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Consideraciones sobre el trabajo social en el tratamiento de la delincuencia juvenil




Enviado por roswel borges




    Trabajadores sociales como actores fundamentales de
    intervención comunitaria – Monografias.com

    Trabajadores sociales como actores
    fundamentales de intervención comunitaria

    en el tratamiento de la delincuencia
    juvenil

    Si de lo que se trata es que, partiendo del presente se
    coadyuve a la construcción de un futuro en correspondencia
    con los ideales potenciados por nuestro proyecto en el
    diagnóstico de la realidad, es un paso imprescindible el
    tránsito de lo casual y contingente a lo necesario y
    recurrente. En este sentido, los estudios vinculados a la
    problemática de la delincuencia juvenil son de
    vital importancia, no sólo atendiendo al relevante papel
    que le corresponde a la juventud como sujeto social, en calidad
    de agente de cambio, sino porque en el orden político se
    trata de un fenómeno que atenta contra la tranquilidad
    ciudadana y que tiene incidencia en el sostenimiento de nuestro
    proyecto social.

    La dirección de la Revolución ha
    señalado la urgencia de la lucha contra la delincuencia en
    general, incluyendo la juvenil, definiéndola como una
    forma de hacer contrarrevolución y una tarea de primer
    orden si no se quiere hipotecar el futuro.

    En la práctica investigativa, la delincuencia
    juvenil ha sido estudiada desde diferentes perspectivas:
    psicológica, sociológica, jurídico-penal,
    criminológica, histórica, pedagógica,
    sociocultural y otras, primando en lo fundamental el
    análisis criminológico y jurídico-penal del
    asunto, que fija la mirada en el estudio del delito, en su
    tipología y no en la
    delincuencia.[1]

    Ahora bien, toda vez que la delincuencia como
    fenómeno se contrapone al desarrollo comunitario, no
    podemos ignorar la diversidad de elementos que intervienen en su
    aparición y reproducción desde cualquier
    singularidad hasta aquellas generalidades universales que
    permiten nos centremos en la prevención como recurso
    disponible para su abordaje.

    Considerando lo anterior, y ante la necesidad manifiesta
    de su análisis en la práctica del trabajo social en
    Cuba, nos apoyamos en diversos estudios que al respecto tributan
    los referidos a la prevención coincidiendo entonces con
    Méndez López[2]en que el pensamiento
    sobre la prevención debe rejuvenecerse, reactualizarse y
    con ello movilizar y respetar los nuevos modos, las nuevas
    conciencias y las opciones cualitativamente superiores y
    ajustadas a la realidad concreta actual, que van emergiendo y
    constituyendo como cimiento paradigmático, convincente e
    incuestionablemente superior.

    En consonancia con ello, desde la sociedad como base de
    desarrollo debe existir complementación entre el discurso
    y el hacer (práctico) y esto obliga a realizar una
    revaloración y relectura de la educación, donde la
    persona revalore su autoconciencia y la confianza en su
    estabilidad, la dialogicidad y la sensibilidad respetuosa y
    profunda por los demás y por lo demás.

    Así, la prevención social, para que sea
    efectiva y produzca efectos duraderos, necesita crear vías
    para que los seres humanos se encuentren, se pronuncien,
    transformen y comprometan su individualidad, integrándose
    viva y dialécticamente con la sociedad. Tiene que
    construirse educativamente y para ello necesita que exista una
    confluencia interdisciplinaria y multidimensional. No puede
    alcanzarse desde la mera transmisión de
    información, ni desde las acciones asistencialistas, sino
    que por el contrario necesita reconocer la base
    ínter-subjetiva, los valores y aspiraciones de la
    sociedad, las significaciones personales con que están
    cargados esos valores, el movimiento constante de la
    subjetividades actuantes y la dinámica vinculación
    que integra el desarrollo humano y el desarrollo social. Tiene
    que facilitar que el individuo se "reincorpore" a la vida en
    comunión, pero desde sus relaciones, con un
    carácter equilibrado. No puede perder de vista el
    análisis de la persona real en situaciones reales, sin dar
    espacios a la polarización ni a la simplificación
    absoluta ser- humano-sociedad. Implica un cambio en la
    subjetividad como único modo de modificar la realidad,
    implica co-construir y gestar modos para la emancipación
    humana y la búsqueda de la perdurabilidad y el encuentro
    fecundo con lo mejor y más elevado del legado universal,
    como única vía para trascender el momento presente
    y lograr la verdadera salvación, en nuestro caso, desde
    las concepciones que puedan apoyar la práctica de un
    trabajo social donde se conciba al hombre como sujeto poseedor de
    capacidades y potencialidades válidas para su propia
    inserción en el caso que lo requiera y en el medio que
    entienda adecuado para sí mismo.

    Para ello, la prevención social debe
    fundamentarse en una ética comunicativa, en la
    búsqueda de un diálogo que pueda conducir al
    acuerdo, respetando el pluralismo, superando el conflicto entre
    individuos y grupos particulares, aún cuando se reconozcan
    las especificidades de los mismos y se profundice en los casos de
    forma concreta y determinante según las posibilidades
    reales mediante políticas de consensos en los que debe
    considerarse las necesidades de los sujetos, pretendiendo y
    defendiendo la universalidad y los intereses de todos los
    posibles argumentantes, de todos los posibles
    "afectados".

    Hablamos pues de dar paso a la reivindicación del
    individuo socio-histórico de modo tal que éste
    reafirme su valía intelectual con sus consecuentes
    responsabilidades sociales, lo que supone el reencuentro
    emergente e inaplazable con un nuevo humanismo de solidaridad,
    que sobrepase el individualismo egoísta y que nos haga
    asumirnos con una transparencia vivificante, auténtica. Lo
    importante lo constituye entonces, la posibilidad de que los
    seres humanos sean constituidos como personas, acorde a los
    principios de nuestra sociedad socialista, teniendo en cuenta
    cada contexto particular y para que los individuos sean
    transformados y a la vez devengan transformadores
    sociales.

    Comoquiera que los individuos, a nivel individual,
    familiar, grupal o comunitario que se encuentran en una
    situación problémica manifiesta en el medio donde
    se desenvuelven impidiendo el desarrollo integral de sus
    potencialidades y que precisan de una intervención
    profesional sistematizada, constituyen objeto del trabajo social
    en pos del desarrollo integral del ser humano y la
    consecución del bienestar social, tenemos que apostar
    desde la praxis de esta profesión en Cuba por la
    comunicación dialógica y real y no por la
    conexión parcial. Hay que apostar por el mejoramiento
    humano, sostener el enfoque humanista-revolucionario y propiciar
    en las personas la autorrealización y no la auto
    negación como principio de la
    automarginación.

    Tradicionalmente ha existido un malestar de los
    individuos con respecto a la satisfacción de las
    necesidades por las instituciones sociales, que pudiera verse
    asociada al propio surgimiento del trabajo social como
    profesión y una práctica social. En el caso
    específico de Cuba, como en otros, las instituciones han
    puesto "parches" en la solución de las necesidades
    sentidas, pocas veces en las reales; lo que ha estado
    además condicionado, por diversos atravesamientos que se
    han originado en la propia práctica social.

    Sin embargo el contexto cubano actual ofrece
    oportunidades que propician una transformación del papel
    de las instituciones estatales en la satisfacción de las
    necesidades que coincidan con el proyecto social cubano por lo
    que resulta vital aprovechar las condiciones existentes y dirigir
    esfuerzos porque las personas produzcan en sus vidas un cambio
    duradero afín a las exigencias actuales, un cambio en las
    formas de pensar, en otras palabras, un desarrollo
    dialéctico favorecedor de la asunción de seguridad
    desde sus propias experiencias, modificando con ello las
    expresiones de "algo negativo" a algo positivo y
    autorealizante.

    Las problemáticas que subyacen y se expresan en
    nuestro entorno, no devienen exclusivas de los momentos actuales.
    De ahí la necesidad de reconocer los aportes
    teóricos de estudios antecesores que permiten comprender
    las dinámicas sociológicas, al menos desde un
    intento por la consecución de los fines del presente
    trabajo monográfico. De ahí que pensemos en
    aquellos que tributaron al estudio de las conductas desviadas en
    la sociedad.

    Entre estos se ubica a Merton quien, al igual que
    Durkheim, se opone a la concepción patológica de la
    desviación y a la visión del mundo que parte de la
    contraposición individuo-sociedad, donde esta
    última reprime el libre desarrollo de los individuos y
    genera la tendencia a rebelarse. Su teoría funcionalista
    aplica al estudio de la anomia, permitiendo interpretar la
    desviación como producto de la estructura social, tan
    lógica como el comportamiento acorde a las normas y
    valores predominantes.

    Relaciona la desviación a una posible
    contradicción entre estructura social y cultura, donde los
    mecanismos de transmisión entre la estructura social y las
    motivaciones del comportamiento conforme a valores y normas, son
    análogos a las del comportamiento desviado.

    Su estudio, posibilita comprendamos cómo es
    posible que factores como la cultura, en determinados momentos de
    desarrollo de una sociedad, propone al individuo determinadas
    metas que constituyen motivaciones de su comportamiento;
    proporcionando modelos de comportamiento institucionalizados que
    corresponden a los medios legítimos para obtenerlas. Por
    supuesto, aquí puede considerarse a otros factores
    relacionados en su relación con la familia, los grupos
    sociales y el entorno de desarrollo que puede devenir marginal o
    no.

    Coherentemente con esto se precisa en la
    bibliografía cómo en definitiva en la delincuencia,
    como grupo funcional articulado en pequeños grupos y
    redes, se aprecian características en su base que no
    responden a cualidades positivas universales propiciadoras del
    bienestar humano. Siendo una posible explicación aquellas
    conductas aprendidas donde, de un modo u otro, prevalece la
    violencia y actividades permeadas de conductas delictivas
    generalmente de base
    económica[3]

    Si se comprende a la delincuencia como una
    expresión de la dinámica social, desde la
    perspectiva del desarrollo comunitario se entiende entonces que
    la lógica del modo de relación entre los bienes y
    servicios dan lugar a la asimetría como vínculo y a
    conductas enajenantes expresadas en el modo de relación de
    las personas en la generalidad de sus campos de
    interacción. De allí que la delincuencia constituya
    resultado de procesos históricos que concurren en
    relaciones reales que se manifiestan cotidianamente.

    Por eso, al hablar de prevención en nuestro
    trabajo no estamos haciendo referencia a un ámbito de
    actuación distinto del escolar, familiar, laboral o
    comunitario. Hablamos de tener en cuenta factores de riesgo que
    se deben eliminar, de factores de protección que se deben
    potenciar y de actuaciones que se desarrollan siguiendo una
    estrategia con un elemento imprescindible: la
    participación.

    ¿Por qué el énfasis de este esbozo
    desde la óptica de su reconocimiento desde la
    práctica del trabajo social hoy en Cuba?

    Es que se reconoce en ocasiones que entre "ser" y "no
    ser" hay un gran espacio de trabajo en el que nos situamos
    diariamente. Es decir, entre la idea de una comunidad organizada,
    trabajando por su propio bienestar, participando y resolviendo
    los problemas que existen en ella, y otra situación en la
    que estamos los profesionales "remediando" los problemas de una
    comunidad, arrastrando la desmotivación del movimiento
    asociativo, el escaso o nulo interés real de
    los mediadores sociales y todos los obstáculos del
    día a día, donde siempre tenemos nuestro espacio de
    intervención, es preciso considerar al enfoque comunitario
    como un proceso que está siempre "en obras", una manera de
    hacer diferente y unas lentes que nos desplazan desde una
    posición de "prestadores de servicios" a "mediadores en
    nuestra comunidad".

    Implica ello un proceso de diálogo y
    negociación permanente al que hay que dedicar todo el
    tiempo y esfuerzo que sea preciso. Es un proceso no lineal, sin
    fórmulas rígidas, que exige una constante
    adaptación, con avances y retrocesos, con giros, en
    constante equilibrio.[4] La intervención
    comunitaria, como dice Lía Cavalcanti[5],
    no es algo que se decrete; se construye, se teje para crear
    vínculos.

    La comunidad, por su parte, es un privilegiado espacio
    socializador y mediador en el desarrollo de la personalidad en
    tanto es allí donde las personas se desenvuelven,
    constituyéndose por ende, eje cardinal en el abordaje de
    la producción y reproducción de la delincuencia y
    por ende del tratamiento preventivo de la misma.

    En Cuba, donde el Trabajo Social es una estrategia del
    Estado al promover procesos de integración social, la
    comunidad se constituye en uno de sus escenarios naturales para
    incorporar a los individuos como agentes activos, críticos
    y propositivos en la construcción de la sociedad, tal y
    como expresara nuestro líder Raúl Castro en sus
    referencias a conseguir la participación
    (entiéndase aquí implicación,
    participación auténtica) de los ciudadanos en la
    cotidianidad que nos envuelve.

    De lo que se trata es de que el Trabajo Social
    contribuya a dinamizar las potencialidades de lo comunitario
    contenidas en los espacios barriales, encaminándose a
    lograr que los individuos devengan sean protagónicos
    actores sociales desde la crítica y la creatividad en la
    implementación de proyectos de transformación,
    pilares en lo que se basa la perspectiva del desarrollo
    comunitario como alternativa ante la presencia o no de
    problemáticas sociales, como es el caso de la
    delincuencia.

    En nuestro país, aún cuando se privilegia
    la realidad del sistema preventivo, estudios consultados plantean
    que en Cuba casi la mitad de las personas procesadas anualmente
    son jóvenes y de ellas alrededor del 60% son sancionados
    penalmente e ingresan a los Centros
    Penitenciarios.[6] A ello agregamos que Villa
    Clara no se aleja de estas estadísticas nacionales, sino
    por el contrario, muestra una agudización de tales
    tendencias, a partir del año 2000.

    También encontramos trabajos que diversifican los
    resultados y muestran posibilidades alcanzables y que pudieran
    ser consultadas si se quiere su generalización salvando
    por supuesto, la distancia de las especificidades. Es el caso de
    trabajos que abordan el tema de la participación desde
    enfoques como la salud,[7] sobre las habilidades
    participativas a lograr en los jóvenes estudiantes de
    Trabajo Social de la Escuela de Villa Clara,[8]
    acerca de la participación en la programación
    televisiva,[9] la estimulación de la
    participación estudiantil en organizaciones
    juveniles[10]y el Trabajo Social con adolescentes
    con conducta antisocial en una Comunidad de Santa Clara para
    potenciar los valores morales.[11]

    Otra alternativa, la encontramos a través de
    Fernando Barral en Resultados de la investigación
    sobre la delincuencia
    al brindar una estrategia dirigida al
    tratamiento de la delincuencia juvenil apoyándose en el
    enfoque grupal. Al respecto plantea que no se trata de tomar a un
    menor en riesgo antisocial y tratarlo individualmente, a solas,
    sino de ejercer una acción integral sobre el menor, la
    familia y su medio ambiente, en cada caso a través de las
    instituciones adecuadas.

    Tomando como antecedente al accionar del Médico
    de la Familia en su concepción, se han adquirido sus
    experiencias en la formación de los trabajadores sociales,
    aprovechando así mismo a aquellas organizaciones de masa
    como los Comités de Defensa (CDR), la Federación de
    Mujeres Cubanas y la Comisión Nacional de
    Prevención Social, cuyos fines son más
    amplios[12]

    La profundización en su estudio permite no
    confundirse y considerar las definiciones con las que opera el
    trabajo social en torno a la prevención, así como
    no obviar la naturaleza de dicho accionar que ha asumido desde
    una visión cotidiana y empírica a la
    prevención social como equivalente a la prevención
    del delito quien a su vez se ha identificado con la
    prevención de la delincuencia.

    A razón de esto se plantea la perspectiva del
    trabajo social como acción preventiva que no previene el
    delito o hecho en sí, sino la antisocialidad y la
    delincuencia como procesos sociales de expresión de
    comportamientos y culturas vinculadas a la acción
    violatoria de las leyes de una sociedad concreta.

    Coincidiendo con los estudios abordados, urge considerar
    en la práctica concreta del trabajo social, la importancia
    del trabajo comunitario desde el enfoque del desarrollo
    comunitario, donde la inclusión, la cooperación y
    la participación suponen actividad conjunta y una actitud
    dialéctica frente a la realidad, pues las contradicciones
    sociales en lugar de asumirse desde esquemas valorativos como
    fenómenos negativos, han de ser reconocidas oportunidades
    del desarrollo de la propia comunidad y de lo comunitario como
    vínculo de simetría social.

    Comoquiera que una de las misiones fundamentales de los
    trabajadores sociales ha sido la atención a las personas
    tomando en consideración las características
    individuales para integrar socialmente a los sujetos en
    desventaja social y tratando de disminuir o eliminar los factores
    de riesgos que los afectan, esta praxis comprende el reparo de
    las condiciones en que se evidencian las conductas delictivas en
    los jóvenes de nuestros entornos de
    actuación.

    Muchas veces, estos jóvenes devienen victimas de
    procesos de desintegración y deterioro, situaciones de
    vulnerabilidad y riesgo social. Transcurren sus vidas entre la
    ausencia y el desencuentro, sucumben en la violencia, las
    adicciones y, finalmente: el delito.

    Al ahondar en sus historias de vida, podemos encontrar
    diversidad de traumas donde se descubren repetidos abandonos y
    rechazos, significativas carencias y negligencias, castigos
    imprudentes frecuentes y privaciones reales. A menudo importantes
    períodos de la infancia han transcurrido en instituciones,
    lo cual puede significar obstáculos para lograr
    identificaciones positivas y donde se les dificulta adquirir y
    desarrollar un código consistente y cohesivo de normas
    éticas y valores, no porque no se les suministre, sino
    porque entran en contradicción con los códigos
    imperantes, en muchos casos, en los grupos sociales donde se
    desenvuelven.

    Si a esto le adicionamos que muchos provienen de
    familias disfuncionales, donde la falta de organización
    interna y la carencia de límites se trasunta en un
    acentuado desorden y confusión de elementos cotidianos,
    donde tampoco se observa una valoración,
    jerarquización de las posesiones, un cuidado y
    conservación de lo propio como fruto de una
    adquisición elaborada, querida y necesitada; se comprende
    cómo la prolongada frustración de tempranas
    necesidades de seguridad, no solo interfieren en los mecanismos
    de identificación, sino que también tienen como
    consecuencia una persistente actitud de sentir que el medio es
    hostil y rechazante, junto con un profundo sentimiento de
    inadecuación personal y una sensación de
    desconexión, todo lo cual provoca desconfianza. Molde de
    desconfianza básica que puede verse incrementando a
    través de un "quantum" de carencias y hostilidades de todo
    aquello que rodea al joven: medio ambiente precario, dificultades
    económicas, falta de educación, promiscuidad,
    maltrato, rechazo, etcétera.

    Todo esto aumenta la vivencia de un mundo hostil, un
    mundo que no da y que imposibilita posteriormente que el sujeto
    sea dador en un proceso donde ha de primar la inclusión
    necesaria para su recuperación. Donde si lo aprendido es
    la acción y la postergación no tiene validez, pues
    después no se recibe nada, es más fácil
    delinquir como mecanismo de reafirmación social dentro de
    un contexto en el que, por ejemplo, el grupo de pares representa
    la posibilidad de canalizar todas las pulsiones agresivas. El
    grupo resulta ser el depositario que le permitirá llevar a
    cabo conductas con una finalidad vindicatoria, pero
    también en este grupo busca un lugar donde sentirse
    seguro, fuerte, un lugar donde encontrar su identidad.

    Finalizando nuestro análisis a modo de esbozo,
    concluimos señalando solo algunos elementos que desde la
    implementación del trabajo social en el marco de las
    comunidades existen ya normadas pero aún no generalizadas
    en la praxis.

    Se trata de abordar las especificidades de la
    delincuencia juvenil con un enfoque preventivo desde el trabajo
    social caracterizado por el desarrollo de las capacidades
    sostenibles en las personas, grupos y comunidades; orientado a la
    transformación, potenciando la confidencialidad y el no
    enjuiciamiento.

    Es preciso entonces aceptar que la acción social
    – individual, grupal y comunitaria – es
    plurideterminada, inmersa en un proceso donde influyen aspectos
    de la personalidad, la familia y otros contextos de
    socialización, la posición social, la historia de
    vida, entre otros.

    La situación y características de cada
    persona, grupo y comunidad son únicas e irrepetibles, por
    tanto requiere atención y respuestas individualizadas que
    satisfagan gradualmente las expectativas y necesidades de los
    sujetos a través de la participación consciente y
    la inclusión social auténtica.

    Ahora bien, comoquiera que nos desempeñamos como
    trabajadores sociales en el Consejo Popular del Consejo Popular
    Centro, en el Municipio Santa Clara, pretendemos profundizar un
    tanto nuestras reflexiones en tanto vínculo con la
    experiencia que la propia praxis nos impulsa a continuar dichos
    intereses investigativos.

    De ahí que nos preguntemos: ¿cómo
    evidenciamos estos elementos en nuestra praxis?

    Tomando como punto de partida la potenciación de
    lo comunitario como cualidad en pos del desempeño
    profesional en el contexto de actuación de los
    trabajadores sociales al respecto, ha sido necesario considerar
    un aumento de cuestiones devenidas interrogantes a abordar a
    medida que avanzamos en el proceso e incorporamos elementos
    cognoscitivos desde la propia academia curricular.

    Ello resulta notable siempre que identificamos
    concisamente, por ejemplo, aquellos aspectos socioculturales
    evidentes en las mediaciones que permean dicho proceso de
    desarrollo comunitario.

    Ahora bien, no se trata solo de traslucir las
    mediaciones presentes en el intento de estudiar o comprender a un
    grupo humano determinado o de interpretar el simbolismo cultural
    que encierra la visión de este sobre el desarrollo social.
    Se trata en definitiva de discurrir sobre factores, muchas veces
    ignorados, que nos permitirían comprender con mayor
    efectividad: ¿qué obstaculiza la asunción de
    lo comunitario como cualidad en la práctica del trabajo
    social, desde la perspectiva de los trabajadores sociales a pesar
    de los esfuerzos realizados para que ocurra lo
    contrario?

    Comoquiera que nos referimos a un grupo de individuos
    que comparten efectivamente una praxis cultural que los
    identifica desde la profesión, y también un poco
    más allá, dentro de un sistema de relaciones
    comprendidas por el intercambio de códigos tanto desde lo
    endógeno, como desde y hacia el exterior; se infiere la
    evidencia de determinadas relaciones de cooperación y
    grado de implicación en la participación en torno a
    tareas comunes, sin embargo encontramos un déficit
    identitario que limita la expresión de dicha praxis de
    acuerdo al potencial presumiblemente existente.

    Resultan trabajadores sociales que en su propio espacio
    vincular devienen miembros de una comunidad que cultural a su vez
    se supone sean capaces de mediar en la consecución de un
    auto desarrollo comunitario en sus diversas áreas de
    actuación profesional, pero refieren carecer de
    herramientas efectivas para ello y es que nos damos cuenta que no
    consideran, además de sus propias potencialidades,
    aquellas que el propio entorno les ofrece, reconociendo en esto
    determinados elementos socioculturales presentes en la
    dinámica de relaciones y vínculos expresivos de los
    actores a implicar.

    Podemos referirnos aquí de constituyentes de la
    Religiosidad, de la Auto identificación comunitaria, y de
    la Cultura Popular y Tradicional por solo citar
    algunos.

    Cuando indagamos sobre si tienen en cuenta estas
    cuestiones, las expresiones de incredulidad incluso echan por
    tierra un factor que se asume como implícito desde la
    lógica cognoscitiva por actores del entorno que logran
    movilizar positivamente a la comunidad de acuerdo a determinados
    criterios de implicación. Véase la
    implementación de acciones llevadas a cabo por personas
    capaces de actuar desde comprensión de estas mediaciones
    culturales: Marta Anido, Aida Ida Morales; instituciones como El
    Mejunje y las Iglesias; todos ellos efectivos en el rescate de
    tradiciones y la movilización de elementos de la
    representación social que pueden influir de un modo u otro
    en el sistema de relaciones de todos los individuos del Consejo
    Popular Centro.

    La comprensión de estos y otros factores demandan
    nuestra atención y profundización analítica
    teniendo en cuenta el propósito de nuestra praxis y para
    lo cual debemos en definitiva modificar o consolidar concepciones
    y actitudes que siempre forman parte de un sistema cultural dado,
    aspecto este crucial cuando se trata de abordar lo social en
    contextos concretos, como sucede en el desarrollo de una
    localidad, en el marco del trabajo
    comunitario[13]o en el tratamiento de la
    delincuencia sean cuales fueren sus niveles y
    expresiones.

    Bibliografía:

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      "Prevención Social: Perspectiva paradigmática y
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      . La Habana, 16
      de marzo de 2007. Extraordinaria #14.

    • Rey Veitía, Lourdes. "Crecer con La Memoria.
      La Televisión como herramienta comunicativa para la
      Comunidad". Tesis en opción al grado de Máster
      en Trabajo Social. Universidad de Camagüey.
      2004.

    • Gómez Ramírez; Roberlando. "Propuesta
      de Programa de Intervención Social para desarrollar
      habilidades participativas en Jóvenes Estudiantes de
      Trabajo Social de la Escuela de Villa de Villa Clara". Tesis
      en opción al grado de Máster en Trabajo Social.
      Universidad de Camagüey. 2003.

    • Campoalegre, Rosa. "La delincuencia Juvenil en Cuba.
      Realidades y Desafíos ante un nuevo milenio". Tesis
      Doctoral La Habana, 1998. Pág. 22.

    • Borroto Zaldívar, Thania.
      "Participación Social en el Análisis de la
      Situación de Salud, una expresión del Trabajo
      Social". Tesis en opción al grado de Máster en
      Trabajo Social. Universidad de Camagüey.
      2001.

    • Marcos Sierra, Juan Antonio. Prevención
      Comunitaria: Un modelo de intervención. Plan Municipal
      sobre Drogas de Alcalá de Guadaíra.

    • Knobel, Mauricio; "Infancia, Adolescencia y Familia,
      Orientaciones sobre la Salud Mental", Psicoteca de la vida
      cotidiana, Grafica Editor, 2da edición
      1973.

    • Colectivo de autores. Sociología y Trabajo
      Social Aplicado, Ed. Félix Varela, 2003

    • Programa de Trabajadores Sociales. Prevención
      y reinserción social – Orientaciones para el
      trabajo 2008.

     

     

    Autor:

    Lic. Roswel Borges Castellanos

    Lic. Miguel Ángel Ortiz
    Rodríguez

    Lic. Celia Rodríguez
    Zaldívar

    Lic. Raydamara Chirino
    Pedroso.

    Monografias.com

    [1] Celia Marta Riera Vázquez.
    “La problemática epistemológica en los
    estudios comunitarios”. Tesis en opción al grado
    de Master. UCLV.1998

    [2] Ángel Joel Méndez
    López. “Prevención Social: Perspectiva
    paradigmática y propuesta conceptual”.
    MONOGRAFÍA COLECTIVA DE LOS INVESTIGADORES SOBRE
    PREVENCIÓN SOCIAL. UCLV. 2004.

    [3] Barral Arranz, Fernando. Ensayo La
    delincuencia ocupacional en Cuba Socialista, p. 15

    [4] Marcos Sierra, Juan Antonio.
    (S/F)Prevención Comunitaria: Un modelo de
    intervención. Plan Municipal sobre Drogas de
    Alcalá de Guadaíra.

    [5] CAVALCANTI, L. (1995). Drogodependencias
    y trabajo comunitario: Del difícil arte de conciliar lo
    conflictivo. La experiencia de la asociación EGO de
    París. En II Encuentro Nacional sobre Drogodependencias
    y su enfoque comunitario. Centro Provincial de
    Drogodependencias de Cádiz.

    [6] Rosa Campoalegre. “La delincuencia
    Juvenil en Cuba. Realidades y Desafíos ante un nuevo
    milenio”. Tesis Doctoral La Habana, 1998. Pág.
    22.

    [7] Thania Borroto Zaldívar.
    “Participación Social en el Análisis de la
    Situación de Salud, una expresión del Trabajo
    Social”. Tesis en opción al grado de Máster
    en Trabajo Social. Universidad de Camagüey. 2001.

    [8] Roberlando Gómez Ramírez.
    “Propuesta de Programa de Intervención Social para
    desarrollar habilidades participativas en Jóvenes
    Estudiantes de Trabajo Social de la Escuela de Villa de Villa
    Clara”. Tesis en opción al grado de Máster
    en Trabajo Social. Universidad de Camagüey. 2003.

    [9] Lourdes Rey Veitía. “Crecer
    con La Memoria. La Televisión como herramienta
    comunicativa para la Comunidad”. Tesis en opción
    al grado de Máster en Trabajo Social. Universidad de
    Camagüey. 2004.

    [10] Hidelisa de la Caridad Cristobo Cid.
    “La Metodología del Trabajo Social en
    Función de un Programa Educativo”. Tesis en
    opción al grado de Master en Trabajo Social. Universidad
    de Camagüey.1998.

    [11] Miguel Ángel Hernández
    García. “Valores Morales en el Proyecto Social
    Cubano en adolescentes. Una experiencia en la Comunidad
    «Osvaldo Herrera» en Santa Clara”. Tesis en
    opción al grado de Master en Trabajo Social. Universidad
    de Camagüey. 2004.

    [12] Barral Arranz, Fernando. Resultados de
    la investigación sobre la delincuencia, p.15-16

    [13] Manuel Martínez Casanova. LA
    MEDIACIÓN CULTURAL DEL DESARROLLO SOCIAL. (Material en
    Formato Digital. C.E.C.).

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