– Monografias.com
En dos de mis ponencias, una ya publicada
en monografías.com, El Aprendiz de Mago: Una
Lección en la Neuropsicología Humana y en
Síndrome de Estocolmo. Describo en detalle
aspectos distintos de la sumisión humana a sus
torturadores y a los fenómenos tanto físicos como
psicológicos que con este fenómeno se
asocian.
Asimismo hemos adaptado estas lecciones a
otros hallazgos que son particulares de la violencia cuando
ésta se inflige a seres vulnerables y pocos maduros, como
son los animales domésticos y los niños cuando muy
jóvenes.
En los Estados Unidos, se conoce como "El
Grito Silencioso", el maltrato de la mujer por el esposo o
compañero. Aquí se pone el consorte como
perteneciendo al género masculino, porque parece ser, que
cuando la relación es lesbiana, pocas comunicaciones de
ataque al cónyuge se reportan — si es que, éstos,
del todo ocurren.
Será la
testosterona…
A pesar de que en la actualidad las cifras
de incidencia relativas a la violencia contra la mujer; ejercida
por esposos o compañeros íntimos, están
ganando reconocimiento, lo cierto es que aún queda mucha
realidad que permanece oculta.
Pero, la violencia contra la mujer,
mientras haya hombres débiles y pusilánimes y
mujeres inseguras de sí mismas y codependientes en todas
sus formas sumisas, siempre existirá. (Véase mi
artículo: El terrorismo sexual, una tragedia con bases
universales).
En la República Dominicana y aun en
otros países de Latinoamérica, la violencia
conyugal se estima que existe en proporciones mayores que la que
se reporta por razones de índoles tanto sociales como
económico/religiosas.
El hombre en la mayoría de los
casos, mantiene la hegemonía económica en el hogar
y la mujer asume el estoicismo servil que de ella espera la
iglesia dominante; en un país que de modo
anacrónico mantiene un concordato con el
Vaticano.
Debido a ese "silencio" forzado por la
"mordaza" que el establecimiento le impone a la mujer,
aquí lo conoceremos en adelante como el "grito
silencioso".
Escuchémoslo. Rosana se casó
cuando sus padres lo dispusieran a los 21 años.
Contrajo nupcias en el estilo de algunas
religiones y de períodos, felizmente, pasados de la
historia humana.
Boda enorme, muchos gastos, muchos
aspavientos. Brindis en abundancia. Luna de miel en un crucero.
Embarazo — no antes de los diez meses —
please.
Y cada cual por su cuenta.
"Cada cual por su cuenta" traduce en que el
marido seguiría sus aventuras sexuales, como si
todavía fuera soltero; mientras que Rosana le parió
seis hijos, en sucesión muy rápida.
Rosana era celosa, porque temía que
el marido se le iría con una mujer más joven o
más apuesta que ella.
Fue cuando se percatara de infidelidades
por parte del esposo, que comenzaría a reclamarle y a
incitar argumentos nocturnos para resaltar su infelicidad y sus
sentimientos de alienación afectuosa.
El marido respondía
sometiéndola al sexo forzado y a ignorar sus
súplicas, acusándola de ser una arpía
celosa.
Cuando él dejara de responder.
Empezara a llegar más y más tarde del trabajo —
si es que llegaba — O permanecía en sus fincas, donde
pasaba las jornadas. Rosana se mudó con sus padres,
llevando los hijos consigo.
Cuando se enterara de la ausencia de su
mujer e hijos. Abelardo, el enfurecido esposo, se apersonó
en la casa de sus suegros, cuando ellos estaban ausentes —
allí llegó, borracho y armado con una
correa.
Entrando a la casa, dice a la asustada
esposa: "Te voy a dar una pela en frente de los niños,
para que aprendas a obedecer".
Ante la furia del ataque y el gritar de
niños y sirvientes, Abelardo se atemorizó, ya que
temía (aun borracho) la reacción de los
vecinos.
Ahí se estableció el
significado del título de esta lección: "Si
tú gritas. Me consigo un abogado y te quito los
niños".
Muchas noches pasaron, mientras que Rosana
se ahogaba en silencio, libando el sabor de sus lágrimas
amargas — el grito silencioso, su respuesta a las palizas que
Abelardo de rutina propinaba.
El asunto se resolvió de manera
tristemente fortuita.
Abelardo había apadrinado la hija de
un capataz de una de sus fincas enormes. Para la niña
escogieron el nombre de Cristina Emilia, nombres de la
mamá de Abelardo y de la de Antonio, el capataz
privilegiado — por ser ahora compadre de su
patrón.
Pero, las niñitas crecen, y algunas
crecen muy lindas… Por lo menos así pensaba el
devoto padrino cuando llegaba a visitar su ahijada de quince
años, colmado de regalos.
Nadie lo sospechaba, pero una
relación sexual subrepticia entre ahijada y padrino —
como tantas que hemos visto — floreció (¿o es que
la relación se marchitó?) entre ambos, cuando
Abelardo comenzara a salir a caballos con Cristina Emilia a
inspeccionar su latifundio.
Todo terminó en una breve ceremonia
tan triste como patética; como la que transcurriera,
cuando Antonio entrara a la estacioncilla policial del campo
donde viviera, pronunciando las siguientes palabras:
"Me entrego, sargento. Maté al
compadre".
Muchos expertos ven en la violencia
conyugal una causa universal, lo que se contradice por la
evidencia de que hay violencias y violencias — no siendo todas
idénticas.
Algunos investigadores de este
fenómeno creen que en apariencias, el abuso crea y
mantiene en la pareja una dinámica de dependencia, debido
a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de poder —
siendo el vínculo traumático producido por la
alternancia de refuerzos y castigos.
Eso sucede en el caso de niños de
padres abusivos, como sabemos que fueran los que en otras
ponencias hemos presentado.
El abuso final…
Pero, cuando se trata de seres adultos,
creemos que las codependencias priman sobre todas las
demás causas.
Gozamos de las siguientes evidencias para
soportar esta posición:
Fallos existen en el desarrollo
psicosexual de ambas partes. Víctimas y
verdugos.Ambos mantienen una complicidad
funcional manifiesta.Muchas veces el fallo de
evolución es en el desarrollo del narcisismo, el cual
queda detenido en fases orales y anales nunca sobrepasadas
por no ser resueltas.Muchos distorsionan, viviendo en el
dolor del otro: fantasías de rescate; y en la
práctica: el uso repetitivo de defensas de
índole obsesivo compulsivas, como Freud aptamente
señalara. (Véase mi tesis: Fantasías
de Rescate y la Teoría del Romance
Familiar).La fase obsesivo compulsiva del hacer,
deshacer y rehacer; ocurre cuando todo termina —
temporalmente — con reconciliación
apasionada.Las víctimas, defienden con
alacridad el amante que las tortura, para comenzar de nuevo.
A pesar de los daños, a menudo serios, que han
sostenido a manos de él.
Por supuesto, en el transcurso de su
evolución histórica, el psicoanálisis ha
contribuido profusamente al entendimiento de los fenómenos
sexuales del sadismo y del masoquismo. Lo que ha hecho sin la
asistencia concurrente de la neurociencia.
También tenemos que entender el
impacto que imprimen las diversas subculturas.
En muchas tribus primitivas el abuso contra
la mujer se perpetraba por celos y por sospechas de haber sido
engañado biológicamente asignando a quien abusa la
paternidad de un hijo ajeno.
Ese tipo de lesión narcisista la
hemos estudiado en otras lecciones acerca del amor, la
infidelidad y los celos, disponibles en
monografías.com.
Acerca de la violencia conyugal en las
clases humildes y pobres de nuestros países, donde el
matrimonio se consolida brevemente en la ejecución del
acto sexual. Los actos de violencia que se catalogan bajo "el
grito silencioso", de acuerdo a trabajadores sociales que los
atienden, no son ni tan frecuentes ni tan ritualistas como el que
caracteriza los de las clases educadas o pudientes.
Los que nos deja con el Síndrome de
Estocolmo Doméstico como tema inconcluso.
Aquí reproducimos una sección
de nuestro artículo Síndrome de Estocolmo,
para aclarar nuestras ideas en beneficio de quienes nos
leen:
"En 1973 en la ciudad de Estocolmo, en un
asalto bancario, los ladrones retuvieron a los empleados del
banco durante varios días. Al momento de la
liberación un periodista fotografió el instante en
que una de las mujeres rehenes y uno de los captores se besaban.
Este hecho sirvió para bautizar como "Síndrome de
Estocolmo" ciertas conductas "extrañas" que demuestran
afecto entre los captores y sus rehenes. O entre víctimas
y quienes los atacan, en casos de violencia doméstica o
maltrato de niños. (Véase mi ponencia: El
Aprendiz de Mago: Una Lección en la Neuropsicología
Humana, en monografías.com).
"Desde la perspectiva
neuro-psiquiátrica, este síndrome es considerado
como una de las múltiples respuestas emocionales que puede
presentar el adulto o niño maltratado a raíz de la
vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el abuso
que proviene de seres, supuestos de ser queridos. Y aunque como
respuesta es poco usual, es importante entenderla y saber
cuándo se presenta y qué significa,
particularmente, en el niño. (Véanse mis
artículos: Depresión en Niños y
Adolescentes y La Obesidad, Indefensión
¿Adquirida o Innata?).
"El origen de esta actitud defensiva,
pero, en esencia, adaptiva, se puede encontrar en los estudios
rigurosos que se han llevado a cabo en primates, quienes
confrontando la pérdida de la afección materna; se
doblegan en indefensión tan desesperada como fingida, para
retornar equilibrio emocional a sus vidas amenazadas.
"Para el presente estudio se entiende que
este síndrome sólo se presenta cuando el abusado se
identifica inconscientemente con su agresor — porque desconoce
la razón para el abuso — ya sea asumiendo la
responsabilidad por la agresión de que es objeto, ya sea
imitando física o moralmente la persona del agresor, o
adoptando ciertos símbolos de poder que lo
caracterizan.
"En el psicoanálisis esta respuesta
defensiva se reconoce como "la identificación con el
agresor". Y como en toda defensa psicológica está
fuera del campo de la conciencia."
Pero, en el Síndrome de Estocolmo
original, los lazos emocionales que existieran entre captores y
cautivos eran tenues o inexistentes, mientras que la violencia
familiar ocurre dentro de los confines de hogar — lo que los
diferencia y mucho.
Nosotros concluimos que, el Síndrome
de Estocolmo Doméstico carece de la firmeza rigurosa
necesaria para que se establezca como entidad circunscrita y
definida por la concurrencia de los "síntomas" presentes
— en lo que consiste la definición del término
"síndrome".
Entonces, de aquí — ¿hacia
dónde vamos?
La neurociencia, finalmente, al recate —
como, a menudo repetimos…
La biología del SED
Dolor, violencia, sexo y amor son
fenómenos asociados con la descarga de una variedad de
hormonas y neurotransmisores dentro del organismo. Además,
los seres humanos, se ha demostrado, que exhiben respuestas
provenientes del SNC en sus cuerpos mientras observan, escuchan o
imaginan esas experiencias. (Véase mi artículo:
Los Trastornos del Comer: Una Tesis Evolucionaria
Avanzada en monografías.com).
Las
endorfinas se producen en la presencia de experiencias penosas,
que las transforman en situaciones placenteras que pueden
tornarlas en actividades adictivas. Es este el caso de personas
que se adicionan al dolor, a veces auto-inflicto. De esta manera,
los actos de auto-mutilación y de comportamientos
masoquistas pueden actuar de manera similar. (Véase mi
artículo: Auto mutilación — La
"cirugía" plástica del neolítico que sosiega
el ego… en Psikis y Anorexia y
Éxtasis por V. Compan en Proceedings of the National Academy
of Science). Un área establecida reside en la
región del núcleo de accumbens, parte del sistema
límbico. Sustancias químicas cerebrales como la
serotonina y la melantonina pueden ser influenciadas por
experiencias emocionales y estresantes. La epinefrina y la
noradrenalina son descargadas durante el estrés o durante
experiencias dolorosas, causando un arrebato de placer
("rush"). Los efectos del maltrato en el llamado SED
actuando en el balance químico del cuerpo posiblemente
refuerzan los comportamientos que crean estados psíquicos,
en algunas personas, que promueven la búsqueda de tales
experiencias. Nos queda concluir, que el SED, como entidad
diagnóstica no existe. En resumen
Aquí arribamos a territorio
más sólido que apunta en la dirección de las
codependencias, algo que debemos reconocer y tratar, si no es el
caso de Rosana. (Véanse mis ponencias al respecto en
monografías.com)
Bibliografía
Se suministra por solicitud.
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca