Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Renuncia a los placeres para hacer la voluntad de Dios



  1. Confianza
    total
  2. Abandono en
    Dios
  3. El Plan de
    Dios
  4. No tengas
    miedo
  5. Consagración
    a Jesús
  6. Oraciones
  7. Conclusión
  8. Bibliografía

Todo lo que hagas, hazlo por amor a Dios y a los
demás. Nunca hagas algo por puro placer. Hazlo todo con
sentido sobrenatural, ofreciéndolo a Dios con amor. Puedes
decir a cada instante: Señor, es por tu amor. Nunca hagas
algo que sea malo, de acuerdo a tu criterio personal, pues
estarías rechazando directamente la voluntad de Dios. Ser
santo es cumplir siempre la voluntad de Dios. Es vivir el
Padrenuestro de verdad, cuando decimos: Hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

¿De verdad quieres hacer la voluntad de Dios?
¿De verdad quieres ser santo?

Entonces, recuerda que ser santo es amar a Dios
hasta el punto de hacer siempre lo que le agrada. Así fue
la vida entera de Jesús. Él mismo dice: El que me
envió está conmigo y yo hago siempre lo que es de
su agrado (Jn 8,29). Y llegó al extremo de hacerse
semejante a los hombres y en la condición de hombre, se
humilló hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz
(Fil 2,8).

Y decía: Yo he bajado del cielo, no para
hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió (Jn
6,38). Por eso, en el momento más difícil, cuando
estaba en el huerto de Getsemaní sudando sangre, puesto de
rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí
este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya
(Lc 22, 41-42).

Ven, Espíritu Santo, transfórmame,
cámbiame, ilumíname, ayúdame, hazme un
hombre nuevo y llena mi corazón de tu amor para amar a
todos sin distinción. Y dame la gracia de cumplir siempre
la voluntad de Dios para amarlo con todo mi
corazón.

No se trata de hacer nada extraordinario en tu vida
sino de vivir cada momento pendientes de la voluntad de Dios para
poder cumplirla.

Ahora bien, ¿cómo conocemos la
voluntad de Dios? Viviendo cada momento con paz y aceptando las
cosas que nos suceden como venidas de la mano de Dios, lo mismo
las agradables que las desagradables. Y haciendo lo que debemos
hacer por amor, como una ofrenda amorosa a nuestro padre
celestial, es decir, haciendo todo bien hecho.

Hacer la voluntad de Dios es vivir el momento
presente, pendientes de agradar a Dios, pensando siempre en
cómo hacerlo feliz. He ahí el punto clave: QUERER
HACER FELIZ A DIOS. Y Él no se dejará ganar en
generosidad y nos dará una inmensa alegría
interior, que nos hará compartirla con los que nos
rodean.

Cumplir la voluntad de Dios significa dejarse llevar
por Dios como un niño en brazos de su madre. Es olvidarse
de uno mismo para pensar siempre en Él y en los
demás. Es eliminar de nosotros todo temor por la muerte,
enfermedades o peligros, confiando en Él.

Podemos atravesar tempestades de tentaciones o de
enfermedades, de desalientos o de sequedades de espíritu;
pero si, seguimos confiando en Dios, en el fondo del alma,
tendremos paz.

Nada debe temer el alma que confía y desea
cumplir la voluntad de Dios. Si cae o comete errores, sabe que
está en las manos de un Dios amoroso y, al igual que un
niño pequeño, sabe que su Padre arreglará
las cosas y todo lo permite por su bien. Y, por eso, puede decir
con el Salmo 23:4 Aunque pase por un valle de tinieblas, no
temeré mal alguno, porque Tú estas
conmigo.

El artista divino dirige su obra, aunque no veamos las
maravillas que hace en nosotros. Por eso, confiemos en Él,
confiemos en su poder para hacer milagros. Dejémosle obrar
y digamos con el salmista: En Dios confío y nada temo,
¿qué podrá hacer un hombre contra mí?
(Sal 56, 12). El Señor ha hecho milagros en mi favor (Sal
4, 4).

Jean Pierre de Caussade habla de abandonarse
confiadamente en la providencia de Dios, cumpliendo en cada
momento su santa voluntad. Dice: Todo lo que sucede en cada
momento lleva en sí el sello de la voluntad de
Dios.

La máxima sublime de la espiritualidad es el
abandono puro y entero a la voluntad de Dios para ocuparse
enteramente en amarle y obedecerle, apartando temores e
inquietudes, producidas por el cuidado de la salvación o
de la propia perfección.

Cuando estemos enfermos en cama, digamos al
Señor: "Hágase tu voluntad" y repitámoslo
cien y mil veces, pues con ello daremos más gloria a Dios
que con todas las mortificaciones y devociones que podamos
practicar.

