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Ni filosofía sin ciencia, ni ciencia sin filosofía




Enviado por Luis Ángel Rios



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    Ni filosofía sin ciencia, ni ciencia sin
    filosofía – Monografias.com

    Ni filosofía sin ciencia, ni
    ciencia sin filosofía

    Como algunas construcciones lingüísticas
    artificiosas, elaboradas por detractores de la filosofía,
    generan imaginarios colectivos de rechazo al quehacer
    filosófico, fundados en el supuesto hecho de que,
    actualmente, sólo la ciencia puede dar respuestas a la
    problemática diversa que nos inquieta -solamente con el
    fruto de la investigación científica de la
    naturaleza y de la sociedad-, en el presente texto me propongo
    demostrar que, si bien es cierto que la ciencia responde en gran
    medida a este tipo de investigación, la filosofía y
    sus productos efectúan aportes vitales a nuestra cultura
    (entendida como la totalidad del quehacer material e intelectual
    del ser humano) en el campo del pensamiento, en procura de
    respuestas que la ciencia, dada su naturaleza y su
    metodología, no puede ofrecer, sobre todo en lo
    concerniente, a la existencia auténtica del ser humano y
    del ser de las cosas. El título de este escrito significa
    que no puede haber "divorcio" entre ciencia y filosofía;
    entre las dos debe existir una moderada sinergia. Mi
    intención es tratar de armonizar filosofía y
    ciencia o ciencia y filosofía.

    En los dos últimos siglos, debido a la
    exacerbación de la racionalidad instrumental (con sus
    frutos: la ciencia y la tecnología) y la imposición
    del positivismo (con su cientificismo), se ha pretendido "dar
    muerte" a la filosofía. Pareciere que en nuestros tiempos
    nos tocare contemplar impotentes el fenómeno universal de
    la decadencia de la filosofía. "Cada día son
    más los pensadores que expulsan a la filosofía de
    la república de las ciencias"[1]. A pesar
    de ello, la filosofía continúa incólume
    desarrollando su quehacer natural: reflexionar sobre el mundo en
    que vivimos para comprenderlo y proseguir con la
    transformación que le compete, tal como lo ha hecho desde
    su nacimiento en la antigua Grecia.

    El entusiasmo de los nuevos descubrimientos, las
    invenciones y los asombrosos adelantos en la investigación
    científica en sus diversos campos de acción ha
    provocado un olvido de la ontología, la metafísica,
    los valores, la ética, el arte y otras objetivaciones del
    espíritu, producto del quehacer filosófico. En este
    sentido, el antropólogo Loren Eiseley precisa que estos
    son aspectos "intangibles de la vida que matizan una
    civilización y determinan a la larga si ella ha de ser
    humana o cruel; en otros términos, si el mundo moderno, en
    cuanto se refiere a la vida espiritual interior, será como
    la coraza acerada de la proyección exterior, o
    exhibirá la rica textura de la experiencia genuinamente
    humana"[2].

    El periodista Andrés Salcedo afirma, con relativo
    fundamento, que las únicas respuestas serias y confiables
    no las han dado los filósofos sino los matemáticos
    y astrofísicos como Stephen Hawking. "Los grandes
    filósofos de nuestro siglo (XX) son los físicos
    atómicos, los astrónomos, los neurólogos.
    Sus respuestas son más claras y esclarecedoras que los
    complicados enunciados de los filósofos en las
    universidades. Uno de estos profesores podría leer y
    explicar la filosofía de Kant pero sería incapaz de
    aclararle a un joven neurotizado por un entorno patológico
    lo que es la vida porque no lo saben. Los filósofos
    occidentales han dejado de hacerse preguntas, son incapaces de
    calmar la angustia de la sociedad cultural"[3]. El
    psicoanalista Oreste Saint–Drome se pregunta si puede un
    filósofo responder directamente a una sola de las
    preguntas que nos asaltan en nuestra vida cotidiana. "El
    método científico se aplica a todo y a todo,
    especialmente a la sociedad. Fuera los aficionados y los
    charlatanes; sitio para los especialistas y los expertos…
    Platón y Santo Tomás al armario. La política
    se inspira en Newton y en Darwin"[4].

    Efectivamente, los científicos pueden darnos, en
    estos tiempos, algunas respuestas "claras y esclarecedoras" sobre
    cómo funciona el universo. Los filósofos no podemos
    negar radical y dogmáticamente la "verdad" de Salcedo y
    Saint–Drome. Sería como desconocer la "realidad" o,
    en otros términos más concretos, el mundo actual.
    Qué filósofo, por más dogmático que
    sea, se atreve a desconocer los efectos de los nuevos paradigmas
    científicos. Quién osa negar la importancia e
    influencia de la mecánica cuántica con todos sus
    asombrosos y revolucionarios productos: principio de
    incertidumbre, teoría de las supercuerdas, teoría
    de los mundos paralelos, bosón de Higgs, física de
    partículas, quarks y leptones, propiedad o dualidad
    onda-partícula, realidad incierta, modelo estándar,
    teorema de Bell, observador-participante, indeterminismo, azar,
    función probabilista, modelo simple de núcleo
    radioactivo, efecto Compton, gato o ecuación de
    Schrödinger, principio de no localidad, principio de
    complementaridad de Bohr, principio de simetría, principio
    de indecibilidad, de incomplitud o teorema de Gödel,
    principio de exclusión, principio de operación,
    principio de autoorganización Y
    qué decir de la teoría de la relatividad. La
    ciencia ha avanzado de tal manera que se necesitan nuevas
    herramientas conceptuales, metodológicas y renovados
    fundamentos epistemológicos para conocer, interpretar y
    comprender el universo en que vivimos. Pero no podemos olvidar
    que muchas ciencias tienen su origen en la filosofía.
    Precisamente, la mecánica cuántica hunde sus
    raíces en el pensamiento de Leucipo y Demócrito
    (éste último llamado "el primer físico de
    partículas" por el científico Leon Lederman). Los
    físicos, además de matemáticas,
    también han investigado en la filosofía, porque en
    ella están los principios de ésta y de otras
    ciencias.

