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Geoffrey Chew: Apogeo y decadencia de la democracia nuclear (página 3)



Partes: 1, 2, 3

La S-matrix tenía un atractivo especial para los
teóricos jóvenes porque, incluso con sus atajos
técnicos, la QFT se había ido complicando
progresivamente en los años 50. Los estudiantes
requerían más y más entrenamiento antes de
poder contribuir a la teoría, lo cual les frustraba. En
cambio, la S-matrix ofrecía un programa en el que todos
-incluso los que cursaban los estudios de grado- podían
contribuir. La decepción que había supuesto la QFT
llevó a los teóricos a sospechar que la respuesta a
la interacción fuerte sería radicalmente diferente
de la física que ellos conocían, que
requeriría conceptos revolucionarios. Chew se
aprovechó de todo esto creando un programa que implicaba y
dependía de los estudiantes graduados. Dirigió a
muchos de ellos, que siempre han reconocido su influencia sobre
ellos y han agradecido la enorme cantidad de tiempo que les
dedicó. Chew convirtió a esos jóvenes
teóricos en el núcleo de su programa de
investigación, y ellos siguieron su recomendación
de no estudiar teoría cuántica de
campos.

Muchas de las mentes más brillantes acudieron a
Berkeley. Se organizaban los "seminarios secretos", una vez por
semana. Sólo se sabía que eran cada jueves a la una
de la tarde, pero nadie conocía el tema, que no se
anunciaba anticipadamente, sino en el mismo momento de
comenzar.

La ruptura de la S-matrix respecto a la QFT parece ser,
en cierto modo, una ruptura de los teóricos del oeste del
país con respecto a los del este, más anticuados.
El hecho de estar separado, en términos
geográficos, de teóricos como Low -en el MIT de
Massachusetts- y Goldberger -en Princeton-, que seguían
siendo fieles a la QFT o consideraban a la S-matrix sólo
como un recurso para calcular, no como un programa independiente,
puede haber tenido cierta importancia. El mismo Chew
reconocía que, cuando estuvo más cerca de Low,
sentía más dificultades para romper con la
teoría de campos. Ciertamente, la ausencia de antiguos
colegas puede haber contribuido al sentido revolucionario del
programa S-matrix. Cuando regresó a Berkeley, Chew era el
más veterano de los teóricos de allí. Cuando
volvió, no quedaba ningún físico con
autoridad, ya que los principales teóricos se
habían marchado por culpa de la situación
política de unos años antes (la controversia del
loyalty oath, que ya explicamos). Por ejemplo, Gian
Carlo Wick se había ido, y el mismo Chew reconocía
que, si hubiese estado, él probablemente no habría
desarrollado su programa S-matrix.

David Gross, Premio Nobel en 2004, rememoró, en
su discurso de recepción del premio, la época de
los sesenta en Berkeley, cuando fue alumno de Chew. Asegura que
aquel fue un período de supremacía experimental y
de escasez teórica. Se daba gran importancia a la
fenomenología, y sólo había pequeños
islotes de avances teóricos. La QFT había
caído en desgracia y la teoría S-matrix estaba en
su apogeo. Gross comentó también en su discurso
que, dado que la teoría cuántica de campos no
podía aportar el marco teórico adecuado para las
interacciones fuertes, emergió un enfoque radicalmente
diferente, basado en la teoría S-matrix y el bootstrap,
con principios de carácter más filosófico
que científico, que consiguió algunos éxitos
notables. Sin embargo, añade Gross, había ciertos
inconvenientes en una teoría que "estaba basada en el
principio de que no existía teoría, al menos en el
sentido tradicional". Gross se doctoró en 1966, bajo la
dirección de Chew, pero asegura que ya en ese año
el programa bootstrap le había decepcionado. Según
dice él mismo, se debió a una charla de Francis Low
en Berkeley, en la que éste afirmó que el bootstrap
era más una tautología que una teoría. Gross
quedó marcado por esos comentarios y comenzó a
buscar un esquema dinámico mejor (Cfr. Gross,
2004).

La fuerza del programa S-matrix fue tal que, hasta 1973,
si se citaba la teoría cuántica de campos, era
pidiendo disculpa; tan grande era la influencia de Chew. Incluso
los creadores de la teoría del quark -según la cual
los quarks son las partículas elementales de que
están formadas las demás, excepto las que
están compuestas por leptones- afirmaban en un principio
que no se trataba de entidades físicas reales, sino de
recursos matemáticos, con el objetivo de no contradecir
los principios del bootstrap y la democracia nuclear.

4.4.4. La aceptación de las teorías de
Chew en otras universidades

Una cuestión distinta fue la difusión de
las teorías de Chew fuera del grupo de Berkeley. Chew
pronto se planteó la tarea de llevar su programa a los
estudiantes más lejanos por medio de libros de texto. Dio
muchas conferencias en cursos de verano y comenzó a
publicar sus notas en ediciones de bajo coste. S-matrix
theory of strong interactions
, basado en esas conferencias y
publicado en 1962, fue uno de los primeros libros de una nueva
serie.

La publicación de recursos pedagógicos
económicos, como notas de conferencias y reimpresiones,
sirvió para ampliar la base de practicantes de la
S-matrix. Esta agresiva campaña funcionó muy bien,
y a comienzos de los 60 creció mucho el interés por
sus teorías. Sus conferencias y artículos eran muy
apreciados, y su influencia fue tan grande que durante aquellos
años era difícil encontrar cursos sobre
teoría cuántica de campos en algunas universidades
de Estados Unidos. Ciertamente, la comunidad física
reaccionó con rapidez ante los éxitos de Chew y su
grupo de Berkeley. Por ejemplo, diez meses después de su
"llamada a las armas" en La Jolla, Chew fue elegido miembro de la
Academia Nacional de Ciencias. Como ya hemos mencionado antes,
era tan grande su fama que incluso sus opositores teóricos
le trataban con sumo respeto; por ejemplo, Gell-Mann -en sus
primeros artículos sobre la hipótesis de los
quarks- no dejaba de insistir en que los quarks eran totalmente
compatibles con el enfoque "democrático" de
Chew.

4.4.4.1. La aceptación en
Princeton

Sin embargo, las ideas de Chew no fueron acogidas por
igual en todos los departamentos de física. En este
sentido, el de Princeton fue muy diferente al de Berkeley. Aunque
muchos teóricos de esa universidad investigaron algunos
aspectos de la S-matrix, no compartieron el excesivo celo de Chew
en su defensa de la democracia nuclear. Por ejemplo, Marvin
Goldberger había sido compañero de estudios de
Chew, y también había estado como postdoc
en Berkeley a finales de la década de los cuarenta.
Posteriormente -ya con Chew en Berkeley y Goldberger en
Princeton- siguieron en contacto, y este último
trabajó sobre aspectos de la S-matrix. Pero siempre los
consideró aplicaciones técnicas de la QFT,
complementarias a sus aspectos más teóricos; no
consideraba diferentes a las dos teorías y pensaba que
podían coexistir pacíficamente. Esta coexistencia
pacífica llevó a una apreciación de la
S-matrix diferente de la del grupo de Berkeley. La mayoría
de los físicos de Princeton compartían este enfoque
ecléctico; siguieron siendo fieles al lenguaje de las
partículas elementales, y los estudiantes de esta
universidad continuaron estudiando la teoría
cuántica de campos como parte esencial de su
formación.

Stephen Adler, del Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton, recuerda que, cuando Chew fue allí a dar una
charla, les pareció demasiado mesiánico. Muchos de
los colegas no pertenecientes a su entorno más cercano
tachaban sus vigorosos pronunciamientos de proselitismo
religioso. Por ejemplo, lo que molestaba a Sam Treiman del
programa de Chew era la vehemencia con que enfrentaba su programa
con la teoría cuántica de campos. En una
conferencia ofrecida en 1962 en la Sociedad Física
Americana, Treiman defendió el carácter
hipotético del bootstrap, y aseguró que eso de que
"cada partícula era levantada por sus propias
lengüetas" (alusión irónica al uso del
término "bootstrap" por parte del grupo de Chew) le era
indiferente. Marvin Goldberger -de quien ya hemos hablado- y
Richard Blakenbecler -otro profesor en Princeton- definieron el
bootstrap en sentido fuerte como una colección de
interesantes especulaciones carentes de una base física y
calificaron la oposición a la QFT como una actitud
más religiosa que científica (Cfr. Kaiser,
2002).

