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Los misterios de Dios



Partes: 1, 2

  1. La
    vida
  2. La
    oración
  3. Infancia espiritual
  4. Hacia
    la santidad
  5. Vivencias de Santos
  6. Parábola del niño
    pobre
  7. Parábola del hombre
    solitario
  8. Hechos
    maravillosos
  9. Conclusión

"En el principio existía el Verbo y el
Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios… En Él estaba
la vida y la vida era la luz de los hombres… Vino a los suyos,
pero los suyos no lo recibieron… Y el Verbo se hizo Carne y
habitó entre nosotros… De su plenitud todos hemos
recibido gracia tras gracia. La gracia y la verdad vinieron de
Jesucristo" (Jn 1, 1-11).

En el principio existía un hombre
(JESUSCRISTO) y ese hombre estaba con Dios y el hombre era Dios.
En ese hombre estaba la vida de todos los hombres de la tierra
que los iluminaba con sus enseñanzas. Desde el cielo en
donde moraba junto a su Padre vino a nosotros para darnos vida y
la enseñanza de ser verdaderos hijos del Santísimo
Creador, sin embargo nosotros no creimos en él y le dimos
muerte. De parte de él recibimos en esta vida muchas
bendiciones a cada instante y no nos damos ni cuenta. Todas las
cosas hermosas de esta vida vienen de él y si sufrimos o
pasamos por momentos de angustia y desesperación, es
simplemente porque nos apartamos de sus enseñanzas de tal
modo, nuestro sufrimiento es consecuencia de nuestro obrar, o
como una llamada de atención que el padre hace a su hijo
desobediente.

"A cuantos lo recibieron les dio LA
BENDICIÓN de llegar a ser hijos de Dios" (Jn 1,
12)

Y tú: Te sientes hijo del Padre Dios? Te
sientes como un niño pequeño en los brazos del
Padre?

Por medio de Jesúscristo hemos recibido el
espíritu de adopción por el que clamamos Abba,
(Papá). Es decir, hemos recibido el Espíritu Santo
como lo prometió a sus seguidores que los enviaría
una vez partiera de esta tierra para morar nuevamente con su
Padre Celestial al darle la muerte clavandolo en una
cruz.

Entonces, por medio de Jesús y el
Espíritu Santo somos hijos de Dios y también
herederos; herederos de Dios, coherederos con Cristo"
(Rom.
8, 15-17).

Nota:

Recordemos que el Espíritu Santo fue enviado el
día de Pentecostés a sus dicípulos. En esa
ocasión el Espíritu Santo bajó y se
posó sobre cada uno de los ahí reunidos como
lenguas de fuego. Ellos quedaron llenos de Espíritu Santo.
Este llenarse de Espíritu Santo es muy particular en los
católicos carismáticos o protestantes
carismáticos como los pentecostales por ejemplo. Cuando
son llenados de Espíritu Santo, entonces algunos lloran,
otros cantan, otros se ríen, otros gritan alabando al
Señor Jesús, otros hablan en lenguas un ("idioma"
que ellos llaman angelical que no los entiende otro que no sea
aquellos que participan en estas oraciones.) Todo el salón
se llena de euforia de alegría y alabanza. Muchos dicen de
ellos que son locos, ignorantes o que "los agarró el
espíritu". Que ignorancia tan grande. Sin embargo cuando
vamos al estadio y nuestro equipo hace un gol que le significa el
triunfo, cómo lo manifestamos?. Cuando vamos a ver un
concierto de nuestro cantante favorito, cómo
reaccionamos?. Entonces, por qué nos asombramos o nos
burlamos de los carismáticos en circunstancias que dan
gloria y alabanzas a Jesús? Ignacio Larrañaga los
alaga y recomiensa ese tipo de oración.

¿Te sientes hermano y amigo de Jesús?
¿Qué significa para ti el Amor y el poder
santificador del Espíritu Santo? ¿Lo amas, lo
invocas y le pides sus dones y carismas o es para ti un gran
desconocido? Padre, Hijo y Espíritu Santo forman la
Trinidad santa, un solo Dios, que existe desde siempre y para
siempre.

Y Dios creó a los ángeles… y muchos de
ellos se rebelaron contra Dios y quedaron convertidos en
demonios. Y Lucifer (fuente de luz), la criatura más
hermosa creada por Dios, se convirtió en el Dragón.
"Y fue arrojado el Dragón grande, la antigua
serpiente, llamada diablo y Satanás… Miguel y sus
ángeles pelearon contra el Dragón y peleó el
Dragón y sus ángeles y no pudieron triunfar y no
pudo haber lugar para ellos en el cielo"
(Apocalipsis 12,
7-9).

Y aquí comienza también el drama de la
humanidad. Adán y Eva creados por Dios con los dones de la
inmortalidad, impasibilidad, integridad y ciencia infusa, y por
instigación del diablo pecaron contra Dios y quedaron
privados de estos dones. Desde entonces toda la Historia humana
se desarrolla como una gran batalla (Dios, ángeles,
hombres, Satanás, demonios).