La voluntad de Dios es que estés sano,
algunas veces, otras que estés enfermo. Si la voluntad de
Dios es dulce para ti cuando estás sano, y amarga cuando
estás enfermo, no eres de corazón perfecto.
¿Por qué? Porque no quieres encauzar tu voluntad a
la voluntad de Dios, sino que pretendes torcer la de Dios a la
tuya.

No tiene importancia que los actos que hacemos sean
grandes o pequeños con tal de que se cumpla la voluntad de
Dios. Aspiren a menudo a la unión de su voluntad con la de
nuestro Señor. La verdadera grandeza consiste en hacer
totalmente y con perfección la voluntad de
Dios.

Dadme muerte, dadme
vida,

dad salud o
enfermedad,

honra o deshonra me
dad,

dadme guerra o paz
cumplida,

flaqueza o fuerza a mi
vida,

que a todo diré que
sí.

¿Qué queréis
hacer de mí?

Dadme riqueza o
pobreza,

dad consuelo o
desconsuelo,

dadme alegría o
tristeza,

dadme infierno o dadme
cielo,

vida dulce, sol sin
velo,

pues de todo me
rendí.

¿Qué mandáis
hacer de mí?

Si queréis, dadme
oración;

si no, dadme
sequedad,

si abundancia o
devoción

y si no esterilidad.

Soberana Majestad,

sólo hallo paz
aquí.

¿Qué mandáis
hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos
nací.

¿Qué mandáis
hacer de mí?

Confianza
total

La confianza total en Dios, cumpliendo su santa
voluntad, es condición indispensable para ser santo y
crecer en el amor de Dios. Confiar en Él sin condiciones
es la mayor alegría que le podemos dar a nuestro Padre
Dios. Por eso, le decía Jesús a una religiosa: Si
me amas, confía en Mí. Si quieres amarme
más, confía más en Mí. Si quieres
amarme inmensamente, confía inmensamente en
Mí.

Cuando uno ama a Dios y cree en su amor, entonces
puede decir con toda confianza: Señor, haz de mí lo
que quieras, cuando quieras y como quieras. Y podríamos
decir como Job: Aunque Él me matara, seguiría
confiando en Él (Job 13,15).

Cuidad de no dejaros vencer por la ansiedad y la
inquietud, porque no hay cosa que más impida el caminar
por la senda de la perfección que las inquietudes y la
ansiedad. Colocad vuestro corazón en las llagas benditas
de Jesús. Tened confianza en su misericordia y bondad que
Él no os abandonará jamás.

¿Eres capaz de entregarte con
confianza y de darle tu vida entera? Di Conmigo:

Señor, me entrego totalmente a
Ti y para siempre.

Me pongo en tus manos sin
medida.

Porque Tú eres mi Dios y yo
confío en Ti.

Señor, dame lo que
quieras,

toma de mí lo que
quieras,

todo lo acepto como venido de tus
manos divinas.

Yo confío en
Ti.

Quítame el miedo al
sufrimiento y a la muerte.

Hazme un hombre nuevo y dame una paz
inmensa

para que nunca dude de tu amor y
nunca desconfíe de Ti.

Te amo, Señor, y quiero amarte
con todo mi corazón.

Jesús, yo te amo y yo
confío en Ti.

Amén.

Abandono en
Dios

Abandonarnos confiadamente en las manos de Dios es
dejarse llevar, sabiendo que Él cuida de nosotros y quiere
lo mejor para nosotros. Abandonarse es fiarse de Dios, es
entregarle la responsabilidad de nuestra vida.

¿Eres capaz de fiarte de Dios? ¿Eres
capaz de entregarle todo lo que eres y todo lo que tienes sin
condiciones? ¿Crees realmente que Él te ama y
quiere lo mejor para ti? Ahí está la
clave.

Abandonarse en Dios significa creer firmemente en su
amor infinito, es dejarse perder en Él como la gotita de
agua que cae al océano. Abandonarse es darse de verdad con
total sinceridad y para siempre. El abandono es la autopista
regia para llegar a Dios y el camino más rápido
para llegar a Él, pues el abandono supone amor, confianza
y entrega total. Abandono y confianza van de la mano del amor.
Todo es por amor. Es vivir totalmente para Dios en
vida.

Ahora bien, eso no quiere decir que recibamos
continuamente gozos y alegrías del Señor. Nos puede
dejar en el silencio, como abandonados; sin sentir nada, sin ver
nada ni oír nada. Pareciera que Dios se ha alejado de
nosotros y no respondiera a nuestra oración o a nuestro
dolor. La sequedad invade nuestra alma y nos sentimos solos.
Sí, es duro a veces, el silencio de Dios. Conozco una
religiosa que me decía lo duro que le resultaba esto. Se
pasaba la noche en la capilla y nada. Ni siquiera un gracias por
la visita. Salía al jardín y las flores la
alegraban, los pájaros también, pero Dios callaba.
Y algunos días hasta le parecía que todo era
absurdo y que la fe era una farsa y que no había nada
después de la muerte. Era la tentación, era el
Getsemaní, era la noche oscura.

