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Independentismo y autonomismo, dos corrientes antagónicas del pensamiento cubano (1878-1902)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



  1. Resumen
  2. Desarrollo

Resumen

Se describe la confrontación en este
período del independentismo y el autonomismo como las dos
corrientes predominantes en el pensamiento político cubano
de este período. Sobresale en el mismo la labor y el
alcance político de las ideas de José Martí,
erigido en líder del independentismo y precursor de un
pensamiento social revolucionario de marcada influencia en
décadas posteriores.

Desarrollo

La tregua que se produjo con el Pacto del Zanjón
(febrero, 1878) no abarcó el terreno de las ideas donde se
mantuvo la pugna a lo largo de los veinte años (1878-1898)
que faltaban para el término de la dominación
española en Cuba. El autonomismo fue la solución
reformista de la burguesía cubana para intentar obtener
mejoras político-sociales sin poner en peligro sus
intereses económicos, por ello comenzaron una lucha legal
por alcanzar la autonomía, la supresión de la
esclavitud, una rebaja de aranceles y garantías
políticas para compartir el poder con la oligarquía
comercial española, fortalecida tras diez años de
guerra y la ruina de una parte de la burguesía criolla,
todo estos aceptando el estatus colonial.

Los autonomistas acogidos a las cláusulas del
Pacto del Zanjón formaron un partido político
(Partido Liberal) y fundaron un periódico, "El Triunfo"
para divulgar sus ideas entre las capas sociales que le eran
afines en este empeño. Los propulsores de esta idea fueron
Julián Gassie y Manuel Pérez Molina, abogados
ambos, con una activa vida intelectual y publicística en
la Isla, apoyados por un grupo de los más poderosos
hombres de negocios del país.

Tras la temprana muerte de sus fundadores el Partido
Liberal acentuó su programa autonomista dirigido por
José María Gálvez y Eliseo Giberga y
contando con el apoyo de otros miembros influyentes de la
burguesía habanera como, Antonio Govín,
Nicolás Azcárate, Rafael Fernández de
Castro, Tomás y Emilio Terry y Gonzalo Jorrín,
entre otros.

Su líder ideológico y principal orador lo
fue el abogado Rafael Montoro (1852-1933), educado en
España bajo la influencia de la filosofía
clásica alemana, de la que fue conocedor y difusor,
manteniendo interesantes polémicas con otros
intelectuales, entre ellos José del Perojo (1853-1908),
radicado en España, pero nacido en Cuba, conocedor de las
teorías de Kant y de la filosofía alemana en
general.

Montoro regresó a Cuba en 1878 y se incorpora a
una activa actividad política a favor del autonomismo,
dentro del marco legal que le brindó la metrópoli.
Sus ideas política están inspirada en las
teoría de la derecha hegeliana basada en el apoyo de la
monarquía y el despotismo como sustento de la sociedad,
sosteniendo que la formación de la nación cubana
"vendría por evolución pacífica" sin
menoscabar los derechos de la nacionalidad.

En el marco de la legalidad "permitida" por el
régimen colonial los autonomistas realizaron una intensa
propaganda política, valiéndose de la oratoria de
sus principales líderes para tratar de convencer a sus
partidarios de que su programa era posible y a los
españoles de que su sometimiento era real.

Frente al partido de la burguesía cubana casi
simultáneamente surgió el partido de los
conservadores, principalmente comerciantes españoles
radicados en la isla, desconfiados por igual de los
independentistas, como de los reformistas autonómicos. Su
partido se llamó "Unión Constitucional", con un
programa que habla de mantener la identidad de la colonial, hasta
que se produjera la asimilación gradual de los habitantes
de la isla y fuera realmente una provincia española, donde
pudiera aplicarse la Constitución y las Leyes de
España, entretanto el país debía ser regido
por Leyes Especiales para alcanzar estos objetivos. Este programa
del integrismo fue redactado por Ramón de Armas y
Saénz (1847-1895) y el líder del partido lo era el
hacendado José Eugenio Moré.

