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Masculinidad y familia cubana




Enviado por Rodolfo Skeet



Partes: 1, 2

  1. Síntesis
  2. Introducción
  3. Breve
    esboce de la evolución de la familia. Papel del hombre
    y la mujer en la misma
  4. Masculinidades. Acercamiento a un
    concepto
  5. Hegemonía masculina y Familia cubana.
    Arribando a conclusiones
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

PENSAMIENTO

El hombre es un producto social y la sociedad debe
impedir que se pierda para ella.

Unamuno

Síntesis

Esta investigación explora los significados que
le son atribuidos a la masculinidad y cómo esta ha
influido en la familia cubana actual. Los resultados se
produjeron sobre la base del análisis de: conversaciones,
entrevistas y revisión bibliográfica, de los cuales
se puede concluir en general que la familia cubana posee un
concepto de masculinidad que ha sido edificado por la sociedad a
través de los siglos y ha conllevado a la hegemonía
masculina tan arraigada en nuestros tiempos y que constituye un
obstáculo para el desarrollo efectivo de las relaciones
inter e intrafamiliares que se establecen en la sociedad cubana
actual.

Palabras claves: familia, masculinidad,
construcción social.

Introducción

La familia es la unidad fundamental de la sociedad, que
cumple funciones que involucran la satisfacción de las
necesidades de protección, afecto y seguridad de cada uno
de sus miembros; también la socialización de los
niños y jóvenes, la afirmación de la
identidad cultural, social e individual y la generación y
reproducción de la fuerza de trabajo.

Desde nuestra óptica y considerando las
condiciones de nuestro país, el Derecho de Familia se
define como: "Un grupo de personas entre las que median
relaciones económicas y sociales surgidas de una
unión sexual duradera y del parentesco, en el seno del
cual se da satisfacción a la propagación,
desarrollo y conservación de la especie humana; se
mantienen, educan y forman los hijos mediante una
comprensión y colaboración mutua socialista;
además se comparte la vida y los intereses comunes de toda
la sociedad".

Una de las constantes que han marcado el decurso de las
sociedades a escala planetaria, ha sido la existencia de una
división sexual del trabajo en la cual, hombres y mujeres,
han sido llamados a desempeñar roles diferentes y
preestablecidos. Con lógicas variaciones, atendiendo a
espacios determinados y a momentos históricos concretos,
este fenómeno ha mantenido su presencia hasta la
actualidad.

Esta división sexual del trabajo, con un
carácter social, condujo a la distinción entre
hombres y mujeres, no solo atendiendo a sus
características biológicas, sino además a
sus diferencias de género, entendida esta última
categoría como una construcción
socio-cultural.

Una definición general, pudiera llevarnos a
considerar el género como: una construcción
histórica y socio-cultural que adjudica roles,
identidades, valores y producciones simbólicas a hombres y
mujeres, incorporados por estos(as) mediante los procesos de
socialización.

Esta diferenciación sociocultural del
género ha venido acompañada de la existencia de
relaciones desiguales entre ambos sexos. Se habla entonces de la
existencia de un polo hegemónico, dominante, que detenta
el poder; mientras que otro se encuentra en un estado de
subordinación y discriminación. La
configuración patriarcal de las estructuras en las
sociedades a escala mundial, desde fechas tempranas, ha colocado
a los hombres en ese polo hegemónico, dejando para las
mujeres el papel de subordinación en las relaciones que se
establecen en la familia y la sociedad; y ha obligado a todos los
hombres a cumplir con su supuesto rol de masculinidad.

Esto, sin dudas, ha influido sobremanera en la familia
cubana, provocando un sinnúmero de impactos negativos de
distinta índole en cada una de las relaciones que dentro y
fuera del entorno familiar el ser humano desarrolla como ser y
sujeto social. Dada la importancia de conocer los impactos
negativos que la masculinidad o hegemonía masculina causa
en la familia cubana en la presente investigación se
declara el siguiente problema científico
¿Que impactos negativos ejerce la masculinidad sobre la
familia cubana actual?

El objetivo de la investigación es
Determinar los impactos negativos que tiene la masculinidad en la
familia cubana actual.

Preguntas de investigación

  • ¿Cuáles son los fundamentos
    históricos y sociales que sustentan el actual concepto
    de masculinidad?

  • ¿Cómo ha influido la masculinidad en
    el desarrollo de la familia cubana actual?

Para cumplir con el objetivo propuesto el autor se
plantea las siguientes tareas de
investigación:

  • Análisis histórico y social de la
    evolución del termino masculinidad

  • Descripción de la influencia que la
    masculinidad ha tenido en la familia cubana
    actual.

Se emplearon como métodos y
técnicas
de la investigación científica
los siguientes:

Del nivel teórico:

  • Analítico-sintético: Se
    empleó durante el análisis de las fuentes que
    aportaron los fundamentos teóricos, en la
    interpretación de los resultados derivados de las
    entrevistas, en la determinación de las conclusiones
    parciales y generales.

  • Inducción-deducción:
    Permitió determinar los indicadores a
    evaluar.

  • Histórico-lógico: Utilizado en
    el análisis de las etapas de evolución del
    termino masculinidad y de la evolución
    histórica del concepto para la indagación de
    las leyes generales del funcionamiento y desarrollo de la
    hegemonía masculina dentro de la familia.

Del nivel empírico:

  • Análisis de documentos: Se
    utilizó en el análisis de varios documentos,
    los cuales aportaron información valiosa para
    determinar la influencia de la masculinidad en la familia
    cubana.

  • Entrevista: Con el objetivo de conocer
    opiniones en cuanto a la masculinidad y su influencia en el
    entorno de la familia cubana.

La investigación se estructura en
introducción, desarrollo, conclusiones y
bibliografía.

DESARROLLO

Breve esboce de
la evolución de la familia. Papel del hombre y
la mujer en
la misma

En su obra El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado,
Engels señala que el orden
social en que viven los hombres en una época
histórica determinada, está condicionado por la
producción de los medios de existencia para darle la
continuidad a la especie, y con ella, su adecuada
formación.[1]

Para comprender el aquí y el ahora de la
organización familiar en que vivimos y saber por
qué el hombre de hoy tiene tal o cual conducta es preciso
tener una visión histórica del desarrollo de la
Economía-la Familia y la Sexualidad.

En el PRIMER PERÍODO DE TRANSICIÓN A LA
HUMANIDAD
, la actividad económica es la
recolección. Esto implica que estos agrupamientos sean
nómadas y que no haya diferencia de trabajo entre el
hombre y la mujer. Los instrumentos en ese período son
elementales: palo, piedra. No aparece aún la
restricción sexual.

Cuando se elaboran instrumentos de trabajo más
sofisticados ya no hay duda de que se trata de seres humanos
capaces de trabajo planificado.

Aparece el trabajo con un desarrollo de instrumentos que
permite un mayor desarrollo de la producción que se
diversifica: caza para el hombre y
recolección para la mujer.

En el SEGUNDO PERÍODO SE INSTALA LA DIVISIÓN
DEL TRABAJO ENTRE

HOMBRE Y MUJER y comienza la restricción
sexual, con la llamada familia consanguínea, el
matrimonio es por grupos generacionales, la primera
restricción se instala entre padres e hijos.

En el TERCER PERÍODO, existe la familia
punalúa
. Hay restricción no sólo entre
padres e hijos sino entre los que pueden ser designados como
hermanos. Hay prohibición de contacto carnal con los
miembros del mismo clan.

Se puede observar que en lo económico lo
dominante es la caza, esta forma de matrimonio por grupos
está sometida al mandato exogámico. La
exogamia es una conveniencia en función del
establecimiento de alianzas y la ampliación de
territorios. Comienza en ese período, todavía
denominado de SALVAJISMO, la domesticación de animales y
la agricultura. No se produce más de lo necesario para
subsistir, por lo que no hay excedente. Las relaciones sexuales
son libres, se inician e interrumpen cuando la pareja quiere,
siempre dentro del grupo de elección. Duran lo que dura la
atracción sexual. No hay propiedad privada de la tierra y
las chozas. La descendencia es matrilineal: los hijos quedan en
el clan materno.

Se puede advertir en el desarrollo evolutivo planteado
en este esquema que la transformación de los medios de
producción y la transformación de las
técnicas van determinando redefiniciones a nivel de
relaciones sociales y redefiniciones sucesivas en lo que
atañe a la sexualidad y el cambio de estatus de la mujer y
el hombre.

En el CUARTO PERÍODO aparece la familia
sindiásmica
en el período de la
BARBARIE, el trabajo de la mujer en la familia
punalúa y sindiásmica es jerarquizado. Ella por ser
la que pare y cría, no puede ser cazadora. Su tarea
está ligada a la agricultura. Esta división del
trabajo tiene una base biológica. Pero es jerarquizada
porque su producción aporta parte significativa del
alimento y abrigo. A eso se agrega el rol de la crianza. Por eso
la descendencia y los lazos de parentesco tienen su eje en la
madre
, aún en la familia sindiásmica, en la que
la mujer debe fidelidad al marido mientras dure la unión,
no siendo así a la recíproca. La familia
sindiásmica en la que la unión de los
cónyuges puede disolverse por iniciativa de cualquiera de
ellos. Se caracteriza por la propiedad común de la tierra
y otros bienes, pero en el que se empieza a gestar la propiedad
privada de los instrumentos de trabajo.

En síntesis, en los cuatro primeros
períodos, las formas familiares eran matriarcales, en el
sentido de una organización matrilineal de la
filiación y la sucesión. La descendencia se
incluía en el clan materno.

