Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Incidencia del Vaticano II en Ecuador




Enviado por Diego Bustamante



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El
    Concilio Vaticano
  3. Efectos del Concilio en Latinoamérica y
    Ecuador
  4. Tendencias actuales, desafíos para la
    pastoral ecuatoriana
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

Interés y curiosidad fueron las motivaciones de
este escueto trabajo, determinado por el desarrollo
histórico de la Iglesia, de su presencia e identidad en
América Latina. Los derroteros recorridos invitan a
profundizar la temática: Incidencia del Concilio Vaticano
II en Ecuador; es un título bastante pretencioso, cuyo
contenido es materia de amplia investigación; por ello, el
presente trabajo investigativo es una aproximación en
sentido estricto a esa realidad, pretendo dar una
panorámica de los hechos más significativos
observados desde mi óptica personal y considerados objetos
de estudio.

Investigar la influencia del Concilio Vaticano II en
nuestro país, tiene una intencionalidad actual,
redescubrir las motivaciones primarias de los efectos reales de
nuestro tiempo, mirar el contexto social, el imaginario
colectivo, el comportamiento de los actores, las acciones
ideadas, las luces y sombras; en una palabra: la sociedad
inmediata. En esa dinámica nos proponemos dar a conocer
los detalles primarios del Concilio Vaticano II y los efectos
producidos en el ambiente religioso ecuatoriano. Mención
particular son los grupos desprotegidos, siempre han sido el
blanco de la evangelización, pero ¿hasta qué
punto se han dado soluciones eficientes? Las dudas del entorno
instigan a una respuesta, la cual está en manos de todos
los cristianos, sobre todo de los pastores, la creatividad como
mecanismo para abarcar a más fieles, no solamente en el
plano de aumentar filas en capacidad numérica; sino,
partiendo desde las mismas reflexiones conciliares, realizar en
la vida cotidiana el respeto a la dignidad humana, centrar la
evangelización en el hombre, destinario final del
Verbo.

Para la realización de este cometido, he
realizado una investigación documental,
cerciorándose de fuentes fidedignas para poder crear una
enfoque verás, lo más cercano posible a los hechos
mencionados. Materia prima ha sido el mismo Concilio Vaticano II,
los documentos aprobados por las Conferencias Episcopales de
turno, en especial Medellín, se ha procurado tener
concreción en las descripciones históricas,
personajes, sustrato de conceptos, etc. Existe abundante
literatura en referencia al Concilio Vaticano II en general, pero
en relación con Ecuador son pocas las publicaciones, al
menos eso hemos observado; hemos reunido eso sí, los
elementos disponibles para el efecto. Una vez consultado el
material, hemos hecho una presentación crítica del
mismo, sometiendo a reflexión metódica distintos
enunciados, dándole finalmente a este documento un tinte
más personal y critico.

Se distribuye el estudio en tres capítulos. El
primero aborda el contexto general de Concilio Vaticano II. El
Segundo hace una apreciación en Latinoamérica y
Ecuador, aspectos como la Segunda Conferencia del Episcopado en
Medellín, la Teología de la Liberación, y la
descripción del Exmo. Monseñor Leonidas
Proaño. El tercero aborda ámbitos actuales de la
pastoral, donde la Iglesia Ecuatoriana ha puesto un particular
interés.

CAPITULO I:

El Concilio
Vaticano

El Concilio Vaticano II, es una expresión
histórica de los acontecimientos coyunturales de la
época moderna, una respuesta a los múltiples
paradigmas del devenir eclesial, manifestando una cercanía
con la humanidad, en una dinámica de compresión de
las realidades sociales, donde se encuentra como centro
indudablemente el ser humano. Pero como sabemos, los sucesos
trascendentales de la historia, no suceden inesperadamente o de
súbito; existen situaciones precedentes modificatorias de
las circunstancias del hecho. El contexto del entorno provoca una
contestación de la Iglesia moderna: el
"aggiornamento".

Las manifestaciones de los sistemas
sociopolíticos marcan un contrapunto en la realidad
mundial, de modo especial el socialismo, en contradicción
con el capitalismo industrial. El socialismo en sí mismo,
propugna una igualdad de oportunidades, liberación de la
esclavitud y la miseria, una cultura ciudadana donde se
evidencien el proyecto de la comunidad equitativa y justa. Sin
embargo, no tratamos de justificar en este ensayo, la pertinencia
o no de los sistemas, sino la reflexión otorgada por la
Iglesia ante su participación en la sociedad inmediata. La
Iglesia no opta por ningún sistema político, pero
si destaca desde su ámbito su presencia en el actuar
social.

"El socialismo coartaba la libertad al perseguir la
práctica religiosa: la Iglesia afirmaba que el hombre
buscaba la trascendencia y que la religión no era opio ni
engaño. Ni la construcción de una comunidad, ni la
paz o la justicia se lograrían sin Dios. Aunque el Estado
socialista asumiera la función de ayudar a la gente, la
Iglesia seguiría sosteniendo la necesidad de la propiedad
privada, si bien este derecho mantenía una función
social inalienable"[1].

