Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La voluntad de Dios



  1. Abandono en
    Dios
  2. El Plan de
    Dios

Todo lo que hagas, hazlo por amor a Dios y a los
demás. Hazlo todo ofreciéndolo a Dios con amor.
Puedes decir a cada instante: Señor, es por tu amor. Nunca
hagas algo que sea malo, de acuerdo a tu criterio personal, pues
estarías rechazando directamente la voluntad de Dios. Ser
santo es cumplir siempre la voluntad de Dios. Es vivir el
Padrenuestro de verdad, cuando decimos: Hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo. ¿De verdad quieres hacer la
voluntad de Dios? ¿De verdad quieres ser santo(a)?
Entonces, recuerda que ser santo(a) es amar a Dios hasta el punto
de hacer siempre lo que le agrada. Jesús nos dice:
"El que me envió está conmigo y yo hago
siempre lo que es de su agrado" (Jn 8:29). "…Y llegó al
extremo de hacerse semejante a los hombres y en la
condición de hombre, se humilló hecho obediente
hasta la muerte y muerte". (Filipenses 2:8)

Y decía: "Yo he bajado del cielo, no para
hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Jn
6:38). Por eso, en el momento más difícil, cuando
estaba en el huerto de Getsemaní sudando sangre oraba
diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí este
cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc
22:41-42).

Ven, Dios mío transfórmame,
cámbiame, ilumíname, ayúdame, hazme una
persona nueva y llena mi corazón de tu amor para amar a
todos sin distinción y perdonar sin que me lo pidan, a
ayudar y dar a los necesitados del mundo. Padre no permitas que
se materialice mi voluntad aunque en ello deba sufrir porque se
que tu voluntad es lo mejor para mi vida aunque ahora no lo
entienda.

No se trata de hacer nada extraordinario en tu vida sino
de vivir cada momento pendientes de la voluntad de Dios para
poder cumplirla.

Ahora bien, ¿cómo conocemos la
voluntad de Dios? Viviendo cada momento con paz y aceptando las
cosas que nos suceden como venidas de la mano de Él, lo
mismo las agradables que las desagradables. Y haciendo lo que
debemos hacer por amor, como una ofrenda amorosa a nuestro Padre
Celestial, es decir, haciendo todo bien
hecho.

Hacer la voluntad de Dios es vivir el momento
presente, pendientes de agradar a Dios, pensando siempre en
cómo hacerlo feliz. He ahí el punto clave: QUERER
HACER FELIZ A DIOS. Y Él no se dejará ganar en
generosidad y nos dará una inmensa alegría
interior, que nos hará compartirla con los que nos
rodean.

Cumplir la voluntad de Dios significa dejarse
llevar por Dios como un niño en brazos de su madre. Es
olvidarse de uno mismo para pensar siempre en Él y en los
demás. Es eliminar de nosotros todo temor por la muerte,
enfermedades, desiliciones amorosas o peligros, confiando en
Él.

Podemos atravesar tempestades de tentaciones o de
enfermedades, de desalientos o de sequedades de espíritu;
pero si, seguimos confiando en Dios, en el fondo del alma,
tendremos paz.

Nada debe temer el alma que confía y desea
cumplir la voluntad de Dios. Si cae o comete errores, sabe que
está en las manos de un Dios amoroso y, al igual que un
niño pequeño, sabe que su Padre arreglará
las cosas y todo lo permite por su bien. Y, por eso, puede decir
con el Salmo 23:4 y que para mí es el preferido:
"Aunque pase por un valle de tinieblas, no temeré mal
alguno, porque Tú estas conmigo".

Por eso, confiemos en Él, confiemos en su
poder para hacer milagros en nuestras vidas.

Dejémosle obrar y digamos con el salmista: "En Dios
confío y nada temo, ¿qué podrá hacer
un hombre contra mí?" (Salmo 56:12). "El Señor ha
hecho milagros en mi favor" (Salmo 4:4). Todo lo que nos sucede
lleva en sí el sello de la voluntad de Dios… no lo
olvides pero, no todo lo que hacemos o decimos es la voluntad de
Dios.

La máxima sublime de la espiritualidad es
el abandono puro y entero a la voluntad de Dios para ocuparse
enteramente en amarle y obedecerle, apartando temores e
inquietudes, producidas por el cuidado de la
perfección.