A pesar de ocupar amplios espacios en la prensa de la
isla, la lucha ideológica entre autonomistas e integristas
no monopolizó el desarrollo del pensamiento
político cubano del período. La guerra había
terminado y dejaba espacio para la meditación sobre las
causas del fracaso, los errores cometidos y las perspectiva del
reinicio.

En el país se forjó un movimiento
crítico que tuvo su tribuna en la "Revista de Cuba",
dirigida por el abogado y político José Manuel
Cortina (1853-1884) de ideología autonomista pero que
favoreció el debate de ideas, tanto en su revista como en
las tertulias que auspiciaba sobre temas estéticos,
filosóficos y políticos que tenían por
centro la sociedad cubana y sus problemáticas.

Continuadora de esta línea de debate lo fue la
"Revista Cubana" dirigida por Enrique José Varona
(1849-1933), en la que ya se define una generación de
aspiraciones progresistas y críticas de inclinación
positivista liderada por Varona, que alcanza en este
período su madurez intelectual asumiendo de forma
crítica las ideas de Comte, como respuesta a la
metafísica anticientífica que había
estancado el desarrollo cultural de la isla.

El positivismo de Varona más que la
identificación a una corriente filosófica fue el
acercamiento crítico a una forma nueva de pensar que se
avenía al desarrollo ascendente de un pensamiento que
parte de José de la Luz y Caballero y tiene su
culminación en él.[1]

El positivismo spenceriano[2]es la
corriente con la que se identifica Varona, sobretodo sus
teorías evolucionistas y que concibe a la sociedad como un
organismo vivo donde cada órgano tenía
función específica e invariable, con la
intelectualidad como órgano que cumple varias funciones.
Para Varona el papel rector en los procesos sociales corresponde
a las individualidades, supeditando a estas toda acción de
las masas. Sus ideas políticas evolucionan de un
reformismo de buena fe al independentismo, al llegar al
convencimiento que no había otra salida para
Cuba.

En cuanto a la religión, Varona predicó el
anticlericalismo, aunque no dejó de asignarle importancia
en ciertas etapas del desarrollo social. Atacó los restos
del pensamiento escolástico que sobrevivía en Cuba,
apegado como estaba al pensamiento científico, cuya base
eran las ciencias naturales.

El pensamiento positivista, que se presenta como
reaccionario en el contexto europeo de fines del siglo XIX, en
Cuba representa una tendencia que enfrenta al movimiento
conservador y reformista que predomina en el país. Por
esta razón el positivismo fue abrazado por los sectores
más progresistas de la cultura del país.

Vale destacar las figuras de Enrique Piñeyro
(1839-1911) y Manuel Sanguily (1848-1925), creadores y ensayistas
de acertada pluma, que se afiliaron siempre a las ideas
separatistas, pero se identificaron con el pensamiento hegeliano,
fundamentalmente desde el punto de vista
estético.

El independentismo mantuvo en el período de
tregua su vigencia defendido por líderes de la talla de
Máximo Gómez, Antonio Maceo, Calixto García
y otros muchos que vieron en este momento de paz el necesario
ajuste ideológico para continuar la lucha. Dentro y fuera
de la isla estas fuerzas hacían grandes esfuerzos para
reorganizarse y unir a los cubanos bajo el pensamiento
separatista.

En Cuba las ideas de la independencia estaban sostenidas
por intelectuales como Manuel Sanguily, Enrique Piñeyro,
Juan Gualberto Gómez, Manuel de la Cruz y Enrique
José Varona, entre otros. Ellos aprovecharon los espacios
que le brindaba el régimen colonial para defender los
ideales de libertad, frente a la propaganda de los autonomistas y
los integristas.

Desde su exilio en Nueva York, José Martí
comienza a configurar el pensamiento más avanzado y
progresista del independentismo cubano. Con la unidad de todas
las fuerzas que desean la independencia como base de su proyecto
para resolver los problemas de Cuba, que él
entendía no era solo el colonialismo español, sino
los graves problemas sociales derivados de la esclavitud y los
peligros anexionistas aupados por la oligarquía del
país.