    ¿Qué información puede ofrecernos
    la filosofía en esta época de grandes inventos y
    descubrimientos técnico–científicos:
    microchip, acelerador de partículas, internet,
    televisión digital, mecánica cuántica y sus
    productos, etc.? "¡Ninguna!", contestarán los
    detractores de la filosofía. "Pero quienes nos informan
    nos desinforman", refutamos los defensores de la
    filosofía. Savater, uno de éstos, sostiene que no
    queremos más información sobre lo que pasa sino
    saber qué significa la información que nos ofrecen
    las ciencias de la naturaleza, los técnicos y los medios
    de comunicación, "cómo debemos
    interpretarla con otras informaciones anteriores o
    simultáneas, qué supone todo ello en la
    consideración general de la realidad en que vivimos,
    cómo podemos o debemos comportarnos en la situación
    así establecida"[5]. En este contexto la
    filosofía responde a las preguntas de qué es la
    información, el conocimiento y la
    sabiduría.

    A juzgar por el crudo materialismo que impera en nuestra
    sociedad capitalista, ávida de tecnología, inventos
    y descubrimientos de interés para incrementar el
    consumismo, es posible que se desconozca que la filosofía
    ha inquietado a los científicos. Brillantes
    científicos del siglo XX, como Neils Bohr, Ernest
    Rutherford y Albert Einstein (por citar solamente éstos),
    para poder formular sus teorías, primero debieron haber
    leído a los grandes filósofos como Platón,
    Aristóteles, Francis Bacon, René Descartes,
    Spinoza, John Locke, David Hume, Inmmanuel Kant y Augusto Comte,
    entre otros, fundamentadores y teóricos del conocimiento
    científico. Posiblemente algunos científicos no son
    filósofos de oficio, pero esto no implica que no sepan
    filosofar. Los científicos también saben filosofar,
    así no sean filósofos. Los buenos
    científicos, para controvertir a los filósofos,
    primero los deben leer y entender. José Ortega y
    Gasset[6]nos recuerda que Einstein necesitó
    saturarse de Kant y de Mach para poder llegar a su aguda
    síntesis, y que Kant y Mach –con estos nombres se
    simboliza sólo la masa enorme de pensamientos
    filosóficos y psicológicos que han influido en
    Einstein– sirvieron para liberar la mente de éste y
    dejarle la vía franca hacia su innovación. La
    importancia de Einstein para la filosofía es indudable,
    puesto que de sus descubrimientos resultó una nueva
    concepción del universo. Galileo Galilei para rebatir las
    ideas aristotélicas que imperaban en su tiempo
    retomó la filosofía de Pitágoras,
    Platón y Arquímedes. El científico Leon
    Lederman aclara que Galileo "se nos aparece como un pensador
    profundo, de mente sutil, capaz de hallazgos intuitivos que
    envidiaría cualquier físico teórico de
    hoy…"[7]. La obra newtoniana no se
    comprende sin el aporte de la influencia del naciente liberalismo
    y el surgimiento del empirismo. "Ha habido espléndidos
    científicos y maravillosos descubrimientos antes de los
    treinta años de edad; logros filosóficos
    definitivos han exigido muchos más años de
    reflexión y de madurez"[8]. En el discurso
    científico, por ser contrastable internamente, de acuerdo
    con los profesores del Gimnasio Moderno de Bogotá, Carlos
    Cardona S. y Uriel A. Cárdenas, la ciencia y la
    filosofía se enriquecen con el debate, sin el cual no
    podrían existir, debido a que son una actividad
    crítica. El debate y la crítica conforman el eje
    central del filosofar. "La física es una aventura profunda
    y rica, que se ha convertido en inseparable de la
    filosofía y un intento de establecer una relación
    de armonía con una entidad muy superior a nosotros mismos,
    la naturaleza. Lo que exige de nosotros buscar, formular y
    desarraigar uno tras otros, nuestros más profundos y
    queridos prejuicios y viejos hábitos mentales en una
    búsqueda infinita de lo alcanzable… Según
    Einstein, los conceptos físicos son creaciones libres de
    la mente humana, y no están, aunque pudiera parecerlo,
    determinadas en forma única por el mundo
    exterior"[9].