La MUJER tiene un ROL
HEGEMÓNICO
en lo familiar y es socialmente
reconocida. Durante esos períodos la economía fue
siempre de subsistencia, sin excedente, por el escaso desarrollo
de los medios de producción. No hay clases, ni propiedad
privada de la tierra.

El desarrollo de los instrumentos y consecuentemente de
la producción, determina que aparezca el excedente.
Comienza a gestarse una nueva modalidad de organización
social. Surge una nueva forma de división del trabajo: la
que se da entre una clase de productores y otra de
administradores.

De allí se evoluciona hacia la propiedad privada
de los bienes, de las tierras y por fin de los hombres
mismos.

En el período de CIVILIZACIÓN APARECE
LA MONOGAMIA
. Esta transformación de las relaciones
sociales determina una transformación de las formas
familiares. De la familia sindiásmica se evoluciona, en
una transición, a la familia patriarcal y
monogámica, autoritaria
, funcional al nuevo orden
social.

Hasta el surgimiento del excedente, de la propiedad
privada y la desigualdad en la distribución de la riqueza,
la vida sexual estaba fundamentalmente reglada por los intereses
del goce.

Las primeras manifestaciones de una moral negadora de la
sexualidad aparecen como exigencias de un grupo, en cuyas manos
se concentra el poder político y económico y que
tienen por finalidad garantizar y acrecentar su riqueza y
poder.

Esto significa que la regulación de la vida
sexual y con ella la represión sexual (antes eran
restricciones) se establece definitivamente en el comienzo de la
sociedad de clases, como efecto de la propiedad
privada.

La sociedad fundada en la propiedad privada necesita de
ciertas instituciones: la FAMILIA PATRIARCAL AUTORITARIA,
LA MONOGAMIA DE LA MUJER, SU CASTIDAD PREMATRIMONIAL Y
FIDELIDAD
que garantiza la herencia paterna, la
propiedad del varón respecto de los hijos.

El nuevo ordenamiento social de la sexualidad
convirtió su anterior esencia afirmativa en esencia
negadora de lo sexual. Se transformó en ordenamiento
represor, porque la subordinó a intereses
económicos y desde allí la suprimió en la
infancia y en la mujer, gestó la prostitución y
alteró también la sexualidad masculina, con
el adulterio, emergiendo el padecimiento y la miseria
sexual.

Engels nos plantea que con la sustitución del
derecho materno por el paterno, de la filiación
matrilineal por la patrilineal se produce uno de los cambios
más significativos en la historia.

Con la explotación y antagonismo de clases que
significa la propiedad privada coincide otra forma de
explotación y antagonismo: la que se da en el interior de
la familia. LA MUJER SE TRANSFORMA EN PROPIEDAD DEL
HOMBRE
. Pierde su rol social previo y su libertad y
queda en una situación de
SOMETIMIENTO.

La propiedad de la mujer le garantiza a su vez, al
varón, la propiedad de los hijos, que son necesitados a
doble vía: como fuerza de trabajo y como
herederos.

Con el nuevo orden social, un régimen fundado en
clases y propiedad privada- surge a su vez una nueva forma
familiar, funcional a esas relaciones sociales y la
PROPIEDAD PRIVADA SE INSTALA EN LA FAMILIA A NIVEL DE LOS
VINCULOS.

Esto con todas las modalidades que implican las
transiciones y cambios de las formas familiares burguesas, se
mantiene hasta hoy.

Resumiendo se puede afirmar que en la familia primitiva,
la mujer aparece como fuerza de trabajo en un plano de igualdad
con respecto al hombre, esto era debido al bajo nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas. Se trataba de una familia
comunitaria donde el cuidado de los hijos era una tarea colectiva
y cada madre, lo era de todos los hijos. Por todo lo anterior, la
familia no descansaba en el principio de la autoridad paternal,
sino en el de la consanguinidad uterina, donde las mujeres como
madres creaban el único lazo de parentesco válido,
por lo que gozaban de aprecio y respeto en la
comunidad.

Es con la familia patriarcal que se desarrolla la
historia escrita de la humanidad, estableciéndose las
primeras normas del Derecho de Familia, encaminadas a proteger la
clase dominante asegurando así las facultades
omnímodas del páter de familia.

El PATRIARCADO es uno de los espacios
históricos de poder MASCULINO asentado en las
más diversas formaciones sociales y manifiesto en todas
las formas políticas, económicas y sociales,
castas, clases sociales, burocracia y principales
religiones.[2]

El patriarcado se concreta en los valores y actitudes de
la cotidianidad en nuestras casas, instituciones educacionales y
laborales, en nuestro lenguaje común, nuestras ideas,
nuestra concepción de la vida y el mundo, en nuestros
vínculos con los demás, en como procedemos al
relacionarnos como hombre y mujer.

La educación del hijo varón debe asumir
como modelo de identificación al MODELO PATERNO y se le
inculca al hijo: "serás como tu padre".

Esta identificación de la mujer con la
sumisión al hombre y con la superioridad de éste,
está reforzado por la tradición judeo-cristiana: El
primer ser humano que existió fue hombre y le dio nombre a
todo lo existente. Adam fue capaz no sólo de nombrar, sino
de ordenar, crear, establecer normas, valorarlo todo ,
jerarquizarlo , vigilar y juzgar y aplicar reglas y sancionar a
quien las viole.

En la Biblia, por ejemplo, se dice: "la mujer
dará a luz en el dolor y el hombre ganará el pan
con el sudor de su frente."

Los hombres son protagónicos y por eso
Jehová hizo androcéntrico el universo y para eso
dio a los hombres la propiedad del mundo y aún más
importante el don de la palabra.[3]

¿Y cómo se concreta el PATRIARCADO en la
cotidianidad?

El SEXO esta biológicamente determinado: hembra
– macho. En cambio el género esta socialmente
condicionado como hombre o mujer. Nacer macho o hembra significa
y está implícito que hay que aprender a comportarse
de acuerdo a lo que está asignado por la sociedad en que
uno vive y en ese momento histórico, para el hombre y la
mujer. En este proceso de aprendizaje, que aunque es un proceso
individual lo determina lo social ya que los atributos y
cualidades de los ROLES están pre-condicionados por la
sociedad sobre la base de la separación y diferencias de
género: MASCULINO-FEMENINO.

Se educan cualidades para cada género, en el
hombre deben estar presentes las cualidades de:
valentía, audacia, rudeza, fuerza física y
espiritual, energía, agresividad que incluye rudeza
corporal, el inhibir los sentimientos y las emociones, no llorar,
ser muy suaves o tiernos, etc. En la mujer se puede formar
las cualidades de la cobardía, indecisión,
delicadeza, debilidad, pasividad, inhibición y puede
expresar sus sentimientos y emociones, puede llorar
públicamente.

Si estas cualidades se intercambian entre los
géneros, adquieren valores negativos y son mal evaluados
socialmente: Ejemplo. Hombre cobarde- Mujer agresiva,
etc.

Estas asignaciones socio-culturales para cada
género se convierten en expectativas de roles para cada
persona y es por eso que cualquier conducta es evaluada por otro,
aún sin conocer a la persona que la ejecuta, porque cada
cual tiene las expectativas inherentes a la conducta socialmente
aceptada para ambos sexos y para determinados roles sociales:
maestros, médicos, funcionarios, etc. Incluso los roles
sociales son también condicionados socialmente para cada
sexo.

Estas asignaciones de roles datan de épocas
remotas: Platón (428-347 a.n.e y Aristóteles
384-322 a.n.e.) en sus tratados filosóficos ponen
énfasis en la pasividad de la mujer y las cualidades que
hacen superiores a los hombres. Demóstenes (384-322
a.n.e.) político y filósofo griego dijo:

"Tenemos hetairas para el placer, concubinas para el uso
diario y esposas para darnos hijos legítimos y para
guardarnos fidelidad durante toda la vida en el interior de la
casa."[4]

En la población estos aprendizajes de
género se asumen como rasgos "biológicamente
determinados por el hecho de pertenecer a uno u otro sexo."Esto
se va configurando como una imagen de sí o de identidad
genérica en la medida que cada cual se comporta de acuerdo
a lo exigido culturalmente para su sexo. La trasmisión de
los roles es un elemento esencial en la identidad
genérica, lo que propicia progresivamente, la
aceptación y sentimiento de pertenencia hacia determinado
sexo, asumiendo las asignaciones socio-culturales para cada
uno

Los patrones o modelos de conducta de un orden social
patriarcal, hacen mucho énfasis sobre todo en el hombre y
es así que pone su mirada desde muchos ángulos para
evaluar su ROL GENÉRICO de MASCULINIDAD.

Masculinidades.
Acercamiento a un concepto

Las problemáticas asociadas a la condición
masculina en Cuba han sido abordadas a lo largo de la historia
del pensamiento nacional desde diferentes disciplinas
científicas. Basta echar una mirada a los aportes de la
historia, la antropología, la sociología y la
psicología del patio para comprender tal
afirmación. Pero es a partir de la década del
noventa que esta temática se convierte en objeto
particular de indagación.

Patricia Arés Muzio (1996) aborda el costo de ser
hombre, empleando la categoría «expropiaciones de la
masculinidad» a partir de resultados del trabajo con grupos
de hombres de La Habana. Ramón Rivero Pino (1998, 2000)
valora las representaciones sociales del rol paterno y sus
implicaciones psicológicas y sociopolíticas en una
muestra multigeneracional con sujetos de diferentes estratos
sociales del municipio de Santa Clara. Conceptualiza la
contradicción que se presenta entre rol y función
paterna, y reflexiona sobre sus causas.

G. Taybo y A. González (1998) estudiaron el
imaginario social de la masculinidad en hombres jóvenes en
un trabajo de diploma para optar por el título de
licenciados en Psicología por la Universidad de
Oriente-Santiago de Cuba. En ésta se pueden encontrar,
como ideas básicas, las siguientes. El imaginario social
del rol de hombre lo constituyen características como las
tradicionales asignaciones instituidas a la masculinidad,
expresadas a través de la manifestación de mitos
relacionados con la virilidad (Don Juan, el conquistador), que
aluden al protagonismo erótico, en el que la
heterosexualidad es considerada como emblema identificatorio de
la masculinidad, lo cual sustenta y legitima la promiscuidad en
los hombres.

Anabel Tápanes (2001) estudió las
características de un grupo de varones entre los
veintitrés y sesenta años de edad, ocupados
laboralmente en diversas profesiones. Las más
sobresalientes fueron: emocionalmente cerrados, sexualmente
desordenados, inteligentes, vaciladores, infieles. Además,
se autodefinieron como activos, agresivos, «de la
calle», decididos, dominantes, seguros de sí mismos,
fuertes, valientes, entre otros.

Yunier López Arcia (2000) se adentró en el
estudio del imaginario social en padres jóvenes en un
trabajo de diploma para optar por el título de licenciado
en Psicología por la Universidad de Oriente-Santiago de
Cuba. La paternidad, refiere el autor, aún no constituye
una dimensión que define la identidad masculina. Las
contradicciones entre los contenidos de las asignaciones
masculinas y las expectativas en relación con los padres
generan malestares a no pocos hombres que son objeto de juicios
valorativos diferentes y opuestos. La paternidad queda
desplazada; es un rol desvalorizado en el imaginario instituido
que cobra fuerzas a nivel de lo instituyente. Se evidencia mayor
conciencia de las dificultades que tienen y la necesidad de
producir activamente cambios en sus roles.

Mayda Álvarez Suárez (2001) emplea
referentes de la psicología social para explorar la
construcción sociocultural de la masculinidad. Hace
referencia a cambios que se producen en la sociedad cubana y que
constituyen factores centrales en el proceso de transformaciones
de la masculinidad.

Julio César González Pagés (2002)
aporta sobre la influencia del legado histórico cultural
en la configuración del modelo hegemónico de
masculinidad en Cuba, así como la definición de
espacios vitales de socialización de esta ideología
en la actualidad. Incorpora el término
«masculinidades» en el discurso científico
cubano.

Iris Gibert Marrero y Dolys María Aragón
Betancourt (2009) desarrollaron investigaciones acerca del
tratamiento que hacen los medios de difusión (radio y
televisión) de los modelos de masculinidad vigentes en la
sociedad cubana y el carácter reproductor de estereotipos
en la actividad de los mismos.

Roberto Carlos Delgado (2010) indaga acerca de las
formas históricas de masculinidades y su empleo difusivo
en el periódico El Invasor de Ciego de
Ávila. Propone una estrategia de intervención
comunitaria para la superación de las contradicciones
existentes en el colectivo de trabajadores de este
órgano.

Los referidos estudios han abierto el camino en la
búsqueda de información y en la reflexión
acerca de cuestiones esenciales del sentir, pensar y actuar las
masculinidades en nuestro país. Dentro de sus fortalezas
podrían señalarse: su abordaje desde diferentes
disciplinas científicas; la identificación de
malestares sociales asociados a la forma tradicional de ejercicio
de la masculinidad en Cuba y, en particular, de las formas
específicas de ser hombre; tener en consideración
aspectos de carácter socio-psico-biológico del
desarrollo humano en el tratamiento de este asunto; el
diseño y la aplicación de metodologías
diversas con enfoque participativo que han contribuido a
sensibilizar en relación con la importancia del tema y la
necesidad de transformar el estado existente.

Para Julio Cesar González Pagés, autor de
"Macho Varón Masculino"(2010), donde sistematiza los
estudios de varones y masculinidades realizados en nuestra isla;
el género es entendido como una construcción
histórica y socio-cultural
que adjudica roles,
identidades, valores y producciones simbólicas a hombres y
mujeres, incorporados a estos/as mediante los procesos de
socialización.

Para este autor la masculinidad no es una
categoría esencialista, ni estática, sino una
construcción socio-histórica que se
encuentra vinculada a otras categorías como la raza, la
nacionalidad, la clase social y la opción sexual. Las
características, conductas a seguir y cánones que
la definen, varían en cada contexto espacio-temporal, y
son una meta a alcanzar por los varones; en particular aquellas
que definen a un modelo de masculinidad hegemónica, que
detenta el poder en las relaciones con las mujeres y con los
hombres que no cumplen los requisitos que dicho modelo
establece.

A tono con lo anterior, es valido resaltar que, al
hablar de masculinidad no se debe obviar la existencia de
múltiples tipologías de esta, de ahí que
muchos académicos/as utilicen el término en plural:
masculinidades.

Para Robert W. Connel: "En cualquier tiempo dado, se
exalta culturalmente una forma de masculinidad en lugar de otras.
La masculinidad hegemónica se puede definir como la
configuración de práctica genérica que
encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la
legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para
garantizar) la posición dominante de los hombres y la
subordinación de las mujeres".
[5]

Esto no significa que los portadores más visibles
de la masculinidad hegemónica sean siempre las personas
más poderosas. Ellos pueden ser ejemplares tales como
actores de películas, o incluso figuras de
fantasía, o como un personaje del cine. Los poseedores
individuales de poder institucional o de gran riqueza pueden
estar lejos del modelo hegemónico en sus vidas
personales.

Las definiciones normativas de masculinidad, enfrentan
el problema de que no muchos hombres realmente cumplen dichos
modelos normativos. Este punto se relaciona con la masculinidad
hegemónica. El número de hombres que rigurosamente
practica los patrones hegemónicos en su totalidad,
pareciera ser bastante reducido. No obstante, la mayoría
de los varones gana por hegemonía, ya que ésta se
beneficia con el dividendo patriarcal, aquella ventaja que
obtienen los hombres en general de la subordinación de las
mujeres.

Como se ha señalado anteriormente, los registros
de masculinidad se han preocupado por los síndromes y
tipos, pero no por las cifras. No obstante, al pensar sobre las
dinámicas de la sociedad como un todo, las cifras
sí importan. La política sexual es política
de masas, y el pensamiento estratégico necesita
preocuparse por dónde están las mayorías. Si
un gran número de hombres tiene alguna conexión con
el proyecto hegemónico, pero no encarna la masculinidad
hegemónica, se requiere de una manera de teorizar su
situación específica.

Esto se puede hacer al reconocer otra relación
entre grupos de hombres, la relación de complicidad con el
proyecto hegemónico. Las masculinidades construidas en
formas que permiten realizar el dividendo patriarcal, sin las
tensiones o riesgos de ser la primera línea del
patriarcado, son cómplices en este sentido.

Es tentador tratarlos simplemente como versiones
pusilánimes de la masculinidad hegemónica -la
diferencia que se observa entre los hombres que avivan los
encuentros de fútbol en su televisor y aquéllos que
salen al barro y se atacan entre sí. Pero, a menudo existe
algo más cuidadosamente elaborado que eso. El matrimonio,
la paternidad y la vida comunitaria, con frecuencia involucran
importantes compromisos con mujeres, más que
dominación descarnada o un despliegue brutal de autoridad.
La gran mayoría de los hombres que obtiene el dividendo
patriarcal también respeta a sus esposas y madres, y nunca
son violentos con las mujeres; ellos hacen su parte en los
quehaceres domésticos, traen al hogar el sustento
familiar, y pueden convencerse fácilmente de que las
feministas deben ser extremistas que queman sus
sostenes.

La hegemonía, la subordinación y la
complicidad, como acabamos de definirlas, son relaciones internas
al orden de género. La interrelación del
género con otras estructuras, tales como la clase y la
raza, crea relaciones más amplias entre las
masculinidades.

Las relaciones de raza pueden también convertirse
en una parte integral de la dinámica entre las
masculinidades. En un contexto de supremacía blanca, las
masculinidades negras juegan roles simbólicos para la
construcción blanca de género. Por ejemplo, las
estrellas negras deportivas llegan a ser ejemplares de rudeza
masculina, mientras la figura de fantasía de los
violadores negros desempeña un rol importante en la
política sexual entre los blancos, un papel muy explotado
por los políticos de derecha en Estados Unidos.
Contrariamente, la masculinidad hegemónica entre los
blancos sostiene la opresión institucional y el terror
físico que ha enmarcado la conformación de las
masculinidades en las comunidades negras.

Estos dos tipos de relación -hegemonía,
dominación/subordinación y complicidad por un lado,
y marginación/autorización, por otro lado- integran
un marco en el cual podemos analizar masculinidades
específicas. Términos tales como la "masculinidad
hegemónica" y "las masculinidades marginadas", denominan
no tipos de carácter fijos sino configuraciones de
práctica generadas en situaciones particulares, en una
estructura cambiante de relaciones. Cualquier teoría de la
masculinidad que tenga valor debe dar cuenta de este proceso de
cambio. "

Para resumir el tema se puede decir que hay tantos
conceptos de masculinidad como grupos de hombres hay. En el mundo
prima la masculinidad hegemónica,  con la que los
hombres ejercen su poder de supremacía, está
otorgada desde la biología, primero,  y enraizadas
después desde la política, las religiones, las
normativas sociales y  por las costumbres.

Hegemonía
masculina y Familia cubana. Arribando a
conclusiones

El machismo es la ideología sexual que concentra
el poder, la libertad, la permisividad y las excelencias en el
hombre y la inferioridad y el sometimiento de la mujer. El perfil
del macho está condicionado por las asignaciones
socio-culturales del patriarcado, que ya analizamos y que
están dados en sus cualidades, sentimientos, actitudes y
pautas de comportamiento. [6]

Todos los esteriotipos exigidos al hombre, desde el
Patriarcado hacen que ellos posean muchas inhibiciones porque
deben asumir muchas conductas que son impuestas, exigidas desde
lo social y por tanto muchas veces sienten la imposibilidad de
expresarse tal y como son.

Estos modelos socio-culturales han llevado a cabo
expropiaciones importantes a los hombres que les reporta un alto
costo en lo personal, se pueden mencionar:

– Represión de las emociones y sentimientos (no
llorar, no tener miedo, no ser tiernos, no entregarse totalmente,
etc.)

– Poco dominio y autovalidismo en el interior del hogar.
No aprenden articular las necesidades de la cotidianidad. No
aprenden a resolver sus necesidades primarias, no cocinan, no
lavan sus ropas, no saben combinarse la ropa, no saben limpiar
bien, no saben ordenar, etc.

– No son los dueños de su sexualidad porque ha de
hacer su papel de macho siempre que lo soliciten para evitar
cuestionamientos acerca de su hombría, incluso a veces,
sin que le agrade a él la pareja.

– La paternidad se constituye de manera
periférica, pues ellos delegan estas responsabilidades en
las madres. Ellos son los representantes de la autoridad y los
encargados de proveer al hogar desde lo material. Desde
pequeño es censurado si juega a las "casitas" porque es
visto como juegos de hembras. Se le prohíbe aprender a ser
padres y en cambio a las hembras se les estimula a aprender a ser
ama de casa y madre. El Decreto-Ley 234 de la Maternidad de la
Trabajadora (2003), con su resolución complementaria
número 22/2003 -que otorga iguales derechos a los padres
cubanos para obtener una licencia laboral y quedarse al cuidado
de los hijos durante el primer año de vida, es una muestra
de que persisten estereotipos y resistencias en la sociedad
cubana, lo cual es resultado de la sedimentación de
prácticas socioculturales en su mayoría
machistas.

Según estadísticas del Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social, desde el año 2006, hasta
septiembre del 2011, apenas 96 padres se habían acogido al
disfrute de la prestación social en todo el país,
para el cuidado de los hijos; cifra insuficiente a juzgar por los
ocho años que lleva vigente el Decreto-Ley. Muchos de
estos, además, lo han hecho como consecuencia de
situaciones excepcionales (muerte o enfermedad de la
madre).

Estos esteriotipos sociales tienen una resultante y es
la SOBREEXIGENCIA, por lo que los hombres:

– Tienen muchos temores que no muestran porque
resultarían debilidades ante los demás, admitir los
fallos, cobardías o blandenguerías, los hace
padecer, sufrir, pero en soledad, porque si no está en
juego su propia identidad.

– Estar constantemente en "alerta" para evitar que otros
hombres lo humillen, se burlen de él o lo critiquen, por
no ajustarse en algún momento al modelo de "hombre" que se
espera de él.

Está sometido al stress mantenido, en defensa de
su propia imagen.

– Tienden a veces a enajenarse al tener un sentimiento
de pérdida de la identidad, lo cual les falsifica su yo
con frecuencia y los conduce a un permanente stress. Ellos deben
hacer muchas cosas por presiones sociales al concebirlos capaces
de todo. Se les supone desde que nacen: valientes, seguros,
fuertes, independientes, etc. Es un rol que desde niños
deben ser adultos y se le dice a un niño pequeño:
no llores, ni chilles, los hombres no hacen eso.

– No cultivan todos los matices de los afectos, en las
relaciones con otros, incluyendo sus propios hijos y por eso
necesitan distanciarse emocionalmente y así mostrarse
omnipotentes y autoritarios, fuertes, aunque no se sientan
preparados para ello. Sus sentimientos y sensibilidad han de
reprimirse pues esto puede debilitarlos.

– A menudo los hombres no asumen responsabilidad
(financiera u otra) por hijos que son fruto de relaciones
casuales, aun cuando presuman de la existencia de estos como
prueba de su masculinidad.

En nuestro país se deben reconocer los hijos de
acuerdo a la ley del Registro del Estado Civil y este hecho
está desvinculado de la situación matrimonial de
los padres, pues todos los hijos tienen ante la ley iguales
derechos ya sean concebidos dentro o fuera del
matrimonio.

El rol paterno tiene sus antecedentes en otro rol
genérico que es el de MASCULINIDAD, el cual ha sido
aprendido desde patrones socio-culturales patriarcales que
trasciende nuestra existencia misma, ya que pertenecen a un
pasado que incluye varias generaciones y aun están
presentes en nuestra cotidianidad. Creo que no está lo
suficientemente esclarecido, concientizado y explicitado los
límites de lo que debemos asumir y lo que debemos rechazar
de esta cultura patriarcal a los efectos de ser más
funcionales en nuestras familias actuales que tienen exigencias
diferentes a las del pasado, porque también ha cambiado el
momento histórico y los niveles de desarrollo de la propia
sociedad en la cual estamos insertados.

– La evasión es muy frecuente como respuesta a
liberar esas tensiones y ¿cómo lo hacen? Con
hábitos tóxicos, el cigarro, el alcohol y hasta la
droga se vincula con mayor frecuencia con el sexo masculino, para
dar salida a la sobreexigencia social, económica y sexual,
ostentando fortaleza a toda costa, aunque se sientan
vulnerables.

– Al gratificar su autoestima desde estos patrones
socio-culturales, sacrifica justamente lo más humano de su
existencia. A esta compleja e intensa exigencia se le
añaden los matices que desde lo personológico se le
suma al ROL en función de su propia identidad
genérica.

De todo lo anteriormente expresado se puede llegar a la
conclusión de que tanto hombres como mujeres asumiendo
aún las asignaciones heredadas de los patrones
socioculturales patriarcales, no hacen posible un encuentro que
permita a la pareja disfrutarse mutuamente y crecer ambos como
personas.

La experiencia también indica que estas
contradicciones no desaparecen de manera espontánea luego
de cambiar las relaciones en la base material de la sociedad, las
relaciones de producción. Este cambio crea las condiciones
necesarias pero no es suficiente, tiene que estar unido a una
compleja, intensa y prolongada lucha ideológica que
permita modificar hábitos, costumbres y prejuicios,
forjados y sostenidos durante milenios.

Para lograr los cambios necesarios se hace
imprescindible una toma de conciencia de que los cambios
socio-económicos y las nuevas exigencias históricas
exigen una ruptura de los roles tradicionales de género,
de los arquetipos sexuales, de las formas de crianza y de los
modos de relación de pareja.

Esto es un proceso que ocurre también a nivel
mundial.

De todas formas, las prácticas familiares han
tenido que cambiar a partir de:

– La incorporación de la mujer al mercado del
trabajo y a la vida pública y social.

– La sustentación ideológica en
movimientos de liberación femenina (feminismo).

– Las conquistas alcanzadas en la adquisición de
los derechos reproductivos y sexuales de la mujer (llamado
también revolución sexual).

– La aparición de un nuevo modelo de familia,
integrado por dos miembros del mismo sexo. Al haberse reconocido
este tipo de unión legal, en las legislaciones de algunos
países, y en la existencia de este tipo de unión
consensual en nuestra isla.

– Muchas familias han cambiado la lógica afectiva
sin importar las consecuencias sociales; los valores se van
trocando, lo que determina es lo material. La aceptación
de esta situación, por parte de algunas familias, ha
traído el deterioro y la desmoralización. (Incluso
del modelo de masculinidad hegemónica)

Sin embargo todo ello derivó en lo conocido como
"la crisis de la familia "lo cual está dado en las nuevas
formas de organización, los cambios en su
composición, y estructura, su diversificación,
disminución del número de hijos, incremento del
divorcio, etc. La combinación de estos nuevos elementos no
siempre aparece de modo coherente con los nuevos valores porque
sabemos que los valores culturales de la familia concomitan con
valores del pasado que aún tienen vigencia. Por el
contrario es bastante frecuente en esta etapa de cambios, la
existencia de contradicciones que se pueden expresar desde
diferentes puntos de vista:

– Entre el discurso y la práctica (hagan lo que
yo digo y no lo que yo hago).

– Como doble moral (lo que es censurable a la mujer, se
le aplaude al hombre)

(Diferentes formas de comportamiento en la vida
pública y en la privada)

Las prácticas comienzan a ser instituyentes de
nuevos valores; y los principios que se enarbolan si no son
funcionales a esas prácticas, pierden su importancia y
esencialidad. Pasan a existir como lo deseable, pero no lo
posible.

Actualmente se observa una singular movilidad en los
roles de género, comienzan a permeabilizarse sus fronteras
y a interpenetrarse sus contenidos.

Conclusiones

  • Todavía existen valores culturales enraizados
    y muchas normas que afectan la vida familiar, pues
    está presente aún la influencia patriarcal, y
    todo un sistema de creencias y mitos que prescriben
    comportamientos a veces muy exigentes o rígidos que
    impiden la flexibilidad y el cambio familiar.

  • La violencia se identifica con agresividad, asociada
    con masculinidad (entiéndase hegemonía
    masculina) porque uno de los atributos de los hombres
    resultado de la construcción social es la actitud
    rápida y enérgica ante un problema.

  • La hegemonía masculina puede provocar
    adolescentes y jóvenes violentos dentro de la familia
    y en todos los aspectos de las relaciones
    sociales.

  • El modelo de masculinidad hegemónica no
    permite a la pareja disfrutarse mutuamente, crecer ambos como
    personas y una adecuada forma de educación de los
    hijos para las condiciones actuales.

  • La masculinidad entorpece del desarrollo y
    crecimiento de la familia y los integrantes de la
    sociedad.

Partes: 1, 2

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