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¿Qué es el bautismo en el Espíritu Santo?




Enviado por Victor Preciado



Partes: 1, 2

  1. Introducción*
  2. ¿Qué
    es El Espíritu Santo?
  3. El Espíritu
    Santo durante la vida terrenal de
    Jesús
  4. ¿Dónde habla la Biblia del
    bautismo en Espíritu Santo y fuego?
  5. ¿Qué
    es el bautismo en el Espíritu
    Santo?
  6. ¿Qué
    repercusiones o beneficios obtuvo la iglesia cristiana por el
    bautismo en el Espíritu Santo que no existieran antes
    del mismo?
  7. ¿Hubo un
    segundo bautismo en el Espíritu Santo con Cornelio y
    su casa? ¿ el don del Espíritu Santo es
    otorgado antes de ser bautizado en agua?
  8. Errores del
    Movimiento Carismático o
    Pentecostal
  9. Conclusión

¿Imparte el Espíritu Santo poderes
milagrosos hoy día, como el hablar en lenguas o
sanación de enfermedades?

Introducción*

Actualmente existen muchas iglesias cristianas cuyos
líderes afirman que son capaces de hablar en lenguas
extrañas y también de hacer curaciones milagrosas
por el poder que reciben del Espíritu Santo. Ellos creen
que todo creyente consagrado a Dios que le pide con suficiente fe
puede recibir del Espíritu Santo los poderes milagrosos
que citábamos antes.

Creo que mucha gente ha visto por televisión, o
incluso personalmente en alguna de esas iglesias, escenas en las
que los participantes en las reuniones llegan a ciertos estados
de consciencia semejantes a los de personas en trance o en
éxtasis, en donde pueden llegar a adoptar variadas
posturas corporales, como tenderse en el suelo, y expresar, a voz
en grito, variadas emociones.

Todo esto suele suceder después de la
exhortación, del líder, pastor o evangelista, a la
congregación, y es frecuente que estos dirigentes prometan
a sus fieles que, si tienen fe verdadera, experimentarán
la sanación de sus enfermedades o recibirán aquel
poder milagroso que han pedido, como el hablar en lenguas
extrañas. Estos poderes sobrenaturales, supuestamente, son
impartidos por los predicadores mediante la imposición de
sus manos en las cabezas de los miembros de iglesia que lo
deseen.

La imposición de manos sobre la cabeza del
creyente es la fórmula o procedimiento bíblico que
usaban los apóstoles de Cristo para impartir el
Espíritu Santo a los creyentes de la iglesia cristiana
primitiva del siglo I (Hechos 8:17: "Entonces les imponían
las manos y recibían el Espíritu
Santo.").

Hay que tener en cuenta, que eso ocurría cuando
todavía la iglesia no estaba consolidada, no
disponía de todas Sagradas Escrituras que hoy día
poseemos, estaba en sus inicios, y no había pasado mucho
tiempo del día de Pentecostés en el que "… fueron
todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que
hablasen." (Hechos 2:4).

En los puntos siguientes, vamos a tratar de aclarar si
la Biblia respalda que los poderes milagrosos, que fueron dados
por el Espíritu Santo a los primeres creyentes cristianos,
son todavía otorgados por el Espíritu Santo, y por
tanto susceptibles de que todo creyente, que cumpla unas
determinadas condiciones, pueda obtenerlos, e incluso, hasta
impartirlos, a su vez a otros cristianos que lo deseen
sinceramente.

¿Qué es El Espíritu
Santo?

Aunque este artículo no trata
específicamente del Espíritu Santo, sino de su
obra, creemos que, al menos, debemos referirnos a Él, para
explicar, resumidamente y con brevedad, lo que entendemos que
Dios nos ha revelado en su Palabra, que está en la
Biblia.

En primer lugar, tendríamos que hablar de
quién es el Espíritu Santo y no de qué es,
pues la Biblia lo revela como una persona: la tercera persona de
la Trinidad.

Según la Biblia forma una unidad con el Padre y
el Hijo, es de la misma esencia y sustancia, es por tanto
Dios.

En el siguiente texto de Mateo 28:19, encontramos a las
tres personas distintas que forman la Deidad, en unidad completa.
Notemos que Jesús no dice "bautizándolos en los
nombres", sino en el nombre, en singular, a pesar de que son tres
personas. Existe un solo Dios, que se nos ha revelado como tres
personas distintas. Tiene, por tanto, los mismos atributos de
Dios, el Padre, y Dios, el Hijo. El Espíritu Santo no es
el poder o la energía de Dios, es una personalidad que
tiene una mente, una inteligencia y una voluntad. A
continuación, nos limitaremos, a presentar algunos textos
del Nuevo Testamento que revelan lo que el ser humano
jamás hubiera podido imaginar, pues en su finitud y
limitación, no puede abarcar la infinitud del
Creador.

