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Historia de la peluquería



  1. Introducción
  2. Prehistoria y Edad Antigua
  3. Edad
    Media
  4. Renacimiento
  5. La
    época del Barroco
  6. El
    Siglo XIX. Época de cambios
  7. El
    Siglo XX (1900-1930)
  8. El
    Siglo XX (1930-1960)
  9. El
    Siglo XX (1960-1980)
  10. Siglo
    XX (1980-2000)
  11. El
    S.XXI. Los inicios del nuevo milenio

Introducción

La Facilidad que tiene el hombre de
entender las ciencias que este mismo requiere por naturalidad,
otorga el ejercicio de practicarlas, utilizando como medio
aquella experiencia dejada por nuestros antepasados que han sido
plasmada en textos o solo recordadas de generación tras
generación y que por lógica han sido ajustada a
nuestra actualidad.

El peluquero o la peluquera se
encargarán de que las pautas del estilista queden
impecables. En las peluquerías grandes se suele pagar un
extra si te quieres poner en manos de un estilista. Ahora bien,
una buena peluquera con gusto y estilo puede aconsejarte tan bien
como un estilista sobre el color, el volumen o el estilo de tu
pelo.

Desarrollo:

Etapa I:

Prehistoria y Edad
Antigua

La Prehistoria, fuente inagotable de mitos
y leyendas, donde el pelo fue visto hace miles de años
como un potente elemento mágico o ceremonial. En nuestros
días, todavía algunas de las consideradas culturas
primitivas (base de la mayoría de estudios sobre
comportamiento social en la prehistoria) consideran que el alma
de cada persona se encuentra en su cabello.

La importancia mágico-religiosa del
cabello propició que ya en tiempos remotos su cuidado
tuviera una considerable importancia en muchas sociedades.Es
posible que la primera herramienta usada por el hombre para
cortarse el cabello fueran las lascas extremadamente afiladas de
piedra de sílex, resultantes del laborioso proceso de
obtención de material cortante a partir de golpear unas
piedras con otras. El corte de pelo se debía
indudablemente a cuestiones prácticas o ceremoniales y
nada tenía que ver con los motivos únicamente
estéticos de épocas posteriores.Espinas de pescado,
dientes de animales y ramitas secas de plantas diversas fueron
los primitivos peines de aquellas gentes, que se supone que
incluso llegaron a utilizar sangre, grasas y tintes vegetales
como colorantes para teñir sus cabellos, siempre por
motivos rituales.Egipto

¿Quién no recuerda el
clásico peinado de las mujeres egipcias de los grabados
que han llegado hasta la época actual? Melenitas
completamente lisas, color negro azabache y decorado con finas
diademas o con hilos de piedrecitas brillantes o de
colores.

Por otra parte los sacerdotes de
determinadas castas podían raparse completamente el pelo
o, por el contrario dedicarse a cultivar largas y cuidadas
melenas. Así pues, podían diferenciarse los
oficiantes del culto a uno u otro dios, entre otros detalles, por
la clase de peinado o peluca utilizados.La elaboradísima
cultura egipcia fue de las primeras en considerar el cabello un
elemento fundamental de la belleza física y lo trataba ya
con funciones estéticas, a pesar de que, como hemos
comentado, tuviera también usos sociales y religiosos.
Pelucas y tintes se consideran inventos pertenecientes a la
cultura de las pirámides, y es a ellos a quien se debe la
utilidad de la henna en coloración capilar, usada
todavía hoy para obtener tonos rojizos y
caobas.Grecia

Los griegos convirtieron el culto a la
belleza en uno de los pilares de su cultura. Los peinados que
triunfaron en sus días eran extremadamente elaborados y
llenos de detalles.Al contrario que los egipcios, los griegos
adoraban el movimiento expresado a través de
múltiples rizos y ondas. Gracias a estatuas y monumentos
funerarios se han podido observar detalles de mechones cortos
rodeando la frente y melenas largas y recogidas a base de cintas,
cuerdas, redecillas y otros elementos decorativos. También
para los hombres el cabello rizado se consideraba exponente de la
hermosura.En Grecia, como en Egipto, los esclavos eran los
encargados de mantener lo más hermosas posible las cabezas
de sus amos. Pero Grecia aportó un elemento nuevo: los
salones de belleza, dónde se peinaban y arreglaban las
cabezas más selectas. Otra de las innovaciones de la
época vino de la mano de Alejandro Magno, que a
consecuencia de sus conquistas en Oriente, aportó toda
clase de recetas mágicas para teñir y dar forma al
peinado, fórmulas de unos cosméticos que empezaban,
en aquel entonces, a ver la luz.

Los
íberos

En nuestras tierras los íberos
habían seguido sus propios criterios. Hasta la fecha
sólo nos han llegado testimonios a través de
estatuillas de damitas, a partir de las cuales se ha podido
descubrir la enorme influencia de la cultura griega. Así,
se observa una deliciosa mezcla entre lo autóctono y lo
importado que muestra, por ejemplo, objetos de tocado similares a
ruedas, que algunos expertos han identificado con pelo trenzado,
enroscado y cubierto de tela (véase la famosa "Dama de
Elche" que, a pesar de que su autenticidad haya sido puesta en
duda, es un claro intento de reflejar un peinado de la
época). Además de complementos como mantillas y
peinetas, que tanto se identifican, todavía hoy, con la
cultura hispánica, los íberos utilizaron
también los elementos de peluquería propios de los
griegos de la época: esto son cintas, redecillas y
diademas a modo de corona.Los pueblos
bárbaros

Los pueblos a quienes los romanos
denominaron "bárbaros" fueron en cuestiones de
peluquería, como en muchas otras, gente eminentemente
práctica. Los cabellos largos y sucios podían
llegar a ser realmente molestos y siendo pueblos humildes y poco
dados a valorar y considerar criterios estéticos hicieron
de las trenzas y las colas de caballo sus peinados insignia.
Guerreros y cazadores, poco dados a cultivar las artes, no
podían entretenerse en rizar, colorear o decorar sus
cabellos. Así que en algo coincidieron los hunos que
venían de Oriente con celtas y vikingos del Centro y Norte
de Europa: el cabello largo y trenzado (negro en los primeros y
rubio o pelirrojo en los otros).Roma

Entre las múltiples adopciones
culturales que los romanos tomaron de los griegos, se encuentran,
como no, los criterios estéticos, y entre ellos el de
mostrar cabellos lustrosos y peinados elaborados y con infinidad
de detalles. El cabello era corto para los hombres y solía
sujetarse con una cinta. Las mujeres podían dejar caer su
cabello rizado, en forma de tirabuzón o ligeramente
ondulado, o bien recogerlo en moños sobre la nuca, que
envolvían con redecillas y cintas del mismo modo que
anteriormente hicieron las griegas.

Pero el Imperio Romano no sólo
tomó ejemplo de la cultura griega, sino que también
se fijó en los hermosos cabellos rubios de los pueblos del
norte a los que Julio César hizo cautivos. El impacto de
ese nuevo tono causó un gran efecto en las mujeres y se
empezaron a realizar pruebas para aclarar el cabello, entre las
que se popularizó el compuesto de sebo de cabra, ceniza de
haya y flor de manzanilla, pese a que resultaba nefasto para la
salud de las ya castigadas melenas. Quizá por este motivo,
o porque resultaba más práctico, se popularizaron
las pelucas elaboradas con cabello de prisioneras. Los salones de
peluquería eran ya un negocio, aunque en aquel entonces no
existían de modo global como en la actualidad sino que se
organizaban por especialidades. En unos se realizaban peinados,
en otros se daba color, en otros se hacían pelucas o
postizos… no fue hasta cientos de años más tarde
en que se consideró el hecho de que, al tratar todos con
una misma materia prima, el cabello, lo mejor era unirse para dar
un servicio completo. Las barberías, existentes
también en época helenística, se
convirtieron en centros de encuentro y charla mientras
auténticos profesionales se encargaban de arreglar
cabellos y barbas.El médico y egiptólogo
Jonckheere, que dedicó toda su vida al estudio de la
medicina en Egipto, describió algunas de las recetas
cosméticas que utilizaban los antiguos habitantes del
valle del Nilo. Entre ellas se encontraba un peeling para
suavizar la piel o un machacado para aliviar la picazón de
los pies. Pero nos fijaremos especialmente en aquella que trataba
problemas capilares, más concretamente la caída del
cabello.

Etapa II:

Edad
Media

El declive del Imperio Romano dio paso a
dos periodos de la historia totalmente contrapuestos: la Edad
Media, en que la pobreza y la austeridad caracterizaron una
sociedad eminentemente rural, falta de todo tipo de recursos y
muy controlada por una religión casi asfixiante a la que
se tenía más miedo que respeto, y el Renacimiento,
una etapa donde se encontró un espacio más abierto
al pensamiento y las Artes, en que se empezó a recuperar
parte de la riqueza económica y cultural perdida durante
el largo paréntesis medieval. El entorno de estas dos
épocas se vio, evidentemente, reflejado en la
estética y la moda de la sociedad del momento.

La Edad Media (s. VII – s.
XV)

Una vez retirados los romanos de todos los
territorios que habían mantenido bajo su influencia
dejaron tras de sí un panorama desolador. Sin una
administración competente, las ciudades quedaron en manos
de señores locales que imponían su ley en
territorios limitados, preocupándose de su propia riqueza
por encima del bienestar de los habitantes de sus tierras. Las
zonas urbanas se convirtieron en focos de pobreza y epidemias y
la única salida era una escapada al mundo rural. En un
pueblo falto incluso de los recursos más básicos,
la austeridad extrema triunfó sobre los afeites y la
coquetería.Sólo en la Corte y los pequeños
entornos de los señores feudales se mantenía un
nivel de vida que permitía unos mínimos retoques
estéticos, que, eso sí, solían limitarse a
recogidos en las melenas de las damas.Una religión
apremiante que prohibía todo tipo de frivolidad
jugó también una mala pasada a aquellas más
presumidas que pudiesen intentar arreglarse de un modo más
original que el estrictamente permitido.

Teñirse el cabello dejó de
ser material y moralmente posible. Sin embargo, las mujeres
debían llevar el cabello largo y bien recogido, tal como
marcaba la Iglesia, lo que, en una época en que disponer
de jabón se consideraba un lujo, obligó a agudizar
la imaginación para crear todo tipo de moños y
trenzas. La única manera de proteger el cabello de la
suciedad y los piojos era cubrirlo convenientemente, por lo que
se generalizó el uso de capuchas, velos, gorros y
sombreros, en invierno y en verano. Las mujeres intentaban
arreglarse de la manera más coqueta posible sin salirse de
los cánones estrictamente indicados. Las más
humildes tejían en sus cabellos trenzas de todo tipo que
generalmente nunca dejaban caer, sino que se enroscaban encima o
alrededor de la cabeza formando originales recogidos. Sus
únicos recursos para hacerlo eran peines de madera e hilos
de lana.A menudo, se usaban flores como ornamento, pues era lo
único que tenían a su alcance. La raya en medio era
lo más convencional y no solía haber tiempo ni
ganas para hacer nada que se saliera de lo establecido. Para la
gente del pueblo resultó una época oscura y
demasiado dura para pensar en la belleza
física.

Las clases más afortunadas
disponían de joyas e incluso diademas, aunque la principal
diferencia, única aportación de la época al
sector de la peluquería, fue la aparición de los
tirabuzones, que hasta ese momento no adquirieron consistencia
como peinado, aunque no fue hasta mucho después, en el
Barroco, cuando realmente se popularizaron. En palacio,
también se seguían las normas sociales, pero los
recogidos eran mucho más sofisticados, incluyendo a menudo
cuentas y todo tipo de piedras para decorarlos.

Los velos de finas telas substituían
las capuchas y gorras del pueblo llano y las damas de la corte
tenían capacidad para permitirse algunas frivolidades,
impensables en otros estratos de la sociedad de la
época.En unos tiempos en los que aún quedaba muy
lejos la invención de la fotografía y en los que ni
las clases de más rango se preocupaban por las artes
figurativas, sólo a través de dibujos y escritos en
libros y tratados se ha llegado a conocer el tratamiento que
recibían los cabellos.De Liebaart es un grupo de personas
amantes de la Historia Medieval que nos hace llegar los modelos
de peinado y ropas de la época, deducidos a través
de sus estudios, transmitiéndolos de la manera más
comprensible imaginable: mediante recreaciones en
vivo.

Etapa III:

Renacimiento

El Renacimiento (s. XVI – s.
XVIII)
El culto a la belleza personal fue uno de los valores
de la época clásica que se recuperaron durante el
Renacimiento.El afloramiento de una nueva economía y el
interés y preocupación por volver a un modelo de
sociedad más civilizado hizo restablecer el valor del aseo
y el cuidado personal. En la Corte se crea moda y aparecen otra
vez especialistas del peinado que evolucionan en formas e ideas
intentando recuperar los antiguos tocados de las épocas
griegas y romanas.

Los accesorios proliferan y aparecen los
postizos, especialmente en forma de trenzas y moños muy
elaborados. Además redecillas, coronas y joyas
entrelazadas se extienden no sólo por la Corte, sino entre
las florecientes clases urbanas.Italia vuelve a ser el centro de
las miradas europeas e impone su gusto y sus ideas de tendencia
decorativista y refinada a la mayor parte del mundo occidental de
la época.De esta manera se expanden los peinados de las
casas venecianas y la moda de teñir el cabello en tonos
rojizos, para lo que se empleaban mezclas de sulfuro negro, miel
y alumbre con las que se embalsaban las cabelleras y
posteriormente se exponían al sol para potenciar la
acción de la fórmula. Nació en estos
momentos la pasión por cambiar el color natural de la
melena de las mujeres, y se popularizaron también el rubio
ceniza, el hilo de oro y el color azafrán.En gran parte ha
sido gracias a los grandísimos mecenas de las Artes de
aquellos tiempos que hemos podido hacer una aproximación a
los peinados de esa floreciente etapa de la historia. En pinturas
hechas por los grandes maestros de la época se pueden
apreciar con todo detalle los complicados peinados y recogidos
que se estilaban, plasmados en tela con toda claridad, como si de
una fotografía se tratara.

Otra vez, sin embargo, las mejores
referencias de que se dispone son de las clases altas, pues pocos
eran los pintores que se dedicaban a retratar a las gentes del
pueblo, aún así, gracias a los pocos grabados que
han perdurado y a escritos extraídos de textos sobre modas
y costumbres se ha conseguido una idea bastante clara de
cómo se lucían las melenas en esos siglos.Trenzas
anudadas encima de la cabeza o a los costados han perdurado desde
la etapa medieval, y sin embargo, a diferencia de los años
anteriores, ahora son decoradas con todo aquél complemento
que se pueda imaginar. A pesar de esto, el buen gusto y la
prudencia son muy bien considerados en la época, con lo
que la elegancia prima por encima del recargamiento que
será propio de etapas posteriores: el barroco y el
rococó.

Etapa IV:

La época
del Barroco

Los siglos XVII y XVIII, fueron los de la
riqueza decorativa, las exageraciones, la búsqueda del
efectismo. Las clases privilegiadas se preocupaban más de
aparentar que de ser y lo ostentoso equivalía a lo
poderoso.Fueron tiempos de intrigas políticas y sociales.
En la Corte se dedicaban más a las fiestas, los bailes y
la diversión en general que a la política, lo cual
supuso una etapa de monarcas despreocupados por los asuntos de
Estado pero sumamente interesados en su apariencia física
y todo lo relacionado con la belleza y la estética en
general.

La moda se desarrolló dando lugar a
nuevas prendas como la casaca, el calzón que caía
bajo la rodilla, esbeltos zapatos, sombreros adornados con plumas
y exagerados cuellos con encaje (que posteriormente
decaerían para dar paso a cuellos lisos, pequeños y
rígidos). Las mujeres gustaban de ostentar grandes escotes
e incorporaron a su atuendo los miriñaques (esa especie de
armadura de alambre destinada a ahuecar las faldas).

Pero sin lugar a dudas si algo caracteriza
el look de la época son las pelucas, mediante las cuales
se diferenciaban las clases sociales. Su aparición fue
fomentada por Luis XIV de Francia, que deseaba ocultar al precio
que fuera su incipiente calva, pero rápidamente se
extendieron por la Europa continental y, posteriormente por Gran
Bretaña; a pesar de que en un primer momento se vieron
como una más de las excentricidades de la Corte.En pelucas
y peinados se reflejaron los gustos estéticos del momento,
por lo que, aunque parezca increíble, en ellos se puede
observar monumentalidad, espectacular y recargada riqueza
decorativa, expresividad, etc.Así se mezclaban con el
cabello joyas, gasas, plumas, flores, cintas y elementos
inimaginables, de manera que una peluca podía llegar a ser
la maqueta de un castillo o de un barco. A más
espectacularidad, mayor prestigio se ganaba socialmente, de
manera que esta suerte de peinados llegó a obligar a las
damas a agacharse para entrar en las carrozas. Burguesía y
nobleza empleaban todos sus recursos a dar la mejor imagen
social, puesto que, unos y otros, tenían en realidad menos
capacidad económica que la que querían aparentar y
buscaban siempre alianzas adecuadas o matrimonios de
conveniencia. Sin embargo, se suponen tiempos en que la higiene
no se consideraba una facultad indispensable y la idea de que la
limpieza evitaba enfermedades aún no se había
extendido, por lo que los recargados peinados y las voluminosas
pelucas se suponen llenas de piojos, o, como mínimo,
verdaderamente grasientas. Curiosa característica para
unas gentes que se consideraban refinadas.El rizo durante el
barroco, y los tirabuzones, que triunfaron definitivamente en la
época del rococó, empezaron, por primera vez, a
crearse de manera artificial, mediante palos cilíndricos
que luego se sometían al calor de hornos de
panadería o incluso, fraguas. La técnica
perduró y, siglos más tarde, en ella se basaron las
primeras permanentes en caliente.Con la llegada de la
Revolución Francesa, en 1789, finalizó la
ostentación de estos siglos, y la sencillez y la comodidad
a las que las clases bajas nunca habían renunciado, se
impusieron por encima de las costumbres sofisticadas, que fueron
despreciadas por los revolucionarios. Las pelucas desaparecieron
por completo y volvió el gusto por el pelo natural. Y es
que, como todo, la peluquería también se rige por
ciclos.

Etapa V:

El Siglo XIX.
Época de cambios

La Revolución Francesa y la
Revolución Industrial marcaron, en todos los sentidos, el
devenir de la Historia del mundo occidental.En la sociedad, ambas
tuvieron una consecuencia clara: la sencillez era la línea
a seguir en todos los sentidos para señalar la amplia
distancia que separaba las nuevas costumbres de los antiguos
excesos de la Corte.Así, las grandes pelucas y los
abalorios de fantasía quedaron relegados por un largo
periodo de tiempo.El siglo XIX marca con claridad el triunfo del
capitalismo, el aumento de la población y las mejoras
higiénicas, lo cual condujo a la creación de nuevas
profesiones que jamás antes habían existido lejos
de palacio.

Aparecieron así los peluqueros, que
trabajaban sobre todo a domicilio cuando lo hacían con la
burguesía, desplazándose a trabajar al hogar de las
clientas. Se asentó definitivamente el oficio, el de
expertos en cabello que lavaban y sobretodo peinaban a grupos de
clientas a cambio de una remuneración económica; a
diferencia de los antiguos peluqueros de la Corte que
solían ser doncellas u otros sirvientes que aprendieron la
profesión o bien artesanos o sastres que confeccionaban
pelucas.Los caballeros sin embargo, cortaban su cabello en el
barbero, sin decidirse todavía a ponerse en manos de los
estilistas que trataban a las señoras.Las mujeres de las
clases sociales más humildes empezaron a trabajar en
fábricas y en algunos oficios artesanales, buscando lo
más sencillo y práctico sujetaban sus cabellos,
sobretodo en moños, que empezó a considerarse el
peinado más decoroso del momento.También las
burguesas adoptaron este peinado, que reflejaba el
espíritu de sencillez que predominaba en el momento.
Cubrirlo con el sombrero adecuado al salir a la calle se
convirtió en el máximo adorno para estos
moños sujetos en la nuca y a menudo cubiertos por
redecillas.Pero la auténtica revolución de la
peluquería en esta época la provocó la
aparición del agua oxigenada en 1867. Lo que hasta
entonces habían sido recetas auténticamente
peligrosas para la salud del pelo y el cuero cabelludo
pasó a convertirse en un proceso de decoloración
mucho más sencillo y seguro. La coloración
vivió otro avance espectacular casi a las puertas del S.XX
cuando aparecieron los primeros colorantes sintéticos. Y
aunque sólo las clases más favorecidas
hacían uso de ellos y que tampoco fueron recibidos con
gran entusiasmo, significaron la primera semilla de un producto
que sin duda ha evolucionado en 100 años más que
ningún otro de los utilizados en esta
profesión.

Etapa VI:

El Siglo XX
(1900-1930)

El pasado siglo fue el que dio el
empujón definitivo a la peluquería profesional. A
pesar de que ya había hecho sus primeros pinitos unas
décadas antes, fue en el siglo XX cuando surgieron los
salones de belleza dedicados exclusivamente al cabello, cuando
estos se acercaron al pueblo, cuando los productos
específicos dejaron de ser artesanales y aparecieron las
grandes firmas, cuando hombres y mujeres decidieron dedicar parte
de su presupuesto familiar a arreglar su peinado y cuando
surgieron las escuelas y los estudios de
peluquería.

Pero si hay un hecho verdaderamente
destacable fue el acontecido en los años veinte: las
mujeres se cortaron el pelo corto. Con la incorporación de
las mujeres al trabajo, éstas habían dejado de
peinarse solamente para arreglarse y habían empezado a
buscar la comodidad. La evolución lógica de la
búsqueda de lo práctico fue cortarse el pelo como
un hombre: surgió el estilo garçon. En ese momento
cortarse el cabello se convirtió en todo un símbolo
de la mujer moderna. Inicialmente hubo quien consideró que
el pelo corto femenino sería una moda pasajera, pero
realmente se convirtió en una opción más, y
una opción que siempre ha seguido ligada a las mujeres
emprendedoras, atrevidas, independientes y modernas. Pocos
años después empezaron a surgir en Europa y Estados
Unidos los primeros sindicatos y asociaciones de peluqueros,
sentando otra de las bases de lo que es la peluquería hoy
en día. En estos emocionantes años de principios de
siglo otro invento revolucionó la peluquería: de la
mano de Carlos Nessler apareció la permanente en caliente,
y los rizos artificiales causaron furor durante décadas y
en diversas formas y estilos. Nos encontramos pues ante el
nacimiento de la peluquería tal como la entendemos
hoy.

Etapa VII:

El Siglo XX
(1930-1960)

La época dorada de Hollywood, la de
lo que hoy son los clásicos del cine, influirá en
todos los aspectos de la moda. En peluquería, las grandes
ondas en el más puro estilo Vivien Leigh, Maureen
O´Hara o Rita Hayworth se convirtieron en el máximo
exponente de la elegancia. Sin embargo, si un peinado creó
escuela fue el llamado "Peek-a-boo-bang" consistente en una
abundante masa de cabello rubio platino ondulado que tapaba un
ojo, popularizado por uno de los grandes mitos del celuloide:
Veronica Lake. Tal fue el éxito de su look que el
Departamento de Guerra de los EEUU exigió a la Paramount
la prohibición del célebre peinado de la diva,
puesto que, según ellos, las chicas que trabajaban en las
fábricas de armamento lo estaban imitando y, al llevar un
ojo tapado, se estaban produciendo numerosos
accidentes.

Pero si hubo una actriz que
determinó el tipo de trabajo que se realizaba en
peluquería ésa fue Marilyn Monroe. La rubia
más sexy de la historia podría considerarse un
fraude, puesto que es bien conocido que su color natural de
cabello era castaño. Aún así, fue tal el
éxito que consiguió tiñéndose de
rubio platino, que miles de mujeres de todo el mundo no dudaron
en emularla, intentando acercarse a la imagen de la seductora
actriz. Fueron tiempos de melenas rubias y onduladas, aunque no
todo eran cascadas de cabello cayendo encima de los hombros. Los
grandes crepados eran habituales en las calles, y las
peluquerías tenían mucho más trabajo
peinando que cortando o tiñendo.

En lo que a productos se refiere fueron los
años de mayor auge de lacas y "plis" que debían
mantener intacto el laborioso trabajo de los peluqueros.
Cualquier mujer que se prestara debía acudir al
salón como mínimo una vez por semana, aunque en la
alta sociedad no resultaba extraño hacerse peinar a diario
por un especialista. Las medias melenas con puntas graciosamente
inclinadas hacia fuera o las melenitas cortas con mucho volumen
triunfaron también, siempre gracias a abundantes
cantidades de fijación.Entre los hombres fue más la
música que el cine lo que popularizó determinados
peinados, así en los 50 se extendió por todo el
mundo el mítico tupé de Elvis, sostenido gracias a
fuerte gomina (entonces brillantina).

Anteriormente, sin embargo, era el pelo
corto de estilo militar lo que más se había
llevado, cómodo y práctico, el look se
popularizó especialmente durante la guerra y la posguerra.
En las grandes ciudades se completaba gracias también a la
brillantina, usada en este caso para que ningún pelo se
despegara de la posición exacta en la que el peine lo
dejaba.Los medios de comunicación (revistas
gráficas, cine y televisión) han sido claves pues
desde ese momento para la internacionalización de
determinados looks. Nace la auténtica pasión por la
moda y el culto a la imagen vigente aún en nuestros
días.En Europa y Estados Unidos nacen algunas de las
revistas de moda que todavía hoy pueden encontrarse en el
kiosco, y en 1956 aparece en España el primer
número de TOCADO, que con el paso del tiempo se
convertirá en la revista que hoy tienes en las
manos.

Etapa VIII:

El Siglo XX
(1960-1980)

En los años 60 y 70 se vive una
auténtica revolución en lo referente a la moda del
cabello. El peinado se convierte en una de las más
características señas de identidad de cada persona,
y especialmente los jóvenes lo convierten en el santo y
seña de su grupo o "tribu urbana", de manera que les
identifique con unos determinados ideales o convicciones, o les
encuadre como seguidores de unas tendencias concretas.

Así, los "rockabilies" que
habían surgido en la década anterior se
peinarán con un tupé al más puro estilo
Elvis y lo perpetuarán hasta los años 90 (como
puede verse en España con los fans de grupos como Rebeldes
o Loquillo y los Trogloditas). Los seguidores del movimiento
"beat" imitarán a "The Beatles" con sus melenitas y
flequillos escandalizando a propios y extraños con lo que
entonces se consideraba una melenita demasiado larga para el
público masculino. Pero en los 70 llegó la
auténtica revolución de forma y color: el glam, con
David Bowie en cabeza, propulsó el mullet (flequillo muy
corto y pelo más largo en la nuca) que llegó a
evolucionar hasta límites insospechados con el movimiento
punk que construyó altas crestas de colores estridentes
sobre una base de mullet. También en los 70 escandalizaban
los rastas, que siguiendo los dreadlocks de Bob Marley triunfaron
inicialmente entre el público afro-americano, aunque en
los 90 se popularizaron a todo tipo de público joven,
incluyendo a las chicas que en un primer momento se habían
mostrado más reticentes a adoptar este peinado.Por su
parte el movimiento hippie y posteriormente el grunge,
propulsaron una moda "anti-peluquería" en la que lo que se
priorizaba era un pelo descuidado, largo y caído de la
manera más natural posible. Para los pseudo-seguidores de
estas tendencias fue necesario sin embargo un buen trabajo de
salón, para conseguir un aspecto descuidado en lo que
realmente era un cabello bien tratado.Sin embargo si hay dos
peinados a resaltar de la moda cabello de los años 60 y 70
que se popularizaron de manera desorbitada, estos fueron la
permanente y el bob. Los rizos exagerados a lo "Jackson Five" y
el peinado de "corte de paje" que presentó inicialmente
Vidal Sassoon, supusieron dos de las grandes fuentes de ingresos
de los salones en esas dos décadas y la mayor parte de la
posterior.Ambos buscaban algo que ha caracterizado la moda
cabello de la edad contemporánea: la comodidad, no
sólo al llevarlo, sino al peinarlo. La mujer trabajadora
del siglo XX necesitaba levantarse, ducharse y estar arreglada en
el mínimo tiempo posible, y estos dos peinados le
suponían esta ventaja.

Etapa IX:

Siglo XX
(1980-2000)

En los años 80 empezó, sobre
todo en mi país (Cuba), donde se gozaba de una
recién estrenada democracia, el mundo tal y como lo
conocemos hoy en día. Las dos últimas
décadas del S.XX supusieron una introducción
perfecta a la dinámica del siguiente milenio, y, en
palabras de la obsesión estética se compagina con
la victoria femenina sobre las grandes batallas sociales,
políticas y personales.

En el mundo occidental la mujer ha
conseguido emanciparse, y al contrario de lo que se podía
pensar en un principio, esto supone el empujón final a la
cultura del culto al cuerpo. Las mujeres quieren demostrar
más que nunca que su profesionalidad no está
reñida en ningún caso con su belleza y los cuidados
que esta necesita. A su vez, el hombre no querrá ser
menos, y empieza también a preocuparse cada vez más
por su físico, a utilizar productos cosméticos, a
seguir las tendencias de la moda y a no avergonzarse de dedicarse
a los cuidados personales.

A partir de este momento, en
peluquería se empiezan a crear tendencias, es decir que
los estilistas proponen determinadas pautas de moda, pero sin
imponerlas. Las tendencias forman corrientes a seguir que
permiten que cada cual adapte a su gusto las propuestas de cada
temporada. Color, textura, medida del cabello… quedan al gusto
del consumidor. Así en los ochenta se llevaban los
cabellos ondulados ligeramente, y en los noventa triunfaron los
desfilados, los escalados y finalmente las extensiones, pero cada
cual dio a estas ideas su toque personal.

Etapa X:

El S.XXI. Los
inicios del nuevo milenio

Los pocos años de este nuevo milenio
marcan un camino en el mundo de la peluquería que ya
había empezado a ser trazado en la última
década del S.XX.La mezcla de culturas, de estilos, el
cambio constante, el atrevimiento ante formas y colores ha
abandonado las pasarelas y las páginas de las revistas y
ha invadido las calles.

Los grandes ídolos estéticos
masculinos suelen surgir del mundo del deporte, por lo que los
looks que lucen futbolistas o jugadores de baloncesto son
imitados por miles de chicos de todo el planeta. Entre ellas
siguen triunfando como ejemplos a seguir cantantes, actrices y
top-models, los estilistas de las cuales cogen sus ideas de la
calle para aplicarlas en pantallas y pasarelas, popularizarlas y
finalmente extenderlas por los diferentes países de todo
el mundo.

Todas las barreras geográficas han
quedado destruidas y la comunicación circula a gran
velocidad, provocando que modas y tendencias no duren más
de una temporada.

Las extensiones fijas o de quita y pon, los
baños de color, los postizos, los tintes de alta calidad
que no dañan el cabello, las ceras, geles y espumas que
texturizan y dan formas, los accesorios y complementos, los
protectores solares y todos y cada uno de los productos que
pueden encontrarse en el mercado formulados y/o diseñados
para el cabello han convertido lo que era un lujo en una
necesidad, y la industria de la belleza se ha entrado en la
mayoría de hogares.Jóvenes y no tan jóvenes
reservan una parte de su presupuesto mensual a cuidar su cabello,
a hacerlo cambiar, a colorearlo o darle forma… Empieza el
milenio de la peluquería, el tiempo en que las barreras
han sido derrocadas y cualquiera de los estilos que a lo largo de
los siglos anteriores han triunfado ahora se puede ver en las
cabezas de los/las más atrevidos y
vanguardistas

 

 

Autor:

Jorge Alberto Vilches
Sanchez

 

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