Así lo expresa el Apocalipsis y el
capítulo 6 de la Carta a los Efesios: (Ef 6, 10-14)
"Confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder;
vestíos con la armadura de Dios para que podáis
resistir las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra
la carne y la sangre, sino contra los malos espíritus…,
estad, pues, alerta"

(I Pedro 5, 8) "Sed sobrios y vigilad
que vuestro adversario el Diablo como león rugiente, anda
rondando, buscando a quién devorar"

(Sant. 4, 7) "Resistid al diablo y huirá
de vosotros"

Nota:

En Efesios 6 del 10 al 17 se encuentra una
enseñanza que deberíamos andar con ella en la
cartera a diario y leerla especialmente al despertarnos o salir a
la calle. Dice así:

… Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo.

Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos
con la verdad y vestidos con la coraza de la justicia, y calzado
los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo,
tomad el escudo de la fe con el cual podais apagar los dardos de
fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación y la
espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios.

La
vida

Vive tu vida con alegría. La vida es un
don maravilloso. Fuimos creados para el gozo y la alegría
de vivir con Dios,
pero el pecado trastornó los
planes divinos y desde entonces la vida es una lucha constante,
una prueba, una gran batalla. Para ganarla debemos obedecer a
Dios, que, como buen Padre, sabe mejor que nosotros los que nos
conviene. Debemos amarlo con todo el corazón y seguir sus
mandamientos.

No olvidemos que sólo se vive una sola vez. Por
eso, debemos aprovechar bien el tiempo de vida que Dios nos
dé. Vivamos de cara a la eternidad que nos espera.
Demos más importancia al alma que al cuerpo, a las cosas
espirituales que a las materiales. Si empleáramos tanto
tiempo en el cuidado del alma como el que empleamos en el cuidado
del cuerpo, qué bien nos iría.
Pero, con
frecuencia, nos olvidamos de Dios y de las cosas espirituales y
vivimos abocados totalmente al cuerpo y a las cosas de este
mundo. Perdemos de vista la perspectiva del más
allá y olvidamos que esta vida es pasajera. No queremos
darnos cuenta de la gran realidad de la muerte, que puede venir
en cualquier momento.

Por ello, debemos vivir conscientes, con la mirada en
alto, siempre preparados, sin olvidar que la vida es demasiado
frágil y que puede romperse en cualquier momento.
Aprovechemos cada minuto de sesenta segundos que nos lleven al
cielo. Como decía el fundador del Opus Dei, san
Josemaría Escrivá de Balaguer: "Este mundo se nos
va de la mano, no podemos perder el tiempo, hay que administrarlo
bien, con sentido de la responsabilidad. Pero no debemos desear
morir antes de tiempo. Debemos desear vivir hasta haber cumplido
fielmente nuestra misión. Hemos de desear vivir para
trabajar por nuestro Señor, para hacer el bien a los
hermanos".

Nota:

Cuál es la misión mía en la tierra?
Cuál es el Plan de vida que Dios me ha encomendado? Lo
conoces? No te olvides que hemos sido creados con un
propósito, con un plan y ese propósito y plan
debemos conocerlo y cumplirlo. También te pregunto: Para
qué fuistes creado/a. Piensa.Otra pregunta: Por qué
o con qué proposito Dios creó toda la humanidad? Me
acuerdo que Ignacio Larrañaga nos dijo en un retiro
espiritual en Punta de Tralca: "…y quién eres tú
para tener la osadía de tratar de comprender todas las
cosas de Dios?" Hay mi buen padre, que difícil es ser el
hijo que Tú quieres que seamos.

Vivir es recibir con ilusión la luz de
cada día, es tener a Dios como compañero de camino,
sin olvidar a nuestros hermanos. Vivir es enfrentarse sin temor
al día de mañana, es comer con gozo el pan ganado
con el sudor de cada día. Vivir es abandonarse plenamente
en los brazos de Dios y confiar en Él, pase lo que pase.
Es tener paz en la conciencia y poder dormir sin sobresaltos ni
temores cuando llega la noche. En una palabra, vivir es amar y
tener la vida de Dios en nuestro corazón.
Por
eso, la vida se desarrolla y se enriquece cuando aumenta el
número de instantes que están llenos de amor. El
que desprecia un instante no llegará jamás a la
plenitud de la vida. Sepamos, pues, decir ¡Sí! a
Dios en cada instante. Vivamos el presente en plenitud y
responsabilidad.

Si lees, lee plenamente; si comes, hazlo como quien
experimenta un regalo con agradecimiento; si hablas con alguien,
dedícate a escucharlo. Hazlo así en todas las
cosas, en el trabajo, en el sueño, en el tiempo libre, en
la oración. Y así en medio de la vida,
encontrarás el camino hacia lo profundo de ti mismo y
encontrarás a Dios y serás feliz. Como decía
San Agustín: "Dios es más íntimo que
lo más íntimo de ti mismo y más superior que
lo más supremo de ti mismo".

Te recomiendo que no seas mediocre, que aspires siempre
a las alturas, que des sentido a cada momento de tu vida,
haciéndolo todo por amor a Dios. No importa lo que seas ni
lo que hagas, hazlo todo con amor y por amor, porque Dios
no mira tanto lo que hacemos sino el amor con que lo
hacemos.
Haz bien lo que haces y no olvides la
eternidad. Se nos dice en el Eclesiástico:
"Acuérdate de tus postrimerías y nunca
jamás pecarás". Acuérdate de que
después de la muerte hay un juicio y después viene
una eternidad feliz o infeliz.
Toma tu vida con ambas
manos y ofrécesela a Dios con amor, y confía en
Él sin temor.