Mateo 28:19.

"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo."

2 Cor. 13:14

"La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios,
y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros. Amén"

El Espíritu Santo no es una fuerza o influencia
sino una persona porque posee todas las características
que la definen como tal y los atributos de Dios:

– El Espíritu Santo tiene una voluntad y un
parecer.

"Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a
nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas
necesarias." (Hechos 15:28)

– El Espíritu Santo enseña

"12 porque el Espíritu Santo os
enseñará en la misma hora lo que debáis
decir." (Lucas 12:12)

– El Espíritu Santo habla:

Hechos 8:29 "Y el Espíritu dijo a Felipe:
Acércate y júntate a ese carro."

– El Espíritu Santo prohíbe

Hec. 16:6: "6 Y atravesando Frigia y la provincia de
Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la
palabra en Asia;"

– El Espíritu Santo intercede en nuestras
oraciones y nos ayuda en nuestra debilidad.

Romanos 8:26

"26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene,
no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles."

– El Espíritu Santo puede ser
contristado.

Efesios 4:30:

"30 Y no contristéis al Espíritu Santo de
Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención.

– Se puede pecar contra El Espíritu
Santo

Mateo 12:31

"31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia
será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el
Espíritu no les será perdonada.

– Se puede mentir al Espíritu Santo.

Hechos 5:3-4

"3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué
llenó Satanás tu corazón para que mintieses
al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?
4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida,
¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste
esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a
Dios."

El Espíritu Santo, como Dios, está
más allá de la comprensión humana. Dios se
ha revelado a sí mismo en su Palabra, y sólo nos
pide que le creamos, no que intentemos entenderlo
todo.

3. ¿Fue el Espíritu Santo otorgado a los
fieles del pueblo de Israel antes del día de
Pentecostés citado en el libro de Hechos de los
Apóstoles (Hechos 2:4)? ¿En que consistió su
obra?

Nos estamos refiriendo al periodo abarcado por el
Antiguo Testamento, desde el inicio de la creación narrada
en Génesis 1, hasta parte del Nuevo Testamento,
incluyéndose de éste, sólo la porción
de tiempo en que se desarrollaron los eventos de los cuatro
evangelios. Vamos a tratar, pues, de la acción del
Espíritu Santo a través de la época del
Antiguo Testamento hasta llegar al día de
Pentecostés que siguió a la muerte,
resurrección y ascensión de
Jesús.

En el Antiguo Testamento, Dios había establecido
la celebración del Día de Pentecostés, en el
cual los fieles del Israel tenían que ofrecerle, las
primicias de la cosecha de trigo, símbolo y figura de lo
que sería la primera cosecha de creyentes que hubo en el
día del derramamiento del Espíritu Santo del
Pentecostés citado.

Pentecostés significa quincuagésimo, o
sea, las siete semanas más un día (cincuenta
días), que contaban desde el segundo día del inicio
de la fiesta de los panes sin levadura, hasta la fiesta de las
semanas que se llegó a conocer como Pentecostés. La
fiesta de los panes sin levadura, que duraba siete días,
se iniciaba el día siguiente a la celebración de la
Pascua (Levítico 23: 4-16).

En el calendario judío, la Pascua, que
conmemoraba la liberación milagrosa del pueblo de Egipto
por Dios, y en la que se sacrificaba un cordero, figura y
símbolo de Jesucristo, "el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo", se celebraba el catorce del mes primero del
año, llamado Nisán.

Cristo Jesús murió en la cruz, un
día viernes, catorce de Nisán cuando el pueblo
judío celebraba la Pascua, posiblemente, en el año
treinta de nuestra era. El siguiente día (sábado,
15 de Nisán) comenzaba la fiesta de la semana de los panes
sin levadura. El día que resucitó Jesús fue,
pues, el domingo 16 de Nisán, en el que el pueblo
judío ofrecía al sacerdote una gavilla como
primicia de los primeros frutos de la siega (Levítico
23:9-11). Pues bien, cincuenta días después del
domingo de la resurrección de Jesús, es decir, unos
diez días después de su ascensión al cielo,
se produjo el evento de Pentecostés narrado en Hechos 2:3,
4. Esto significó el comienzo de la iglesia cristiana, y
desde ese momento el Espíritu Santo ha estado disponible,
para todos los que creen y obedecen el evangelio de nuestro
Señor Jesús.

La pregunta que encabeza este epígrafe viene a
colación por la declaración existente en el
evangelio de San Juan, capítulo 7, versículos 38 y
39:

Juan 7: 38, 39:

"38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto
dijo del Espíritu que habían de recibir los que
creyesen en él; pues aún no había venido el
Espíritu Santo, porque Jesús no había sido
aún glorificado."

Las Sagradas Escrituras nos hablan de la constante
acción de Espíritu Santo desde el inicio de este
mundo hasta el día de Pentecostés siguiente a la
muerte, resurrección y ascensión de Cristo al
cielo. Por tanto, necesitamos entender, en que sentido no
había venido aún el Espíritu Santo en
tiempos de la vida de Jesucristo (Véase además Juan
14:16, 17, 26; 15:26; 16:7, 13.).

La obra del Espíritu Santo antes del día
de Pentecostés de Hechos 2:3,4

En primer lugar veremos la obra del Espíritu
Santo en el Antiguo Testamento, y en segundo lugar su obra
durante la vida terrenal de Jesús hasta su
ascensión en Hechos 1:9.

En el Antiguo Testamento.

La actividad del Espíritu Santo se manifiesta a
través de todo el Antiguo Testamento y durante toda la
vida terrenal de Cristo. En el principio de la creación ya
encontramos al Espíritu Santo en acción:
Génesis 1:1: "…el Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas.".

Todas las Sagradas Escrituras fueron inspiradas por el
Espíritu Santo (2ª Timoteo 3:16). El apóstol
Pedro afirma claramente: "porque nunca la profecía fue
traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de
Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo."
(2ª Pedro 1:21). Luego queda probado que la acción de
todos los profetas verdaderos y el Antiguo Testamento entero es
obra del Espíritu Santo. Más tarde, años
después del día Pentecostés, los escritores
del Nuevo Testamento fueron guiados a toda la verdad, y se les
recordaron todas las cosas de la vida y obra de Jesús por
medio de la inspiración del Espíritu Santo en sus
vidas.

Si damos un vistazo rápido por el Antiguo
Testamento, empezando desde el libro de Éxodo, comprobamos
que el Espíritu Santo, inspiró a ciertos fieles de
Israel, para que fueran capaces de construir el
tabernáculo y todos los utensilios del culto. Bezaleel fue
uno de ellos, de quien Dios dijo: "y lo he llenado del
Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia,
en ciencia y en todo arte,…" (Léase Éxodo
31:1-11; 35:31).

Conforme avanzamos a través del Antiguo
Testamento, encontramos multitud de actuaciones del
Espíritu Santo. Citaremos algunos ejemplos más, sin
pretender ser exhaustivos: Los setenta ancianos elegidos por
Moisés por orden de Dios: "…y cuando posó sobre
ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron."
(Números 11:16, 25, 26, 29). El caso de Balaam, el profeta
de Dios que apostató y quiso venderse a los enemigos de
Israel para dañar al pueblo de Dios (Núm. 24:2:
"… y el Espíritu de Dios vino sobre
él."

El Espíritu Santo también actuó en
tiempos de los Jueces. Vino sobre los jueces, Otoniel (Jueces
3:9,10: "Y el Espíritu de Jehová vino sobre
él, y juzgó a Israel…"). El triunfo en las
batallas del pueblo de Israel se debió a la acción
del Espíritu Santo. Así podríamos seguir
enumerando la obra del Espíritu Santo, sobre,
Gedeón (Jueces 6:34), Jefté (Jueces 11:29),
Sansón (Jueces 13:24, 25; 14:6; 15:14), Saúl
(1ª Samuel 10:6, 10; 16:14; 19:23, 24), David (1ª
Samuel 16:13), mensajeros de Saúl (1ª Samuel 19:20),
etc., etc.

El
Espíritu Santo durante la vida terrenal de
Jesús

La primera obra del Espíritu Santo con que se
inicia el Nuevo Testamento es fundamental, y se describe en Mateo
1:18: "El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando
desposada María su madre con José, antes que se
juntasen, se halló que había concebido del
Espíritu Santo." (Véase también Mateo
1:20).

Cuando Jesús inició su ministerio el
Espíritu Santo descendió sobre Él "como
paloma" (Mateo 3:16; Juan 1:32; Véase además: Mateo
4:1: "..fue llevado por el Espíritu al
desierto,..").

En Lucas 1:15 se nos narra que Juan el bautista
sería "lleno del Espíritu Santo, aun desde el
vientre de su madre." También la madre de Juan el
bautista, Elisabet "fue llena del Espíritu Santo" (Lucas
1:41), cuando oyó la salutación de María.
Igualmente, "Zacarías su padre fue lleno del
Espíritu Santo" (Lucas 1:67), y el Espíritu Santo
estaba sobre Simeón (Lucas 2:25-27).

