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La cultura como totalidad del quehacer humano




Enviado por Luis Ángel Rios



Partes: 1, 2

Monografía destacada

  1. Introducción
  2. El
    hombre, un ser multidimensional
  3. ¿Qué es la
    cultura?
  4. Niveles de la cultura
  5. Hermenéutica de la
    cultura
  6. Crítica a la cultura
    occidental
  7. Conclusión

Introducción

"Cultura". He ahí un concepto
problemático y equívoco. Problemático por
cuanto ha sido objeto de acaloradas discusiones intelectuales y
equívoco debido a que hay personas que confunden su
significado.

En repetidas ocasiones percibo que hay algunas personas
que, confundidas por el poder aletargador del sentido
común, se refieren al concepto de cultura como parte de la
actividad humana y no a la totalidad del quehacer material e
intelectual del ser humano. Incluso una considerable
mayoría la reduce solamente a las diversas manifestaciones
o expresiones artísticas.

En el gobierno de mi país se presenta esa
confusión al crear un Ministerio de Cultura,
establecido como "la entidad rectora del sector cultural
colombiano y tiene como objetivo formular, coordinar, ejecutar y
vigilar la política del Estado en materia
cultural"[1]. Dentro de sus líneas
estratégicas está la de "impulsar la lectura y la
escritura y facilitar la circulación y acceso a la
información y al conocimiento" y la del "fomento a los
procesos de formación artística y de
creación cultural". Como se aprecia, sus funciones se
orientan hacia lo educativo y artístico. Al
institucionalizar un "ministerio de la cultura" se pretende
ignorar que los demás ministerios, como el de Justicia,
Educación, Comunicaciones y Agricultura (de donde proviene
el término "cultura"), entre otros, también
integran la cultura.

Defendiendo la tesis de que la cultura son todas las
manifestaciones materiales u objetivas e intelectuales o
subjetivas del ser humano, en el presente trabajo
presentaré al hombre como ser multidimensional, indicando
que una de sus dimensiones fundamentales es la dimensión
cultural; indagaré por el concepto de cultura, hurgando en
su etimología, buscando sus definiciones y razonando sobre
ésta; describiré sus niveles básicos (el de
las industrias, el de las instituciones y el de los valores), sin
dejar de mencionar el nivel ecológico; disertaré
sobre la hermenéutica de la cultura, cuyo quehacer radica
en la interpretación del entramado simbólico; y,
finalmente, exploraré el revolucionario universo de los
"maestros de la sospecha" (Nietzsche, Freud y Marx), quienes
socavaron las bases habituales de la cultura occidental,
construida sobre la metafísica tradicional
racional.

El hombre, un ser
multidimensional

El ser humano es un ser multidimensional,
pluridimensional, tiene muchas facetas existenciales. Dentro de
sus dos dimensiones fundamentales o constituyentes de su ser
dinámico (la natural o biológica y la cultural)
encontramos la dimensión interpersonal, social,
intelectual, racional, simbólica, sígnica,
afectiva, estética, ética, artística,
comunicativa, sexual, metafísica, política,
histórica, personal, lúdica, económica,
ecológica, jurídica, laboral, ontológica,
sicológica, antropológica, lingüística
y espiritual, entre otras como corporeidad, interioridad,
afrontamiento, compromiso, libertad y trascendencia.

La persona, como ser cultural, hace cultura y se hace
por medio de la cultura. El obrar cultural del hombre le permite
transformar su mundo exterior e interior. La relación del
hombre con la cultura es doble. Por una parte la cultura es
producto del hombre. Pero, por otra, el hombre es producto de la
cultura. "Al crear la cultura, el hombre se crea a sí
mismo, y al crearse a sí mismo, es un productor de
cultura"[2]. La cultura es la habitación o
la morada del hombre.

¿Qué es la
cultura?

Con el ánimo de ir aclarando el concepto de
cultura es necesario rastrear su origen etimológico,
porque la etimología de una palabra nos descubre el
sentido profundo de la realidad que denomina o nos acerca a dicho
sentido.

Cultura proviene del latín cultus,
participio pasado del verbo colere que significa
cultivar. En su significado denotativo, primario, objetivo o
literal, cultura es cultivar la tierra. "En los orígenes
de este término la palabra cultura en latín
también podía significar "cultivo de la tierra"
haciendo alusión a la agricultura, una actividad
humana"[3]. En su significado connotativo,
secundario, subjetivo o metafórico, cultura es el cultivo
del espíritu humano. "Metafóricamente
"cultura" seria el cultivo del espíritu humano, o
quizá el conocimiento. Las facultades intelectuales del
individuo es el resultado de ese cultivo"[4]. Del
cultivo de la tierra o del campo (agricultura), el vocablo pasa a
aplicarse, en sentido traslaticio, al cultivo de la vida humana,
de la humanización (proceso de liberación del
hombre con respecto a la naturaleza). "Al igual que el cultivo de
la tierra necesita tiempo y esfuerzo, el cultivo del conocimiento
necesita tiempo y aprendizaje. Por lo tanto se podría
decir entonces que una persona "culta" es aquella persona que
posee grandes conocimientos en las más variadas regiones
del conocimiento. Como lugares, naturaleza, actualidad y porque
no "curiosidades", así como muchas otras cosas que implica
la cultura"[5]. Pero el concepto de cultura no se
reduce a la mera adquisición de conocimientos para ser una
persona "culta".

Ahondando en su significación etimológica,
encontramos que colere es centrarse habitualmente en,
vivir en. En un comienzo colere sinónimo de
habitare, quería decir habitar en. "El paso de
este significado original al derivado (cultuvar) obedece a la
forma de vida agrícola de los primeros latinos. El agro
constituye el sitio donde se encuentran habitualmente, el lugar
donde habitan. El cultivo del campo constituye su forma de vida
habitual, es decir su forma de habitarlo. De ahí que
colere pase a significar
cultivar"[6].

Cultura, según la Real Academia de la Lengua
Española, es el conjunto de modos de vida y costumbres,
conocimientos y grado de desarrollo artístico,
científico, industrial en una época, grupo social,
etc. De esta definición, que abarca diversos aspectos del
quehacer humano, se infiere que cultura no es sólo
expresiones o manifestaciones artísticas. La "autoridad"
de la academia, de manera tácita, deja claro que cultura
es más que "expresiones artísticas", que es una de
las maneras más comunes y arraigadas de entender la
cultura. Esta definición "léxica" coincide, en
cierta manera, con la del reconocido investigador Bronislaw
Malinowski, quien señala en su concepción
funcionalista que la cultura es el "conjunto de lo manufacturado,
de los bienes, procesos técnicos, ideas, costumbres,
valores propios de cada una de las sociedades"[7].
Queda claro, entonces, que la cultura es una construcción
humana que lo abarca todo. "El producto del cultivo tanto de la
naturaleza como del propio sujeto es cultura. Ella comprende, por
tanto, todas las expresiones de la creatividad humana: ciencia,
técnica, arte, religión,
etc."[8].

Como se desprende de lo anterior, cultura es todo ese
quehacer material, espiritual y social que el hombre realiza en
su intento de "dominar" a la naturaleza y adecuarla a sus
condiciones de vida: "el quehacer específico del hombre en
su interacción con la
naturaleza"[9].

La cultura la podemos entender como "la acción
del hombre que desarrolla y perfecciona su
ser"[10]. El psicólogo social David G.
Myers señala que este concepto se refiere a "la conducta,
ideas, actitudes y tradiciones perdurables compartidas por un
numeroso grupo de personas y transmitidas de una
generación a la siguiente"[11]. La
educadora e investigadora Nancy Saavedra Montoya señala
que "la cultura es lo que le permite a los hombres construir una
sociedad, es decir definir las condiciones de su voluntad para
convivir, los códigos para reconocerse y distinguirse de
los demás, así como la manera de organizar sus
relaciones con las demás personas"[12].
Cultura es el conjunto total de los actos humanos en una
comunidad: prácticas económicas, artísticas,
científicas, políticas, jurídicas,
religiosas, discursivas, comunicativas, sociales en general o
cualesquiera otras; es decir, las prácticas espirituales y
materiales. "Toda práctica humana que supere la naturaleza
biológica es una práctica
cultural"[13]. En la práctica cultural, el
hombre busca conocer su entorno o mundo estimúlico
(conjunto de las cosas que le rodean y percibe sensorialmente) y
transformarlo en medio (entorno que alcanza con sus sentidos para
convertirlo en instrumento en función de sus necesidades).
"Todo saber y todo saber hacer son resultado de una paulatina
acumulación en la memoria de las generaciones, sólo
posible por las prácticas comunitarias inventadas por el
hombre"[14].

Se entiende por cultura todo el quehacer material,
social y espiritual que el hombre realiza en su intento de
"dominar" a la naturaleza y adecuarla a sus condiciones de vida.
"La cultura es la acción del hombre que desarrolla y
perfecciona su ser"[15]. La cultura, según
la define Geertz, en su famoso libro La interpretación
de las culturas
, es un "sistema de concepciones expresadas
en formas simbólicas por medio de las cuales la gente se
comunica, perpetúa y desarrolla su conocimiento sobre las
actitudes hacia la vida"[16]. Su objetivo es dotar
de sentido al mundo y hacerlo comprensible. Freud la define como
el "conjunto de las normas restrictivas de los impulsos humanos,
sexuales o agresivos, exigidas para mantener el orden
social"[17]. Agrega que "el término
"cultura" designa la suma de las producciones e instituciones que
distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y
que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y
regular las relaciones de los hombres entre
sí"[18]. El jurista Hernando Valencia Villa
define a la cultura como el "conjunto de ideas, creencias,
instituciones, normas y prácticas que los grupos humanos
producen a lo largo de su
historia"[19].

El investigador Ariel Bianchi precisa que empleamos el
término cultura en el sentido que alude a toda la obra que
realiza el hombre y que se ha ido distinguiendo del mundo
natural. "De este modo, dentro de la esfera de la cultura se
encuentran el arte, la ciencia, la filosofía así
como las técnicas, las formas de la vida religiosa,
política, doméstica y económica. Tanto lo
grande como lo pequeño del hacer humano queda así
comprendido: el lenguaje, el folklore, las modas del vestir, los
humildes utensilios de la vida cotidiana"[20].
Hegel la designa como la totalidad de las actividades conscientes
e intencionales del hombre en sociedad. "La cultura es un dominio
del espíritu. Una institución social o
política, una obra de arte, una religión y un
sistema filosófico existen y operan como parte
constitutiva del ser propio del hombre, como productos de un
sujeto racional que continúa viviendo en ellos. Como
productos, constituyen un dominio objetivo; al mismo tiempo, son
subjetivos, creados por seres humanos. Representan la posible
unidad de sujeto y objeto. El desarrollo de la cultura muestra
diferentes estadios que denotan diferentes niveles de
relación entre el hombre y su mundo, es decir, diferentes
maneras de aprehender y dominar al mundo y de adaptarlo a las
necesidades y potencialidades
humanas"[21].

El hombre, por el hecho de ser hombre, es un ser que
hace cultura y se hace gracias a ésta. "La cultura es la
habitación del hombre, su
morada"[22]. Al interior de la cultura,
el hombre crea su mundo dentro de un horizonte de posibilidades.
"No es la naturaleza, sino la red de las formas culturales lo que
constituye el ámbito dentro del cual el hombre llega a ser
lo que es. La cultura es el ámbito en que se encuentra
habitualmente. La cultura es su morada"[23]. El
mundo como totalidad de lo real es para el hombre "su horizonte
y, al mismo tiempo, su estímulo, su hontanar y su
desafío; su cuna y su
crisálida"[24]. La cultura aparece
estrechamente ligada al particular modo de vida del hombre
respecto a su ser y a su quehacer. "Si mirado a su ser, la
cultura es una condición y posibilidad universal de todos
los hombres, mirado a su quehacer es una expresión total
que abarca todas las realizaciones humanas"[25].
Ese conjunto de creaciones materiales, sociales y espirituales
son "la característica de los hombres, del nivel de su
humanización"[26], expresada en el pensar,
en el proceder y en el actuar de la sociedad. "La cultura viene a
ser de este modo el resultado de la transformación que el
hombre imprime a la naturaleza, al conjunto de nuevas formas de
vida creadas por él, la nueva morada artificial que el
hombre se fabrica en la naturaleza"[27]. Se
podría decir, en términos coloquiales, que cultura
es lo hecho por la mano del hombre, en oposición a
naturaleza que es hecha por la "mano de Dios".

No obstante que la cultura condiciona a la sociedad, el
sociólogo Kovalzon Kelle nos aclara que, a pesar del
carácter de totalidad, la cultura no es sinónimo de
sociedad, así cultura y sociedad estén
profundamente vinculadas. Si bien la cultura es uno de los
fenómenos sociales, no es idéntico a ellos. "La
cultura es un concepto sintético, formulado para expresar
todos los adelantos –materiales, sociales y espirituales,
condicionados unos por otros por los primeros- de la actividad
humana, considerados desde el punto de vista de cómo se
manifiestan en el hombre, en el modo de vida, de pensar y de
proceder en cuanto superan el origen irracional del hombre. Por
eso, la cultura es, ante todo, la característica de los
hombres, del nivel de su humanización; se expresa en los
modos específicamente humanos de pensar, de proceder y
actuar en sociedad"[28].

Niveles de la
cultura

La cultura, dimensión universal y diferenciante
del ser del hombre, que no se limita a un sector del quehacer
humano sino a la totalidad de sus creaciones, está
conformada por el nivel de las industrias (entorno o sistema
técnico, que comprende medios técnicos de la
producción), de las instituciones (entorno o sistema
social, que comprende el conjunto de normas y organizaciones), de
los valores (entorno o sistema axiológico, que comprende
formas peculiares como un grupo aprecia y estima los distintos
aspectos significativos de la existencia) y de lo
ecológico (entorno o sistema natural, que comprende un
ecosistema al que está integrado el ser humano como a su
casa que lo nutre).

Siguiendo lo establecido en las investigaciones
culturales de Paul Ricoeur, reseñaré los tres
primeros niveles: nivel de las industrias, nivel de las
instituciones y nivel de los valores.

El nivel de las industrias (que responde a la
satisfacción de necesidades biológicas) es el mundo
de los elementos técnico-económicos, y posibilita
la producción y reproducción de bienes materiales
mediante el trabajo humano. "El nivel de las industrias incluye
los medios técnicos de la producción: herramientas,
máquinas, instrumentos; los productos conseguidos con
ellos, y todos aquellos objetos que poseen un carácter
documental, como son las obras de arte, los libros, los
descubrimientos científicos, etc. Al desarrollo alcanzado
por un pueblo o por toda la humanidad en este nivel se le da el
nombre de civilización"[29].

El nivel de las instituciones (que responde a la
satisfacción de necesidades de organización) es el
mundo de las normas y regulaciones de la vida económica,
familiar, social, política, educativa, jurídica y
religiosa, entre otras instituciones. "El segundo nivel, de las
instituciones, consiste en el conjunto de normas y organizaciones
que un pueblo va estableciendo para vivir en sociedad y manejar
sus industrias. Cada sociedad cuenta con instituciones
familiares, políticas, religiosas, económicas,
educativas, etc."[30].

El nivel de los valores (que responde a la necesidad de
situarse intelectualmente en la realidad) es la expresión
de intereses positivos al interior de las prácticas
sociales o formaciones sociales de los grupos. Los valores
responden a la función formalizante o simbólica del
hombre. "Es el nivel más profundo y menos material de la
cultura… Los valores se manifiestan en las
prácticas sociales, las costumbres y tradiciones de un
pueblo. Las tradiciones son su memoria viva. También se
manifiestan en aquellas representaciones sensibles,
imágenes y símbolos que constituyen la identidad de
un grupo. Se ha denominado a este nivel axiológico
núcleo-ético-mítico de un pueblo, por cuanto
en él reside el fundamento de su horizonte
axiológico, la justificación de su existencia
histórica y de su forma de
vivir"[31].

Es pertinente aclarar que en este nivel no se refiere a
los valares como abstracciones metafísicas producto de la
reflexión filosófica, como la libertad, la
justicia, la verdad, la belleza, etcétera; se trata de
valoraciones concretas percibidas en las actitudes de nuestras
relaciones con los demás: trabajo, propiedad y experiencia
temporal, entre otros valores comunes de una sociedad. "Lo que
hemos denominado valores es la verdadera sustancia de la gente.
Esto lo encontramos expresado en las prácticas, los cuales
representan una especie de inercia, son –podemos decir- la
estática de los valores. Bajo esta delgada capa de las
prácticas encontramos las tradiciones, las cuales operan
como memoria viva de una civilización. Finalmente, en un
nivel muy profundo, hallamos lo que tal vez es el núcleo
de la civilización: la colección de imágenes
y símbolos por los cuales un grupo humano expresa su
adaptación a la realidad, a otros grupos, a la
historia… Los valores a los que nos referimos son aquellos
que han sido asumidos por los hombres para ser vividos
plenamente. Sólo en la medida en que son injertados en un
sistema de creencias y de racionalización llegan a
construir lo que hemos denominado el núcleo
ético-mítico… Este núcleo
ético-mítico envuelve la moral y la
imaginación que expresan el poder creacional del grupo. En
este nivel asistimos a la diversidad de la civilización.
Podemos decir que cada grupo histórico tiene una idea
concreta de su propia existencia. En este sentido tiene un
ethos [núcleo esencial], una singularidad
ética, que funciona como memoria, como arraigamiento
arcaico… En un núcleo ético-mítico es
donde hallamos lo que podemos denominar la experiencia de la
finitud histórica de la humanidad –y de la
filosofía–. La humanidad ha desplegado su destino de
una pluralidad y diversidad de experiencias morales,
espiritualidades, religiones, idiomas y, por que no afirmarlo de
una vez, de filosofías. La humanidad es un plural
irreductible"[32].

El nivel de las industrias corresponde a la
infraestructura; en de las instituciones, a la de la
superestructura material; y el de los valores, a la de los
constructos culturales. La primera es universal, la segunda
general y la última singular. "Estos tres niveles
abarcarían el conjunto de manifestaciones culturales
aunque en cada uno se dan mayores o menores desarrollos,
según diferentes grupos o pueblos. Especialmente, el nivel
de las industrias que hace referencia a la relación del
hombre con la naturaleza y que depende del avance
tecnológico desarrollado en formas desiguales en el
contexto de la actual sociedad. Además, estos niveles
entran necesariamente en un intercambio universal debido al
proceso que acompaña la dinámica histórica
desde el Renacimiento. El nivel, sin embargo, más estable
y que puede en última instancia caracterizar el aspecto
cultural de un grupo lo constituye el núcleo de sus
valores, verdadero eje integrador y diferenciador entre las
diversas culturas"[33].

Sigmund Freud, un depurado investigador de la cultura y
un crítico acérrimo de la cultura occidental,
concibe a ésta como la suma de producciones e
instituciones compuesta de actividades y bienes de utilidad para
el hombre, la ornamentación, las grandes producciones de
las actividades psíquicas superiores y forma de regular
las relaciones entre los hombres. Las herramientas,
máquinas, inventos, escritura, vivienda, ciencia,
técnica y todas las demás de avance material
corresponden a las actividades o bienes; el orden, la limpieza y
la belleza pertenecen a la ornamentación; las obras
científicas, artísticas, los ideales culturales y
los sistemas religiosos y filosóficos entran en el campo
de las grandes producciones psíquicas; y el derecho, la
justicia y la libertad forman el mundo de las relaciones
sociales.

Hermenéutica de
la cultura

Como la cultura es una organización social de
significados que los individuos interiorizan en forma de
representaciones compartidas y objetivadas de manera
simbólica, se hace indispensable la hermenéutica de
la cultura para la interpretación de las prácticas
y elementos culturales.

Como sabemos, la hermenéutica es la ciencia o el
arte de interpretar textos lingüísticos, los cuales
contienen discursos compuestos de signos verbales (letras y
palabras) y símbolos (imágenes o representaciones)
que se caracterizan por su polisemia y por contener
ideologías, mensajes e ideas ocultas en el entramado
lingüístico. Esta herramienta interpretativa
pretende, con sus procesos metodológicos propios,
comprender el signo en búsqueda del significado original
que le dieron sus creadores o los poseedores de las
prácticas y elementos culturales. El trabajo
hermenéutico profundo posibilita el entendimiento de la
sociedad. La hermenéutica de la cultura se encarga de
reinterpretar otras interpretaciones; es decir, que es "a partir
del conocimiento de las prácticas culturales, el
entendimiento de las mismas y su significado, se podrán
construir nuevas tesis que buscarán explicar e interpretar
cada uno de los rasgos de la cultura"[34]. En todo
proceso de interpretación de textos se deben tener en
cuenta las funciones del lenguaje[35]

La cultura necesita que sea interpretada
hermenéuticamente para comprender sus signos y sus
símbolos culturales. La hermenéutica de la cultura
ejerce un papel demasiado preponderante en la
interpretación de los símbolos culturales, por
cuanto éstos, en algunos casos su interpretación no
requiere mucho esfuerzo, mientras que en otros exigen un profundo
trabajo de interpretación. Dado que un símbolo
puede poseer más de un sentido o significado, se debe
acudir a la interpretación o exégesis. "La cultura
no es algo que se tiene (como generalmente se dice), sino que es
una producción colectiva y esa producción es un
universo de significados, ese universo de significado está
en constantes modificaciones"[36]. La
interpretación, según Heidegger, es el modo de
estar del hombre en el mundo. Dilthey consideró la
hermenéutica como autoexplicación de la
comprensión de la vida. "Elaborar los proyectos correctos
y adecuados a las cosas, que como proyectos son anticipaciones
que deben confirmarse en las cosas, tal es la tarea constante de
la comprensión"[37] . Con la
hermenéutica se nos propone una idea de cultura como
diálogo y conversación.

El análisis semiológico y semántico
de los datos y prácticas culturales de un grupo social o
pueblo –un entramado de signos y símbolos- conforman
el amplio espectro de la hermenéutica de la cultura,
encargada de interpretar y conocer el intrincado proceso
simbólico de un conglomerado social. "De esta forma, la
interpretación hermenéutica de la cultura,
constituye en sí una forma de conocimiento del entramado
proceso simbólico-cultural de los grupos humanos, ya que
en estas estructuras simbólicas se sustentan y afirman las
relaciones institucionales que rigen y norman a las
sociedades"[38]. El hermeneuta debe asumir el
fundamento epistemológico que le permita determinar la
base de la cosmovisión del grupo a través de la
reconstrucción, el análisis y la
interpretación del enmarañado sistema de
comunicación cultural.

Para conocer con profundidad el núcleo
ético-mítico de un pueblo se requiere descifrar sus
símbolos plurisignificativos mediante un trabajo de
interpretación llamado hermenéutica de la cultura,
la cual se "hace necesaria porque las expresiones culturales
poseen una estructura funcional que responde a un sentido oculto
o porque concatenan varios sentidos
insospechados"[39] El símbolo es
susceptible de múltiples y variadas lecturas,
interpretaciones. "Los símbolos constituyen un aspecto del
mundo, aspecto que no resulta evidente a la experiencia
inmediata. Los símbolos expresan situaciones, ciertas
estructuras de la existencia que son imposibles de expresar de
otro modo. Por lo tanto en los símbolos la existencia
humana queda comprometida"[40].

A continuación reseño el trabajo
hermenéutico implicado en la interpretación del
núcleo ético-mítico inserto en las
prácticas culturales para comprender la profunda
cosmovisión de un grupo social o pueblo que nos presenta
el filósofo Luis José González
Álvarez.

La dimensión axiológica de la cultura
exige la interpretación de su núcleo
ético-mítico, representado en el conjunto de
imágenes y representaciones que posee todo pueblo. "Todo
pueblo tiene un ethos propio, una moral, unas costumbres
arraigadas. Y tiene también unas representaciones o
imágenes (mitos) que justifican su razón de existir
en el cosmos y en su forma de vivir. Es aquí donde reside
la cosmovisión de un pueblo, su comprensión de un
mundo real y de su propia existencia en ese mundo… El
núcleo ético-mítico de un pueblo es como su
subconsciente o su inconsciente"[41].

Este núcleo ético-mítico no se
revela si no conocemos o desciframos los símbolos e
imágenes que lo conforman. El nivel de los valores, a
diferencia del nivel de las industrias y el nivel de las
instituciones, no resulta fácil de comprender, ya que sus
símbolos son polisignificativos. Comprenderlos implica un
trabajo de interpretación a cargo de la
hermenéutica de la cultura, "necesaria porque las
expresiones culturales poseen una estructura funcional que
responde a un sentido oculto o porque concatenan varios sentidos
insospechados"[42].

Si uno pretende identificar la cosmovisión de un
pueblo y comprender el sentido de su cultura, debe descifrar su
intrincada red simbólica. Las expresiones
artísticas, los ritos, las imágenes y las
costumbres conforman un acervo de sentidos ocultos o semiocultos.
Estos símbolos permiten la comprensión de un
determinado contexto cultural y social, siempre y cuando se
desenrede la intrincada maraña simbólica de cada
cultura.

El trabajo hermenéutico es complejo por la
multiplicidad de símbolos, por la oscuridad
implícita en los sentidos del símbolo y por la
variedad de modelos de simbolización. "Un primer aspecto
de su complejidad reside en la multiplicidad de símbolos
que aparecen en todas las dimensiones de la cultura, en la vida
familiar, educacional, económica, política,
deportiva, festiva, artística, etc."[43].
El segundo aspecto u obstáculo se relaciona con la
profundidad oscura en que se alojan algunos de los sentidos del
símbolo. "Piénsese, por ejemplo, en la dificultad
que supone comprender todos los elementos simbólicos
implicados en un libro como la Biblia para uno que no la ha
estudiado, o en una corrida de toros para quien no la conoce, o
en un ritual religioso para el no iniciado"[44].
El tercer aspecto de complejidad, que constituye en el mayor
obstáculo de interpretación, se evidencia en la
diversidad de intenciones con que se concatenan los sentidos del
símbolo, por cuanto un símbolo puede clarificar una
realidad enigmática o enmascarar una vivencia inmediata.
"Una reforma agraria puede encubrir bajo los más laudables
fines sociales los más egoístas intereses de los
políticos que la propician"[45].

Así como existen diferentes simbolizaciones
culturales, existen diferentes modelos de interpretación,
de los cuales se pueden citar dos: uno es el que pretende la
recolección de sentidos y el otro el que busca la
reducción de ilusiones.

Aunque los dos son opuestos en intencionalidad, no
existe antagonismo entre ellos (a pesar de su relación
dialéctica) y se complementan. La ambigüedad
simbólica se sustenta en la analogía (el primero) y
en la equivocidad (el segundo). El primero, que trabaja con la
fe, se basa en la continuidad de sentido entre los distintos
planos de un símbolo. "El trabajo hermenéutico, en
este caso, se convierte en una restauración de sentido, en
un develamiento de la verdad profunda que confiere sentido
definitivo al símbolo"[46]. Se utiliza en
la exégesis bíblica, en antropología y en
análisis literarios, entre otros que requieren de este
tipo de interpretación. El segundo, que opera con la
sospecha, se funda en la ruptura entre los niveles de sentido.
"El hermeneuta pretende reducir ilusiones, desmitificar
creencias, denunciar máscaras y falsas justificaciones. Su
actitud arranca de la desconfianza. Sólo destruyendo las
máscaras, las simulaciones, los ídolos, las
ilusiones, es posible reconstruir el sentido
auténtico"[47]. Con este modelo
interpretativo trabajaron sistemáticamente los "maestros o
pensadores de la sospecha", los que, con sus interpretaciones,
cuestionaron y transformaron algunos cánones culturales
occidentales con su actitud de iconoclastas (Más adelante
disertaré sobre estos pensadores). Estos modelos, que se
complementan el uno con el otro, son necesarios en el
análisis interpretativo. Se deben mantener en
tensión dialéctica para evitar que se vuelvan
totalizadores y conviertan en teoría general de
interpretación lo que no es más que una
hipótesis metodológica particular. "No hay que
olvidar que todo iconoclasmo obedece a la búsqueda de otro
sentido; ni tampoco que es imposible identificar un rostro
enmascarado mientras no se le destruya su máscara. Toda
sociedad posee una fuerte carga mítica. De ahí la
necesidad de comenzar por hacer morir los ídolos, por
desenmascarar y desmitificar las realidades culturales, para
poder llegar a la verdad profunda de sus
símbolos…"[48].

Como cada individuo o colectividad posee su propia
cosmovisión en ella expresan la comprensión del
propio ser y la cultura en que viven. La cosmovisión se
encuentra situada en niveles profundos y se expresa mediante
símbolos subrepticios u ocultos. "Cualquier
expresión lingüística, en el sentido
más comprensivo del término, puede ser un
símbolo preñado de sentidos ocultos. Descifrar
estos símbolos es la tarea reservada a quien pretenda
descubrir la cultura de un pueblo"[49].

Crítica a la
cultura occidental

La cultura occidental, "con su fementido brillo de
feria, ordinario y de hojalata"[50], ha sido
objeto de profundos y demoledores cuestionamientos por parte de
diversas vertientes de la intelectualidad, entre las que se
encuentran los llamados "maestros o pensadores de la sospecha",
de los cuales me ocuparé en las siguientes
líneas.

La expresión "maestros de la sospecha" es la
denominación que Paul Ricouer dio a Marx, Freud y
Nietzsche como "los maestros de la sospecha", porque
fueron los filósofos que descubrieron lo que estaba oculto
tras las manifestaciones simbólicas, ya fueran en el
ámbito socioeconómico (Marx), psicológico
(Freud) o cultural (Nietzsche). "Karl Marx, Sigmund Freud y
Friedrich Nietzsche son los tres maestros de la sospecha,
así como fundadores de discurso crítico capaz de ir
más allá de la realidad estancada en el
racionalismo imperante en la época al declararla
anómala y buscar las causas de esa anomalía: la
represión sexual, el pensamiento atado y la
dominación económica, en su orden. Por desnudar la
utopía falsa para proponer una utopía verdadera
capaz de liberar al hombre y dar lugar a una conciencia
auténtica que substituya la conciencia aparente que le han
impuesto… Pensadores de la sospecha o filósofos de
la sospecha, como los llaman otros, son el símbolo de la
obra vital y vitalista por su inmensa capacidad de
transformación de la sociedad y el pensamiento. Sin ellos
no hay manera de comprender el mundo en que vivimos. Pasar por la
vida sin haberse por lo menos acercado a estos autores es haberse
negado a mirar los crepúsculos más asombrosos de la
inteligencia occidental"[51]. Nietzsche, por
ejemplo, es "un crítico demoledor de la cultura occidental
que hace uso de la psicología humana para desenmascarar
toda interpretación idealista de la
realidad"[52]. También se les ha denominado
"maestros de la sospecha" o "filósofos de la sospecha":

"Domina en ellos una actitud de sospecha, de
desconfianza ante lo que se presenta en un primer plano, que
podríamos llamar racional. Para descubrir la
significación de eso que se nos presenta, hemos de tomarlo
como una máscara que oculta esa significación. El
sentido de las cosas o de nuestra vivencia de las cosas no se
presenta a una mirada ingenua, sino que hemos de traspasar este
primer plano e introducirnos en el trasfondo donde mora este
sentido. Para llevar a cabo esta interpretación
desenmascaradora, estos autores nos proporcionan el sistema
conceptual adecuado. Nietzsche desenmascara nuestras valoraciones
e ideales, nuestros buenos sentimientos, mostrándonos lo
que en realidad esconden (la voluntad de poder). Freud, con el
psicoanálisis, va desvelando el contenido latente que se
oculta bajo el manifiesto, los deseos inconscientes que subyacen
a nuestras racionalizaciones. Marx denunciará la buena
conciencia de la burguesía para mostrar lo que hay en su
fondo: intereses de clase que buscan mantener su
dominación, que se asienta en una determinada
infraestructura económica. En esta misma línea, se
puede decir que estas técnicas de interpretación
son también técnicas de curación: de la
sociedad en Marx, de la humanidad en Nietzsche, y del individuo y
de la cultura en Freud. Todos ellos denuncian una enfermedad:
Marx la alienación que padece el hombre en la sociedad
capitalista; Nietzsche el nihilismo que se oculta en los grandes
ideales de la humanidad; Freud la neurosis a la que conduce una
cultura excesivamente represora. Y los tres proponen una
"terapia" para lograr la curación: Marx la
supresión de la propiedad privada de los medios de
producción; Nietzsche un nuevo ideal afirmativo de la
vida, fiel a la voluntad de poder; Freud una inmersión en
nuestra vida inconsciente, que nos lleve a su reconocimiento y
aceptación. Como vemos, estos tres autores denuncian la
razón ilustrada como un enmascaramiento de los verdaderos
intereses o fuerzas que gobiernan al hombre. Estas fuerzas
constituyen lo que podríamos llamar la realidad profunda
de la existencia"[53].

Los tres realizan una demoledora crítica al
racionalismo instrumental dominante en el pensamiento y en
general a toda la civilización; por cuanto ven la
razón como una simple justificación de pulsiones
más profundas: "el materialismo económico (Marx),
la voluntad de poder (Nietzsche) o el inconsciente
dinámico, expresado en el deseo sexual, la
frustración y la agresividad (Freud)… Así,
según Marx, la conciencia se falsea o se enmascara por
intereses económicos, en Freud por la represión del
inconsciente y en Nietzsche por el resentimiento del
débil… Lo que quiere Marx es alcanzar la
liberación por una praxis que haya desenmascarado a la
ideología burguesa. En cuanto la filosofía es, por
su propia naturaleza, lugar propio de la duda y de la
negación críticas, representa una de las
posibilidades más radicales de
desideologización"[54].

Nietzsche pretende la restauración de la fuerza
del hombre por la superación del resentimiento y de la
compasión. "La problemática filosófica
nietzscheana se mueve en torno a la crítica de la
racionalidad de la sociedad occidental que, habiendo sacrificado
la afirmación de la vida y sujetado a rígidos
dogmatismos morales, ha convertido al hombre en un enfermo, en un
alienado, en un pedazo de espíritu anhelante del
más allá y huyendo de sí
mismo"[55]. El pensador alemán consideraba
que la razón y todos sus productos eran síntomas de
enfermedad, decadencia y formas de degradar el espíritu
humano. Como crítico de todo sistema establecido, filosofa
a "martillazos". Por eso, metafóricamente, plantea que el
instrumento de la filosofía ya no puede ser la
razón (debido a que ésta se
instrumentalizó), sino el martillo, herramienta apropiada
para destruir a golpes el edificio milenario de la
metafísica occidental, construido con el pensamiento
griego, el medieval y el moderno; dirigiendo sus "martillazos" en
contra de sus principales "constructores": Sócrates,
Platón, Aristóteles y Descartes (los tres primeros
en la Grecia clásica y el último en la modernidad).
Y así de esta manera dejar al descubierto la
dominación –implícita y explícita-
detrás de los conceptos establecidos. Nietzsche buscaba
desenmascarar a la razón, que se presentaba bajo la forma
de los ideales del conocimiento y de la moral. Inclusive la
razón que ha dominado toda la historia de la
filosofía, no ha sido más que la historia del
error.

Es por eso que propone filosofar a "martillazos" para
destrozar todo concepto establecido, destruir todos los productos
de la razón para posesionar a la filosofía en el
lugar que le corresponde, es decir, para volver a establecer
nuevos conceptos. En consecuencia, critica a las ideas
establecidas de sujeto objetivo, de Dios y de la razón
absoluta.

El sujeto objetivo es aquel sujeto que construye la
realidad por medio de la razón. Rechaza los sujetos
cartesianos y kantianos, y sostiene que existen sujetos
históricos que no responden a un modelo común e
invariable de subjetividad; es decir, sus valores, normas y
saberes en general se van modificando según cambia la
época. Los sujetos objetivos son aquellos que se pretenden
sabios y los creyentes, que no son auténticos, porque los
primeros están sometidos al dogmatismo de la razón
y los segundos a los dogmas de la moral y la fe. La objetividad
es falta de criterio. Los sujetos objetivos no son
auténticos, debido a que los sujetos auténticos son
aquellos que cuestionan el orden establecido por los valores
instituidos convencionalmente.

Nietzsche, con su actitud iconoclasta y desmitificadora
cuestiona el conocimiento. Señala que el conocimiento es
encubrimiento que degrada y enferma la condición humana.
El conocimiento es la ciencia que pretende siempre objetividad:
la falta de criterio, que es la debilidad del hombre moderno. El
único medio para acumular la vasta cantidad de
conocimientos que se nos imponen es aceptarlos rápidamente
y olvidarlos.

Su cuestionamiento a la existencia de Dios implica negar
la idea de Dios como fundamento último que valida o
asegura la verdad. Al no existir la verdad, ¿por
qué es necesario postular un Dios como garantía o
fundamento de la verdad? No se puede hablar de una sola verdad,
porque la realidad se capta desde múltiples perspectivas o
múltiples miradas humanas. No existen los hechos,
sólo interpretaciones. La comprensión que se puede
obtener de la realidad varía constantemente. Así
que no se puede hablar de una única verdad, ni mucho menos
poner a Dios como fundamento último de
ésta.

La razón absoluta, que comprende o que nos hace
comprender de modo absoluto la realidad, es la que domina la
realidad y la enmascara. La vida es lo no absoluto, lo no
condicionado; la vida es la que condena y destruye el pasado.

Freud busca una curación por la conciencia y la
aceptación del principio de realidad. Los tres tienen en
común la denuncia de las ilusiones y de la falsa
percepción de la realidad, pero también la
búsqueda de una utopía. Los tres realizan una labor
arqueológica de búsqueda de los principios ocultos
de la actividad consciente, "si bien, simultáneamente,
construyen una teleología, un reino de
fines"[56]. Los "maestros de la sospecha"
sacudieron los cimientos de un sujeto, heredero del "Yo
pienso
" cartesiano. "En adelante, el sujeto tendrá
que decir: "¿Quién soy yo? Desde luego, no soy lo
que me creo, no como creo que soy". Para cobrar conciencia de lo
hondo del sujeto que librar al sujeto de los engaños de su
conciencia. Habrá que perder al sujeto para
encontrarlo"[57].

Con pensadores como éstos, se aprende a pensar
críticamente, a pensar por uno mismo; ellos invitan a
pensar y a cuestionar el modelo impuesto por la cultura
occidental. Marx, Nietzsche y Freud sacudieron el frondoso
árbol de la civilización occidental, profundamente
condicionada por el abuso de la racionalidad instrumental,
haciendo caer los frutos que no servían de alimento al
espíritu libre del hombre. Hicieron entrar en crisis a la
modernidad al cuestionar los conceptos filosóficos de este
período: el sujeto y la razón. Con su sospecha de
la imagen moderna del mundo, encararon el desvelamiento y
sospecharon que lo que los hombres creen conocer sobre su
conciencia social, moral o su propia conciencia es sólo
máscara, apariencia, falacia.

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