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De islas reales e imaginarias -cartas-



  1. Asterión y
    el laberinto del eterno retorno
  2. La respuesta a Luis
    Martinez

Me sucedió a mí-por eso puedo contarlo-y
aunque estoy muy afectado porque esto me suceda aun,
también tengo algo de inquietud que me convierte en
peligrosamente curioso, al caminar mirando por entre linderos que
siempre fueron vedados para los comunes. Lo que pasa es que esto
no debería haberme pasado aun (déjame dormir), yo
creo que no estaba preparado para ello (no quiero), sin embargo,
no se puede pelear contra la naturaleza, que hace de cada
fenómeno una evolución, de cada choque una
elección. Cada decisión nos hace más
nosotros.

Al verificar mi marco referencial tan exacto, y antes de
plantear una hipótesis de lo que debería ser esta
estructura existencial, en su poco espacio aceptable para el
resto del mundo, y lo que tendría que probarse
después de verificar, respecto de esta amistad, que
abstraída en algún canal sensorial definido e
identificado, y con ribetes de coincidencias en otro plano
existencial- ese tan ajeno al cotidiano- me encuentro con que
todo lo vivido ya esta detenido, archivado, documentado, solido.
Nada ni nadie cambiara esta realidad –sea como esté-
que nos señala como culpables de su existencia permanente
en el infierno (¿será que eso es el infierno?) si,
así es. El pasado no se puede cambiar, esta allí
eternamente entonces es igual al infierno, eso es seguro
¿Quién es responsable de ese pasado?¿quien
lo hizo así? Bueno ,es mucha gente que paso por el mundo
inadvertida, y algunos seguro se creían superiores
también, y estaban en sus islitas reales o imaginarias,
viviendo su vida -que ya no tienen- y estarán condenados a
ser olvidados unos y culpados otros también eternamente.
¿Pero quien se gana el derecho a no ser olvidado? Los
superhombres que renuncian a su isla y dedican su esfuerzo al
cambio de la historia que siempre ha aplastado al débil.
Eso yo creo que es el cielo. ¿Pero el cielo? ¿Como
podemos acceder a el eternamente?). Mi amigo Luis me recomienda
salir de mi ostracismo, se dirige a veces a el, como si fuera una
isla en que se puede tocar temas y dejar que los temas nos
toquen. Así es como llegue a tener este amigo, que me dice
las cosas así en la carta que llego en la
botella.

ASTERIÓN Y
EL LABERINTO DEL ETERNO RETORNO

Leyendas de tradiciones miles de veces preliminares,
amontonadas durante esas presencias sobre estratos y más
estratos de tiempos del mismo mundo, explicaban que hubo una
historia paralela y no menos cierta alrededor del mito de esta
legendaria caverna en la que Asterión ha muerto en tantas
ocasiones y donde se dibujan todas las rutas, de todas las rosas
de los vientos, en incontables galerías y simuladas
puertas (catorce veces catorce, siempre catorce, el número
secreto de Asterión, infinitas veces)de cada una de ellas.
Y que el Minotauro, antiguo y repetido residente trashumante de
sus intestinos y recovecos, ya en sus últimos días,
tirado jadeante sobre las piedras que se oscurecían
cubiertas de humedad y musgo en la noche de las grutas, y sin la
energía que lo afamaba, ya estaba agotado y extralimitado
en el tedio de los siglos de tanto andar con sus carreras y
bramidos por los úneles y altares de la soledad del
Laberinto. Hasta que un día, por la gracia infausta de una
injusta Providencia que lo enloqueció al permitirle salir
al exterior, viendo el mar por vez primera, imaginó un
laberinto circular que abarcaba el mundo por encima de él
y quiso ir al horizonte para descifrar en cada paso que daba
adónde conducía su infinito círculo.
Sólo el asombro le respondió. Y se supo asimismo
que, ya de regreso a la cueva, enajenado, próximo al
colapso definitivo, una vez más, este monstruo ya no
reconocía el principio ni el fin de las cosas, ni tan
siquiera los que correspondían a las multiplicadas
galerías que tantas veces había recorrido con sus
pisadas y carreras, en las que también ya andaba
desorientado y dando tumbos. Y que recostado allí,
jadeante, se lamentaba con bramidos quejosos, y no quería
seguir siendo inexpugnable en su temido y sangriento recinto de
eternidad. Después, ya derrotado, en su aparte de renacer
miles de veces, se conoció que no podía recordar
cuándo hubo de renunciar a los privilegios y poderes que
sus arcaicos dioses le otorgaran, todos heredados de la
acumulación de innumerables antigüedades, con sus
millones de veneraciones y blasfemias de luchas infames entre
ellos. Y que inclusive había echado abajo, y pisoteado y
destruido, para levantarlos de nuevo en la repetición
inagotable de los hechos que no se pueden diluir en el pasado,
por muy largo que sea, los correspondientes altares de cada uno
de esos dioses, quedando él entonces, por voluntad propia,
sin fe, sin futuro y sin historia. Quedando aún más
solo y huérfano de ilusiones de escapatorias que nunca
antes. El mundo exterior, con su gente monótona y
sorprendida y temerosa, no le era afín. Y la luz de ese
mundo tan hostil le cegaba y horrorizaba y le impelía a
esconderse, igual que él los había horrorizado a
ellos cuando al verle y sentirse indefensos ante lo inexplicable
de su estructura, en un miedo mutuo de asombro, corrieron
despavoridos sin volver a mirarse aunque fuese una vez
más. Y que entonces, desanimado en abandono por la
conciencia de su absoluta soledad, y en un cansancio casi total,
despreciado, vencido de antemano sin enfrentamiento alguno,
hundido en un pozo de ocultamientos de toda posible memoria,
idiotizado, aunque vio venir la Muerte en la determinación
dibujada en los ojos ardientes de Teseo, y en el brillo de la
espada que empuñaba, se dejó matar por éste
sin pelear ni presentar oposición Fue un pasivo suicidio,
sin defensas, sin siquiera un ruego de protección y ayuda
en un postrer bramido de súplica y desamparo a dios
alguno. Y que Borges, al arribar, en el momento que haya sido,
indagando con sus olfateos entre el moho y el polvo de la
Historia, en realidad había llegado tarde de la mano de
una mentida Ariadna que tan sólo portaba un simulacro del
hilo original, que constantemente se iba quebrando, y que por
demás ya era innecesario por inútil. Ésta no
era sino una caricatura horrenda de la consabida hija de Minos
dentro de otra historia, que estaban repitiendo por un camino de
mentiras, una falsedad que carecía de ovillos y de coronas
luminosas para emprender cualquier imposible y fingido regreso
que intentara hacer cumplir la ley bajo un retorno forzado. Toda
una parodia. Y destaca que esta Ariadna lo engatusó y
engañó al no decirle que el Laberinto, por los
muchos años de esperarle, había estado y
permanecía clausurado y negado del sacrificio de los siete
mancebos y las siete doncellas que por períodos de siglos
alimentaron al engendro híbrido y maloliente que
identificaban como toro y que tampoco era tal. Los lapsos
también eternos del regreso al mismo punto no eran