Y, entonces, se preguntaba: ¿Por qué,
por qué, por qué Dios me ha abandonado? Y
creía que se debía a sus pecados, a su poca
fidelidad o simplemente a la falta de verdadera oración.
No podía orar, se aburría, se cansaba. Todo le
parecía oscuro y triste… Pero, de pronto, en
algún momento, salía el sol en su alma, y era como
un destello divino, todo se aclaraba, todo era luz y belleza,
todo era alegría…Y, después, otra vez la
oscuridad y el silencio… Es dura la noche oscura del
espíritu, pero es necesaria para romper con todas las
ataduras y sólo quedarse con Dios. Sólo Dios y nada
más que Él…

El abandono es lanzarse al vacío sin saber
qué hay después. Sin luces que guíen el
camino. Es seguir confiando, aun cuando veamos a los malos
triunfar y burlarse de Dios; aunque lluevan todos los infortunios
sobre nosotros y todo a nuestro alrededor sea ruina y fracaso. No
importa, Dios es más grande que todo y puede sacar
triunfos hasta de las derrotas humanas. Tener fe es decir en
medio la oscuridad: Señor, creo en Ti y confío en
Ti.

Por eso, cuando todo sea oscuro en torno a ti,
cuando tiren por el suelo tu prestigio, cuando te enteres que te
queda un mes de vida, cuando te traicionen tus mejores amigos,
cuando estés en medio del miedo y de la angustia,
confía en Él. No pierdas la esperanza. Dios es
más grande que tus problemas y dificultades. Puedes
confiar en Él, pues nada sucede por casualidad y Dios todo
lo permite por tu bien (Rom 8,28).

El alma que se abandona a Dios y le deja el
timón de su barca, boga con tranquilidad en el
océano de esta vida en medio de las tempestades del cielo
y de la tierra, mientras que los que quieran gobernarse ellos
mismos están en continua agitación y, no teniendo
por piloto más que su voluntad inconstante y ciega, acaban
en un funesto naufragio después de haber sido juguete de
los vientos y de la tempestad.

Abandonémonos completamente en Dios,
dejémosle todo el poder de disponer de nosotros;
comportémonos como sus verdaderos hijos, sigámosle
con verdadero amor; confiémonos a Él en todas
nuestras necesidades. Dejémosle obrar y Él nos
proveerá de todo en el tiempo, en el lugar y del modo
más conveniente: Él nos conducirá por
caminos admirables al reposo del espíritu y a la dicha a
que estamos llamados a gozar, incluso en esta vida, como un
anticipo de la eterna felicidad que nos ha
prometido.

El abandono es el fruto delicioso del amor. Por
consiguiente, cuando tengas miedo, cierra los ojos y di con
fe:

Jesús, yo te amo y yo confío en Ti. Y
no quedarás defraudado. Jesús le aseguraba:
Tú piensa sólo en amarme. Yo pensaré en ti y
en todas tus cosas hasta en los más mínimos
detalles. Y la palabra de Dios te dice: El que confía en
Dios, es fuerte como un león (Prov 28,1). Y Él
mismo te asegura: Yo nunca te dejaré ni te
abandonaré (Jos 1,5; Heb 13,5).

Vale la pena fiarse de Dios y amarlo hasta la
entrega total. Él no nos va a defraudar. Él tiene
contados hasta los cabellos de nuestra cabeza (Lc 12,7). Y
Él es fiel. Jesús mismo nos dice que debemos
entregarnos sin temor: No tengas miedo, solamente confía
en Mí (Mc 5,36).

Digamos: Señor, quiero todo lo que Tú
quieras de mí; lo quiero, porque Tú lo quieres; lo
quiero como Tú lo quieres y hasta cuando Tú lo
quieras. Es lo mismo que decía san Pablo: Si vivimos,
vivimos para el Señor. Si morimos, morimos para el
Señor y tanto en la vida como en la muerte somos del
Señor (Rom 14,8). Nuestra vida le pertenece; así
que, al entregársela y abandonarnos en sus brazos divinos,
no hacemos nada de extraordinario, sino simplemente reconocer que
todo lo nuestro es suyo.

Digámos con sinceridad: Padre mío, yo
no sé nada. Tú lo sabes todo. En tus manos me
pongo. Haz de mí lo que Tú quieras. Estoy de
acuerdo con todo lo que has permitido y vayas a permitir para
mí. Hágase en todo tu santa voluntad… Así
desaparecerían los temores y vendría la paz.

Un ejemplo práctico nos lo presenta el gran místico
alemán del siglo XIV Juan Tauler.

Un día, al salir de la iglesia, (Juan) vio a un
mendigo que pedía limosna. Sus pies estaban heridos,
llenos de barro y desnudos. Sus vestidos eran viejos y estaban
rotos. Daba pena verlo, pues tenía el cuerpo lleno de
llagas. Juan le dio una moneda y le dijo:

  • Que Dios te bendiga y te haga
    feliz.

