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San Clemente Romano y la carta a los corintios




Enviado por Herwin Almeida



  1. Vida
  2. La
    epístola a los corintios
  3. Los
    escritos no auténticos
  4. Mensaje pastoral hoy de la carta a los
    corintios
  5. Bibliografía

San Clemente Romano

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Vida

Los primeros sucesores de San Pedro en la sede de Roma
fueron, según testimonia la Tradición, Lino (hasta
el año 80) y Anacleto, también llamado Cleto
(80-92) «Después de ellos, cuenta San Ireneo, en
tercer lugar desde los Apóstoles, accedió al
episcopado Clemente, que no sólo vio a los propios
Apóstoles, sino que con ellos conversó y pudo
valorar detenidamente tanto la predicación como la
tradición apostólica». Fue San Clemente, por
tanto, el cuarto de los Papas. Como parece querer indicar San
Ireneo, este santo Vicario de Cristo fue un eslabón muy
importante en la cadena de la continuidad, por su conocimiento y
por su fidelidad a la doctrina recibida de los Apóstoles.
Nada dicen los más antiguos escritores
eclesiásticos sobre su muerte, aunque el Martyrium Sancti
Clementis, redactado entre los siglos IV y VI, refiere que
murió mártir en el Mar Negro, entre los años
99 y 101. Poco antes debió de redactar su Carta a los
Corintios, que es uno de los escritos mejor testimoniados en la
antigüedad cristiana, pues fue muy célebre y citado
en los primeros siglos[1]

Por su parte Johannes Quasten en su libro
Patrología I se refiere a la vida de San Clemente respecto
a su fecha y ubicación en la sucesión petrina en
los siguientes términos:

Sobre su ministerio y pontificado encontramos que
"Según la lista más antigua de obispos romanos
legada a la posteridad por San Ireneo, Clemente fue el
tercer sucesor de San Pedro en Roma. Ireneo no nos dice
cuándo empezó Clemente su pontificado, ni tampoco
por cuánto tiempo gobernó la Iglesia. El
historiador Eusebio
, que menciona igualmente a Clemente como
tercer sucesor de San Pedro, fija el principio de su pontificado
en el año doce del reinado de Domiciano, y su fin en el
tercer año del reinado de Trajano; o sea, que Clemente
fue papa desde el año 92 hasta el
101
[2]

Respecto a su consagración y posible identidad
Quasten refiriéndose a escritos de la época
indica:

Tertuliano asegura que Clemente fue
consagrado por el mismo San Pedro.
Epifanio confirma
esta aserción, pero añade que Clemente, en aras de
la paz, renunció al pontificado a favor de Lino y
volvió a asumirlo después de la muerte de Anacleto.
Respecto a su vida anterior, no sabemos prácticamente
nada. Ireneo señala que Clemente
conoció personalmente a San Pedro y San Pablo.

Orígenes y Eusebio le identifican con el
Clemente a quien alaba San Pedro como colaborador suyo en la
Epístola a los Filipenses (4,3) Esta opinión, sin
embargo, carece de pruebas[3]

Otras fuentes como las Pseudo-Clementinas,
hacen a Clemente miembro de la familia imperial de los Flavios,
pero no son en modo alguno dignas de fe. Del mismo modo merece
menos confianza la opinión de Dión Casio,
según el cual Clemente sería el mismo cónsul
Tito Flavio Clemente, de la familia imperial, ejecutado el
año 95 ó 96 por profesar la fe de Cristo. Tampoco
consta históricamente su martirio. El Martyrium S.
Clementis
, escrito en griego, es del siglo IV y se presenta
de tipo legendario[4]

La enciclopedia libre Wikipedia en su
introducción sobre Clemente de Roma escribe:

Clemente de Roma San Clemente
I
, fue un religioso cristiano de finales del siglo I,
obispo de Roma, y en tanto que obispo de la ciudad
eterna, la Iglesia católica lo considera su
cuarto papa.

Elegido en el año 88, murió
en 97. Exiliado por el emperador Trajano al Ponto,
fue arrojado al mar con un áncora al
cuello.

Su identificación con el autor de la
célebre Epístola a los
Corintios 
cuyo nombre aparece en
la inscriptio en todas las versiones de los
manuscritos es opinión concorde y formulada ya en tiempos
muy antiguos. Clemente habría gozado del trato con los
apóstoles y recibido el elogio de San Pablo por
la colaboración prestada a los filipenses
(Filipenses 4:3).

Se lo venera como santo y mártir en
la Iglesia católica y su festividad se celebra
el 23 de noviembre. En Roma existe una
antiquísima basílica, la Basílica de San
Clemente de Letrán, levantada sobre su
tumba[5]

También encontramos que "el Papa Clemente I
(llamado Clemente Romano para distinguirlo del alejandrino),
es el primero de los sucesores de San Pedro y
el primero de los Padres Apostólicos.
Su fiesta se celebra el 23 de noviembre. Ha dejado un
escrito genuino, una carta a la
Iglesia de Corinto, y muchas otras que se le
atribuyen.

