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La Batalla de Bielorrusia (1944)



  1. La Batalla de
    Bielorrusia (1944)
  2. BIBLIOGRAFÍA
    GENERAL

La Batalla de
Bielorrusia (1944)

El año 1944 fue desastroso para el
Ejército alemán, en especial en el Frente Oriental.
La fuerza de combate soviética alcanzó su punto
álgido y desarrolló una estructura de mando capaz
de obtener el máximo rendimiento de la supremacía
numérica de sus tropas en el campo de batalla. Los hechos
de la Batalla de Bielorrusia han de analizarse como un todo, en
el que las operaciones estratégicas rusas lograron la
destrucción de tres cuerpos de ejército alemanes en
la zona de acción del Grupo de Ejércitos Centro. La
fuerza de combate soviética desarrolló una
estructura de mando capaz de obtener el máximo rendimiento
de la supremacía numérica de sus tropas en el campo
de batalla.

Los hechos de la Batalla de Bielorrusia han de
analizarse como un todo, en el que las operaciones
estratégicas rusas lograron la destrucción de tres
cuerpos de ejército alemanes en la zona de acción
del Grupo de Ejércitos Centro. La llamada
"Operación Bagration" alcanzó tales éxitos,
que los alemanes hubieron de detraer divisiones panzer y brigadas
de carros de asalto esenciales para los Grupos de
Ejércitos Norte y Sur, para taponar la brecha creada por
la acometida soviética en la zona del Grupo de
Ejércitos Centro, que prácticamente quedó
destruido. Así, cuando los Grupos de Ejércitos
Norte y Sur tuvieron a su vez que enfrentarse a ofensivas
soviéticas de gran intensidad, no pudieron echar mano de
sus valiosas reservas acorazadas, y hubieron de asumir la
pérdida de terreno, posiciones, material de guerra y
cuantiosas bajas.

El triunfo soviético sobre los alemanes en el
verano de 1944 se debió sobre todo a una inmensa
superioridad numérica de los rusos en tanques, piezas de
artillería y aviones, y en menor medida, a un buen empleo
de la "maskirovka" y a una nueva capacidad para
concentrar fuerzas, emplearlas de manera flexible, y saber ganar
una superioridad aplastante a nivel local en puntos
críticos de la línea de frente alemana. Debido a su
debilidad numérica, los alemanes no pudieron reaccionar
ante las concentraciones de fuerzas soviéticas a tiempo, y
sus intentos por contenerlas fueron en general tardíos e
ineficaces. Sin embargo, del lado alemán, hasta esos
mismos inconvenientes podrían haberse tratado de superar
de modo más satisfactorio de no haber mediado la
paralizante insistencia de Hitler en intervenir en las
operaciones hasta niveles de detalle.

A los generales alemanes se les negó la
ocasión de utilizar la movilidad de sus todavía
potentes divisiones acorazadas para detener los embates de las
formaciones soviéticas de tanques. La producción
soviética de tanques en 1944 se había elevado hasta
las 29.000 unidades al año. En comparación, Gran
Bretaña había fabricado tan sólo 5.000
tanques en todo el año, frente a los 17.500 de los Estados
Unidos. La producción alemana de carros de combate
aumentó espectacularmente a partir de la
racionalización y las medidas de organización para
la producción en masa introducidas por Albert Speer, tras
su nombramiento como Ministro de Producción de Guerra en
septiembre de 1943. En 1944, la producción anual alemana
de vehículos acorazados se elevó a 19.000 unidades
entre tanques y carros de asalto, aun a pesar de la ofensiva
angloamericana de bombardeo estratégico. [1]

A diferencia de la Unión Soviética, que
tenía solamente un frente principal al que abastecer de
vehículos blindados, Alemania continuaba con la
"úlcera abierta" de Italia, además del nuevo
peligro que representaba el desembarco angloamericano en
Normandía y la invasión del noroeste de Europa. El
temor histórico de Alemania de tener que librar una guerra
importante en dos frentes a la vez era, en el verano de 1944, una
realidad; una guerra en tres frentes, teniendo en cuenta
también el italiano. Hitler tuvo que admitir de que la
invasión angloamericana de Francia suponía un gran
peligro, y que su aparición le restaba casi cualquier
margen de maniobra: a poco que se esforzasen, los aliados
occidentales tenían la posibilidad de alcanzar las
fronteras de Alemania prácticamente al alcance de la
mano.

Aunque la capacidad de respuesta alemana no estaban
limitada aún por la destrucción de su sistema
industrial, en cuanto a la producción de vehículos
blindados y artillería, tal situación podía
cambiar drásticamente a medio plazo, sobre todo porque la
ofensiva de bombardeo aéreo angloamericana no iba a
remitir (sino todo lo contrario), y las materias primas
industriales comenzaban a escasear a medida que el territorio
controlado por el III Reich se iba contrayendo cada vez
más, sobre todo en el Este. Antes de finalizar el
año 1944, el ministro alemán de producción
bélica, Albert Speer, anunció de manera realista al
Führer que las industrias de guerra estaban a punto de
entrar en una caída de los niveles de producción, y
que las perspectivas para el año 1945 apuntaban hacia una
paralización creciente. La escasez más
crítica en cuanto a materias primas, que atenazaba a todas
las ramas de la Wehrmacht, era la de petróleo para
combustible de motor (gasolina, gasóleo, queroseno): no
sólo era necesaria una gran cantidad de carburante para
mantener las operaciones militares en marcha, sino también
para asegurar el relevo de pilotos, submarinistas y otros
especialistas de combate, cuya instrucción requería
intensos y prolongados ejercicios en condiciones reales de
guerra, lo que implicaba poner en movimiento todo el parque
aeronáutico, terrestre y naval del sistema de academias
militares de Alemania. Por último, la logística de
los ejércitos alemanes también se resentía
enormemente, y obligaba a mantener el ritmo de los transportes a
la velocidad de los caballos y los hombres a pie, por no hablar
del transporte civil, ya muy ralentizado y disminuido a esas
alturas de la guerra.

El petróleo era, pues, el talón de Aquiles
del III Reich en 1944, y por ello la industria alemana
había hecho enormes esfuerzos para lograr la
fabricación de combustibles sintéticos basados en
el carbón. La urgencia de esta apuesta se
incrementaría en los meses finales de la guerra, cuando
Alemania perdió el control sobre los campos
petrolíferos de Rumanía y Hungría,
caídos en poder del Ejército Rojo. [2] El
desarrollo y producción de estos carburantes
sintéticos hubo de detenerse de manera intermitente debido
a los bombardeos aéreos, pero su misma existencia
demuestra lo que la ingeniería alemana podría haber
conseguido de haber existido una dirección más
enérgica y realista de la economía de guerra. En
sentido opuesto, también cabe pensar cuán efectiva
hubiera sido la estrategia angloamericana de bombardeo si se
hubiese centrado más en objetivos industriales, en lugar
de derrochar recursos y tripulaciones en el ataque sobre grandes
ciudades.

Por otro lado, el Ejército Rojo estuvo, durante
toda la Batalla de Bielorrusia, abundantemente abastecido por la
industria soviética de guerra, y no sufrió ninguna
escasez significativa de suministros, teniendo en cuenta, eso
sí, el particular modo de consumir recursos del mando
ruso. Los angloamericanos proporcionaron a la URSS una notable
ayuda material durante toda la guerra en el Este, ofrecida
principalmente por los Estados Unidos. Mal pagaron este favor los
soviéticos, que nunca reconocieron la importancia de dicha
ayuda en su victoria sobre Alemania. Según la
historiografía oficial soviética, la ayuda
americana proporcionó sólo armas mediocres, sobre
todo tanques y aviones de baja calidad. Sin embargo, por
mediocres que fuesen, estuvieron en primera línea de los
ejércitos rusos hasta 1945 sin interrupción. De
toda la ayuda americana, lo más destacado fueron sin duda
dos modelos de vehículos muy apreciados por los oficiales
y la tropa: el automóvil Jeep y el camión GMC
Studebaker, ambos muy robustos y aptos para desplazarse por todo
tipo de terreno, incluso en las condiciones más
desfavorables. De hecho, la historiografía angloamericana
sobre la II Guerra Mundial ha insistido siempre, con visos de
buenas razones, en que las unidades mecanizadas soviéticas
no hubieran podido recorrer sin ellos –y los recibieron por
decenas de miles- las enormes distancias que cubrieron en la
Batalla de Bielorrusia.

El extraordinario número de carros de combate y
cañones que permitió a las divisiones
soviéticas alcanzar una superioridad numérica
aplastante a nivel local en los puntos críticos de las
líneas de defensa alemanas fue uno de los factores clave
del triunfo ruso en Bielorrusia. No sólo hubo abundancia
de tanques rusos para apoyar los ataques de infantería,
que provocaron salvajes combates al penetrar en las defensas
alemanas y permitieron el embolsamiento de éstas, sino que
además hubo formaciones acorazadas de refresco con las que
explotar y ampliar las brechas abiertas en dichas líneas
de defensa. En el norte del despliegue soviético en
Bielorrusia, el Grupo Mecanizado de Caballería asignado al
III Frente Bielorruso, y de la Reserva de la Stavka el 5º
Ejército de Tanques de la Guardia, lograron acumular la
suficiente "masa crítica" como para horadar las
líneas de frente alemanas, y llegar hasta la zona de
comunicaciones a su retaguardia, impidiendo con éxito los
intentos alemanes de enviar reservas para restablecer la defensa.
Otro tanto ocurrió en el ala meridional del despliegue
ruso, donde el I Frente Bielorruso del mariscal Rokossovsky
también se vio reforzado por la Reserva de la Stavka, cuya
segunda oleada penetró profundamente en la retaguardia
alemana.

Durante mucho tiempo ha sido un problema para los
historiadores militares de la II Guerra Mundial calcular la
superioridad relativa de las unidades acorazadas alemanas sobre
las soviéticas. Ya en 1942, los jefes de carro alemanes
sólo podían enfrentarse a ciertos modelos de tanque
rusos cuando podían disparar a sus partes traseras. La
importancia de este hecho también resultó crucial
en la Batalla de Bielorrusia, porque ni alemanes ni rusos
contaron allí con grandes cantidades de sus modelos de
tanque mejorados en los dos últimos años, capaces
de penetrar los blindajes más gruesos gracias a sus nuevos
cañones, de calibres sensiblemente aumentados. Sin
embargo, sí hubo una deficiencia soviética resuelta
por primera vez en 1944, que hasta ese momento había
supuesto un factor determinante de la inferioridad rusa en los
combates de carros con los alemanes: las radios de a bordo. Todos
los tanques soviéticos llevaban en Bielorrusia
emisores-receptores, lo que permitía a los jefes de carro
conocer la situación táctica a su alrededor. Hasta
entonces, la comunicación entre los tanques rusos
había sido lenta, primitiva e ineficaz, con lo que la
coordinación entre carros en pleno combate se hacía
prácticamente imposible.

En los informes alemanes sobre la Batalla de
Bielorrusia, una de las tesis más recurrentes fue que la
derrota se debió en buena medida a la falta de apoyo
aéreo, lo que permitió a la VVS hostigar y
dispersar a las columnas de infantería y vehículos
alemanes en retirada a lo largo y ancho de toda Bielorrusia. Sin
que pueda considerarse como un factor realmente determinante, la
escasa presencia de la Luftwaffe sobre el campo de batalla se
debió a la decisión alemana de concentrar sus
recursos aéreos en el Oeste, sobre las fuerzas
angloamericanas en Normandía, y en el Reich, para repeler
la ofensiva de bombardeo estratégico sobre las ciudades
alemanas. De todos modos, tras desastres aéreos como el de
Stalingrado, el continuo desgaste y la mala gestión de la
innovación y la construcción aeronáuticas
debida a Hermann Göring y a Hitler, la Luftwaffe ya no era
en 1944 más que una sombra de lo que había sido
hasta 1941 inclusive.

Si la victoria soviética en Bielorrusia se
debió muy principalmente a la superioridad
numérica, también hubo otros factores que
intervinieron en el éxito de la ofensiva rusa. Entre ellos
caben destacar las medidas de seguridad, ocultación y
secreto de los preparativos, lo que en el Ejército Rojo
era conocido como "maskirovka" o enmascaramiento. Por
último, en Bielorrusia también pudo observarse una
cierta madurez operativa en el mando, capaz por primera vez de
concentrar y redesplegar sus fuerzas en el desarrollo de la
ofensiva con el fin de perseguir de manera acertada y flexible
los objetivos prioritarios en cada momento de la batalla.
Ciertamente, los servicios de información militar alemanes
tenían bien presente que la ofensiva soviética de
verano en 1944 se iniciaría con una manifiesta
superioridad numérica en carros de combate; pero lo que no
lograron descubrir a tiempo fue la dirección principal y
los puntos por donde los rusos lanzarían sus puntas de
ataque. En el triunfo soviético intervino en consecuencia
la capacidad para mantener en secreto el despliegue de nada menos
que tres ejércitos: el 6º de la Guardia en el flanco
norte, el 28º en el flanco sur, y el 5º de Tanques de
la Guardia en la reserva. La disposición de estas tres
grandes unidades permitió a los rusos alcanzar una
superioridad tan holgada, que les permitió abrir amplias
brechas en las defensas alemanas y explotarlas, antes de que las
reservas alemanas tuviesen tiempo de llegar para
taponarlas.

La derrota del Grupo de Ejércitos Centro de
Wehrmacht tuvo como resultado más importante la
desaparición práctica de nada menos que treinta
divisiones del Ejército alemán en el frente del
Este. Resulta difícil ser más preciso, porque entre
las fuerzas alemanas presentes en la Batalla de Bielorrusia,
algunas sólo se vieron parcialmente involucradas en los
combates, mientras que otras sólo intervinieron como
refuerzos lanzados al fragor de la batalla una vez comenzada
ésta. También es casi imposible encontrar cifras
exactas de las bajas habidas en el Grupo de Ejércitos
Centro porque hubo divisiones que prácticamente quedaron
aniquiladas sin dejar rastro, sin que los supervivientes pudieran
ser reagrupados en otras divisiones o recuperados por los
registros de personal alemanes; la mayoría
desapareció y, o bien cayó en los combates, o bien
fue capturado por los rusos durante o después de la
batalla.

Los datos del OKH (Oberkommando des Heeres)
alemán dan su propia versión sobre las
pérdidas propias, cifrándolas en algo menos de
300.000 hombres. Earl F. Ziemke elaboró un desglose de las
bajas alemanas en Bielorrusia basándose en veinticinco
divisiones implicadas en la batalla, concluyendo que el 4º
Ejército alemán llegó a perder hasta 130.000
hombres, siendo su fuerza inicial de 165.000; estimó las
pérdidas del 3º Ejército Panzer en diez
divisiones, más otros 10.000 a 15.000 hombres tras la
destrucción de la 12ª División Panzer en el
transcurso de la batalla. [3] Buchner, por su parte, elevó
las bajas alemanas en Bielorrusia hasta las 350.000, incluyendo
una estimación de hasta 150.000 prisioneros de guerra
capturados por los rusos. También afirmó que de
éstos últimos, al menos 75.000 no sobrevivieron al
cautiverio, debido al rosario de horribles causas de muerte
propias del tratamiento dispensado por la URSS a sus prisioneros
de guerra. Incluyendo a este último contingente en el
total de muertos alemanes en la Batalla de Bielorrusia, se
alcanza un total aproximado de 275.000. A mediados de la
década de 1990, P. Adair trató de establecer
cálculos más precisos, pero llegó a la
conclusión de su imposibilidad: probablemente, la cifra
total de bajas alemanas en aquella batalla nunca llegue a
conocerse. [4]

Sea como fuere, la victoria soviética en
Bielorrusia no fue, como de costumbre en el Ejército Rojo,
precisamente barata en bajas propias. Hasta la década de
1990 no hubo modo de aproximarse ni remotamente a su
número, debido a la opacidad informativa de la URSS, pero
tras la caída de ésta y la apertura de los archivos
militares rusos, P. Adair las situó en 178.507 hombres,
entre muertos y desaparecidos, y 578.308 heridos, totalizando
765.815 bajas de todo tipo, es decir, más del doble de las
habidas por los alemanes. [5]