En general, la renuncia a la teoría
cuántica de campos preconizada por Chew no obtuvo amplia
aceptación. La S-matrix fue muy utilizada por los
teóricos de física de altas energías, pero
pocos, aparte de Chew y su grupo, la consideraron como un
programa distinto a la QFT. La mayoría, incluyendo muchos
de sus colaboradores, la consideraron una herramienta dentro del
marco de la teoría de campos, o bien a las dos
teorías como enfoques complementarios para el mismo
problema (Cfr. Gordon, 1998).

4.5. La relación de las ideas y el lenguaje de
Chew con la oposición al macartismo

¿Estaban las ideas de Chew sobre física de
partículas determinadas por las ideas culturales y
políticas de la época del loyalty oath y
el macartismo? Puede que, a un nivel personal, la
frustración de Chew ante la paranoia anticomunista de los
regentes de la Universidad de California a comienzos de los
cincuenta contribuyera a reforzar una resistencia a la autoridad
no cuestionada y un deseo de seguir alternativas no exploradas.
Al fin y al cabo él mismo se autodenominaba
"inconformista" (Cfr. Chew, 1950). De este modo, su
reacción contra los "fundamentalistas" en Física
-los partidarios de la diferencia entre partículas
elementales y partículas compuestas- estaría
relacionada con su reacción contra los "fundamentalistas"
en política, y lo cierto es que la terminología y
los conceptos se repiten una y otra vez.

Esta lucha de la revolucionaria democracia nuclear
contra la conservadora teoría cuántica de campos
podría inducirnos a una interpretación
sociologista, máxime si tenemos en cuenta que las
teorías de Chew tuvieron su apogeo a comienzos de los
sesenta, y que coincidieron en el tiempo con el Free Speech
Movement (Movimiento de Libertad de Expresión). Con sus
protestas, los estudiantes reclamaban el derecho a realizar
actividades políticas dentro del campus y a la libertad
académica y de expresión. Este fenómeno tuvo
consecuencias muy importantes en Berkeley, similares a las de la
polémica del juramento de lealtad diez años antes,
y fue un ejemplo para todos los movimientos por las libertades
civiles durante la década de los sesenta. Curiosamente,
los paralelismos no terminan aquí. Del mismo modo que
Richard Nixon forjó su carrera política a finales
de los cuarenta y comienzos de los cincuenta destacando en su
papel de inquisidor dentro del Comité de Actividades
Antiamericanas, Ronald Reagan también ganó gran
parte de su prestigio por su campaña para acabar con el
"desorden" de Berkeley, y gracias a ella ganó las
elecciones a gobernador de California en 1966, puesto en el que
se mantuvo hasta que lanzó su campaña a presidente
del país por el Partido Republicano.

Chew nunca afirmó que sus ideas e intereses sobre
física de partículas estuvieran originadas por sus
convicciones políticas, si bien debió tomar del
ámbito político el vocabulario que utilizó,
como hemos mostrado. Los físicos americanos de posguerra
se consideraban gente práctica, de tendencia más
pragmática que filosófica. Los escasos
físicos teóricos que tomaron posiciones
políticas claras no solían ser extremistas. Y los
poquísimos que mezclaron la política con la
Física -como por ejemplo David Bohm, con su reconocida
adhesión al comunismo y al materialismo dialéctico
marxista- fueron rápidamente marginados de la corriente
principal y tildados de doctrinarios. Más que formular una
filosofía política de la democracia a través
de sus teorías físicas, o pretender ver
aquélla reflejada en éstas, lo que hizo Chew en la
década de los cincuenta, después de la
polémica del juramento de lealtad, fue emprender una serie
de acciones concretas para lograr un juego limpio y trato
igualitario, y ese proyecto se vio reflejado en sus ideas
políticas, y posteriormente en las prácticas
pedagógicas con sus estudiantes y en su trabajo en
Física.

4.6. Reflexiones filosóficas sobre la
S-matrix

4.6.1. El éxito de la teoría
S-matrix

El auge de la teoría S-matrix a finales de los
cincuenta y principios de los sesenta puede explicarse por tres
factores principales: los problemas que presentaba la
teoría cuántica de campos, la actitud
pragmática de los teóricos y su atractivo
filosófico.

Tras la guerra, los físicos dispusieron de
aceleradores de partículas para bombardear el
núcleo mucho más intensamente que antes, y los
teóricos debieron habérselas con numerosos
experimentos y explicar los datos resultantes de ellos.
Además, en la posguerra los teóricos se guiaban en
gran medida por los datos experimentales, y esto fue lo que
caracterizó a la física de altas energías en
aquel periodo. El apoyo económico por parte del gobierno
era muy grande, había mucho dinero en financiación
y becas, y la preparación de los teóricos se
encaminaba en gran medida a atender y explicar los experimentos.
A falta de una teoría bien elaborada en la que todos
estuvieran de acuerdo, gran parte del trabajo teórico
consistía en modelos fenomenológicos que se
orientaban a la explicación y organización de los
datos experimentales.

En consecuencia, los teóricos partían de
un enfoque pragmático y se les enseñaba una
visión instrumentalista de las teorías. El ambiente
eminentemente práctico implicaba que una teoría
debía funcionar y que no se podía perder tiempo
intentando entender una que estuviera repleta de problemas. Ese
fue el legado de la actitud que había resultado tan
exitosa en Berkeley, Columbia, Harvard y otras importantes
universidades americanas durante los años treinta y
cuarenta. Tanto apoyo por parte del estado supuso una gran
presión y competitividad, y en ese contexto la capacidad
para explicar los experimentos era crucial. En lo que concierne
al tema que estamos tratando, un ambiente donde lo importante era
el experimento, se hicieron visibles los problemas de la
teoría cuántica de campos para explicar las
interacciones fuertes. En cambio, la S-matrix evitaba los
problemas.

Decía Goldhaber en una entrevista que en aquella
época no sabían como hacer teoría
cuántica de campos enfocada a las interacciones fuertes,
así que dejaron de interesarse por ella, dado que no
resultaba útil. El problema era que no sabían
calcular con ella, así que pensaron en hacer otra cosa
distinta. Y precisamente la matriz de dispersión estaba
perfectamente diseñada para tratar con ese aspecto (Cfr.
Gordon, 1997).

David Gross afirma que se abandonó la QFT porque
con ella no se podía calcular y porque los físicos
americanos son pragmáticos innatos. Esta teoría no
demostró ser una herramienta útil para tomar
contacto con la enorme explosión de descubrimientos
experimentales (Cfr. Gross, 2004).

Aparte de este factor de pragmatismo que hemos
mencionado, hay otro más estético y
filosófico: la S-matrix evitaba las arbitrariedades que
plagaban la QFT. Chew creía que una teoría correcta
no debía contener parámetros arbitrarios. El
proceso de renormalización de Schwinger, Tomonaga y
Feynman -que ya hemos expuesto-, que dio lugar a la
electrodinámica cuántica (QED) y había hecho
viable a la QFT, parecía arbitrario y dudoso para muchos.
Había muchos escépticos que pensaban que la
renormalización era sólo un truco que evitaba las
infinitudes en lugar de tratar con ellas.

Todo esto llevó a una disminución en el
interés por la QFT -y su epígono, la QED- a finales
de los años 50. Donde no fallaba de forma absoluta
(problemas para explicar las interacciones fuertes),
parecía repleta de trucos matemáticos (poco
estética y llena de arbitrariedades). Esto llevó a
una falta de fe en que este tipo de teorías ofreciera
soluciones a las cuestiones que necesitaban resolverse, y los
partidarios de la S-matrix aprovecharon la situación. Con
los teóricos tan preocupados por la experimentación
y por dar respuestas, los fallos de la QFT condujeron a la
búsqueda de cualquier otra teoría que pudiera
aportar una descripción de los hechos. Y la S-matrix
ofrecía tal descripción.

Este ambiente pragmatista desfavoreció por
completo a la QFT. En cambio, la S-matrix no se inmiscuía
en qué podía ocurrir en la interacción de
partículas misma, sino que tenía en cuenta
qué entraba y qué salía, sin importar en
absoluto el interior de la "caja negra". Permitía calcular
porque evitaba el problema. Pero era algo de lo que eran
conscientes la mayoría de teóricos, que evitaba el
problema y no lo solucionaba; tal vez por eso la consideraba, no
una teoría opuesta a la QFT, sino complementaria, en la
medida en que servía para calcular, pero siempre sin
abandonar el marco conceptual de la QFT. Sin embargo, Chew
quería llevar la S-matrix más allá,
afirmando la independencia de su programa bootstrap y de la
democracia nuclear.

Hay dos aspectos adicionales en esta disputa entre la
teoría cuántica de campos y la S-matrix que debemos
comentar: los prácticos y los que podemos llamar
"políticos": la cuestión de hasta qué punto
era real la diferencia entre las dos teorías y el asunto
de la diferencia "política" percibida por los seguidores
de estas dos teorías. La mayoría de los
teóricos formados en QFT utilizaban la S-matrix, pero
operaban en el marco de la QFT y no aceptaban la incompatibilidad
entre las dos teorías. Para muchos, la separación
existía sólo en la medida en que Chew la
establecía: la S-matrix estaba separada de la QFT
sólo porque Chew lo había dispuesto. Para estos
teóricos, las denuncias de Chew en las que afirmaba que la
QFT estaba en bancarrota y muerta habían trazado una
línea entre las dos teorías que de otro modo no
habría existido, lo cual entraba dentro del
carácter evangelizador de Chew. En las universidades de la
costa este dominaba el sentimiento de que las dos teorías
eran compatibles. Francis Low y otros sostenían que la
S-matrix era sólo una rama metodológica de la
teoría de campos, desarrollada como una herramienta para
solucionar problemas, una opinión que en Berkeley era
compartida por pocos teóricos. Por ejemplo, Mandelstam
afirma que una de las principales razones para desarrollar la
S-matrix era porque constituía un procedimiento para
tratar con la teoría cuántica de campos, con el
objetivo de lograr cálculos más potentes. En
resumen, los teóricos utilizaban aspectos de la S-matrix
en su trabajo diario, si bien pocos compartían el
espíritu separatista de Chew, y a pesar de su entusiasmo,
la mayoría practicaba una combinación de QFT y
S-matrix.

Al mismo tiempo, estaba el problema de que la S-matrix
describía las interacciones de partículas, pero no
contestaba a la pregunta que se planteaba la QFT, es decir, el
mecanismo real que tenía lugar durante la
interacción de partículas. La S-matrix evitaba la
descripción microscópica que la QFT intentaba
llevar a cabo, y operaba con amplitudes describiendo la
transición de un estado inicial a un estado final, dejando
sin contestar lo que ocurre durante esa transición (Cfr.
Cushing, 1990). Así, mientras que sólo los
bootstrapers más acérrimos creían que la
S-matrix podría ofrecer una descripción completa y
autosuficiente, la mayoría de los teóricos pensaba
que evitaba la cuestión que la teoría del campo
cuántico intentaba contestar.

Pasando a otra cuestión filosófica, si se
nos permite la generalización -siempre arriesgada-, los
profundos problemas planteados por la teoría
cuántica de campos no era un tema del gusto de la
mentalidad americana, y menos en aquella época de
posguerra, con tantos datos experimentales por explicar y tanto
trabajo en el sector nuclear. Los científicos americanos
solían burlarse de los problemas filosóficos
planteados por los europeos y se limitaban a aplicar la
teoría, calcular y obtener resultados experimentales. El
mismo Oppenheimer era un físico brillante, pero era
más bien pragmático: no se inmiscuía en
discusiones filosóficas sobre la cuántica y se
limitaba a los aspectos más prácticos y a difundir
la nueva física en Estados Unidos durante la década
de los treinta, tras haber estudiado en Europa con los
fundadores. Dicho en pocas palabras, a los americanos les era
ajena la disputa por la interpretación de la
cuántica, un asunto que les parecía excesivamente
metafísico. Volviendo a nuestro protagonista, Chew hizo el
doctorado con Enrico Fermi, quien, a pesar de no ser americano,
siempre fue un pragmático que se reía de las
discusiones sobre la interpretación de la cuántica,
y a quien sólo importaban los resultados. En una
entrevista, Chew también reconoció que en aquel
momento nunca pensó en interpretaciones filosóficas
ni en aplicar principios filosóficos (Cfr. Capra, 1985).
Sólo asumía lo que funcionaba, sin preocuparse por
el trasfondo; le importaban únicamente los resultados,
calcular y ajustarse a los datos experimentales:
descripción de un buen pragmático e
instrumentalista, para quien lo importante es el
experimento.

En consecuencia, las implicaciones filosóficas
del bootstrap, fueron algo ajeno a la personalidad de Chew, al
menos al principio, y sólo se manifestarían en su
insistencia casi religiosa por abandonar la QFT. Por esta
razón, durante sus años de apogeo, su trabajo y sus
escritos se limitan a tratar con el ámbito experimental y
son de carácter muy técnico, todo lo cual podemos
apreciar si consultamos cualquiera de sus trabajos redactados
antes de finales de los años sesenta. Más tarde
aparecerían en sus escritos las implicaciones
filosóficas, cuando el enfoque bootstrap ya no era tan
útil para calcular, se iba cargando con un aparato
matemático demasiado pesado y la comunidad
científica le iba dando de lado progresivamente y
aproximándose al programa del quark, que comenzó su
apogeo entre mediados y finales de la década de los
sesenta. A partir de entonces Chew escribe artículos
más filosóficos, a falta de cálculos y
resultados experimentales. Años después
llegaría Fritjof Capra y extraería del trabajo de
Chew ciertas implicaciones filosóficas para apoyar sus
propias tesis relativas a los paralelismos entre la física
y la filosofía oriental: extrajo de la teoría
S-matrix las conclusiones que le interesaban para apoyar sus
propias teorías, si bien el mismo Chew pareció
estar de acuerdo (Cfr. Capra, 1975, 1985, 1988).

4.6.2. El atractivo filosófico de la
teoría S-matrix

Su atractivo iba más allá de la
preconizada ausencia de parámetros arbitrarios y la
habilidad para manejar la interacción fuerte sin
infinitudes; no en vano, Chew era considerado uno de los
líderes de la física de altas energías
más carismáticos de su tiempo.

La S-matrix tenía un fuerte atractivo
filosófico para algunos teóricos por un motivo:
permitía librarse de la noción de partículas
elementales. Esta afirmación de la no elementariedad de
ninguna partícula bien pudo constituir un aspecto
pragmático más, es decir, la simple
aplicación de la navaja de Occam y la consiguiente
disminución del número de entidades, no el
resultado de una consideración filosófica profunda.
Si existía una gran proliferación de
partículas y ninguna parecía ser elemental, la
conclusión más simple es que ninguna de ellas es
elemental. Si en los experimentos comprobaron que de una
nacía otra, y que de la segunda era también posible
obtener la primera, amoldándose a los datos concluyeron
que ninguna era elemental. Algunos empezaron a decir que los
hadrones estaban todos compuestos por partículas
más pequeñas y realmente fundamentales -lo que
después constituiría la teoría de los
quarks-, pero la hipótesis no llegó más
lejos al principio. La S-matrix anulaba la cuestión
afirmando que todos los hadrones están compuestos unos de
otros, desempeñando papeles distintos diferentes en
circunstancias diferentes. La idea tenía un gran atractivo
estético, lo cual llevó a que muchos
teóricos la defendieran. Por ejemplo, Martin Halpern,
profesor de Física en Berkeley desde 1967, afirmaba en una
entrevista que "aceptaron eso porque era una idea muy bella"
(Cfr. Gordon, 1998).

4.7. Chew y la política

El hecho de que la democracia nuclear surgiera en el
campus de Berkeley reviste gran interés. La
cuestión que se nos plantea es qué efecto pudieron
tener los factores sociales en la construcción y
evolución de la teoría S-matrix.

La idea de que los factores sociales pueden afectar a la
forma, e incluso al contenido, de las teorías
físicas forma parte de las tesis del enfoque sociologista
de la ciencia, y el ejemplo clásico es la obra de Forman
"Cultura en Weimar, causalidad y teoría cuántica,
1918-1927", hasta tal punto que se suele utilizar la
expresión "tesis de Forman" para aludir a cualquier
argumento externalista fuerte que sugiera que los factores
sociales externos tienen un papel determinante en la
construcción de las teorías
científicas.

Cushing se plantea la posibilidad de aplicar un
argumento del tipo de Forman al surgimiento de la teoría
S-matrix en Berkeley en los años 60, y llega a la
conclusión de que es difícil demostrar que existe
una relación, pero que el entorno existente en Berkeley
pudo tener un papel en su elaboración y aceptación
(Cfr. Cushing, 1990). Sin embargo, la mayor actividad
política de Berkeley fue en los años 1964-65 y
posteriores, mientras que el apogeo de la teoría S-matrix
tuvo lugar en el período 1961-64. Lo que parece más
plausible es que la misma atmósfera previa de Berkeley
-que iba a contribuir a la rebelión estudiantil-
contribuyera también a la aceptación y atractivo
del programa S-matrix de Chew. Además, existía el
precedente del loyalty oath, en el que Chew estuvo
implicado. En ese mismo sentido, es posible que las diferencias
culturales entre el este y el oeste de Estados Unidos -reflejadas
en sus universidades- ayudaran a que la S-matrix se desarrollara
en Berkeley y no en otro sitio. Chew asegura, en la entrevista
con Gordon incluida en la tesis de este autor -cuando éste
le pregunta por la posible relación entre las ideas
políticas radicales de Berkeley en los 60 y el surgimiento
de la S-matrix-, que nunca había pensado en ello, pero que
es una posibilidad digna de considerar.

4.8. Reflexiones de Geoffrey Chew

Para finalizar este capítulo, el central del
trabajo, ofrecemos unas reflexiones del propio Chew, expresadas
en una entrevista realizada por Fritjof Capra (Capra,
1985).

En la entrevista, Capra comenta que le parece muy
importante el paso de una metáfora arquitectónica
de un edificio con cimientos firmes (la teoría
cuántica de campos), a la metáfora de una red sin
cimientos, una red de eventos interrelacionados (la teoría
S-matrix) y un conjunto de conceptos adecuados para describir
esos eventos. En su opinión, es un cambio fundamental
porque es la primera vez que en la ciencia occidental no se busca
con un suelo firme donde pisar y unos cimientos sólidos
sobre los cuales construir el edificio. Chew contesta que es
cierto, y que se debe a la larga tradición de atomismo y
de búsqueda de los constituyentes fundamentales, en la
ciencia occidental, por lo que el enfoque boostrap no ha sido
reconocido por la mayoría de los científicos: no es
aceptado precisamente por esta ausencia de una base firme. La
idea clásica de ciencia está, en cierto sentido, en
conflicto con el enfoque bootstrap, porque la ciencia quiere
cuestiones que estén planteadas con claridad, y desea
ofrecer soluciones que permitan describir lo que hay por debajo
de los fenómenos, lo que los sustenta; en cambio, forma
parte del bootstrap no considerar absoluto a ningún
concepto.

La mayoría de los físicos acepta una
noción absoluta de campos locales. Hacen esto porque es
para ellos la única forma de combinar los principios
cuánticos con el continuum de espacio-tiempo. Si
se les introduce en una discusión filosófica, los
más talentosos estarán de acuerdo en que,
probablemente, los campos no son la verdad absoluta, pero
seguramente dirían que es algo que hasta ahora no se ha
demostrado. Estos científicos no entienden que Chew tenga
un punto de partida distinto al de los campos locales. Él
hace esto porque los considera una arbitrariedad. Nadie ha
encontrado una forma de utilizar los campos cuánticos
locales sin introducir una arbitrariedad desagradable a los ojos
de nuestro protagonista.

El programa de la
democracia nuclear en decadencia

Como suele suceder en muchos ámbitos de la
cultura y la ciencia, las novedades llaman la atención y
captan el interés general. La primera evolución de
muchas teorías, al haber partido del punto cero, es
más bien sencilla. Sin embargo, con el paso del tiempo,
las novedades dejan de serlo, y las teorías, al
enfrentarse con los problemas que van surgiendo, se complican
progresivamente. La consecuencia es que la teoría, si no
logra llegar a ser la generalmente aceptada -la considerada
estándar-, va perdiendo adeptos, queda relegada y se
convierte en poco menos que una pieza de museo.

Algo parecido le sucedió a la teoría
S-matrix. Tras unos años -comienzos de los sesenta- en que
parecía salir victoriosa de su lucha contra la QFT -si
bien la victoria absoluta sólo tuvo lugar en Berkeley,
mientras que en otras universidades era considerada un
método de cálculo, dentro de la teoría de
campos-, comenzó a decaer, y a comienzos de los setenta
sólo era practicada por sus defensores más
acérrimos, Chew y sus más fieles
seguidores.

La teoría S-matrix tuvo que aumentar su aparato
matemático para poder aplicarse a distintos
fenómenos de las interacciones fuertes. Al comienzo,
ciertos componentes de la teoría fueron útiles en
forma de predicciones que estaban acordes con los experimentos.
Sin embargo, después sólo sirvieron para complicar
la situación (Cfr. Gordon, 1998). Además, se
podían hacer cálculos para algunas interacciones de
producción de multi-partículas, pero nadie era
capaz de elaborar un modelo general de producción de
multi-partículas para cualquier número arbitrario
de ellas. Este fracaso a la hora de generalizar ciertas
características fue frustrante e hizo crecer las dudas
sobre si la S-matrix era de verdad una teoría fundamental.
A esta decepción se unió el ataque de los
defensores de las teorías de campos. Francis Low, quien
había colaborado estrechamente con Chew a finales de los
cincuenta, llegó a declarar que la S-matrix no era en
realidad una teoría. David Gross comentaba: "Puedo
recordar el momento exacto en que me sentí desilusionado
por el programa bootstrap. Fue en 1966, en una reunión en
Berkeley. Francis Low, después de su intervención,
afirmó que el bootstrap no era una teoría, sino
sólo una tautología". Low añadió que
el enfoque de la S-matrix para las interacciones fuertes
había quedado obsoleto, lo mismo que Chew había
dicho de las teorías de campo años atrás
(Cfr. Gross, 2004).

Estos ataques se dirigían principalmente contra
el bando más radical de la S-matrix (Chew, el bootstrap y
la democracia nuclear), y no contra su utilización como
herramienta. Lo que se fue haciendo cada vez más impopular
fue el carácter evangélico, cuasi-religioso, del
programa, la creencia en que la S-matrix constituía la
solución a todos los problemas. Años atrás
la S-matrix había sido la respuesta pragmática ante
la falta de resultados procedentes de la QFT; ahora sus
complicaciones internas le habían hecho perder todo su
sentido práctico.

Los teóricos de la S-matrix se fueron quedando
aislados del resto del mundo de la física de altas
energías. Su creciente complejidad dio lugar a
especialistas en ella que sabían poco del resto de la
ciencia física. Se cuenta una anécdota sobre un
estudiante graduado, especialista en teoría S-matrix, que
estaba defendiendo en el CalTech su disertación. Cuando
terminó, Richard Feynman, cansado de la estrechez de miras
y del dogmatismo que mostraba el estudiante, le preguntó
qué longitud de onda tiene la luz verde. El estudiante
mostró sus dedos índice y pulgar
separándolos un centímetro, y dijo: "¿Esto,
más o menos?". Feynman le suspendió y le
recomendó que volviera a los comienzos de su
formación para aprender un poco más sobre
Física (Entrevista de Stephen Gordon a Adler; en Gordon,
1998).

A finales de los sesenta, la teoría en auge era
la de los quarks, impulsada principalmente por Murray Gell-Mann y
George Zweig. Según ella, los hadrones estarían
compuestos por unos constituyentes elementales que llamaron
"quarks". Richard Feynman realizó una propuesta similar
con su modelo del "partón". Por la misma época
comenzó a surgir un gran interés por un tipo de
teorías de campo conocidas como "teoría de campo
indicador" ("gauge field"), que inclinó la balanza
aún más hacia las teorías cuánticas
de campo.

A medida que la S-matrix se iba complicando con el
aparato matemático y las teorías de campos iban
ganando terreno, Chew fue dejando de hablar de la idoneidad
empírica, y cada vez explicaba y escribía
más sobre las virtudes filosóficas y el futuro
potencial de su programa.

En este período de decadencia, excepto algunos de
sus fieles, es difícil encontrar -incluso entre sus
colaboradores- alguien que defendiera sus afirmaciones más
radicales. La popularidad de la teoría S-matrix
comenzó a declinar a mediados de los sesenta, en parte por
las dificultades matemáticas halladas (…) y en
parte porque la idea del quark ganaba popularidad en ese momento
(Yu Cao, 1998: 229).

La teoría S-matrix se fue apagando poco a poco.
Los seguidores de Chew que aún aceptaban su enfoque se
convirtieron en un grupo aislado de especialistas que trabajaban
apartados de la corriente principal de la física de
partículas (Yu Cao, 1998: 261).

También Michael Redhead afirma que el entusiasmo
inicial por el programa bootstrap había decaído a
finales de los sesenta. Las razones que cita son:

  • 1. Se reconocía que los bootstraps
    parciales nunca podían dar información exacta
    sobre los hadrones. Y si añadíamos más
    partículas y reacciones, todo se hacía
    excesivamente complicado. En cierto sentido, el bootstrap
    implicaba que no se podía intentar comprender nada
    aisladamente, sino que había que tener en cuenta todo.
    Y eso iba en contra del método científico desde
    los tiempos de Galileo. El enfoque bootstrap intentaba
    enfrentarse a la naturaleza en toda su complejidad, lo
    contrario de lo convencional para el método
    científico.

  • 2. El modelo rival, el de los quarks,
    comenzó a tener éxito. Y con ello volvió
    la teoría cuántica de campos (Cfr. Redhead,
    2005).

Redhead dice que, en realidad, el programa bootstrap no
fue refutado, sino superado por los nuevos fundamentalistas. Eran
unos nuevos aristócratas que derribaron la democracia
igualitaria de la filosofía bootstrap con sus quarks y sus
gluones. Sin embargo, por una curiosa ironía, el programa
S-matrix sobrevivió en cierto sentido, en una forma
mutada, como origen de la moderna teoría de cuerdas. Las
teorías de cuerdas son diferentes aproximaciones de una
única teoría, la teoría-M, que es
descendiente directo de la S-matrix.

Cuando finalizaba la década de los sesenta, Chew
siguió defendiendo su teoría, pero ya con menos
fuerza y radicalidad que antes. Además, como hemos
mencionado, acudía con más frecuencia a argumentos
filosóficos, y menos a argumentos científicos. Por
ejemplo, frente a los artículos casi exclusivamente
técnicas de sus inicios, en un escrito de 1970, que tiene
el revelador título de "Hadron bootstrap: triumph or
frustration?", dice:

El bootstrapper busca entender la naturaleza, no en
términos de constituyentes fundamentales, sino a partir de
la autoconsistencia, en la creencia de que todo lo relacionado
con la física procede únicamente del requerimiento
de que los componentes sean consistentes entre ellos.
Ningún componente debe ser arbitrario.

Ya muestra cierta tregua hacia los "fundamentalistas"
del campo cuántico y ha relajado su dogmatismo:

La pureza en la distinción entre el
fundamentalista y el bootstrapper se hace borrosa por la
inevitable inexactitud de la medición física y la
finitud de la capacidad intelectual humana. En cualquier estado
del desarrollo de la ciencia, los físicos tratan
inevitablemente con una descripción incompleta y
aproximada de la naturaleza. A medida que aumentan la
precisión y el alcance de los experimentos, un componente
de la naturaleza que antes parecía fundamental, puede
cambiar.

Y hace memoria sobre los comienzos de su
teoría:

Es difícil decir en qué momento, a
comienzos de los sesenta, la acumulación de evidencias fue
lo bastante grande como para que la mayoría de los
físicos de partículas pensaran que la S-matrix es
una función analítica (…) Esto
constituyó una ruptura de gran importancia y un brillante
logro colectivo de la comunidad de la física de altas
energías. (Cfr. Chew, 1970).

En relación con el mismo tema, dos años
antes, en 1968, ya predominaba el lenguaje más
filosófico y menos científico, y reconocía
el carácter aproximado de cualquier
teoría:

Las teorías físicas siempre han sido
aproximadas y parciales. Un descubrimiento clave de la cultura
occidental ha sido el de que diferentes aspectos de la naturaleza
pueden ser entendidos individualmente en un sentido aproximado
sin entender todo a la vez. En última instancia todos los
fenómenos están interconectados, por lo que el
intento de entender sólo una parte necesariamente conduce
al error, pero este error suele ser lo bastante pequeño
para que ese enfoque parcial sea significativo (Cfr. Chew,
1968).

A comienzos de los setenta, nuevos datos contribuyeron
al auge de las teorías de campos y al abandono de la
S-matrix; por ejemplo, el descubrimiento de la partícula
J/?. Con los nuevos avances, las teoría del campos tomaron
en ese momento la forma de la cromodinámica
cuántica (QCD), que no sólo era lo que la
mayoría de los físicos estaban esperando en lo que
a explicación de fenómenos se refiere, sino que
también ofrecía un mejor procedimiento de
cálculo que la S-matrix, con lo que ésta ni
siquiera iba a poder sobrevivir como herramienta.

Polkinghorne, anteriormente un fuerte defensor de la
teoría S-matrix, escribe en 1979, casi a modo de
epitafio:

A lo largo de los siglos ha habido dos tipos
básicos de teorías de la materia. Una
defendía una única sustancia universal de la cual
todo está hecho. Otra partía de un pequeño
número de elementos básicos, cuyas combinaciones
dan lugar a la multiplicidad existente (…) La
teoría S-matrix pertenece a un tercer tipo de
teorías, el bootstrap, según la cual todo
está hecho de todo lo demás (…) La idea se
originó en los años sesenta en los Estados Unidos,
y fue difundida por Geoffrey Chew bajo el hermoso eslogan de
democracia nuclear (…) Era una gran idea.
Desgraciadamente, no llegó a buen término. La gran
síntesis era infinitamente más complicada e
inaccesible. Finalmente, la naturaleza del mundo de lo
microscópico se está enfrentando a las nociones
igualitarias de la democracia nuclear. Parece haber objetos que
tienen un papel primario. Es hora de volver a los quarks (Crf.
Polkinghorne, 1979).

Los mismos principios estéticos que habían
aupado a la teoría S-matrix (simplicidad, rechazo de las
entidades arbitrarias, fidelidad a los hechos observables) fueron
los que marcaron su caída a medida que se fue complicando
con un aparato matemático que la convertía en
excesivamente compleja (Cfr. Gordon, 1998).

Sin embargo, ha habido autores que han seguido
reivindicando la validez del programa bootstrap. David M.
Harrison, del departamento de física de la Universidad de
Toronto, dice, en "Quarks, bootstraps and monads", que en
Física hay dos corrientes principales en la
búsqueda de los constituyentes últimos de la
realidad. Una ve el mundo como algo hecho de átomos, y la
otra ve el mundo como algo compuesto de relaciones. La
mayoría de los textos de introducción a la
Física presentan la visión atomista como si fuera
un hecho y suelen explicar que el mundo está compuesto de
partículas elementales: electrones, quarks y neutrinos. No
se menciona en ningún momento que los quarks son
inobservables; además, los libros de texto suelen ignorar
la visión alternativa, el "bootstrap" o, más
recientemente, la teoría de cuerdas. En 1963, Gell-Mann y
Zweig propusieron que los protones, neutrones y mesones
están compuestos de quarks; en consecuencia, los quarks
serían elementales y las otras partículas no lo
son. La siguiente cuestión que se plantearon es de
qué están hechos los quarks, y la respuesta de los
partidarios de esta teoría fue que los quarks y los
electrones son realmente elementales. Poco después, los
experimentalistas comenzaron a buscar quarks. Buscaron por todas
partes y no consiguieron encontrarlos; así que,
finalmente, sus adeptos llegaron a la conclusión de que no
podemos tener nunca quarks independientes, que siempre
están confinados en los protones, neutrones y mesones: una
hipótesis ad hoc que les permite soslayar el
problema, pero que no lo resuelve, sino que inventa una propiedad
que los convierte en indetectables. En cambio, en la
visión bootstrap, las que los fundamentalistas consideran
partículas elementales también contienen a las
otras partículas. La idea central es que el universo es
una red autoconsistente de interrelaciones. Ya sólo queda
elegir entre las dos teorías: ¿quarks o bootstrap?
(Cfr. Harrison, 2006).

Chew nunca abandonó su teoría y su
trabajo, incluso hasta el punto de quedarse prácticamente
solo y de que casi todos sus colegas calificaran su trabajo
posterior de totalmente irrelevante. Sus desarrollos de los
años setenta versaron sobre el modelo de Gabrielle
Veneziano y el programa de bootstrap topológico. En la
medida en que estos trabajos están relacionados con la
moderna teoría de cuerdas, podemos decir que parte de las
teorías de Chew han sobrevivido.

No obstante, aún influiría sobre otros
autores y científicos (el caso de Fritjof Capra es
especial y lo explicamos más adelante). Por ejemplo,
Swetman, de la Universidad de Cambridge, en un artículo de
1973 hablaba de la gran importancia que daban muchos
físicos de aquella época al quark como forma de
explicar la estructura de la materia, y citaba enfoques
alternativos que sugieren que la caza del quark se ha
sobrestimado. Mencionaba el bootstrap entre ellos y consideraba
profundas y excitantes las ideas de los defensores de esta
teoría (Cfr. Swetman, 1973).

Los
epígonos de Chew

6.1. Más allá de la
ciencia

Tras años de olvido, las teorías de Chew
fueron retomadas -junto con las de otros físicos como
David Bohm- para apoyar ciertas tesis en muchos casos ajenas a la
ciencia, y defendidas en su mayoría por personas
próximas al movimiento New Age. Chew y Bohm,
sintiéndose olvidados desde tiempo atrás, aunque no
aceptaran las tesis de quienes ahora acudían a ellos en
busca de apoyo teórico, sí se prestaron en muchos
casos a poner su nombre al lado de estos gurúes que
pretendían señalar los posibles paralelismos entre
la ciencia y la filosofía oriental y dar un recubrimiento
supuestamente científico a sus creencias.

El principal representante de esta tendencia a la que
aludimos es Fritjof Capra, nacido en Viena en 1939 y doctor en
Física Teórica por la universidad de esa ciudad. A
finales de los sesenta acudió a California, en pleno auge
del movimiento hippy, en el cual participó; allí
entabló contacto con varios físicos de Berkeley,
entre ellos Geoffrey Chew, con quien colaboró.
Realizó varios trabajos en el ámbito estrictamente
científico, y después dedicó varios
años a la preparación de su primer libro, El
tao de la física
, que supuso un best-seller mundial y
le permitió retirarse para dedicarse a escribir y a
promover movimientos como la Deep Ecology.

Capra quiso poner de manifiesto las implicaciones
filosóficas de las teorías de Chew. En un
artículo publicado en 1978 -"Quark physics without quarks:
A review of recent developments in S-matrix theory"-, cuando ya
eran casi totalmente ignoradas por la comunidad
científica, hizo un repaso de los desarrollos de la
teoría S-matrix durante los cinco años anteriores,
arremetió contra la teoría de los quarks -en ese
momento ya predominante- y repitió, desde una perspectiva
más filosófica, algunos de los argumentos que Chew
había defendido a comienzos de los sesenta:

La creencia en que los quarks y los leptones son los
constituyentes fundamentales de la materia es aceptada por la
mayoría de los físicos de partículas y es
muy conocida por la comunidad física y el público
en general. Un punto de vista alternativo, defendido por una
pequeña minoría de físicos, pero en aumento,
defiende que los quarks no son entidades físicas
primarias, sino solamente patrones generados por la
dinámica de las interacciones fuertes. Este enfoque se
defiende en el marco de la teoría S-matrix y del
bootstrap, los cuales no aceptan ninguna entidad fundamental,
sino que intentan comprender la naturaleza por completo a
través de su autoconsistencia.

Capra comenta los últimos desarrollos de la
teoría S-matrix de Chew frente a la teoría de los
quarks, sin importarle que ya estuviera en franca
decadencia:

El nuevo enfoque culminó en el concepto de
S-matrix ordenada, la cual ha hecho posible llegar a resultados
característicos del modelo de los quarks sin necesidad de
postular la existencia física de los quarks. Estos
resultados han generado gran entusiasmo entre los teóricos
de la S-matrix… quarks sin quarks.

Capra hace también un repaso a la historia de la
física de partículas. La cita es larga, pero la
reproducimos entera porque es bastante clara, no necesita
comentarios y nos parece interesante para nuestro tema.
Además, sirve para dar un repaso a la Física del
siglo XX:

La Física del siglo XX se ha caracterizado por
una progresiva penetración en el mundo de las dimensiones
microscópicas, hacia el interior del reino del
átomo, el núcleo y sus constituyentes. Esta
exploración del mundo subatómico ha sido motivada
por una cuestión básica que ha ocupado y estimulado
al pensamiento humano a lo largo de los siglos: ¿De
qué está hecha la materia? (…) La escuela de
pensamiento que ha tenido mayor influencia en la física
moderna es el atomismo griego. Los atomistas griegos consideraban
que la materia está hecha de bloques básicos,
pasivos y sin vida (…) Según este enfoque, si no
entendemos una estructura material o un fenómeno
físico, debemos dividirlo en sus partes constituyentes e
intentar entenderlo en términos de sus propiedades y
comportamiento (…) Los átomos, los núcleos y
los hadrones fueron, cada uno en un momento distinto,
considerados partículas elementales. Sin embargo, ninguno
de ellos cumplió tal expectativa. Después se
descubría que esas partículas eran compuestas, y
los físicos esperaban que la siguiente generación
de elementos constituyentes revelara por fin el componente
último de la materia. Por otro lado, las teorías de
la física atómica y subatómica hacían
cada vez más improbable la existencia de partículas
elementales. Revelaron una interconexión básica de
la materia (…) Todos estos desarrollos indicaron con
fuerza que la imagen mecanicista de los ladrillos constructores
de la materia debía abandonarse, y sin embargo muchos
físicos aún se muestran reacios a ello. La vieja
tradición de explicar las estructuras complejas
rompiéndolas en constituyentes más simples
está tan firmemente asentada en el pensamiento occidental
que aún continúa la búsqueda de estos
componentes básicos (…)

Los candidatos más recientes en la
búsqueda de los bloques básicos constituyentes son
los llamados quarks. La hipótesis del quark fue
introducida en 1963 por Gell-Mann y Zweig (…) La
simplicidad y eficacia de este modelo es sorprendente, pero
conduce a serias dificultades si los quarks se toman seriamente
como constituyentes reales de los hadrones. Hasta ahora,
ningún hadrón se ha dividido en sus quarks
constituyentes, a pesar de haberlos bombardeado con las
energías más fuertes (…) Si los quarks
están unidos por potentes fuerzas de interacción,
éstas deben implicar a otras partículas y los
quarks deben, en consecuencia, mostrar algún tipo de
estructura, igual que las otras partículas (…) En
el bando experimental ha habido una fiera pero hasta el momento
infructuosa búsqueda del quark durante la pasada
década (…) La formulación matemática
actual del modelo del quark se conoce como cromodinámica
cuántica. Es una teoría del campo y ha sido
nombrada así por analogía con la
electrodinámica cuántica, la primera y aún
más exitosa teoría moderna del campo (…) El
principal problema del modelo del quark es explicar por
qué no hay quarks libres. En el marco de la
cromodinámica cuántica, a este fenómeno se
le ha denominado confinamiento del quark, según la idea de
que los quarks, por alguna razón, están
permanentemente confinados dentro de los hadrones y por tanto
nunca podrán observarse (…) Sin embargo, a pesar de
todas estas dificultades, la mayoría de los físicos
aún creen en la idea de los bloques básicos
constituyentes de la materia, una idea fuertemente asentada en
nuestra tradición científica occidental (…)
Los quarks pueden no ser entidades físicas primarias
confinadas en el interior de los hadrones, sino simplemente
patrones generados por la dinámica de las interacciones
fuertes (…) no tiene sentido hablar de quarks libres
(…) La teoría S-matrix es el marco que parece
más adecuado para describir los hadrones y sus
interacciones. Su concepto clave, la S-matrix, fue originalmente
propuesto por Heisenberg en 1943, y ha sido desarrollado, durante
las últimas dos décadas, en forma de estructura
matemática compleja que parece ideal para describir las
interacciones fuertes. Muchos físicos han contribuido a
este desarrollo, pero la fuerza unificadora y líder
filosófico ha sido Chew (…) Un aspecto importante
de la teoría S-matrix es cambiar el énfasis de los
objetos a los procesos. Su mayor preocupación no tiene que
ver con las partículas, sino con sus reacciones. Tal
cambio de los objetos a los procesos es requerido tanto por la
mecánica cuántica como por la teoría de la
relatividad. La mecánica cuántica ha dejado bien
claro que una partícula subatómica sólo
puede entenderse como manifestación de la
interacción entre varios procesos de observación y
medida (…) La teoría de la relatividad ha influido
sobre este aspecto obligándonos a concebir las
partículas en términos de espacio-tiempo, como
patrones de cuatro dimensiones, y no como objetos. El enfoque
S-matrix combina estas dos perspectivas. (Capra, 1978:
11-14).

De todas formas, es evidente que el trabajo de
comentarista que hace Capra de la obra de Chew no es
desinteresado, sino que el objetivo es apoyar sus propias tesis.
En "Bootstrap and buddhism", publicado en 1973, dice Capra que
los paralelismos entre la física moderna y la
filosofía oriental no son superficiales, sino que proceden
de un profundo acuerdo entre la visión oriental del mundo
y los conceptos de la ciencia moderna, y utiliza claramente a
Chew, citándole:

El fundador y principal defensor del modelo bootstrap es
Geoffrey Chew. De acuerdo con él, hay actualmente dos
escuelas entre los físicos de altas energías, con
visiones opuestas en lo relativo a los constituyentes de la
materia. La mayoría son fundamentalistas e intentan
reducir la naturaleza a sus partes fundamentales y buscan los
ladrillos básicos de los que está compuesta la
materia. Enfrente están los bootstrappers, que buscan
entender la naturaleza a través de la autoconsistencia
(…) Puesto que un componente fundamental es por
definición uno que es asignado arbitrariamente, un modelo
bootstrap no debe contener ningún componente fundamental.
Llevada a su extremo, la idea del bootstrap nos lleva más
allá de la ciencia. El mismo Chew reconoce que la idea del
bootstrap, aunque fascinante y útil, no es
científica (…) El problema es el siguiente: Puesto
que todos los fenómenos están en última
instancia interconectados, para explicar cualquiera de ellos
tenemos que entender todos los demás, lo cual es
imposible, obviamente (…) La tesis principal de este
artículo es similar a la de El tao de la
física
: hay un profundo acuerdo entre la idea del
bootstrap y la filosofía oriental. En cambio, el enfoque
de los fundamentalistas ha surgido del pensamiento occidental
tradicional, basado a su vez en la filosofía griega
(Capra, 1973: 15-16).

En "Holonomía y bootstrap", artículo
incluido en el libro El paradigma holográfico,
Capra dice que la base del programa de Chew consiste en la idea
de que la naturaleza no puede reducirse a entidades fundamentales
-como los elementos fundamentales de la materia-, sino que debe
entenderse totalmente a través de la autoconsistencia. El
universo se considera un tejido dinámico de
acontecimientos interrelacionados, y ninguna de las propiedades
de ninguna parte de este tejido es fundamental; todas ellas se
deducen de las propiedades de las otras partes, y la consistencia
general de sus interrelaciones mutuas determina la estructura de
todo el tejido. La imagen de los hadrones originada por estos
modelos de boostrap se suele resumir en la frase provocadora de
que cada partícula consta de todas las demás
partículas. Ciertamente, el bootstrap de hadrones
representa una innovación radical en comparación
con los enfoques fundamentalistas seguidos por la mayoría
de los físicos, y uno de los principales desafíos
del bootstrap de hadrones ha sido siempre la exigencia de
explicar la estructura-quark de los hadrones sin tener que
suponer que los quarks son los elementos fundamentales de que
están hechas esas partículas.

Capra puede considerarse un epígono de Chew en la
medida en que trabajó con él, y porque en cierto
modo defiende sus teorías, si bien aplicándolas a
un ámbito distinto y con un objetivo también
distinto. Capra se doctoró en física teórica
de partículas en la Universidad de Viena, en 1966, y fue
después a París como estudiante postdoctoral.
Allí fue testigo de los sucesos de mayo del 68 y
conoció a Michael Neuenberg, profesor de física de
la Universidad de Santa Cruz, California, quien le ofreció
una beca postdoctoral. Llegó allí en septiembre de
1968, y además de trabajar tomó contacto con el
ambiente contracultural de la época. En diciembre de 1970
regresó a Europa, decidió convertirse en escritor y
comenzó a redactar un libro de texto de física,
aconsejado por Victor Weisskopf. Después de pasar apuros
económicos, decidió redactar parte de su trabajo en
forma de artículos en los que comparaba la física
moderna con el pensamiento oriental y los envió al
director de la sección teórica del Laboratorio
Lawrence, de Berkeley, del que Chew era en ese momento el
director. Al verlos no se sintió especialmente interesado,
y se los entregó a Elizabeth Rauscher y George Weismann,
dos físicos que vivían como hippies en sus ratos
libres y que en 1975 fundarían el llamado "Fundamental
Fysiks Group". Quedaron tan sorprendidos que inmediatamente
dijeron a Chew que invitara a Capra a visitar el laboratorio como
asistente no pagado, lo cual tuvo lugar en otoño de 1973.
Allí dio algunas charlas al grupo de estudiantes y
asistentes de Chew y visitó a Neuenberg, quien le
animó para que no escribiera un libro de texto, sino uno
que explorase los paralelismos entre la física y el
pensamiento oriental. Tras su vuelta a Europa, se dispuso a
rehacer su libro. Después de varios rechazos, una
pequeña editorial londinense aceptó publicarlo.
También logró que una editorial norteamericana,
Shambala Press, lo publicara en Estados Unidos. El libro era
El tao de la física, y apareció
simultáneamente en 1975 en Gran Bretaña y Estados
Unidos. En abril de 1975 regresó a Berkeley para quedarse
más tiempo. Ya integrado en el grupo de Rauscher y
Weismann, formó parte del Fundamental Fysiks Group y fue
uno de sus ideólogos. Gracias al ambiente cultural
reinante en ese momento, su libro se popularizó, fue un
best-seller y se convirtió en uno de los estandartes del
movimiento New Age más cercano a lo que podemos considerar
verdadera ciencia. Se ha traducido a veintitrés idiomas
distintos y ha vendido millones de copias en todo el mundo (Cfr.
Kaiser, 2011). En Berkeley entabló amistad con Chew, sobre
la que podemos leer en Sabiduría Insólita
(Capra, 1988) y "Bootstrap physics: A conversation with Geoffrey
Chew" (Capra, 1984). Según nos cuenta el propio Capra
-Chew no lo ha desmentido-, dio el beneplácito al hecho de
asociar su nombre con los escritos de aquél. El testimonio
más actual sobre la relación entre los dos y sobre
la relación, en general, entre la física y el
movimiento New Age, es el libro de David Kaiser, How the
Physics Saved Physics
, que expone cómo estos
extraños físicos contribuyeron a dar impulso a su
ciencia.

6.2. El tao de la física

Por último, ofrecemos un resumen de El tao de
la física
, el best seller de Fritjof Capra en el que
intenta poner de manifiesto los paralelismos entre la
física contemporánea y la filosofía
oriental. Para él, la filosofía bootstrap
constituye el mejor ejemplo de la afirmación de la
interconexión de todas las entidades y procesos del mundo,
igual que hacen las filosofías orientales, especialmente
el budismo y el taoísmo. No es el objetivo del presente
trabajo juzgar la obra de Capra, por lo que nos limitamos a decir
que consideramos positiva su labor de difusión de la
filosofía subyacente al enfoque bootstrap, pero que es
dudoso que existan esos paralelismos entre la Física y el
pensamiento oriental, a no ser en un sentido muy vago.

En el prólogo de la obra, Capra afirma que
está comenzando a emerger de la física moderna una
visión del mundo que está en armonía con la
antigua sabiduría oriental. Además, durante los
últimos treinta años existe en Occidente un fuerte
interés por el misticismo oriental. Capra considera ese
interés parte de una tendencia más amplia que trata
de contrarrestar un profundo desequilibrio en nuestra cultura, ya
que ésta ha favorecido valores y actitudes yang
(fuertes, masculinos) y ha ignorado las contrapartidas
yin (intuitivas, femeninas).

En el primer capítulo, "Física moderna,
¿un camino con corazón?", el autor pasa revista a
la historia del pensamiento desde los presocráticos y
señala que los filósofos milesios y
Heráclito, con su concepción del mundo como algo
vivo, tienen mucha relación con el pensamiento oriental.
Sin embargo, con Parménides y Pitágoras, y
más tarde con Platón, la tendencia cambia hacia lo
racional y el dualismo. Tras el Renacimiento y el dualismo
cartesiano se construye la visión mecanicista del mundo,
en la que éste se compone de multitud de objetos
diferentes ensamblados en una enorme máquina. Newton
elabora la mecánica clásica, por la que Dios rige
el universo desde lo alto imponiendo las leyes de la naturaleza.
Esta visión fue predominante hasta finales del siglo XIX,
y según Capra nos ha apartado de la naturaleza y del ser
humano, y es la culpable de muchos de los males de nuestro
tiempo: desorden político, violencia institucional,
contaminación del medio ambiente. Frente a todo esto, el
concepto oriental del mundo es orgánico: todas las cosas y
todos los sucesos están interrelacionados y son aspectos
distintos de una misma realidad. Las causas que mueven los
objetos están dentro de ellos mismos.

En el segundo capítulo, "Saber y ver", Capra
diferencia el conocimiento racional del intuitivo y afirma que
Occidente ha dado prioridad al primero, que es analítico,
frente al segundo, que es sintético. En cambio, la cultura
oriental ha hecho lo contrario. El conocimiento racional opera
mediante abstracción, que consiste en seleccionar los
rasgos significativos de los entes y los fenómenos. Con la
abstracción se construye un mapa intelectual de la
realidad. Por otro lado, el mundo natural es variado y complejo,
multidimensional, donde todas las cosas están relacionadas
y nuestra abstracción no puede conocer esta realidad por
completo. Sólo logra una representación aproximada,
pero no lo creemos o no queremos darnos cuenta porque nuestra
representación de la realidad es más fácil
de alcanzar que la misma realidad: tomamos los conceptos por la
realidad, los confundimos con ella. Liberarnos de esta
confusión es uno de los objetivos del misticismo oriental.
La Física recurre a la experiencia; en ella los hechos
están correlacionados con símbolos
matemáticos (modelos o teorías) y busca la
predictibilidad. También le hace falta intuición,
la cual ofrecería a los científicos nuevas
perspectivas.

En el tercer capítulo, "Más allá
del lenguaje", Capra afirma que nuestro lenguaje común es
inadecuado para describir la realidad atómica y
subatómica porque sus fenómenos trascienden la
lógica clásica. En palabras de Heisenberg,
"nuestros conceptos comunes no pueden aplicarse a la estructura
de los átomos". Los modelos de la sabiduría
oriental son filosóficamente más aproximados a la
física moderna que los de la filosofía occidental
tradicional porque, cuando el físico o el místico
quieren comunicar su conocimiento, cae en paradojas y
contradicciones. ¿Cómo puede la luz estar compuesta
a la vez de partículas y ondas? La física
cuántica está llena de paradojas. El budismo y el
taoísmo tienden a enfatizar las paradojas para probar los
límites del lenguaje. Siempre que la naturaleza se analiza
con el intelecto puede parecer absurda o paradójica. Lo
que vemos u oímos en los experimentos no son los
fenómenos, sino sus consecuencias: el mundo queda
más allá de la percepción. Cuanto más
penetramos en la naturaleza, más hay que abandonar las
imágenes y conceptos del lenguaje ordinario.

En el capítulo cuarto, "La nueva física",
Capra explica que los físicos sintieron que se tambaleaba
su visión del mundo, igual que la experiencia
mística de la realidad hace tambalear esa misma
visión. Se necesitaban cambios profundos en conceptos como
espacio, tiempo, materia, objeto, causa y efecto, etc, y
emergió una nueva cosmovisión, todavía en
proceso. La física clásica partía del
espacio tridimensional de la geometría euclidiana. El
espacio era absoluto, inmutable, estaba en reposo. Toda la
materia estaba hecha de partículas materiales,
pequeñas, sólidas, indestructibles. Se
aplicó la mecánica al movimiento planetario y
surgieron ciertas irregularidades que eran resueltas con la
hipótesis de Dios. Laplace perfeccionó el sistema,
y después se extendió al movimiento de los fluidos,
a las vibraciones de los cuerpos elásticos y a la
teoría del calor. Sin embargo, había
fenómenos que no eran tan fáciles de incluir en la
mecánica clásica, los electromagnéticos y
que implicaban un nuevo tipo de fuerza. Se pasó de
"fuerza" a "campo de fuerza", y ya no se consideraba que dos
cargas se atraen como dos masas, sino que una crea una
perturbación que la otra siente. Eso es el campo, que
podía estudiarse sin referencia a los cuerpos materiales
(teoría electrodinámica de Maxwell y Faraday). A
pesar de estos problemas, la mecánica mantuvo su
posición y Maxwell intentó explicar los campos como
estados de fuerza dentro del éter. Sin embargo,
llegó Einstein y afirmó que no existe el
éter y que los campos electromagnéticos pueden
viajar por el vacío. Así, el modelo de Newton
había dejado de ser la base de toda la
física.

En la física moderna no hay espacio ni tiempo
absolutos, no hay partículas elementales sólidas,
la naturaleza no es estrictamente causal y no es posible una
descripción objetiva de la realidad. Igual que en la
filosofía oriental, para la física moderna el mundo
es un conjunto de procesos interrelacionados, todo está
conectado, y es imposible explicar un fenómeno sin tener
en cuenta sus conexiones. Y para Capra el máximo exponente
de esta forma de ver la Física es Geoffrey Chew, con su
teoría bootstrap, en la que todo está
interrelacionado y lo más importante es la
autoconsistencia del sistema.

Referencias
bibliográficas

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Autor:

Juan Carlos Ruiz Franco

Trabajo de investigación –
Doctorado

Departamento y materia: Lógica,
historia y filosofía de la ciencia

Partes: 1, 2, 3
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