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El principe de Nicolás Maquiavelo




Enviado por Ligda Ramirez




    "El príncipe" de Nicolás Maquiavelo
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    "El príncipe" de Nicolás
    Maquiavelo

    El Príncipe es un texto
    histórico-circunstancial de asesoramiento político,
    escrito por el florentino NICOLÁS MAQUIAVELO – NICCOLO
    MACHIAVELLI (1469-1527) en ITALIA el año 1513 y dedicado a
    Lorenzo de Médici, gobernante en ese momento de Italia. Se
    supone que Fernando el Católico y Cesar Borgia sirvieron
    de inspiración para el modelo que propone.

    Es en la Florencia de los Médicis, cuya ciudad
    sufre sucesivas crisis, donde alumbra una conciencia
    política apoyada por "El Príncipe". Son los
    comienzos de la Revolución Renacentista (tránsito
    de la Edad Media a la Edad Moderna), de cuyas bases surge
    posteriormente el modelo capitalista de organización de la
    economía. La fe en la razón y en el progreso se
    empieza a convertirse en alternativa a la fe cristiana y la
    parusía que había venido manteniendo en la Edad
    Media.

    En esos momentos, Italia se encuentra invadida por
    fuerzas extranjeras (España y Francia), lo que hace que el
    autor refleje en esta obra, sentimientos de liberación
    nacional y la búsqueda de una unidad política, de
    las que su patria carece. La lucha contra la tiranía y el
    triunfo de la libertad impulsaran el desarrollo del pensamiento y
    el apoyo a la cultura, haciendo posible una valoración
    política de lo tradicional y providencialista.

    En el Capitulo numero I se refiere a las distintas
    clases de principados y la forma por la cual se adquieren. Los
    principados son, o hereditarios, cuando una misma familia a
    reinado en ellos largo tiempo, o nuevos. Los nuevos, o lo son del
    todo, o son como miembros agregados al estado hereditario del
    príncipe que los adquiere, los así adquiridos se
    adquieren por las amas o por las ajenas, por la suerte o por la
    virtud.

    En el segundo capítulo trata sobre los
    principados hereditario, en el cual se puede analizar que es
    más fácil conservar un Estado hereditario,
    acostumbrado a una dinastía, que uno nuevo, ya que basta
    con no alterar el orden establecido por los príncipes
    anteriores, y contemporizar después con los cambios que
    pueden producirse.

    Capítulo III de los principados mixtos. Los
    estados que al adquirirse se agregan a uno más antiguo o
    son de la misma provincia, es muy fácil conservarlos,
    sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres, y
    para afianzarse en el poder, basta con haber borrado de la
    línea del príncipe que los gobernaba porque siempre
    que se respeten sus costumbres y las ventajas de que gozaban
    permanecen sosegados. Sólo con muchísima dificultad
    podrá perderlo. Las colonias no cuestan, y son más
    fieles y entrañan menos peligro; y que los damnificados no
    pueden causar molestias, porque son pobres y están
    aislados. El príncipe que anexe una provincia de
    costumbres, lengua y organización distintas a las de la
    suya, debe también convertirse en paladín y
    defensor, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío
    y cuidarse de que, Bajo ningún pretexto, entre en su
    estado un extranjero tan poderoso como él.

    Capítulo IV trata de el porqué el reino de
    Darío ocupado por Alejandro no se sublevó contra
    los sucesores de éste después de su muerte, en
    todos los principados de que se guarda memoria han sido
    gobernados de dos modos distintos: o por un príncipe que
    elige de entre sus siervos, que lo son todos los ministros que lo
    ayudaran a gobernar, o por un príncipe asistido por
    nobles, que no, a la gracia del señor, sino a la
    antigüedad de su linaje, deben la posición que
    ocupan.

    Estos nobles tienen Estados y súbditos propios,
    que los reconocen por señores y les tienen natural
    afección. Mientras que, en los Estados gobernados el
    príncipe goza de mayor autoridad; porque en toda la
    provincia no se reconoce soberano sino a él, y si se le
    obedece a otro, a quien además no se le tiene particular
    amor, sólo se lo hace por tratarse de un ministro y
    magistrado del príncipe.