Para meditar en la fugacidad de la vida, puedes visitar
un cementerio y pensar en los que fueron y ya no son. Puedes
imaginarte que tienes cáncer y sólo te quedan dos
meses de vida o que te vas a quedar ciego o paralítico.
¿Qué harías? ¿Cómo
vivirías el tiempo que te queda de vida? Imagina tu muerte
y tu funeral. Medita y ora y no temas. Dios está a tu lado
y te ama y te quiere hacer feliz por toda la eternidad. Ponte en
sus manos como un niño y confíale tus problemas,
tus pecados y tus necesidades. Sonríe, DIOS TE AMA.
Y trata de vivir con alegría y cumplir fielmente la
misión que te ha encomendado.
Como decía
el Cardenal Newman: "Dios me ha confiado un trabajo que no
ha encomendado a ningún otro. Tengo una misión en
la vida. De algún modo, yo soy necesario para su
propósito y no puedo defraudarlo".
Para
conseguirlo debes orar mucho.

La
oración

Decía Sta. Teresita del Niño Jesús:
"Cuán grande es el poder de la oración.
Diríase que es una Reina que tiene siempre libre entrada
en el palacio del Rey, pudiendo obtener todo lo que le pide…
Para mí la oración es un impulso del
corazón, una simple mirada al cielo; es un grito de
agradecimiento y de amor que elevamos al cielo, lo mismo en medio
de la tribulación que en el seno de la alegría. En
fin, es algo elevado y sobrenatural, que dilata el alma y la une
a Dios
".

Ella misma nos dice que cuando no podía rezar,
recitaba muy despacio el Padrenuestro y el Avemaría y
sentía que alimentaba espiritualmente su alma.

¡Qué importante es la oración!
¡Qué importante el orar unos por otros!
¡Cuántas bendiciones habremos recibido de personas
desconocidas que han orado por nosotros, o cuyas oraciones Dios
nos las ha aplicado para nuestro bien! Al respecto, decía
Sta. Teresita: "Cuántas veces he pensado que muchas
de las gracias extraordinarias con las que Dios me ha colmado se
las debo a algún alma humilde a la que sólo
conoceré en el cielo".

Una de las principales maneras de orar es
ofrecerle a Dios lo que somos y tenemos, empezando por nosotros
mismos.
Podemos consagrarnos a la Trinidad, al Padre,
Hijo y Espíritu Santo en particular, a María
nuestra Madre. También podemos consagrar a Dios los
objetos que poseemos, nuestros familiares, nuestra vida, nuestras
cualidades, etc.

Hagamos de nuestra vida una continua
oración. La oración es la fuerza de la vida, porque
es hacer presente a Dios que nos ayuda en nuestro caminar. San
Agustín decía que "la oración es la fuerza
del hombre y la debilidad de Dios".

Infancia
espiritual

Sta. Teresita del Niño Jesús es la Maestra
de la infancia Espiritual, que consiste en hacernos niños
para llegar más fácilmente a Dios. Sentirnos como
hijos pequeñitos que no pueden nada ni valen nada, pero
que se dejan amar y solamente saben dar pequeños besitos a
su padres. Los padres no exigen grandes cosas a sus hijos
pequeños ni los castigan con excesivo rigor. Saben que son
niños y los quieren como tales y son felices de tenerlos
así. Pues bien, hagámonos como Sta. Teresita, los
niños de Dios, no nos preocupe demasiado el hacer grandes
ayunos o penitencias, los niños no pueden hacerlas. Sta.
Teresita buscaba un camino corto para ir al cielo, buscaba un
ascensor para subir sin mucho esfuerzo y lo encontró en
los brazos de Jesús. ¡Ojalá que sepamos vivir
siempre como niños en los brazos de nuestro
Papá-Dios! Por ello nos dice: "Oh, si todas las
almas débiles e imperfectas como la mía sintieran
lo que yo siento, ninguna desesperaría de llegar a la
cumbre de la montaña del amor, puesto que Jesús no
pide acciones extraordinarias, se contenta con que le demostremos
confianza y gratitud… De tal manera comprendo que sólo
el amor es capaz de hacernos agradables a Dios, que es lo
único que ambiciono… Soy como un pobre pajarillo
cubierto solo de ligero plumón, no soy un águila,
únicamente poseo sus ojos y el corazón. Quisiera
imitar a las águilas, pero sólo sé agitar
mis alitas y no puedo volar. Pero soy feliz de verme así
pequeña y débil, mi corazón goza de dulce
paz… Quisiera ser el juguetito de Jesús… quisiera
divertir al Niño Jesús y entregarme a sus caprichos
infantiles… Oh, Jesús mío, os amo… mi
vocación es el AMOR. Sí, hallé el lugar que
me corresponde en el seno de la Iglesia. En el corazón de
mi Madre, la Iglesia, yo seré el AMOR. Así se
realizarán todos mis sueños… no soy más
que una niña débil e impotente, mas esta misma
debilidad me comunica la audacia de ofrecerme como víctima
de vuestro amor… Quisiera ser misionera, no solo durante
algunos años, sino haberlo sido desde la creación
del mundo y continuar siéndolo hasta la consumación
de los siglos…"

Como vemos el caminito de Sta. Teresita es el camino de
la infancia, el camino de la confianza y abandono total en Dios,
sin reservas ni condiciones. Ahora bien, por el hecho de
sentirnos pequeños debemos sentir también la
necesidad de pedir ayuda a nuestros hermanos para que oren por
mí.

