Evolución histórica del comercio internacional, del siglo XV al XX
Evolución histórica del comercio
internacional, del siglo XV al XX – Monografias.com
Evolución histórica del
comercio internacional, del siglo XV al XX
Existen importantes nexos entre el comercio exterior, el
comercio internacional, el mercado mundial y el desarrollo del
modo de producción capitalista; proceso al que se asocian
los fenómenos anteriores en su devenir histórico.
Ello se puede constatar si se analiza al desenvolvimiento
histórico del capitalismo y el rol del comercio en el
mismo.
Los regímenes económico-sociales
precapitalistas se desarrollaban sobre la base de la
reproducción simple. En ellos predominaba la
economía natural y el mercado estaba débilmente
desarrollado, el intercambio se realizaba sólo con una
parte insignificante de la producción. La mayor parte de
la producción era consumida dentro de la propia
economía.
En esta etapa del desarrollo del capitalismo, llamada de
acumulación originaria del capital, o de
preparación del modo de producción capitalista la
ley económica fundamental era la repetición del
proceso de producción en las mismas proporciones, puesto
que el producto adicional iba totalmente para el consumo personal
de las clases dominantes.
Existía en esa época un nivel insuficiente
de desarrollo de la producción mercantil, un pobre nivel
de desarrollo de las fuerzas productivas que no contribuía
al establecimiento de una división internacional del
trabajo y una reducida esfera de circulación internacional
de las mercancías, formada por unas pocas ciudades
(importantes centros comerciales de aquella época). Por
consiguiente, el comercio internacional en ese periodo
tenía un carácter embrionario.
Con los grandes descubrimientos geográficos del
siglo XV, la actividad comercial internacional recibe un gran
impulso, lo que se reflejó en el establecimiento de
vínculos comerciales entre las potencias europeas
devenidas en colonialistas con sus territorios de
ultramar.
A medida que avanzaban la colonización de
América y la ocupación de nuevas colonias en Asia,
nuevos países eran incorporados al comercio exterior; se
aceleraron considerablemente por esta vía los
vínculos comerciales, lo cual posibilitó el
surgimiento y posterior consolidación del comercio
internacional y del mercado mundial.
La particularidad característica del mercado
mundial y del comercio exterior en este periodo era el lugar
predominante del capital de los comerciantes, que
intervenía en calidad de intermediario en el proceso de
circulación de las mercancías.
Esta etapa fue escenario de un fuerte proteccionismo
comercial asociado con el mercantilismo, y se caracterizó
por un intercambio bastante limitado de mercancías tanto
en lo que respecta a las cantidades como con el surtido. En los
primeros tiempos predominaban los artículos
exóticos y de lujo para la aristocracia feudal y
posteriormente fueron incorporados metales preciosos, las
especias, los tejidos, algunas materias primas como productos
alimenticios.
Así, los intercambios establecidos entre los
países en esos años, reflejaron que existían
diferencias apreciables en las formas de inserción de las
naciones al naciente mercado mundial, derivadas de tipos y
niveles -distintos de desarrollo de las fuerzas
productivas.
España y Portugal, iniciadores de la ola de
descubrimientos y colonización de nuevos territorios
ocuparon los primeros lugares en el comercio mundial y el
monopolio que ejercían sobre las nuevas vías
marítimas durante cerca de cien años. Sin embargo,
a partir de la segunda mitad del siglo XVI, su importancia en el
comercio mundial comenzó a disminuir, como consecuencia
del debilitamiento de la industria manufacturera y de la
agricultura de ambos países.
En Inglaterra y Holanda, donde habían tenido
lugar las revoluciones burguesas que acabaron con el feudalismo,
la industria manufacturera aumentó considerablemente.
España y Portugal compraban artículos de las
industrias manufactureras inglesa y holandesa, sin desarrollar en
sus propios países esas producciones, y pagaban por ellas
oro y plata. De esta manera, los metales preciosos que
afluían de América a España y Portugal eran
dirigidos a Holanda e Inglaterra en pago de mercancías.
Ello contribuía a un rápido crecimiento de la
industria, de la agricultura y, principalmente del comercio
exterior de esos dos últimos países, los cuales
fueron desplazando de manera paulatina a España y Portugal
de sus posiciones en el Nuevo Mundo y otras regiones.
Ya a finales del siglo XVII Holanda cedió la
delantera a Inglaterra, donde el capitalismo penetraba cada vez
más en todas las esferas de la vida económica del
país. El ensanchamiento de los dominios coloniales de
Inglaterra y el desarrollo de la industria capitalista crearon la
base para el aumento de su comercio exterior. También por
esa época Francia comenzó a apoderarse de colonias
y se incorporó más activamente al comercio
mundial.
De modo paralelo, los territorios de América,
algunos enclaves de Asia y casi toda la costa de África se
convirtieron en fuentes importantes de suministro de metales
preciosos y materias primas a las metrópolis europeas;
subordinaban su comercio de importación a las necesidades
de los emigrantes europeos (tejidos de lana, mercería,
productos metálicos, instrumentos agrícolas y
artículos de uso doméstico).
También adquirió gran relevancia el
comercio de esclavos efectuado por algunos países
europeos, el cual amplió sus proporciones en el siglo
XVII, cuando en el Nuevo Mundo se extendieron las plantaciones
basadas en el trabajo de negros esclavos provenientes de
África. Este tipo de comercio se practicó
igualmente en el sudeste asiático. Ello condicionó
que esos territorios se convirtieran, además, en fuente de
mano de obra esclava para otras partes del mundo.
El desarrollo de las fuerzas productivas, que sirve de
marco a todo este periodo, no sólo contribuyó a que
las relaciones capitalistas de producción se fueran
consolidando progresivamente hasta que triunfaran de modo
definitivo a comienzos del siglo XIX, sino que también
fueron delineando los rasgos de una división internacional
capitalista del trabajo, elemento de singular importancia para el
ulterior desarrollo del comercio internacional.
Al capitalismo premonopolista le corresponde el
predominio del capital industrial, el cual sustituye al capital
comercial como elemento dinamizador de la actividad
económica. Al mismo tiempo, se aprecia un progresivo
proceso de conformación de la base técnico-material
propia del sistema: surge la fábrica
capitalista.
En esta fase el comercio exterior transita por dos
etapas fundamentales. La primera incluye el periodo comprendido
entre la Revolución Industrial en Inglaterra (fines del
siglo XVIII y mediados del siglo XIX), cuando el comercio
internacional adquiere rasgos totalmente desarrollados. Lo
característico de este lapso fue el triunfo de la gran
industria mecánica en Inglaterra y la conquista de la
hegemonía industrial y comercial por este
país.
En el mercado mundial, el rol decisivo comienza a
desempeñarlo el capital industrial, que subordina al
capital comercial. La exportación artículos de la
gran industria capitalista de Inglaterra y la importación
materias primas y víveres por la misma se convierten en la
base de la circulación internacional de
mercancías.
La segunda etapa se enmarca entre el 1860 y 1870, cuando
se consolida de manera definitiva el rol dominante del capital
industrial en la vida económica de los principales
países capitalistas, sobre todo en Estada Unidos,
así como Alemania, cuyas industrias alcanzaban ya a las de
Inglaterra por su nivel de desarrollo.
Con el auge de la gran industria mecánica, el
proceso de transformación de las colonias en mercados de
venta y fuentes de materias primas para la industria europea se
aceleró de manera extraordinaria Similar rol comenzaron a
desempeñar también los Estados, formalmente
independientes de América Latina y de Asia que, a
consecuencia de su atraso económico, se subordinaron a los
intereses de los países industrialmente
desarrollados.
En definitiva, el resultado de este proceso fue que esos
países se fuera transformando poco a poco en
apéndices de materias primas agrícolas de los
Estados europeos industrialmente desarrollados.
Durante el capitalismo premonopolista, la
circulación mundial de mercancías se
incrementó considerablemente. En el comercio mundial
ocupaban las principales posiciones Francia, Estados Unidos y
Alemania, y muy por delante de todos ellos marchaba Inglaterra.
Sin embargo, desde mediado del siglo XIX, la posición
monopolista de Inglaterra en el mercado mundial comenzó a
verse amenazada por otros países. Aunque mantenía
el primer puesto en la producción mundial de tejidos de
algodón y artículos de hierro, Inglaterra
experimentó una seria competencia en estas
mercancías por parte de Alemania y Estados
Unidos.
Bajo la influencia del incremento de la
producción industrial de los principales países
capitalistas, la estructura del comercio mundial sufrió
cambios mucho más esenciales, en virtud de lo cual se
elevó bruscamente la demanda de materias primas y
víveres. Los países coloniales y dependientes
elevaron la producción de mercancías
agrícolas y de materias primas minerales, y especializaron
su producción para la exportación, además de
aumentar al mismo tiempo la importación de
artículos industriales de los países desarrollados;
mientras en la estructura de exportación de los
principales países capitalistas los artículos
industriales acabados comenzaron a tener cada vez mayor
importancia.
Un factor importante del incremento del comercio mundial
en este periodo fue la revolución en los medios de
transporte y las comunicaciones.
Se produce, igualmente, un cambio en las percepciones
proteccionistas de los países más desarrollados. El
complicado sistema de aranceles aduaneros existentes
comenzó a frenar el incremento del comercio y limitar el
desarrollo industrial, de ahí que se comenzara a luchar
por la abolición de todas las limitaciones al comercio, en
particular por la eliminación de los aranceles
proteccionistas.
Con el desarrollo alcanzado por el capitalismo hasta ese
momento; se comenzó a observar un papel cada vez mayor de
las operaciones bursátiles en las transacciones mundiales
y en la segunda mitad del siglo XIX, el comercio de bolsa
alcanzaba su máximo florecimiento. Se creaban bolsas
especializadas: de comercio, de fletes, de valores e incluso para
el comercio de ciertas mercancías (trigo, metales no
ferrosos y algodón). Por su parte, el crédito
comercial adquirió importancia excepcional y sé
fomentó el rol de los bancos en función de las
operaciones relacionadas con esa actividad.
El capitalismo premonopolista se transforma a fines del
siglo XIX en capitalismo monopolista (imperialismo) en un grupo
de países de Europa, América del Norte y
Japón. Este proceso estuvo acompañado de
importantes transformaciones cuantitativas y cualitativas en el
sistema, que se reflejaron, asimismo, en la evolución del
comercio internacional.
El imperialismo trajo consigo determinados cambios en la
estructura de la industria: la industria ligera cedió su
puesto a la pesada como sector pivote del desarrollo
económico. Este hecho provocaría significativos
cambios en la estructura material del comercio internacional, en
que los productos alimenticios y las materias primas en general
se verían desplazadas por las materias primas
industriales, como el carbón, el petróleo y sus
derivados, el acero, los metales no ferrosos, etc.
Durante los primeros tiempos de esta etapa, la
concentración de la producción y la
formación de grandes monopolios industriales provocaron
también el surgimiento de monopolios en la estera del
comercio internacional.
En este mismo contexto comenzaron a surgir los
monopolios bancarios y se desarrolló intensamente el
proceso de unificación del capital bancario e industrial
que trajo consigo la aparición del capital financiero,
cuyo rol en la esfera del comercio mundial aumentó cada
vez más.
El dominio de los monopolios también se
extendió a la producción, compra y venta de las
principales mercancías comercializadas por los
países subdesarrollados (azúcar, café,
cacao, algodón, caucho, estaño, cobre, yute, etc.).
Se evidenció, a partir de entonces, una enconada lucha
entre esos grandes conglomerados por la posesión de nuevos
mercados.
Este panorama se caracterizó, además, por
un auge notable en la exportación de capitales, forma
ampliamente utilizada por las principales potencias imperialistas
como instrumento de lucha por los mercados y como medio de
desplazar á los competidores.
Las fricciones entre los países capitalistas por
la conquista de los mercados hizo inevitable el estallido de la
Primera Guerra Mundial, durante cual, debido a que la
producción industrial y agrícola pasó a
satisfacer las necesidades bélicas y se produjo una
reducción de la producción destinada a atender las
necesidades de la población, la situación de los
países imperialistas en los mercados mundiales de
mercancías varió considerablemente. Los
países que antes buscaban mercados de venta, comenzaron
experimentar las demandas de mercancías cada vez
mayor.
Estados Unidos, que no participaba directamente en las
acciones militares y que no entró en la guerra hasta 1917,
se convirtió en el principal suministrador de
mercancías de las potencias beligerantes, lo que le
permitió ensanchar de modo ostensible su producción
industrial y agrícola, como elevar las ventas al
exterior.
Japón, por su parte, aprovechó el
debilitamiento de las relaciones económicas de los
países europeos con los del Lejano Oriente y
extendió su influencia hacia esos países
asiáticos, lo que estimuló su producción
industrial.
La guerra provocó una gran desorganización
y reducción de la circulación internacional de
mercancías y se tradujo en cambios apreciables en la
estructura del comercio internacional, donde los objetos
bélicos, municiones, productos alimenticios y equipos
militares ocupaban los primeros puestos.
Después de la Primera Guerra Mundial, en la
correlación de fuerzas de los países capitalistas
se produjeron notables cambios. El centro de producción
industrial se trasladó de Europa a América; Estados
Unidos alcanzó la superioridad industrial en tanto
Inglaterra conservó el primer lugar con resultado a la
extensión de los dominios coloniales y a los
volúmenes de inversión en el extranjero.
Estados Unidos comenzó a desplegar una lucha
ardua por la conquista de las fuentes de materias primas
pertenecientes a los monopolios ingleses y por el desplazamiento
de Inglaterra de los mercados mundiales (particularmente de
América Latina).
La agudización del problema de los mercados en
esta época estaba condicionada también por la
ocurrencia de profundas crisis económicas, que imponen
importantes irregularidades al crecimiento del comercio
internacional. La acción destructora de las crisis
económicas mundiales se acentuó en
comparación con las crisis de preguerra, tal es el caso de
la crisis de 1929 al 1933, que asestó un duro golpe a las
economías capitalistas.
Por otro lado, como resultado de la mayor
participación de las materias primas en la
exportación de los países coloniales,
aumentó extraordinariamente la dependencia de sus
economías a las oscilaciones de la coyuntura mundial en
los distintos mercados de este tipo de producto.
En la circulación mercantil mundial aparecieron
mercancías nuevas, cuyo comercio comenzó a crecer
de forma considerable y con mayor rapidez que el de las ramas
tradicionales (como por ejemplo: la seda artificial;
artículos de goma; artículos de las industrias
electrónica y química; medios de transporte
marítimo, ferroviario, automovilístico y
aéreo).
En el periodo entre las dos guerras mundiales, la
agudización del problema de los mercados provocó un
aumento extraordinario del proteccionismo y la aplicación
de nuevos medios agresivos de lucha por los mercados de venta. Al
mismo tiempo que se implantaron altos aranceles, se aplicaron
nuevas formas de limitación de la importación y se
amplió significativamente el arsenal de medios para forzar
la exportación. Después de la Segunda Guerra
Mundial se producen profundos cambios económicos y
políticos que tuvieron una gran incidencia sobre el
comercio internacional.
Al final de esta segunda contienda, el 52,5 % de la
exportación mundial recaía en Estados Unidos y
Canadá, con la casi total interrupción de la
exportación de Alemania, Italia y Japón y el
debilitamiento de las posiciones de Inglaterra y
Francia.[1]
En esas condiciones, la competencia entre Estados Unidos
e Inglaterra por los mercados de venta, las fuentes de materias
primas y las esferas de inversión de capitales
adoptó formas mucho más tirantes que antes de la
Segunda Guerra Mundial.
La agudización del problema de los mercados fue
mayor aún con la formación del campo socialista,
que sustrajo a varios países del lugar que hasta ese
momento habían ocupado en el mercado capitalista
mundial.
Otro factor no menos importante, lo constituyó la
profundización de crisis del sistema colonial. La
independencia conquistada por toda una serie de países de
Asia y África quebrantó los cimientos del dominio
colonial inglés y obstaculizó aún más
la venta de sus mercancías y la exportación de
capitales.
Todo lo anterior redundó en la pérdida de
hegemonía de Inglaterra en beneficio de Estados Unidos,
que se convirtió en el centro del sistema
imperialista.
Sin embargo, a partir de la década del 50 del
presente siglo, en el mercado capitalista mundial comenzó
a restablecerse con rapidez la competencia de Alemania y
Japón, lo que amenazó no sólo la
hegemonía económica de Estados Unidos, sino que
socavó aún más la posición de
Inglaterra y de otros países capitalistas. En
consecuencia, la lucha por los mercados se hizo más
fuerte, las medidas proteccionistas aumentaron de forma
considerable y, en general, se agudizaron las contradicciones
interimperialistas.
Estados Unidos, durante este periodo, acrecentó
la exportación de capitales, concedió a muchos
países créditos y préstamos y utilizó
ampliamente las entregas de mercancías de acuerdo con
distintos programas gubernamentales, lo que contribuyó a
acentuar la dependencia de numerosos países a su
economía.
En los años inmediatos a la posguerra
proliferaron también mecanismo estatal-monopolistas de
regulación y control del comercio exterior, ejemplo de
ello fue el refinamiento en el control de esa actividad por parte
de los ministerios de comercio y hacienda, por los bancos
centrales y los comité interministeriales. Aumentó,
asimismo, el rol de las organizaciones estatal con funciones,
monopolistas de comercio para toda una serie de mercancías
agrícolas y para algunas materias primas (como el
monopolio francés del trigo, el Comité del Trigo en
Canadá y Australia, la corporación
crediticia-mercantil de Estados Unidos, el consorcio agrario
italiano, etc.).
Otro rasgo importante que caracterizó al periodo
en cuestión, fue el relacionado con el surgimiento de
esquemas de integración en los países capitalistas
desarrollados, en particular figura la aparición de la
Comunidad Económica Europea. A su vez, los países
subdesarrollados, marginados nuevamente en sus relaciones con las
naciones industrializadas, dieron algunos pasos (en la
década del 60) en la proyección y
consecución de esquemas propios de cooperación e
integración económica, cuyos resultados han sido
modestos.
Asociado con los cambios que el progreso
científico-técnico y la búsqueda de una
mayor competitividad trajeron al panorama económico de
esos años, se observó un sustancial esfuerzo de los
países subdesarrollados en materia de
industrialización, que condujo no sólo a la
reducción y en varios casos a la sustitución de
determinados tipos de productos manufacturados que antes
provenían de las naciones industrializadas, sino
también al fortalecimiento de las posiciones de algunos
países del llamado Tercer Mundo en la exportación
de esos rubros a los mercados internacionales.
Los cambios operados en el entorno internacional
también se reflejaron en un auge de las presiones
proteccionistas de todo tipo; el instrumento arancelario,
regulado por el GATT, pierde importancia ante las formas de
proteccionismo no arancelario.
Al finalizar la Ronda Kennedy en 1967, se
estableció la necesidad de eliminar los obstáculos
no arancelarios, objetivo que seis años después la
Ronda Tokio señaló como prioritario. Las barreras
no arancelarias llegaron a constituir un elemento de
alteración de los patrones de comercio internacional
aún más importantes que los altos aranceles y las
restricciones cuantitativas, fenómeno al que se le
denominó «neoproteccionismo».
En las últimas décadas del siglo XX, gran
parte del volumen y del crecimiento del comercio puede atribuirse
a los países industrializados, concentración que no
obedece, solamente, a los sustanciales volúmenes de
producción y a la superior productividad del trabajo de
que disfrutan, ni siquiera al mayor peso específico de las
manufacturas en sus venías sino, y es lo que
particularmente interesa, al relevante rol que desempeña
en sus economías la variable
tecnológica.
Bibliografía
Economía Internacional
(Colectivo de Autores), La Habana: Editorial Félix Varela,
2004
Autor:
Jacqueline Laguardia
Martínez
[1] F.G.Piskoppel y I.S. Potapov: Comercio
exterior de los países capitalistas. Editora
Universitaria. La Habana, 1966.