    Capítulo V explica de qué modo hay que
    gobernar las ciudades o principados que antes de ser ocupados, se
    regían por sus propias leyes. Hay tres modos de conservar
    un Estado que, antes de ser adquiridos, estaba acostumbrado a
    regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero
    destruirlo; depuse radicarse en él; por último,
    dejarlo regir por sus leyes, obligando a pagar un tributo y
    establecer un gobierno compuesto por un corto número de
    personas, para que se encargue de velar por la conquista. Como
    ese gobierno sabe que nada puede sin la amistad y poder del
    príncipe, no ha de reparar con medios para conservarle el
    estado. Porque nada hay mejor para conservar -si se la quiere
    conservar- una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla
    gobernar por sus mismos ciudadanos. En verdad el único
    medio seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir a vivir
    libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad
    así y no la aplaste, espere a ser aplastado por
    ella.

    Capítulo VI de los principados nuevos que se
    adquieren con las armas propias y el talento personal. Estos
    adquieren el principado con dificultades, pero lo conservan sin
    sobresaltos, las dificultades nacen en parte de las nuevas leyes
    y costumbres que se ven obligados a implantar para fundar el
    estado y proveer de seguridad.

    Si se quiere analizar bien esta parte, es preciso ver si
    estos innovadores lo son por sí mismos, o si dependen de
    otros: es decir, si necesitan recurrir a la súplica para
    realizar su obra, o si pueden imponerla por la fuerza.

    Hay que reconocer que estos revolucionarios tropiezan
    con grandes dificultades, que todos los peligros surgen en su
    camino y que sólo con gran valor pueden superarlos; pero
    vencidos los obstáculos, y una vez que han hecho
    desaparecer a los que tenían envidia de sus virtudes,
    viven poderosos, seguros, honrados y felices.

    Hay que agregar otro de menor jerarquía el que de
    simple ciudadano llegó a ser príncipe sin tener
    otra deuda con el azar que la ocasión; y solo fue por los
    meritos que hizo para que lo eligieran
    príncipe.

    Capítulo VII de los principados nuevos que se
    adquieren con armas y fortuna de otros. No es posible conducirse
    de otro modo cuando se tiene tanto valor y tanta
    ambición

    El príncipe nuevo que crea necesario defenderse
    de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza o por el
    fraude, hacerse amar o temer de los habitantes, respetar y
    obedecer por los soldados, matar a los k puedan perjudicarlo,
    reemplazar con nuevas leyes antiguas, ser severo y amable,
    magnánimo y liberar, disolver la milicias infieles, crear
    nuevas, conservar la amistad de reyes y príncipes de buen
    grado o lo ataquen con recelos; el que juzgue indispensable hacer
    todo esto.

    Capítulo VIII de los principados que llegaron al
    principado mediante crímenes. Primer caso es el que se
    asciende al principado por un camino de perversidades y delitos;
    y después, el caso en que llega a ser príncipe por
    el favor de los conciudadanos.

    Mal empleadas son las que, aunque poco graves al
    principio; con el tiempo antes crecen que se extinguen. Quien
    procede de otra manera, por timidez o por haber sido mal
    aconsejado, se ve siempre obligado a estar con el cuchillo en la
    mano, y mal puede contara a sus súbditos cuyas ofensas
    continuas y todavía recientes llenan de
    desconfianza.

    Capítulo IX del principado civil. El principado
    pueden implantarlo tanto el pueblo como los nobles y los nobles
    cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran
    toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe,
    pero el que llega al principado con ayuda de los nobles se
    mantiene con más dificultad que el que ha llegado mediante
    el apoyo del pueblo, porque los que lo rodean se consideran
    iguales y se le hace difícil mandarles y manejarlos como
    el príncipe quiera.

    Estos principados peligran cuando quieren pasar de
    principado civil a principado absoluto pues estos
    príncipes gobiernan por sí mismos o por intermedio
    de sus magistrados, su permanencia es más insegura y
    peligrosa, porque depende de al voluntad de los ciudadanos que
    ocupan el cargo de magistrados los cuales pueden arrebatarle el
    poder y el príncipe rodeado de peligros no tiene tiempo
    para asumir autoridad absoluta, ya que los ciudadanos y los
    súbditos, acostumbrados a recibir órdenes no
    están en semejantes trances dispuestos a obedecer la
    suyas.

    Capítulo X como deben medirse las fuerzas de
    todos los principados. Si un príncipe posee un estado tal
    que pueda sostenerse por sí mismo, si tiene en tal caso,
    que recurrir a la ayuda de otros. Un príncipe que gobierne
    una plaza fuerte y a quien el pueblo no odie, ni puede ser
    atacado pero se lo fuese, el atacante se vería obligado a
    retirarse sin gloria, porque son tan variables las cosas de este
    mundo que es imposible que alguien permanezca con sus
    ejércitos un año sitiando ociosamente a una
    ciudad

    Capítulo XI de los principados
    eclesiásticos. Los principados eclesiásticos son
    aquellos que todas las dificultades existen antes de poseerlos,
    pues se adquieren o por valor o por suerte, y se conservan sin el
    uno ni la otra dado que se apoyan en antiguas instituciones
    religiosas que son tan potentes y de tal calidad, que mantiene a
    sus príncipes en el poder sea cual sea fuere el modo en
    que éstos procedan y vivan, estos son los únicos
    que tienen estados y no los defienden; súbditos y no los
    gobiernan, son los únicos principados seguros y
    felices.

    Capítulo XII de las distintas clases de malicias
    y de los soldados mercenarios. Las tropas con que un
    príncipe defiende a su estado son propias, mercenarias,
    auxiliares o mixtas. Las mercenarias y auxiliares son
    inútiles y peligrosas; y el príncipe cuyo gobierno
    descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro,
    porque están desunidos, porque son ambiciosos desleales,
    valientes entre amigos, pero cobardes cuando se encuentran frente
    a los enemigos; porque no tienen disciplina, como tienen temor de
    Dios ni buena fe como los hombres. Los capitanes de mercenarios o
    son hombres de mérito o no los son; no se puede confiar en
    ellos si lo son porque aspirarán siempre a forjar su
    propia grandeza, ya tratando de someter al
    príncipe.

    Un principado o una república deben tener sus
    milicias propias; que en un principado si, el príncipe
    debe dirigir la milicias en persona y hacer el oficio de
    capitán

    Capítulo XIII de los soldados auxiliares, mixtos
    y propios. Las tropas auxiliares son aquellas que se piden a un
    príncipe poderosos para que nos socorra y defiende estas
    tropas pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para
    quien las llama casi siempre son funestas; pues si se pierden,
    queda derrotado, y si gana, se convierte en su prisionero, todo
    el que no quiera vencer no tiene más que servirse de estas
    tropas, muchísimo más peligrosas que las
    mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen
    ciegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es
    inmediata

    Capítulo XIV de los deberes de un príncipe
    para con la milicia. Un príncipe jamás debe dejar
    de ocuparse del arte militar, y durante los tiempos de paz debe
    ejercitarse más que en los de guerra; lo cual puede hacer
    de dos modos: con la acción y con el estudio. En lo que
    atañe a la acción debe, tener bien organizadas sus
    tropas, dedicarse constantemente a la caza con el objeto de
    acostumbrar el cuerpo a las fatigas y de conocer la naturaleza de
    los terrenos, tal estudio aprende dos utilidades: primero se
    aprende a conocer la región donde se vive para defenderla
    mejor; después, en virtud del conocimiento de otra donde
    sea necesario actuar de manera que el conocimiento de otra donde
    sea necesario actuar.