El pensamiento martiano tiene un significado
extraordinario para el desarrollo del pensamiento social
latinoamericano. En él se conjugan la labor
práctica con una profunda elaboración
teórica en la organización de la lucha por la
liberación de Cuba y contra los peligros reales del
anexionismo, entendido todo esto como parte de un proceso que
afectará de un modo u otro a toda la América
Latina.

José Martí parte de posiciones
materialistas en problemas del desarrollo histórico
afirmando que las condiciones materiales influyen en la vida del
hombre y la sociedad y que las diversas formas de la sociedad
cambian con las condiciones de vida del hombre.

Lucha contra el escolastismo y en cuestiones del origen
de la tierra y el hombre se atiene a posiciones
científicas, criticando duramente las ideas del
materialismo vulgar y el espiritualismo.

En teoría del conocimiento mantuvo una postura
consecuente sosteniendo que en la tierra no había
más poder que la inteligencia del humana y que solo
había dos medios para llegara a la verdad, la
observación y el
razonamiento.[3]

En cuanto a su pensamiento social, José
Martí parte de la tradición liberal de la
intelectualidad cubana, considerando a los Estados Unidos como el
país donde se habían logrado los mayores avances
democráticos, opinión que fue matizando en la
medida que conoce las interioridades de aquella sociedad. Su
pensamiento se radicaliza a partir de los finales de la
década de los 80s del siglo XIX, con una mayor
comprensión de la evolución social de aquel
país y los peligros que dentro de esa sociedad y su clase
dominante se generaban para Latinoamérica.

Su posición frente a las luchas obreras, muy
activa en su época dentro de los Estados Unidos y Europa,
parte de una comprensión gradual de las demandas de los
trabajadores, abogando por una búsqueda de soluciones a
estos problemas, de modo que no se llegara a la violencia entre
obreros y patrones, haciendo críticas a la lucha de clases
y sosteniendo el criterio de que solo con una evolución
gradual y natural en los acontecimientos se podría hallar
solución a los problemas de los trabajadores.

A fines de los 80s y ante los acontecimientos que se
desarrollan en las ciudades norteamericanas, donde los
trabajadores llevan a cabo un fuerte movimiento de huelgas para
pedir mejoras sociales, los criterios de Martí
evolucionan, tomando partido por los obreros y justificando la
lucha de clases, aunque sigue siendo enemigo de la
violencia.

Ya es un pensador revolucionario que ha tomado partido
por los oprimidos de este mundo, su pensamiento social y
político se resume en su anticolonialismo y en la
búsqueda de soluciones para los problemas sociales de los
más humildes, defensor de la democracia real y de las
libertades de los ciudadanos, de la igualdad racial y de la
cooperación fraternal de las clases de la sociedad, todo
en bien de la patria. Continuador de las ideas de Bolívar
para alcanzar la unidad latinoamericana, como modo de enfrentar
el peligro real del desarrollo imperialista de los Estados
Unidos. Defensor de la identidad cultural latinoamericana
incluyendo en esta a todos sus segmentos sociales, etnias y
razas.

José Martí sienta las bases de la
nacionalidad y de la cultura nacional cubana, en su
concepción más amplia y no elitista, de la cual es
un precursor al dedicar su vida y su obra al logro, primero de la
independencia y luego la fundación de una república
donde se cumpliera un programa de justicia social que abarcara a
las grandes mayorías.

En el movimiento obrero cubano predominan las ideas
anarco-sindicalistas traídas de España por los
trabajadores que se establecieron en Cuba por esos años,
fundamentalmente en el sector tabacalero, el grupo obrero de
mayor tradición clasista dentro de la isla. El difusor
más importante de estas ideas fue Enrique Roig de San
Martín (1843-1889), quien desde el periódico, "El
Productor" (1887), mantuvo las reivindicaciones económicas
de la clase trabajadora, al tiempo que los exhortaba a no
participar en actividades políticas "por ser ajenas a la
esencia del movimiento", combatió la injusticia social y
abogó por la abolición de todas las formas del
Estado. Al morir, el movimiento obrero en La Habana evoluciona
hacia un mayor compromiso con las luchas por la independencia,
sin renunciar a sus ideas sociales.

En el caso de los obreros cubanos, tabaqueros en su
mayoría, radicados en la península de La Florida,
Estados Unidos, estaban bajo la influencia del mismo
anarco-sindicalismo que los de Cuba, pero en medio de una
sociedad mucho más polarizada en cuanto a las luchas
sociales. Eran mayoritariamente independentistas y constituyeron
la base fundamental del Partido Revolucionario Cubano (PRC) de
José Martí.

"La obra de aquellos hombres, que es la obra de los
pobres, es la que hace más grande y justa nuestra
revolución… los pobres trabajaban para llevar al
tesoro de la revolución los primeros auxilios: de las
tabaquería del cayo salieron los primeros rifles, y del
Cayo[4]también las suma que mandó
Martí a Collazo para atender en Cuba –en La Habana-
a las necesidades de la guerra: de los tabaqueros, y de hombre
como Gato[5]que si hoy son ricos, han adquirido
todas sus riquezas en la mesa del obrero y al lado de los
virtuosos emigrados cubanos."[6]

En este núcleo de trabajadores cubanos radicados
en los Estados Unidos surge la propaganda de las ideas marxistas
desarrolladas al contacto con el movimiento obrero
norteamericano, siendo Carlos Baliño (1848-1926) el
precursor de las mismas entre los cubanos, a través de,
"La Tribuna del Trabajo" (1889) publicado por él en Cayo
Hueso, lo que no impidió que hiciera también
propaganda independentista y que fuera uno de los fundadores del
PRC junto a José Martí.

Con la intervención norteamericana y el fracaso
de autonomismo renace una tendencia anexionista surgida bajo la
influencia del bloqueo antinacional dominante y la influencia
política del ocupante yanqui.

Estos se manifiestan en "(…) la
condenación de las posiciones antipatrióticas de
los jerarcas autonomistas, de sus "diatribas almidonadas", que
continuaron produciéndose atrevidamente incluso
después de terminada la Guerra del 95, como ocurrió
con la abominable execración de José Martí
por Eliseo Giberga en 1901; se encuentran en el análisis
crítico del papel pro yanqui de Nicolás Heredia, el
autor de "Leonela", y en las campañas anexionistas de
José Ignacio
Rodríguez"[7]

El colaboracionismo entreguita del grupo burgués
no fue suficiente para derrotar el sentido independentista de las
mayorías en Cuba, por lo que los planes de Estados Unidos
en cuanto a la anexión tuvieron que ser variados por la
fórmula de instaurar un gobierno débil y plegado a
sus designios, tanto en lo político como en lo
económico.

La burguesía cubana perdió definitivamente
su carácter nacional para convertirse en un
apéndice de la burguesía monopolista de los Estados
Unidos a la cual se alió en un esfuerzo por impedir el
triunfo de la guerra de liberación nacional que
tenía profunda raíces populares.

 

 

Autor:

Ramón Guerra
Díaz

 

[1] Panorama Histórico de la
Literatura Cubana. Max Henríquez Ureña. Tomo 2.
La Habana, 1967

[2] Habert Spencer, filósofo
inglés de mediados del siglo XIX.

[3] José Martí citado por
V.Krapivin, en ¿Qué es el Materialismo
dialéctico?. Pp.82-83. Moscú. 1985

[4] Cayo Hueso, Florida

[5] Iván Hidalgo Gato. Dueño de
una fábrica de tabaco en Cayo Hueso.

[6] Fermín Valdés
Domínguez, en “Fragmentos del Diario de Soldado de
Fermín Valdés Domínguez”, Revista
Universidad de La Habana, pág. 159, Nº 195. La
Habana, 1972

[7] José Cantón Navarro.
Comentario al libro “Ideología y luchas
revolucionarias de José Martí” de Salvador
Morales. La Habana 1984.Anuario CEM Nº 8 pp. 93 y 94

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