Yo me imagino a un niño, que es incapaz de
caminar por largos y difíciles caminos y mucho menos de
exponerse a peligros insospechados o a los animales salvajes. Un
niño que es incapaz de soportar el frío, el calor,
el hambre, la sed. Pero un niño que debe hacer un largo
camino hacia el cielo y para ello se hace acompañar
hermanos mayores, que lo pueden llevar en brazos cuando se canse,
que se preocuparán de que no le falte el agua o la comida
a su tiempo y que lo defenderán de todos los peligros.
¿Qué diríamos de este niño
inteligente, que sabe aprovecharse de la ayuda de sus hermanos? Y
¿qué diríamos de otro que, por soberbia o
por ignorancia, no quiere recibir ayuda y él solo quiere
hacer todo el trayecto, exponiéndose a tantos peligros y a
tantas dificultades? Sin duda alguna, el primero llegará
más rápido y seguro, no por sus propios
méritos, sino por los méritos y ayuda de sus
hermanos.

De ahí que Sta. Teresita para ir al cielo
descubrió el gran ascensor de los brazos de
Jesús.
Podía estar cansada o caminar en la
oscuridad y entre peligros, en los brazos de Jesús estaba
segura y caminaría más aprisa y llegaría con
seguridad a la meta. Dejémonos también nosotros
ayudar por Jesús para llegar merecidamente a los brazos de
Dios Padre.

Allí en el cielo, tendremos la gran
alegría de conocer y amar no sólo a nuestros
contemporáneos, sino a todos los hombres salvados de todos
los tiempos y conocer sus vidas y con ello dar gloria a Dios.
Allí no habrá barreras, como aquí, de
lenguas, razas o religiones. Allí todos nos hablaremos con
el gran lenguaje del amor. Allí todos nos sentiremos
hermanos. Allí no habrá ancianos, niños o
jóvenes. Todos seremos iguales ante Dios. Todos seremos
inmensamente felices por toda la eternidad. Y nadie será
capaz de quitarnos nuestra gloria.

Que el cielo sea la meta de nuestros deseos y
aspiraciones. Vivamos en plenitud la infancia espiritual para que
disfrutemos de la gran alegría de sentirnos miembros de la
gran familia de Dios. Y un día escuchemos a Jesús
que nos dice: "Venid, benditos de mi Padre a gozar del
Reino eterno que os he preparado desde la creación del
mundo". ¡Seamos Santos!

Hacia la
santidad

Todos estamos llamados a la santidad. Por tanto, todos
podemos y debemos ser santos. Desde toda la eternidad Dios nos ha
llamado a ser santos e inmaculados ante Él por el amor.
Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿Por qué hay
tanta diferencia entre unos santos y otros? En primer lugar, Dios
no hace dos personas iguales o repetidas. Cada santo tiene una
individualidad particular y manifiesta en su vida de modo
sobresaliente una característica de la vida de
Jesús: su pureza, pobreza, obediencia, amor, su
oración, penitencia, lucha contra el Maligno, su trabajo,
etc.

Ahora bien, ¿por qué Dios hace
diferencias y a unos llama a grandes grados de santidad y a otros
no tanto?
A esto responde Sta. Teresita:
"Jesús se dignó ilustrarme acerca de este
misterio. Puso ante mi vista el libro de la naturaleza y vi que
todas las flores por Él creadas eran hermosas; que el
esplendor de la rosa y la blancura de la azucena no menguan en
nada a la sencillez hechizadora de la margarita. Comprendí
que si todas las florecitas quisieran ser rosas, perdería
la naturaleza su galanura primaveral y ya no estarían los
campos esmaltados de florecitas. Lo mismo ocurre en el
jardín animado del Señor, en el mundo de las almas,
pues a semejanza de las rosas y azucenas, le pareció bien
crear los grandes santos; mas también creó otros
más pequeños que se contentarán con ser
humildes margaritas o sencillas violetas. Comprendí otra
cosa… y es que el amor de Ntro. Señor se revela lo mismo
en el alma más sencilla que en la más sublime. Si
todas las almas se asemejasen a las de los santos Doctores parece
que Dios no descendería bastante llegándose a
ellas. Pero ha creado también al niño desvalido,
que no sabe más que gemir débilmente; ha creado al
pobre salvaje y hasta estos corazones se digna bajar
también".

Puede que también exista otra razón.
Quizás se deba en parte a la oración de sus
antepasados. ¿Qué sabemos nosotros de los misterios
de Dios y del poder eficacísimo de la oración,
sobre todo, si se repite de generación en
generación? Los padres de Sta. Teresita pedían a
Dios insistentemente un santo misionero y, aunque sus dos hijos
hombres murieron, ¿no se lo concedió Dios
abundantemente en la misma Sta. Teresita, Patrona de las
Misiones? La oración nunca queda vacía y la
oración de los padres o antepasados por sus hijos nunca
deja de ser oída.

