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Geoffrey Chew: Apogeo y decadencia de la democracia nuclear (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Centrándonos en el ámbito estrictamente
científico, varios físicos que habían jugado
un papel importante en la investigación nuclear efectuada
durante la guerra sufrieron acoso por ser sospechosos de
deslealtad y fueron acusados de pasar información a la
Unión Soviética. No era necesario que pertenecieran
al partido comunista ni a ningún otro partido de
izquierdas; bastaba con ser simpatizante de algún partido
o grupo progresista, tener algún familiar no muy de fiar
o, en algunos casos, ser de ascendencia judía. Con las
penas impuestas -que en su mayoría fueron leves, excepto
algunas condenas de prisión y la ejecución de los
Rosenberg- se pretendía administrar castigos
ejemplarizantes, crear miedo entre los posibles opositores. No
era menos importante descargar la responsabilidad de todos los
problemas sociales sobre estos perfectos chivos expiatorios (el
del chivo expiatorio es un fenómeno histórico casi
omnipresente y muy interesante, pero no nos podemos detener a
tratarlo).

Julius y Ethel Rosenberg fueron juzgados y ejecutados en
junio de 1953 tras haber sido declarados culpables de pasar a la
Unión Soviética información nuclear, la cual
les era supuestamente suministrada por David Greenglass, hermano
de Ethel, un científico que había trabajado en Los
Álamos en la fabricación de la bomba
atómica. Hay numerosos libros que tratan sobre tema, entre
ellos el de Gregg Herken, Brotherhood of the Bomb; el de
Schweber, In the shadow of the bomb; y el de Richard
Polenberg, In the Matter of J. Robert Oppenheimer, que
son los que seguimos en la presente exposición. Sin duda,
el caso más conocido e ignominioso fue el acoso y derribo
que sufrió Robert Oppenheimer, quien de héroe
nacional pasó a ser un pelele apaleado. Al padre de la
bomba atómica ya le habían investigado el FBI y el
departamento de seguridad interna del Proyecto Manhattan por sus
tendencias y amistades izquierdistas durante la década de
los treinta. A pesar de ello, el general Leslie Groves,
consciente de su importancia para la buena consecución del
proyecto nuclear, decidió no retirarlo. Tras el
lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón,
Oppenheimer dejó de sentirse orgulloso de su trabajo y
pasó a sufrir sentimientos de culpabilidad. En un momento
en que la física nuclear era considerada asunto de
importancia nacional -en el año 1946- dimitió de su
cargo de director de Los Álamos y pasó a
convertirse en presidente del Comité Asesor General de la
Comisión de Energía Atómica de los Estados
Unidos. Desde ese puesto intentó -proponiendo la
creación de un control internacional- que no se disparase
la carrera armamentística a raíz de la rivalidad
con la Unión Soviética. Cuando se habló de
la creación de una bomba de fusión nuclear -la
bomba de hidrógeno-, Oppenheimer se opuso en principio,
aunque después manifestó su acuerdo. El principal
impulsor de esa nueva arma era Edward Teller, antiguo miembro del
Proyecto Manhattan, quien de esta forma se unió a la lista
de enemigos de Oppenheimer, ya bastante nutrida. Cuando el
macartismo llegó a su punto álgido, se propuso
revocar a Oppenheimer la credencial de seguridad aludiendo a la
afiliación comunista de David Bohm, Joseph Weinberg y
Bernard Peters -antiguos alumnos suyos-, y de su hermano Frank.
En 1953, el presidente Eisenhower le pidió que renunciara
a su cargo y a la credencial, pero Robert solicitó una
auditoría para demostrar su lealtad. Tras sufrir el
suplicio de los interrogatorios, después de varias
contradicciones en sus declaraciones y el testimonio negativo de
Edward Teller, su credencial de seguridad fue revocada. Tuvieron
que pasar diez años para que el presidente Johnson le
rehabilitara de manera simbólica en 1963
otorgándole el Premio Enrico Fermi.

El caso de David Bohm es aún más
lamentable. Oppenheimer le pidió que se incorporara al
Proyecto Manhattan, pero el general Leslie Groves, informado
sobre sus ideas comunistas, lo impidió. Tras la guerra fue
profesor asistente en la Universidad de Princeton. En mayo de
1949, el HUAC le citó para testificar sobre su pasado
político. Bohm apeló a la Quinta Enmienda para
evitar declarar contra sus colegas, y en 1950 fue arrestado por
negarse a contestar al Comité del Congreso. El año
siguiente fue absuelto, pero la Universidad de Princeton ya le
había cesado y no volvió a contratarle. Ninguna
universidad de los Estados Unidos se mostró dispuesta a
contar con él, por lo que tuvo que exiliarse a Brasil para
ejercer la docencia. Posteriormente residió en Israel, y
después en Londres, donde se instaló
definitivamente, fue profesor en el Birbeck College y
vivió hasta su muerte, acaecida en 1992. Su principal
aportación a la Física fue muy interesante, aunque
desechada por la mayoría de la comunidad: a partir de un
desarrollo de Louis de Broglie, elaboró una
interpretación causal de la mecánica
cuántica, frente a la indeterminista y probabilista de la
Escuela de Copenhague, de Bohr y Heisenberg. (Cfr. Peat,
1997).

Dice Jessica Wang que, durante la década de
posguerra, el anticomunismo marcó las dimensiones
políticas de la vida pública y el sistema de
acreditaciones de seguridad para poder trabajar en el campo de la
energía nuclear se hizo oficial. El establecimiento, en
1947, del programa federal de lealtad, que requería un
juramento por parte de todos los empleados federales,
aumentó el poder del FBI. En la primera década tras
la guerra, el anticomunismo afectó a prácticamente
todas las áreas de la vida americana, y que cualquiera que
intentaba retar al orden político se arriesgaba a
enfrentarse a la acusación de deslealtad, a la
pérdida de su empleo y a ser vigilado constantemente. La
represión de la Guerra Fría restringió las
actividades políticas de los científicos por dos
medios: investigaciones individuales relacionadas con la lealtad
y la seguridad, y vigilancia oficial a ciertas organizaciones
(Cfr. Wang, 2002).

En otro de sus escritos, Wang afirma que las ansiedades
del mundo de la posguerra hicieron surgir cuestiones importantes
para los científicos norteamericanos. Éstos
comenzaron a meditar sobre su identidad política, a
intentar lograr cambios fundamentales en la relación
cienciagobierno y a replantearse la naturaleza básica de
la relación entre la ciencia y la sociedad. Sin embargo,
la Guerra Fría, el anticomunismo y el miedo a las armas
nucleares aparecieron de forma que los científicos fueron
las primeras víctimas del miedo rojo tras la Segunda
Guerra Mundial. El anticomunismo hizo más que interferir
con las vidas de los científicos como personas;
afectó a toda la labor científica. Los de tendencia
liberal e izquierdista propusieron alternativas a la
proliferación nuclear y a la predominancia de la
investigación militar, y durante un breve intervalo de
tiempo parecía que sus ideas podían triunfar. Pero
la represión política que acompañó al
resurgimiento del anticomunismo en la posguerra pronto puso a la
defensiva a la política científica liberal (Cfr.
Wang, 1999).

Sin embargo, el acoso a los físicos
teóricos, que parecía tan de sentido común
para los políticos y parte de la prensa y la
opinión pública, se basaba en un error de
principio, una falla conceptual que pone de relieve
magistralmente David Kaiser. Los políticos, los
periodistas a su servicio y la opinión pública
general creían que fabricar armas nucleares sólo
dependía de conocer unas cuantas fórmulas, las
cuales eran creación de los físicos. Pensaban que
el paso de unas fórmulas al bando contrario podía
ayudar a éste a fabricar armas nucleares, cuando la
realidad es que esa información era conocida por todos los
físicos -de uno y otro lado-, y que la fabricación
de una bomba atómica es fruto del trabajo de muchas
personas, donde el conocimiento tácito del how
to
, que no se puede transmitir mediante textos, juega un
papel importante. El mismo presidente Truman insistía en
que el conocimiento teórico esencial en que está
basado el descubrimiento de la bomba atómica estaba
ampliamente difundido. A pesar de ello, en la posguerra y la
Guerra Fría existió una continua
especulación -e incluso paranoia- sobre la existencia de
secretos nucleares que podían transmitirse por escrito, un
claro ejemplo de fetichismo por la palabra escrita que
llegó incluso a ser el tema de novelas y películas
de la época (Cfr. Kaiser, 2005).

2.2. El loyalty oath de la Universidad de
California

Todos los sectores de la sociedad se vieron implicados
en esta persecución de elementos sospechosos de
izquierdismo, incluyendo la universidad. La obra de Ellen
Schrecker realiza una magnífica descripción de los
problemas que sufrió la universidad en esta época.
El presidente Truman, tras una gran presión por parte de
los republicanos, aprobó el 22 de marzo de 1947 la Orden
Ejecutiva 9835, la cual establecía un nuevo programa de
juramentos para los empleados federales. Como las medidas tomadas
previamente ya habían eliminado a los comunistas y a otros
disidentes de sus puestos, se trató sólo de un
gesto político. Su objetivo real era proteger a la
administración demócrata de las exigencias
ultraconservadoras del partido republicano, pero fracasó
en su objetivo. Lo que realmente sucedió fue que el
anticomunismo se estableció como ideología oficial
del país y que se sentaron las bases del macartismo, que
poco después radicalizó la situación y
sembró la histeria colectiva.

Ninguna otra decisión iba a agudizar la guerra
fría interna tanto como lo hizo el programa de juramentos.
Los comunistas y los sospechosos de serlo podían ser
despedidos de sus trabajos, y las acusaciones infundadas
florecieron. Como el FBI insistió en que iría en
detrimento de la eficacia revelar la identidad de sus
informadores, las acusaciones anónimas eran totalmente
válidas y podían llegar a costar el puesto de
trabajo. Lo cierto es que era ridículo pensar que a
aquellas alturas el partido comunista de Estados Unidos tuviera
mucha influencia; sin embargo, casi todo el mundo pensaba que el
peligro era inmenso, y se demandaba constantemente que no hubiera
rojos en el gobierno (Schrecker, 1986). Cuando el ínclito
senador de Wisconsin entró en escena y se unió a la
lista de inquisidores, el macartismo -el término que suele
usarse para resumir toda esta época- supuso la
violación de las libertades civiles para miles de
ciudadanos, a través de listas negras y despidos sin
motivo. Pero lo que a nosotros más nos importa en este
momento es que este anticomunismo invadió todos los
departamentos de física de las universidades. Hubo
numerosas protestas por parte de los estudiantes y los
profesores, pero con el comienzo de la guerra de Corea los
ultraconservadores ganaron fuerza, y se comenzó a denegar
pasaportes para salir al extranjero, y a su vez a impedir que los
científicos extranjeros entraran en el país.

Volvamos de nuevo al protagonista de nuestro trabajo,
Geoffrey Chew, y a su universidad, Berkeley. Además del
ambiente tan hostil para la libertad de pensamiento que supuso el
inmenso poder que en aquella época de Guerra Fría
tuvieron el HUAC, el FBI y McCarthy y sus secuaces, el personal
de la Universidad de California tuvo que vérselas con un
problema añadido: un juramento de lealtad adicional -el
loyalty oath-, aparte del que debían cumplir como
trabajadores estatales. La universidad estaba dirigida por un
cuadro de regentes compuesto por veinticuatro miembros,
dieciséis de los cuales eran designados por el gobernador
del estado. Estos regentes, una especie de dirección a las
órdenes de los organismos políticos -y por tanto
ajeno a la propia universidad- fueron quienes decidieron imponer
este juramento de lealtad especial. Según parece, fue la
presión política lo que llevó a los regentes
a querer asegurarse la lealtad de los empleados de la universidad
(Cfr. Gardner, 1967).

Afirma David Kaiser que pocos departamentos de
física experimentaron con más dureza los dolores de
la transición hacia la escena política de posguerra
que el de Berkeley. A comienzos de 1949, la sección
californiana del HUAC inauguró un programa legislativo
encaminado a aislar a cualquier persona que supusiera una seria
amenaza para la libertad y la seguridad. El HUAC investigó
al Radiation Laboratory -donde Ernst Lawrence tenía su
famoso ciclotrón, el precedente de los aceleradores de
partículas actuales- porque pensaba que parte del personal
que había contribuido a la fabricación de la bomba
atómica era comunista. Se hablaba de un "científico
X" que había trabajado en el laboratorio durante la
guerra, y que supuestamente habría pasado secretos
nucleares a la Unión Soviética. Cinco
físicos que habían colaborado allí fueron
interrogados intensivamente. Aunque no hubo evidencia alguna de
espionaje, todos fueron acusados de desacato al Congreso y
perdieron inmediatamente su trabajo. En septiembre de 1949,
sólo uno de estos físicos permanecía en
Berkeley; se trataba de David Fox, profesor asistente. Fox fue
interrogado, pero rechazó dar nombres apelando a la Quinta
Enmienda veinticinco veces. Tres meses después, el cuadro
de regentes de la Universidad de California le despidió
sin haber formulado cargos contra él (Kaiser, 2002:
242).

Como ya hemos mencionado, la controversia del
loyalthy oath giró en torno a la
imposición de un juramento especial para la Universidad de
Berkeley, además del tradicional incluido en la
Constitución del Estado de California. El juramento
requería que todos los empleados de la universidad
declararan no pertenecer al partido comunista, y cada firma
tenía que ser comprobada por un notario público. La
renovación de los contratos y el pago de los sueldos
estaban condicionados a la aceptación del juramento. Para
complicar más la situación, los regentes no
informaron a la universidad del nuevo requisito hasta mediados de
junio de 1949, dos meses después de haberlo aprobado
oficialmente, y justo cuando muchos partían rumbo a sus
vacaciones de verano. A continuación ofrecemos los
distintos juramentos a que debían someterse los empleados.
El juramento constitucional, obligatorio para todos los empleados
del estado, era el siguiente:

"Juro (o prometo) solemnemente que acataré la
Constitución de los Estados Unidos y la
Constitución de Estado de California, y que
emplearé todas mis capacidades para cumplir las
obligaciones del departamento al que pertenezco."

El texto adicional, redactado por los regentes de la
Universidad de California, en su primera versión (25 de
marzo de 1949) decía así:

"No creo en, ni soy miembro de, ni apoyo, a
ningún partido u organización que crea en, defienda
o proponga el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos
por la fuerza o la violencia."

Una posterior revisión (24 de junio de 1949)
incluyó la alusión al partido comunista:

"No soy miembro del partido comunista, ni tengo
ningún compromiso o acuerdo que esté en conflicto
con las obligaciones aceptadas al aceptar el presente juramento"
(Cfr. Stewart, 1950).

Pronto surgió una dura lucha entre los regentes y
la facultad: la mayor parte de los miembros de ésta
afirmaba que aquéllos violaban su derecho a elegir a sus
propios miembros. Muchos de ellos, incluyendo varios profesores
exiliados, llegados en los años treinta, procedentes de
dictaduras europeas (Alemania e Italia), rechazaron
inmediatamente el juramento por considerarlo una injerencia en la
libertad académica. Pronto se les unió un amplio
sector de profesores, así como de alumnos. Todos se
enfrentaron al dilema de "firma o vete de aquí", lo cual
implicaba, por supuesto, también la pérdida del
sueldo. Por otra parte, las protestas de la facultad no
tenían que ver tanto con la persecución de
comunistas, como con la oposición al hecho de que los
empleados de la universidad tuvieran que firmar un juramento
especial, distinto al requerido a otros funcionarios del estado.
Cientos de miembros de la facultad se negaron a firmar el
juramento a modo de protesta.

Veamos una de las cartas dirigidas a Sproul, presidente
de la universidad:

Mi negativa a firmar se basa en estos puntos: El
juramento es una afrenta contra mi dignidad e integridad como
persona y docente. Considero intolerable la presunción de
que pertenezco al partido comunista. El juramento es una
limitación para la libertad académica. No
aceptaré firmar nada a lo que se me obligue. Lo que
más duele de la actitud de los regentes de la universidad
es su ejercicio de poder para que nos sometamos a él
(Stewart, 1950: 150).

La mayoría de los alumnos reaccionó
también en contra del juramento especial. Una
declaración de la asociación de alumnos se
preguntaba si realmente los empleados y los docentes de la
facultad debían jurar que no pertenecían al partido
comunista. Estaban de acuerdo en que era necesaria la
política de alejar a los comunistas de los puestos
influyentes; sin embargo, el problema residía en el
método utilizado para conseguir ese fin. Propusieron, en
lugar del juramento de lealtad impuesto por los regentes, que en
los contratos se añadiera una mención a que el
firmante no era miembro del partido comunista, ni de ninguna otra
organización que defendiera un cambio de sistema
político por la fuerza (Cfr. California Alumni
Association, 1950).

De los profesores que rechazaron firmar, ninguno lo hizo
porque pertenecieran al partido comunista. Irónicamente,
David Fox, acusado de espionaje -supuestamente realizado mientras
trabajaba en el Radiation Laboratory y despedido por los
regentes- sí había firmado el juramento. Frente a
la oposición de la mayoría de profesores y alumnos
de la universidad, la respuesta de los regentes fue endurecer su
postura en febrero de 1950: cualquier empleado que no hubiese
firmado el juramento a finales de abril sería despedido.
Los alumnos y el presidente de la universidad, Robert Sproul,
consiguieron que los regentes aceptaran que cada caso se tratara
de forma independiente. Sin embargo, cuando, a finales de junio
de 1950, Corea del Norte invadió Corea del Sur y los
Estados Unidos entraron en el conflicto, la mayoría de los
que se habían opuesto al juramento lo firmó y los
regentes despidieron a los treinta y cinco no firmantes el 25 de
agosto de 1950, aunque ninguno de ellos había sido acusado
de ser miembro o simpatizante del partido comunista.

David Gardner, que posteriormente llegó a ser
presidente de la universidad, escribió un libro sobre los
hechos, aunque no fue testigo directo porque era aún muy
joven y no tenía contacto con la universidad en aquella
época. Relata que posteriormente, en octubre de 1952, la
corte suprema del estado de California ordenó a los
regentes que comunicaran a los opositores que firmaran un
juramento de lealtad estatal, no el especial. La controversia del
juramento de lealtad convulsionó durante tres años
a la mayor universidad del país y uno de los centros de
letras y ciencias más importantes del mundo. Fue un asunto
que anticipó casi todos los temas que iban a surgir y
afectar a las universidades americanas durante aquella
problemática época. No obstante, según
Gardner, éste no fue un conflicto ideológico, no
una cuestión de principios ni de ideas políticas.
Fue una lucha de poder que consistió en enfrentamientos
personales entre hombres orgullosos e influyentes. Gardner
caracterizó la polémica como "un extraordinario
debate sobre la futilidad", en el cual "todos perdieron y nadie
ganó". A pesar del barniz político que
parecía impregnarlo todo -según el citado autor-,
el nuevo juramento tenía más que ver con cuestiones
relativas al autogobierno que con el miedo a la
infiltración comunista en esta universidad, la mayor del
país, con 3.200 docentes y 6.250 empleados no docentes
(Cfr. Gardner, 1967). Independientemente de lo que afirme Gardner
sobre el carácter de esta controversia en un libro que
publicó bastantes años después (1967)
-posiblemente para quitar importancia al asunto-, lo cierto es
que el problema se vivió y se recuerda aún como un
asunto político y relacionado con las libertades
individuales.

Pero sigamos describiendo este interesante tema, en el
que ahora entra en juego Chew. A consecuencia de la
polémica, el departamento de Física perdió
seis miembros en un año. Dos profesores, Harold Lewis y
Gian Carlo Wick, permitieron que se les despidiera en agosto de
1950, cuando los regentes expulsaron finalmente a todos los
no-firmantes, y dos meses antes, en junio de 1950, cuatro
profesores (Robert Serber, Wolfgang Panofsky, Howard Wilcox y
Geoffrey Chew) ya habían dimitido en señal de
protesta. El primero en hacerlo fue Geoffrey Chew, el
protagonista de nuestra historia.

Chew rechazó firmar lo que denominó, en
carta dirigida a Oppenheimer, "la parte objetable del nuevo
contrato", la cual amenazaba, en su opinión, "el derecho a
la privacidad en creencias políticas". Se sintió
decepcionado por los débiles intentos -según
él- de la facultad para luchar contra la imposición
del juramento. Como explicó a Birge en julio de 1950,
había decidido "escapar de una situación
intimidante y precaria" (Kaiser, 2002: 248). Chew publicó
un artículo sobre esta polémica en el que se
preguntaba que, "en tiempos de guerra, ¿qué
seguridad puede tener un inconformista?". Con el comienzo de la
Guerra de Corea, los escasos no firmantes se habían
convertido en leprosos que debían apartarse de la vista.
Además, Chew afirmaba que el Radiation Laboratory era el
principal estímulo de su trabajo científico, y
ahora estaba claro que los no firmantes no eran bien recibidos.
"Aunque siguiera aquí, la atmósfera en contra no
sería agradable. Esto sería una forma más
sutil de intimidación". Chew aseguraba que la facultad
había recibido un trato discriminatorio y que había
sido sometida a un juramento más específico que el
requerido a los otros empleados del estado. Esa controversia
había sido estimulada en parte por los "fundamentalistas",
refiriéndose con esta expresión a los regentes y a
quienes les imponían las órdenes. Lo que se hallaba
en juego era la libertad de cátedra contra la voluntad de
los regentes de imponer sus normas. Según comenta, el
problema comenzó cuando el presidente de la universidad
recibió un mensaje relativo a que se debía asegurar
de alguna forma la "pureza" del personal, relacionado con
presiones procedentes del HUAC. Todos los miembros de la
universidad, junto con los demás empleados estatales,
juraban cada año la constitución, pero los regentes
pensaron que un juramento especial para los empleados de la
universidad, el cual contuviera específicamente la
afirmación de no pertenecer al partido comunista,
serviría para tranquilizar a las autoridades (Chew,
1950).

Chew no es el único profesor que dejó
testimonio de aquel momento crítico. Emilio Segre -Premio
Nobel en 1959 por el descubrimiento del antiprotón- dice
en su autobiografía que los regentes tuvieron la idea de
exigir un juramento de lealtad que incluyera la
declaración de no pertenecer al partido comunista.
Según Segre, el tono del juramento no era demasiado
agresivo, pero sí resultaba humillante obligar a los
miembros de la universidad a jurar lo que no debían hacer
los demás empleados estatales: "El texto del juramento era
relativamente inofensivo, pero no era inofensivo exigirlo a los
profesores y no a todos los demás empleados del estado"
(Segre, 1993: 234). Según Segre, entre los regentes
prevaleció la facción más radical y
conservadora, y quienes no acataron el juramento fueron
despedidos. En el departamento de Física, esto dio como
resultado serias pérdidas, como por ejemplo las de
Geoffrey Chew, Wolfgang Panofsky, Marvin Goldberger, Gian Carlo
Wick y Robert Serber. Afortunadamente, estos hombres encontraron
excelentes puestos y no debieron realizar severos sacrificios
personales, excepto tener que mudarse. Ninguno era comunista,
pero rechazaron por principio acatar un juramento
discriminatorio. La universidad perdió a hombres
distinguidos, muchos de los cuales nunca volvieron a la
institución (Cfr. Segre, 1993).

Relataba Robert Sproul:

El profesor Birge afirma que el Departamento de
Física, al comienzo del presente año
académico, contaba con cinco físicos
teóricos, cuatro de los cuales (Wick, Chew, Lewis and
Panofsky) han aceptado plazas en otras universidades (Sproul,
1951).

Frente a estos "disidentes", el legendario Ernest
Lawrence -Premio Nobel en 1939 por su labor con el
ciclotrón- apoyó la decisión de los regentes
y se opuso a los no firmantes. Luis Alvarez -Premio Nobel en 1968
por su trabajo sobre la resonancia magnética nuclear- y
otros, aunque se mantuvieron apartados de la controversia,
crearon en el Radiation Laboratory un ambiente que
convenció a todos de que los no firmantes y quienes les
apoyaran no serían bien recibidos. Para los jóvenes
físicos del laboratorio quedaban pocas dudas, y los
postdocs que no habían firmado el juramento
encontraron en sus mesas, el día 30 de junio, sus
correspondientes notas informándoles de que debían
dejarlo todo y salir de allí al terminar el
día.

La lucha entre los no firmantes y los regentes
duró siete años y tuvo importantes consecuencias
para el Departamento de Física de Berkeley. Fuera una caza
de brujas anticomunista, una lucha en torno a la libertad
académica o un juego de poder de la facultad contra la
administración, las repercusiones de esta polémica
fueron muy relevantes para la historia social y cultural de los
Estados Unidos, ya que puede considerarse un precedente del Free
Speech Movement y la Nueva Izquierda, que tanto auge tuvieron en
Berkeley en la siguiente década.

2.3. Chew abandona Berkeley

Para lo que nos ocupa, la principal consecuencia de todo
esto fue que Chew abandonó Berkeley y se marchó a
la Universidad de Illinois, donde trabajó con Francis Low,
un talentoso físico que ya había trabajado en el
Instituto de Estudios Avanzados con Oppenheimer y de quien
recibió una favorable influencia. Como bien dice Kaiser,
sus razones para dejar Berkeley sólo se pueden entender en
el contexto de la Guerra Fría y el macartismo considerando
la situación política en que se encontraban los
físicos tras la Segunda Guerra Mundial y cómo se
enfrentaron a la guerra fría (Cfr. Kaiser, 2002).
Según Denyse Chew -la segunda mujer de Geoffrey-, nuestro
protagonista sólo deseaba trabajar con tranquilidad,
afirmación que sugiere que no tenía muchas
motivaciones políticas (Cfr. Denyse Chew, 1985). Sin
embargo, la actividad que mostró Chew en los años
siguientes indica precisamente todo lo contrario.

El
exilio

Como hemos dicho, Chew se marchó de Berkeley en
julio de 1950, en protesta por la obligatoriedad de firmar un
juramento de lealtad que incluía la declaración de
no ser comunista. Fue contratado por la Universidad de Illinois
en Urbana, donde trabajó durante seis años.
Allí, en un año fue ascendido de profesor asistente
a profesor titular, y en 1955 fue nombrado
catedrático.

En Illinois, Chew comenzó un nuevo modo de hacer
física que siempre envidiaron muchos de sus
compañeros. Por ejemplo, Marvin Goldberger
comentaría mucho después: "Siempre tenía un
programa, nunca se mostraba indeciso sobre qué hacer en el
futuro inmediato". (Goldberger, 1985: 243). Los años de
Illinois fueron muy buenos para Chew, ya que disfrutó de
una excelente relación con Francis Low, un experto en
teoría de campos. Además, se interesó
enormemente por el trabajo de Tullio Regge y Steven Frautschi,
que le serían muy útiles para sus propios
desarrollos posteriores, especialmente el del primero.

Ya al principio de su estancia -seguramente como
consecuencia de la injusticia y humillación que supuso el
juramento de lealtad de la Universidad de California-, Chew se
fue comprometiendo en las asociaciones sindicales del movimiento
de los científicos atómicos. Al poco de llegar
allí, fundó la rama local de la Federación
de Científicos Americanos (FAS), que en aquel momento de
represión política se dedicaba a acumular
información sobre los abusos de McCarthy, el HUAC y el FBI
(Kaiser, 2002: 249). La FAS se había convertido en una
organización burocrática que recogía
información sobre los peores abusos del macartismo. En la
época en que Chew se integró, debido a las
presiones del HUAC y del FBI, la FAS realizaba menos
demostraciones públicas y seguía la política
de la "diplomacia tranquila" (Cfr. Wang, 1999). Chew
participó directamente en esta vía
diplomática y convenció a muchos de sus colegas
para que se unieran. Bajo su dirección se organizaban en
el campus reuniones y charlas sobre la Quinta Enmienda, a fin de
asesorar a quienes tuvieran que defenderse ante los tribunales,
acusados de espionaje o de ser comunistas. Animó a sus
colegas a unirse a la federación y organizaba encuentros
mensuales para intercambiar impresiones. Chew fue ampliando sus
actividades, y en noviembre de 1955 testificó ante un
subcomité del senado como presidente del Comité de
Pasaportes de la FAS. El sindicato de científicos
protestaba por la denegación de pasaportes por motivos
políticos. Entre las autoridades, debido a la paranoia
relacionada con los secretos nucleares que hemos comentados
antes, había miedo de que los científicos salieran
del país para pasar información secreta a los
soviéticos (Kaiser, 2002: 250).

Mientras tanto, en California, después de haberse
llevado a los tribunales el caso de los despidos originados por
el juramento de lealtad de la universidad, en octubre de 1952 la
corte suprema falló a favor de los despedidos y
ordenó a los regentes que los volvieran a contratar. La
decisión no hablaba del dinero que se les debía,
cuestión que también fue resuelta a favor de los
afectados en la primavera de 1956.

Tan sólo un año después de su
salida de Berkeley, algunos profesores veteranos comenzaron a
pensar en contratar de nuevo a Chew. Birge, presidente del
departamento de física, lo intentó, pero Chew
decidió quedarse en Illinois de momento, donde se
encontraba muy a gusto. Sin embargo, en 1957, ya sí
estimulado por la idea de volver a Berkeley, pasó
allí unos meses como "profesor visitante", aprovechando la
concesión de un año sabático en la
Universidad de Illinois. La primera mitad de ese año la
había pasado en Princeton, en el Instituto de Estudios
Avanzados, y la segunda mitad la pasó en California. Carl
Helmholz, jefe del departamento en ese momento, le ofreció
un puesto de catedrático, y Chew aceptó. Su segunda
-y definitiva- etapa en Berkeley comenzó en el curso
1957/58.

El regreso a
Berkeley – Madurez como físico
teórico

Al regresar a Berkeley, Chew se convirtió en el
líder de los físicos teóricos. Las tensiones
políticas se habían calmado, pero la mayoría
de los veteranos se habían marchado y no había
vuelto, por lo que nuestro protagonista quedaba como claro
líder.

Con varios proyectos en mente, asistió a una
conferencia de Stanley Mandelstam en Washington D.C. Se
interesó inmediatamente por sus ideas, que
consideró muy valiosas en vistas a los planes que
tenía para Berkeley, y consiguió que le concedieran
un fellowship post-doctoral en su universidad. La
colaboración entre los dos fue muy importante para todo lo
que estaba por venir.

4.1. La labor pedagógica de
Chew

Chew comenzó a asesorar a un grupo cada vez mayor
de estudiantes graduados, un número poco habitual. Al
decidir ayudar a sus alumnos de esta forma, siguió un
patrón similar al de Oppenheimer en Berkeley en los
años treinta. Pero, mientras que Oppenheimer intimidaba a
los estudiantes -y a sus propios colegas- con su famosa "lengua
afilada", Chew era un asesor positivo y estimulante, y trataba a
los alumnos como iguales, hasta el punto de que en ciertas
ocasiones se unía al grupo de estudiantes en comidas
informales celebradas en la cafetería del Radiation
Laboratory (Kaiser, 2002: 252).

Chew formó parte del grupo de físicos que
rompió los moldes en el ámbito pedagógico.
Convirtió sus reuniones en no-exclusivas, destinadas
más bien a los novatos que a los miembros de una
élite escogida. Kaiser afirma que llevó el modelo
pedagógico de Oppenheimer un paso más allá
al organizar los denominados "seminarios secretos": se
reunían semanalmente para darse charlas, incluso en su
propia casa. Los llamaban "secretos" porque sólo
podían acudir los estudiantes, no miembros de la facultad.
El objetivo era que los alumnos no se asustaran de participar en
los debates con sus compañeros y con los
profesores.

4.2. El origen de la "democracia
nuclear"

A la vez que llevaba a cabo su proyecto
pedagógico -y mostrando un claro paralelismo entre su
forma de enseñar y sus ideas en Física, por un
lado, y su oposición a la represión política
e ideológica, por otro-, Chew comenzó a desarrollar
la teoría de la "democracia nuclear", con la que
enseñó a sus estudiantes a tratar a todas las
partículas atómicas por igual, de la misma forma
que él trataba a los estudiantes en igualdad de
condiciones. Antes de la II Guerra Mundial existía un
puñado de partículas elementales: electrón,
protón, neutrón y neutrino. Con la guerra
surgió la Gran Ciencia, y con ella los grandes adelantos
tecnológicos -el ciclotrón entre ellos, el primer
acelerador de partículas-, que conllevaron la
aparición de muchas nuevas partículas (el pion, el
muon, el kaón y el gluon, todos pertenecientes a la
categoría de los hadrones, que por definición son
las partículas sensibles a la interacción fuerte).
Con ello, la antigua creencia en el estatus de elemental de
algunas de ellas fue decayendo. Sin duda, esto influyó en
el concepto de "democracia nuclear" que defendió Chew.
Ninguna de ellas parecía más importante que las
otras; ninguna parecía más fundamental que las
demás, lo que parecía poner en cuestión la
diferencia entre partículas elementales y compuestas, y en
esto consistió la idea central de la democracia
nuclear.

Pero aún había otro sentido para la
expresión. Se trataba de una democracia entre
practicantes: los físicos que nunca habían
estudiado teorías de campos podían entrar en el
juego, y los experimentalistas también podían
contribuir con ideas importantes, del mismo modo que los
teóricos. La democracia nuclear supuso una
revolución en la concepción que se tenía de
la estructura del átomo, y en cierto modo fue una
consecuencia lógica de los últimos descubrimientos
en este ámbito, como enseguida veremos. En Chew estuvo
unida a la teoría de la matriz de dispersión
(S-matrix), ya enunciada por otros físicos anteriores a
él, por lo que estamos obligados a volver la vista
atrás para explicar el origen y sentido de esta
teoría.

4.3. La historia de la teoría
S-matrix

Una matriz de dispersión (en inglés
scattering matrix, o S-matrix, como se la suele
llamar) es un formalismo utilizado para calcular el resultado de
un problema de dispersión entre partículas
cuánticas que interactúan; por ejemplo, cuando se
bombardea un átomo con partículas a. No vamos a
entrar en detalles matemáticos, que serían
excesivamente técnicos y que nos apartarían de lo
esencial de esta exposición. Lo importante en nuestro caso
es que muchos problemas de dispersión de partículas
subatómicas no pueden resolverse de forma precisa, y el
procedimiento de la S-matrix permite realizar los cálculos
cuando no es posible un tratamiento exacto de la cuestión.
Este método es parecido a una caja negra: se conoce lo que
entra y lo que sale, se conoce cómo quedan las
partículas después de la interacción, pero
no puede observarse lo que sucede entre el estado inicial y el
final. La S-matrix representa el proceso intermedio, pero no se
necesita entender el mecanismo del proceso de dispersión
en sí mismo, y al final obtenemos un resumen eficaz de la
interacción de las partículas. La S-matrix es, por
tanto, una colección de probabilidades de todas las
reacciones posibles relacionadas con las
partículas.

El programa S-matrix fue un proyecto principalmente
americano, aunque en ciertos lugares de Europa surgieran algunos
desarrollos; por ejemplo, en Cambridge (Cfr. Cushing, 1990). Como
veremos, la mayor actividad del programa se centró en
torno a Geoffrey Chew y a sus colaboradores de Berkeley.
Él fue el mayor exponente del bootstrap -una forma de la
teoría S-matrix que también explicaremos-, pero no
fue el creador de esta última.

4.3.1. La antigua S-matrix de
Heisenberg

John Wheeler, en el contexto de una descripción
teórica de la dispersión de núcleos de luz,
fue quien introdujo el concepto de la matriz de dispersión
(Cfr. Wheeler, 1937). Su motivación parecía ser la
física nuclear, y esa matriz era una herramienta para ese
objetivo. Wheeler trabajó posteriormente en el Proyecto
Manhattan y en el desarrollo de la bomba de
hidrógeno.

Aparentemente sin conocer el trabajo de Wheeler,
Heisenberg introdujo, por medio de varios artículos
publicados entre 1943 y 1946, el concepto de matriz de
dispersión como procedimiento para tratar la
interacción electromagnética (Cfr. Heisenberg,
1943, 1946). La idea era que la S-matrix podía representar
los resultados de todo lo que tomaba parte en la
interacción, ofreciendo un resumen eficaz de la
interacción de partículas sin importar el proceso
intermedio. Su intento por establecer una teoría sobre
cantidades observables era la vuelta a una idea que había
resultado útil en su primera formulación de la
mecánica matricial. Si había funcionado una vez, no
había nada que impidiera probar de nuevo.

En esos artículos publicados entre los
años 43 y 46, lo que Heisenberg propuso era una
alternativa a la teoría cuántica de campos (QFT =
"Quantum Field Theory"), un programa cuya entidad central era una
matriz a la que puso el prefijo "S" de "scattering"
("dispersión"). Hemos dicho que Wheeler ya había
introducido el concepto de matriz de dispersión unos
años antes, si bien parece que el desarrollo de Heisenberg
fue independiente del de Wheeler, y que no llegó a conocer
este último. No obstante, Heisenberg indica -en una nota a
pie de página- que el físico italiano Gian Carlo
Wick le había hablado de un artículo de Gregory
Breit sobre el uso de la matriz de dispersión. Se trataba,
casi con toda seguridad, de una referencia a un trabajo que
apareció el 15 de diciembre de 1940, en The Physical
Review
, basado a su vez en el trabajo de Wheeler que hemos
citado. Heisenberg agradeció a Wick la información,
pero siempre ha asegurado que no leyó el trabajo de Breit
(The Physical Review no llegaba a Alemania durante la
guerra), por lo que es probable que no conociera las ideas de
Wheeler sobre la matriz de dispersión. En cambio, Cushing
afirma que Heisenberg debió -como mínimo- ver el
artículo de Wheeler, aunque no hubiera prestado
atención al contenido. En cualquier caso, dejando a un
lado estas discusiones eruditas y un tanto bizantinas, Heisenberg
fue quien sacó a la luz el concepto de S-matrix a todos
los efectos, lo cual constituye una aportación más
a las muchas que hizo a la física moderna (Cushing, 1990:
36-37).

Sin embargo, Heisenberg se olvidó por completo de
este programa, dejó de prestarle atención y
volvió a la teoría cuántica de campos (QFT)
a finales de los 40, seguramente porque el proceso de
"renormalización" que explicaremos a continuación
le parecía ofrecer buenas soluciones, y en cambio las
matrices se le mostraban excesivamente complejas. Por tanto,
abandonó la teoría S-matrix debido a las
dificultades que encontró, pero la consideró un
camino posible para el futuro, especialmente para solucionar los
problemas que ya planteaba la teoría cuántica de
campos. La consecuencia fue que el programa S-matrix se hizo
popular gracias a otros, no a Heisenberg. En cualquier caso, ni
su programa S-matrix dejado a medias, ni otros desarrollos que
emprendió posteriormente, fueron bien recibidos por la
mayoría de físicos teóricos. Sus intentos de
fundar nuevas teorías no atrajeron ya el interés
que el alemán tuvo para el mundo de la ciencia en las
décadas de los veinte y los treinta, debido a su
participación en el intento de fabricación de la
bomba atómica y por haber permanecido fiel a su
país durante la guerra, lo cual sería otro buen
ejemplo de la influencia de la política sobre los
proyectos científicos.

En consecuencia, las primeras investigaciones de Chew
sobre el tema no tuvieron ninguna conexión con la S-matrix
de Heisenberg, aunque la había conocido -mientras
estudiaba con Fermi- gracias a unas conferencias de Gregor
Wentzel dadas en la Universidad de Chicago (Cushing, 1990: 28).
También Goldberger y Murray Gell-Mann han manifestado que
el viejo programa de Heisenberg no tuvo influencia directa en su
interés por la teoría S-matrix (Cushing, 1990: 28).
Fue algún tiempo después cuando se fijaron en la
relevancia de lo desarrollado por Heisenberg, pero ya era tarde
para que les influyera. John Polkinghorne defiende la misma tesis
al respecto:

Heisenberg trabajó en la teoría S-matrix
en los años cuarenta (…) Sin embargo, la
teoría comenzó a desarrollarse realmente a finales
de los cincuenta, principalmente como resultado de la
frustración por la falta de idoneidad al aplicar la
teoría del campo cuántico a las interacciones
fuertes (…) Aparte del primer artículo sobre el
tema de Heisenberg, gran parte del impulso a esta labor ha
procedido de Chew" (Cfr. Polkinghorne, 1966).

La importancia del antiguo programa S-matrix de Wheeler
y Heisenberg para desarrollos posteriores consistió en
poner de manifiesto una serie de cuestiones, entre ellas los
problemas que presentaba la cuántica en algunos
ámbitos. El trabajo de otros autores en esos problemas
generó una serie de artículos que en último
término llevaron a la teoría S-matrix de Chew y sus
colaboradores, como enseguida veremos. Por tanto, la influencia
de Heisenberg fue solamente indirecta.

4.3.2. La renormalización y el surgimiento de
la QED

En cuanto surgió la mecánica
cuántica con los trabajos de Dirac, Pauli, Born y, sobre
todo, Schrödinger y Heisenberg, bajo la tutela del gran
iniciador de la nueva tendencia, Niels Bohr, los principales
representantes de esta nueva forma de hacer ciencia fueron
conscientes de que había que unirla con la relatividad de
Einstein, tener en cuenta sus principios, dentro de la
búsqueda más general de lo que hasta nuestros
días se ha llamado "la gran unificación", para que
la nueva física integre en una sola teoría todos
los fenómenos del universos, desde los más grandes
hasta los más pequeños. Esa unión entre
cuántica y relatividad fue el objetivo de la teoría
cuántica de campos, en la que trabajaron desde finales de
los años 20 Pascual Jordan, Wolfgang Pauli y Paul Dirac,
principalmente. Éstos, junto con Eugene Wigner, muy pronto
consiguieron resultados, pero también desde casi el
principio se dieron cuenta de que aparecían graves
problemas teóricos, entre ellos numerosos cálculos
con resultado infinito, que no tenían sentido. En una
teoría que combina la cuántica y la relatividad no
es posible especificar con precisión la posición de
las partículas, y si se intenta hacerlo -como sucede en la
teoría cuántica de campos- surgen inconsistencias
matemáticas.

Estos problemas se abordaron seriamente durante la
década de los cuarenta por Freeman Dyson, Julian
Schwinger, Sinichiro Tomonaga y Richard Feynman, entre otros, en
el llamado proceso de "renormalización", que llegó
a su fin con la creación de la electrodinámica
cuántica (QED = "Quantum Electrodinamycs"). Los tres
últimos recibieron el Premio Nobel de Física mucho
después -año 1965-, y de ellos el más
popular ha sido, sin duda, Feynman, no sólo por su
atractiva personalidad, sino por la creación de los
famosos "diagramas de Feynman", cuyo prestigio rebasó el
de limitarse a aplicarlos a la teoría de campos, ya que se
convirtieron en una herramienta muy útil para otras
aplicaciones. Esta renormalización fue ampliamente
aceptada por los teóricos, y la posible solución
ofrecida por la S-matrix de Heisenberg pasó totalmente
desapercibida ante el éxito de los autores citados en la
solución de los infinitos que aparecían en los
cálculos de la teoría cuántica de
campos.

4.3.3. El nacimiento de la teoría S-matrix
moderna

A pesar de que la comunidad de físicos
aceptó el proceso de renormalización que hemos
descrito, durante la década de los cincuenta se hizo
evidente que esta solución no era totalmente
satisfactoria. La renormalización había salvado las
apariencias temporalmente, pero los cálculos se
hacían muy largos y artificiosos. Había que
simplificar. Algunos se animaron a aplicar la navaja de Occam y
rechazar la teoría cuántica de campos, y en su
lugar limitarse a un proyecto más modesto, consistente en
calcular sólo lo que se podía observar en el
experimento de dispersión, la información contenida
en las correlaciones entre los estados inicial y final de las
partículas. También daba la impresión de que
la renormalización era un simple parche precisamente para
salvar las apariencias. Era necesario algo más que una
hipótesis ad hoc para salvar realmente los
fenómenos electromagnéticos.

Además, como ya hemos explicado, los
últimos descubrimientos parecían indicar que todas
las partículas parecían tener el mismo estatus
(democracia nuclear), y en cambio las teorías de campos
siempre han diferenciado entre partículas elementales y
partículas compuestas. Había sido relativamente
fácil aceptar un puñado de partículas como
fundamentales, pero no fue fácil mantener esa
posición cuando la lista creció:

La respuesta de los teóricos manifestó una
especie de esquizofrenia social. Un grupo aceptó el
programa de la S-matrix y el bootstrap, que afirmaba que no hay
partículas realmente elementales. Otro grupo afirmó
que había partículas elementales, pero que no eran
las partículas observadas en los experimentos: eran los
quarks, de los cuales están construidos todos los
hadrones. Estas posiciones rivales eran llamadas "democracia
nuclear" y "aristocracia nuclear", respectivamente; en la primera
todas las partículas eran iguales, y en la última
los quarks tenían una posición ontológica
privilegiada. Sólo en la década de los setenta, con
el surgimiento de la nueva física, el programa del quark
eclipsó al del bootstrap. (Pickering, 1984:
33).

Por otro lado, la teoría cuántica de
campos no podía explicar de ninguna manera las
interacciones fuertes, ni siquiera con la ayuda de la
renormalización. Esto trajo una sensación de crisis
a la física de altas energías en los años
50. Por ello, algunos teóricos comenzaron a buscar
métodos alternativos de entender la interacción
fuerte. Todos estos factores llevaron a un descenso en el
interés por las teorías de campos (QFT y QED =
"Quantum Field Theory" y "Quantum Electrodynamic") en los
años 50. Donde no fallaban de forma absoluta (sus
problemas para explicar las interacciones fuertes),
parecía repleta de trucos matemáticos (poco
estética y llena de arbitrariedades). Esto condujo a una
falta de fe en que las teorías de campos aportaran
respuesta a las cuestiones que necesitaban solución
inmediata, y los defensores del programa S-matrix se aprovecharon
de estos problemas.

Con unos teóricos tan preocupados por la
experimentación y por dar respuestas, estos problemas
llevaron a buscar cualquier otra teoría que pudiera
aportar una descripción de los hechos. Y la S-matrix
ofrecía tal descripción. Podía superar los
problemas especificando los momentos de las partículas y
siendo lo suficientemente vaga en cuanto al lugar en que ocurre
la reacción.

Ya hemos dicho que la teoría ideada en su origen
por Heisenberg se había abandonado casi desde sus mismos
inicios, pero la matriz de dispersión era un procedimiento
de cálculo bien conocido dentro de la QED, así que
en cierto modo era una herramienta que permanecía
disponible.

El sentido de crisis en la QFT se hizo más
profundo en los cincuenta (…) Landau y sus colaboradores
afirmaron a mediados de los cincuenta que las teoría
locales parecían ofrecer solución sólo para
las partículas que no interactúan (…) Landau
tomó estas dificultades conceptuales como una prueba de la
falta de idoneidad de la QFT como marco de investigación
(…) Una nueva tendencia (…) fue orquestada por
Geoffrey Chew y sus colaboradores en forma de esquema muy
abstracto, la teoría de la S-matrix, la cual, en los
cincuenta y los sesenta, llegó a ser un programa
importante de investigación en el campo de las
interacciones fuertes (Yu Cao, 1998: 220).

Murray Gell-Mann, en 1956, llegó a la
conclusión de que la teoría cuántica de
campos no podía explicar los fenómenos de alta
energía, delineó un programa y aludió al
programa S-matrix de Heisenberg con el fin de recuperarlo.
Diseñó lo que podría ser un futuro programa
S-matrix, que para él no era una teoría opuesta a
la QFT, sino sólo un enfoque alternativo.

Una vez más, desde mediados a finales de los
cincuenta, la teoría cuántica de campos
encontró serias dificultades con las interacciones
fuertes. Fue entonces cuando los teóricos se pasaron a una
derivación del programa S-matrix de Heisenberg, a la
teoría de la dispersión (…) Desde comienzos
a mediados de los sesenta, había surgido un nuevo programa
S-matrix como candidato para una teoría fundamental de las
partículas de interacción fuerte (…) Esta
teoría del bootstrap, que condujo a una perspectiva
filosófica potencialmente importante, surgió
directamente de unas matemáticas muy complejas, no de los
datos experimentales ni de una filosofía elevada.
(Cushing, 1990: 185).

La teoría S-matrix nació en un
período en el que los físicos de partículas
estaban reformulando intensamente todos sus principios y
concepto. Había un sentimiento colectivo de que la
teoría de campos no podía utilizarse para describir
todas las interacciones fuertes, o bien que debía ser
formulada en un marco distinto, más abstracto, para ser
aplicable (Cfr. White, 2007). De este modo, la teoría
S-matrix que el mundo de la física vio surgir a comienzos
de los sesenta nació de las entrañas mismas de la
teoría cuántica de campos, a partir de sus
problemas conceptuales.

4.3.3.1 El enfoque bootstrap

Dentro del marco de la S-matrix, Chew desarrolló
el denominado "enfoque bootstrap". El término "bootstrap"
hace referencia a las lengüetas que tiene una bota y a la
paradójica acción de poder levantarse uno mismo
tirando de ellas hacia arriba. Por extensión, un proceso
bootstrap es un proceso autosostenido o autoconsistente, que se
alimenta a sí mismo sin ayuda externa. La teoría
S-matrix podía describir la estructura de las
partículas y las fuerzas por las que se influyen
mutuamente, de una manera dinámica en la que cada
partícula forma parte de una red inseparable de
reacciones. En cuanto al enfoque bootstrap, consiste en enfatizar
que las partículas subatómicas mantienen su
cohesión, su estructura y su misma existencia gracias a
las fuerzas que surgen de la acción entre ellas mismas. El
concepto clave del bootstrap es la consistencia, la idea de que
las leyes de la naturaleza son controladas por la consistencia y
que no son arbitrarias. Intenta eliminar las arbitrariedades en
lo posible. Chew reconoce que, debido a las limitaciones humanas,
siempre tenemos que aceptar un conjunto de ideas. Pero, aparte de
estas ideas, que son aceptadas provisionalmente como verdaderas,
no se debe aceptar nada arbitrario en la teoría y todo
debe derivarse a partir de la autoconsistencia.

Además, al añadir al sistema general la
idea de democracia nuclear y rechazar la diferencia entre
partículas elementales y partículas compuestas,
Chew afirmará que cada partícula es el resultado de
la acción de ella misma en relación con todas las
demás, es decir, se trataba de llevar al límite el
concepto de autoconsistencia. Todos los ingredientes para el
establecimiento de una nueva teoría S-matrix
existían ya en los cuarenta, y a finales de los cincuenta
se aceptaban estas proposiciones sobre los hadrones (las
partículas sensibles a la interacción
fuerte):

  • 1. Hay una democracia de hadrones: todos tienen
    un estatus equivalente.

  • 2. Los hadrones están formados por otros
    hadrones, a su vez sostenidos por fuerzas obtenidas en el
    intercambio de hadrones.

  • 3. Los hadrones son autogenerados por un
    mecanismo de bootstrap S-matrix que determina todas sus
    propiedades (Cfr. Chew, 1985).

En un escrito bastante posterior (Cfr. Chew, 1985)
explicaba Chew que la idea de la democracia de hadrones (que
todos los hadrones son compuestos y ninguno es fundamental) no es
lo mismo que la idea de que todas las partículas
físicamente observables corresponden a singularidades de
una matriz de dispersión analítica. Es decir, la
democracia nuclear no es sinónimo de la teoría
S-matrix. Sin embargo, en el programa de Chew fueron unidas. De
hecho, él mismo reconoce que las historias de estas dos
ideas están entrelazadas.

En un momento en que parecía que ninguna
partícula era más fundamental que las demás,
el enfoque bootstrap defendía que las interacciones tienen
que explicarse a partir de su autoconsistencia. No hay un
ensamblaje de entidades en las que las fundamentales son la base
de las compuestas, sino que el todo está considerado como
una especie de red dinámica de sucesos interrelacionados.
Dentro de esta red, ninguna parte ni ninguna propiedad es
más fundamental que otra. Todas se influyen mutuamente, se
definen en función de las relaciones entre ellas, y es la
consistencia de sus interrelaciones lo que determina la
estructura de todo el entramado. Por tanto, el bootstrap niega la
existencia de constituyentes fundamentales de la materia y no
acepta ningún tipo de entidades fundamentales, ni siquiera
leyes o principios. A veces, la representación de las
partículas propia del bootstrap se resume con la
provocativa frase "toda partícula se compone de todas las
demás partículas", lo cual nos recuerda a la
filosofía de Anaxágoras, y de hecho ha habido
algunos autores que han desarrollado este parecido del bootstrap
con las tesis del filósofo griego de la época de
Pericles (Cfr. Harrison, 2006, Cfr. Muradian, 2008)

Esta afirmación no se refiere a que cada una
contenga a las demás en un sentido estático, sino
que cada partícula ayuda a generar a otras
partículas, que a su vez la generan a ella. Todo el
conjunto se genera a sí mismo mediante su autoconsistencia
(Capra, 1992: 336). En resumen, frente a las inconsistencias de
las teorías de campos, surgió una nueva propuesta
en la que la autoconsistencia era la clave.

Así nació la teoría bootstrap, que
aportaba un programa independiente respecto a la teoría
del campo cuántico, por lo menos a nivel de
cálculo. Algunos de los que adoptaron este nuevo enfoque
consideraron al programa bootstrap como una teoría
anti-campos; otros lo consideraron un enfoque complementario que
ofrecía un procedimiento distinto de cálculo, pero
no una teoría independiente. Para éstos, la
S-matrix era una herramienta, por lo que en realidad no
abandonaron las teorías de campos. En cambio, para Chew y
sus colaboradores, constituyó una teoría no
sólo independiente, sino opuesta a la QFT: "La S-matrix
fue fundada dentro de la teoría del campo cuántico,
pero se independizó de ella y se consideraba, en la
formulación del bootstrap, como un enfoque
explícitamente contrario a la teoría del campo"
(Pickering, 1984: 46).

El líder de ese paso de la teoría
cuántica de campos al enfoque S-matrix/bootstrap fue Chew,
quien, además su labor puramente científica,
aportó algunos argumentos filosóficos para este
cambio de rumbo: rechazo de la arbitrariedad de considerar
elementales algunas partículas y otras no,
autoconsistencia del sistema tomado como un todo y democracia
nuclear.

Discutió apasionadamente contra el paradigma
atomista de la QFT y rechazó la idea de partículas
elementales designadas arbitrariamente (…) La
posición teórica anti-campo de Chew estaba basada
principalmente en dos hipótesis: democracia nuclear y
bootstrap, y máxima analiticidad (…) Chew
convirtió los principios de autoconsistencia y unicidad en
la base filosófica de la S-matrix. Chew influyó
mucho en la física de hadrones en la primera mitad de los
sesenta. Su posición filosófica, aunque considerada
dogmática y religiosa incluso por algunos de sus
colaboradores cercanos (por ejemplo Gell-Mann y Low), fue
respaldada por algunos resultados físicos bien confirmados
que él y sus colaboradores habían obtenido en el
marco de la S-matrix. (Yu Cao, 1998: 225).

Dice el mismo Chew sobre la filosofía contenida
en el enfoque bootstrap:

El carácter revolucionario de la democracia de
partículas se aprecia mejor al compararla con la
estructura aristocrática de la física
atómica, tal como afirma la electrodinámica
cuántica (…) El concepto de bootstrap está
muy unido a la noción de una democracia gobernada por la
dinámica (…) Cada partícula ayuda a generar
otras, que a su vez dan lugar a la primera (Cfr. Chew,
1964).

4.3.3.2. El acta de nacimiento de la teoría
S-matrix moderna

En cuanto a los pasos concretos dados por Chew en la
creación de su nuevo programa, en 1958 ofreció una
conferencia en el CERN, y por aquel entonces ya estaba en el aire
una teoría analítica de la S-matrix. Cuando
volvió al CERN en 1959, ya existía un programa
S-matrix en germen en Berkeley. En la conferencia de Kiev de
1959, Lev Landau elogió a Chew el importante
descubrimiento que él y Low habían hecho (el modelo
Chew-Low, aún dentro de las teorías de campo).
Landau condenó las teorías de campos en esa
conferencia, y dio la bienvenida a un enfoque independiente
basado en la teoría de la dispersión. Gell-Mann no
vio con buenos ojos el dogmatismo que mostraba Landau. En cambio,
para los defensores de la S-matrix (Chew y Polkinghorne, que
también estuvo presente), la charla de Landau en Kiev fue
excitante.

Como hemos mencionado, a finales de los cincuenta ya
estaba en el aire una teoría de estas
características, pero todo empezó de forma
explícita en la famosa Conferencia de La Jolla sobre
interacciones fuertes y débiles, que se celebró en
junio de 1961. A principios de los años 60, Chew ya
había descartado el enfoque predominante en la
física de partículas, la teoría
cuántica de campos, afirmando que ese marco teórico
no ofrecía ayuda para entender las interacciones nucleares
fuertes. Chew estaba frustrado con la teoría del campo
porque parecía implicar que los teóricos pasaran
por alto problemas interesantes que realmente merecían la
pena. Afirma que, antes de empezar conscientemente con la
S-matrix, ya la practicaba, pero al principio incluso él
pensaba que entraba dentro del marco de la teoría del
campo cuántico. Se sentía muy incómodo con
esto, pero no sabía qué hacer, y recuerda que
tomó la decisión de llamar S-matrix a la
teoría y romper con la QFT cuando tuvo que decidir el
título para un libro que le habían pedido que
escribiera, según cuenta en una entrevista (Cfr. Gordon,
1997).

En la Conferencia de La Jolla, Chew aseguró que
la teoría cuántica de campos era estéril
como un viejo soldado en lo que respecta a las interacciones
fuertes, y que por tanto estaba destinada, no a morir, sino a
irse apagando lentamente. En su lugar, deseaba construir un nuevo
programa basado en la matriz de dispersión o S-matrix, la
cual codificaría las relaciones matemáticas entre
las partículas entrantes y las salientes desechando muchos
de los presupuestos y técnicas de la QFT. Fue la
combinación de la teoría formal de la
dispersión de Goldberger y Gell-Mann (Cfr. Gell-Mann,
Goldberger, 1953) con el programa de Chew y sus colaboradores lo
que dio lugar a un nuevo marco teórico que se esperaba que
aportara una alternativa a la tradicional teoría
cuántica de campos. Como ya hemos mencionado, el atractivo
de este nuevo enfoque venía acompañado por los
problemas que conllevaba la QFT. Es importante insistir en que en
el trasfondo de este desarrollo había toda una nueva
filosofía, pero que nació de planteamientos
altamente técnicos, no de un nuevo modelo de teoría
física.

Como hemos mencionado, fue en el año 1961 cuando
Chew decidió "salir del armario", haciendo su
declaración de intenciones en la conferencia de La
Jolla.

No debe haber malentendidos sobre la posición que
estoy defendiendo. Permítanme afirmar que creo que la
asociación convencional de los campos con las
partículas de interacción fuerte ha quedado
obsoleta (…) Aún tengo que ver algún aspecto
de las interacciones fuertes que quede aclarado con el concepto
de campo. Todos los éxitos logrados en este ámbito
se basan en la unicidad de la S-matrix y en los principios de
simetría. No quiero afirmar (como hace Landau) que la
teoría de campo convencional sea errónea, pero
sí que es estéril en lo relativo a las
interacciones fuertes, y que, como un viejo soldado, está
destinada, no a morir, sino simplemente a retirarse (…)
Creo que la asociación habitual de los campos con las
partículas con interacciones fuertes es vacía
(…) No conozco ningún aspecto de las interacciones
fuertes que quede aclarado con el concepto de campo. Mi
inclinación personal en este momento es volver al antiguo
principio de "falta de razón suficiente". La S-matrix no
tiene singularidades excepto donde es absolutamente necesario
para satisfacer el requisito de unicidad. No hay razón
para que tenga otras (…) Estoy convencido de que ninguna
partícula es elemental (Cfr. Chew en Cushing, 1990:
142-145).

Por tanto, fue en la conferencia de La Jolla donde Chew
rompió todos los lazos con la teoría de campos y
declaró públicamente su búsqueda de un
programa S-matrix autónomo. En esa conferencia
sentenció la muerte de la teoría de campos. La idea
más novedosa e interesante de Chew era la de la democracia
nuclear (todas las partículas atómicas deben ser
tratadas "democráticamente"), que ya hemos comentado y que
en este momento incluye dentro del enfoque boostrap. El
planteamiento tradicional de la teoría cuántica
establecía una serie de partículas fundamentales o
elementales que actuaban como bloques básicos de los
cuales se componen las partículas compuestas. El enfoque
bootstrap ofrecía a Chew la base teórica para la
democracia nuclear: las partículas elementales no merecen
un tratamiento especial, distinto de las compuestas, puesto que
todas surgen de la interacción de ellas mismas con todas
las demás. Chew y sus colaboradores negaban la
división tradicional entre partículas elementales y
compuestas, y en su lugar describían a cada
partícula como una especie de compuesto de todas las
demás, no siendo ninguna más fundamental o especial
que las demás. Por eso concluía que "todas las
partículas deberían recibir igual trato ante la
ley." Contrastaba claramente la estructura aristocrática
de la física atómica gobernada por la
electrodinámica cuántica con el carácter
revolucionario de la democracia de partículas.
Según Andrew Pickering, "en el núcleo del programa
S-matrix, especialmente en la formulación del bootstrap,
estaba la creencia de que no había entidades
fundamentales. La sugerencia de que todos los hadrones estaban
formados por quarks era un anatema para esta teoría"
(Pickering, 1984: 90).

Una vez pasado el primer momento de entusiasmo,
llegó el momento de la reflexión y de repensar las
cuestiones. Chew comentaba en un escrito de 1962 la charla de La
Jolla y la ruptura explícita con la QFT señalando
la importancia del nuevo período que se abría para
la Física y agradeciendo las contribuciones de algunos de
sus colegas a la teoría, siempre con la esperanza de
atraerlos para su programa bootstrap radical:

Creo que ha tenido lugar una ruptura importante y que en
un periodo de tiempo relativamente breve vamos a alcanzar una
comprensión de las interacciones fuertes que yo no
esperaba ver durante mi vida (…) Presento mi visión
de la situación actual exclusivamente en términos
de la S-matrix porque no hay otro marco mejor para las
interacciones fuertes (…) Debo decir que mi conocimiento
de este tema lo he logrado gracias a la colaboración con
tres grandes expertos en teoría de campos, Goldberger, Low
y Mandelstam. Ellos han tenido un importante papel en el
desarrollo de la teoría que describo, aunque el lenguaje
de mi descripción les repugne (…) Uno de los
aspectos más atractivos de la teoría S-matrix es
que el trato con los experimentos es posible a muchos niveles
distintos, y no requiere una solución completa de las
ecuaciones dinámicas. En realidad nunca tendremos una
solución completa; sería demasiado complicado
porque todas las partículas tendrían que ser
consideradas simultáneamente (Cfr. Chew, 1962).

En el mismo escrito reconoce uno de los defectos de su
teoría, que luego será una de las razones para su
caída en desgracia: la dificultad de tratar con el
electromagnetismo y las interacciones débiles. La S-matrix
es una teoría de las interacciones fuertes, y extenderla a
las otras fuerzas de la naturaleza parecía un asunto
demasiado complejo. También señala otro de los
problemas del programa bootstrap: poder ofrecer una
solución completa a las cuestiones físicas es
imposible porque tendríamos que considerar todas las
partículas a la vez. Al partir de la base de que todo se
encuentra interconectado, una explicación global
implicaría tener todo en cuenta, lo cual es
imposible.

En estos primeros escritos y exposiciones en
público de su teoría, Chew intentó encontrar
un vocabulario que apoyara la ruptura conceptual que deseaba
lograr respecto a la teoría cuántica de campos,
pero encontrar los términos apropiados no era tarea
fácil. Reconoció haber sentido frustrado con la
terminología convencional de la Física. En
consecuencia, el lenguaje que iba a idear para expresar sus
nuevos conceptos tenía que proceder de un sitio distinto
al vocabulario de sus colegas. Reflexionando sobre el tema, Chew
se reía de los "fundamentalistas" diciendo que su enfoque
aristocrático de las partículas elementales no
podía proporcionar un marco adecuado para describir las
interacciones fuertes. Igual que en su artículo sobre la
polémica del loyalty oath, reservaba el
término "fundamentalista" para los colegas que
defendían una postura contraria a sus ideales
democráticos.

Chew llegó a mostrar un optimismo extremo y
afirmó -hablando sobre las paradojas de la
cuántica- que los principios de la mecánica -tal
como se habían establecido- no eran satisfactorios, y que
el denominado "programa bootstrap" daría como resultado un
estado de cosas diferente. Creía que el enfoque bootstrap
iba a dar una explicación simultánea del
espacio-tiempo, de la mecánica cuántica y del
significado de la realidad, todo a la vez. En conclusión,
estaban puestas las bases para una renovación que
podía llegar a significar un cambio de paradigma, y
Geoffrey Chew, con su carácter inconformista, iba a ser el
director.

Muchos de los más acérrimos defensores de
la QFT abrazaron -al menos parcialmente- la teoría
S-matrix; por ejemplo, Gell-Mann, quien unos años
más tarde sería el creador del concepto de quark.
Buena muestra de la cooperación de Gell-Mann y de su
actitud amistosa hacia el programa S-matrix es su
colaboración con Chew, por ejemplo en un artículo
conjunto de Gell-Mann, Chew y Arthur Rosenfeld
-"Partículas con interacción fuerte", de 1964-,
publicado en 1984 en castellano en la versión
española de Scientific American en 1984. De
hecho, Gell-Mann fue el creador del término "democracia
nuclear", tal como reconoce el propio Chew:

El concepto de democracia entre las partículas
atómicas ha recibido estímulo por parte de los
desarrollos experimentales y teóricos. La expresión
"democracia nuclear", sugerida por Gell-Mann, describe la
conjetura de que todas las partículas de
interacción fuerte son compuestas (Chew, 1964:
105).

4.4. El apogeo del programa bootstrap de
Chew

Dice Yehudah Freundlich que la ascendencia y ocaso de la
hipótesis del bootstrap ofrece un fascinante episodio de
la historia de la ciencia moderna, que tuvo un papel importante
en el desarrollo de la teoría de las partículas
elementales durante la década de los sesenta.

La ascendencia y ocaso de la hipótesis del
bootstrap puede considerarse como sostenida por dos pilares. Uno
está formado por las nociones de autoconsistencia y
democracia nuclear (…) Según la democracia nuclear,
al menos en el dominio de las interacciones fuertes, ninguna
partícula es más fundamental que otra (…) El
otro pilar en el que se basa la hipótesis del bootstrap es
el enfoque S-matrix (Cfr. Freundlich, 1980).

4.4.1. La utilización de los diagramas de
Feynman

El programa de Chew no sólo partió de la
teoría cuántica de campos, sino que también
utilizó alguna de sus herramientas, como por ejemplo los
diagramas de Feynman, creados por éste en su propuesta de
renormalización. Poco después de que Feynman
introdujera sus diagramas para la renormalización de la
QFT, Chew comenzó a utilizarlos y a adaptarlos a
aplicaciones muy distintas a las interacciones
electromagnéticas. Por ejemplo, en sus conferencias de
1961 insistió en que muchos de los nuevos resultados de su
programa se hacían con el lenguaje de los diagramas de
Feynman.

Mientras los teóricos del campo habían
enseñado durante una década que las líneas
de los diagramas Feynman sólo podían representar
partículas elementales, Chew descubrió que esta
distinción entre partículas elementales y
compuestas no se hallaba implícita en los diagramas. Las
propiedades de elemental o compuesto podían intercambiar
sus lugares con cada rotación de un diagrama
Feynman.

Por tanto, Chew interpretación los diagramas de
Feynman un paso más allá de lo que hicieron los
otros físicos al proclamar que su contenido, significado y
papel para calcular podía separarse enteramente del marco
original de la teoría de campos en que se habían
originado. De hecho, utilizó los diagramas de Feynman con
su interpretación propia, con el objetivo de defender que
todas las partículas deberían ser tratadas por
igual. Por ejemplo, en sus conferencias de 1961 comentó
que sus convicciones filosóficas generales le ayudaron a
lograr su lectura "democrática" de los diagramas de
Feynman, y por ello a reafirmarse en su conclusión de que
ninguna partícula es realmente elemental (Cfr. Kaiser,
2005).

4.4.2. Testimonios del éxito de Geoffrey
Chew

Son muchos los testimonios sobre la fuerza del programa
bootstrap en los años sesenta. Chris Quigg, que
cursó el doctorado en Berkeley a finales de los sesenta
-se doctoró en 1970, bajo la dirección de John
David Jackson- y fue después profesor de física
teórica en el Fermilab, Illinois, dice que Berkeley era el
hogar de la perspectiva contraria a las teorías de campos,
en primer lugar, y a la cromodinámica cuántica y la
hipótesis del quark, después: no existían
constituyentes fundamentales, todas las partículas
están compuestas unas de otras. En un escrito llegó
a llamar a Berkeley la "madre iglesia del bootstrap" (Cfr. Quigg,
1997).

Steven Frautschi estudió y colaboró con
Chew en la época de apogeo del programa, y fue profesor en
el CalTech (California Institute of Technology). Cuenta en un
artículo que Chew tenía un enfoque diferente, al
que llamaba "bootstrap", en el que los intercambios entre las
partículas aportaban las fuerzas de atracción que
las mantenían unidas. Dice también que Chew era un
buen líder de grupo y que tenía un nutrido grupo de
estudiantes graduados y postdocs, con reuniones
semanales en las que les informaba de lo que estaban logrando en
conjunto. Fruto de su trabajo en aquel ambiente es su libro
Regge poles and S-matrix theory, publicado en 1963,
donde declara su apoyo a las tesis de la democracia nuclear
(Frautschi, 1985: 44-47).

También John Schwarz -que fue profesor en el
Caltech y uno de los creadores de la moderna teoría de
cuerdas- estudió con Chew (se doctoró en Berkeley
en 1966, bajo su dirección). Comenta en sus escritos que
allí se intentaba desarrollar una teoría de las
fuerzas nucleares fuertes, que el líder era Chew, y que se
sintió muy influido por Chew (Cfr. Schwarz, 2007). De
hecho, la teoría de cuerdas se basa en gran medida en el
enfoque bootstrap.

También Ramamurti Shankar da su opinión
sobre Chew y aquella época:

Cuando me gradué, me pasé al campo de la
Física, y muy pronto me puse a trabajar con Geoff Chew, en
Berkeley, en física de partículas. En aquellos
días (finales de los sesenta y comienzos de los setenta)
la comunidad estaba dividida en dos facciones, la de los
teóricos de la QFT y la de los defensores de la S-matrix,
y Geoff era el sumo sacerdote de esta última (…)
Geoff era un pensador original y un gran defensor de su punto de
vista (…) Debo resaltar que Geoff no tenía nada en
contra de la teoría de campos ni de sus defensores
-admiraba mucho a Mandelstam, un teórico de la QFT de
primera línea-, pero sí se mostraba intolerante
hacia quien confundiera las ideas de la S-matrix con las de la
teoría cuántica de campos (Cfr. Shankar,
1999).

Para terminar esta serie de testimonios sobre la
época dorada del programa bootstrap, ofrecemos el de John
Polkinghorne -profesor en Cambridge y sacerdote anglicano-, un
creyente en la S-matrix por aquellos tiempos:

En los últimos diez años se ha
desarrollado un nuevo enfoque para las interacciones fuertes, que
evita los defectos de la teoría cuántica de campos.
En la S-matrix los campos son de escaso interés, excepto
para calcular las amplitudes de transición para las
interacciones. Estas amplitudes son los elementos de esta
teoría. Este nuevo enfoque está relacionado con un
estudio directo de la matriz de dispersión, sin introducir
campos (…) Aparte del primer artículo sobre el tema
escrito por Heisenberg, gran parte del impulso ha procedido de
Chew (…) El típico experimento en física de
partículas es un experimento de dispersión.
Comenzamos con un estado inicial caracterizado por una
partícula diana y una partícula proyectil. Cuando
chocan tiene lugar una interacción. Nosotros no observamos
los detalles de esto; todo lo que vemos es el final, que consiste
en las partículas en el estado en que las deja la
interacción (…) Lo que sucede entre el estado
inicial y el final no puede observarse.

Polkinghorne añadía que algunos se
animaron a aplicar la navaja de Occam, rechazar la teoría
QFT y su física, y en su lugar limitarse a un intento
más modesto, consistente en calcular sólo lo que se
puede observar en un experimento de dispersión. De este
modo, toda la información conocida se limitaba a las
correlaciones entre los estados inicial y final de las
partículas. Existe un método matemático de
expresar esas correlaciones, con el que, a partir de la entrada
correspondiente podemos calcular la probabilidad del estado
final: la matriz de dispersión (S-matrix). No obstante lo
dicho, Polkinghorne consideraba este enfoque como una buena
herramienta, pero no como la teoría definitiva. Mostraba,
por tanto, una visión pragmática que no todos
aceptaron, llevados por el entusiasmo de considerar al programa
bootstrap como la teoría perfecta:

El desarrollo de la teoría S-matrix se
caracterizó por cierto grado de lucha sectaria. Algunos de
los que trabajamos en este tema éramos eclécticos,
contentos de colaborar en una perspectiva que parecía
prometedora. Pero no se puede decir lo mismo de algunos de
nuestros colegas más veteranos e influyentes (…) En
concreto, proclamaron la desaparición de la teoría
cuántica de campos. Siempre hay una tendencia a ese tipo
de dogmatismo (Cfr. Polkinghorne, 1966).

Es evidente que Polkinghone consideraba
dogmáticos a Chew y sus colaboradores más cercanos,
lo cual tiene sentido a la luz del ambiente cuasi-religioso que
se formó en torno a él y a su programa.

4.4.3. La difusión del programa
S-matrix

Chew, consciente de su gran triunfo en Berkeley,
trabajó en una campaña de "wild merrymaking"
("fiesta a lo grande") por todo el país y fuera de
él, y casi todos se rindieron ante su carisma y su
entusiasmo. Sus charlas eran muy esperadas, con un tono
inspiracional y animador. Chew desarrolló su programa en
una campaña con un tono casi religioso, evangelizador y
revolucionario en espíritu". Polkinghorne, por ejemplo,
afirma que había un dicho en aquella época: "No hay
más dios que Mandelstam, y Chew es su profeta"
(Polkinghorne, 1985: 23).

Su entusiasmo pronto animó a sus estudiantes
graduados y postdocs a participar como iguales en el programa
S-matrix. Además, estaba disponible para todo el mundo
casi todo el día y el ambiente era muy agradable para
hacer Física. Frautschi recuerda que Chew organizaba
reuniones semanales con su grupo de estudiantes y
post-doctorales. Era un entorno inspirador para aprender el nuevo
modo de hacer física y discutirla desde todos los puntos
de vista, filosóficos y técnicos. Es evidente que
esta proximidad con los estudiantes fue muy útil, como
herramienta pedagógica, para la difusión de su
programa boostrap.

Partes: 1, 2, 3
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