En el siglo XIX la Iglesia se percibía como una
"sociedad perfecta", frente a la imperfección de los
estados y la sociedad en general, esa actitud enmarcaba un
hermetismo total ante las situaciones opuestas al imaginario
eclesiástico; esa realidad se percibe en los documentos
aprobados en el Vaticano I y el Syllabus, cuya
característica global son los anatemas contrarios a su
ideología. En las relaciones con el Estado, la Iglesia era
la única capaz de otorgar cierta "perfección" al
sistema, aunque obviamente las distancias ya se habían
marcado desde la ilustración. La ciencia y la
tecnología se miraban con recelo, abriéndose las
brechas entre razón y fe, ciencia y religión. La
teología occidental, ante estas manifestaciones, propone
un dialogo con la cultura moderna, pues la Iglesia corría
el riesgo de olvidar su cometido en el mundo, una
reorientación de las ciencias al ser humano como centro de
la sociedad.

"En el curso de la historia, pocas instituciones (la
Iglesia Católica) han realizado una rectificación
semejante. No hubo ni un solo texto del Syllabus y del
Vaticano I (respecto del Vaticano II), de aquellos anatemas
lanzados contra la libertad y la modernidad, que en esta
ocasión no fuese contradicho en la letra y en el
espíritu (…) Este mundo denunciado como perverso por los
prelados de Pío IX en 1870 es ahora, en 1965, alabado,
saludado por la constitución Gaudium et
Spes"
[2].

En ese "despertar" social de la época, las ideas
conciliares se enfocarán con una gran intervención
de las ciencias sociales, reflexión observada con diversos
matices de intelectuales remotos, próximos y directos en
la elaboración de una propuesta renovada, actualizada;
pero sin olvidar los basamentos eclesiales fundamentales.
Pensadores remotos del concilio en antropología, como:
George Wihelm Friederich (1770 -1851), Soren Kierkegaard
(1813-1855), Karl Marx (1818-1883), Edmund Husserl (1889-1976) y
Jean Paúl Sarte; habían determinado un
antropocentrismo, errado o no, se interesaban en el ser humano y
sus connotaciones, unos para alabarlo, otros para denigrarlo. Se
encuentran en este tiempo también, Jackes Maritain con su
propuesta de las luchas del hombre en busca de la libertad, junto
a otros pensadores externos a la vida eclesial.

El siglo XX, traía sus propios matices: un
diálogo ecuménico interreligioso; un ateísmo
creciente en contraposición al siglo XIX, donde el peor
enemigo de la Iglesia era el socialismo; un comunismo inquietante
con las consecuentes revoluciones sociales; la guerra mundial. En
tal escenario la Iglesia inicia relaciones con la religión
judía, da respuesta a las filosofías comunistas,
elabora documentos magisteriales como: Mater et Magistra y Pacem
in Terris, de Juan XXIII.

En el interior de la Iglesia también se gestaba
un pensamiento mas pulido y conforme con su filosofía,
capaz de entrar en diálogo con la cultura de la
época. Intelectuales como: Pier Tailhard de Chardin
(1881-1955), propone una alternativa de encuentro entre la
religión y el pensamiento científico, frente a
duras críticas realizadas en su momento. El Cardenal Jhon
Henry Newman (1801-1890), convertido a la fe católica,
anteriormente un presbítero anglicano, destacó la
importancia de los Padres de la Iglesia, partiendo desde una
relectura de la realidad actual; en el Concilio Vaticano I y el
Syllabus, no se habían destacado a los Padres, por lo que
su reflexión fue aceptada. El mismo Papa Juan XXIII o
Angelo Giussepe Roncalli (1885-1963), es una figura central en la
oficialización de este diálogo, convocando al
deseado concilio.

  • a) Breve
    historia

El 25 de enero de 1959, el Papa Juan XXIII, convoca al
Concilio Vaticano II, con la presencia de 17 cardenales reunidos
en la Basílica de Roma, mediante la Constitución
Apostólica "Humanae Salutis", determina la
realización del evento en 1962, sin ubicar fecha,
finalmente el 2 de febrero de 1962 se determina el
acontecimiento, mediante "motu propio" (del modo, autoridad
manada del Santo Padre). El objetivo del llamado era el de
"contribuir más eficazmente a la solución de los
problemas de la edad moderna"[3].

"La Iglesia asiste en nuestros días a una grave
crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas
mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia
tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas
más trágicas de la historia. Porque lo que se exige
hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad
actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio. La
humanidad alardea de sus recientes conquistas en el campo
científico y técnico, pero sufre también las
consecuencias de un orden temporal que algunos han querido
organizar prescindiendo de Dios. Por esto, el progreso espiritual
del hombre contemporáneo no ha seguido los pasos del
progreso material. De aquí surgen la indiferencia por los
bienes inmortales, el afán desordenado por los placeres de
la tierra, que el progreso técnico pone con tanta
facilidad al alcance de todos, y, por último, un hecho
completamente nuevo y desconcertante, cual es la existencia de un
ateísmo militante, que ha invadido ya a muchos
pueblos"[4].