Cuando estemos enfermos en cama, digamos a
Jehová Dios: "Hágase tu voluntad" y
repitámoslo cien y mil veces, pues con ello daremos
más gloria a Dios que en otras
actitudes.

La voluntad de Dios es que estés sano(a),
algunas veces, otras que estés enfermo(a). Si la voluntad
de Dios es dulce para ti cuando estás sano(a), y amarga
cuando estás enfermo(a), no eres de corazón
perfecto. ¿Por qué? Porque no quieres encauzar tu
voluntad a la voluntad de Dios, sino que pretendes torcer la de
Dios a la tuya.

No tiene importancia que los actos que hacemos
sean grandes o pequeños con tal de que se cumpla la
voluntad de Dios.

Mi grandeza (dice una santa… no me acuerdo…
Faustina?) consiste en hacer totalmente y con perfección
la voluntad de Dios.

Dadme muerte, dadme
vida,

dad salud o
enfermedad,

honra o deshonra me
dad,

dadme guerra o paz
cumplida,

flaqueza o fuerza a mi
vida,

que a todo diré que
sí.

¿Qué queréis
hacer de mí?

Dadme riqueza o
pobreza,

dad consuelo o
desconsuelo,

dadme alegría o
tristeza,

dadme infierno o dadme
cielo,

vida dulce, sol sin
velo,

pues de todo me
rendí.

¿Qué mandáis
hacer de mí?

Si queréis, dadme
oración

si no, dadme
sequedad,

si abundancia o
devoción

y si no
esterilidad.

Soberana
Majestad,

sólo hallo paz
aquí.

¿Qué mandáis
hacer de mí?

Confianza total:

(La biblia dice que somos llamados a la
santidad)

La confianza total en Dios, cumpliendo su santa
voluntad, es condición indispensable para ser santo(a) y
crecer en el amor de Dios. Confiar en Él sin
condiciones es la mayor alegría que le podemos dar a
nuestro Padre Dios
. Jesús nos podría
decir: Si me amas, confía en Mí. Si quieres amarme
más, confía más en Mí. Si quieres
amarme inmensamente, confía inmensamente en
Mí.

Cuando uno ama a Dios y cree en su amor, entonces puede
decir con toda confianza: Señor, haz de mí lo que
quieras, cuando quieras y como quieras. Y podríamos decir
como Job: "Aunque Él me matara, seguiría
confiando en Él" (Job 13:15).

Cuidad de no dejaros vencer por la ansiedad y la
inquietud, porque no hay cosa que más impida el caminar
por la senda de la perfección que las inquietudes y la
ansiedad. Colocad vuestro corazón en las llagas benditas
de Jesús. Tened confianza en su misericordia y bondad que
Él no os abandonará
jamás.

¿Eres capaz de entregarte con confianza a
Dios y de darle tu vida entera? Si es así entonces puedes
decir:

Padre, me entrego totalmente a Ti
y para siempre.

Me pongo en tus manos sin
medida.

Porque Tú eres mi Dios
y

Yo confío en
Ti.

Señor, dame lo que
quieras,

toma de mí lo que
quieras,

todo lo acepto como venido de tus
manos divinas.

Yo confío en
Ti.

Quítame el miedo al
sufrimiento y a la muerte.

Hazme un hombre nuevo y dame una
paz inmensa

para que nunca dude de tu amor y
nunca desconfíe de Ti.

Te amo, Dios mío y quiero
amarte con todo mi corazón.

Amén.

Abandono en
Dios

Abandonarnos confiadamente en las manos de Dios
es dejarse llevar, sabiendo que Él cuida de nosotros y
quiere lo mejor para nosotros. Abandonarse es fiarse de Dios, es
entregarle la responsabilidad de nuestra vida
entera.

¿Eres capaz de fiarte de Dios? ¿Eres capaz
de entregarle todo lo que eres y todo lo que tienes sin
condiciones? ¿Crees realmente que Él te ama y
quiere lo mejor para ti? Madre mía, que dificil pero,
ahí está la clave.

Abandonarse en Dios significa creer firmemente en
su amor infinito, es dejarse perder en Él como la gotita
de agua que cae al océano. Abandonarse es darse de verdad
con total sinceridad y para siempre. El abandono es la autopista
regia para llegar a Dios y el camino más rápido
para llegar a Él, pues el abandono supone amor, confianza
y entrega total. Abandono y confianza van de la mano del amor.
Todo es por amor. Es vivir totalmente para Dios en vida y
eternidad.

Ahora bien, eso no quiere decir que recibamos
continuamente gozos y alegrías de nuestro Padre. Nos puede
dejar en el silencio, como abandonados; sin sentir nada, sin ver
nada ni oír nada. Pareciera que Dios se ha alejado de
nosotros y no respondiera a nuestra oración o a nuestro
dolor. La sequedad invade nuestra alma y nos sentimos solos.
Sí, es duro a veces, el silencio de Dios. Hay cristianos
que se han pasado la noche oración y nada. Se puede ir al
jardín a ver las flores, los pájaros pero Dios
calla. Y algunos días hasta parece que todo es absurdo y
que la fe es una farsa y que no hay nada después de la
muerte. Esta es la tentación, es el Getsemaní, es
la noche oscura.

Y, entonces, uno se puede preguntar: ¿Por
qué, por qué, por qué Dios me ha abandonado?
Uno puede pensar que se debe a nuestros pecados, a la poca
fidelidad o simplemente a la falta de verdadera oración.
No se puede orar, uno se aburre, se cansa. Todo parece oscuro y
triste…
Pero, de pronto, en algún momento, sale
el sol en el alma, se siente como un destello divino, todo se
aclara, todo es luz y belleza, todo es alegría…
Y, después, otra vez la oscuridad y el silencio…
Es dura la noche oscura del espíritu, pero es necesaria
para romper con todas las ataduras de las criaturas y sólo
quedarse con Dios
. Sólo Dios… Sólo
Él… nada más que Él…

El abandono es lanzarse al vacío sin saber
qué hay después. Sin luces que guíen el
camino. Es seguir confiando, aun cuando veamos a los malos
triunfar y burlarse de Dios; aunque lluevan todos los infortunios
sobre nosotros y todo a nuestro alrededor sea ruina y fracaso. No
importa, Dios es más grande que todo y puede sacar
triunfos hasta de las derrotas humanas. Tener fe es decir
en medio la oscuridad: Dios mío creo en Ti y confío
en Ti.

Por eso, cuando todo sea oscuro en torno a ti, cuando
tiren por el suelo tu prestigio, cuando te enteres que te queda
un mes de vida, cuando tus planes te sean arrebatados, cuando te
traicionen tus mejores amigos(as), tu esposo(a) novio(a), cuando
estés en medio del miedo y de la angustia, confía
en Él. No pierdas la esperanza. Dios es más grande
que tus problemas y dificultades. Puedes confiar en Él,
pues nada sucede por casualidad y "Dios todo lo permite
por tu bien" (Rom 8:28).

El alma que se abandona a Dios y le deja el
timón de su barca, boga con tranquilidad en el
océano de esta vida en medio de las tempestades del
cielo y de la tierra, mientras que los que quieran
gobernarse ellos mismos están en continua
agitación y, no teniendo por piloto más que
su voluntad inconstante y ciega, acaban en un funesto
naufragio después de haber sido juguete de los
vientos y de la tempestad.

Abandonémonos completamente en Dios,
dejémosle todo el poder de disponer de nosotros;
comportémonos como sus verdaderos hijos, sigámosle
con verdadero amor; confiémonos a Él en todas
nuestras necesidades. Dejémosle obrar y Él nos
proveerá de todo en el tiempo, en el lugar y del modo
más conveniente: Él nos conducirá por
caminos admirables al reposo del espíritu y a la dicha a
que estamos llamados a gozar, incluso en esta vida, como un
anticipo de la eterna felicidad que nos ha
prometido.

El abandono es el fruto delicioso del amor. Por
consiguiente, cuando tengas miedo, cierra los ojos y di con fe:
La palabra de Dios te dice: "El que confía en Dios,
es fuerte como un león" (Prov 28:1).
Y Él
mismo te asegura: "Yo nunca te dejaré ni te
abandonaré" (Jos 1:5; Heb 13:5).

Vale la pena fiarse de Dios y amarlo hasta la entrega
total. Él no nos va a defraudar. Él tiene contados
hasta los cabellos de nuestra cabeza. Y Él es fiel.
Jesús mismo nos dice que debemos entregarnos sin temor:
"No tengas miedo, solamente confía en Mí"
(Marcos 5:36).