    La ciencia no ofrece todas las respuestas a la compleja
    problemática del universo, ni los filósofos han
    cesado de preguntarse. Sin soslayar la ciencia, con el
    ánimo sereno de refutar al referido periodista Salcedo, es
    procedente aclararle que el verdadero filósofo sí
    es capaz de aclararles inquietudes a los jóvenes,
    plantearse inquietudes profundas y aportar soluciones a la
    angustiante realidad actual. En plena postmodernidad, desconocer
    la importancia de la ciencia, sería mera necedad e
    ignorancia. La ciencia y la filosofía son indispensables,
    porque ambas obedecen a dos necesidades del espíritu
    humano. Necesitan compenetrarse porque ninguna puede desconocer
    sus saberes y sus métodos; la filosofía no puede
    ignorar los aportes científicos para afianzar sus
    planteamientos. Para Will Durant, "la ciencia es
    descripción analítica, la filosofía es una
    interpretación sintética"[10].
    Oswaldo Robles nos aclara que "los grandes filósofos han
    sido versados en la ciencia de su tiempo"[11]. La
    diferencia estaría en que "la ciencia hace sus conquistas
    siempre a base de pruebas objetivas, de verificaciones
    incontrovertibles; las conclusiones a que llega la
    filosofía no son susceptibles de pruebas objetivas, y por
    lo tanto, de verificaciones
    incontrovertibles"[12].

    La ciencia tiene unas respuestas, pero no todas las
    respuestas; la filosofía, así mismo, tiene muchas
    preguntas que la ciencia no puede responder. Ninguna ciencia o
    saber diferente a la ontología o la metafísica
    puede dar respuesta sobre la existencia auténtica de las
    cosas y del ser humano. Así sean sólo
    especulaciones discursivas o teóricas, la filosofía
    intenta dar respuesta a las preguntas que se le escapan a la
    ciencia, ya que ésta, según sus métodos
    tradicionales, dentro de los laboratorios busca describir,
    explicar y comprender racionalmente los procesos naturales y
    sociales; la filosofía, dada su naturaleza, no se
    introduce en los laboratorios de investigación
    científica para elaborar sus planteamientos o
    teorías. Sin embargo, la filosofía, a pesar del
    inobjetable desarrollo científico, sigue ofreciendo
    respuestas a los problemas humanos fundamentales que se le
    escapan a la ciencia, por cuanto la investigación
    metafísica de la auténtica vida humana, en sus
    más profundas dimensiones, se resiste a servir como
    "conejillo de indias" de los métodos caducos de
    investigación. En conclusión, los filósofos
    seguimos haciendo y haciéndonos preguntas y somos capaces
    de "calmar la angustia de la sociedad cultural" y responder
    directamente a "las preguntas que nos asaltan en nuestra vida
    cotidiana". Los filósofos lo intentamos y somos capaces,
    lo que ocurre es que el poder aletargador de la razón
    instrumental y el condicionamiento de nuestro fenómeno
    socioeconómico denominado capitalismo, con su feroz
    competencia y voraz consumismo, no permite espacios de
    reflexión para pensar la vida porque no están
    dentro de los rangos de la "productividad" y de las "ganancias"
    materiales.

    Ni la ciencia puede reemplazar a la filosofía ni
    la filosofía a la ciencia. Las dos tienen su espacio, su
    dinámica y su quehacer en nuestra sociedad. Los
    científicos se ocupan de cómo es el universo, los
    filósofos del porqué del universo. Pareciere que,
    del mismo modo que los alquimistas buscaban la piedra filosofal,
    los científicos persiguen una fórmula que explique
    y describa el universo y sus fenómenos. El filósofo
    no es solamente un pensador, ni el científico es
    sólo un observador; ambos tienen que pensar y observar.
    Los dos piensan sobre las diferentes clases de observaciones. Uno
    tiene que hacer especialmente las observaciones, bajo condiciones
    especiales, antes de poder pensar para solucionar el problema. El
    otro puede confiar en su experiencia corriente. La
    filosofía alcanza su propia comprensión del mundo;
    una comprensión del mundo, una comprensión que
    supera el nivel de las ciencias particulares. Edmundo Husserl,
    que se interesó por la investigación
    matemática antes de interesarse por la reflexión
    filosófica, planteó que las ciencias particulares
    son ingenuamente objetivas. "La ingenuidad es la
    característica fundamental de su actitud frente a los
    objetos, pues se dirigen confiadamente a ellos, y no se preocupan
    por los fundamentos del saber. La filosofía supera la
    ingenuidad de las ciencias. La superación tiene lugar en
    un regreso a la conciencia, a la subjetividad, en la cual se
    pueden encontrar dichos fundamentos… La filosofía
    es una ciencia fundamental y fundamentadora de las otras
    ciencias… La filosofía debe rechazar todo principio
    infundado, toda hipótesis sin demostrar, todo juicio
    oscuro, toda construcción en el aire. La única
    fuente de que ella se puede alimentar es la de lo dado en una
    evidencia indubitable… A diferencia de las otras ciencias,
    que se dirigen a sus objetos en una actitud directa e ingenua, la
    filosofía adopta una actitud refleja y acota su campo de
    trabajo en la subjetividad, fuente de toda objetividad… El
    ser en cuanto tal, la comprensión del ser y los modos del
    ser son temas que no les interesan a las ciencias, pues ella
    sólo tienen ojos para los entes… El rigor
    filosófico consiste… en un heroico esfuerzo por
    mantenerse en ese elemento, es decir, en la relación del
    hombre, y en no dejarse arrastrar por las tendencias naturales
    que lo empujan hacia los objetos"[13].

    Las ciencias particulares dan por supuesto su objeto
    (por eso se llaman ciencias positivas), pero el hombre no puede
    dar nada por supuesto si quiere tener una última claridad.
    Esa es la función, la exigencia de la filosofía. No
    existe una frontera bien definida entre la ciencia y la
    filosofía. "Ningún problema puede ser calificado
    definitivamente de científico o filosófico. La
    diferencia entre ambas reside, no en los problemas que abordan,
    sino en el modo de delimitar los temas y sobre todo en el
    método"[14]. Entre filosofía y
    ciencia existe un fin que las entrelaza: la certeza, la
    evidencia, la verdad. "El hombre busca saber, pero busca sobre
    todo saber la verdad del saber, y la búsqueda de la verdad
    puede decirse que pertenece inevitablemente a la
    realización vital del hombre, de tal manera que la
    razón y la vida se unifiquen en la vía de la
    trascendencia o del sentido pleno de las expectativas y
    realizaciones humanas"[15].

    Pero las relaciones entre filosofía y ciencia son
    objeto de posiciones encontradas. Muchos científicos
    consideran que los aportes de la filosofía carecen de
    valor por no tener en cuenta los estándares del
    método científico. Erich Fromm precisa que el
    método científico exige objetividad y realismo,
    exige ver el mundo como es, y no deformado por los deseos y los
    temores de uno. "Exige ser humilde hacia los hechos de la
    realidad y renunciar a toda esperanza de omnipotencia y
    omnisciencia. La necesidad de pensamiento crítico, de
    experimentación, de pruebas, la actitud dubitativa, todas
    éstas son características del esfuerzo
    científico, y son precisamente los métodos de
    pensamiento que tienden a contrarrestar la orientación
    narcisista"[16]. Afirman que se trata de
    especulaciones o de abstracciones incontrastables con la
    realidad. Para ellos, el filósofo es un hombre
    distraído con tendencia a separarse de la realidad. En
    contraste, varios filósofos piensan que la
    filosofía tiene establecido un camino independiente de los
    procedimientos técnicos y métodos de la
    ciencia.

    Ante estas posiciones, el pensador Hernando
    Barragán Linares plantea que "el papel de la
    filosofía es servir de coordinadora del pensamiento
    científico, lograr una síntesis conceptual donde el
    saber se unifique"[17]. Barragán aclara que
    la filosofía no se puede inclinar únicamente a
    escoger datos científicos. Ante todo, precisa, tiene una
    función crítica, fundamentadora, orientadora del
    proceso científico. El científico en su trabajo de
    investigación se encuentra con problemas inherentes al
    material de su quehacer a los cuales pretende dar respuestas de
    acuerdo con el método científico, "pero encontramos
    que el científico tiene que vérselas con una serie
    de dificultades propiamente filosóficas, por ejemplo
    cuando trata de situaciones como la naturaleza de la materia, el
    determinismo o indeterminismo de la naturaleza, etc., problemas
    que en el fondo tienen un carácter teórico de mayor
    extensión por cuanto no son sólo planteados a nivel
    de una ciencia determinada sino que hacen referencia a una
    situación no sólo de mayor amplitud sino
    también de mayor complejidad"[18]. En
    concepto de Savater, la filosofía es la reflexión
    sobre el sentido general de la existencia, sobre el porqué
    de las cosas. Y sobre esto no reflexiona la ciencia. El quehacer
    filosófico consiste en explicar y no en describir la
    naturaleza de las cosas.

    Si bien es cierto que la ciencia da respuestas a muchas
    de las preguntas que se hace el hombre práctico,
    la diferencia entre filosofía y ciencia estaría en
    su actitud ante la certeza. "En filosofía alternan tanto
    la búsqueda como el hallazgo, la duda como la tendencia al
    sistema. Ha dicho un filósofo que la medianoche contiene
    el amanecer. Constataba que el hombre siempre vuelve a la
    pregunta, como manera de ser original. Una pregunta que, a la vez
    que no tiene conclusión, no puede ser, como hoy, igual a
    la anterior"[19]. Es posible, dependiendo de las
    circunstancias, que la ciencia pueda resolver preguntas de la
    filosofía, y viceversa. El filósofo Jaime
    Vélez Correa[20]sostiene que es probable
    que ciertos aspectos de las preguntas a las que hoy atiende la
    filosofía reciban mañana solución
    científica, y es seguro que las futuras soluciones
    científicas ayudarán decisivamente en el
    replanteamiento de las respuestas filosóficas venideras,
    así como no sería la primera vez que la tarea de
    los filósofos haya orientado o dado inspiración a
    algunos científicos. No tiene por qué haber
    oposición irreductible, ni mucho menos mutuo menosprecio,
    entre ciencia y filosofía, tal como creen los malos
    científicos y los malos filósofos. La ciencia puede
    establecer, por sí misma, límites en el terreno del
    conocimiento positivo. Sin embargo, la filosofía, cuya
    naturaleza es cuestionarse las raíces de lo real y con
    ello penetrar en la dimensión de su carácter de
    criatura, se enfrenta formalmente con lo incomprensible, con la
    criatura en cuanto misterio. De lo único que podemos estar
    ciertos es que jamás ni la ciencia ni la filosofía
    carecerán de preguntas a las que hay que intentar
    responder.

    Con respecto a la ciencia, queda claro que "la
    opinión filosófica de la realidad, no podrá
    nunca ser opinión ingenua en sentido vulgar, ni
    crítica en el sentido científico, será un
    examen de las posibilidades no ya de los sentidos, sino de la
    razón, para determinar el valor de sus informaciones a los
    efectos de integrar el conocimiento total, es decir, una
    opinión crítica en sentido
    filosófico"[21]. La filosofía es
    como la ciencia y difiere de la historia en que busca verdades
    generales más bien que un informe sobre sucesos pasados en
    particular. Pero el filósofo no formula la misma
    índole de preguntas que el hombre de ciencia, ni emplea la
    misma clase de método para contestarlas. Indaga más
    allá de la realidad y las relaciones entre los
    fenómenos; busca penetrar hasta las causas y condiciones
    últimas de las cosas existentes y mutables. Tales
    problemas se solucionan sólo cuando las respuestas a ellos
    son claramente demostrables.

    Es posible que los filósofos no hayan podido
    avanzar al paso de las teorías científicas. Pero el
    filósofo, sin la presión de la observación y
    de la experimentación[22]en una perfecta
    interrelación con el científico, puede complementar
    y perfeccionar sus planteamientos, para que sean acordes con la
    realidad actual, superando especulaciones filosóficas
    caducas, y no contradigan teorías científicas,
    evidentemente contundentes e irrefutables. La ciencia permite al
    filósofo desechar dogmatismos y saberes superados,
    especialmente en el campo cosmológico. La filosofía
    humaniza el quehacer científico. La filosofía no
    puede prescindir de la ciencia en procura de su fundamento y
    solidez. El filósofo que ignora las conquistas
    científicas, plantea sistemas ilusorios. "El
    científico, a su vez, necesita una buena formación
    filosófica para orientar y valorar su investigación
    en función del hombre integral, en todas sus
    dimensiones"[23]. Con la filosofía
    coordinamos las diferentes actividades, pero no alcanza el grado
    del saber propiamente dicho, reservado únicamente al
    conocimiento científico. Sólo existe un saber y una
    verdad científica, mientras que son posibles varias
    sabidurías filosóficas. "En la actualidad las
    ciencias pretenden explicar cómo están hechas las
    cosas y cómo funcionan, mientras que la filosofía
    se centra más bien en lo que significan para
    nosotros… la filosofía se pone a reflexionar sobre
    cómo cuenta para nosotros lo que sabemos, lo que sucede y
    lo que hay"[24]. En tanto que la ciencia fragmenta
    y especializa el saber, la filosofía relaciona todo lo
    demás con el ánimo de humanizarnos. La ciencia
    ofrece soluciones; la filosofía, respuestas.
    La
    filosofía "rescata la realidad humanamente vital de lo
    aparente, en la que transcurre la peripecia de nuestra existencia
    concreta"[25]. El filósofo es capaz de
    comprender que debajo de esta realidad en que vivimos y somos se
    esconde una realidad distinta. El quehacer filosófico no
    busca suposiciones sino saberes seguros, "quiere saber lo que
    supone para nosotros el conjunto de nuestros
    saberes"[26]. La filosofía pregunta por
    cuestiones que los científicos dan ya como supuestas o
    evidentes. Según el filósofo Thomas Nagel, la
    principal tarea de la filosofía es cuestionar y aclarar
    algunas ideas muy comunes que todos nosotros usamos cada
    día sin pensar en ellas. La ciencia busca el cómo y
    la filosofía el qué. "Antes de que una ciencia se
    pueda dedicar a investigar cómo son los objetos de su
    dominio, tiene que saber qué son
    ellos"[27].

    En el amplio y fascinante mundo del conocimiento el
    historiador se pregunta qué sucedió en el pasado,
    el filósofo qué es el tiempo; el físico
    qué explica la gravedad, el filósofo cómo
    podemos saber que hay algo fuera de nuestra mente; un
    matemático cuáles son las relaciones entre los
    números, el filósofo qué es un
    número; el psicólogo cómo aprenden los
    niños el lenguaje, el filósofo por qué una
    palabra significa algo. La ciencia y la filosofía intentan
    contestar preguntas suscitadas por la realidad.

    Los filósofos, en el siglo XVIII, consideraban
    todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, como su campo,
    y discutían si el universo tuvo un principio. "Sin
    embargo, en los siglos XIX y XX, la ciencia se hizo demasiado
    técnica y matemática para ellos, y para cualquiera,
    excepto para unos pocos especialistas. Los filósofos
    redujeron tanto el ámbito de sus indagaciones que
    Wittgenstein dijo: La única tarea que le queda a la
    filosofía es el análisis del
    lenguaje"[28].

    Los buenos científicos deben hacer
    filosofía de la ciencia. No obstante, numerosos
    científicos se han dado por satisfechos dejando la
    filosofía de la ciencia a los filósofos, y han
    preferido seguir "haciendo ciencia" en vez de dedicar más
    tiempo a considerar en términos generales cómo "se
    hace la ciencia". Según Einstein, con cierta
    justificación se afirma que el hombre de ciencia es un
    filósofo de mala calidad. ¿Por qué, por
    ejemplo, el físico no deja que el filósofo se ponga
    a filosofar? "Esto bien puede ser lo correcto en momentos en que
    el físico cree tener a su disposición un sistema
    rígido de conceptos y leyes fundamentales, tan bien
    establecidos, que ninguno puede tocarlos. Pero puede no serlo en
    un momento en que las bases mismas de la física se han
    vuelto tan problemáticas como lo son hoy. En tiempos como
    el presente, cuando la experiencia nos compele a buscar una nueva
    y más sólida fundamentación, el
    físico no puede simplemente entregar al filósofo la
    contemplación crítica de los fundamentos
    teóricos, porque nadie mejor que él puede explicar
    con mayor acierto dónde aprieta el
    zapato"[29]. El físico, dadas las
    dificultades de su ciencia, debe "afrontar problemas
    filosóficos en grado muy superior a lo que sucedía
    en anteriores generaciones"[30]. Einstein
    aclaró que para el científico es imposible avanzar
    sin la previa consideración crítica del problema de
    analizar la naturaleza del pensamiento de cada día. El
    filósofo, en su tarea de preguntarse sobre la materia,
    debe saber de física y química. "Un pensador que
    hoy intentase hacerse preguntas filosóficamente serias
    sobre la materia, ignorándolo todo de la física y
    la química actuales, sería un chamán o un
    ignorante, nunca un filósofo"[31]. La
    pretensión de la filosofía de elaborar un sistema
    sobre el mundo y el hombre independiente de los aportes de las
    ciencias no es posible, como tampoco es probable que el mero
    desarrollo de las ciencias baste para una adecuada
    concepción del universo. "La tarea de la filosofía
    es reflexionar sobre la cultura en que vivimos y su significado
    no sólo objetivo sino también subjetivo para
    nosotros: para ello, como resulta obvio, es necesario tener la
    mayor información cultural posible. No todas las personas
    cultas son filósofos, pero no hay filósofos
    declaradamente incultos… y las ciencias son parte
    imprescindible de la cultura, no una desviación de
    interés puramente instrumental. Sin preparación
    cultural previa a lo más que llega la filosofía es
    a fórmulas no totalmente irrelevantes pero bastante
    limitadas…"[32].

    Sería procedente que los filósofos
    efectúen una revisión de las funciones de la
    filosofía y su quehacer en la dinámica del
    desarrollo de las ciencias. "Es necesario tomar conciencia de que
    la filosofía, al igual que los planteamientos
    científicos, necesita proyectarse, descubrir, valorar,
    inventar y dar solución a los problemas que se van
    presentando en todos los procesos reales. Así, la
    filosofía deja de ser la ciencia que tiene la verdad y
    comienza a caminar en pos de una verdad
    perfectible"[33].

    Es importante este quehacer debido a que la
    filosofía, como arte de las aclaraciones conceptuales,
    proporciona una habilidad para pensar claramente acerca de las
    cuestiones poco claras. Las aclaraciones conceptuales
    determinadas por el filósofo de la ciencia ayudan al
    científico a formular mejores teorías. En cuanto
    que la filosofía es sinóptica y especulativa, puede
    tener efectos prácticos al sugerir las teorías
    científicas del futuro. Como es problemática la
    relación ciencia y filosofía, es posible que
    existan interferencias. "Por un lado se puede caer en la
    tentación de querer marcar desde la filosofía los
    caminos de la ciencia y fijar los límites del valor de sus
    adquisiciones, como si no conociera el investigador mucho mejor
    que el filósofo las limitaciones de su propia ciencia. Y
    por otro, se da el caso de científicos que, desprovistos
    de toda cultura filosófica, se lanzan a hacer
    metafísica y construyen alegremente materialismos
    dogmáticos u otros sistemas, sin tener en cuenta las
    condiciones epistemológicas de su disciplina o de la
    ciencia en general"[34].

    Al científico se le ha supuesto un alto grado de
    veracidad desde sus comienzos, cuando aún se encontraba
    dentro del amplio universo de la filosofía. "El
    sabio–filósofo tenía la misión de
    encontrar la verdad y comunicarla. Hoy en día, los
    políticos, periodistas, artistas o vendedores pueden
    mentir de vez en cuando. Los científicos,
    no"[35]. Pero, por desgracia, los
    científicos no siempre dicen la verdad. Ellos a veces
    mienten, ya sea por conveniencias personales, sociales,
    económicas, religiosas o políticas. "Unas veces lo
    hacen por ingenuidad o por competencia; otras, por simple
    corrupción"[36]. Los filósofos es
    posible que no mientan intencionalmente, pero sus planteamientos,
    muchas veces, no corresponden con nuestra realidad, porque las
    evidencias, la realidad o la ciencia los han superado, refutado o
    desvirtuado. Las enseñanzas de Aristóteles
    (considerado como el pensador más genial de todos los
    tiempos; "un gigante mental", según la historiadora y
    filósofa Diana Uribe Forero), que eran aceptadas como
    verdades irrefutables hasta hace poco tiempo, han sido superadas.
    "Lo que él enseñaba era considerado como una verdad
    irrefutable para todo el mundo. Sin duda, Aristóteles
    había llegado a conclusiones ciertas en los campos de la
    lógica, de las ciencias políticas y también
    en el ordenamiento de las especies biológicas; pero hoy,
    muchos de sus conocimientos pueden considerarse –por
    decirlo suavemente– como una mezcolanza de argumentos
    todavía no demostrados y
    supersticiones"[37]. No obstante,
    Aristóteles tiene una contundente vigencia en la cultura
    occidental que no alcanzamos a captar sin el concurso de la
    reflexión filosófica.

    Ante el arrollador avance de la ciencia y de la
    tecnología, es bueno reflexionar un poco sobre el
    conocimiento que nos brinda la naturaleza, porque muchas veces es
    inexacto y nos puede alejar de la verdad. Según Blas
    Pascal, los conocimientos de la naturaleza arrojan al hombre a
    una contradicción insoluble y dolorosa, porque sus
    resultados pueden ser falsos. En tal caso, los seres humanos
    vivirán envueltos en una versión espuria de la
    realidad, con todas las consecuencias derivables de tan
    errática condición. En medio de la apabullante
    incertidumbre del mundo que nos rodea, dentro del cual no somos
    más que una partícula insignificante e innecesaria,
    debemos contemplar la naturaleza y contemplarnos a nosotros
    mismos, de manera que nos sea posible establecer justas
    proporciones entre estas dos contemplaciones, antes de ocuparnos
    de la indagación científica sobre el mundo.
    "Flotamos sobre un vasto término medio, siempre incierto y
    lanzados de un extremo a otro; si queremos afirmarnos en un
    punto, nos abandona, y si le seguimos, se aleja de nosotros en
    una huida eterna; nada se detiene para nosotros; es el estado que
    no es propio y a la vez el más contrario a nuestra
    inclinación, puesto que ardemos en deseos de hallar una
    base firme para edificar una torre que llegue al infinito; pero
    nos falta el suelo, y la tierra se abre a nuestros pies; no
    busquemos, pues, punto de apoyo; nuestra razón está
    siempre combatida por la inconsistencia de las apariencias, y
    nada puede fijar lo infinito entre los infinitos que lo encierran
    y lo huyen"[38]. Para Pascal, la ciencia natural
    no constituye la respuesta al deseo de conocer qué
    caracteriza a la condición humana. La ciencia genera error
    y parcialidad.

    El geólogo norteamericano, de origen
    japonés, Kenneth Tanaka, tratando de reivindicar la
    tradición judeo–cristiana, sostiene que la ciencia
    no tiene ni tendrá nunca todas las respuestas, no
    será dueña absoluta de la verdad. Según
    él, comprendió que la ciencia no le da
    propósito ni sentido duradero a la vida. "Las opiniones
    científicas actuales sobre el universo pronostican que, o
    sufrirá una implosión, o se disipará como
    una neblina de partículas sin estructura. Si la no
    existencia es el destino final, ¿cómo podría
    tener algún sentido la existencia?"[39].
    Muchas teorías científicas que se han considerado
    como ciertas, han resultado erróneas. "En la ciencia,
    parte del desafío consiste en que los temas que abordamos
    son complejos, a la vez que los datos y las herramientas de
    investigación de que disponemos son limitados. Por ello,
    he aprendido a ser precavido a la hora de aceptar como hechos
    teorías no comprobadas, sin importar con cuánto
    cuidado hayan sido elaboradas"[40]. En
    opinión de Bertrand Russell, "en la vida diaria aceptamos
    como ciertas muchas cosas que, después de un
    análisis más riguroso, nos aparecen tan llenas de
    evidentes contradicciones, que sólo un gran esfuerzo de
    pensamiento nos permite saber lo que realmente nos es
    lícito creer. En la indagación de la certeza, es
    natural empezar por nuestras experiencias presentes, y, en cierto
    modo, no cabe duda que el conocimiento debe ser derivado de
    ellas. Sin embargo, cualquier afirmación sobre lo que
    nuestras experiencias inmediatas nos dan a conocer tiene grandes
    probabilidades de error"[41].

    En ocasiones se dice que los científicos no
    tienen romanticismo y que su pasión por sus observaciones
    acaba con la belleza y misterio del mundo. "¿Pero no es
    emocionante comprender cómo funciona el mundo, saber que
    la luz blanca está hecha de colores, que el color mide
    ondas de luz, que el aire transparente refleja la luz, que al
    hacerlo discrimina entre las ondas, y que el cielo diurno es azul
    por el mismo motivo por el que el crepúsculo es
    rojo?"[42], pregunta Carl Sagan, uno de los
    más brillantes científicos contemporáneos.
    Según el científico Paul Davies, la ciencia
    actualmente no posee una imagen muy agradable. "Se le considera
    fría, impersonal y carente de sentimientos. Incluso se le
    echa la culpa de que los hombres ya no seamos hoy el punto
    central y absoluto de todas las cosas y de que tengamos que
    conformarnos con la idea de que la humanidad es algo
    insignificante, alejada en un planeta sin importancia que se
    desplaza a enorme velocidad por el vacío del universo.
    Entonces ya no queda del hombre mucho más que la
    teoría de que es un mero accidente sin alma, sin objeto y
    sin finalidad alguna en un universo vacío de sentido y
    surgido sin planificación previa"[43]. En
    defensa de la ciencia, Davies se siente "obligado a creer que, a
    través de la ciencia, podemos tener efectivamente a
    nuestro alcance los fundamentos racionales de la existencia
    natural. Esta confianza se basa en que hemos descifrado ya
    grandes partes del código cósmico y que
    algún día conoceremos quizás toda la
    verdad"[44]. Según Davies, vivimos en la
    era de la ciencia. "Pero no sólo los científicos
    intentan atraer la atención de la gente. Religiones y
    corrientes filosóficas compiten con ella, afirmando que
    pueden ofrecer una imagen del mundo mejor o más completa.
    En su fuerte concurrencia con otros sistemas de ideas, la
    reivindicación de la ciencia tiene gran importancia,
    porque ella se ocupa de la verdad, y toda teoría
    científica sólo se mantiene en pie cuando es
    demostrada experimentalmente"[45].

    Es muy cierto que en los últimos años el
    saber científico ha venido imponiéndose. Es cierto,
    igualmente, que siempre estamos experimentando, pero la
    filosofía no supone una determinada forma
    científica de experiencia. No es necesario estudiar
    ciencias experimentales para poder filosofar. Los
    científicos se han constituido en un criterio de verdad
    para muchos. "Los descubrimientos científicos nos dejan
    extasiados como si se tratase de los primeros frutos ansiados del
    árbol de la vida. Los mitos, dogmas y creencias se
    tambalean y desmoronan estrepitosamente al paso arrollador del
    saber científico"[46]. Los mitos nos llevan
    a aceptar sin cuestionar creencias. El mito es incuestionable.
    "Una característica fundamental del sistema de creencias,
    es que se comporta como un mito familiar; y por
    definición, el mito es inaccesible a la
    argumentación lógica y por lo tanto no se
    cuestiona. Es algo que está ahí y es así
    desde que el mundo es mundo. Es como el aire que respiramos.
    Nacemos y vivimos con ello, porque no hemos conocido otra cosa y
    por lo tanto, sus reglas las admitimos sin crítica y con
    total naturalidad"[47].

    También es cierto que la ciencia ha brindado
    aportes significativos a la humanidad. Pero a pesar de los
    útiles avances tecnológicos y otros aportes de
    invaluable interés en muchos campos del saber, que nos han
    liberado de temores y costumbres perjudiciales, han traído
    consigo algunas consecuencias negativas: espacialismo,
    tecnocracia y peligro de autodestruirnos. "Innegablemente han
    sucedido avances de consideración que han revolucionado
    áreas, ciencias y conciencias, pero en lo concerniente al
    corazón humano cada día es mayor la inhumanidad, la
    insensibilidad del hombre para con el hombre"[48].
    No obstante debemos impulsar y apoyar el quehacer
    científico para un mejor desarrollo, pero es necesario
    apartar el cientificismo. "Cuando el conocimiento
    científico se vuelve exclusivista, corremos el riesgo de
    perder el sentido profundo del hombre, de la vida y del
    universo"[49]. Al respecto, es diciente la
    posición de Alfonso López
    Quintás:

    Valerse del prestigio de la ciencia para alzarse con el
    monopolio de la verdad y de la capacidad investigadora significa
    una reducción de las posibilidades del hombre. Este
    empobrecimiento concede a la ciencia una autonomía total
    en cuanto a métodos y metas. Parece que puede prescindir
    de toda exigencia y norma ética, así como de todo
    ideal valioso. Esa autarquía sirve a los
    científicos para llevar adelante sus investigaciones sin
    la menor traba, guiados solamente por la lógica interna
    del método propio de su especialidad. Tal libertad se
    traduce en un incremento rápido del saber teórico y
    del poder técnico. Este poder, desconectado de toda
    Ética del poder, constituye a medio plazo un grave riesgo
    para la humanidad. Cuando sólo se atiende al desarrollo
    del saber científico y técnico, cada nuevo logro
    significa un triunfo. Para el gran físico alemán
    Otto Hahn, inventar la fisión del átomo de uranio
    constituyó el gran éxito de su vida. Pero poco
    tiempo pudo celebrarlo, ya que, algunos meses después, ese
    adelanto científico hizo posible alcanzar la cumbre
    técnica que significa la construcción de la bomba
    atómica y pulverizar dos bellas ciudades japonesas en unos
    instantes. Al enterarse de que su hallazgo científico
    había sido convertido en instrumento de
    devastación, el genial investigador sintió la
    tentación de poner fin a su vida por verla carente de todo
    sentido […].

    Los científicos más avisados cobran cada
    día una conciencia más clara de que la ciencia no
    ha de procurar sólo su propio triunfo por la ilusa
    creencia de que el avance en el saber teórico y
    técnico se traduce automáticamente en una mayor
    felicidad humana. Los biólogos, especialmente los
    genetistas, saben bien que la investigación se halla
    actualmente bordeando simas muy peligrosas y debe llevarse a cabo
    con precaución, por afán de hacer bien al hombre,
    no de progresar a cualquier precio en el conocimiento de la
    realidad y en el poder de transformación de la misma. En
    qué consiste el bien integral del ser humano y cómo
    se logra es una cuestión ardua que no puede clarificar la
    ciencia a solas, en virtud de su propio método de
    análisis […].

    Desgajar la actividad científica o técnica
    del conjunto de la vida humana significa una alteración de
    su sentido, una reducción de su valor. Este rebajamiento
    de rango facilita que se la tome como medio para fines ajenos a
    la auténtica vocación del hombre. Tal desajuste es
    provocado por los manipuladores para poner el inmenso poder de la
    ciencia y la técnica al servicio del dominio de las gentes
    […].

    Partes: 1, 2

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