Sin duda, la figura carismática de este concilio
es el Papa Juan XXIII, logró asimilar en sí mismo
las necesidades de su tiempo, enfrentó duras
críticas al ser el portavoz de algunas reformas en la
Iglesia. Angelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre
de 1881 en el caserío Brúsico de Sotto il Monte,
provincia y diócesis de Bérgamo, de familia pobre.
Ingresó al seminario de Bérgamo para cursar los
estudios superiores. En 1901 fue enviado a Roma para seguir sus
estudios como alumno del seminario romano dell'Apollinare, donde
se graduó en teología. Fue ordenado sacerdote a la
edad de 23 años en 1904. En 1905 fue nombrado secretario
del obispo de Bérgamo, Giacomo Radini Tedeschi,
ejerció la docencia en ésa ciudad. Presenció
en su vida la Guerra mundial, ejerciendo de sargento
médico y más tarde de capellán militar. El
19 de marzo de 1925 Angelo Giuseppe Roncalli fue consagrado
obispo titular de Areopoli; elige como su lema episcopal
"Obedientia et Pax". Luego el papa Pío XI le nombra
Visitador Apostólico de Bulgaria este mismo año.
Allí realizó su labor apostólica visitando
las comunidades católicas y estableciendo relaciones de
respeto y estima con otras comunidades cristianas, en especial de
la Iglesia Ortodoxa. En 1934 fue trasladado a la nunciatura en
Turquía, concretamente fue nombrado Vicario
Apostólico de Estambul (antigua Vicaría
Apostólica de Constantinopla
). Su intervención
fue indispensable para socorrer a los judíos ante la
persecución nazi. El 12 de enero de 1953 el papa
Pío XII le nombra cardenal presbítero del
título de Santa Prisca y tres días
después le envía a Venecia como Patriarca. El 28 de
octubre de 1958, es elegido Pontífice de la Iglesia. Se
desatacó por realizar importantes cambios en la
administración de la curia romana y nombró obispos
de todos los lugares; estas decisiones significaron duras
críticas a su gestión. El papa Juan XXIII
escribió ocho encíclicas en total. Su magisterio
social se revela en las encíclicas "Pacem in terris" y
"Mater et Magistra", ésta última fue profundamente
apreciada. En ambas pastorales se insiste sobre los derechos y
deberes derivados de la dignidad del hombre como criatura de
Dios.

En sus asombrosas decisiones, convoca al Concilio
Ecuménico Vaticano II, donde llama a diversidad de
veedores, destacan entre ellos: creyentes islámicos hasta
indios americanos, no sólo miembros de todas las Iglesias
cristianas (Ortodoxa, Anglicanos, Calvinistas, Cuáqueros,
Protestantes, Evangélicos y Metodistas no presentes en
Roma desde el tiempo de los Cismas).

Una vez convocado, a partir de 1962, tuvo 4 sesiones,
una presidida por el Papa Juan XXIII, quien fallece el 3 de junio
de 1963. Las otras tres etapas son abordadas bajo la mirada del
Papa sucesor, Pablo VI o Giovanni Batista Montini.

El concilio Vaticano II, elaboró y
promulgó tres clases de
documentos[5]constituciones, decretos, y,
declaraciones. Las constituciones, dos de ellas dogmáticas
(Lumen Gentium y Dei Verbum), disciplinar (Sacrosanctum
Concilium), y sobre la relación de la Iglesia en el mundo
actual (Gaudium et Spes). Los decretos son nueve: Christus
Dominus, sobre el oficio pastoral de los obispos; Presbiterorum
Ordinis, sobre el ministerio y vida de los sacerdotes; Optatam
Totius, sobre la formación sacerdotal; Perfectae
Caritatis, sobre la vida religiosa consagrada; Apostolicam
Actuositatem, sobre el apostolado laical; Orientalum Ecclesiarum,
sobre las Iglesias Orientales católicas; Ad Gentes, sobre
la actividad misionera en la Iglesia; Unitatis Redintegratiio,
sobre el ecumenismo; Inter Mirifica, sobre los medios de
comunicación. Las declaraciones son tres: Dignitatis
Humanae sobre la libertad religiosa; Gravissimun Educationis
sobre la educación cristiana de la juventud; y, Nostrae
Aetate sobre las relaciones de la Iglesia con la religiones no
cristianas. Por la temática amplia de estos temas,
resaltaremos los aspectos pivotantes del concilio, presentados a
continuación.

  • b) La Palabra de
    Dios

El mayor referente de este apartado es la Dei Verbum,
donde se enfatiza la Palabra como revelación de Dios, la
Iglesia recibe el pan de la mesa Eucarística, como el pan
de la palabra de Dios. Como resultado inmediato se pedía
dar a conocer la Sagrada Escritura a la comunidad de fieles; pero
para ello se hacen algunas recomendaciones: traducciones bien
cuidadas (cuya fuente será para el Antiguo Testamento la
versión de los Setenta). Conjuntamente con la lectura de
las Sagradas Escrituras se recomienda la lectura de los Padres de
la Iglesia, de cuyo oficio se encargaran los exégetas
católicos, bajo la vigilancia del Magisterio. La Sagrada
Escritura se convierte en fuente de la Teología, que en
íntima relación con la Tradición se
robustecen continuamente; propagando de esta manera una
formación bíblica asequible a todos, parte de la
teología como disciplina y en aspectos pastoral:
catequesis. Predicación pastoral, homilías, toda
acción evangelizadora.