predecibles y por contraídas eternidades nadie se acercaba
ni llamaba con gritos a la entrada de la gruta quedando aquel
infierno deplorable en las tinieblas, sin testigos, como otra
infinita soledad que se hacía dueña del espacio y
del silencio entre las confusas galerías. El escenario era
tan falso como ellos mismos y como la endeble misión
inventada que el tiempo debilitaba y derretía segundo a
segundo como castigo a su origen y lineamientos violentados.
Ninguno percibía sus existencias anteriores que no
concordaban con estos supuestos hechos. Ni se derramaba una gota
de sangre. La casa de Asterión no era otra cosa que el
manantial engendrador del infausto tedio. Y esta
engañadora no le dijo tampoco que el piso de la caverna
era en ese momento de su advenimiento, al igual que por un
incontable tiempo de olvidos y temores, un enjambre de arenas
movedizas, lentas y pesadas, que sólo comunicaban por sus
bases a falsos portones y muros de apariencias infranqueables de
extremado grosor. Obstáculos que ahora imposibilitaban la
continuación y el acceso al único pasillo que
conducía al centro del Laberinto, donde vivido y dominado
la había Bestia, no protegiéndose, sino
resguardando su íntimo secreto. Y entonces, a la
confusión de la ceguera, y a la lentitud inestable de los
pasos ciegos sobre suelos escurridizos del visitante, se sumaban
los trabajos que realizaron durante siglos miles de
albañiles de clausura deshaciendo y sellando para siempre
el sueño de Dédalo, teniendo que hacerlo
volteándose a cada instante, cuidándose de la
prohibida pero siempre posible aparición del monstruo,
tapiando, derrumbando y volviendo a tapiar. Y se sumaba
igualmente el milenario mentir de una impostora, una Ariadna de
trapo, que a todo el que llegaba confundía. Y más
que a todos a Borges, con envidia, con saña, con la peor
intención, queriendo imponer el curso de la Historia. El
encuentro era extemporáneo y falso. Y entonces las
débiles pisadas de ambos sobre la masa móvil y
pastosa en que se desplazaban, no originaban eco alguno dentro de
aquel despojo ciego y sordo y mudo de vacío y abandono.
Las paredes y los túneles no respondían con sus
degradadas voces de viento entre la mole y los recovecos de sus
oscuridades, tragándose todos los murmullos y los ruidos.
Y así, ese Borges y esa sustituta quedaron marchando como
fantasmas mudos y sin destino por las galerías de la
imaginación. Y la visita pasaba inadvertida, pero como
todo en todos los Universos, también se repetiría.
Sólo que al andar por ese preámbulo tan sólo
rodeaban ignorantes a las piedras calladas y al encierro
más deprimente. Y la casa de Asterión, copia
más que complicada del arquetipo Cnosos, con sus supuestas
puertas y habitaciones en repeticiones infinitas que Borges
imaginó al internarse en las entrañas más
ocultas de Creta, en esa concienzuda búsqueda suya
escudriñando por los intestinos de la Historia, en la que
creía, y abriendo para sí los paréntesis del
Tiempo, en el que no creía, ya no existía. Pero
él nunca lo supo. Y ciego total, la línea central
que guiaba a su propio laberinto lo llevó en sus
particulares catorce veces, sin excusas, hasta Ginebra y sus
calles laberínticamente adoquinadas y dibujadas. Y
allí, el Minotauro mayor de todos los engendros, con su
infalible guadaña, cobró su venganza no deseada
sobre el repetido y sureño asesino de otro Teseo y otro
toro que él mismo se había inventado. Junto al
Ródano, a miles de millas y de años de la cultura
griega y de la casa de Asterión, se culminó esta
historia que, contra todas las posibilidades, nunca más se
debiera repetir. Pero se repetirá, no importando el
tiempo, aunque demore miles de milenios en presentarse y las
nubes dibujen trillones de laberintos en el cielo. A menos que
haya que esperar más, para que, en giros de otra ley que
repitiéndose retardada domine y reubique a los
átomos, entonces nuestro lamentable y amado
híbrido, y Teseo, y Ariadna, y Borges, resuciten en
integración y volvamos a estar aquí junto con ellos
en idénticas circunstancias. Y así, inerte ante el
eterno retorno, Heráclito, a orillas del mismo río,
observando los idénticos cambios en la corriente y en el
agua, tendrá que rectificar su ilustre sentencia. Las
verdades que hemos cincelado en las grutas de nuestros laberintos
suelen ser paradójicas cuando intervienen los hachazos del
tiempo y el escrutinio inteligente. Y como en cada regreso se
carece de memoria no podemos saber que antes estuvimos
allí, con el mismo cincel y con las mismas manos, viviendo
idénticas emociones mientras escribimos las mismas
frases.-

-Esto esta más allá de una simple
invasión a mis espacios, es un asalto. Jericó suena
las trompetas anunciando la caída del muro…

Ciertamente, sentí invadida mi isla solitaria, mi
refugio, ya no me encontraba solo e irresponsable entre mis
libros y mis ideas. Ciertamente lo que pensaba no era de
trascendencia para nadie, y me importaba mucho, no necesitaba de
ellos. Yo me relamía de gusto entre mis críticas
mordaces al mundo al que no quería pertenecer, y al que
lanzaba mis dardos como un juego pérfido, nada de
soluciones, solo son dardos envenenados, para que al hombre le
duela mas la sociedad que ha creado.

Pero, si sigo así, no seré yo mismo
siquiera, ¿Quién me escucha? Y lo peor ¿a
quien escucho yo? –Si respondo a lo primero, es triste
reconocer que lo que he dicho hasta hoy, aun no ha generado un
acto perlocutivo tendiente a mejorar a mi especie (soy de esta
especie).y si me dedico a escuchar, debo tener muchísimo
cuidado, pues es mi sino responder solo a los que son mas que yo,
i su efecto me hace obrar. Puedo escuchar el trino de los
pájaros, o el zumbido del viento, o el susurro de las olas
del mar, cuando recibe al rio en sus en sus entrañas, y
hasta tratar de comprenderlo. Pero eso solo lo hago para
enriquecer mis sensaciones, lo que no tiene nada que ver con mis
sentimientos.

Percepciones no son motivaciones para los seres
superiores, y yo lo soy, entonces nunca debo confundir
sensaciones con sentimientos, ni percepciones con pareceres o
motivaciones, no. Entonces con mis pares discrepo e
interconsulto, interrelaciono, me vuelvo interdependiente y me
estructuro en un sistema, pero sin dejar de ser yo
mismo.

Solo he de escuchar a Dios, solo el me hará
pensar en actos que trasciendan mi existencia y por los que vale
la pena vivir, si he de regresar al mundo a dar, lo que su
ausencia me hizo ver. Entonces estando en la orilla, llego
bamboleándose entre los tumbos idílicos de la
naturaleza, la botella con la carta de Luis Martínez, mi
amigo, la que me contó del Minotauro que aun le
preocupaba. ¿Que nos dará este cuñadito feo,
para salvar al mundo? era feo-por fuera- pero era amado. No se
porque este punto de encuentro en el dédalo que casi todos
los librepensadores tenemos dentro, un encuentro interno sin
duda…Observe la botella, que era de color verde,
probablemente había contenido vino antes de ser usada como
correo viajero, y probablemente ese sauvignón,
también habría servido en sus escanciados como
inspiración a la misiva interna que os mostré a
ustedes. Sin, mas preámbulo respondí.

LA RESPUESTA A
LUIS MARTINEZ

Esa es precisamente una parte que me falta-lo sé-
y que me abruma como un peso de cielo con cerrazón, por su
extensión intrínseca, esas líneas por ti
expuestas, son una de esas tantas bellezas impalpables pero
percibibles, que en su entelequia dinámica, botan velis
nolis, y se ve que se monta a horcajadas en por de sus cuasi
naturales designios, tan naturalmente mimética undercover
, o que se relieva como un sueño allende las alturas, como
el perfil impreso en lontananza, del caminante ajeno a nuestra
circunstancia, (ese que en el fondo deseamos ser) al que vemos,
pero que no podemos contactar porque sigue una ruta distante,
difícil y valiente, la suya precisamente, que es jalonada
por las cumbres lejanas y ajenas, al mundo raro e
inhóspito, donde me ato in extremis, por necesidad
o cobardía, pisando seguro, un escalón temporal y
absurdo, que invariablemente desaparecerá conmigo, si no
me atrevo a dar el paso que me sacará de aquí, y
que me llevará hacia un mundo desconocido, pero que es al
que pertenezco, -lo sé- y lo sé precisamente por
tener amigos con alma de conciencia, alguien que como el cazador
furtivo, está siempre listo en la encrucijada eterna del
encuentro previsto causal y metafísico, siempre presente,
siempre al acecho de la fiera, allí donde será
atacado el nuevo prospecto de cazador, para salvarle el pellejo.,
y que me recuerda, siempre también, que esta quimera es la
que viven algunos -que son la mayoría- y que en algo se
relacionan con nosotros, que comparten y que nos escuchan
también tan alegres, como nosotros, pero sin entender lo
que pasa, como si sus vidas fuesen una realidad., sin saber que
esta, es diferente a lo que el común de las gentes cree
que es.

A veces pienso que daría todo lo que se, por no
saberlo, porque saberlo es ya un peso existencial bárbaro,
que me hace responsable por otros. No es mi deseo empero,
sentirme como amo de cachorros, que no saben lo que es una
existencia, y cuya finalidad es tan solo esa, vivir. No es mi
deseo sentirme ajeno al rebaño humano, ni siquiera como
macho alpha, no. Amigo, sin saberlo tú -creo- hasta ahora,
te lo confieso. Tú me haces sentir eso (La responsabilidad
y su peso) y presiento detrás de tus líneas, la
sonrisa burlona y confiada de Nietzsche, y el encanto de Kant,
todo aquello entremezclado con la magia equilibrante de Hesse,
entre sus dualidades tan similares en su significante y
significado, a lo propuesto por el Manco de Lepanto. Juntando al
mismo Caín con Abel, como compañeros de aventuras,
sin que estos estén divididos en sus personajes, como
aparenta el texto, no, sino mas bien con la osadía de
meterlos en uno solo. Esto amigo, me resulta tan natural a
mí, como anti natural, y hasta pecaminoso para la sociedad
anónima, que no perdona a Gestas, por permanecer
incólume frente al Dios que le anuncia su muerte, y frente
a la muerte que le hará ver a Dios de nuevo. Sociedad de
la que yo me excluyo, por mi propia voluntad. Tienes en tus
entrañables páginas no un potencial, sino que eres
ya un acto perlocutivo, que va dejando en el camino, no huellas
sino resultados, como este precisamente, que despliego en esta
misiva, pues no puede darse a tamaña genialidad, una
respuesta inane de alegría, sin significación ni
teleología.

Para mi ha sido una verdadera tarea, buscar algo
diferente a lo que estaba tan claro y tan incisivo en su mensaje,
que se sintió en cada línea. Pero le repito
maestro, su estilo es tan directo, que no admite lances de
esquive, es una ida directa al corazón, sin espacio de
maniobra que le lleva la victoria osada, sin importar que el
rival este o no, bien o mal parado, es un lance ganador, sin
opción, sin alegato., efectivo y victorioso.

Sí su estilo, maestro, es suyo, y no admite
replica, al fin y al cabo, se percibe claramente, que este tiene
una finalidad mayor y supra yacente, con el determinismo que la
filosofía exige, al dejarse herir para poder matar. Y es
entonces que reconocemos claramente también, lo que buscan
los hombres de mente dispuesta a dar la correcta respuesta, los
que obramos con más ímpetu de lo que decimos como
dogma:

-Donde sea que obres, si el fin que buscas es
legítimo, entonces también lo serán
legítimos los medios, el modo y el momento- Esa es su
temática subyacente, y es una manera de decir tanto, y de
una manera tan directa, que se requiere de valor y tiempo, para
asimilar su mensaje (tiempo para llenarme de valor y valor para
no perder el tiempo).

Eso que se despliega hábilmente como un gran mapa
cósmico, con sus líneas intrincadas, y tan
profundas como el tiempo en que acontecieron, del tiempo ese,
cuando los dioses estaban con nosotros, y en la vieja ya entonces
Creta, que fuera refugio y celda, aunque cada vez más
hogar. Tan honda como polvorienta en sus vericuetos estrechos,
por el surco hecho de coces, profundizado adrede y calculado, en
eternas carreras desesperadas, en la busca vana de una salida,
que no podría al comienzo y no quería al final,
encontrar la victima eterna.

Por eso es que quizá su amigo J.L.Borges, se
alejó también, del tiempo y de su espacio asignado,
para vagar un poco fuera de este terreno invadido por los
gentiles, qué es inapropiado para los trascendentales
escogidos, y que son para el hoy, las nuevas victimas eternas, en
esta nueva Creta llena de cretinos, que nos hacen la vida mas
difícil de vivir a su lado, y nos hacen también
pensar en el recurso siempre disponible, de la dulce tibieza sin
sentido responsable de la soledad.