Por todo esto, es muy recomendable que los padres oren
por sus hijos desde que están en el vientre de la madre.
Que reciban con mucho amor incluso a sus hijos anormales. Que se
reconcilien con sus hijos abortados, con sus familiares difuntos
a quienes hayan ofendido.

Oremos para que Dios nos conceda la gracia de cumplir
fiel y plenamente la misión que nos ha encomendado. Oremos
por todos los hombres del mundo, sintiéndonos solidarios
con todos los hombres. Oremos siempre por todos nuestros
familiares, amigos y conocidos. Oremos por todos los pecadores,
que se han apartado del plan de Dios, sin olvidarnos de los
más pobres, enfermos, ancianos y necesitados en el cuerpo
y en el alma. Normalmente, como humanos que somos, vemos
más las apariencias: el dinero, la belleza, la juventud,
la salud, las cosas materiales, pero Dios mira el corazón.
Y todos tienen un alma que hay que salvar.
¡Qué decepción recibiríamos, si
viéremos el alma de las personas! Cuántos, que son
alabados humanamente por el mundo entero, aparecerían ante
nosotros horriblemente feos espiritualmente y cuántos, que
son despreciados, aparecerían bellos y puros ante
Dios.

Vivencias de
Santos

Leamos lo que nos dice Sta. Teresita del Niño
Jesús:

Quiero pasar al cielo haciendo bien en la
tierra… Soy feliz al morir, porque siento que esa es la
voluntad de Dios."Con satisfacción le anuncio mi cercana
entrada en la gloria. Lo que más me atrae a la patria
celestial es la esperanza de amar a Dios como lo he deseado
siempre.

Como vemos los santos no tienen miedo a la muerte, sino
más bien la desean, porque la ven como la puerta de
entrada en la felicidad sin fin. Por eso, debemos nosotros vivir
desde ahora ese maravilloso dogma de la Comunión
(común unión) con Dios y estudiar, leer y
practicar
de alguna manera la vida que tuvieron en la
tierra nuestros hermanos mayores que son los santos

Pidamos a Dios que nos permita ser parecidos a los santo
en nuestro diaro vivir.

Procuremos visitar frecuentemente a Jesús
Eucaristía (misa) y sintámoslo como un amigo
querido que nos ama y nos espera para ayudarnos, perdonarnos y
bendecirnos. Creamos firmemente en el poder de la oración
y procuremos orar mucho y pedir oraciones por nosotros a nuestros
hermanos.

El Ángel de la guarda es un gran amigo.
¡Cómo se arreglarían nuestros asuntos, si
antes de conversar con las personas con las cuales debamos
resolver algún asunto ivocáramos a sus
ángeles!

Algunas preguntas de
importancia:

  • 1. ¿Intentas vivir plenamente la
    misión que Dios te ha encomendado?

  • 2. ¿Aspiras a ser santo?

  • 3. ¿Cómo vives la Misa en tu
    vida?

  • 4. ¿Te ofreces con Jesús al Padre
    por la salvación del mundo?

  • 5. ¿Qué importancia tiene para ti
    la presencia real de Jesús en la
    Eucaristía?.

Es muy importante vivir intensamente la presencia de
Dios dentro de tu corazón. Como decía la Beata
Isabel: "El cielo es Dios y Dios vive en tu
alma".
Tienes el cielo de Dios en tu corazón, no
lo olvides. Así pues, que Jesús Eucaristía
sea el mejor amigo de tu vida y lo visites, lo beses en sus
imágenes, le pidas perdón, lo escuches en la
Escritura y lo recibas en la Comunión. Que el
Espíritu Santo sea tu Director espiritual, tu Maestro y
Guía, invócalo y pídele sus dones y
carismas. Dile siempre ¡SÍ! a Dios y no desprecies
nada de lo que Él ha creado para tu servicio. Sé
siempre agradecido y nunca ofendas a Dios con los dones que te ha
regalado. No olvides que perteneces a la gran familia de
Dios.

Parábola
del niño pobre

Había una vez un niño pobre, sin estudios,
que no había conocido a sus padres e iba por el mundo
mendigando un poco de pan para vivir. La mayoría de la
gente le despreciaba y nadie se preocupaba por él. Un
día fue a pedir limosna a casa de un Rey poderoso que
tenía muchos hijos, siervos y muchas posesiones. El Rey
tuvo misericordia de él y lo adoptó como hijo. La
Reina lo cuidó y lo llenó de amor. Fue encomendado
para su educación a un gran Maestro, de manera que poco a
poco, con el tiempo, llegó a ser un hombre grande y
poderoso en su Reino. Vivía feliz y, como era bueno, todos
los pobres y enfermos, ancianos y necesitados acudían a
él para pedir ayuda. Y el Rey le nombró
administrador de sus bienes para los pobres. Se hizo muy amigo
del hijo primogénito del Rey, el príncipe heredero,
y amaba con cariño a todos los siervos y siervas del Rey.
Cuando murió lo enterraron en un gran mausoleo a donde
acudían a visitarlo los pobres y necesitados, a quienes
tanto había ayudado y para quienes era un ejemplo, cuyo
recuerdo los animaba en el camino del deber y del amor agradecido
a su Rey y Señor.

