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Auge y crisis de los artesanos por oficios en Centroaméria: 1560-1850



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Legados del
    mercantilismo colonial
  3. Despegue de las
    economías locales
  4. La
    producción artesanal
  5. Decadencia de los
    oficios artesanales
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

Introducción

El conocimiento de las ocupaciones de los trabajadores
directos, las condiciones en que producen sus medios de
subsistencia, el empleo, salarios y las relaciones de trabajo,
los niveles de vida y sus ambientes culturales constituyen temas
sustantivos para explicar las desigualdades sociales y luchas
laborales, las ideologías y formas de organización
política en las sociedades capitalistas.

Lo confirman la mayoría de las obras de
economía política, la filosofía de la
Ilustración y el liberalismo, y buena parte del
pensamiento que se sustenta en los tratados de las llamadas
doctrinas político-económicas. Basta referir a las
preocupaciones humanistas, sociales y políticas de "los
socialistas utópicos" del siglo XVIII. O bien, al estudio
sobre la Situación de la Clase Obrera en Inglaterra y La
Contribución al Problema de la Vivienda, de Federico
Engels; así como la encuesta que elaboró Carlos
Marx para constatar el perfil laboral y social de los
trabajadores alemanes.

En América Latina, el acercamiento a esos
tópicos desde la historiografía del movimiento
obrero-sindical, ha privilegiado el estudio de las luchas
sociales y de las protestas de las primeras concentraciones de
trabajadores en la segunda mitad del siglo XIX, en un afán
por delinear la fisonomía de la clase obrera moderna y sus
luchas contemporáneas. Y en esa dirección, el
conocimiento del sector de los artesanos por oficios y
productores nacionales, carece de bastante
indagación.

Este artículo sintetiza alguna
bibliografía histórica elaborada sobre ese tema
para satisfacer objetivos, como los siguientes:

  • 1) Comprender el reordenamiento de las
    actividades productivas de las culturas originarias y de los
    inmigrantes españoles a raíz de la conquista y
    colonización en relación con el desarrollo del
    capitalismo a partir del siglo XVI.

  • 2) Conocer la evolución de los oficios
    de los artesanos en las diferentes provincias de
    Centroamérica entre 1560 y 1850 para apreciar el
    legado de sus luchas.

  • 3) Explicar la decadencia de la
    producción artesanal en Centroamérica en el
    contexto del liberalismo económico, la independencia
    de España y la inserción de la región en
    la división internacional del trabajo creada por las
    revoluciones industriales.

Legados del
mercantilismo colonial

En América Latina, el capitalismo mercantil se
gestó con la invasión de las milicias privadas de
los conquistadores españoles, la despoblación y
devastación de la vida comunal indígena, el saqueo
y destrozo de sus modos de producción y subsistencia. En
la nueva geografía económica se implantó una
división del trabajo, organizada con base en la propiedad
individual de la tierra y el usufructo privado de los recursos
naturales y excedentes económicos. En las actividades que
ocupaban numerosos brazos, como en los obrajes o la
construcción de templos y obras públicas, se
utilizó la coacción policial y autoritarismos
jerárquicos y patriarcales justificados en dogmas
religiosos o en la manipulación de las creencias
autóctonas ancestrales.

Los conquistadores y colonizadores impusieron nuevas
relaciones interpersonales, familiares y sociales, desarraigadas
de las culturas originarias. Esclavizaron tribus y cacicazgos o
trajeron esclavos africanos y los explotaron en
combinación con el trabajo servil y el empleo a cambio de
víveres o monedas. En América Central
diseñaron sistemas extractivos agropecuarios y en menor
grado mineros, en función con objetivos de lucro
individual, acumulación de riqueza mediante el comercio, y
la elaboración de artesanías para reproducir la
cultura y pagar tributos a la monarquía.

Durante trescientos años tomó forma una
economía mercantil capitalista subordinada a la
evolución del transporte marítimo y los
intercambios con Europa. Un comercio exterior, constantemente
trastornado por las guerras entre las dinastías
monárquicas en decadencia, e internamente atrofiado en
exceso pues no generó inversiones, oferta y demanda de
trabajadores libres, retrasó la tecnificación
agrícola y no consolidó la elaboración y
comercio de manufacturas. En 1775 España tuvo que
reconocer el predominio marítimo de las flotas piratas
inglesas u holandesas y se insertó en los flujos del
mercado internacional como deudora y consumidora, aún
durante el período de reformas liberales de los
Borbones.

El ascenso social y político de la
burguesía europea después de la revolución
inglesa de 1649 y del derrumbe del absolutismo francés,
entre 1789 y 1792, no tuvo paralelo en España y Portugal.
En los señoríos de "los reyes católicos"
prevaleció el "antiguo régimen" de sociedades
campesinas, étnicamente diferenciadas y gobernadas por un
bloque social de aristócratas terratenientes y mercaderes,
usureros y funcionarios incrustados en unas instituciones
jurídicas, miliares y político-religiosas
ostentosas y segregacionistas.

El 5 de mayo de 1808 la corona española
abdicó ante los ejércitos de Napoleón
Bonaparte. Entre 1810 y 1821 perdió el control
político y militar sobre sus territorios occidentales tras
las cruentas guerras que estallaron desde las sierras mexicanas,
hasta la cordillera andina y los llanos argentinos. En ese
desenlace adquirió fisonomía política la
burguesía mercantil y terrateniente centroamericana: una
fuerza social heterogénea que tomó el poder
político entre 1821 y 1824 con el apoyo del imperio
inglés, y vigiladas de cerca con celo y codicia por la
Doctrina Monroe norteamericana.

Despegue de las
economías locales

A causa de la independencia, las Juntas de Gobierno o
los poderes de los nacientes Estados se involucraron durante
más de medio siglo en disputas promovidas por grupos
sociales y económicos regionales. La ausencia de un poder
central y su inestabilidad fue reemplazada por intereses privados
orientados a controlar territorios aptos para la agricultura
comercial, minería, cultivos de exportación o para
preservar la hegemonía administrativa en las antiguas
provincias coloniales, ciudades y puertos. Esa dispersión
y enfrentamientos se reforzaron con el auge del mercantilismo
desde mediados del siglo XVIII y al final del período
colonial interactuaron solapadamente con el expansionismo
comercial, marítimo y financiero de capitales privados y
los gobiernos de Francia e Inglaterra.

Entre 1824 y 1842 el ejército de Guatemala
participó en 51 batallas, el de El Salvador en 40, el de
Honduras en 278 y el de Costa Rica, en 5. (Lindo F.
Héctor. 1991:157). En esos antagonismos entre individuos,
ascendencias y liderazgos de una misma clase dominante, tomaron
forma las instituciones militares y sus caudillos: la fuerza
primaria que, por encima la legitimidad de la historia de las
naciones, el derecho y los fines del Estado, sostuvieron u
obstruyeron gobiernos transitorios expuestos a golpes militares,
segregación territorial y el acoso de potencias europeas y
de los Estados Unidos.

El entramado jurídico e institucional de la
división de poderes que floreció con las
revoluciones burguesas europeas, la independencia de las colonias
inglesas del norte de América y las teorías del
liberalismo económico, fue apostillado en cada uno de los
países; formalmente, como Estados unitarios o
Repúblicas Federales. Las economías locales dieron
frutos tardíos de alcance y algún sentido de
cohesión nacional, a ritmo de los ciclos y crisis
capitalistas y de los avances técnicos, industriales y
financieros exteriores. A partir de 1850 creció el volumen
de mercancías y bienes de capital comercializados por
agencias intermediarias en el contexto de la revolución
industrial de 1830-1890 y de las inversiones
extranjeras.

Por lo tanto, en Centroamérica, las
economías nacionales y sus Estados no se derivaron de
transformaciones estructurales legitimadas en idearios
revolucionarios. El capitalismo agroexportador emergió con
"malformaciones" de latifundios, campos mineros en abandono,
haciendas y plantaciones de fibras, cueros y pulpas dulzonas.
Esas materias primas, sinónimo de "productos finales", se
vendían bajo condiciones de libre competencia, acogidas
desde 1781. Más tarde, impulsadas por el financiamiento,
trasiego marítimo y la tutela militar de Inglaterra, en
abierta disputa con Estados Unidos desde la década
1850-1860.

El mercado de trabajo con rasgos capitalistas se
consolidó en Centroamérica entre 1880 y el fin del
siglo. Adquirió nitidez una vez que fue abolida la
esclavitud, liberadas las poblaciones campesinas de añosas
servidumbres, eliminados los ejidos y tierras comunales de las
cofradías religiosas y de los pueblos de indios,
suprimidas las corporaciones de artesanos por oficios y
reapropiadas las tierras interiores en beneficio de clases
sociales que heredaron la tradición de despojo y
depredación colonial. Las ideas políticas,
filosóficas y económicas de la Ilustración,
el enciclopedismo y la ciencia positiva del capitalismo maduro,
fueron ejecutadas en el istmo con retardo, desfases y ritmos
desiguales entre las naciones.

La
producción artesanal

La producción artesanal se reorganizó con
la creación de asentamientos y las reducciones
indígenas. Las primeras ordenanzas del Ayuntamiento de
Guatemala fueron emitidas en 1559 con referencia al trabajo de
zapateros y curtidores. Proponían crear un gremio bajo la
autoridad de un alcalde y de un veedor. Éste otorgaba
licencias para vender los cueros y el primero, las reglas de
elaboración del calzado y la enseñanza del oficio.
En la zapatería concurrían diferentes tareas:
curtido, zurrado y manejo de las pieles.

http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

Hacia 1573 Alonso Anguciana de Gamboa se propuso traer a
Costa Rica un "carpintero de lo blanco", dos tejedores, un
jaquimero y un cordonero, así como labradores y
"carpinteros de ribera". Por su parte, Diego de Artieda en 1581
informó que traería 70 u 80 hombres, labradores,
casados y oficiales de oficios.