Cuando sucede el fenómeno de llegar a la
encrucijada que espera por nosotros, allí mismo., es en
distintos estilos (los grandes tienen estilo) se escucha potente
e imperativo, el tañer del bronce que al creyente llama,
con la solemnidad ritual que requiere, el ver a su Dios., y es
con esta misma solemnidad -casi oficial-, que en ese cruce de
caminos ellos los amigos se señalan, preparan y deciden
sus destinos. Siempre son caminos polvorientos-creo- llenos de
cruces de abandonos involuntarios o no, vías solitarias de
Creta, que invitan al desvarío, y obstáculos
insalvables para los comunes, con salidas que solo algunos ven,
pues están más allá de la visión
física, son nuestro fanal al sino. Y así
también son las líneas amigas (en esta guerra
sistémica) son el argumento expuesto de los que creen en
nosotros, los que nos han dejado su fe, como ofrenda y fanal, en
el camino al hado., o también quizá, es
también para todos, la tabla de salvación, el
ansiado signo afirmativo, el hito limitante, el mojón, la
boya salvadora en el suave bamboleo de una tormenta.

Líneas escritas de tal modo, que me llena tanto
la barca, que suplicaría al mismo creador, para que no
ponga mas allí, -con el perfume de tinta fresca, que tanto
añoramos los escritores de antaño- (si porque eso
es lo que somos ahora) tantas genialidades juntas, tantas que nos
multiplican las interrogantes y solo nos llenan el barco de
náufragos inquisitivos.

Maestro no me envió usted un bote salvavidas, no.
me envió la flota del pacifico. Creo sinceramente que
nadie debe ver la luz así de golpe, porque el destello
puede ser hasta dañino.

Su prosa y su mensaje son iguales de potentes y
constantes. Empero se que no es necesario decirle esto ( pero lo
hago ) , que su estilo es una telaraña embriagadora,
tejida con esa firmeza de padre formador, y también con la
crueldad del verdugo deformador, que como los magos, crea una
necesidad de seguirla, y que solo pudiera tener símil a la
sensación del coitus interruptus, cuando se acaban las
líneas. Será tal vez que allí afuera Borges
de enamorara de Ariadna, y también recibiera de ella las
indicaciones para matar a su hibrido hermano (asesinato por
encargo) y que esté ahora pagando su pecado, sin saber que
ya antes también había pagado por ello, y
repitiendo lo que usted dijo maestro- tan lejos del espacio y del
tiempo entre estas cosas que la memoria no lo registra, pero que
la naturaleza humana anota en la roca que permanece en la
memoria, como asunto mitológico-.

Por ahora me voy de Creta, y he de regresar al mundo que
creo es aquel que la naturaleza de mi sino, me ha proporcionado
como destino, en esa clase de vida, que escogí para esta
parte del tramo (a veces por río a veces por mar) pues el
elán natural me ha de hacer seguir, poniendo los pasos de
mi cuerpo al ritmo de mi corazón, y encontrar siempre un
argumento que me haga entender que el eón, es solo algo
que me comprende a mi, y que no está en mi la capacidad
entender.

Además, se bien que lo que pudiera rescatar en
mis memorias divagantes, entre aquel Ouspesky que usted me
presentara, y el Pedro que yo le presenté, yo he optado
por creer desde mi platea propia, que los occidentales, crearon
al Dios que necesitaban, a su imagen y semejanza, y naturalmente
lo encerraron en palacios. Por otro lado los orientales, no
buscan posesión de Dios, sin embargo quieren llegar a el
por otro camino, renunciando a lo tangible. Pero como yo soy mas
domestico, aquí en el Aby Ayala (nuestro viejo ya, desde
que fuera, Camino del Inca), he descubierto que los hombres de
estas comarcas, tienen otro camino, y lo expresan así:-
Somos hijos de la tierra, ella es nuestra madre, la amamos, la
defendemos, y cuando se acaba nuestro tiempo, regresamos a ella,
y nos convertimos así, en el camino de los que siguen en
ella, nada mas eso, somos el camino…-Pero a mi francamente
me encantaría ser una señal en el, mas que solo
polvo para ser pisoteado…

 

 

Autor:

Rolando Isaac Reyes Rocha

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