna, y que hiciese ceder a los demás.
Definición de individuo y sociedad y su
relación
El individuo es el príncipe, y la sociedad son
los gobernados pero estos a su vez son individuos, El
príncipe es circundar la parte más creadora y opaca
de los individuos en la peligrosa e indefinida labor de beneficio
de la razón humana y de la sociedad. Habitualmente se
alega que la historia es la investigación de los tropiezos
entre contextos y organizaciones extremas. Es la suma de la
disolución de un universo, de un nuevo principio de la
realidad en el que el hombre, regresaba a formar la inquietud
principal de todas las cosas, si la política concierne al
ser el arte de lo permitido, para Maquiavelo ello simbolizaba que
ésta debía de organizarse en medios reales, las
necesidades de cambio que él expresó, fueron
extraídas de su reflexión del mundo basto y del
estado de coraje agrupado de sus contemporáneos. Sin
embargo en el centro del Príncipe se encuentra la
reclamación del Estado moderno como articulador de las
relaciones nacionales y la necesidad de que los individuos
estén en libertad.
Es interesante algo que dijo el autor sobre que para
elevarse el príncipe deberá ser un hombre
hábil o bien protegido por la fortuna por lo tanto siendo
hábil debe elegir con cuidado a sus consejeros y evitar el
cederles la menor parcela de autoridad; se dedica tan sólo
a defender y extender su poder por todos los medios, incluso el
crimen si es necesario: vale más ser temido que ser amado
claro, cuidando su reputación; su fortaleza mayor es el
apego de su pueblo. La hipocresía se convierte en un
deber. Si logra conservar su vida y su estado, todos los medios
que haya aplicado serán juzgados honorables.
Al proponer como modelo a César Borgia,
Maquiavelo permanece dentro de la lógica de su
concepción, pero subraya involuntariamente la fragilidad
de sus aforismos. Exagera, sin duda, la grandeza de
propósitos que atribuye al hijo del papa Alejandro vi; por
otra parte, el papel que concede en la historia a la fortuna le
sirve de explicación un poco fácil del fracaso
final, rápido y total de su héroe. A
continuación cito una crítica que me pareció
muy interesante la encontré en una página Web: La
obra de Nicolás Maquiavelo representa una interesante
perspectiva para comprender la evolución social y
política del mundo moderno surgida en el Renacimiento.
Desde el año 1513, fecha de su publicación hasta
hoy, el impacto de ese tratado de política, El
Príncipe ha suscitado las más complejas y atrevidas
interpretaciones en los estudios sobre el fenómeno del
poder y en los gobernantes mismos. —Incluiré aquí
las visiones de algunos analistas de la política y la
historia acerca de las influencias de El Príncipe— "Leer
El Príncipe hoy, es acordarnos del lado más
sombrío de la transformación. Maquiavelo no era un
mal hombre, ni un asesino, ni un intrigante de sangre
fría. Por lo contrario, era un ardiente partidario de las
instituciones republicanas, que percibía más
claramente que el resto de sus compatriotas. Como ningún
Estado podría prosperar donde la moral había
fallado, como había ocurrido en Italia". (R.H.S.,
Crossman) "Fue el implacable realismo de Maquiavelo lo que
permitió diagnosticar precozmente el sentido del naciente
orden europeo, establecer los fines ideológicos que
convenían a la comunidad de la que formaba parte y
señalar los medios eficaces para lograrlos a partir de las
situaciones reales que predominaban en la Italia de si
tiempo.
Autor:
Ligda Ramirez