  • Soy muy feliz contestó el mendigo.
    Sé que Dios me ama y acepto con alegría todo lo
    que me sucede como venido de sus manos. Cuando tengo hambre,
    alabo a Dios; cuando siento frío, alabo a Dios; cuando
    recibo desprecio, alabo a Dios. Cualquier cosa que reciba de
    Dios o que Él permita que yo reciba de otros,
    prosperidad o adversidad, dulzura o amargura, alegría
    o tristeza, la recibo como un regalo. Desde pequeñito
    sé que Dios me ama. Él es sabio, justo y bueno.
    Siempre he sido pobre y desde pequeño padezco una
    grave enfermedad, que me hace sufrir mucho. Pero me he dicho
    a mí mismo: Nada ocurre sin la voluntad o permiso de
    Dios. El Señor sabe mejor que yo lo que me conviene,
    pues me ama como un padre a su hijo. Así que estoy
    seguro de que mis sufrimientos son para mi bien. Y me he
    acostumbrado a no querer, sino lo que Dios quiere. Siempre
    estoy contento, porque acepto lo que Dios quiere y no deseo
    sino que se haga su voluntad. Así que nunca he tenido
    un día malo en mi vida y tengo todo cuanto pueda
    desear. Y estoy bien, porque estoy como Dios quiere que
    esté.

  • ¿Y si Dios lo arrojara a lo más
    profundo del infierno?

  • Entonces, me abrazaría a Él y
    tendría que venir conmigo al infierno. Y
    preferiría estar en el infierno con Él que en
    el cielo sin Él.

  • ¿Quién es usted realmente
    preguntó Juán Tauler?

  • Yo soy rey constestó el
    mendigo.

  • ¿Rey? ¿Y dónde esta su
    reino?

  • Mi reino está en mi alma, donde vivo con
    mi Padre Dios.

Entonces por qué no decir: "Yo me dejo, Dios
mío, a tu disposición, haz de mí lo que
quieras, lo acepto todo, tú eres mi Padre y me amas; haz
de mí en el tiempo y en la eternidad lo que sea de tu
agrado".

El Plan de
Dios

Dios tiene un plan maravilloso para ti, que
quizás no has descubierto todavía, pero que te
puede ir manifestando poco a poco en el momento menos pensado.
Desde ahora, debes tener una actitud positiva y una
disponibilidad total para cumplirlo. Y, cuando vengan los
momentos difíciles y no comprendas nada y preguntes el por
qué, dite a ti mismo: Mi Padre Dios conoce lo que me pasa.
Él vela sobre mí. Mi Padre es bueno y yo puedo
confiar en Él y estar tranquilo. Pondré de mi parte
todo lo que crea más conveniente para solucionar las
cosas, pero no me desesperaré, sabiendo que mi Padre
está tomando las medidas necesarias para ayudarme y
solucionar mi problema.

En esos momentos en que Dios parece ocultarse, es
importante acudir a la oración continua y repetir
insistentemente: Jesús, yo te amo, yo confío en
Ti.
Lo cual es como decirle: A pesar de todo y, aunque
no entiendo nada ni sé qué hacer, confío en
Ti, y te amo. Por eso, nunca reniegues de tu suerte o de los
planes de Dios sobre ti. Tú eres muy importante para Dios.
Vive tu vida de verdad, con seriedad y sinceridad, con
responsabilidad, estando siempre abierto a los planes de Dios.
Él puede romper tus proyectos en cualquier momento y
abrirte nuevos caminos, inesperados, pero que te llevarán
a nuevas aventuras del espíritu, si sabes ver en ellos la
mano de Dios. Besa su mano, aunque te lleve por caminos de
espinas. Él es un Padre amoroso, que busca tu bien. No te
vuelvas atrás, no te desanimes, no lo rechaces. No te
lamentes inútilmente de tus caminos oscuros o de tu mala
suerte, porque Dios te ama y te necesita así como
eres.

Jesús tiene un plan maravilloso que
quizás todavía no has descubierto;
pero, para
cumplirlo, necesita que estés dispuesto a ofrecerte a
Él sin condiciones. Él sabe el camino. Él
sabe lo que te conviene. Déjate llevar y no temas, porque
estás en las manos de un Dios grande y maravilloso, que
quiere tu felicidad. Confía en Él.

Cuál es el plan que Dios me ha
encomendado?:

En primer lugar, he descubierto que uno de los
planes que mi Padre Celestial me ha dado y que e intentado
cumplir con mucha alegría y felicidad es el haber
estudiado pedagogía en historia y
geografía.

En segundo lugar, me ha encomendado realizar
obras de caridad que vayan en directa ayuda a los mas
necesitados del mundo.

En tercer lugar, me ha dado la oportunidad de
ser papá, y esta labor es la mas difícil de
todas. Aunque cueste lo que cueste, sé que estoy
cumpliendo con mi labor y esta, terminará solamente
con mi muerte.

Desde hace cerca de unos 10 años a esta
parte, he sentido un "llamado" a predicar la Palabra de
Dios. Cómo?. Estudiando La Biblia, escribiendo y
compartiendo mis escritos.

Y tú ¿estás dispuesto a
lanzarte sin miedo al océano infinito del amor de Dios?
Jesús te está esperando con los brazos abiertos y
te ama infinitamente. Confía en Él y dile sí
a todo lo que te pida.

¿Confías tú en Dios?
¿Crees que Él es bueno y te ama? Vale la pena darle
todo y dejarlo todo por seguirlo a Él. Confía en
Él y serás feliz. Por eso, dile ahora mismo:
Jesús, te acepto como mi Señor y el dueño de
mi vida. Me rindo a tus pies y me consagro a Ti en cuerpo y alma.
Haz de mí lo que Tú quieras, sea lo que sea, te doy
las gracias, porque te amo y confío en Ti, porque
Tú eres mi Rey y mi Dios.

Y Jesús podría decirte: Conozco tu
miseria y tus pecados, pero te quiero tal como eres. Y, por eso,
vengo a pedirte que correspondas a mi amor. Quiero que tú
me ames tal como eres en este instante. No necesitas cambiar para
amarme. Si para amarme quieres esperar a ser perfecto, no me
amarás jamás. ¿No podría yo hacer de
cada grano de arena un serafín radiante de pureza y de
amor? ¿No podría yo con una señal de mi
voluntad hacer surgir de la nada miríadas de santos mil
veces más perfectos que tú?

Hijo mío, quiero tu corazón. Estoy a
la puerta de tu corazón y espero. Yo, el Rey de los Reyes,
espero tu respuesta. Apresúrate a abrirme. No lastimes mi
corazón con tu indiferencia o tu falta de confianza.
Quiero hacerte un serafín de pureza y amor. Quiero que
seas santo. Pero recuerda que debes amarme ahora tal como eres.
Sígueme tal como eres. Yo te espero; pero, si me rechazas,
respetaré tu decisión y me iré en busca de
otras almas que me amen y confíen en
Mí.

Hijo mío, no te preocupes del cuidado de tus
cosas. No te angusties por el día de mañana. No
tengas miedo por el qué dirán. Confía en
Mí. Abandónate en mis brazos. Deja en mis manos tu
futuro. Y dime frecuentemente: "Jesús, yo confío en
Ti". Lo que más me hace sufrir es que dudes de Mí.
Si crees que las cosas empeoran, a pesar de haber confiado en
Mí, no temas, sigue confiando. A veces, yo me oculto o te
cierro los ojos para que no me veas, pero yo estoy siempre a tu
lado y cuido de ti. No te preocupes de nada, echa en Mí
todas las angustias y preocupaciones, y duerme tranquilo. Dime
siempre: "Jesús, yo confío en Ti", y verás
grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.

Dios no ha prometido

cielos siempre azules

y senderos llenos de
flores

a lo largo de toda nuestra
vida.

Dios no ha prometido

sol sin lluvia,

alegría sin
pena,

paz sin penuria.

Pero Dios ha
prometido

fortaleza para el
día,

luz en el camino,

la gracia en las
pruebas

y su amor
imperecedero.

Confía en Él y no
temas.

No tengas
miedo

Y Jesús le dice a cada pecador: No tengas
miedo, alma pecadora, de tu Salvador. Yo soy el primero en
acercarme a ti, porque sé que por ti misma no eres capaz
de ascender hacia Mí. No huyas, hija, de tu Padre. Ven
personalmente a hablar a solas con tu Dios de la misericordia,
que quiere decirte palabras de perdón y colmarte de sus
gracias. ¡Oh, cuánto te amo! Te he asentado en mis
brazos… Yo te daré fuerzas para luchar. ¿Por
qué tienes miedo, hija mía, del Dios de la
misericordia? Mi santidad no me impide ser misericordioso
contigo.

Mi misericordia es más grande que tu miseria
y la del mundo entero. Por ti bajé del cielo a la tierra,
por ti dejé clavarme en la cruz, por ti permití que
mi Sagrado Corazón fuera abierto por una lanza y
abrí la fuente de la misericordia para ti. Ven y toma las
gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza.
Jamás rechazaré a un corazón
arrepentido.

Ven a menudo a esta fuente de la misericordia y con
el recipiente de la confianza recoge cualquier cosa que
necesites.

Ofrezco a los hombres otro recipiente con el que han
de venir a la fuente de la misericordia para recoger gracias. Ese
recipiente es esta imagen con la firma: Jesús, en Ti
confío.

¡Que hermoso es repetir constantemente para
fortalecer nuestra fe: Jesús, yo confío en Ti! Si
Jesús está con nosotros, ¿quién
contra nosotros? Ni aunque viniera todo el infierno unido, no
podría hacernos nada, porque Jesús está con
nosotros y nos defenderá de todo mal.