  • c) La Iglesia Sacramento de
    Salvación

En los documentos del Concilio Vaticano II, existe una
eclesiología sistemática, destacan ante todo la
Cristología como fundamento de la misma Iglesia. En el
tema de la Iglesia en relación con el mundo, resultaron
algunas divergencias en el interior de los conciliares; sin
embargo, se abordó soluciones destacables, como el tema
del diálogo, un elemento esencial en la
soteriología eclesial (es decir la salvación de las
personas).

"La actitud fundamental de diálogo, que la
Gaudium et Spes impone a la Iglesia posconciliar, exige que
ésta reconozca y defienda los valores
auténticamente humanos y con todos los hombres de buena
voluntad en la construcción de un mundo más
humano"[6].

Se aborda el tema de los carismas, llamando al encuentro
como "nuevo pentecostés", los carismas son dones
entregados a todo el pueblo cristiano lo que expresa la
diversidad de la Iglesia. El tema de María es
también abordado en plena relación con Iglesia,
María Madre de la Iglesia. Los documentos que detallan
este aspecto son la Lumen Gentium y Gaudium Et Spes, entre otros
en relación interdisciplinaria.

  • d) Liturgia y
    sacramentos

La Constitución Sacrosantum Concilium, subraya
una nueva teoría de ver la liturgia, en relación
con lo observado anteriormente, se da la posibilidad de celebrar
en lenguaje vernáculo o propio, incentivando a la
participación de los asistentes. Este aspecto, sin negar
el papel de la jerarquía y sus poderes recibidos de
Cristo, recuerda ante todo, una Iglesia convocada por Dios con
vistas a su salvación, donde todos los miembros
están unidos en el mismo Espíritu Santo por la
misma fe, sacramentos, gobierno, sacramento universal de
salvación de todos los hombres.

"¿Manifiesta habitualmente la celebración
litúrgica esta dimensión comunitaria, esta
vocación misionera? Era necesario hacer la liturgia menos
clerical, más eclesial y abierta a la
participación. En esta participación los cristianos
se darán cuenta más fácilmente de que son la
Iglesia que Cristo ha asociado en el ejercicio de su sacerdocio
para dar culto al Padre y santificar al hombre (SC 7). Este es el
objetivo de la constitución
conciliar"[7]

  • e) Antropología

La cuestión humana de la búsqueda de Dios,
como una realidad evidente. Se aborda el problema del conflicto
entre razón y fe, problema heredado de la modernidad, en
pleno auge en ese momento; donde se tiene una visión
positiva del ser humano, por los aportes de los pensadores
conciliares, de la Iglesia en general, y pensadores sociales
externos. La religión se ha manifestado en todos los
tiempos y épocas de la historia humana, en las religiones
mistéricas y monoteístas; es decir, la
religión es un hecho antropológico, en
oposición al ateísmo. El documento clave es la
Gaudium et Spes, donde se abordan todos los referentes y
perspectivas de la dignidad humana, el ser humano colabora en la
obra creadora de Dios, la actividad humana goza de valor; pero
debe estar sometida al bien para que no caiga en
deformación por el pecado. Se enfoca en esta misma
línea conciliar, los valores humanos, los derechos del
hombre; ante esta visión antropológica se fortalece
la visión de moral y ética cristiana, alimentando
una relación entre cristología,
antropología, y teología moral.

  • f) Ecumenismo y
    diálogo interreligioso

No es lo mismo ecumenismo que diálogo
interreligioso. El ecumenismo es posible con aquellos cristianos
procedentes de una misma fe, en este caso quienes se desprenden
del seno de la Iglesia y conservan en parte los vínculos
básicos en la doctrina, sacramentos, etc., en
relación con la Iglesia Primitiva; entre ellos tenemos a
los Ortodoxos. El diálogo interreligioso es más una
actitud de conciliación de aquellos grupos sectarios,
creadores de una filosofía religiosa.

En este aparatado se destacan las denominadas "semillas
del verbo", terminología propia del Vaticano II. La
experiencia religiosa y la revelación cristiana se
compenetran. Por ello, en las religiones no-cristianas, que
derivan de la experiencia religiosa, actúa ocultamente la
revelación. Desde este punto, la Iglesia entra en dialogo
con todas las denominaciones de fe, iluminadas desde luego por un
punto de caridad y hermandad; diálogo a su vez
fructífero, que no significa la disolución de la
identidad eclesial, sino más bien de comunión
humana, en un fin teológico: Dios ama a todos los
hombres.