    Capítulo XVI de la prodigalidad y de la avaricia.
    La prodigalidad, practicada de manera que sepa que uno es
    pródigo, perjudica; y otra parte si se la practica
    virtuosamente y tal como se la debe practicar, la prodigalidad no
    será conocida y se creerá que existe el vicio
    contrario, ya que un príncipe no puede practicar
    públicamente esta virtud sin que se perjudique, si es
    sensato, que no se preocupe si es tildado de tacaño
    porque, con el tiempo al ver que con su avaricia le bastan las
    entradas para defenderse de quien le hace la guerra, y puede
    acometer nuevas empresas sin gravar al pueblo, será tenido
    siempre por más pródigo, pues practica la
    generosidad con todos aquellos a quienes no quita , que si
    innumerables, y la avaricias con todos aquellos a quienes no da,
    que son pocos

    Capítulo XVII de la crueldad y la clemencia; y si
    es mejor ser amado que temido o ser temido que amado. Declaro que
    todos los príncipes deben desear ser tenidos por clementes
    y no por crueles. Surge de esto una cuestión si vale,
    más ser amado que temido o temido que amado declaro
    entonces que es más seguro ser temido que amado. Cuando el
    príncipe está al frente de sus ejércitos y
    tiene que gobernar a miles de soldados, es absolutamente
    necesario que no se preocupe si merece fama de cruel, porque sin
    esta fama jamás podrá tenerse ejército
    alguno unido y dispuesto a la lucha.

    Como el amar depende de la voluntad de los hombres y el
    temer de la voluntad del príncipe, un príncipe
    prudente debe apoyarse en lo suyo y no en lo ajeno, pero tratando
    siempre de evitar el odio.

    Capítulo XVIII de qué modo los
    príncipes deben cumplir sus promesas. Nadie deje de
    comprender cuán digno de alabanza es el príncipe
    que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con
    doblez, pero son precisamente los príncipes que han hecho
    menos caso da la fe jurada. Un príncipe debe saber
    entonces comportarse como bestia y como hombre; ya que se ve
    obligado a comportarse como bestia, conviene que el
    príncipe se transforme en zorro y en león, porque
    el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro
    protegerse de los lobo, los que solo sirven de las cualidades del
    león demuestran poca experiencia.

    Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a
    las necesidades del momento, que aquel que engaña
    encontrará siempre a quien se deje
    engañar.

    El tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el
    aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse
    piadoso, fiel, humano, recto y religioso y asimismo serlo
    efectivamente; pero se debe de estar dispuesto a estar dispuesto
    a irse a otro extremo si ello fuera necesario.

    Capítulo XIX de qué modo debe evitar ser
    despreciado y odiado. Un príncipe debe temer dos cosas: en
    el interior, que se le subleven los súbditos; en el
    exterior, que lo ataquen las potencias extranjeras. Los estados
    bien organizados y los príncipes sabios siempre han
    procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho
    y contento al pueblo.

    Un príncipe debe estimar a los nobles pero sin
    hacerse odiar por el pueblo, cuando el príncipe no puede
    ser evitado odiado por una de las dos partes, debe inclinarse
    hacia el grupo más numeroso, y cuando esto no es posible,
    inclinarse hacia el más fuerte.

    Capítulo XX si las fortalezas, y muchas otras
    cosas que los príncipes hacen con frecuencia son
    útiles o no. Las armas del pueblo se convierten en las del
    príncipe y los que recelan se hicieron felices, los fieles
    continúan siéndolo y los súbditos se hagan
    partidarios.

    Hay quienes afirman que un príncipe hábil
    debe fomentar con astucia ciertas resistencias para que al
    aplastarlas se acreciente su gloria.

    Elogiare tanto a quien construya fortalezas, como a
    quien no las construya, pero censuraré todo el que,
    confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el
    pueblo.

    Capítulo XXI como debe comportarse un
    príncipe para ser estimado. Nada hace tan estimable a un
    príncipe como las grandes empresas y el ejemplo de raras
    virtudes. En beneficio del príncipe el hallar medidas
    sorprendentes a lo que se refiere a la administración, el
    príncipe debe ingeniarse por parecer grande e ilustre en
    cada uno de sus actos, cuando el príncipe se declara
    valiente por una de las partes, se triunfa aquella a la que se
    une, aunque sea poderosa y él quede a su
    discreción, estarán unidos por un vínculo de
    reconocimiento y afecto; y los hombres nunca son tan malvados
    que, dando una prueba de tamaña ingratitud, lo sojuzguen;
    un príncipe nunca debe aliarse con otro más
    poderoso para atacar a terceros sino de acuerdo con lo dicho,
    cuando las circunstancias lo obligan porque si venciera en su
    poder, y los príncipes deben hacer lo posible por no
    quedar a disposición de otros.

    El príncipe se mostrará amante de la
    virtud y honrará a los que se distingan en las artes.
    Todas las ciudades están divididas en gremios o
    corporaciones a las cuales les conviene que el príncipe
    conceda su atención.

    Capítulo XXII de los secretarios del
    príncipe. La primera opinión que se tiene del
    juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo
    rodean: si son capaces y fieles podrá reputárselo
    por sabio, pues supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero
    cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un
    príncipe que el primer error que comete lo comete en esta
    lección.

    Para conocer a un ministro hay un modo que nunca falla
    cuando se ve que un ministro piensa más en él que
    en uno y que en todo no busca sino su provecho, estamos en
    presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien
    el príncipe nunca podrá confiar porque el que tiene
    en sus manos el estado de otro jamás debe pensar en
    sí mismo, sino en el príncipe, y no recordarle sino
    las cosas que pertenezcan a él. Por su parte, el
    príncipe, para mantenerlo constante en su fidelidad, debe
    pensar en el ministro. Debe honrarlo, enriquecerlo y colmarlo de
    cargos, de manera que comprenda que no puede estar sin él,
    y que los muchos honores no le hagan desear más honores,
    las muchas riquezas no le hagan ansiar más riquezas y los
    muchos cargos le hagan temer los cambios
    políticos.

    Capítulo XXIII como huir de los aduladores. Un
    príncipe prudente debe preferir rodearse de los hombres de
    buen juicio de su estado, únicos a los que dará
    libertad para decirle la verdad, aunque en las cosas sobre las
    cuales sean interrogados y sólo en ellas.

    Es conveniente que los buenos consejos vengan de quien
    vinieren, nazcan de la prudencia del príncipe y no la
    prudencia del príncipe de los buenos consejos.

    Capítulo XXIV por que los príncipes de
    Italia perdieron sus estados. Los hombres se ganan mucho mejor
    con las cosas presente que con las pasadas, y cuando en las
    presentes hayan provecho, las gozan sin inquirir nada; y mientras
    el príncipe no se desmerezca en las otras cosas,
    estarán siempre dispuestos a defenderlo. Así, el
    príncipe tendrá la doble gloria de haber creado un
    principado nuevo y de haberlo mejorado y fortificado con buenas
    leyes, buenas armas, buenos amigos y buenos ejemplos.

    Las únicas defensas buenas, seguras y durables
    son las que dependen de uno mismo y de sus virtudes.

    Capítulo XXV del poder de la fortuna en las cosas
    humanas y en los medios para oponérsele. Con la fortuna
    que se manifiesta con todo su poder ahí donde no hay
    virtud preparada y dirige sus ímpetus allí donde
    sabe que no se han hecho diques ni reparos para
    contenerla.

    Se ve que los hombres para llegar al fin que se proponen
    proceden en forma distinta: uno con cautela, el otro con
    ímpetu; uno por la violencia, el otro por la astucia; uno
    con paciencia el otro con su contrario; y todos pueden triunfar
    por medios tan dispares.

    Como la fortuna varia y los hombres se obstinan en
    proceder de un mismo modo, serán felices mientras vayan de
    acuerdo con la suerte e infelices cuando estén en
    desacuerdo con ella, considero que es preferible ser impetuoso y
    no cauto, porque la fortuna es mujer y hace preciso si se le
    quiere tener sumisa golpearla y zaherirla. Y se ve que se deja
    dominar por estos antes que por los que actúan con tibieza
    y como una mujer, es amiga de los jóvenes porque son menos
    prudentes y más fogosazo y se imponen con más
    audacia.

    Capítulo XXVI exhortación a liberar a
    Italia de los barbaros. No es asombroso que ninguno haya podido
    hacer lo que es de esperar que haga vuestra ilustre casa, ni es
    extraño que después de tantas revoluciones y
    revueltas guerreras parezca extinguido el valor militar de los
    soldados. Pero se debe a que la antigua organización
    militar no era buena y a que nadie ha sabido modificarla. Nada
    honra tanto a un hombre que se acaba de elevar al poder como las
    nuevas leyes y las nuevas instituciones ideadas por él,
    que si están bien cimentadas y llevan algo grande en
    sí misma, lo hace digno de respeto y
    admiración.

    Pero en las batallas, y por culpa exclusiva de la
    debilidad de los jefes;, su papel no era nada brillante; por que
    los capaces no son obedecidos; y todos se creen capaces, pero
    hasta ahora nadie hubo que supiese imponerse por su valor y por
    su fortuna, y que hiciese ceder a los demás.

    Definición de individuo y sociedad y su
    relación

    El individuo es el príncipe, y la sociedad son
    los gobernados pero estos a su vez son individuos, El
    príncipe es circundar la parte más creadora y opaca
    de los individuos en la peligrosa e indefinida labor de beneficio
    de la razón humana y de la sociedad. Habitualmente se
    alega que la historia es la investigación de los tropiezos
    entre contextos y organizaciones extremas. Es la suma de la
    disolución de un universo, de un nuevo principio de la
    realidad en el que el hombre, regresaba a formar la inquietud
    principal de todas las cosas, si la política concierne al
    ser el arte de lo permitido, para Maquiavelo ello simbolizaba que
    ésta debía de organizarse en medios reales, las
    necesidades de cambio que él expresó, fueron
    extraídas de su reflexión del mundo basto y del
    estado de coraje agrupado de sus contemporáneos. Sin
    embargo en el centro del Príncipe se encuentra la
    reclamación del Estado moderno como articulador de las
    relaciones nacionales y la necesidad de que los individuos
    estén en libertad.

    Es interesante algo que dijo el autor sobre que para
    elevarse el príncipe deberá ser un hombre
    hábil o bien protegido por la fortuna por lo tanto siendo
    hábil debe elegir con cuidado a sus consejeros y evitar el
    cederles la menor parcela de autoridad; se dedica tan sólo
    a defender y extender su poder por todos los medios, incluso el
    crimen si es necesario: vale más ser temido que ser amado
    claro, cuidando su reputación; su fortaleza mayor es el
    apego de su pueblo. La hipocresía se convierte en un
    deber. Si logra conservar su vida y su estado, todos los medios
    que haya aplicado serán juzgados honorables.

    Al proponer como modelo a César Borgia,
    Maquiavelo permanece dentro de la lógica de su
    concepción, pero subraya involuntariamente la fragilidad
    de sus aforismos. Exagera, sin duda, la grandeza de
    propósitos que atribuye al hijo del papa Alejandro vi; por
    otra parte, el papel que concede en la historia a la fortuna le
    sirve de explicación un poco fácil del fracaso
    final, rápido y total de su héroe. A
    continuación cito una crítica que me pareció
    muy interesante la encontré en una página Web: La
    obra de Nicolás Maquiavelo representa una interesante
    perspectiva para comprender la evolución social y
    política del mundo moderno surgida en el Renacimiento.
    Desde el año 1513, fecha de su publicación hasta
    hoy, el impacto de ese tratado de política, El
    Príncipe ha suscitado las más complejas y atrevidas
    interpretaciones en los estudios sobre el fenómeno del
    poder y en los gobernantes mismos. —Incluiré aquí
    las visiones de algunos analistas de la política y la
    historia acerca de las influencias de El Príncipe— "Leer
    El Príncipe hoy, es acordarnos del lado más
    sombrío de la transformación. Maquiavelo no era un
    mal hombre, ni un asesino, ni un intrigante de sangre
    fría. Por lo contrario, era un ardiente partidario de las
    instituciones republicanas, que percibía más
    claramente que el resto de sus compatriotas. Como ningún
    Estado podría prosperar donde la moral había
    fallado, como había ocurrido en Italia". (R.H.S.,
    Crossman) "Fue el implacable realismo de Maquiavelo lo que
    permitió diagnosticar precozmente el sentido del naciente
    orden europeo, establecer los fines ideológicos que
    convenían a la comunidad de la que formaba parte y
    señalar los medios eficaces para lograrlos a partir de las
    situaciones reales que predominaban en la Italia de si
    tiempo.

     

     

    Autor:

    Ligda Ramirez

     

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