Concluimos que el Espíritu Santo ha estado
actuando desde el comienzo del mundo, inspirando a los santos
hombres de Dios y profetas, capacitando a su pueblo para hacer la
obra del Tabernáculo, dando poderes milagrosos de
sanación, como a Elías y Eliseo, de
interpretación de sueños como a José, el
hijo de Jacob en Egipto, al profeta Daniel, etc. Igualmente, el
Espíritu Santo intervino manifiestamente durante toda la
vida terrenal de Jesús, desde su nacimiento hasta su
muerte y resurrección. Juan el Bautista y sus padres
fueron llenos del Espíritu Santo, y también estuvo
con los discípulos de Jesús, pues así lo
afirma el propio Jesús en Juan 14:17:

Juan 14:16,17

"16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir,
porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis,
porque mora con vosotros, y estará en
vosotros."

Sin embargo, como hemos visto en Juan 7:39: "…aun no
había venido el Espíritu Santo", y en el verso
anterior de Juan 14:17, el Espíritu Santo todavía
era una promesa: "Y estará en vosotros", aunque ya moraba
con ellos. Los otros textos del evangelio de Juan reinciden
también como algo todavía futuro, por ejemplo,
Jesús insiste en "si no me fuese, el Consolador no
vendría a vosotros…" (Juan 16:7; Léase
además Juan 15:26; 16:13.). Incluso, después de su
resurrección y antes de su ascensión, Jesús
volvió a reiterar a sus discípulos que esperasen la
promesa del Padre, para ser bautizados con el Espíritu
Santo.

Hechos 1:4

"4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran
de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la
cual, les dijo, oísteis de mí. 5 Porque Juan
ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días."

Por tanto, estudiaremos a continuación el
bautismo del Espíritu Santo de la promesa del Padre y del
mismo Jesucristo, y que diferencias existen con la obra del
Espíritu anterior al día de
Pentecostés.

¿Dónde habla la Biblia del
bautismo en Espíritu Santo y fuego?

La primera vez que la Biblia se refiere a bautizar en
Espíritu Santo la encontramos en el evangelio según
San Mateo. Juan el Bautista habla del bautizo en el
Espíritu como algo todavía futuro, y que
sería llevado a cabo únicamente por Cristo.
Él declara que sólo bautiza en agua para
arrepentimiento. Como comprobaremos a lo largo de este estudio,
Juan el Bautista está aludiendo al próximo
cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento que se
encuentra en el libro del profeta Joel 2:28, donde Dios da la
promesa del derramamiento de su Espíritu Santo de una
forma especial y generosa que nunca antes se habría
dado.

Más tarde volveremos a la profecía de Joel
2:28. Ahora preferimos empezar por el comienzo del Nuevo
Testamento, que como sabemos contiene el cumplimiento de las
promesas del Antiguo. Vamos, pues, a leer todos los textos donde
aparece por primera vez este concepto, y también las
versiones que dan los otros evangelios:

Mateo 3:11-12

"11 Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado
yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo;
él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era;
y recogerá su trigo en el granero, y quemará la
paja en fuego que nunca se apagará."

Lucas 3:12-17

"13 El les dijo: No exijáis más de lo que
os está ordenado. 14 También le preguntaron unos
soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les
dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni
calumniéis; y contentaos con vuestro salario.

15 Como el pueblo estaba en expectativa,
preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan
sería el Cristo, 16 respondió Juan, diciendo a
todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno
más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la
correa de su calzado; él os bautizará en
Espíritu Santo y fuego. 17 Su aventador está en su
mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su
granero, y quemará la paja en fuego que nunca se
apagará."

Juan 1:31-34 (Ver también Marcos 1:8)

"31 Y yo no le conocía; mas para que fuese
manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. 32
También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al
Espíritu que descendía del cielo como paloma, y
permaneció sobre él. 33 Y yo no le conocía;
pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me
dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que
permanece sobre él, ése es el que bautiza con el
Espíritu Santo. 34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que
éste es el Hijo de Dios."

De estos textos aprendemos que:

Existe un bautismo en el Espíritu Santo, que no
corresponde a Juan el Bautista administrarlo, pues sólo
bautiza en agua para arrepentimiento.

El bautismo en el Espíritu Santo es una
acción o evento futuro respecto al tiempo en que
vivió Juan el Bautista, pues durante su vida no fue
impartido o administrado.

El único que tiene la autoridad y el poder para
impartirlo es Jesús, el Cristo. Más adelante
comprobaremos que tampoco nadie es bautizado con el
Espíritu Santo durante la vida y ministerio terrenal de
Jesús de Nazaret.

4. También existe un bautismo en fuego, aplicado
por Jesús, asociado o unido, aparentemente, con el
bautismo en el Espíritu Santo, en los evangelios de Mateo
y Lucas, aunque no necesariamente de aplicación
simultánea, pues los evangelios de Marcos y Juan, hacen
solo mención del bautismo con el Espíritu Santo
(Marcos 1:8), que es el que nos interesa en este
estudio.

Por tanto, creemos que el bautismo de fuego no forma
parte del bautizo del Espíritu, sino que se trata de dos
bautismos distintos, y opuestos, por tanto, no compatibles, si se
recibe el uno, no se puede recibir el otro. ¿Por
qué pensamos esto? Porque el fuego es normalmente un
símbolo de destrucción y no de salvación.
Por otro lado, el contexto, de la frase de Juan el Bautista,
"…Él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego" (3:11 úp.), se refiere al uso que se dará al
fuego. Veamos ese contexto:

Juan el Bautista está predicando el bautismo de
arrepentimiento para preparar el camino para recibir al
Mesías, Jesús, y acuden a escucharle multitud de
gente, entre los que se encuentran muchos de los fariseos y
saduceos (Mateo 3:7), y a ellos, especialmente, como guías
y representantes del pueblo judío, les previene del riesgo
que corrían sino cambiaban sus conductas,
arrepintiéndose y dando frutos de justicia. La historia
nos demuestra que el rechazo de la mayoría de los
dirigentes judíos a Jesús como el Mesías,
endureciendo sus corazones, fue la causa del castigo que les
sobrevino en el año 70 de nuestra era, a manos del
ejército del general romano Tito, quien puso sitio a
Jerusalén, destruyéndola y provocando la
dispersión de los pocos judíos que sobrevivieron a
esta tremenda destrucción.

Mateo 3:10-12

"10 Y ya también el hacha está puesta a la
raíz de los árboles; por tanto, todo árbol
que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

"11 Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado
yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo;
él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era;
y recogerá su trigo en el granero, y quemará la
paja en fuego que nunca se apagará."

En general, la nación judía, al no dar
buenos frutos, fue cortada y echada al fuego, de forma figurada,
con el castigo que sufrieron en el año 70, lo cual se
aplica, naturalmente, no sólo a los judíos sino a
todos los gentiles. Además, Juan el Bautista, en el verso
12, distingue claramente entre el destino que tendrá el
trigo con el de la paja que será quemada por fuego por el
aventador.

Por tanto, entendemos que el bautismo en fuego,
simboliza el castigo que sufrirán los malvados, y el
bautismo en el Espíritu Santo sólo se administra a
los que obedecen el llamado de Dios, y aceptan el evangelio de
salvación.

¿Qué es el bautismo en el
Espíritu Santo?

Siempre que se pueda, dejaremos que la Biblia hable por
sí sola, que se interprete a sí misma, para que no
prevalezcan nuestras ideas preconcebidas sobre lo que ella
expresa claramente. Veamos los siguientes textos:

Hechos 1:1-5

"1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé
acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer
y a enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido
arriba, después de haber dado mandamientos por el
Espíritu Santo a los apóstoles que había
escogido; 3 a quienes también, después de haber
padecido, se presentó vivo con muchas pruebas
indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta
días y hablándoles acerca del reino de Dios. 4 Y
estando juntos, les mandó que no se fueran de
Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la
cual, les dijo, oísteis de mí. 5 Porque Juan
ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días."

Vamos a centrarnos en los versículos 4 y 5. En
ellos, Lucas relata que Jesús mandó, expresamente,
a sus discípulos que, juntos en Jerusalén,
esperasen la promesa del Padre porque serían bautizados
con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días.

¿Qué aprendemos, además de lo que
ya sabíamos, que había un bautizo en el
Espíritu Santo?

En primer lugar, acabamos de leer que existe una promesa
del Padre que está directamente relacionada con el bautizo
en el Espíritu Santo, que los discípulos iban a
recibir dentro de no muchos días. Aunque ya parece
meridianamente claro que la promesa del Padre, tiene que ver con
el envío del Espíritu Santo a los apóstoles,
aportaremos algunos textos más, en los que Jesús se
refiere a ella, da más detalles, y explica la
condición fundamental, para que este evento se
produjese.

En Lucas 24:49, Jesús mismo afirma: "He
aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre
vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto." De
aquí constatamos que la promesa del Padre sería
enviada por Jesús sobre los discípulos, y que
además recibirían poder de lo alto, es decir, de
Dios. Es algo que estaba todavía en el futuro, pues los
apóstoles no habían recibido el bautizo en el
Espíritu Santo de la promesa del Padre.

En los siguientes textos se encuentra la promesa de
Jesús de que enviaría el Consolador, o sea el
Espíritu Santo sobre los discípulos.
¿Cuándo iba a suceder esto? La respuesta la da
Jesús con claridad: Cuando Él se vaya, al poco de
su ascensión y después de ser
glorificado.

Juan 16: 7, 13

"7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me
vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando
él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio. 13 Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo
lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán
de venir.

Juan 7: 38, 39:

"38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto
dijo del Espíritu que habían de recibir los que
creyesen en él; pues aún no había venido el
Espíritu Santo, porque Jesús no había sido
aún glorificado."

Juan 15:26:

"26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os
enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
procede del Padre, él dará testimonio acerca de
mí. 27 Y vosotros daréis testimonio también,
porque habéis estado conmigo desde el
principio."

De estos textos deducimos, en primer lugar, que el
cumplimiento de la promesa y decisión del Padre de enviar
en un futuro, al Espíritu Santo, le corresponde a
Jesús el llevarla a cabo. En segundo lugar, Él
aclara la condición necesaria para que la promesa del
Padre se pueda cumplir: "…porque si no me fuera, el Consolador
no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo
enviaré." (Juan 16:7). Hasta que Jesús no fuese
glorificado en el cielo (Juan 7:39) no se cumpliría la
promesa del Padre.

Sin embargo, Juan 20:19-23, relata que estando reunidos
los discípulos, "estando las puertas cerradas", se
presentó Jesús en medio de ellos, y después
de mostrarles sus manos y su costado "les dijo otra vez: Paz a
vosotros. Como me envió el Padre, así
también yo os envío. (22) "Y habiendo dicho esto,
sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. (23)
A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes
se los retuviereis, les son retenidos."

Con una lectura superficial, y tomando estos textos
aisladamente, sin relacionarlos con otros versículos que
se refieren a estos dos asuntos que fueron tratados,
también, por Jesús en diferentes ocasiones, puede
parecernos o darnos la impresión de que existe alguna
contradicción entre ellos con respecto al momento en que
se recibió el Espíritu Santo por los
apóstoles (verso 22). O bien, por otra parte, a inducirnos
a creer una doctrina errónea, como la que se desprende del
verso 23, en la que parece, a simple vista, que Jesús dio,
a sus discípulos, autoridad o poder para perdonar pecados
a otros creyentes, potestad que sólo corresponde a Dios
(Véase Hechos 8:22; 1ª Reyes 8:39; 46-50; Sal.
32:5;65:3; 79:9; 103:3; Isaías 55:7; Mateo 6:14, 15; 9:2;
9:6; Marcos 6:10; Lucas 5:21;7:49; Efesios 4:32; Col. 2:13;3:13;
Stgo. 5:15; 1ª Juan 1:9; 2:1; 2:12; etc.).

Aunque en este estudio no estamos tratando el tema del
perdón, decidimos desviarnos momentáneamente del
tema principal de este estudio para hacer un breve comentario
sobre el texto de Juan 20:23, pues basado en este texto y
también en Mateo 16:19 y Mateo 18:18, la iglesia
Católica Romana se arroga el poder de perdonar pecados.
Viene, pues, a propósito explicar concisamente que los
sacerdotes, de la iglesia Católica Romana, no pueden
perdonar pecados, ni, por supuesto, ningún ser humano.
Jamás Jesús dio ese poder a sus discípulos.
Como hemos visto, en los textos anteriores, esta potestad
sólo pertenece a Dios que conoce las verdaderas
intenciones del corazón humano. El sacramento de la
confesión que la citada iglesia practica y enseña a
sus fieles no es bíblico. El perdón de pecados, que
si es bíblico, se refiere a lo que Cristo consiguió
en la cruz muriendo por nosotros (2ª Corintios 5:21; Hebreos
9:26-28; 10:12;14; Romanos 3:22-26; etc.).

El sacrificio expiatorio de Jesús con su muerte
en la cruz, hizo posible el perdón de pecados o sea, lo
que también se conoce como la justificación. Para
recibir el perdón de pecados, es decir, ser justificados
ante Dios por los méritos de Cristo, los seres humanos,
somos llamados por Dios, mediante el evangelio de la gracia y
salvación. Cuando escuchamos ese llamamiento, lo creemos
por fe, nos arrepentimos, y confesamos con nuestra boca que
Jesús es el Hijo de Dios (Hechos 8:37), y decidimos
obedecer al evangelio y demostrar nuestra fe siendo bautizados en
agua por inmersión, recibimos el perdón de pecados,
y somos sellados para salvación con el don del
Espíritu Santo (Hechos 2:38).

Ahora podemos entender que la función de los
discípulos de Jesús, evangelistas, pastores y
maestros, no era perdonar pecados al modo de la iglesia Romana,
sino que su misión es anunciar las buenas nuevas de
salvación, como se declara en Mateo 28: 19,20: "19 Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Amén." Por tanto, la manera que el creyente recibe el
perdón de pecados no es por cumplir el sacramento de la
confesión, sino por serle predicado el evangelio,
arrepentirse, obedecerlo y bautizarse en nombre de Jesús
(Lucas 24:47: "y que se predicase el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén.") ¿Tiene esto algo que ver con la
confesión de pecados ante un sacerdote y el posterior
cumplimiento de una penitencia? En absoluto. Debemos predicar el
perdón de pecados al mundo porque Cristo lo
consiguió, y nosotros lo obtenemos cuando aceptamos que
murió por nuestros pecados (Hechos 10:43).

Hecho este breve paréntesis, volvemos al tema que
nos ocupa de Juan 20:22: "(22) "Y habiendo dicho esto,
sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.".
Aquí, como vemos por el contexto, Jesús
todavía no había ido al Padre (Juan 20:17), lo que
quiere decir, que aún no había sido glorificado, y
por tanto, aun estaba pendiente que Jesús enviara el
Espíritu Santo, como podemos comprobar en las palabras que
declaró el propio Jesús, y que recoge Lucas 24:49:
"He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre
vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.".
Quizá esta ocasión en que Jesús se
apareció a sus once apóstoles era la misma en la
que pronunció las palabras de Juan 20:22. Para explicar
esta aparente contradicción sólo se nos ocurren dos
posibilidades. La primera, a nuestro parecer poco probable, que
Jesús impartiera a sus discípulos, en ese momento,
un anticipo del Espíritu Santo que era parcial pues no
implicaba el otorgamiento de poder por el Espíritu Santo,
lo cual se daría, en cumplimiento de la promesa del Padre,
cuando estuvieran reunidos en Jerusalén. De ahí la
orden que Jesús les da en Lucas 24:49: "…quedaos
vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis
investidos de poder desde lo alto.".

La segunda interpretación es que la promesa de
que recibirían el Espíritu Santo cuando,
después de la ascensión de Jesús, se
reunieran en Jerusalén, es reiterada en forma imperativa:
"Recibid el Espíritu Santo", no que Jesús enviara
el Espíritu Santo sobre ellos en ese momento, sino que les
ordenaba que lo recibieran esperándolo juntos en
Jerusalén. En cualquier caso, la promesa del Padre de
enviar el Espíritu Santo a la iglesia naciente se cumple
en el día de Pentecostés.

Como hemos visto, después que Jesús
resucitó y antes de su ascensión, en una de las
últimas ocasiones, de los cuarenta días que
pasó hablando a los discípulos acerca del reino de
Dios, les vuelve a dar instrucciones para "que esperasen la
promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de
mí" (Hechos 1:3, 4).

El Bautismo con el Espíritu Santo, anunciado por
Juan el Bautista (Mateo 3:11), confirmado por Jesús
(Hechos 1:5) es el cumplimiento de la promesa del Padre, que se
llevaría acabo, personalmente por el Hijo, Jesús,
desde el cielo, pocos días después de su
ascensión, lo que concuerda con todos los textos vistos
hasta aquí.

Hechos 1:5

"5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas
vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo
dentro de no muchos días."

El cumplimiento de la promesa del Padre se realiza con
el derramamiento del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés siguiente a la ascensión de
Jesús al cielo. Esto es el bautismo en el Espíritu
Santo.

En el día de Pentecostés se produce un
derramamiento o venida especial del Espíritu Santo sobre
los apóstoles primeramente: "(3) y se les aparecieron
lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada
uno de ellos. (4) Y fueron todos llenos del Espíritu
Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablasen." (Hechos
2:3,4).

El apóstol Pedro nos aclara que esta promesa del
Padre, fue ya profetizada en el Antiguo Testamento, en el libro
del profeta Joel, en el capítulo 2, versículo 28 en
adelante, y es cumplida en ese día, con el derramamiento
del Espíritu Santo. Veamos el testimonio de Pedro en su
primer discurso en Hechos 2:16-18

Hechos 2: 16-18

"16 Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: 17 Y en
los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi
Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras
hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán
visiones, Y vuestros ancianos soñarán
sueños; 18 Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis
siervas en aquellos días."

Resumen

La promesa del Padre, anunciada por el profeta Joel en
el Antiguo Testamento (Joel 2:28), reiterada por Juan el Bautista
(Mateo 3:11) y por Jesús (Juan 16:7,13; Hechos 1:5) es
finalmente cumplida, cuando Cristo glorificado envía el
Espíritu Santo en el día de Pentecostés
siguiente a su ascensión gloriosa al cielo, de una forma
especial que nunca antes se había producido, como un
evento único en la historia del mundo, y a partir de
ahí toda la iglesia de Cristo recibe los beneficios del
don del Espíritu Santo, no como un bautismo en el
Espíritu sino como sello y garantía de
salvación de sus vidas (Efesios 1:13, 14).

¿Qué repercusiones o beneficios
obtuvo la iglesia cristiana por el bautismo en el Espíritu
Santo que no existieran antes del mismo?

Primero de todo, para saber que repercusiones tuvo para
la iglesia de Cristo, el derramamiento del Espíritu Santo
en el día de Pentecostés, o sea, el bautismo en el
Espíritu Santo, de hace dos mil años, es necesario
que, en primer lugar, averigüemos el propósito,
alcance y significado distintivo de este evento único en
la historia del mundo, respecto a la acción del
Espíritu Santo anterior al día de
Pentecostés.

En segundo lugar, debemos distinguir entre el don del
Espíritu Santo y los poderes milagrosos que el
Espíritu Santo da según su voluntad a los que
Él quiere. Y en tercer lugar, constataremos que la iglesia
de Cristo primitiva, la que existió, mientras vivieron los
apóstoles, recibió poderes milagrosos de
sanación, don de lenguas, etc., los cuales dejaron de
existir en las sucesivas generaciones hasta hoy, y expondremos
las razones de por qué hoy en día ya no se prodigan
sobre la iglesia de Cristo los poderes milagrosos antes
mencionados.

Propósito, alcance y significado distintivo del
Bautismo en el Espíritu

Anteriormente hemos visto los textos que indicaban, sin
lugar a dudas, que el bautismo con el Espíritu Santo fue
un evento único que no se cumplió hasta el
día de Pentecostés siguiente a la ascensión
de Cristo al cielo, y que fue administrado, enviado e impartido
por Jesucristo mismo en cumplimiento de la promesa del Padre
(Hechos 2:3, 4, 16, 17, 33). A continuación sólo
vamos a citar el versículo 32 y 33 para confirmar que fue
Jesús mismo el que derramó el Espíritu Santo
en ese día de Pentecostés:

Hechos 2:32,33

"32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual
todos nosotros somos testigos. 33 Así que, exaltado por la
diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del
Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y
oís."

Este derramamiento singular del Espíritu Santo
sobre los apóstoles en el día de
Pentecostés, mediante "… lenguas repartidas, como de
fuego, asentándose sobre cada uno de ellos" (Hechos 2:3),
tuvo el propósito, de parte de Dios, de revelar y
manifestar visiblemente, que el Espíritu Santo, desde ese
mismo momento y en cumplimiento de la promesa predicha en Joel
2:28, y posteriormente reiterada por Juan el Bautista y Cristo,
estaría totalmente disponible para todos los seres
humanos, que de aquí en adelante decidieran aceptar por fe
el llamado de Dios por medio del evangelio de su Hijo, se
arrepintieran, y bautizaran en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados.

Hechos 2:38, 39

"38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo. 39 Porque para vosotros es la promesa, y
para vuestros hijos, y para todos los que están lejos;
para cuantos el Señor nuestro Dios llamare."

Queda claro, pues, que la promesa de recibir el don del
Espíritu Santo no fue sólo para la primitiva
iglesia sino para todo creyente que se arrepienta y se bautice en
el nombre de Jesucristo para perdón de pecados, como
así lo afirma el apóstol Pedro en los textos
anteriores. Esto no significa que el bautismo en el
Espíritu, el derramamiento que hubo hace dos mil
años, se vuelva a repetir para cada cristiano hasta hoy,
como tampoco es repetido el sacrificio de Cristo en la cruz hecho
una vez para siempre (Hebreos 9:12, 25,26).

El derramamiento del Espíritu Santo en el
día de Pentecostés significó la
inauguración y establecimiento de la iglesia cristiana.
Los poderes milagrosos que Jesús prometió a los
apóstoles (Hechos 1:8: "pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…"),
junto con el don del Espíritu Santo fue la señal
que autentificó a la iglesia naciente como la verdadera
iglesia de ahí en adelante, y la unificó en un solo
cuerpo, por el Espíritu, en Cristo (1ª Corintios
12:13). A partir de ese momento, el Templo que sucedió al
Tabernáculo dejó de ser la institución
ordenada por Dios, y pasó a ser la iglesia,
iniciándose la dispensación del
Espíritu.

¿Qué diferenciaba la obra del
Espíritu Santo antes del día de Pentecostés
con la de después de este día?

En el apartado tres, vimos en que consistió la
obra del Espíritu Santo anterior al día de
Pentecostés. A determinados fieles y líderes del
pueblo de Israel elegidos por Dios les era concedido el
Espíritu Santo con el objeto de cumplir una misión
especial de acuerdo con su voluntad, y para llevar a cabo el plan
de Dios para la salvación de la humanidad. Deducimos,
pues, que el Espíritu Santo era dado sobre un reducido
número de personas con un propósito especial. Sin
embargo, después del día de Pentecostés, el
Espíritu Santo está disponible para "toda carne"
(Hechos 2:17, 38, 39), es decir, para todo cristiano
auténtico.

Partes: 1, 2

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