CAPITULO II:

Efectos del
Concilio en Latinoamérica y Ecuador

Repercusiones en
Latinoamérica

Años anteriores al Concilio Vaticano II, en
Latinoamérica su historia y su realidad le habían
marcado una postura distinta frente a la teología
occidental; una sociedad explotada por las grandes
mayorías, impulsaba frenéticamente un perspectiva
distinta a la europea, donde el problema eclesial se interesaba
en encontrarse ellas. En Latinoamérica se observa una
necesidad social en todos lados, mientras en Europa es más
una cuestión intelectual que práctica, estos puntos
de vista aunque insignificantes, serán aspectos esenciales
que marcaran distinción en las visiones teológicas
continentales. Por esta razón, los documentos sociales
tuvieron gran acogida en los sectores eclesiales
latinoamericanos, la encíclica de Pablo VI, Populorum
Progressio aborda temáticas de justicia social en los
países del tercer mundo. Este punto de vista, será
el que marque golpes de efecto en las mentalidades tanto de
Europa como de América.[8]

"La Iglesia, sostenían los obispos, no estaba
casada con ningún sistema y menos con el "imperialismo
internacional del dinero." Por eso sostenían que si un
sistema político dejaba de asegurar el bien común,
la Iglesia no solo debía denunciar la injusticia sino
también colaborar con un orden de cosas más justo.
El socialismo era más justo que el capitalismo porque "el
verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido", el
sistema que mejor adaptaba los requerimientos morales del
Evangelio, en donde el trabajo humano ocupaba el puesto que se
merecería"[9].

La cultura es un tema necesario en América
Latina, porque no se trata tan solo de salvar almas si no se
adentra a la realidad particular a la que pertenece el hombre, el
Concilio Vaticano II, sin ser el único en preocuparse,
propone algunos elementos necesarios para la reflexión. La
cultura dominante en Latinoamérica es la occidental,
existen también grupos diversos de mestizaje cultural,
culturas no son conocidas, en su lenguaje, cosmovisión,
aspiraciones sociales; la integración de los grupos se
comprende como destrucción e imposición de un
sistema que una promoción humana a favor de sus más
amplios intereses, una evangelización en la autenticidad e
identidad de las raíces culturales. Todo ser humano
requiere de un pasado para mirarse a sí mismo y valorarse
en toda su esencialidad, poniendo su contingente particular en la
construcción de una sociedad justa, esta aspiración
noble de los grupos humanos es necesaria en la
evangelización. La promoción humana propuesta por
muchos documentos latinoamericanos, en respuesta al Vaticano II,
engloba aspectos como: la educación y el desarrollo
Económico[10]en ese sentido hay que
percibir las semillas del Verbo, comprendidas como el aspecto
cultural en el que Dios se ha manifestado parcialmente, donde el
misionero debe adentrarse para la proclamación de la
palabra divina en el anuncio del kerigma, el mensaje
evangélico debe asumir las culturas existentes como una
pedagogía.

Una preocupación posconciliar son los grupos
descristianizados, en las diócesis o lugares de misiones
no existen "ni los organismos, ni las personas promotoras de
Misiones, ni la debida formación de los seminarios para
crear sacerdotes, religiosos y laicos de una auténtica
conciencia misionera"[11]. De ese modo el
documento de Caracas (1969), resalta la preparación del
misionero en lo situacional real y concreto del sujeto a
evangelizar, lleno de una historia, un pasado y presente que
requiere una asimilación cultural, no para
desestructurarla, sino más bien para enriquecer esa
cultura con el evangelio. Los valores culturales no deben ser
menospreciados bajo ningún aspecto, cada espacio misional
debe elaborar un método apropiado a la circunstancia
particular de los hombres a quienes se dirige; ineludiblemente
este es un error del pasado, consciente o no, ha marcado un
contrapunto general. La imposición de una fe y más
todavía un sistema, será la huella de modo violento
de proceder del cristianismo occidental. "En religión como
en cualquier otra área de experiencia o conocimiento del
ser humano, la finitud humana significa estar obligados al
ejercicio o a praxis de la tolerancia, que es también
ejercicio de consulta y escucha del otro"[12];
criticas como éstas siguen resonando en el imaginario
teológico actual de Latinoamérica, porque si se
predica a un Dios de amor vivo, no deja de ser incoherente la
practica superficial, carente de los elementos propios del
lenguaje conciliar: diálogo, humildad, paz. Han pasado 45
años del Concilio Vaticano II, hasta nosotros, nos
cuestiona en la práctica su ejecución en los
sectores de los sujetos emergentes, la inculturación como
concepto es muy interesante; sin la puesta en marcha, es
totalmente infecundo. De hecho hasta el mismo término
inculturación ha sido puesto en tela de juicio por algunos
autores, porque todavía expresa prelación, una
superioridad cultural, de la que dependen el éxito de las
otras cultura, ya que como dijimos anteriormente la
enriquecen[13]En todo caso, la realidad cultural
es actual, necesita una revisión eficiente de la Iglesia,
con todos sus agentes de pastoral, primeros destinatarios del
impulso evangelizador. Ante las actuales circunstancias de la
posmodernidad, se debe hacer un autoexamen de las estrategias
utilizadas en la evangelización, desde su profundidad
teórica, porque el pivote suele esconderse allí, y,
a su vez la praxis como elemento revelador de la imagen divina en
el entorno social.

"No basta por cierto reflexionar, lograr mayor
clarividencia y hablar; es menester obrar. No ha dejado de ser
esta la hora de la palabra, pero se ha tornado, con
dramática urgencia, la hora de la acción. Es el
momento de inventar con imaginación creadora la
acción que corresponde realizar, que habrá de ser
llevada a término con la audacia del Espíritu y el
equilibrio de Dios"[14].

Nombramos a continuación, como referencia, a los
participantes de la jerarquía eclesial ecuatoriana en el
Concilio Vaticano II[15]como intervención
fehaciente; se distingue a los nuncios del Ecuador:
Monseñor Efrén Forni; Monseñor Opilio Rossi;
Alfredo Brunera, Giovanni Ferrovino. Los obispos asistentes de la
Arquidiócesis de Quito son: Pablo Muños Vega,
Nicanor Roberto Aguirre, Leonidas Proaño, Silvio Luis
Haro, Bernardino Echeverría, Cándido Rada, Benigno
Chiriboga, Luis Celemente de la Vega. Por la Arquidiócesis
de Guayaquil: Cesar Antonio Mosquera, José Gabriel Diaz
Cueva, Nicanor Carlos Gavilanes, Victor Garay Gordobil. De la
Arquidiócesis de Cuenca: Manuel de Jesús Serrano,
Juan Riofrío, Luis Alfonso Crespo Chiriboga, Vicente Maya.
Vicariatos: Maximiliano Spiller, Domingo Comín,
José Felix Pintado, Jorge Mosquera Barreiro, Alberto
Zambrano Palacios, Wenceslao Gomez Frande, Higinio Gamboa,
Alejandro Labaca, Angel Maria Barbisotti, Juan de Dios
Campusano.

  • a) Documento de
    Medellín

En nuestra América Latina la tendencia social
adquiere mayor espacio en los ámbitos de reflexión
teológicos, el tema de los pobres se tornaba en una
urgencia. Fruto de ese deseo se convoca a la Segunda Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano, celebrado en
Medellín, reunida desde el 26 de agosto al 6 de septiembre
de 1968, este hecho es la respuesta a la aplicación
conciliar del Vaticano II para su realidad inmediata. En
él se reconocía la lucha de los pueblos en contra
de la injusticia social, cuyos efectos la habían
convertido en "violencia institucionalizada". Medellín
aspira a ver al hombre en el proceso histórico que le ha
tocado vivir; "conocer a Dios es conocer al hombre", son las
palabras puestas como punto de partida en la introducción
del documento, palabras tomadas del Papa Pablo VI en la clausura
del Concilio Vaticano II. El tema de la justicia se reclama
activamente en los grupos colectivos: jóvenes, mujeres,
artesanos, etc, fruto de la inequidad social, ello amerita una
pastoral en la conciencia de los creyentes. El "cambio social",
debe estar presente en: la familia, la organización
profesional, la empresa y la economía, en los
trabajadores, se debe manifestar la unidad de acción, una
transformación en el campo del trabajo, dando un cuidado a
la industrialización. El ámbito político
tiene repercusiones significativas en la vida de la
población, a su cargo tiene la Iglesia la misión de
formar y concientizar, mediante la creación de comisiones
de Acción o pastoral social, pequeñas comunidades
sociológicas, cáritas, Comisión de Justicia
y Paz, el reconocimiento a las comisiones civiles. El tema de la
paz posee un detallado esquema, donde se invita abandonar toda
clase de "colonialismo"; sea éste, interno, externo, o de
la región latinoamericana. Se hace una invitación a
observar las líneas pastorales con el trabajo a los pobres
y marginados, denunciar aquello que se opone a la justicia y la
paz en todas sus manifestaciones, una renovación en la
catequesis, en la formación sacerdotal, y en toda
acción evangelizadora, tener en cuenta el aspecto social.
Entre otros acápites presentes en el documento
están: la familia, la educación, la juventud,
pastoral popular, la pastoral de las "elites", catequesis,
liturgia, movimientos laicales, sacerdocio, religiosos,
formación sacerdotal, medios de
comunicación.

A Medellín se le ha catalogado como un encuentro
renovador en el interior de la Iglesia Latinoamericana, lleno de
grandes ámbitos de la pastoral inclusiva, eso se ha
destacado en el mismo documento. Empero, se le critica arduamente
por el ineficaz tratamiento de la cultura, acuñando el
término "pobres" a todas las personas o sujetos emergentes
de la acción evangelizadora renovada; no se tiene en
cuenta el sentido de las culturas, es decir no se destaca a
indios, negros, mestizos, etc., se unifica a todos en el
mencionado impulso. Se detalla por otro lado, el vigor de la
Iglesia Latinoamericana al proponer interesantes reformas,
oficializando una pastoral más concreta en los distintos
sectores, siendo la primera expresión de
actividad.

Este documento, contiene expresiones explicitas del
análisis social, posteriormente será el que
determine algunos puntos de vista de los teólogos
latinoamericanos en su exposición sobre la Teología
de la Liberación; para otros en cambio, no significa una
propuesta en extremo radicalista de tinte revolucionario; sino
más bien, una renovación en la mirada eclesial, que
no amerita un exceso de apreciación que no sea
ese.

  • b) Visión de la
    Teología de la Liberación

La propuesta de la Teología de la
Liberación, radica en un examen minucioso de la realidad
social, con objeto de salir al encuentro de los pobres, pues ello
es un escándalo para los mismos cristianos, hay que dar
soluciones atacando el mal de raíz: la injusticia social.
De los documentos latinoamericanos como Medellín, Puebla y
Santo Domingo, la Iglesia toma una postura de "opción por
los pobres", de esta premisa se justifica la necesidad del
cristiano en intervenir ante las estructuras sociales contrarias
a la dignidad de la persona. Se requiere intervenir de palabra y
obra en la solución de los inconvenientes, no ser testigos
pasivos de las estructuras de opresión, la Iglesia no solo
debe dar el pan espiritual, sino promover el pan material. La
teología latinoamericana se ha elaborado bajo la
inspiración desde los pobres y para los pobres. Para
Leonardo Boff, uno de los máximos exponentes, las personas
se encuentran por el deseo de pertenecer a un cuerpo social
determinado en una comunidad, esa unidad forma el cuerpo de
Cristo.

"El interés radica exclusivamente en lograr que
el rico epulón deje caer más migajas al pobre
Lázaro, tendido al pie de la mesa junto a los perros.
Conforme a la estrategia asistencialista, el rico debe ser bueno,
el burgués debe ser generoso. Deben ser padres y
auxiliadores de los pobres. De ahí que esta estrategia se
denomine, con toda razón "asistencialista y
paternalista"[16]

Ésta postura no ha sido asimilada por la Iglesia
católica oficial, es más ha sido motivo de
polémicas por las autoridades de turno. La razón es
que el método de reflexión es el materialismo
dialéctico, en clara relación con el socialismo y
comunismo; hecho inaceptable, ya que según los
eclesiásticos, la Iglesia no adopta ningún sistema
político como relectura de su accionar, está para
todos. Para el Papa Juan Pablo II se trataba de una
"infiltración de doctrinas equivocadas", mientras que el
actual Papa Benedicto XVI, en aquel tiempo Prefecto para la
Congregación en la Doctrina de la Fe, condenó el
pensamiento teológico. Con todo manifestamos que todo
cristiano está convocado a vivir en solidaridad con el
desamparado, de hecho eso tiene su base en Cristo.

  • c) Monseñor Leonidas
    Proaño

Figuras excepcionales desarrollaron el pensamiento
social en Latinoamérica, como respuesta al Concilio
Vaticano II. Como por ejemplo, Helder Cámara en Brasil,
propuso un pensamiento social basado en la defensa de los pobres,
una de sus frases celebres detalla su accionar "Cuando
alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando
pregunté por qué hay gente pobre me llamaron
comunista"; aportó con el desarrollo de la Teología
de la Liberación. En Nicaragua, destaca el sacerdote y
escritor Ernesto Cardenal, quien intervino en los ámbitos
políticos, propiamente en contra de la dictadura
Somocista, ocupó el cargo de Ministro de Educación
después de la revolución sandinista, su
ideología se centraba en la teología de
liberación. En Perú Gustavo Gutiérrez
sentó las bases del pensamiento. Así también
en Chile, y Colombia. En Ecuador destaca Monseñor Leonidas
Proaño, de quien argumentamos.

Leonidas Eduardo Proaño nació en San
Antonio de Ibarra, el 29 de Junio de 1936. Fue ordenado sacerdote
el 29 de junio de 1936, se destacó por su inteligencia
brillante y su profundo espíritu de servicio a la
comunidad. Fundó el periódico "La Verdad". Fue
consagrado obispo de la Diócesis de Bolívar,
posteriormente se creará la Diócesis de Riobamba, a
la que será destinado. Participó activamente en el
Concilio Vaticano II, en sus intervenciones representó a
su Jurisdicción, "colocándolo entre los primeros
obispos de Latinoamérica"[17]. En sus
intervenciones ocurridas en septiembre de 1964, explicó la
importancia del pastor junto a las ovejas, se hace necesario
–según su parecer en las intervenciones conciliares-
"instaurar un auténtico diálogo entre el pastor y
su grey". Incentivó en sus ponencias a poner
énfasis en la formación sacerdotal en el
ámbito teológico y espiritual, educación y
difusión de la cultura.

Cuando inicio sus labores en Riobamba, se empapó
de la realidad cultural de las comunidades indígenas, como
una urgencia aportó a un desarrollo de la promoción
humana, mediante talleres de enseñanza en oficios
artesanos. Alfabetizó a las comunidades indígenas
mediante la creación de las llamadas "escuelas
radiofónicas", siguiendo el modelo de la vecina
República de Colombia. En sus escritos se lo describe como
un hombre de profundo celo misionero, que busca una
relación auténtica con sus feligreses.
Organizó una pastoral de conjunto con todos los sacerdotes
la zona, para atender a todos o la mayoría de los
indígenas, promovió escuelas de formación de
líderes de las comunidades, formando luego, grupos de
acción social y cooperativismo. Su participación en
el Concilio Vaticano II le movió a replantearse su estilo
de evangelizar, manifestado expresamente en la acción
social.

"Con la concientización política se
lograría ayudar a los campesinos para que se unan, formen
comisiones, reclamen comisiones, reclamen tierra, compren los
páramos de las haciendas, demanden salarios y ganen
juicios de afectación a las grandes propiedades. Con la
reevangelización se evitaría la violencia y se
arremetería contra la religiosidad popular. Ésta
era la fórmula de Proaño: Política sin
violencia, compromiso parcial de iglesia hasta donde no afecte el
juego de fuerzas al interior de su
diócesis"[18]

Una postura diferente ocasiona cierto asombro en quienes
lo viven o perciben, la novedosa ideología de
Monseñor Proaño, crea una división en la
Diócesis a su cargo, algunos a favor de las renovaciones
en la curia, otros totalmente opuestos a las mismas. Es motivo de
elogio, sin embargo el hecho de ser el primero en acercarse a los
indígenas y darles las herramientas sociales:
educación, liderazgo, capacitación,
participación; aspectos denodados en su labor
apostólica. Su pensamiento del sentido de comunidad lo
persuaden en sus decisiones, practicando la opción
preferencial por los pobres, ideario tomado de las propuestas de
Medellín y demás documentos del Episcopado
Latinoamericano.

"En ellas (las comunidades) se congregan los fieles por
la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra el
ministerio de la Cena del Señor para que por medio del
cuerpo y la sangre del Señor que unida toda la
fraternidad". En toda comunidad de altar, bajo el sagrado
ministerio del obispo, se manifiesta el símbolo de aquella
caridad y unicidad del cuerpo místico de Cristo sin la
cual no puede haber
salvación"[19]

Cuestiona un tiempo después el cambio religioso
de la jurisdicción riobambeña, la mayoría de
los asentamientos y comunidades indígenas en la actualidad
no son católicos, como sería de esperarse, son
protestantes evangélicos, de distintas denominaciones o
sectas. Como opinión personal de esto, considero se debe
al abandono de los Obispos a los indígenas, posteriores a
Monseñor Proaño; otro aspecto es por el
resquebrajamiento de la fe ya asimilada anteriormente, existieron
sacerdotes que destruyeron imágenes donde ellos –los
indígenas- habían proyectado lo sagrado de sus
culturas (con ocasión de reformas conciliares y
radicalizaciones de pensamientos como la Teología de la
Liberación); o posiblemente se trata de un aspecto de
participación: los sacerdotes no dan protagonismo a los
indígenas laicos, mientras los otros grupos religiosos les
delegan protagonismo en funciones religiosas.

CAPITULO III:

Tendencias
actuales, desafíos para la pastoral
ecuatoriana

REALIDAD DE LA IGLESIA
ECUATORIANA

La Iglesia en el Ecuador, goza de credibilidad ante las
instituciones públicas, con limitaciones propias, con
conciencia de transformación ante los "errores,
infidelidades, incoherencias y lentitudes". Para estas acciones
se necesita asumir a la Iglesia como misterio de comunión,
reflejada en la comunión y colegialidad episcopal; de este
modo la Iglesia es considerada por la sociedad como "signo de paz
y de justicia", siendo la causa de esta aceptación: "el
acercamiento a los pobres, su solidaridad con las angustias y
esperanzas de los ecuatorianos". Esa cercana comunión
eclesial se evidencia en los pastores, parroquias (comunidades
cristianas, movimientos apostólicos, grupos juveniles,
etc.); se vislumbra además, en el crecimiento del laicado,
dando su pertenencia a la Iglesia dentro del mundo, la vida
consagrada desde su propio carisma enriquece las iglesias
particulares, insertándose en la pastoral de conjunto de
la Conferencia Episcopal. Entre las limitaciones podemos observar
falta de fraternidad e individualismo y la vida cómoda de
las comunidades religiosas, disminución del diálogo
en los grupos o movimientos apostólicos. La iglesia ha
alcanzado un nivel de neutralidad para no intervenir en
decisiones de orden político, "falta a veces denunciar
abiertamente las irregularidades y la corrupción de
algunos políticos y sectores sociales". A
continuación presentamos algunos enfoques positivos y
negativos de la realidad
ecuatoriana[20]

La evangelización es una tarea
prioritaria
porque "constituye la dicha y la
vocación propia de la Iglesia, su identidad más
profunda", expresado en la catequesis, misiones populares en
diócesis, parroquias, animados por subsidios; sin embargo
la ignorancia religiosa sigue siendo fuerte, y sigue en aumento
el "cambio" a las sectas.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter