América Latina en el periodo de 1945-1980 –
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América Latina en el periodo de
1945-1980
Este ensayo está estructurado en 4 ejes
principales: la crisis de 1929 y sus consecuencias en
América Latina, los acontecimientos relacionados con la
Guerra Fría ocurridos en América Latina, desde 1945
hasta 1980. En tercer lugar están los procesos
políticos acaecidos en la década de los años
ochenta en América Latina. Por último, pero no
menos importante, están los conceptos de neoliberalismo,
globalización y posmodernismo, con sus
características y las consecuencias de su
aplicación a la región latinoamericana.
La crisis de 1929 tuvo sus orígenes en Estados
Unidos, el cual, desde el fin de la Primera Guerra Mundial
experimentó un gran crecimiento económico
prácticamente ininterrumpido. Esto fue favorecido por una
política de "irrestricta libertad de empresas, sin
intervención alguna del poder público, se
producían cada vez más y subían los valores
negociados en la bolsa de Wall Street." (Boersner, D). El
poder capitalista propició el "aislacionismo, la
autosuficiencia, el materialismo y de aquella moralidad puritana
e hipócrita que ilegalizaba las bebidas
alcohólicas, mientras toleraba la explotación y la
rapacidad en los negocios. Era un país
capitalista próspero, regido enteramente por la gran
burguesía que imponía sus ideas y valores y
reprimía a sus críticos. Pese a la prosperidad, un
tercio de la población vivía en la pobreza: su baja
capacidad de consumo (…) sería la causa fundamental
de la recesión." (Boersner, D). Esta historia
cambiaría cuando llegara el año 1929 y la
economía norteamericana produjera más de lo que
podía colocar en el mercado. En Wall Street los
inversionistas especuladores sintieron el pánico que
pronto sentiría todo el país al descender en picada
los valores. En pocos días, las empresas, que les era
imposible vender sus productos, fueron a la quiebra y sus
empleados quedaron en la calle: "Llenos de alarma los
especuladores comenzaron a vender frenéticamente sus
papeles, cuyos valores descendieron bruscamente. A los pocos
días, por falta de crédito y por la imposibilidad
de vender sus productos, las empresas comenzaron a cerrar sus
puertas y a arrojar a sus trabajadores a la calle. Al cabo de
pocos meses era ya general la crisis en Estados Unidos y el
número de desocupados ascendía a varios
millones." (Boersner, D). Esta situación se
extendió a todos los países capitalistas, fueran
desarrollados o subdesarrollados.
En América Latina la pobreza y la miseria se
agravaron aún más, ya que las industrias
disminuyeron su producción y por tanto se redujo la compra
de materias primas. Esto produjo que incluso el poder
oligárquico se viera debilitado. Es en este contexto en
que en 1932, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt
llega al poder. Implanta un modelo de capitalismo moderadamente
controlado por el Estado. Establece una política interior
de regulación de la economía (New Deal) la
cual incluyó muchas obras públicas, subsidios
agrícolas, estímulos al sindicalismo y la seguridad
social, entre otras medidas.
Siguiendo el contexto expuesto de la crisis de 1929, en
el Salvador comenzó un derrumbe del sistema y un
increíble aumento en el desempleo. En un paisaje lleno de
desesperación, hambre, miseria e inseguridad, Arturo
Araujo es elegido presidente en 1931. Promete tierras en las
zonas rurales para aliviar la presión, sin embargo, al
llegar al poder, cualquier reforma fue imposible de realizar:
"cuales fueran sus habilidades gerenciales, los limitados
recursos del estado no dejaban de disminuir y cualquier reforma
social era imposible. Inclusive los soldados del ejército
dejaron de recibir sus salarios puntualmente. Araujo
perdió rápidamente el apoyo del ejército y
de los hombres de negocios. Ocurrió lo inevitable. En
diciembre se dio el golpe de estado que llevó al poder al
General Martínez." (Lindo, H). Luego de este suceso,
los temores sobre la posibilidad de un levantamiento comunista
eran crecientes. En la medianoche del 22 y 23 de enero las
fuerzas rebeldes conjuraron los temores y golpearon comunidades
en el oeste del país: "Atacaron primero
sitios estratégicos y las principales edificaciones que
representaban el poder del estado: cuarteles de policía,
oficinas de telégrafos, oficinas municipales.
También asaltaron casas de terratenientes y saquearon
comercios locales." (Lindo, H). La respuesta del Estado fue
rápida y violenta. En tres días recuperaron el
control de las comunidades atacadas. Los relatos en los
periódicos locales aparecen de inmediato. La masacre de
los campesinos e indios es omitida en estos y se decide relatar
el sufrimiento de las víctimas de los ataques rebeldes:
"Mientras que el sufrimiento y el terror de las
víctimas de la rebelión se describían
puñalada por puñalada, violación por
violación, con lujo de detalles, individualizando a cada
una de las víctimas, la muerte de los campesinos se
describía en términos genéricos"
(Lindo, H).
A lo largo del mandato de Martínez, las
referencias a esta carnicería fueron muy limitadas. En su
mandato adoptó la práctica de defender a las
oligarquías de enemigos "de adentro", en vez de defender
al país de enemigos externos. En dos ocasiones se
reeligió presidente. Al tercer intento, "la paciencia
de los salvadoreños se había agotado. Su
intervencionismo en la economía lo había alejado de
las clases pudientes, sus prácticas autoritarias
resultaban cada vez más odiosas a los grupos medios
modernizantes, y después de las masacres de 1932 las
clases populares no estaban muy dispuestas a abrazar un reciente
sesgo populista." (Lindo, H). Abandonó el poder en
1944, tras la Huelga de Brazos Caídos. Aunque esto no
significó el derrumbe inmediato del sistema dictatorial,
abrió la ventana de una nueva era, de la cual es posible
hablar después del golpe de Estado en 1948.
En la Guerra Fría, se dieron varios
acontecimientos en América Latina cuya finalidad fue
instaurar o derrocar regímenes socialistas. Por ejemplo,
en el caso chileno, se dio un importante golpe de Estado
propinado por los generales Pinochet, Leigh, Merino y Mendoza (a
favor del imperialismo) contra el presidente Allende y el pueblo
chileno. El autor Helio Gallardo divide este suceso (que
él lo llama "mito de la traición") en dos
variantes centrales: "El golpe de Estado que asesinó a
Allende tuvo como fundamento el carácter (personal)
traidor de los generales Pinochet, Leigh, Merino y Mendoza, y el
golpe de Estado fue una traición institucional por parte
de las Fuerzas Armadas; el traicionado en este caso sería
el "pueblo de Chile"" (Gallardo). El mismo autor
señala que hay un "énfasis en el
carácter personal-moral de las relaciones
Allende-generales "traidores"; en este esquema lo
histórico adquiere un carácter
individual-excepcional, y la desvinculación
histórica del suceso "golpe de Estado". El carácter
simbólico del 11 de setiembre se trasciende de este modo a
sí mismo y cobra autonomía: el 11 de septiembre no
es ya parte de un proceso histórico sino que es un hecho
que "separa dos Chiles", el de "antes" y el de "después"
del golpe o de la "traición" " (Gallardo). Siguiendo
las dos vertientes propuestas por Gallardo, la versión
personalizante se extiende gracias a dos factores, a saber:
"la existencia de una colonia chilena en el exterior para
algunos cuyos sectores –ya por razones sentimentales, ya
por razones políticas– el regreso a Chile es siempre un
regreso (ideológico) al Chile de antes (…) y por la
disciplina ideológica y política de importantes
sectores populares chilenos históricamente acostumbrados a
obedecer y a "ver" a través de quienes sí
saben (…)" (Gallardo). La vertiente institucional del
mito de la traición tiene como base dos pilares: "la
cantidad y calidad del movimiento obrero y su capacidad para
nuclear social y políticamente a otras fuerzas sociales, y
un Estado de derecho con instituciones sólidas."
(Gallardo). Estos ejes son validados dentro de algunas
construcciones ideológicas, por medio de las cuales que se
expresan "la práctica política de y la
percepción ideológica frente a la democracia
liberal burguesa. (…) los acuerdos políticos del XX
Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética (1956) que giraron en torno a la defensa de la
coexistencia pacífica, la inevitabilidad del socialismo y
la diversidad de formas de tránsito hacia el socialismo
(…) la "necesidad" de consolidar históricamente y
en América Latina las líneas abiertas por el XX
Congreso soviético, reafirmadas con variantes durante la
década del 60, en el sentido de construir una alternativa
al proceso revolucionario cubano. (…) el marco
jurídico y político en el que se desarrollan las
luchas de los trabajadores chilenos, especialmente desde 1938 en
adelante." (Gallardo). Gallardo concluye apuntando a que la
variante institucional del mito de la traición tiene
menores posibilidades de mantenerse ideológicamente activo
que la versión personal, leyendo de diferentes maneras las
últimas palabras de Allende. Sin embargo, plantea
elementos que podrían mantener a flote esta
versión: "la existencia de una gran cantidad de
relatos literarios (…) cuyo énfasis descansa en la
realización del golpe (…) y la existencia de
elementos deterioradores de la imagen de Allende (…)"
(Gallardo)
Los movimientos sociales en América Latina se
caracterizaron por ser muy violentos en su gran mayoría.
Judith Larson en "La Guerrilla en América Latina
¿Terrorismo o Guerra Popular?" afirma que es
difícil clasificar a un grupo como extremista: "Pero
no es fácil colocar acertadamente el apelativo de
"extremismo" para caracterizar a cualquier grupo político
que recurre a las armas. Si bien hay sociedades en que la
violencia no parece necesaria por la existencia de otros
mecanismos alternativos, hay otras en que sigue siendo un
elemento importante" (Larson, J). Para lograr diferenciar
los grupos "extremistas" de los iniciadores de "movimientos de
liberación nacional", Larson propone que se debe
distinguir la situación en la que surgen, la
relación con el pueblo y las formas a través de las
cuales se manifiesta. "(…) la situación en que
aparecen las manifestaciones de violencia, ésta puede
estar caracterizada por la existencia de mecanismos de
participación política, o por la ausencia de
ellos (…) la relación con la
población (…) depende de la variable
anterior. Cuanto más legítima sea la violencia
recibirá mayor apoyo de la población.
(…) Finalmente podemos distinguir dos tipos de formas
de expresión de la violencia: discriminada e
indiscriminada." (Larson, J). La violencia discriminada es
la que se realiza dentro de un contexto de objetivos
político-militares y que afecta a grupos políticos
agresores. Indiscriminada afecta a grupos que no están
directamente relacionados con los grupos a derrotar.
El terrorismo es un fenómeno político cuya
afectación a la sociedad es marginal. Es ejercido por
grupos minoritarios, y normalmente no encuentran apoyo
legitimador. Caso contrario lo son los movimientos de
liberación nacional, que se caracterizan por "la
combinación de lucha política y lucha armada
(…) realizadas por grupos nacionales que aspiran a lograr
la independencia de su país." (Larson, J)
En América Latina, se dieron varios conflictos
con diferentes fechas de origen y conclusión, la que hace
que sean "más de cincuenta años en total en que
la sociedad vivió formas anormales de vida
política, con represión, guerra civil, conflicto
armado. Han sido dos generaciones de centroamericanos que han
vivido la anormalidad de una existencia personal gravemente
alterada". (Torres, E). Torres Rivas propone dos conjuntos
de factores, generados por una interpretación a largo
plazo, que explican el contexto de los sucesos: "Unos, son
factores políticos y culturales que se presentan en este
análisis como las dificultades desde el Estado para la
vida democrática." (Torres, E). El Estado, en su
modalidad autoritaria, no logró evitar el surgimiento de
movimientos sociales revolucionarios, sino que más bien
impulsó su formación. Entonces, es aquí
cuando es importante dar una definición de
revolución, la cual la proporciona Torres: "cambio
violento de las instituciones del Estado, acompañado por
la sustitución de actores e intereses sociales dominantes,
por otros grupos o clases, como resultado de una
movilización popular lo suficientemente fuerte para
lograrlo" (Torres, E). Para lograr entender esta
definición, se deben tomar en cuenta tres conceptos:
noción de movimiento revolucionario, objetivo de tomar el
poder del Estado por la vía violenta y los objetivos del
cambio de la sociedad. Tomar el Estado refiere a "derrota de
las fuerzas encargadas de la defensa del orden que se combate
(…) la bancarrota de las instituciones que lo respaldan,
especialmente el poder ejecutivo y el castigo (…) de la
cohorte gobernante" (Torres, E). El concepto de movimiento
revolucionario apunta a "la movilización de masas con
un grado de organización que requiere una dirección
político-militar capaz de hacerse seguir por amplios
sectores populares susceptibles de identificarse y reconocerse
más por los agravios experimentados y por su
elaboración cultural y simbólica, que por sus
orígenes clasistas". (Torres, E).
Pasando a casos concretos, se puede analizar el caso
guatemalteco, el cual es importante resaltar ya que en el
país más atrasado en materia social se dio el
movimiento más desafiante al orden oligárquico. Es
por esto que los logros alcanzados en el proceso son más
valorados por el atraso social: "La importancia de lo logrado
en el proceso, la democracia electoral, amplia
organización social, libertades políticas,
atención a la educación y a la salud
pública, autonomía municipal y otros logros, se
valoran más por la naturaleza del atrasado escenario
nacional en que surgen." (Torres, E). En Guatemala, se puede
afirmar, que, después de la revolución de 1944,
"que transcurrió en una noche casi incruenta, al
presentarla como una derrota del viejo ejército, le
permite afirmar que ahí se "ha quebrado la armazón
del Estado liberal oligárquico" y que un nuevo Estado,
democrático, empieza a surgir (…)" (Torres, E)
lo cual es un cambio de régimen político que
produce un cambio profundo en la sociedad de
Guatemala.
En junio de 1944, el general Ubico sale del poder y deja
de sucesor al general Ponce Vaides. Este sería derrocado
rápidamente por la insurrección de octubre y
llegaría al poder por medio de elecciones libres Juan
José Arévalo. Lentamente se fue disgregando la
coalición triunfante e importantes sectores "de la
pequeña burguesía y otros medios se pasaron al
campo de la reacción oligárquica, estimulados por
el clima envenenado de la Guerra Fría; sin ser
antidemocráticos se volvieron anticomunistas, para
terminar siendo contrarrevolucionarios." (Torres, E). Cuando
se dio la reforma agraria en el gobierno de Arbenz, el sector
campesino fue tomando mayor preponderancia política ya que
se abrieron las posibilidades de recibir tierra y la tierra
ociosa fue expropiada. Estas medidas "fueron como
puñaladas directas al plexo vivo de los intereses y la
cultura de la burguesía oligárquica. Menos que sus
intereses materiales fue su ideología, su manera de vivir
la historia, la cultura colonial con la que se explotaron a los
campesinos-indígenas lo que se agravió tan
directamente." (Torres, E). Esto provocó que se
planeara derrotar el proyecto nacional-popular, que al final se
logró con el apoyo de la CIA.
También se puede analizar la situación de
El Salvador, la cual en 1944 tuvo una revuelta que
fracasó, pero contribuyó a generar la oportunidad
de que nuevos movimientos revolucionarios emergieran y desafiaran
el poder oligárquico. En el año 1948 se dio un
golpe de Estado, propinado por un sector militar-civil. El nuevo
gobierno realizo una serie de reformas, a saber "Los
militares aspiraban a fusionar los intereses agrarios en un
proyecto de modernización con los nuevos sectores
interesados en la industrialización" (Torres, E). El
control militar no siempre era bien visto por los sectores
burgueses cafetaleros-comerciales y tuvo momentos
críticos. Sin embargo, los burgueses aceptaron el trato ya
que fue un "intento acaso racional para mantener intacto su
poder social aunque quebrantando su poder político."
(Torres, E). Cuando era el momento de aplicar políticas de
poder, "la sociedad militarizada se valió de modales
"bruscos" con las organizaciones populares, especialmente los
sindicatos y los estudiantes (…)" (Torres, E). En
materia económica, el régimen "impulsó
regulaciones e intervenciones en aspectos del crédito y la
producción agropecuaria e industrial, creando tensiones en
el interior del Estado" (Torres, E). Este régimen
llego a su fin cuando en 1974 el general Molina intenta una
reforma en el agro y el sector terrateniente reaccionó y
detuvo su accionar.
La globalización, según Quesada en
"Globalización y Deshumanización: dos Caras del
capitalismo", es "eminentemente, un fenómeno
tecnológico que permea la cultura, las relaciones sociales
y, en general, la forma en cómo las sociedades funcionan"
(Quesada, R). Sin embargo, Quesada apunta a que esta
definición podría llegar a ser incoherente con el
desarrollo de sus ideas. Propone que globalización, en un
contexto neoimperialista, "no significa integrar, tampoco
humanizar o revalorizar las prácticas económicas,
sociales, políticas y culturales de los pueblos en una
nueva etapa de su desarrollo. Significa todo lo contrario:
esencialmente desintegrar las economías nacionales, para
que se incorporen por la fuerza de la competencia a un nuevo tipo
de mercado mundial" (Quesada, R). Señala que esto
inevitablemente produce una deshumanización ya que "los
individuos buscan entonces concentrar sus esfuerzos en el
rendimiento, en la capacidad de producir cosas, no en generar
ideas, sentimientos o hechos que los acerquen más, sino
que los separen de una vez por todas" (Quesada, R).
Como una especie de consecuencias, propone que se
regionalizan o crean "nuevos polos de poder en función
de las necesidades inéditas del expansionismo
capitalista" (Quesada, R), se fomenta la creación de
instrumentos institucionales, "para lograr una productividad
cada vez más eficiente de los mercados
internacionales" (Quesada, R). También, las personas
son afectadas al existir por lo que producen, no por lo que
son.
Señala un punto importante de la
globalización, el cual es que esta intenta "engullir"
sectores de otras economías desarrolladas, con sus
contrapesos económicos. Cuando algo similar ocurre en
países latinoamericanos, los contrapesos que existen entre
los países desarrollados son inexistentes o el país
no tiene la capacidad de respuesta.
Por otro lado, Gamboa, en "Los retos de la
ciudadanía y de la gobernabilidad en la
globalización" afirma que el fin de la
globalización es "que grandes zonas de la actividad
social van extendiendo su campo de acción hasta abarcar
niveles que superan los límites nacionales y regionales,
interconectados ahora a través de una compleja red de
relaciones, flujos e intercambios; y, en segundo término,
que ello va acompañado de una intensificación de
las conexiones y dependencias entre las diferentes sociedades y
Estados" (Gamboa, L). Aventurándose a dar una
definición, de la mano de Prats, Gamboa dice que se
refiere a "una serie de fuerzas y tendencias que están
cambiando nuestro mundo y su orden, una revolución
iniciada en las comunicaciones y los transportes como su causa
fundamental, mundialización de los mercados (…),
producción de fuertes dislocaciones en los mercados
(…) un debilitamiento del trabajo y de sus organizaciones
frente al capital (…) la mundialización de la
criminalidad (…) una drástica reducción de
los derechos de soberanía de los Estados, la ruptura de la
distinción tradicional entre políticas internas y
política internacional, la emergencia de otros actores de
la gobernación global (…)". (Gamboa, L).
Concluye afirmando que el proceso de globalización "ha
supuesto la supresión de las barreras al libre comercio y
la mayor integración de las economías
nacionales" (Gamboa, L). Con base en esta línea, se
puede decir que la globalización podría ser una
"fuerza benéfica que puede favorecer a todos. Pero
(…) para que esto suceda es necesario replantearse
profundamente el modo en que la globalización ha sido
gestionada, incluyendo los acuerdos comerciales internacionales
que tan importante papel han desempeñado en la
eliminación de dichas barreras, y las políticas
impuestas a los países en desarrollo en el transcurso de
la globalización." (Gamboa, L).
También, Robert McChesney, en la
introducción de la obra de Chomsky "El beneficio es lo que
cuenta" afirma que la globalización es el producto de que
los gobiernos poderosos obligan la aceptación de tratados
comerciales a países menos desarrollados, para así
lograr facilitar el domino económico de las naciones del
mundo.
James Petras, en Neoliberalismo en América
Latina, cita que el liberalismo nace en países
capitalistas dominantes imperiales, que basados en ideas
liberales clásicas buscaban competir en el mercado
mundial, basado en la apertura de mercados así como en
ampliar las relaciones de productos. Durante la década de
los 30, con la crisis y el derrumbe del liberalismo surge la
industrialización nacional populista. A su vez con la
crisis del populismo nacional y la derrota del socialismo resurge
el neoliberalismo amparado en la ideas que esgrime Adam Smith
así como también en el llamado "consenso de
Washington" (Chomsky). El neoliberalismo mantiene sus
semejanzas con el liberalismo cuando define que no es el Estado
sino el mercado el que debe distribuir salarios y capital,
(Petras) se opone a cualquier clase de regulación y
más bien impulsa la autorregulación del mercado,
así como permitir que un grupo reducido de intereses
privados maximice sus beneficios al controlar la vida social
mediante una serie de políticas y procedimientos.
Aunque las posiciones doctrinarias de ambas
ideologías son compartidas, los efectos sobre la
economía difieren. Como lo afirma Petras, los efectos
sociales y económicos del neoliberalismo para la clase
trabajadora incluyen desde eliminar legislaciones sociales,
desarticular sectores económicos interrelacionados hasta
marginar y excluir a grupos trabajadores y productivos. Considera
este autor el neoliberalismo contemporáneo como el uso de
la tecnología del siglo XXI pero supeditado a un marco
social del siglo XVIII. Agrega McChesney, en el prólogo de
Chomsky que "el neoliberalismo ha sido durante las dos
últimas décadas la orientación global
predominante, económica y política"
Asimismo retomando a Petras, los presupuestos
básicos que la teoría neoliberal establece son: la
estabilización de precios y cuentas nacionales;
privatización de medios de producción y empresas
estatales; liberalización de flujos comerciales y de
capital; desregulación de la actividad privada y
restricción del gasto público implementando la
austeridad fiscal. Agrega McChesney que el neoliberalismo se
presenta como políticas de libre mercado que fomentan la
iniciativa privada y la libertad del consumidor, premian la
responsabilidad personal así como la iniciativa
empresarial y socavan la inoperancia de los gobiernos
incompetentes, burocráticos y parasitarios.
Como promotores para imponer el neoliberalismo en
América Latina, Chomsky señala el "consenso de
Washington" como sistema doctrinal diseñado por el
gobierno de los Estados Unidos; Petras coincide al señalar
además las agencias internacionales de préstamo y
los bancos privados que en su mayoría son controlados por
ese mismo gobierno; así como la élite
económica que en pocas manos concentra la mayor riqueza,
para la cual Chomsky hace mención aparte al referirse a
ellos como "los principales arquitectos" del
"consenso de Washington"; todo lo anterior dentro de la
figura de la dictadura militar que por sí misma implica un
estado autoritario intervencionista que maneja la
desregulación de las economías para beneficio de
los intereses privados, utilizando la violencia para apaciguar
cualquier ánimo combativo ante el nuevo orden neoliberal
auspiciado por el gobierno de los Estados Unidos.
Para la región latinoamericana, la
transformación neoliberal ha implicado una estrategia de
exportación asociada al capitalismo externo e interno y
regulada a nivel internacional, dejando atrás la
industrialización nacional que se basaba en capitales
tanto públicos como privados, que se manejaban dentro del
ámbito únicamente nacional. Para el desarrollo de
la tesis neoliberal, afirman tanto Chomsky como Petras, que se
debía liberalizar el comercio, disminuyendo la
intervención estatal, cosa que no sucedió pues su
intervención varió en vez de nacionalizar para
privatizar, socializando las deudas que acumulaban los bancos
privados, convirtiéndolas de privadas en públicas.
Así lo hizo también subsidiando a los exportadores
con transferencias de recursos económicos provenientes de
prestaciones sociales de la clase asalariada. Intervenía
asimismo el Estado en el asedio a grupos sindicales y laborales
con opresión de sus manifestaciones y líderes,
así como limitando el trabajo, aumentando precios y
bajando salarios por medios de nuevas regulaciones.
Siguiendo con el enfoque de Petras, aunque el
neoliberalismo proponía una desregulación de la
economía "se implantó un nuevo régimen
regulador" internacional conformado por el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial, así como mandos
jerárquicos del gobierno de Estados Unidos y
cúpulas exportadoras. El consumo local es limitado para
los grupos asalariados, beneficiando así las
minorías exportadoras.
Otro punto en el desarrollo de esta corriente ha sido la
eliminación de monopolios estatales que se sugiere atentan
contra la libre competencia, no obstante la privatización
lo que ha hecho es convertir monopolios de públicos a
privados, pasando a manos de élites económicas muy
poderosas.
La región no ha visto cambiar los monopolios, ni
ha visto la desregulación anunciada y aún menos la
intervención del Estado minimizada, pues siguen igual que
antes pero lo que si cambia son los actores, que detentan el
poder, el control y los beneficios. Para citar ejemplos claros
del impacto que ha generado el neoliberalismo en América
Latina, Chomsky señala que Brasil después de haber
sido "domesticado" por Estados Unidos y de haberle otorgado
réditos financieros exitosos, presenta para 1989 una baja
abrumadora en el Índice de desarrollo humano de la ONU,
llegando a afectar incluso a la minoría
económicamente poderosa, por lo que los antes postulados
que sustentaban el desarrollo se transforman convenientemente en
efectos causados por modelos estatistas y socialistas.
Además, Chomsky se refiere a México como el modelo
propuesto a seguir para el resto de países por haber
adoptado las reglas del consenso de Washington, mientras los
salarios caían, el número de pobres crecía
al ritmo de los nuevos multimillonarios, y los requerimientos
alimenticios no son cubiertos para la mitad de la
población, haciendo mayores las ganancias que reciben los
pocos que manejan el mercado del maíz en esa
nación.
Además citando a Petras la implantación de
esta corriente ha derivado en que "Los conglomerados
exportadores y extranjeros reemplazan a los industriales
nacionales, a los empleados del sector público y a los
sindicatos en la función de beneficiarios y controladores,
el mercado internacional reemplaza al mercado nacional. Los
ingresos concentrados reemplazan a los públicos. La
riqueza privada acompaña el empobrecimiento del bienestar
público. El libre mercado no es libre para la
mayoría, ni tampoco se basa exclusivamente en el
mercado". En el mismo sentido, amplía McChesney, que
América Latina ha sufrido por igual un aumento en la
desigualdad social y económica, el aumento de las
pérdidas de las naciones y pueblos más pobres del
mundo, una economía mundial inestable contra el aumento de
las ganancias para las élites acaudaladas.
Históricamente el concepto de ciudadano ha
merodeado el imaginario colectivo procurándose un espacio
social. Inicia su aparición con un reconocimiento negativo
al ser subordinado muy por debajo del concepto de imperio durante
el período antiguo. Aparece rutilante con la
Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano,
(Luis Enrique Gamboa en "Los retos de la ciudadanía y de
la gobernabilidad en globalización"), para seguir
sorteando los vaivenes de las luchas sociales hasta nuestros
días.
Incide la globalización, cambiando el papel de
ciudadano ubicado dentro del contexto de la comunidad nacional,
ante las nuevas regulaciones que le imponen el desarrollo de la
legislación internacional que impone nuevas regulaciones
sobre individuos, (Constantino Urcuyo en Gamboa "Los retos de la
ciudadanía y de la gobernabilidad en
globalización"). Afirma Gamboa que el concepto de
ciudadano es restrictivo, que engloba derechos limitados y
deberes difusos, considerando a unos ciudadanos y a otros no.
Así mismo McChesney en la Introducción a Chomsky
señala que la conexión de conciudadanos para
interactuar es vital pues fortalece la democracia, no obstante
esto no se realiza ante el asedio que sufre hoy día la
sociedad bombardeada por ideas neoliberales que "generan
individuos inconexos que se sientes desmoralizados y socialmente
impotentes" (Chomsky, N)
Es por ello que bajo la influencia de la
globalización y otras ideologías, el rol del
ciudadano ha ido cambiando al tomar conciencia del poder que
ostenta, pues no se trata sólo de creerse ciudadano para
recibir beneficios sino también para exigir resultados. No
obstante, el desencanto con la labor realizada por la clase
política incide en la falta de civismo al ausentarse de
las urnas dejando que sean unos pocos los que decidan,
convirtiéndose en "una ciudadanía despolitizada
caracterizada por la apatía y el cinismo" tal como lo cita
Chomsky al advertir las secuelas del neoliberalismo." (Chomsky,
N)
Esta actitud del ciudadano no ayuda a cambiar su actual
situación pues la abstinencia golpea más a las
clases pobres y trabajadoras dejando que sean la minoría
que ostenta el poder económica quién elija el
gobierno que más le convenga. Es debido a esta
situación que el papel del ciudadano debe estar libre de
informaciones manipuladas por los medios de comunicación,
que lo que buscan en incidir en la conciencia colectiva y lograr
dominar las voluntades de los votantes emitiendo solo las
informaciones que les resulten de provechos a sus intereses. Para
esto vale la pena citar a Chomsky en Gamboa cuando menciona que
"… los ciudadanos de las sociedades
democráticas deberían emprender un curso de
autodefensa intelectual para protegerse de la manipulación
y el control, y para establecer las bases de una democracia
más significativa" (Gamboa)
Sin hacer diferencia, las ideologías analizadas,
inevitablemente han desplegado maquinaria propagandística
para inducir al ciudadano a la aceptación de la que
anuncian como la opción inevitable o la que traerá
mayor número de beneficios a la mayoría de la
población, y de forma tal que ya Chomsky en la
década de 1970 inició una investigación en
cuanto al servicio de los medios de comunicación hacia los
intereses de las élites y la manera en que incidían
en la capacidad de los ciudadanos para vivir y decidir
democráticamente.
En gran medida, estos fenómenos
ideológicos más bien han creado en el ciudadano la
búsqueda de una tercera opción, castigando y
premiando mediante el voto, convirtiéndose "en un voto
protesta contra el sistema político" (Gamboa). Con
esta herramienta en las manos, el ciudadano muchas veces ha
perpetuado un sistema político lesivo, que no cobija sus
intereses, porque se ha dejado adoctrinar por los medios de
comunicación cuando le venden la información
parcializada. Pero por otra parte, ha surgido un empoderamiento
de la población que ha exigido a los Estados satisfacer
sus demandas, por lo que el ciudadano se sale del esquema que se
supone debía cumplir y obliga a los gobernantes a
"replegarse antes las exigencias de la
ciudadanía" (Gamboa). Tanto así, que nuestras
sociedades están a tiempo de encausar sus rumbos, pues
sigue afirmando Gamboa que "este proceso globalizador…
todavía está en manos de la ciudadanía"
y que de ésta se exige una labor creativa y combativa con
la que a veces se ha permitido realizar los ideales de libertad y
justicia.
El ciudadano se ha convertido en pieza fundamental al
requerirse de él mayor participación para definir
su grado de compromiso, pues o se convierte en una masa que deja
hacer y deja pasar o actúa con responsabilidad al
ejercitar sus deberes y defender sus derechos dentro de un marco
pacífico, usando la razón y la capacidad de
análisis como instrumentos básicos
(Gamboa).
Autor:
Esteban Herrera