En Cartago los barrios de indígenas y pardos
estaban localizaban fuera de la ciudad. San Juan de Herrera de
los Naboríos, fundado en 1590, proveía mano de obra
para servicios domésticos o artesanos a los
españoles, lo mismo que la Puebla de los Pardos, fundada a
finales del siglo XVII. Sin embargo no se ha constatado la
existencia de gremios; aunque se menciona la jerarquía de
maestros, oficiales y aprendices. En 1626 el monarca
solicitó informe al gobernador Fray Juan de Echauz sobre
el costo de la construcción de los edificios
públicos, pues estaba enterado que el cabildo y la
cárcel tenía techos de paja y estaban en mal
estado. Se le sugirió que las estancias se construyeran
con adobes, ladrillos, tejas, cal y maderas.
http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/maestro2.htm

A fines del siglo XVI los pueblos de Quezaltenango,
Totonicapán, Huehuetenango, Chiapas y Verapaz destacaron
en la producción de hilados, telas de lana y
algodón. En las alcaldías de Sonsonate y San
Salvador las comunidades indígenas pagaban tributo con
telas de algodón y en Nicaragua, en Subtiava y Masaya
había bastantes telares. En el occidente de Guatemala fue
abundante la producción de telas de lana de ovejas.
(Solórzano J. 1993:36).

En Nicaragua, "Vázquez de Espinosa menciona
objetos elaborados con algodón, cueros o plantas como
tejidos, zapatos, sogas, jarcia, lonas, cordeles, tintes, los
cuales se fabricaban en El Realejo, Chinandega y El Viejo. La
fabricación de tejidos en El Realejo estaba a cargo de
mujeres y los hombres trabajaban la "carpintería de
ribera". La mayoría de los productos se elaboraba en forma
manual. Los tintes de color azul y morado se preparaban en El
Viejo y en la Isla del Cardón con el zumo extraído
del caracol. De las hojas del arbusto "masato" los indios
obtenían el color rojo y del árbol ojo de buey un
bello tinte negro con la infusión de las hojas. El
maíz proveía pan, bizcochos, tortillas y
chicha.

http://www.ihnca.edu.ni/files/doc/TallerHistoria10.pdf

La división del trabajo adquirió rasgos
precisos ya en la segunda mitad del siglo XVI. "Los pueblos y
aldeas se especializaban: unos eran agricultores, otros
sirvientes. Los indios de Santamaría de Jesús
proporcionaban madera a la ciudad. Los del barrio de Santo
Domingo de los Hortelanos, sembraban y vendían hortalizas.
Jocotenango proveía artesanos. Los indígenas de las
tierras cálidas del pacifico, en Escuintla o el altiplano
de Amatitlán y las cercanías a la ciudad eran
abastecedores de sal, pescado, carne, trigo, hilo y
algodón, cal y maderas (…) o construían
obras públicas (…) Los criollos ricos
poseían esclavos que eran sirvientes y a veces artesanos
como herreros, carpinteros y albañiles. Las
cofradías eran verdaderas empresas que suministraban
crédito, mano de obra y productos agrícolas,
pecuarios y artesanales. (Wortman M.1991: 82 y 87).

En las ciudades, villas, costas y puertos del
Atlántico, los esclavos negros trabajaban en oficios
domésticos, manualidades y el comercio ambulatorio.
Muleros y artesanos podían comprar su propia libertad
sirviendo como carpinteros, albañiles, vendedores
callejeros o cargadores. Guardaban los dineros para pagar el
derecho a ser hombres y mujeres libres, incluso en épocas
en que el precio de la libertad era alto. (Wortman
M.1991:90).

Después de 1650 la construcción de
iglesias, fortificaciones, presidios y casas de gobierno
sustituyeron no solo las pirámides, montículos y
campos ceremoniales de las culturas indígenas, sino
también las primeras obras públicas hechas con
madera y paja. La mano de obra indígena o mestiza era
reclutada por los curas y los mismos frailes se ocupaban como
maestros de obras o arquitectos empíricos. Llegó a
identificarse un estilo arquitectónico propio de
Centroamérica, llamado el "barroco sísmico". Los
clérigos imponían los temas y diseños de los
objetos de arte, cuadros y retablos. (Webre, S.
1993:203-204).

Los gobernadores tomaron disposiciones para cultivar y
legar destrezas y experiencias de los artesanos. Afirma la
historiadora Elizeth Payne, que desde 1678 los artesanos fueron
obligados a practicar un solo oficio, a especializarse por medio
del aprendizaje, a no abandonar las faenas y abrir tienda, obraje
o taller para atender al público. Ese año
había en Cartago 35 artesanos de un total de 575
habitantes.

El reclutamiento y aprendizaje de los oficios eran
controlados y conservados como parte de una orientación de
política pública, pues se pretendía ir
más allá de la simple preservación de
conocimientos. Se procuraba evitar el vagabundeo y el abandono de
menores de edad, de manera que había objetivos de control
social y apaciguamiento de los descontentos de los pobladores
más pobres. En 1607 muchos menores de edad de pueblos
indígenas como Ujarráz, Curridabat, Pacaca,
Quircot, Cot y Guicasí fueron compelidos a trabajar en
Cartago como aprendices. El reclutamiento se regulaba en un
contrato de "asiento" y "obligación", y era común
que el maestro tuviera entre dos y cuatro jóvenes a su
cargo durante 4 o 5 años. Los artesanos provenían
de todos sectores étnicos de la población; pero
después de 1670, aumentó entre ellos, el
número de blancos, españoles.