Si confiamos en Jesús, también debemos
ser obedientes, cumplir fielmente nuestras obligaciones y hacer
felices a los hermanos que nos rodean. A este respecto, dice
Santa Faustina:

Una vez, vine a mi celda tan cansada que, antes de
comenzar a desvestirme, tuve que descansar un momento y, cuando
estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le
trajera un vaso de agua caliente. A pesar del cansancio, me
vestí rápidamente y le traje el agua que deseaba,
aunque de la cocina a la celda había un buen trecho de
camino y el barro llegaba a los tobillos. Al entrar en mi celda,
vi un copón con el Santísimo Sacramento y oí
esta voz: "Toma este copón y llévalo al sagrario".
En un primer momento, vacilé, pero me acerqué y
cuando toqué el copón, oí estas palabras:
"Con el mismo amor con que te acercas a Mí,
acércate a cada una de las hermanas y todo lo que haces a
ellas me lo haces a Mí".

Un día ella estaba gravemente enferma y una
hermana le dio unas naranjas. Pensó en no comerlas para
hacer penitencia por estar en Cuaresma, pero Jesús le
dijo: Hija mía, me agradarás más, si por
obediencia y por amor hacia Mí comes las naranjas que si,
por tu propia voluntad, ayunaras y te mortificaras. El alma que
me ama mucho debe vivir de mi voluntad.

Jesús le dijo el día del Corpus Christi de
1937: Hija mía, yo, el Señor, estoy contigo. No
tengas miedo de nada, estás en mi Corazón. No
tengas miedo, no te dejaré sola. No tengas miedo, yo
siempre estoy contigo.

¿Qué más podemos decir?
Jesús le pedía a santa Faustina y nos pide a cada
uno de nosotros confianza total, sabiendo que Él
está siempre a nuestro lado y que nunca nos faltará
su gracia y protección. Por eso, en el Evangelio, nos
dice, como a Jairo: No tengas miedo, solamente confía
en Mí (Mc 5, 36).

Consagración a
Jesús

Es una entrega total y sin condiciones a Jesús
por todo lo que somos y tenemos. Es una manera de manifestar con
claridad que deseamos estar plenamente disponibles para todo lo
que Él decida hacer en nuestra vida, porque queremos
cumplir siempre su voluntad divina. En una palabra, consagrarse
es abandonarse en Jesús y echarse en sus brazos sin temor
para aceptar gustosos lo que Él decida para nosotros. Es
una dedicación completa, una disponibilidad absoluta y sin
condiciones y para siempre. Es, dicho de otra manera, una
donación de todo nuestro ser.

A santa Margarita María de Alacoque, Jesús
le pidió escribir el testamento de la donación de
todo su ser y Él se sintió tan contento que le
dijo: Ahora eres toda mía y toda para Mí, para
hacer de ti todo lo que me agrade como de mi hija, mi esposa, mi
esclava, mi víctima, y el juguete de los deseos de mi
Corazón… Te constituyo heredera de los tesoros de mi
Corazón para que puedas disponer de ellos a tu gusto a
favor de las personas bien dispuestas. Este Corazón
será tu fiador, que responderá y pagará por
ti.

Su primera consagración a Jesús fue
así:

Yo N.N. consagro al Sagrado Corazón de
Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis
acciones, penas y sufrimientos, para no servirme de ninguna parte
de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi
voluntad irrevocable: ser toda suya y hacerlo todo por su amor,
renunciando de todo corazón a cuanto pudiera
desagradarle.

Te elijo, Sagrado Corazón, por el
único objeto de mi amor, el protector de mi vida, la
garantía de mi salvación, el remedio de mi
fragilidad, el reparador de todas mis faltas y el asilo seguro en
la hora de mi muerte.

Oh Corazón de amor, pongo toda mi confianza
en Ti. Consume en mí todo lo que te desagrade. Que tu puro
amor se imprima en lo íntimo de mi corazón de tal
modo que jamás te olvide ni me separe de Ti. Te suplico
por todas tus bondades, que mi nombre esté escrito en tu
Corazón y jamás sea borrado de Él, porque
quiero vivir y morir como hija (esclava) tuya para siempre.
Amén.

San Juan Eudes enseñaba la siguiente
consagración: Jesús, te ofrecemos, donamos y te
inmolamos nuestro corazón. Recíbelo, poséelo
todo entero; purifícalo, ilumínalo,
santifícalo para que en él vivas y reines ahora y
siempre por los siglos de los siglos.

San Ignacio de Loyola propone la siguiente
consagración: Tomad, Señor, y recibid toda mi
libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo
mi haber y poseer. Tu me lo disteis, a Tí, Señor,
lo torno; todo es vuestro, disponed de acuerdo a vuestra
voluntad: dame vuestro amor y gracia, que esto me
basta.

Una de las claves para cumplir nuestra
consagración y entrega total a Jesús. Dice santa
Margarita María de Alacoque: Al Espíritu
maligno, la obediencia lo abate y debilita sus fuerzas… El
diablo no tiene ningún poder sobre los
obedientes.

Cuenta la misma santa: En una ocasión,
estando con fiebre, me hizo salir la Superiora de la
enfermería para hacer los ejercicios, pues era mi turno, y
me dijo: "Id, os entrego al cuidado de Nuestro Señor
Jesucristo. Que Él os dirija, gobierne y cure según
su voluntad". Ahora bien, aunque me sorprendió esto un
poco, porque en aquel momento estaba temblorosa por la fiebre, me
fui, sin embargo, muy contenta a practicar esta obediencia, por
tener ocasión de sufrir por su amor siéndome
indiferente la manera que tendría Él de tratarme en
mi retiro, ya me hiciera sufrir o gozar. Yo que decía:
"Con tal de que Él esté contento y yo le ame, eso
me basta".

Pero, apenas estuve postrada en tierra, enteramente
transida de dolor y de frío, se me presentó
delante, me hizo levantar y prodigándome mil caricias, me
dijo Jesús: "Eres toda mía y toda a mi cuidado. Por
eso, quiero devolverte sana a los que te han puesto en mis manos
enferma". Y me restituyó una salud tan completa que no
parecía haber estado mala, de lo cual se admiraron mucho,
especialmente mi Superiora, que sabía todo lo
sucedido.

Hay que reconocer que no siempre la obediencia es
fácil. Con frecuencia, es difícil y cuesta mucho.
Precisamente, en esos momentos en que debemos hacer un gran
esfuerzo de voluntad, debemos acudir a Jesús, que nos
espera en la Eucaristía. La Eucaristía es la fuerza
de la vida, la energía del alma.

En el sagrario está Jesús
Eucaristía, esperándonos como un amigo para
ayudarnos y consolarnos. No importa lo que digan o hagan de
nosotros. Jesús nos dará la fuerza necesaria para
superarlo todo. ¡Qué hermoso es ir a desahogarnos
ante Jesús eucarístico! ¡Cuánta paz se
siente en su presencia! Santa Faustina Kowalska decía:
Del sagrario tomo fuerza, poder, valor, luz. Allí
busco alivio en los momentos de angustia. Toda la fuerza me viene
del Santísimo Sacramento. Solamente en la eternidad
podremos conocer qué gran misterio cumple en nosotros la
santa comunión. ¡Son los momentos mas preciosos de
mi vida!. Él es mi escudo; sin Ti, Jesús, no
sé vivir.

Jesús nos espera como un amigo y nos ha prometido
alivio y consuelo: Venid a Mí los que estáis
cansados y agobiados que yo os aliviaré (Mt
11,28).

Jesús Eucaristía nos devolverá
la paz y con Él podremos seguir adelante a pesar de las
dificultades de cada día. Con Él podremos vivir y
decir: Jesús, yo te amo; yo confío en
Ti.

Oraciones

Señor, estoy en tus manos. Sólo tengo un
deseo: cumplir en cada instante tu santa voluntad. Ayúdame
a dejarme llevar por ti. Hazme completamente disponible a tus
designios sobre mí. Y, cuando me pidas algo que me cueste,
dame fortaleza para dártelo. No quiero negarte nada, no
quiero decirte nunca No, ni un SI a medias; sino un SI entero y
total. Sé que me amas y, por eso, quiero agradecerte por
mi vida y por todo lo que me has regalado. Quisiera hacer de mi
vida una sinfonía de amor para amarte sin cesar. Gracias,
Señor, te amo con todo mi corazón.

* * * * * *

Señor Jesús, en este momento de mi vida,
quiero entregarme a Ti sin condiciones ni limitaciones. Quiero
ser tuyo para siempre. Me consagro a Ti y me postro a tus pies
para entregarte todo lo que soy y tengo: mi alma, mi cuerpo, mi
pasado, mi presente, mi futuro, mi familia, mis deseos de
santidad, mis ilusiones y esperanzas, mi salud, mis amistades…
Todo lo pongo en tus manos para llegar a Ti y amarte con todo mi
ser. Puedes quitar o poner lo que Tú quieras. Te entrego
mi vida para que la conduzcas a partir de ahora. Confío en
Ti y me pongo en tus manos como un niño en brazos de su
madre. Gracias, Señor, por amarme tanto. Haz de mí
lo que tu quieras, lo acepto todo con inmensa paz, porque
Tú eres mi Padre y me amas y quieres lo mejor para
mí.

* * * * *

Toma mi corazón, Jesús
del alma mía,

tan pobre como es, es todo para
Ti.

Con él te quiero dar, por
manos de María,

todo lo que ahora soy y todo lo que
fui.

En tu misericordia arrojo mi
pasado,

dejo a tu providencia mi porvenir,
Señor.

El momento presente sólo me he
reservado

para emplearlo siempre en probarte mi
amor.

Toma mi corazón, es tuyo, todo
tuyo.

Me abandono en tus manos para
siempre. Amén.

* * * * * *

En las horas más tristes de mi
vida,

cuando todos me dejen, Jesús
mío,

y el alma esté por penas
combatida,

que pueda repetir hasta la
muerte:

¡Sagrado Corazón, en Vos
confío,

porque creo en tu amor para
conmigo!

Dios mío, me pongo en tus
manos

con lo poco que soy,

contento de ser como
soy.

Si alguna vez sentí
tristeza

y vergüenza de ser
así,

te pido perdón por
haberme

avergonzado de la obra de tus
manos.

Te doy gracias por
haberme

hecho como soy.

Y acepto con gratitud mi cuerpo
con

todos sus detalles,

este temperamento, esta
inteligencia

y todo lo que soy como
persona.

Gracias, Señor, por
haberme

hecho así.

* * * * * *

Señor, acepto una por una todas mis enfermedades
y todos mis defectos. En tu sabiduría divina organizaste
así mi vida para Ti. Estoy de acuerdo, lo acepto todo como
venido de tus manos, que se haga en mí tu santa voluntad.
En tus manos pongo mi vida y mi muerte, mi salud o enfermedad.
Todo lo pongo en tus manos. Haz de mí lo que tú
quieras, yo te amo y te doy gracias con todo mi
corazón.

* * * * * *

Padre mío, me pongo en tus
manos,

haz de mí lo que Tú
quieras,

sea lo que sea, te doy
gracias.

Estoy dispuesto a
todo,

lo acepto todo,

con tal de que tu
voluntad

se cumpla en

y en todas tus
criaturas;

no deseo nada más,
Padre.

Te confío mi alma, te la
doy

con todo el amor de que soy
capaz,

porque te amo y necesito
darme.

Me pongo en tus manos sin
medida,

con una inmensa
confianza,

porque Tú eres mi
Padre.

Amen

Conclusión

Podemos concluir que, para ser santos es preciso
entregarse totalmente a Dios. Dios necesita tener las manos
libres para hacer su obra de amor en nosotros. Dios quiere que
seamos santos y lo único que nos pide es una entrega
total, sin condiciones. Eso significa aceptarlo todo como venido
de sus manos divinas y hacer siempre lo que consideramos que es
su santa voluntad. No es preciso nada más. No hay que
hacer grandes penitencias ni ir a visitar santuarios lejanos ni
hacer largas y costosas oraciones. Ser santo es llevar una vida
entera de amor a Dios y a los demás. Y, para conseguirlo,
es necesario dejarse amar por Él y dejarse llevar por
Él. Dios tiene unos planes distintos de los nuestros y,
con frecuencia, nos rompe nuestros esquemas. Él conoce el
camino, dejémosle hacer y digamos en cada momento:
Hágase tu santa voluntad.

El abandono total es dejarle actuar con total
libertad. Entonces, a pesar de los momentos difíciles y
dolorosos que sucedan, una paz inmensa brillará en el
fondo del alma y Dios nos hará gustar la felicidad
incomparable de su amor. Quizás pasemos por momentos de
oscuridad, por momentos de incertidumbre, pero eso es necesario
para despegarnos de todas las criaturas y cosas materiales para
que el abandono sea completo y lo único que cuente para
nosotros sea Dios, sólo Él. Y nada más que
Él.

Te deseo que seas sant/o, que ames a Dios con un
corazón total. Abandónate en los brazos infinitos
de Padre y no temas, porque el amor expulsa el temor. Que seas
feliz y que ayudes a ser felices a todos tus hermanos.

Bibliografía

  • Álvarez Icaza María
    Angélica, Memorias, Libreta No. 8.

  • Boada i Rafi Jaume, Fijos los ojos en
    Jesús.

  • Caussade, Jean Pierre, El abandono en la divina
    providencia.

  • González Marcelo, La Trinidad: un nuevo
    nombre para Dios.

  • Juan XXIII, Diario, Ed.
    Cristiandad.

  • Larrañaga Ignacio, Dios adentro, Ed.
    Paulinas, Lima, 2004.

  • Martínez José Julio, Éstos
    dan con alegría.

  • Salerno Giovanni Misión andina con Dios,
    segunda edición.

  • San Alfonso de Ligori, La conformidad con la
    voluntad de Dios.

  • San Claudio, El abandono confiado a la divina
    providencia.

  • San Francisco de Sales, Tutte le lettere I,
    Roma, 1967.

  • Santa Faustina Kowalska, Diario, Stockbridge,
    Massachussetts.

  • Santa Margarita María de Alacoque,
    Autobiografía.

 

 

Autor:

Jorge Edgardo Oportus Romero

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter