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"El niño Quintanilla"



    El "niño
    Quintanilla"

    Hoy todo es distinto: el edificio de la
    escuela es viejo y gris, la cancha está encerrada por un
    muro para que no puedan entrar los que no pueden pagar, los
    niños y los viejos. La escuela está circundada por
    grandes muros y por edificios, evitando que los niños, por
    antonomasia inquietos, pretendan invadir los espacios: Para
    colmo, a la escuela se ingresa a través de un
    callejón estrecho de paredes tan altas que apenas entra la
    luz. El objetivo es encausar y determinar por donde deben caminar
    los niños, bien formados y "uniformados"cuando salen de
    "clases" (Uniformados: "Hacer que varias cosas distintas sean
    iguales o semejantes entre sí, ejm. uniformar el modo de
    pensar". The Free dictionary in Google).

    Ahora todo el espacio es una "cárcel
    de alta seguridad", donde encierran a los niños porque
    pareciera que les temen…, ¡sí! creo que si, no se
    explica de otra manera, temen una insurrección de los
    niños, ¡a no dudarlo!. Comparativamente, si a un
    elefante desde pequeño le acostumbran a una cadena
    sujetada a su extremidad, de grande aunque tenga una fuerza
    descomunal ya no puede sacar la "estaca", su mente
    ¡está atrapada!, al contrario, si desde
    pequeño se cría libre no habrá cadena que
    pueda aprisionarlo.

    ¿Será por temor a una
    "rebelión infantil" que hoy todas las escuelas, en todas
    partes y a todas horas están encerradas?.
    ¿Será por ese temor que, históricamente, se
    han hecho denodados esfuerzos por clausurar escuelas, como nos
    cuentan desaprensivos historiadores y periodistas?.

    …deslindo responsabilidades, ¡yo no
    dije!- aclaro, por si acaso, no sea que me vayan a clausurar a mi
    también- ¡yo no dije!, ¡yo no dije!,
    ¡juro que yo no dije…!

    A propósito, cuando aludí a
    una "rebelión infantil" me acordé de un comentario
    que circulaba en los tiempos de la dictadura Pinochetista; se
    decía que el cuerpo de seguridad de Pinochet, tenía
    todo controlado, por tanto, a los rebeldes no les tocó
    más que callar, pero a pesar de que los jóvenes
    callaban, pinochet tenía mucho miedo a la
    juventud.

    Pero… un día, Pinochet con ayuda
    de los funcionarios del ministerio de educación
    organizó una concentración infantil de varias
    escuelas, y seguro de que no iba a ocurrir ningún acto de
    resistencia, llegó al lugar y encontró a todos los
    niños perfectamente formados y uniformados y
    comentó con sus esbirros: "miren, como ya tengo bien
    controlado al pueblo, que hasta los niños están
    disciplinados
    …" y dirigiéndose a los niños,
    dijo: "… a ver niños canten los pollitos
    dicen
    ", puesto que creía que era una canción
    sin contenido político.

    Los niños de inmediato iniciaron la
    canción en perfecto coro:

    "Los pollitos dicen pío
    pío, pío,

    cuando tienen hambre,

    cuando tienen
    frío
    …".

    Esta estrofa lo repitieron varias veces,
    pero cada vez con mayor fuerza, pero llegado un momento, gritando
    continuaron:

    "…¡los pollos, unidos,
    jamás serán vencidos!,

    ¡los pollos, unidos,
    jamás serán vencidos!".

    Repitieron con mayor fuerza algunas veces,
    hasta que Pinochet, iracundo, se retiró.

    Desde ese instante temiendo nuevas
    insurrecciones infantiles, mando a sus testaferros del ministerio
    de educación a que prohibieran todo acto público de
    los infantes, y cerraran (o dicho de otra manera clausuraran)
    cientos de escuelas e iniciaran una serie de "reformas
    educativas" (yo creo que eran "re-educativas"), hasta llegar a la
    privatización de la educación.

    Esa práctica, las dictaduras y
    gobiernos de democracia representativa aplicaron por toda
    América, temiendo una insurrección infantil global,
    aludiendo mil pretextos, entre ellos: la racionalización y
    eficiencia del uso de los espacios, el mejoramiento de la calidad
    de la enseñanza, entre otros.

    Esto fue tomado muy en serio por la
    "burocracia internacional", el BID y el Banco Mundial, en sus
    "recetas", "recomendaron"(creo que en el buen español
    corresponde decir IMPUSIERON), a los gobiernos de los
    países de nuestra América morena realizar unas
    "nobles" "reformas educativas", en las que ellos:
    "sugerían" las líneas básicas, ponían
    los técnicos y nos prestaban la plata con intereses
    "chulqueros". ¡Como el que paga es el pueblo
    llano!.

    Por el pavor a la resistencia infantil, en
    tales reformas educativas obligaron a establecer contenidos y
    métodos que redujeran la capacidad de pensar y razonar con
    autonomía y se incrementara la "memorización"
    intrascendente, en todas las escuelas de "nuestra América
    Latina" los niños y profesores fueron obligados a utilizar
    un solo texto, generalmente creados con el asesoramiento de
    "expertos internacionales" y se mantuvo y consolidó el
    método de "haz como yo te digo o cállate",
    con la variante de "cállate para que hagas lo que yo
    te digo".

    Sostengo que "antes era mejor", y paso a
    demostrarles: la referenciada escuela tenía las siguientes
    características: El edificio era el mismo que hoy existe,
    pero antes tenía más color y vida, los corredores
    amplios, las aulas espaciosas, con bastante luz, los patios eran
    extensos, el edificio no tenía muros y estaba rodeada de
    todo el bosque, con chaquiñanes hermosos que
    parecían de cuento, a veces hechos por las guatusas y las
    raposas, otras veces hechos por los niños (en las huellas
    no tenían mucha diferencia).

    Se podía llegar a la escuela por
    todos los puntos cardinales, no teníamos ese horroroso
    callejón que hoy limita la mirada y que obliga acceder a
    la escuela por una sola vía.

    Teníamos todo el campo para
    experimentar y recrear los espacios, recrear las
    enseñanzas de los "profes", y recrear lo que nos daba la
    gana. Como hoy, teníamos un texto propuesto por los
    profes, generalmente era el "Escolar Ecuatoriano", pero en cambio
    los escenarios que hemos descrito, nos permitían
    experimentar en la práctica real, con la
    observación y la creatividad propia de los infantes,
    teníamos todo el bosque, la carretera, los prados, el
    río Chimbo y el Chanchan, la línea del ferrocarril,
    los coches y la gente del tren de las 10 a.m cuando subían
    los "monos" a visitar a los "paisanos" y el de las 2 p.m, cuando
    los "paisanos" bajaban a visitar a los "monos".

    La capacidad creadora de los alumnos
    llegaba a niveles a veces insospechados, para demostrar esto les
    cuento un pasaje ocurrido en los primeros meses del 2do curso: en
    una de las sabatinas, la profesora, para demostrar a los padres
    de familia (que habían llenado el salón de clase)
    cuanto habían avanzado sus hijos, preguntó a uno de
    los niños más "dejados" de la clase: "haber
    Manuel, pasa y escribe la palabra mamá
    ", el
    niño Manuel muy orgulloso pasó a la pizarra y
    escribió la palabra solicitada, pero no puso la tilde como
    correspondía, La profesora un poco nerviosa dijo:
    "haber Manuel, observa bien, que falta encima de
    mamá
    …", el niño Manuel observó
    muy detenidamente y muy seguro y alzando la voz para que
    escucharan todos, dijo: "Papá,-
    señorita…"

    Podrán imaginarse de lo
    dinámico del aprendizaje del lenguaje y la
    comunicación, de la matemática, de las ciencias
    naturales y de las ciencias sociales. Pero lo más bonito
    era que nosotros los niños creábamos nuestra propia
    ciencia, contenidos y métodos, eramos verdaderos
    revolucionarios, hacíamos transformaciones profundas de
    las ciencias, el arte, la literatura, la amistad, las relaciones
    interpersonales, los valores, las relaciones internacionales (en
    el tren siempre encontrábamos turistas "gringos", como les
    motejábamos, sea de donde fueren) y hasta la
    economía, conste que esto lo dejamos al último
    porque para nosotros era más importante la amistad, la
    solidaridad y el honor, al dinero.

    Luego, las reiteradas reformas educativas
    trastrocaron todo, de forma disimulada pero persistente,
    pusieron, en primer plano, la economía del dólar,
    el consumismo, el individualismo y la competencia. Sin sentir,
    fuimos dejando de lado, los sueños, la solidaridad, la
    cooperación…

    Miren, como antes eran mejor las cosas: los
    "profes" nos enseñaban las ventajas de las palancas de
    primero, segundo y tercer género y nosotros de inmediato
    comprobábamos su efectividad cuando accionábamos la
    palanca que movilizaba las paralelas super pesadas de la
    línea del ferrocarril y permitía cambiar el rumbo
    del tren. O cuando construíamos las palancas para pescar,
    con caña guadua o caña brava como se llamaba en
    aquel entonces, con piola de trompo y los anzuelos de agujas
    dobladas, con carnadas de lombrices o trozos de guineo para
    pescar "las damas", "los chillos" y las "vaquitas" (peces grises
    oscuros con pintas blancas) en el río Chimbo. Lo
    significativo del aprendizaje era cuando nosotros mismos
    veíamos lo importante de los contenidos,
    aplicándolos en nuestras necesidades
    infantiles.

    Las matemáticas las
    dominábamos, porque vendíamos en el tren, el gajo
    de oritos, los refrescos y los helados hechos en Bucay, los
    bollos y el pescado frito hechos por nuestras madres, y
    teníamos que dar vueltos y hasta cambiar dólares
    que de cuando en cuando algún gringo nos daba como
    pago.

    Aprendíamos nuevas palabras,
    conversando con los pasajeros del tren, con los turistas que
    siempre, no se por qué, querían conocer nuestra
    vida y nuestro estado de aprendizaje.

    Conocíamos mejor que los profesores,
    la botánica y la ecología, puesto que nuestro
    ambiente natural en el que nos desarrollábamos,
    convivíamos con las plantas y con los ambientes naturales
    diversos que tenía todo este sector de transición
    entre sierra y costa. Aprendimos de nuestros padres o vecinos,
    las diferentes especies que servían para alimentarse, para
    curarse, para limpiar el alma y espantar a los espíritus
    malos y atraer la suerte; a tal punto conocíamos estas
    riquezas naturales que cuando íbamos de paseo,
    "excursiones" o simplemente "aventuras", podíamos
    subsistir días enteros sin llevar comida ni agua, porque
    conocíamos que raíces, hojas o frutos comer, como
    beber agua así no hubiera fuente, puesto que
    sabíamos de que plantas se podía utilizar su
    reserva, como la caña guadua o ciertos bananos por
    ejemplo, sabíamos como hacer un refugio para la noche,…
    etc., etc.

    Cuando los profes nos relataban las guerras
    de los romanos con los pueblos bárbaros o las luchas
    independentistas de los esclavos contra los esclavistas, los
    niños, de inmediato, creábamos lo que hoy se dice
    (pero se dice nomás), situaciones y ambientes reales del
    aprendizaje, organizábamos grupos y recreábamos los
    eventos, los escenarios, los personajes, las armas, las
    estrategias, las vestiduras…

    Las batallas eran verdaderos espacios y
    escenarios para la creatividad, contribuían las piedras,
    los tallos de los arbustos, la soga que se amarraba al chancho en
    el patio de la casa, la arena del arenero del taller del
    ferrocarril, las semillas de los árboles, y con ellos
    creábamos las lanzas, las ballestas, las espadas, las
    ondas, los caballos, los barcos, las torres de asalto, la
    pólvora, los arcabuces, los alimentos, el
    agua…

    Grupos de niños representaban unas
    veces a los romanos y otras a los bárbaros, unas veces a
    los esclavistas y otras a los esclavos, claro que había
    serias discusiones democráticas, porque todos
    queríamos ser Espartaco o Ulises, allí aprendimos a
    luchar por la justicia y por la dignidad de los pueblos oprimidos
    y rebeldes.

    Nuestro heroísmo era colectivo, solo
    mucho después, por el temor a la exitosa revolución
    infantil originada, desde todos los pueblitos pequeños,
    como Bucay, es que los gringos, difundieron al "héroe"
    llamado "supermán" y millones y millones de niños
    caímos en la trampa de introducir en nuestra cabeza y
    corazón a ese esperpento individualista.

    La actividad infantil era inmensa, la
    energía, a pesar de los parásitos y la anemia que
    era característica del lugar, se gastaba
    distribuyéndola por los caminos, las calles del pueblo,
    por la chacra, cogiendo ciruelas, pescando en el río,
    ganando carreras a los mulares en la "recta" hacia Suncamal,
    persiguiendo a las niñas en las calles del pueblo,
    ayudando a nuestros padres a mudar el ganado…

    Cuando queríamos "reforzar el
    aprendizaje", cuando algún conocimiento no era
    adecuadamente explicado por los profesores, íbamos al
    "teatro ferroviario", el único cine del pueblo que lo
    dirigía el señor Chejin, y allí con mucha
    atención aprendíamos las estrategias de las guerras
    romanas: el ataque en cuña, la sorpresa, las "guerrillas"
    de los indios contra los colonialistas…, en ese entonces no
    había tanta película donde los "gringos" eran
    siempre los héroes, aunque hayan perdido las
    guerras.

    Muchas de las acciones, desde luego, no las
    conocían los profes, peor los padres de familia, muchas de
    nuestras acciones eran secretas, y solo hoy, entendemos que
    éstas subvertían el "orden estatuido". Nunca
    pudimos entender porqué nuestros profes y padres se
    confabulaban y nos querían imponer todo, ellos
    querían regir nuestros juegos, la forma de aprender, lo
    que debíamos aprender y como aprender, nos quitaban la
    palabra, decían como debemos hablar y qué y cuando
    debíamos hablar. La palabra del padre y del profe eran las
    únicas verdaderas, nuestra palabra no tenía valor,
    teníamos que callarnos cuando "hablaban los mayores". Solo
    en secreto y entre nosotros hablábamos a nuestras anchas y
    cosas realmente interesantes.

    Nos obligaban a ponernos cierta ropa y
    hasta determinaban que debíamos comer y no comer, a eso le
    llamaban democracia y le daban el "mote" de leyes o reglamentos
    que teníamos que cumplir al pie de la letra.

    Los adultos, manejaban toda la plata, no
    eran justos, nos daban apenas regalías o bonos en ciertas
    épocas, ellos se comían casi toda la torta, y nos
    daban migajitas. Aunque creían que nos engañaban,
    nosotros siempre estábamos inconformes y buscábamos
    formas de rebelarnos.

    Aunque nadie nos dijo en ese entonces, ni
    sospechábamos el alcance, aplicamos, por nuestra propia
    iniciativa, aquella frase que hoy he leído en un grafitty
    de una calle de Quito, y que dice así: "Las
    revoluciones se hacen desde abajo hacia arriba y de derecha hacia
    la izquierda",
    quiero aclarar que a esa edad no
    sabíamos las diferencias políticas entre
    "revoluciones" y "contra- revoluciones", entre los de derecha y
    los de izquierda, de saberlo, hubiéramos defendido con
    "nuestra propia sangre" a los compañeros que
    escribían con la "zurda", en aquel entonces nos
    parecía justo que nuestros profes les dieran un reglazo en
    las manos por lo raros que eran esos "pelados".

    Sigo sosteniendo que "antes era mejor",
    hasta el amor era puro, y no me estoy refiriendo al "trago" o
    "puntas" que venden en Bucay, me refiero al valor de la
    pureza
    .

    Como existen evidencias comprobadas, voy a
    demostrar lo que sostengo.

    Al principio del tercer grado, tuvimos un
    nuevo compañero, el "niño Quintanilla", éste
    fue presentado por la profesora: "niños
    dijo – les pido que acojan con respeto y cariño al
    niño Quintanilla, el viene de
    …" – no se
    dónde dijo, pero dijo.

    Todos quedamos sorprendidos al ver al
    "niño Quintanilla", era muy diferente a nosotros, sin
    embargo, consecuentes con nuestro modo de pensar y actuar,
    acogimos de buena gana al "niño Quintanilla". De
    inmediato hicimos todos los esfuerzos por integrarlo a nuestro
    grupo, a nuestro accionar, a nuestros juegos, pero él
    siempre se mantuvo esquivo, andaba solo (al animal llamado
    "cuchucho" de viejo se le denomina "andasolo" porque se separa de
    la manada), siempre callado, siempre muy pensativo.
    Definitivamente era diferente a nosotros.

    Debo indicar, como antecedente, que todo el
    grado estaba enamorado de la señorita profesora, hasta
    alguna vez le preguntamos al "niño Quintenilla" si
    le gustaba la profesora, el frunció su ceño, creo
    que hasta se puso colorado y como era fuerte, grande y hasta
    barba tenía, nos empujo a todo el grupo y se fue sin
    articular palabra.

    La señorita- cuyo nombre no
    recuerdo- era "paisana", (palabra como calificábamos a
    toda persona que viniera de la sierra), alta, colorada como una
    manzana, diferente a las niñas y mujeres pálidas
    que veíamos a diario en las calles del pueblo y que eran
    del color del "aguacate de mantequilla"; era delgada, con unas
    piernas bonitas, desde luego, después de que los mosquitos
    se cansaron de acosarla y dejaron de causarle unos
    forúnculos monstruosos: Su voz era musical, su pelo largo
    le llegaba a media espalda, la cara limpia, sin tanta pintura,
    como era la costumbre de nuestras amigas, primas o hermanas que
    bajo el dominio de la moda impuesta por "Maybelline", la marca
    gringa de los afeites de las mujeres, llegaban desde Guayaquil en
    tren, cada semana de visita. Nuestra hermosa profesora no estaba
    tan apegada a esas modas.

    El movimiento y el olor de "la
    señorita" se parecía al eucalipto de la sierra
    cuando el viento hacía su parte, todo era hermoso de la
    "profe", ella nos animaba al estudio y al cumplimiento de las
    tareas, con ella tratábamos de ser los mejores y
    más cumplidos estudiantes para que se sintiera orgullosa
    de nosotros, nos diera su linda sonrisa y lograra prestigio en la
    comunidad y que nuestros padres no pidieran su separación
    como ya habían hecho con otras por ser "malas
    profesoras".

    Nuestro amor era puro, era colectivo,
    solidario, le declarábamos traidor a todo aquel que
    decía no amar y se portara mal con la profesora, por eso,
    al "niño Quintanilla" que nunca declaró que le
    amaba o que no la amaba, a pesar de nuestras insistencias, nunca
    pudimos juzgarle.

    Siempre fue un enigma, no sabíamos
    que trato darle, porque la declaración de "traidor" era
    una cosa muy seria para todos nosotros, debíamos ser y
    demostrar fidelidad a todo lo resuelto por el grupo, caso
    contrario, le retirábamos del grupo, no le
    dirigíamos la palabra, con cualquier pretexto le
    hacíamos quedar mal, no le prestábamos los deberes,
    le manchábamos el cuaderno y las camisas nuevas, no le
    permitíamos jugar el fútbol cuando competían
    nuestros equipos de "Barcelona" y "Emelec". Tampoco les
    permitíamos participar en nuestras guerras, les
    juzgábamos como espías y "soplones".

    Por lo general no había traidores,
    solo hubo un caso en segundo grado y este la pasó muy mal,
    y así quedo la lección en todo el grupo. Con el
    "niño Quintanilla" era un caso extraño, no era
    traidor, no se ligaba al grupo, era callado, hacía los
    deberes a tiempo y bien, no quería jugar fútbol ni
    participar en nuestras guerras, no era espía ni
    soplón, era un caso especial y con el tiempo
    terminábamos por ignorarle y parecía que eso era
    justo lo que él quería.

    Un día, en recreo, con mi grupo,
    descubrimos un camino no hace mucho transitado, la curiosidad nos
    llevó a seguir dicho camino, pues creíamos que se
    podía tratar de rutas de nuestros contendores y
    seguramente podíamos descubrir una "huaca" del arsenal
    enemigo. Con la emoción propia de quienes saben o
    sospechan que van a descubrir algo gordo, caminamos un largo
    trecho, tuvimos que sortear un sinnúmero de
    obstáculos y de enemigos emboscados, por lo menos eso
    estaba en nuestra imaginación.

    De pronto, todo el grupo, quedamos
    petrificados, no podíamos asimilar lo que estábamos
    viendo, nos parecía imposible. No se que tiempo nos
    mantuvimos en silencio absoluto, solo nuestros corazones daban
    muestras de vida y parecía que hacían una bulla tan
    grande, que todos, sin pensarlo, pusimos la mano en nuestro pecho
    tratando de acallar el grito angustioso de nuestros corazones
    para que no nos delataran.

    Parecía que pasaron siglos de
    angustia y lentamente la serenidad fue llegando a nuestro
    cerebro, y en una especie de complicidad, como confabulados,
    llevamos nuestro dedo índice a los labios en señal
    de silencio.

    Así pasamos, anonadados, largo rato,
    una eternidad, porque no podíamos creer lo que
    estábamos viendo. Ahí estaba nuestra amada
    profesora, ahí estaba nuestro enigmático
    "niño Quintanilla", escondidos,
    traicionándonos, a todo el tercer grado.

    Allí estaba mas colorada que de
    costumbre nuestra profesora, allí estaba más activo
    que nunca, el "niño Quintanilla".

    Nos retiramos en silencio, cabizbajos,
    odiándolos, ahora teníamos que declararles
    traidores a los dos.

    Bucay, año 1957

     

     

    Autor:

    Miguel Murillo V.

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