Esos trabajadores desempeñaban oficios tanto para
el servicio público como el privado. Los "carpinteros de
ribera" se encargaban de las construcciones y reparaciones de las
embarcaciones. Los "carpinteros de obra blanca" se dedicaban a
elaborar menajes de casa como mesas, camas, sillas, bancos,
armarios, etc. En otras referencias documentales se menciona con
menor frecuencia a los cerrajeros, silleros, curtidores, canteros
y albañiles.

Sastres, zapateros y tejedores eran oficios para
satisfacer las necesidades de las élites españolas.
Por eso ciertos artesanos eran personas de prestigio en el medio
social. Los zapateros tenían buen reconocimiento pues muy
pocos usaban calzado. Las actividades religiosas demandaban la
elaboración de imágenes y hubo especialistas en el
arte de tallar madera y pintar las figuras. Al primero se le
denomina "maestro ensamblador y arquitecto".

Algunos oficios requerían materia prima especial.
Para los herreros, el artículo más preciado era el
"fierro" para fabricar sólidos instrumentos de trabajo
agrícola, pecuario o para la vida cotidiana. El metal lo
proveían comerciantes locales que lo adquirían en
el exterior. Una libra de hierro valía cuatro reales a
principios del siglo XVIII. La escasez del metal estimuló
la especulación y el comercio de contrabando con los
zambos, mosquitos e ingleses. Para trabajarlo el herrero
requería de la fragua, especie de fogón o estufa a
altas temperaturas. También el carbón que se
obtenía de la quema de árboles en alrededores de
las ciudades.

Asimismo, los sastres dependían del comercio de
telas e hilos, o de las importaciones de encajes, agujas y
dedales. Los zapateros obtenían cueros en las
tenerías. En algunos momentos escasearon las materias
primas. En 1681, no se halla "… por ningún dinero un
cuero para zapatos". El financiamiento de los artesanos no
está documentado. Puede inferirse que se dedicaban a otras
labores agrícolas y pecuarias o al comercio.
http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/maestro2.htm Aunque
los gremios eran organismos ligados al ayuntamiento, la iglesia y
la corona. Poseían algunos bienes comunes y contaban con
la beneficencia y el socorro de los miembros de las
cofradías. (Menjívar R., 1982: 33).

El tejido e hilado lo elaboraban los indígenas.
En Boruca, los clérigos forzaban a los indios a
teñir hilos con el caracol de múrice y a las
mujeres a tejerlo. Con esos productos se pagaban las misas y
otros servicios eclesiales. El ganado era una fuente regular de
ingresos por la venta de cueros, zurrones, cebos, candelas y
quesos. (Fonseca E. 1993:114-115).

Al final del siglo XVII "la producción
indígena competía con los productos que
traían los españoles pues la economía
europea pasaba una crisis de larga duración. "Fuentes y
Guzmán se quejaba de que los cinco talleres textiles de
Guatemala habían sido manejados por vagabundos, ladrones y
esclavos fugitivos "desaparecidos de nuestros ojos" debido a la
"libertad perjudicial" que el gobierno le dio a los indios en la
producción textil." (Wortman M.1991: 89)

Por esos años el Ayuntamiento de Guatemala
propuso varias reglamentaciones al trabajo y los oficios de
artesanos. El 14 de noviembre de 1737 la Audiencia creó y
reguló el gremio de los coheteros. Otras normas se
promulgaron en 1792, en las cuales, el art. 9 estableció
que solo serían admitidos "españoles limpios" en el
gremio de los polvoreros, lo que indica que había
artesanos mestizos, mulatos, negros e indios. En 1776 se dictaron
ordenanzas para plateros y batihojas indicando la inoperancia de
otras regulaciones de 1745. El oficio de carpintería fue
regulado en 1776 y 1782.

El pensamiento ilustrado y el liberalismo
económico influyeron en esas reglamentaciones. Otras
normas sobre la construcción se emitieron debido al
traslado de la capital, Santiago de los Caballeros. La demanda de
albañiles, carpinteros, herreros, ladrilleros, tapieros y
peones aumentó a causa del terremoto de 1773 y se
regularon tres años después en cuanto a horarios,
salarios y tipo de labores. El trabajo de los artesanos se
contempló por primera vez con carácter general en
las ordenanzas de 1798.

En esta reglamentación se restringió a las
corporaciones para ejercer los diversos oficios. Algunos
proponían eliminar los gremios pero regular y conservar
las asociaciones, ya que éstas perfeccionaran el arte y la
ayuda mutua. Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, propuso
unificar las artes, incluir a las mujeres, prohibir las
asociaciones de oficiales y las cofradías gremiales,
establecer juegos, diversiones y crear una policía
gremial.

En oposición, Gaspar Melchor de Jovellanos se
pronunció por la eliminación de los gremios porque
generaban la concentración del trabajo en pocas manos,
frenaban el aprendizaje y excluían trabajadores de otros
oficios. Estaba a favor del libre trabajo en los oficios. A
finales del XVIII se formó la Real Sociedad
Económica de Amigos de la Patria. La asociación
propuso reformar la actividad gremial con alcance general.
Contempló hasta la reglamentación de la vida
pública de los artesanos y trabajadores en orden a
"morigerar sus costumbres".
http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

Desde fines del siglo XVII, Hispanoamérica
vivió un período de diversificación
económica regional, con un vigoroso auge minero en Brasil
y Perú que creó un mercado interior transitorio con
gran demanda de textiles, derivados de la ganadería,
alimentos, productos de madera y otras actividades subsidiarias.
(Cardoso F.C 1979:225).

La elaboración de telas con lana de oveja fue muy
productiva. En Huehetenango, en 1712 una población
indígena de hasta 20.000 habitantes rodeaba unas cuantas
grandes fincas dedicadas a la crianza de ovejas y parte de la
leche se usaba para elaborar quesos". (Wortman 1991:98). En 1770,
de 26.761 habitantes de la antigua Guatemala "gran número
eran ladinos ejercían diversos oficios". Momostenango,
Chichicastenango y Quezaltenango progresaron con los tejidos de
lana de ovejas; igual que en los pueblos de Cobán y
Rabinal, en la Alta Verapaz, con el suministro de algodón.
(Solórzano, J. 1993:31).

"Una vez recogida la cosecha, el algodón en rama
se distribuía entre las mujeres de los pueblos de indios,
quienes debían hilarlo. El hilo era luego recolectado por
los alcaldes mayores y los clérigos lo enviaban a otros
poblados para que los indios lo convirtieran en telas… En
1795 había un millar de telares en Antigua Guatemala". Las
telas y ropas de lana o algodón se intercambiaban por
añil o ganado en Comayagua, San Salvador, León o
Costa Rica. En algunas haciendas la ropa se usaba como medio de
pago. (Solórzano F., 1993:36).

En la costa del Pacífico de Nicaragua se
construyeron astilleros para fabricar los barcos. Trabajaban
maderas de pino de altura o cortezas duras como el cedro, caoba o
el guácimo, y usaban brea y resinas. Las telas para las
velas eran suministradas como tributo por los indígenas
quienes proveían, además, mantas y la
cordelería hecha de maguey o de cabuya. La brea de pino se
usaba para calafatear y los cortes del mismo árbol en la
fabricación de toneles, útiles para conservar los
vinos que se enviaban a Perú. (Fonseca E.
1993:132).

En las ferias semanales, anuales y por regiones era
considerable el tráfico de artesanías locales:
rebozos multicolores procedentes de Guatemala, jícaras
labradas para beber agua y chocolate, sombreros y esteras de paja
o petates, arreos y cohetes (…) los rebozos de
algodón, ponchos y hamacas venían de El Salvador.
Los indígenas hondureños trabajaban todo el
año produciendo confites y jabón que vendían
en las ferias (…) En los mercados de Guatemala se encontraban
los sombreros de palma hechos por los indios salvadoreños
de Tenancingo (…) Tres almacenes de Sonsonate daban salida
en 1858 a las sillas de cuero, canastillos de vena de palma y
cedazos de fibras. (Lindo F. Héctor. 1991:191-195). En
1820, en plena decadencia del mercado para artesanías,
subsistían en Antigua Guatemala 637 telares que
abastecían a las provincias de San Salvador, Comayagua y
León. (Solórzano F., 1993:37).

La producción artesanal siguió siendo
importante a pesar de su declive desde principios del XIX. En
1811, en el marco de la Constitución de Cádiz, el
presidente de la Audiencia de Guatemala, José Bustamante y
Guerra, propuso otro reglamento general de los gremios por
oficios. La reforma refleja el espíritu burgués de
la época, pues estima que el "benemérito" cuerpo de
artesanos es parte del Estado y por lo tanto, requiere de la
protección de los gobiernos. Según esa
concepción, los trabajadores por oficios deben
corresponder con la sociedad, sujetándose a principios de
convivencia en orden, templanza moral, laboriosidad y buena
aplicación.

Los gremios pasaron a depender de los Ayuntamientos y
cada mes había un cabildo de gremios. Se eliminan los
castigos corporales y se creó un departamento policial
separado para recluir a los artesanos que delinquieran. Todo
oficio con 12 maestros, tienda y taller podía formar un
gremio y si no tenían esas condiciones debían
agregarse a otros gremios. Se propuso la creación de la
Cofradía Gremial consagrada a la Virgen del Socorro: todos
los artesanos serían cofrades y celebrarían fiesta
en la primera semana de noviembre.

http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

En Costa Rica, antes de 1820, las actividades
artesanales y manuales estaban separadas de la agricultura,
sólo en las ciudades. En pueblos y aldeas, antiguas
reducciones de indios, una cuarta parte de hombres, cabezas de
hogares, declaraban oficios de sombreros, canasteros, hilanderos,
tejedores o carpinteros. Hubo especialización en ramas
como la herrería, la fabricación de pólvora
y cigarros, el hilado y la costura. En 1813 se menciona en
Alajuela la urgencia de entrenar a los maestros plateros,
herreros, zapateros y sastres: el municipio ordenó que los
pocos maestros u oficiales entrenasen cada uno a dos o tres
jóvenes.

En el censo de 1824 no se reportaron talleres, solo
oficios. Pero en Cartago, Manuel Escalante poseía 2 de los
8 telares. El trabajo de hilar había alcanzado importancia
extra-doméstica. En San José había 110
locales dedicadas a tejer o hilar que ocupaban 142 personas. El
sur de la capital era un barrio artesanal que empleaba muchas
mujeres jefas de familia como hilanderas; aunque declaraban que
su oficio era la industria. Los barrios de El Carmen y Guadalupe
tenían un sector artesanal bien definido.

En Cartago, la elaboración de tejas
originó el poblado El Tejar. Desde la época de la
colonia trabajadores negros y mulatos de la Puebla de los
Ángeles se dedicaban a la herrería y trabajos con
pólvora. En 1844 trabajaban 16 herreros y hacían
labores diferenciadas, como el oficial mayor y el fornidor,
encargados de fundir y elaborar herramientas; "aunque
todavía en 1820 no se usaba la carretilla, la rueca, ni
los artículos de torneros" (Lindo F. 1993:191). En las
fábricas de pólvora había tres oficios: el
maestro, el polvorero y el labrador de pólvora.

"No puede dudarse de que los artesanos más
pudientes eran cabezas de familia, dueños de un local y a
menudo terratenientes con rentas elevadas". En los archivos de
las series Congreso y Gobernación se constata que entre
1843 y 1844 había en las tres ciudades principales del
país al menos 480 artesanos, jefes de familia, de un
registro total de 1867 personas. (Gudmundson L. 1990: 58-80). En
general, formaban "una clase media" articulada a las necesidades
e intereses de los consumidores, en particular a la demanda de
las élites urbanas y aldeas campestres.

Decadencia de los
oficios artesanales

Las transformaciones que condujeron en Inglaterra a la
producción fabril en gran escala, se aceleraron en la
segunda mitad del siglo XVIII en detrimento, principalmente, de
la producción artesanal y manufactura de los países
colonizados. Las mercancías de la era industrial
invadieron Centroamérica a través del comercio
ilegal y la piratería desde los bastiones ingleses de
Jamaica y Belice. Después de la Independencia, a
consecuencia del libre comercio capitalista.

La obsolescencia del mercantilismo económico y
del régimen monárquico era irreversible y la
reacción restauradora culminó en España con
las Reformas Borbónicas. Se suprimieron prohibiciones a la
libre explotación de indígenas, mestizos, negros,
mulatos e inmigrantes; se exigieron nuevos impuestos y
restricciones fiscales; se reorganizó la
administración y gobierno en el nivel regional y se
amplió el marco legal para el libre comercio. Con ello se
acentuaron las contradicciones políticas entre la
metrópoli y las clases dominantes en las colonias, las
cuales culminaron en las rebeliones y levantamientos populares
precursores de las Guerras de Independencia.

En 1765 el gobierno español estableció un
impuesto sobre las ventas, se gravaron las importaciones europeas
y se transfirieron de México a Centroamérica los
monopolios de tabaco y pólvora. "Todos los artesanos
tenían quejas. En noviembre de 1766 los productores de
Guatemala enviaron una petición al alférez real,
Manuel de Batres, en protesta por los monopolios, los altos
derechos aduanales y los impuestos.

La ciudad estaba a punto de rebelión (…)
Fueron arrestados los autores de las peticiones de los artesanos
(…) El "humor de la multitud" llegó a su punto
más bajo el 31 de diciembre (…) Había
temores de un "levantamiento popular". Por ello se
suspendió el cobro de impuestos sobre todas las reventas y
se procedió a distribuir granos a los grupos más
pobres de la ciudad". Las medidas sofocaron el descontento.
(Wortman M.1991: 178-179).

No obstante, continuaron las disposiciones favorables al
libre comercio. Entre 1760 y 1808 la monarquía
derogó impuestos de importación; autorizó a
compañías privadas para que comerciaran con
exclusividad en regiones específicas; suprimió el
sistema de flotas y rebajó tarifas para aumentar el
número de navíos en tránsito y el volumen de
las ventas. "En Centroamérica burócratas,
comerciantes y hacendados vinculados con casas comerciales
peninsulares; clérigos y artesanos amenazados por las
importaciones y los grupos medios afectados por el alza de los
precios y el desempleo, todos se oponían al liberalismo
aunque compartieran algunas ideas de la Ilustración".
(Wortman M.1991: 255)

Las contrariedades en materia de libertades
económicas sin control, se incrementaron al comenzar el
siglo XIX. "Desde 1800, cuando los funcionarios liberales
españoles permitieron la entrada de textiles ingleses,
hubo un aumento en el comercio en manos de españoles
debido a que garantizaba utilidades mayores que las ventas y
compras de las telas centroamericanas (…) Pero el
intercambio destruía a los artesanos locales y drenaba las
reservas de plata de la colonia". (Wortman M.1991:
261)

El libre comercio expandió las relaciones
mercantiles y la explotación capitalista. Pero beneficiaba
solo a una pequeña parte de la clase dominante de la
colonia: a aquellos que tenían nexos con el mercado
inglés. Al mismo tiempo, destruyó a quienes estaban
involucrados en la producción textil. "Para los artesanos,
cuyos instrumentos importados de España tenían que
ser adquiridos a precios muy elevados, el peso de la colonia era
irresistible, más aún, cuando en lo interno eran
explotados por la clase adinerada de las ciudades. (Wheelock J.
1976:71)

En Verapaz, el altiplano de Guatemala y alrededores de
Santiago de los Caballeros, "miles de mujeres pobres se ocupaban
en labores de hilandería". A medida que el producto
inglés inundaba el mercado, el precio de la tela
disminuyó un 75%: de doce a tres reales la vara. Antes de
1810 se decía que el altiplano vendía a
México entre 35.000 y 40.000 pesos en artículos de
algodón, a precio entre 30 y 35 pesos la docena de piezas.
Con el libre comercio ya no había esa interacción,
aunque se ofrecían los artículos entre 12 y 30
pesos…

José Cecilio del Valle fue vocero del sentimiento
proteccionista y abogó por apoyar a los artesanos: "Existe
mortalidad en el taller: existe en la forja y en el telar. (Si
estuviese aquí) (Álvarez de) Cienfuegos
conocería artesanos que son aptos para sus cantos y
Séneca vería virtud en manos diestras en el
trabajo". Para defender la industria propuso abolir el comercio
de telas inglesas (…) tratar de extinguir su uso en ropas
de algodón (…) quemar las reservas (…) y si
es posible devolvérselas a sus productores (…)
Entonces veremos la necesidad de vestirnos con nuestros propios
textiles nacionales (…) La agricultura prosperará y
el número de artesanos aumentará". (Wortman M.1991:
278)

La oposición al libre comercio movilizó a
los artesanos durante las rebeliones de 1811 y 1812 que
ocurrieron en San Salvador, León, Granada, Segovia, Rivas,
Tegucigalpa, Nicoya y Cartago. Los algodoneros y otros artesanos
del altiplano se unieron con los comerciantes españoles y
el clero para abogar por un retorno a la autoridad centralizada y
proteccionista de España y poner fin a los nexos
comerciales con los británicos (…) Los comerciantes
nicaragüenses y otros del interior se aliaron con estos
grupos, porque el comercio se les escapaba de la región
hacia Guatemala y los productos iban a parar a Belice, en vez de
Granada". (Wortman M.1991: 279)

La disputa entre partidarios del libre comercio y
quienes abogaban por la protección al mercado interno, "se
reflejó en las diferencias entre las clases
económicas y sociales que después de 1820 fueron la
base para que se formaran las facciones políticas que
disputaron el poder. "En la madrugada del 4 de junio de 1822, un
grupo de artesanos indígenas de Subtiava, junto a varios
estudiantes, se apoderaron del cuartel de la
Compañía Provincial en León con el apoyo de
militares del interior para ejercer las atribuciones del poder y
elegir una Junta de once individuos que asumieran el mando". El
31 de mayo habían concurrido autoridades indígenas
de Subtiava y otros barrios, casi todos de oficios artesanales,
como el herrero Justo Altamirano y otros. (Wheelock J. 1976:
89-90).

"Las agitaciones urbanas protagonizadas por artesanos,
constituyen uno de los ingredientes más dinámicos
de la vida política de mediados del siglo pasado.
Halpering Donghi señala que los artesanos irrumpen en la
escena continental en la década de los cuarenta y comenta
que fue uno de los signos del fin del período, e hicieron
sentir la presencia política de los grupos plebeyos ajenos
a (los intereses) de las élites, aunque no fue suficiente
para quebrar el cerrado predominio de éstas". (Cueva A.
1980: 54)

"Los productos extranjeros de origen inglés
reducían la producción a domicilio de los artesanos
que vendían a los pequeños tenderos. La
artesanía local de telas y ropas en alguna escala
decayó desde 1850 y solo se mantuvo en Guatemala, Chiapas
y Nicaragua. "Las economías locales del interior en
Guatemala, León, Granada, Tegucigalpa y otros lugares
quedaron sin monedas. Disminuyó la demanda de productos y
la riqueza continuó fugándose a las manos de los
ingleses y otras naciones, hasta el período de la
federación". (Wortman M. 1991:280). Los colorantes
sintéticos comenzaron a utilizarse en Gran Bretaña
desde 1858 (Cardoso S. y Pérez H. 1977: 174.), y con el
aumento de las importaciones y la apertura de bodegas en los
puertos y ciudades declinaron las ferias. Los artesanos que
laboraban libremente irrumpieron en las luchas electorales a
partir de 1860.

El libre comercio fue el precio que se pagó a
Inglaterra, Francia y Estados Unidos por sus apoyos indirectos a
la independencia de Centroamérica. En 1825 pocos se
quejaban de interferencias del gobierno, alta tributación,
disminución del comercio o estancamiento económico
como lo habían hecho veinte años
atrás… En toda casa de comerciante se usaban
artículos de plata "para los propósitos
domésticos más bajos" y cada dama de la casa
tenía "por lo menos media docena de costureras, floristas
y bordadoras, lo cual por el momento daba a sus apartamentos la
apariencia del barco de un millonario". (Worman M.
1991:311).

Un decreto sobre la libertad de industria, promulgado el
13 de junio 1833, no abolió los gremios. Las corporaciones
siguieron cumpliendo funciones económicas, sociales y
morales durante al menos tres décadas. Ese año se
creó en Guatemala la Sociedad para el Fomento de la
Industria. Proponía crear escuelas mecánicas,
introducir fábricas de papel, traducir e imprimir manuales
prácticos sobre los oficios de tejidos, curtiembre, loza,
jabón, sombrerería, construcción,
fundición, aserrío, tintorería y
ebanistería; introducir modelos y muestras de
máquinas y reunir una biblioteca de arte. Sin embargo, no
acogió la solicitud de tejedores que desde 1820
proponían la prohibición de las importaciones. La
Sociedad se inspiró en los conceptos liberales de
educación, fomento e industria.
http://dspace.usc.es/bitstream/10347/4647/1/pg_301-324_semata12.pdf

Las reformas liberales del último cuarto del
siglo XIX situaron a los artesanos en un nuevo universo
económico y social. La mayoría se benefició
con la ruptura de las reglamentaciones coloniales y algunos
encontraron condiciones para instalar sus propios talleres y
tiendas. Todos quedaron desorganizados e indefensos frente a la
competencia fabril; perdieron las protecciones y socorros que
disfrutaban. Se insertaron en una división del trabajo que
se regía por las condiciones competitivas del mercado,
alejados del trabajo doméstico y la agricultura de
subsistencia, y sujetos al movimiento ondulante de los precios de
las materias primas y mercancías. Ese es el punto de
partida de "un importante movimiento social configurado por el
artesanado libre" desde la segunda mitad del siglo
XIX.

"Una investigación realizada en 1858 sobre "el
estado de sus habitantes y profesiones en que se ocupan", la que
cubrió solo a 5 de los 15 departamentos, muestra la
concentración de los artesanos en pequeñas villas y
pueblos: ante todo pintores, plateros, carpinteros, sastres,
albañiles, zapateros y otros". Ya en 1860 los artesanos
apoyaban las promesas y medidas "proteccionistas" del gobierno de
Gerardo Barrios en Guatemala. En los años sesenta y
setenta se expandieron las formas organizativas del artesanado
libre". (Menjívar, R. 1982: 35).

Conclusiones

Desde el siglo XVI el oficio de los trabajadores
artesanos, hombres y mujeres de la población
autóctona o inmigrantes, quedó subordinado a los
objetivos de lucro y ganancia comercial. Primero regulado por la
monarquía española y su concepción
mercantilista de la economía; más tarde por el
avance de las relaciones de producción capitalistas a
escala mundial.

En numerosos estudios de historia social centroamericana
del siglo XIX. se ha enfatizado el examen de los artesanos por
oficios: Su importancia en la producción mercantil, las
demandas reivindicativas, sus formas de organización,
ideologías compartidas sobre las relaciones entre el
pasado histórico, sociedad y economía; su
participación o rechazo a los procesos electorales
liberales y otros rasgos de sus identidades
culturales.

Pero el objeto de estudio se ha observado en
conexión directa con la historia del movimiento obrero y,
con frecuencia, como su precedente inmediato. De esa forma, la
historia de los artesanos no sólo preludia "en
línea directa" la del movimiento obrero, sino que
éste, a la vez, hereda sus influencias y algunas
"desviaciones" en las actitudes de clase que delimitan
históricamente antagonismos, intereses sociales y
necesidades políticas entre la clase obrera y los
empleadores capitalistas.

Las investigaciones recientes de los historiadores,
evidencian las diferencias entre una y otra modalidad de
inserción de los trabajadores directos en los procesos de
producción no agrícolas. La producción de
bienes materiales y culturales derivada de los oficios
artesanales "modernos" ocupó lugar significativo entre los
valores de uso y mercantil de los bienes y servicios que se
consumían en los campos y aldeas de aquellas
sociedades.

Los productores artesanos fueron parte de la mano de
obra especializada que, junto con trabajadores indígenas y
negros esclavizados levantaron templos, edificios
públicos, caminos empedrados, canales de agua potable y
viviendas "palaciegas" de obispos, colonizadores y hacendados
encomenderos. Suplieron en buena parte las necesidades del
comercio centroamericano de artesanías, hasta la segunda
mitad del siglo XIX.

Bibliografía

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Tomo III. FLACSO. CEE. Madrid.1993.

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. ECR. San José 1990

Lindo F. Héctor. "Economía y Sociedad
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Centroamérica.
Tomo III. Flacso. CEE. Madrid. Pp.
141-202.

Menjívar, Rafael. Formación y lucha del
proletariado industrial salvadoreño
. Segunda
edición. EDUCA. Centroamérica. 1982.

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