Para concluir, puede decirse que la destrucción
del Grupo de Ejércitos Centro de la Wehrmacht fue la mayor
derrota militar sufrida por Alemania (y el Eje en Europa) en toda
la II Guerra Mundial, superando incluso la de Stalingrado.
Así lo afirmaron en su día dos protagonistas de la
propia batalla y de otras muchas en el frente del Este, desde sus
puestos en los estados mayores de dos divisiones panzer alemanas:
los generales Niepold y Von Plato. Según Niepold: "La
pérdida de todo el Grupo de Ejércitos Centro
aceleró en gran medida el fracaso del Estado alemán
de Hitler. La guerra habría durado mucho más, y la
defensa del Este podría haber continuado, si las
divisiones del Grupo de Ejércitos Centro no hubieran sido
aplastadas
[en Bielorrusia en 1944]." Por su parte, Von
Plato remarcó: "La derrota en el Este ya había
sido prefigurada por la de Stalingrado, y éste
[el
desastre de Bielorrusia de 1944] fue el segundo indicio (en
el preciso instante en que había habido un fracaso en el
Oeste) de que ya no podíamos ganar la guerra
". El
general Von Kielmansegg expresó el punto de vista del OKH:
"Fue el principio del fin. El fin del Frente Oriental y,
sumado a la reciente invasión
[angloamericana] de
Francia, el principio del fin de la guerra."
[6] El profesor
John Erickson, en fecha posterior, aportó un lúcido
resumen de la importancia de la Batalla de Bielorrusia:
"Cuando los ejércitos soviéticos aplastaron al
Grupo de Ejércitos Centro, lograron su mayor victoria
militar en el Frente Oriental. Para el Ejército
alemán en el Este se trató de una catástrofe
de proporciones inimaginables, mayor que la de Stalingrado, que
aparejó la destrucción de entre 35 y 38 de sus
divisiones, con cerca de 350.000 bajas."
[7]

___

NOTAS

[1] A. Seaton, The Russo-German
War 1941-1945
. Londres, Albert Barker, 1971, p.
402.

[2] Ibidem, pp. 403, 467,
554.

[3] E. F. Ziemke, Stalingrad to
Berlin: The German Defeat in the East.
Washington D.C., U.S.
Army Historical Services, Office of the Chief of Military
History, 1987, p. 325.

[4] P. Adair a partir de diversas
entrevistas mantenidas con Albert Speer; A. Seaton,
op. cit., p. 442; E. Ziemke, op. cit.,
p. 325; A. Buchner, The German Deffensive Battles on
the Russian Front, 1944
. West Chester, Schiffer Military
History, s./a., p. 212; J. Erickson, The Road to
Berlin
. Londres, Weidenfeld & Nicolson, s./a., p.
288.

[5] Las cifras elaboradas por Adair
proceden de G. F. Krivosheyev, Las pérdidas de
las fuerzas armadas de la URSS n guerras, acciones de combate y
conflictos militares
(en ruso). Moscú, Voenizdat,
1993, p. 203.

[6] P. Adair, La gran derrota de
Hitler
. Barcelona, Tempus, 2012, p. 221.

[7] J. Erickson, op.
cit.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

P. Adair, La gran derrota de
Hitler
. Barcelona, Tempus, 2012 (versión original
inglesa: 1994).

G. F. Krivosheyev, Las
pérdidas de las fuerzas armadas de la URSS n guerras,
acciones de combate y conflictos militares
(en ruso).
Moscú, Voenizdat, 1993.

A. Buchner, The German
Deffensive Battles on the Russian Front, 1944
. West Chester,
Schiffer Military History, s./a.

J. Erickson, The Road to
Berlin
. Londres, Weidenfeld & Nicolson, s./a.

A. Seaton, The Russo-German War
1941-1945
. Londres, Albert Barker, 1971.

E. F. Ziemke, Moscow to
Stalingrad. Decisions in the East. / Stalingrad to Berlin: The
German Defeat in the East.
Washington D.C., U.S. Army
Historical Services, Office of the Chief of Military History,
1986 /1987.

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