Hermano, tú puedes ser ese niño. Tu
eres un hijo adoptivo de Dios. Dios es el Rey, su Hijo heredero
es Jesús, el Espíritu Santo es el gran Maestro que
te educa, María es la Reina que te cuida y te llena de su
amor, los hijos del Rey son los Santos, los ángeles son
sus siervos y siervas, los pobres y necesitados son las Almas del
Purgatorio y los hombres de la Tierra.
Y tú
puedes llegar a ser santo e hijo de Dios. Dios no necesita de tus
méritos, porque te ama infinitamente y ya te ha adoptado
como hijo. Él espera de ti que le ayudes a salvar a tus
hermanos y les distribuyas sus bienes, que Jesús nos
ganó en la Cruz. Tú puedes ser un ejemplo para las
generaciones venideras. Tú `puedes ser un buen
administrador de los tesoros de Dios. Tú puedes ser un
gran hombre a los ojos de Dios. Basta que te hagas como
niño y te dejes ayudar. ¡Ojalá lo
consigas!

Parábola
del hombre solitario

Había una vez un hombre, que vivía triste
y solitario en una cabaña muy pobre. Tenía muchas
propiedad, pero solamente vivía al día de la pesca
y de la caza. Un día perdió su red y su escopeta y,
como no podía pescar ni cazar, apenas si podía
sobrevivir por algunos días. Entonces tomó una
importante decisión para el resto de su vida.
Decidió salir de su soledad, de sus tierras, donde siempre
había vivido solo, e ir a buscar ayuda a la gran ciudad, a
la capital del Reino. Allí se fue a buscar al Rey para
contratar un ayudante para cultivar sus tierras. El Rey le
concedió, no un obrero cualquiera, sino a uno de sus
mejores empleados, un joven inteligente, bueno y preparado, y no
sólo por unos días, sino para el resto de su
vida.

Este joven le enseñó a criar peces en los
estanques propios, le enseñó la cría de
animales domésticos y el cultivo de la tierra. Con su
ayuda construyeron una casa mejor y empezaron a prosperar. Ya
tenían la vida asegurada y demasiada comida para ellos
solos en frutos de la tierra, animales y peces. Entonces
decidieron ir a buscar gente pobre para compartir con ellos
tantos bienes que poseían. El joven salió a los
caminos y ciudades vecinas y llamó a todos los que
encontró para que fueran a recibir alimentos. Muchos
pobres fueron, recibieron ayuda y se fueron, pero otros quisieron
quedarse para siempre y construyeron sus casitas a su lado y
empezó así a surgir una gran ciudad. Todos se
constituyeron en siervos y empleados del hombre rico, al que
construyeron un magnífico palacio y al que cultivaban sus
tierras y cuidaban sus animales.

Y aquel hombre, antes triste, huraño y solitario,
ahora era inmensamente feliz de poder ayudar a tanta gente pobre,
a quienes consideraba como hermanos y amigos. Cuando murió
su fama se extendía hasta los confines del mundo y de
todas partes vinieron a honrar su memoria. En su tumba colocaron
esta inscripción: "Aquí yace un hombre que
supo vivir y ser feliz, porque supo recibir ayuda y ayudar a los
demás".

Esta es la parábola. El hombre solitario y triste
puedes ser tú, aunque tengas inmensas cualidades recibidas
de Dios. El joven bueno e inteligente que te ayuda es tu
ángel custodio. Él te va a dirigir por el camino
del bien y te va a enseñar a hace fructificar las
cualidades que has recibido. Él te va a enseñar a
compartir tus riquezas materiales y, sobre todo, espirituales con
tantos hermanos necesitados de la tierra. Los que reciben ayuda y
se van son los egoístas y desagradecidos que no quieren
prosperar. Los buenos se quedan y prosperan a la sombra de este
hombre, que llega a ser santo y tiene infinidad de hijos
espirituales (sus siervos y siervas, que se quedan a ayudarlo).
Su fama al morir se extiende hasta los últimos confines
del mundo. ¡Aprende a dejarte ayudar de tu ángel
custodio e intenta vivir tu vida como la de los santos para
llegar a la santidad!

Hechos
maravillosos

Veamos ahora algunos hechos maravillosos de común
unión y colaboración con los ángeles, los
santos y los hombres buenos de la Tierra.

Don de la
bilocación

Hay muchos santos que han tenido este don para
trasladarse a lugares lejanos y ayudar a otros que se encontraban
en peligro o en gran necesidad. En la vida del Padre Pío
de Pietrelcina (hoy San Pío de Pietrelcina) se cuenta que,
estando en su convento de San Giovanni Rotondo, se le vio en la
Plaza de San Pedro el día de la canonización de
Santa Teresita del Niño Jesús. Por otra parte, en
una carta que escribió el día 10 de Octubre de 1914
afirmaba: "El Señor me concedió hacer una
visita a Giovina y por mi medio le dio muchas gracias el buen
Jesús".
Con frecuencia se hacía presente
en ciertos lugares por medio de un perfume divino, que llenaba de
paz.

De San Antonio se cuenta que mientras predicaba en
Padua, fue visto en Lisboa defender ante el tribunal a su propio
padre, acusado de homicidio.

San Alfonso Mª de Ligorio estando en Norcia dei
Pagani fue visto en Roma a la cabecera de la cama de Clemente XVI
moribundo.

La Beata Sor Ana de los Ángeles fue vista con
frecuencia por los campos de Arequipa, ayudando a los
indígenas, estando encerrada en su convento de
clausura.

Según los documentos de canonización del
Archivo Secreto del Vaticano, volumen 1292, folio 386, los
testigos fray Jacome de Acuña y fray Antonio José
de Pastrana, certifican de San Martín de Porres:
"Que estando en la hacienda de Limatambo, en algunas
ocasiones, en los días de Comunión se transportaba
e iba a socorrer a los pobres enfermos y necesitados del
Japón, Argel, China y Berbería… y por casos que
se averiguaron estuvo también en Bayona de Francia en un
hospital que hay en dicha ciudad y dispuso y fundó otro en
Barbería para los cristianos cautivos y estuvo en el
Japón consolando a los nuevos
convertidos".

Los
Ángeles

¿Quién no ha leído en la vida de
algunos santos los continuos servicios que les prestaba el
Ángel de la guarda? A San Raimundo de Peñafort lo
despertaba para la oración; a la Beata Francisca de los
Cinco Llagas, con ocasión de tener una mano enferma, le
partía el pan en la mesa; a Sta. Rosa de Lima le
servía de recadero y, estando enferma, le preparó
una buena taza de chocolate; a la Beata Crescencia de Hos le
encendía el fuego y cuidaba las ollas para que pudiera
permanecer más tiempo en oración; a San Isidro
Labrador le araba los campos, cuando éste iba a asistir a
la Misa…

Por todas partes estamos rodeados de ángeles. Hay
ángeles custodios de las naciones, como el que se
apareció a los tres partorcitos. Hay ángeles que
cuidan las Iglesias, las diócesis, los pueblos… Cuando
se celebra la Misa hay muchos que están presentes y lo
mismo adorando continuamente al Santísimo Sacramento. San
Juan Crisóstomo vio repetidas veces la Iglesia llena de
ángeles durante la misa. San Bernardo recordaba a su
monjes que el Oficio divino se recita en presencia de Dios y sus
Ángeles… Santa Margarita María de Alacoque
tenía la gracia de ver frecuentemente a su ángel y
dice que no le soportaba ni la más pequeña falta de
modestia o de respeto delante del Santísimo Sacramento y
que siempre lo veía postrado en el suelo y deseaba que
ella hiciera lo mismo.

El P. Germán de San Estanislao, director
espiritual de Santa Gema Galgani, dice que muchas veces estando
conversando con ella, le preguntaba si su ángel estaba a
su lado y ella lo miraba y quedaba extasiada, mientras lo
contemplaba. Por la noche, al echarse a la cama le pedía
su bendición y que la cuidase durante la noche y al
despertarse lo encontraba de nuevo allí junto a ella. A
veces le daba encargos para el Señor entregándole
cartas cerradas y selladas y efectivamente le traía la
contestación. Con frecuencia hasta el echaba las cartas al
correo, que le llevaba o traía bajo la forma de pajarillo.
En una ocasión le escribió: "Después
de comer me sentí mal; entonces el ángel me trajo
una taza de café, al que echó unas gotas de un
líquido blanco. Estaba tan rico, que me sentí
curada. Después me hizo descansar un rato y me
abrazó y me besó varias veces. Me ayudó a
levantarme y acariciándome me dijo: Jesús te ama
mucho, ámale tú
también".

En la autobiografía de San Juan Bosco nos cuenta
el caso curioso del perro Gris: "Una tarde oscura algo
tarde volvía solo a casa, no sin algo de miedo, cuando veo
junto a mí un gran perro, que, a primera vista, me
espantó; pero, al no amenazarme con actos de hostilidad,
sino haciéndome mohines como si yo fuera su dueño,
nos pusimos pronto en buenas relaciones y me
acompañó hasta el Oratorio. El mismo hecho se
repitió otras muchas veces, de modo que puedo decir que el
Gris me ha prestado importantes servicios… Nunca me fue dado
conocer su dueño. Yo sólo sé que aquel
animal fue para mí una verdadera providencia en los muchos
peligros que encontré
". Hasta aquí
las palabras de San Juan Bosco. Este perro se le apareció
por espacio de 30 años y nunca lo vio comer, tenía
pelo gris y medía un metro de altura con la figura de un
lobo… Muchos autores han entendido que se trataría de su
ángel custodio, a quien tenía una gran
devoción.

San Francisco Javier, para la evangelización de
los países del Extremo Oriente, puso su confianza en
Jesús, la Virgen y los nueve coros angélicos,
especialmente en San Miguel y afirmaba: "No espero poco
del arcángel San Miguel a cuyo cuidado he encomendado este
gran reino del Japón. Cada día me encomiendo a
todos los ángeles custodios de los japoneses".

Del Santo Cura de Ars se cuenta que al divisar por primera vez el
pueblo al que iba a ser destinado se arrodilló y se
encomendó al ángel custodio de la
parroquia.

Otra santa bendecida abundantemente con la visión
de su ángel custodio fue la sierva de Dios Sor
Mónica de Jesús. Con frecuencia le llevaba la
comunión, cuando estaba enferma, y le daba pláticas
espirituales. En carta del 8 de Mayo de 1918 a su Director el P.
Cantera le decía: "En mi día, muy temprano,
vino primero el "hermano mayor" (su ángel) y al poquito
rato vino Jesús. ¿Y sabe lo que le hizo el hermano
mayor? Siempre, cuando viene Jesús, se postra un poquito
retirado, pues en mi día no hizo eso.

Me tomó de la mano y me presentó a
Jesús. Después vino la Madre de Jesús e hizo
lo mismo. Cuando se fue Jesús y su Madre, se quedó
el hermano mayor dándome noticias. Me dijo que se
habían confesado cinco almas, que hacía tiempo se
lo estaba pidiendo, y que me lo hacía de
regalo".

Y ahora un caso real que nos puede pasar a cualquiera de
nosotros. Lo cuenta Giovanni Siena en su libro: "Padre
Pío, ésta es la hora de los ángeles". Se
trata de Atilio de Sanctis, abogado, hombre ejemplar y buen
cristiano, de la provincia de Pésaro en Italia. El 23 de
Diciembre de 1949 debía ir de Fano a Bolonia en su Fiat
1100 con su mujer y dos hijos (Guido y Juan Luis) para recoger a
su hijo Luciano, que estaba estudiando en el colegio "Pascoli" de
Bolonia. Hicieron el viaje sin contratiempos y al regresar
ocurrió el suceso. "Eran las dos de la tarde y,
después de haber cedido el volante a Guido, quise probar a
manejar de nuevo. Noté cierto cansancio y pesadez de
cabeza. Quise después de un rato ceder de nuevo el volante
a Guido, pero éste estaba durmiendo. Recuerdo que hice
poco después alguna que otra reverencia y nada más
sé lo que sucedió. A un cierto momento
recobré el conocimiento, despertando bruscamente por el
rumos ensordecedor del auto, como si hubiese apretado el
acelerador, miré adelante y sólo faltaban dos
kilómetros para Imola. Fuera de mí por la
consternación, pregunté: ¿Quién ha
conducido el auto? ¿Qué ha pasado? Ellos me
respondieron: ¿A qué viene esa pregunta? Les
expliqué lo sucedido. Había recorrido unos 27
kilómetros totalmente dormido y, como prueba, les dije que
me sentía bien, libre del peso del sueño. Ellos
reconocieron que había estado inmóvil un largo rato
y que no había respondido a sus preguntas ni intervenido
en la conversación. A veces, dijeron, parecía que
el auto iba a chocar con algún otro, pero había
girado hábilmente. Había cruzado muchos camiones
entre los cuales el conocido comisionista Renzi… Totalmente
conmocionado por este suceso, que le podía haber costado
la vida a mi familia fui a San Giovanni Rotondo el 20 de Febrero
y le conté al P. Pío (ahora San Pío de
Pietrelcina) lo que me había pasado y él me
contestó, después de haber estado un poco absorto:
"Tú dormías, pero tu ángel custodio guiaba
el auto". Después apoyando su mano en mis hombros,
añadió: "Sí, tú dormías y tu
ángel custodio velaba por ti y guiaba el
auto".

¿De cuántos peligros del alma y del cuerpo
nos habrá librado nuestro ángel? ¿Se lo
hemos agradecido alguna vez? No olvidemos que así como
existen los ángeles existen los demonios, que tratan de
destruirnos física y espiritualmente. Por eso es muy
importante hacer mucha oración. La beata Ana Catalina
tenía el gran don de la hierognosis
(conocimiento de lo sagrado). Distinguía perfectamente la
hostia consagrada de la que no lo estaba, las reliquias
auténticas de las que no lo eran. Ella dice:
"Cuando era niña yo percibía como rayos los efectos
de la bendición sacerdotal. Veía cómo el
sonido de las campanas benditas ahuyentaban a los demonios.
Cuando algún sacerdote pasaba cerca de mi casa,
corría a su encuentro y le pedía una
bendición. Si me encontraba apacentando las vacas, las
dejaba al cuidado del ángel de mi guarda y acudía a
recibir la bendición".

Conclusión

Procuremos tomar en serio nuestra vida. Teresa de
Jesú nos dice que fue tal su impresión que "por
librar una sola alma del infierno pasaría por muchas
muertes de muy buena gana". Que la ilusión de ir al cielo
nos estimule a ser buenos. Allí viviremos en Comunidad con
Jesús, María y con y todos los santos y
ángeles. Y será tanta nuestra felicidad que "ni el
ojo vio ni el oído oyó ni vino a la mente del
hombre lo que Dios tiene preparado a los que le aman (1ª Cor
2, 9). "Estoy seguro que los padecimientos del tiempo presente no
son nada en comparación de la gloria que ha de
manifestarse en nosotros" (Rom 8, 18).

Y ahora mira atentamente el mar. Verás el
cielo azul, la tierra y las gaviotas que vuelan raudas por el
litoral en un día de calma sin igual. Eso es lo que el
Señor desea para ti, que no te arrastres por las cosas
materiales de la tierra, sino que seas feliz y que vueles
más alto hacia la meta soñada del firmamento azul
(cielo). ¡Ojalá que tu vuelo enseñe y ayude a
otros a volar y que siempre vueles tú en
Comunidad!

Resumen "LOS MISTERIOS DE DIOS".

Partes: 1, 2

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