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Anemia – revisión




Enviado por PERCY ZAPATA MENDO



  1. Anemia provocada
    por destrucción de glóbulos
    rojos
  2. Anemia provocada
    por pérdida de sangre
  3. Anemia provocada
    por una inadecuada producción de glóbulos
    rojos
  4. Signos y
    síntomas de la anemia
  5. Diagnóstico
    de la anemia
  6. Tratamiento de la
    anemia
  7. El cuidado de un
    niño que padece anemia
  8. Prevención
    de la anemia

La anemia, uno de los trastornos sanguíneos
más frecuentes, ocurre cuando la concentración de
glóbulos rojos o hematíes es demasiado baja. Esto
puede generar problemas de salud porque los glóbulos rojos
contienen hemoglobina, que transporta oxígeno a los
tejidos corporales. La anemia puede ocasionar diversas
complicaciones, incluyendo la fatiga y el agotamiento por el
sobreesfuerzo de muchos órganos corporales.

La anemia puede estar provocada por muchos factores,
pero los tres principales mecanismos corporales que la producen
son:

  • Destrucción excesiva de glóbulos
    rojos

  • Pérdida de sangre

  • Producción inadecuada de glóbulos
    rojos.

Entre muchas otras causas, la anemia puede ser el
resultado de trastornos hereditarios, problemas nutricionales
(como la deficiencia de hierro o de vitaminas), infecciones,
algunos tipos de cáncer o la exposición a
fármacos o toxinas.

Anemia provocada
por destrucción de glóbulos rojos

La anemia hemolítica ocurre cuando los
glóbulos rojos se destruyen prematuramente (la vida media
normal de los hematíes es de 120 días pero en la
anemia hemolítica es mucho menor). La medula ósea
(el tejido blando y esponjoso del interior de los huesos que
fabrica nuevas células sanguíneas) sencillamente no
puede compensar la demanda de nuevas células por parte del
organismo. Esto puede ocurrir por diversos motivos. A veces, las
infecciones o ciertos medicamentos -como los antibióticos
o los anticonvulsivos- son los culpables.

En la anemia hemolítica auto inmunitaria, el
sistema inmunológico confunde a los glóbulos rojos
con células invasoras y empieza a destruirlos. Otros
niños heredan alteraciones en los hematíes que
evolucionan hacia una anemia. Las tipos más frecuentes de
anemia hemolítica heredada incluyen la anemia falciforme,
la talasemia, la deficiencia de glucosa 6 fosfato deshidrogenasa
(G6PD) y la esferocitosis hereditaria.

La anemia falciforme o perniciosa es un tipo grave de
anemia que ocurre con mayor frecuencia en personas de origen
africano, aunque puede afectar a personas de ascendencia
caucásica o procedente de Arabia Saudita, la India o el
área mediterránea. En esta afección la
hemoglobina forma largas varas al repartir el oxígeno y
los glóbulos rojos se deforman hasta adquirir forma de
hoz. Esto conlleva una destrucción prematura de los
glóbulos rojos, una concentración
crónicamente baja de hemoglobina y episodios recurrentes
de dolor, así como problemas que pueden afectar
prácticamente a cualquier órgano del cuerpo.
Aproximadamente uno de cada 625 niños americanos de origen
africano nace con este tipo de anemia.

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La talasemia, que afecta prioritariamente a personas de
origen mediterráneo, africano o del sudeste
asiático, se caracteriza por unos glóbulos rojos
anómalos y de escasa vida media. La talasemia mayor,
también conocida como anemia de Cooley, es un tipo grave
de anemia en que los hematíes se destruyen
rápidamente y el hierro se deposita en la piel y en los
órganos vitales. La talasemia menor se asocia solo a una
leve anemia y a mínimos cambios en los
hematíes.

La deficiencia de glucosa 6 fosfato deshidrogenasa
(G6PD) afecta mayoritariamente a hombres de ascendencia africana,
aunque también se ha diagnosticado en muchos otros grupos
raciales. En este trastorno, los glóbulos rojos o bien no
producen suficiente cantidad de la enzima G6PD o la enzima que
producen es anómala y no funciona adecuadamente. Cuando
una persona que nace con esta deficiencia tiene una
infección, toma ciertos medicamentos o se expone a
sustancias específicas, sus hematíes experimentan
un estrés adicional o sobreesfuerzo. Sin una cantidad
adecuada de G6PD para protegerlos, muchos de esos glóbulos
rojos se destruyen de forma prematura.

La esferocitosis hereditaria es un trastorno de origen
genético que afecta a la membrana de los glóbulos
rojos y puede cursar con anemia, ictericia (piel de tonalidad
amarillenta) y agrandamiento del bazo. Los glóbulos rojos
tienen una superficie menor que los glóbulos rojos
normales, lo que hace que se abran y rompan con mayor facilidad.
Los antecedentes familiares incrementan el riesgo de padecer este
trastorno, que es más frecuente en personas originarias
del norte de Europa, aunque se puede dar en cualquier
raza.

Anemia provocada
por pérdida de sangre

La pérdida de sangre también puede
provocar anemia, sea por una hemorragia excesiva ocasionada por
una herida o una intervención quirúrgica o por un
problema en la capacidad del organismo para coagular la sangre.
Una pérdida de sangre más lenta y prolongada, como
las hemorragias intestinales provocadas por la enfermedad
inflamatoria intestinal, también puede provocar anemia. La
anemia también puede estar ocasionada por menstruaciones
muy copiosas en chicas y mujeres. Cualquiera de estos factores
incrementará los requerimientos de hierro del organismo,
ya que este mineral es necesario para producir nuevos
hematíes.

Anemia provocada
por una inadecuada
producción de glóbulos
rojos

La anemia aplástica o aplásica ocurre
cuando la medula ósea no puede producir una cantidad
suficiente de glóbulos rojos. Esto puede obedecer a una
infección vírica, a estar expuesto a ciertas
sustancias químicas de carácter tóxico, a la
radiación o a determinados medicamentos (como los
antibióticos, los anticonvulsivos o los tratamientos
contra el cáncer). Algunos cánceres propios de la
infancia también pueden provocar la anemia
aplástica, así como ciertas enfermedades
crónicas que afectan a la capacidad de la medula
ósea para fabricar hematíes.

Las concentraciones altas de hemoglobina y
glóbulos rojos en la sangre fetal ayudan a transportar
suficiente oxígeno en un cuerpo en proceso de
formación y un ambiente uterino con una cantidad de
oxígeno relativamente baja. Una vez que nace el
bebé, tiene más oxígeno a su
disposición y la concentración de hemoglobina
normalmente desciende considerablemente alrededor de los dos
meses de vida, un trastorno conocido como anemia
fisiológica del lactante. Este descenso temporal y
esperado de la cantidad de hematíes se considera normal y
no requiere tratamiento alguno porque el cuerpo del bebé
enseguida empieza a fabricar glóbulos rojos por su
cuenta.

La anemia también ocurre cuando el cuerpo no es
capaz de producir suficientes glóbulos rojos sanos debido
a una deficiencia de hierro. El hierro es esencial para producir
hemoglobina. La ingesta de una cantidad insuficiente de hierro en
la dieta (o la excesiva pérdida de hierro por parte del
cuerpo) puede provocar una anemia ferropénica (o por
deficiencia de hierro), la causa más frecuente de anemia
en la población infantil. La anemia ferropénica
puede afectar a niños de cualquier edad, pero es
más frecuente en niños menores de dos años.
Los niños pequeños que beben cantidades excesivas
de leche están más expuestos a este tipo de
anemia.

Las niñas que están atravesando la
pubertad tienen un riesgo particularmente elevado de sufrir
anemia ferropénica debido al comienzo de la
menstruación; la pérdida mensual de sangre
incrementa la cantidad de hierro que necesitan incorporar a
través de la dieta.

Signos y
síntomas de la anemia

Si su hijo tiene anemia, sus primeros síntomas
pueden ser una leve palidez de la piel y una disminución
del color rosado de labios y uñas. No obstante, puesto que
estos cambios pueden ocurrir gradualmente, pueden ser
difíciles de detectar. Otros síntomas habituales de
la anemia incluyen los siguientes:

  • Irritabilidad

  • Fatiga

  • Mareo, sensación de vacío en la cabeza
    y taquicardia (aceleración de la frecuencia
    cardiaca)

  • Si la anemia está provocada por una
    destrucción excesiva de glóbulos rojos, los
    síntomas también pueden incluir ictericia
    (tonalidad amarillenta del blanco de los ojos), bazo
    agrandado y orina más oscura de lo normal.

En los lactantes y preescolares, la anemia
ferropénica puede provocar retrasos del desarrollo y
alteraciones del comportamiento, tales como disminución de
la actividad motora y problemas en la interacción social y
en la tareas que requieren atención. Las investigaciones
indican que los problemas evolutivos pueden persistir durante y
después de la etapa escolar si la anemia
ferropénica no se trata adecuadamente.

Diagnóstico de la
anemia

En muchos casos, los médicos no diagnostican la
anemia hasta que solicitan análisis de sangre como parte
de una exploración física sistemática. Un
hemograma completo puede indicar que un niño tiene menos
glóbulos rojos de lo normal. Otras pruebas
diagnósticas podrían incluir:

Examen de frotis de sangre: la sangre se coloca
en un portaobjetos de vidrio y se observa al microscopio a fin de
examinar los glóbulos rojos, lo que a veces puede indicar
la causa de la anemia.

Pruebas de hierro: estas incluyen evaluar el
hierro total en suero y la ferritina, lo que puede ayudar a
determinar si la anemia obedece a una deficiencia de
hierro.

Electroforesis de hemoglobina: se utiliza para
identificar varios tipos de hemoglobina anómala en sangre
y para diagnosticar la anemia falciforme, la talasemia y otras
formas heredadas de anemia.

Aspiración y biopsia de medula
ósea:
esta prueba puede ayudar a determinar si la
producción de células está ocurriendo o no
con normalidad en la médula ósea. Es la
única forma de diagnosticar la anemia aplástica de
forma definitiva y también se emplea si una enfermedad que
afecta a la medula ósea (como la leucemia) podría
ser la causa de la anemia.

Conteo de reticulocitos: se determina el
porcentaje de los glóbulos rojos jóvenes que ayuda
a determinar si la producción de hematíes se
encuentra a niveles normales.

Aparte de efectuar estas pruebas, es posible que el
pediatra de su hijo le pregunte sobre los antecedentes
médicos familiares en lo que respecta a la anemia y sobre
los síntomas de su hijo y los medicamentos que toma. Esto
puede llevar al pediatra a programar otras pruebas para evaluar
enfermedades específicas que podrían estar
provocando la anemia.

Tratamiento de la
anemia

El tratamiento de la anemia depende de su causa. Es
importante no asumir que cualquier síntoma que tenga su
hijo obedece a una deficiencia de hierro. Asegúrese de que
a su hijo lo evalúe un pediatra.

Si su hijo padece anemia ferropénica, es posible
que el pediatra le recete medicamentos en forma de gotas (para
lactantes), en forma líquida o en comprimidos (para
niños mayores), que generalmente se deben tomar durante un
período de unos tres meses para restablecer las reservas
de hierro del organismo. Es posible que el pediatra
también recomiende añadir ciertos alimentos ricos
en hierro a la dieta del niño, así como reducir el
consumo de leche.

Si su hija adolescente es anémica y tiene
periodos menstruales copiosos o irregulares, es posible que su
pediatra le recete un tratamiento hormonal para ayudarla a
regular el sangrado menstrual.

Los suplementos de ácido fólico y de
vitamina B12 se pueden recetar en el caso de que la anemia
obedezca a deficiencias de estos nutrientes, aunque esto es
sumamente infrecuente en la población infantil.

Las anemias provocadas por infecciones generalmente
mejoran cuando la infección remite o recibe un tratamiento
adecuado. Si cierto medicamento parece ser la causa, el pediatra
de su hijo es posible que interrumpa la medicación o la
sustituya por otro medicamento alternativo, a menos que los
efectos beneficiosos de la medicación superen claramente
sus efectos secundarios.

Dependiendo de la causa, el tratamiento de las formas
más graves o crónicas de anemia puede
incluir:

  • Transfusiones de glóbulos rojos normales
    procedentes de un donante

  • Extirpación del bazo o un tratamiento
    farmacológico para evitar que las células
    sanguíneas sean eliminadas de la circulación o
    destruidas demasiado deprisa

  • Medicamentos para combatir las infecciones o para
    estimular a la medula ósea a fabricar más
    células sanguíneas

  • El trasplante de medula ósea puede utilizarse
    en algunos casos de anemia falciforme, talasemia y anemia
    aplástica. En este procedimiento, las células
    de médula ósea extraídas de un donante
    se inyectan en la vena del niño; estas células
    recorren el torrente sanguíneo hasta llegar a la
    médula ósea del receptor, donde
    comenzarán a producir nuevas células
    sanguíneas.

El cuidado de un
niño que padece anemia

El tipo, la causa y la gravedad de la anemia de su hijo
determinarán qué tipo de cuidados necesita. De
todos modos, puede estar tranquilo porque los niños
habitualmente toleran la anemia mucho mejor que los
adultos.

En general, un niño con anemia significativa
puede cansarse más fácilmente que otros
niños y, por lo tanto, necesitará limitar su nivel
de actividad. Asegúrese que los profesores de su hijo y
otros cuidadores del niño conocen el trastorno que padece.
Si la causa de la anemia es la ferropenia, siga las indicaciones
de su pediatra sobre cambios dietéticos y toma de
suplementos de hierro.

Si su hijo tiene el bazo agrandado, es posible que le
prohíban participar en deportes de contacto debido al
riesgo de que el bazo se le rompa o sangre si su hijo sufriera
alguna lesión. Ciertos tipos de anemia, como la anemia
falciforme, requieren otros tipos de cuidados y tratamientos
más específicos.

Prevención
de la anemia

La posibilidad de prevenir la anemia depende de su
causa. Actualmente no hay forma de prevenir las anemias de origen
genético que afectan a la producción de
glóbulos rojos o de hemoglobina.

De cualquier modo, usted puede ayudar a prevenir la
deficiencia de hierro, la causa más frecuente de anemia.
Antes de seguir cualquiera de las siguientes instrucciones,
asegúrese de hablar al respecto con el pediatra de su
hijo.

Consumo de leche de vaca. Durante los primeros seis
meses de vida, los bebés suelen estar protegidos de
desarrollar una deficiencia de hierro por las reservas de este
mineral presentes en sus cuerpos antes del nacimiento. Pero, a
partir de los seis meses, generalmente no obtienen suficiente
hierro a partir de la leche materna o de la leche de vaca
común (que contiene menos hierro que las leches
artificiales para lactantes enriquecidas con este mineral). La
leche de vaca común puede provocar que algunos lactantes
pierdan hierro por el intestino, y el hecho de beberla en mucha
cantidad puede hacer que el bebé tenga menos
interés en ingerir otros alimentos que son mejores fuentes
de hierro. Por estas razones, la leche de vaca común no es
recomendable para lactantes a menos que hayan cumplido un
año y sigan una dieta rica en hierro. Además, estos
bebés no deberían beber más de 710 a 950 ml
(de 24 a 32 onzas) de leche al día. Si no consigue que su
hijo consuma más alimentos ricos en hierro, hable con su
pediatra sobre los suplementos de hierro.

Papillas de cereales y leches artificiales enriquecidas
con hierro. Estos productos pueden ayudarle a tener la seguridad
de que su bebé obtiene suficiente hierro, especialmente
durante la etapa de transición de la leche materna o
artificial a los alimentos sólidos.

Dieta bien equilibrada. Asegúrese que su hijo
ingiere alimentos ricos en hierro regularmente. Entre las mejores
elecciones, se incluyen los cereales y papillas enriquecidas con
hierro, la carne roja, las yemas de huevo, las verduras de hoja
verde, las verduras y frutas amarillas, la piel de patata, los
tomates, la melaza y las pasas. Si su hijo es vegetariano, usted
necesitará hacer un esfuerzo adicional para asegurarse de
que ingiere suficiente hierro porque el hierro que se encuentra
en la carne de vaca, la carne de ave y el pescado es más
fácilmente absorbible que el hierro que se encuentra en
alimentos de origen vegetal y en alimentos enriquecidos con este
mineral. Asimismo, deberá tener en cuenta que ciertas
combinaciones de alimentos pueden inhibir o bien favorecer la
absorción de hierro. Por ejemplo, tomar café o
té (incluyendo el té helado) con la comida puede
reducir significativamente la cantidad de hierro absorbido,
mientras que la vitamina C ayuda al organismo a absorber
hierro.

 

 

Autor:

Percy Zapata Mendo

 

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