Digamos: Señor, quiero todo lo que Tú
quieras de mí; lo quiero, porque Tú lo quieres; lo
quiero como Tú lo quieres y hasta cuando Tú lo
quieras. Es lo mismo que decía Pablo: "Si vivimos,
vivimos para el Señor. Si morimos, morimos para el
Señor y tanto en la vida como en la muerte somos del
Señor" (Rom 14:8).
Nuestra vida le pertenece;
así que, al entregársela y abandonarnos en sus
brazos divinos, no hacemos nada de extraordinario, sino
simplemente reconocer que todo lo nuestro es suyo.

Si tuviéramos la perspectiva de eternidad que
tiene Dios de las cosas, veríamos todos los
acontecimientos de nuestra vida, incluso los más adversos,
como caricias y regalos de nuestro Padre Dios. Podríamos
decirle con sinceridad: Padre mío, yo no sé
nada. Tú lo sabes todo. En tus manos me pongo. Haz de
mí lo que Tú quieras. Estoy de acuerdo con todo lo
que has permitido y vayas a permitir para mí.
Hágase en todo tu santa voluntad…
Así
desaparecerían los temores y vendría la paz. Un
ejemplo práctico nos lo presenta el gran místico
alemán del siglo XIV Juan Tauler.

Un día, al salir de la iglesia, (Juan) vio a un
mendigo que pedía limosna. Sus pies estaban heridos,
llenos de barro y desnudos. Sus vestidos viejos y rotos. Daba
pena verlo, pues tenía el cuerpo lleno de llagas. Juan le
dio una moneda y le dijo:

Que Dios te bendiga y te haga
feliz

Soy muy feliz. Sé que Dios me ama y acepto
con alegría todo lo que me sucede como venido de sus
manos. Cuando tengo hambre, alabo a Dios; cuando siento
frío, alabo a Dios; cuando recibo desprecio, alabo a Dios.
Cualquier cosa que reciba de Dios o que Él permita que yo
reciba de otros, prosperidad o adversidad, dulzura o amargura,
alegría o tristeza, la recibo como un regalo. Desde
pequeñito sé que Dios me ama. Él es sabio,
justo y bueno. Siempre he sido pobre y desde pequeño
padezco una grave enfermedad, que me hace sufrir mucho. Pero me
he dicho a mí mismo: Nada ocurre sin la voluntad o permiso
de Dios.

Dios sabe mejor que yo lo que me conviene, pues
me ama como un padre a su hijo. Así que estoy seguro de
que mis sufrimientos son para mi bien. Y me he acostumbrado a no
querer, sino lo que Dios quiere. Siempre estoy contento, porque
acepto lo que Dios quiere y no deseo sino que se haga su
voluntad. Así que nunca he tenido un día malo en mi
vida y tengo todo cuanto pueda desear. Y estoy bien, porque estoy
como Dios quiere que esté.

¿Y si Dios lo arrojara a lo más
profundo del infierno?

Entonces, me abrazaría a Él y
tendría que venir conmigo al infierno. Y preferiría
estar en el infierno con Él que en el cielo sin
Él.

¿Ud. pertenece a alguna gran
familia?

Yo soy rey.

¿Rey? ¿Y dónde esta su
reino?

Mi reino está en mi alma, donde vivo con
mi Padre Dios.

Entonces por qué no decir: "Yo me dejo,
Dios mío, a tu disposición, haz de mí lo que
quieras, lo acepto todo, tú eres mi Padre y me amas; haz
de mí en el tiempo y en la eternidad lo que sea de tu
agrado".

El Plan de
Dios

Dios tiene un plan maravilloso para ti, que
quizás no has descubierto todavía, pero que te
puede ir manifestando poco a poco en el momento menos pensado.
Desde ahora, debes tener una actitud positiva y una
disponibilidad total para cumplirlo. Y, cuando vengan los
momentos difíciles y no comprendas nada y preguntes el por
qué, di a ti mismo(a): Mi Padre Dios conoce lo que me
pasa. Él vela sobre mí. Mi Padre es bueno y yo
puedo confiar en Él y estar tranquilo(a). Pondré de
mi parte todo lo que crea más conveniente para solucionar
las cosas, pero no me desesperaré, sabiendo que mi Padre
está tomando las medidas necesarias para ayudarme y
solucionar mi(s) problema(s).

En esos momentos en que Dios parece ocultarse, es
importante acudir a la oración continua y repetir
insistentemente: Jesús, yo te amo, yo confío en Ti.
Lo cual es como decirle: A pesar de todo y, aunque no entiendo
nada ni sé qué hacer, confío en Ti, y te
amo.

Por eso, nunca reniegues de tu suerte o de los planes de
Dios sobre ti. Tú eres muy importante para Dios.
Vive tu vida de verdad, con seriedad y sinceridad, con
responsabilidad, estando siempre abierto a los planes de Dios.
Él puede romper tus proyectos en cualquier momento y
abrirte nuevos caminos, inesperados, pero que te llevarán
a nuevas aventuras del espíritu, si sabes ver en ellos la
mano de Dios.
Besa su mano, aunque te lleve por caminos
de espinas. Él es un Padre amoroso, que busca tu
bien. No te desanimes, no lo rechaces. No te lamentes
inútilmente de tus caminos oscuros o de tu mala suerte,
porque Dios te ama y te necesita así como
eres.

Dios tiene un plan maravilloso que quizás
todavía no has descubierto; pero, para cumplirlo, necesita
que estés dispuesto(a) a ofrecerte a Él sin
condiciones. Él sabe el camino. Él sabe lo que te
conviene. Déjate llevar y no temas, porque estás en
las manos de un Dios grande y maravilloso, que quiere tu
felicidad. Confía en Él.

Y tú ¿estás dispuesto a
lanzarte sin miedo al océano infinito del amor de Dios? El
te está esperando con los brazos abiertos y te ama
infinitamente. Confía en Él y dile sí a todo
lo que te pida.

¿Confías tú en Dios? ¿Crees
que Él es bueno y te ama? Vale la pena darle todo y
dejarlo todo por seguirlo a Él. Confía en Él
y serás feliz.

Por eso, dile ahora mismo:

Dios mío te acepto como mi Señor y
el dueño de mi vida. Me rindo a tus pies y me consagro a
Ti en cuerpo y alma. Haz de mí lo que Tú quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias, porque te amo y confío
en Ti, porque Tú eres mi Rey y mi
Dios.

Y Dios podría decirte:

Conozco tu miseria y tus pecados, pero te quiero tal
como eres. Y, por eso, vengo a pedirte que correspondas a mi
amor. Quiero que tú me ames tal como eres en este
instante. No necesitas cambiar para amarme. Si para amarme
quieres esperar a ser perfecto(a), no me amarás
jamás. ¿No podría yo hacer de cada grano de
arena un serafín radiante de pureza y de amor? ¿No
podría yo con una señal de mi voluntad hacer surgir
de la nada miríadas de santos mil veces más
perfectos que tú?

Hijo(a) mío(a), quiero tu corazón. Estoy a
la puerta de tu corazón y espero. Yo, el Rey de los Reyes,
espero tu respuesta. Apresúrate a abrirme la puerta. No
lastimes mi corazón con tu indiferencia o tu falta de
confianza. Yo quiero hacerte un serafín de pureza y amor.
Yo quiero que seas santo(a). Pero recuerda que debes amarme ahora
tal como eres. Sígueme tal como eres. Yo te espero; pero,
si me rechazas, respetaré tu decisión y me
iré en busca de otras almas que me amen y confíen
en Mí. Hijo(a) mío(a), no te preocupes del cuidado
de tus cosas. No te angusties por el día de mañana.
No tengas miedo por el qué dirán. Confía en
Mí. Abandónate en mis brazos. Deja en mis manos tu
futuro. Y dime frecuentemente: "Padre, yo confío en Ti".
Lo que más me hace sufrir es que dudes de Mí. Si
crees que las cosas empeoran, a pesar de haber confiado en
Mí, no temas, sigue confiando. A veces, yo me oculto o te
cierro los ojos para que no me veas, pero yo estoy siempre a tu
lado y cuido de ti. No te preocupes de nada, echa en Mí
todas las angustias y preocupaciones, y duerme tranquilo(a). Dime
siempre: "Padre, yo confío en Ti", y verás grandes
milagros. Te lo prometo por mi amor.

Dios no ha
prometido

cielos siempre
azules

y senderos llenos de
flores

a lo largo de toda nuestra
vida.

Dios no ha
prometido

sol sin
lluvia,

alegría sin
pena,

paz sin
penuria.

Pero Dios ha
prometido

fortaleza para el
día,

luz en el
camino,

la gracia en las
pruebas

y su amor
imperecedero.

Confía en Él y no
temas.

No tengas miedo:

Y Jesús le dice a cada
pecador:

No tengas miedo, alma pecadora, de tu Salvador.
Yo soy el primero en acercarme a ti, porque sé que por ti
misma no eres capaz de ascender hacia Mí. No huyas,
hijo(a), de tu Padre. Ven personalmente a hablar a solas con tu
Dios de la misericordia, que quiere decirte palabras de
perdón y colmarte de sus gracias. ¡Oh, cuánto
te amo! Te he asentado en mis brazos… Yo te daré fuerzas
para luchar. ¿Por qué tienes miedo, hijo(a)
mío(a), del Dios de la misericordia? Mi santidad no me
impide ser misericordioso contigo.

Mi misericordia es más grande que tu
miseria y la del mundo entero. Por ti bajé del cielo a la
tierra, por ti dejé clavarme en una cruz, por ti
permití que mi Sagrado Corazón fuera abierto por
una lanza y abrí la fuente de la misericordia para ti. Ven
y toma las gracias de esta fuente con el recipiente de la
confianza. Jamás rechazaré a un corazón
arrepentido
.

Ven a menudo a esta fuente de la misericordia y con el
recipiente de la confianza recoge cualquier cosa que
necesites.

¡Que hermoso es repetir constantemente para
fortalecer nuestra fe: Jesús, yo confío en Ti! Si
Jesús está con nosotros, ¿quién
contra nosotros? Ni aunque viniera todo el infierno unido, no
podría hacernos nada, porque Jesús está con
nosotros y nos defenderá de todo mal.

Si confiamos en Jesús, también debemos ser
obedientes, cumplir fielmente nuestras obligaciones y hacer
felices a los hermanos que nos rodean. A este respecto, dice una
santa monja:

Una vez, vine a mi celda tan cansada que, antes de
comenzar a desvestirme, tuve que descansar un momento y, cuando
estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le
trajera un vaso de agua caliente. A pesar del cansancio, me
vestí rápidamente y le traje el agua que deseaba,
aunque de la cocina a la celda había un buen trecho de
camino y el barro llegaba a los tobillos. Al entrar en mi celda
oí esta voz: "Con el mismo amor con que te acercas a
Mí, acércate a cada una de las hermanas y todo lo
que haces a ellas me lo haces a Mí".

Hija mía, yo, Jesús estoy contigo. No
tengas miedo de nada, estás en mi Corazón. No
tengas miedo, no te dejaré sola. No tengas miedo, yo
siempre estoy contigo. Por eso, en el Evangelio, nos dice, como a
Jairo: "No tengas miedo, solamente confía" (Mc
5:36).

Toma mi
corazón

Toma mi corazón,
Jesús del alma mía,

tan pobre como es, es todo para
Ti

.

Con él te quiero dar, por
manos de María,

todo lo que ahora soy y todo lo
que fui.

En tu misericordia arrojo mi
pasado,

dejo a tu providencia mi porvenir,
Señor.

El momento presente sólo me
he reservado

para emplearlo siempre en probarte
mi amor.

Toma mi corazón, es tuyo,
todo tuyo.

Me abandono en tus manos para
siempre.

Amén.

* * * * * *

En las horas más tristes de
mi vida,

cuando todos me dejen,
Jesús mío,

y el alma esté por penas
combatida,

que pueda repetir hasta la
muerte:

¡Sagrado Corazón, en
Vos confío,

porque creo en tu amor para
conmigo!

Dios mío, me pongo en tus
manos

con lo poco que
soy,

contento de ser como
soy.

Si alguna vez sentí
tristeza

y vergüenza de ser
así,

te pido perdón por
haberme

avergonzado de la obra de tus
manos.

Te doy gracias por
haberme

hecho como
soy.

Y acepto con gratitud mi cuerpo
con

todos sus
detalles,

este temperamento, esta
inteligencia

y todo lo que soy como
persona.

Gracias, Señor, por
haberme

hecho así.
Amen

* * * * * *

Padre mío, me pongo en tus
manos,

haz de mí lo que Tú
quieras,

sea lo que sea, te doy
gracias.

Estoy dispuesto a todo, lo acepto
todo,

con tal de que tu
voluntad

se cumpla en

y en todas tus
criaturas;

no deseo nada más,
Padre.

Te confío mi alma, te la
doy

con todo el amor de que soy
capaz,

porque te amo y necesito
darme.

Me pongo en tus manos sin
medida,

con una inmensa
confianza,

porque Tú eres mi
Padre.

Amen

 

 

Autor:

Jorge Edgardo Oportus
Romero

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter