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Antecedentes históricos y teóricos de la terapia de la imprfección




Enviado por Ricardo Peter



  1. Históricos:
  2. Teóricos:

Lo único que se opone a la
perfección es la realidad.

I.
Históricos:

Por antecedentes históricos nos referimos a las
primeras manifestaciones de la Terapia de la imperfección.
La primera vez que se expuso el alcance antropológico y
psicoterapéutico de una visión del hombre desde el
concepto del límite fue en un ciclo de cuatro charlas
dirigidas a un grupo de participantes en el III Encuentro
Nacional de Espiritualidad, un evento de gran magnitud organizado
en el mes de agosto de 1991 en Nocera Umbra, en el centro de
Italia. Las charlas, bajo el tema "la imperfección y la
alegría de vivir", versaron sobre la relación entre
espiritualidad e imperfección. La cuestión era:
¿tenemos que ser perfectos para alcanzar una calidad
espiritual? La respuesta era negativa. El hombre no está
hecho para ajustarse al ideal de la perfección. En esa
ocasión, la perfección venía calificada como
una virtud no sólo innecesaria, sino enemiga del ser y, en
lo específico, para un cristiano, enemiga del
Reino.

Para entonces llevaba 25 años viviendo en Roma y
un año antes, en agosto de 1990, había concluido,
después de once años, mi encargo como Embajador de
Nicaragua ante la Santa Sede. El fin de mis actividades
diplomáticas me permitió volver a ocuparme de mis
intereses profesionales e ideológicos que por una
década había acantonado por tareas que yo no
había buscado, sino que ellas me habían buscado a
mí.

En los meses de septiembre y octubre de 1991,
realicé en Roma cuatro encuentros con un grupo de cuarenta
personas bajo el tema de "Lecciones de
imperfeccionología". En ellas se resaltaba la estrecha
relación del pensamiento Occidental con la idea de la
perfección y la función terapéutica y
ecológica de una conciencia de nuestros límites. A
la reunión participaron, en su mayoría, juristas,
abogados y magistrados acompañados de sus esposas.
Motivadas por el tema, algunas señoras revelaron
particulares caseros de sus maridos encargados de aplicar la ley.
Mientras en el tribunal sus esposos se debatían contra
seres torcidos por sus acciones erróneas, en casa, esas
mismas personas eran víctimas de sus propias manías
y obsesiones perfeccionistas que los llevaban a retirarse del
comedor antes de terminar para ocuparse de colocar derecho un
cuadro ladeado o a perder la ecuanimidad si encontraban el piano
con la tapa abierta, sin la franela roja que protege las
teclas.

Durante los meses de noviembre y diciembre del mismo
año, fui invitado por una institución privada
denominada International School Of Psicology, con sede en Roma,
para ofrecer el naciente enfoque de Terapia de la
imperfección a un grupo de universitarios
psicólogos que contemporáneamente habían
comenzado en dicho instituto su entrenamiento en
psicoanalisis.

El encuentro hizo un poco de cortocircuito. Tal vez la
posición económica, clase media alta, y la edad de
los participantes, entre los 24 y 28 años, hizo
desfavorable mi crítica despiadada al ideal de la
perfección. Por entonces comencé a sospechar que mi
planteamiento no era compatible con quienes aun no contaban en su
haber con experiencias de fracasos y descalabros
personales.

Posteriormente, en 1992, invitado por la Pontificia
Universidad Católica, viajé a Puerto Rico donde se
presentó la oportunidad de dar algunas conferencias en
diversos recintos universitarios.

Precisamente en el mes de abril, en la Universidad
Estatal de Puerto Rico, en la sede de Humacao, se
diseñó un primer esbozo de la Antropología
del límite como fundamento filosófico de la Terapia
de la imperfección. En el mismo mes, en la Universidad
Católica donde me desempañaba como Profesor
Visitante de tiempo completo, se dio un paso ulterior
señalando cómo de un nivel de reflexión
filosófica sobre el límite (la Antropología
del límite) se llegaba a un nivel de aplicación
psicoterapéutica (la Terapia de la imperfección).
Y, por último, en la Universidad del Sagrado
Corazón, en San Juan, se apuntó a la
perfección como una enfermedad de la persona, no de la
personalidad.

Como novedad del enfoque que se estaba presentando se
subrayó la tendencia a la perfección, y no
sólo el perfeccionismo, como el comienzo de un trastorno
que se refiere a la dimensión específicamente
humana del hombre. Lo que se perturba, generando
desorientación, es la persona misma del hombre, lo
espiritual-personal, y no algo "periférico", como la
dimensión psicológica.

Por ese tiempo, la revista Exégesis (Año
5/n° 15/1992) del Colegio Universitario de Humacao,
publicó el primer artículo sobre las nuevas ideas
que se estaban manejando a propósito de la
patología del perfeccionismo.

Para agosto de 1992, camino de regreso a Roma donde
todavía residía, el entonces Rector de la
Universidad Iberoamericana de Puebla me había invitado a
impartir dos cursos de posgrado y un ciclo de 5 conferencias. Uno
de esos cursos, por total de 30 horas, acompañado de tres
conferencias de dos horas cada una, tuvieron como objetivo
presentar por primera vez en México, algunas nociones
fundamentales de la Terapia de la imperfección. Al
introducir en su propio horizonte teórico el concepto del
límite, la Terapia de la imperfección dejaba claro
que en el límite el hombre descubre la realidad de lo que
es verdaderamente humano.

En el límite, el hombre no pierde su misterio. En
él, el hombre recupera el valor de la gratuidad, de la
creatividad, de la solidaridad, de la interdependencia y del
sentido de comunión de la vida. El curso se realizó
en forma de Seminario-taller: una parte de carácter
académico donde se exponía el origen, los
fundamentos, objetivos y aplicaciones de la Terapia; la parte
taller, en cambio, tenía carácter de proceso auto
educativo.

Antes de terminar mi estadía de dos meses en
Puebla, fui invitado por la Facultad de Filosofía y Letras
de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
para impartir una conferencia titulada: La Terapia de la
imperfección como orientación terapéutica. A
partir de esa fecha (24/9/92), quedaría vinculado a Puebla
de los Ángeles y por espacio de los tres siguientes
años viajaría de Roma a Puebla para impartir mis
laboratorios en diversas instituciones universitarias.

En julio de 1993, la Sociedad Mexicana de
Psiquiatría Biológica, A.C., me invitó a
tener una conferencia magistral sobre la Terapia de la
imperfección y en agosto se ofrecieron cursos en la
Maestría de Psicología Clínica de la
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, en el
Departamento de Psicología de la Universidad de Las
Américas y por supuesto en la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

Ese mismo año, el resultado de una
investigación sobre el alcance antropológico,
psicológico, psicoterapéutico y ético que
entraña una visión del hombre desde el concepto del
límite vería la luz en la publicación del
libro Una terapia para la persona humana, publicado en
Italia por la Cittadella Editrice (1994).

En 1994, durante mi penúltimo año de
permanencia en Roma, la Facultad de Filosofía de la
Pontificia Universidad Gregoriana, dentro de la
especialización en Antropología Filosófica,
me invitó a impartir un curso intitulado:
"Perfección, límite, imperfección en el
devenir humano" donde se expuso la Antropología del
límite, fundamento filosófico del constructo
teórico en torno al concepto del límite. A partir
de Agosto, la Cittadella Editrice de Italia comenzó a
organizar (cada verano hasta 1997) laboratorios de Terapia de la
imperfección por donde pasaron más de 140 personas,
en su mayoría adultos, quienes cumplieron los tres niveles
propuestos para entrenarse a la compasión de sí
mismo. Ese mismo año se publicaron dos artículos en
la revista de la Asociación Italiana de
Psoriásicos, "Adipso Magazine", misma que publicó
dos agendas para los años 94 y 95, ofreciendo una serie de
ideas psicológicas para aceptar las imperfecciones de cada
día.

En 1995, durante los meses de marzo y abril, fui
invitado por la Escuela Internacional de Investigación y
Formación en Psicología Clínica y
Psicoterapia Psicoanalítica (SIRPIDI) del Hospital
Dermatológico de Roma, para ofrecer un curso denominado
"técnicas de escucha en profundidad". La expresión
"profundidad" correspondía a la visión del hombre
desde la Antropología del límite.

De octubre de 1997 a marzo de 1998, dentro del ciclo de
conferencias "Entenderse para entender; entre ética y
psicoanálisis", desarrollado en el Auditorio de la Casa
del Estudiante, en la ciudad italiana de Pordenone, el libro
"Honra tú limite" fue propuesto por los organizadores como
texto emblemático del ciclo de debates.

En fin, sin la pretensión de describir todos los
eventos relacionados con la Terapia de la imperfección
(publicaciones, participación en congresos, conferencias,
presentación de libros, etc.), quiero concluir esta
sección destacando tres cosas: 1°: desde 1993 al 1999
se han impartido más de 700 horas en talleres de Primer
Nivel de Terapia de la imperfección, y, por aparte, se han
dedicado más de 400 horas a la exposición de la
teoría en cursos académicos, 2°: en mayo de
1999 se presentó en la Universidad de Las Américas,
de Puebla, la primera tesis para obtener el grado de
Maestría en Psicología sobre algunas de las
hipótesis manejadas por la Antropología del
límite y la Terapia de la Imperfección y, 3°,
en julio del mismo año se concluyó el primer
diplomado en Psicopatología y psicoterapia del
perfeccionismo que por espacio de 140 horas distribuidos en seis
módulos, capacitó de manera más
sistemática al primer equipo de terapeutas y docentes
familiarizados con esta teoría.

Con la llegada del año 2000, el 4 de agosto, un
grupo de simpatizantes y cultores, constituyeron formalmente, en
la ciudad de Puebla, la "Asociación Internacional para la
Terapia de la imperfección, A.C." cuyo propósito
es, como se lee en el acta constitutiva, "difundir y promover el
estudio, investigación y aplicación de la
psicoterapia de la imperfección en los diversos campos del
comportamiento humano".

II.
Teóricos:

a) Un enfoque desde el límite.

La Terapia de la imperfección se caracteriza por
hacer del concepto del límite el eje de su propia
comprensión del hombre. En efecto, partiendo de una
reflexión filosófica del hombre desde el concepto
de límite, se asientan las bases para una visión
antropológica que, a su vez, sustenta su propia
teoría psicológica, con propuestas
terapéuticas específicas, hasta terminar
adentrándose en el terreno ético
espiritual.

Ya de esta descripción nos percatamos de dos
cosas: primero, que la Terapia de la imperfección, por la
propia naturaleza filosófica de donde arranca su
reflexión sobre el hombre, se sitúa en el terreno
de la corriente humanista existencial y, segundo, que el problema
de la salud se solventará de manera inseparable del
problema del límite. De esta manera, a la pregunta:
¿en qué consiste la salud mental?, la respuesta de
la Terapia de la imperfección seguirá su propio
enfoque psicoterapéutico.

Para Freud, por ejemplo, el concepto de salud mental
reside en el hecho de ser capaz de trabajar y de amar, donde ser
capaz de amar no se reduce al hecho de tener relaciones sexuales
acrobáticas, sino a la aptitud para establecer relaciones
íntimas y de larga duración, sostenida por el
respeto recíproco y por una sexualidad agradable. Para la
orientación cognitiva, la salud mental consiste en la
convicción de ser alguien que vale la pena ser, a pesar de
todas las limitaciones que se poseen. Para Harry Stack Sullivan
la base de la salud depende del carácter
auténticamente personal de las relaciones
interpersonales.

En el área de la psicología humanista,
pensadores como Erich Fromm hacen del concepto de productividad y
de la opción de los valores biófilos la fuente del
bienestar anímico. Abraham Maslow y Rollo May, por su
parte, ligan la salud mental a la autorrealización y Carl
Rogers, variando sobre el mismo tema, prefiere apuntar a la
capacidad de la persona para ser autorrealizante, siendo una de
sus características el interés por los problemas
filosóficos, religiosos, morales y por el sentido de la
vida.

Otros autores apuntan a la capacidad de apreciar la vida
y de amar el mayor número posible de cosas o a la aptitud
para aceptar no sólo lo bueno, sino también todo lo
negativo de la vida, sin sucumbir ante este último
aspecto.

Un caso singular dentro de la psicoterapia, Viktor
Frankl, describirá la neurosis como la falta de sentido
debido a la disminución de la propia responsabilidad ante
los problemas de la vida. Consecuente con esta visión, la
salud mental corresponderá a la capacidad de realizar
valores y de orientarse hacia el sentido de la vida.

La Terapia de la imperfección, haciendo
referencia a su propio marco conceptual, considera que el
problema del hombre es de naturaleza antropológica, no de
orden meramente psiquiátrico, y que radica, en
última instancia, en la actitud que el hombre asume ante
su tremenda condición limitada. De esta manera, el
concepto de límite queda estrechamente vinculado con el
concepto de salud mental y ésta se arraiga en la actitud
que el hombre asume frente a su ser limitado y ante la
dinámica que genera dicha condición a lo largo de
toda su existencia. La salud mental y espiritual está
inseparablemente unida a la observancia y a la auto
aceptación de los propios límites.

b) Tres momentos del mismo enfoque.

La reflexión en torno al concepto del
límite se ha desarrollado a tres niveles. En un primer
momento, la reflexión sobre el límite dio lugar a
la Antropología del límite cuyo
propósito es explicitar su visión específica
del hombre. La finalidad de esta visión filosófica
del hombre no es meramente teórica. No se reduce, como
cualquier otra visión antropológica, a responder a
la pregunta "qué" o "quién" es el hombre. El
objetivo de la Antropología del límite es
eminentemente terapéutico: ofrecer una comprensión
que desemboque en la compasión por la humanidad del
hombre. Resulta que el límite no es algo añadido,
sino el modo mismo de ser del hombre. Para el hombre, pues, el
límite posee una función constructiva, como
el concepto de perfección despliega una acción
destructiva de su modo de ser.

En un segundo momento, la reflexión sobre el
límite entró de lleno en el campo
psicoterapéutico, donde el límite despliega su
función curativa. A este propósito la tarea
de la Terapia de la imperfección ha sido doble: por
una parte, evidenciar los peligros y los daños reales que
ocasiona no sólo el perfeccionismo, sino la
búsqueda intencional de la perfección y, por otra,
proponer un tratamiento regresivo de dicho trastorno. Para tal
propósito, se proponen la
inclusión-del-límite y la
consciencia-del-límite. Ambas indicaciones miran
a un cambio profundo que alcanza la perspectiva misma desde donde
el perfeccionista piensa como piensa y se relaciona como se
relaciona consigo mismo, con los demás y con el propio
entorno.

Y, por último, a un tercer nivel de
reflexión, ahondando en el valor ético y
espiritual, el concepto del límite muestra una
función creativa. De aquí que se hable de
una ética del límite donde se abordan los
problemas morales y espirituales que genera la
psicopatología del perfeccionismo. Si es cierto que
sólo el hombre tiende a la perfección,
también es cierto que sólo el hombre es capaz de
crear una actitud de auto aceptación.

Al definir el trastorno del perfeccionismo como
"pérdida del sentido de orientación" la Terapia de
la imperfección reconoció una deuda
ideológica con la Logoterapia de V. Frankl, para quien la
neurosis existencial se reduce a una "pérdida de sentido".
Pero la mejor manera de saldar esta deuda ha sido vinculando el
trastorno originado por el perfeccionismo a la
problemática del vacío existencial. ¿En
qué sentido? Proponiendo un trabajo previo de la Terapia
de la imperfección al trabajo del logoterapía: en
muchos casos, en efecto, la pérdida de sentido, el
vacío existencial, está afectado por una
pérdida de orientación, por el perfeccionismo.
Reorientar al individuo que se extravía de su propia
realidad limitada es un quehacer anterior a la tarea de orientar
el individuo al sentido de su vida.

La dificultad para aceptarse es anterior a la dificultad
para dar un sentido a la vida. O como hemos dicho en otra
ocasión: dejando de afirmar el "sentido de ser", la propia
condición limitada, el individuo deja de afirmar el
"sentido de la vida".

Hemos hablado de un reconocimiento de la Terapia de la
imperfección con respecto a la Logoterapia, pero
también quisiéramos apuntar una diferencia. A la
pregunta fundamental: ¿qué constituye lo
específico del ser del hombre? Frankl responde: lo humano
A la pregunta: ¿y qué constituye lo
específico de lo humano del ser del hombre? Frankl sigue
respondiendo: lo espiritual A la última pregunta por lo
específico de lo espiritual, Frankl responde: ¡el
sentido! La Terapia de la imperfección, a la última
pregunta responde diversamente: lo específico de lo
espiritual del ser del hombre es la aceptación de
sí mismo. El "contenido" de lo humano es la auto
aceptación, así como el "contenido" del
perfeccionismo es el auto rechazo.

En este contexto, resulta obvio que el nombre Terapia de
la imperfección es paradójico pues no alude a un
intento de corregir las imperfecciones que nos agobian
diariamente con la búsqueda de la perfección. Todo
lo contrario, la aceptación de nuestras imperfecciones es
la terapia misma: la imperfección como terapia. Nuestras
imperfecciones no pueden constituir un ideal de vida. El
verdadero ideal es la aceptación de nuestras insuperables
imperfecciones. Así pues cuando proponemos "una terapia
para la persona humana" no queremos hacer un elogio del error y
mucho menos inducir a una actitud laxa o de flojera frente a la
saludable dinámica de mejoramiento y crecimiento personal.
Repetimos: el error no es un ideal. El ideal es devenir lo
más humano que sea posible y esto significa aceptar los
errores cometidos. Se quiere, entonces, dejar claro cómo
funciona esta terapia: de cara al rasgo inevitablemente humano de
errar, la actitud específicamente humana de la
aceptación de la propia falibilidd es la sola terapia
válida. Ahora si podemos decir que nuestras mejores
lecciones de humanidad provienen de nuestra actitud ante nuestros
errores.

Aceptación es sinónimo de
compasión. La compasión, igual que el error,
constituye un asunto exclusivamente humano. La labor
terapéutica de la compasión tiene la función
de orientar el hombre hacia su propia realidad. De esta manera el
hombre permanece en el mundo de lo humano aceptando su propio
ineludible ser fallido. Es como decir que el hombre es, al mismo
tiempo, portador de su enfermedad y de su medicina. Sin embargo,
como la aceptación choca contra la fosilizada tendencia al
auto rechazo, la Terapia de la imperfección termina
revelándose como una tarea talmente ardua que quienes la
conocen no dudan en definirla una terapia fuerte. Basta hacer la
prueba.

 

 

Autor:

Dr. Ricardo Peter

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