Según Tertuliano, que escribía hacia
el 199, la Iglesia Romana reclamaba que Clemente
fue ordenado por San Pedro (De Praescript., XXXII),
y San Jerónimo nos dice que en
su tiempo "la mayoría de los latinos"
afirmaban que Clemente era el sucesor inmediato
del Apóstol (De viris illustr., XV). El mismo
San Jerónimo en varios otros lugares sigue esta
opinión, pero aquí afirma correctamente que
Clemente fue el cuarto Papa. Las primeras evidencias
muestran gran variedad"[6].

La
epístola a los corintios

  • Generalidades de la
    carta

La alta estima de que gozaba Clemente resulta evidente
del único escrito que de él poseemos,
su Epístola a los Corintios.

Es uno de los más importantes documentos del
período que sigue inmediatamente a la época de los
Apóstoles, la primera pieza de la literatura
cristiana
, fuera del Nuevo Testamento, de la que constan
históricamente el nombre, la situación y la
época del autor. Durante el reinado de Domiciano surgieron
disputas en el seno de la Iglesia de Corinto que obligaron al
autor a intervenir. Las facciones, que San Pablo condenara tan
severamente, estaban de nuevo irritadas. Algunos hombres
arrogantes e insolentes se habían sublevado contra la
autoridad eclesiástica, deponiendo de sus cargos a quienes
los ocupaban legítimamente. Solamente una ínfima
minoría de la comunidad permanecía fiel a los
presbíteros depuestos. La intención de Clemente era
componer las diferencias y reparar el escándalo dado a los
paganos. No sabemos cómo llegó a Roma la noticia de
esta revuelta. Carece de fundamento la opinión, muy
común en otro tiempo, de que los corintios habían
apelado al obispo de Roma para que procediera contra los
rebeldes. Es más admisible suponer que algunos cristianos
romanos con residencia en Corinto, testigos de las disensiones o
discordias, informaran a Roma de la
situación[7]

Al respecto sobre la tradición textual de la
carta Ramón Trevijano escribe en su
libro[8]que este documento estuvo un tiempo
integrado en el canon del NT de las iglesias de Egipto y Siria.
Algunos escritores como Dionisio de Corinto, en carta a
la Iglesia de Roma recuerdan que la carta de Clemente Romano
seguía leyéndose en la asamblea litúrgica de
Corinto. Irineo de Lyon, dice que en su tiempo se produjo la
grave revuelta entre los cristianos de Corinto y que la Iglesia
de Roma les envió un escrito muy importante para
reconciliarles y renovar la tradición
apostólica.

El sitio web de Arciprensa[9]introduce la
carta a los Corintios diciendo que Unos
pocos espíritus violentos habían
llevado a la Iglesia de Corinto a una
sedición contra sus dirigentes. No parece que se hiciera
una apelación a Roma, pero San Clemente
envió una carta en nombre de la Iglesia de Roma para
restaurar la paz y la unidad. Comienza explicando que su
tardanza en escribir ha sido causada por las repentinas
calamidades que recientemente habían caído una tras
otra sobre la Iglesia Romana. La referencia apunta
claramente a la persecución de Domiciano. Se
recuerda la antigua gran reputación de la Iglesia de
Corinto, su piedad y hospitalidad,
su obediencia y disciplina.
La envidia ha causado las divisiones;
fueron celos los que llevaron
a Caín, Esaú, etc.
al pecado. Pedro, Pablo y otros muchos
cayeron como víctimas de ella. Se urge a los corintios
a arrepentirse siguiendo el ejemplo de
los patriarcas y a ser humildes como el
mismo Cristo. Que observen el orden como lo hace toda
la creación.

La carta de la Iglesia de Roma, dirigida a la de
Corinto[10]es un documento valioso, de finales del
s. I, altamente apreciado en la antigüedad cristiana, que
nos permite conocer, además de la crisis corintia que la
motivó, otras facetas de la Iglesia primitiva, como la
eclesiología, predicación, uso y exégesis de
la Escritura, aspecto litúrgico- celebrativo,
etc.

Hay que señalar que es el primer documento de la
comunidad romana, que se precia de conservar los trofeos de los
apóstoles. Tras la comunidad romana, en cuyo nombre
escribe, se perfila un autor que conoce la tradición
judía, con su amplio bagaje bíblico del que quiere
extraer lecciones provechosas para resolver la presente crisis,
del mismo modo valiéndose de la retórica pretende
reconducir a la concordia y sensatez a los altivos corintios y
ofrece modelos válidos que lleven a la paz y la humildad a
quienes se han levantado por encima de los legítimos
pastores del rebaño.

  • Contenido

La epístola comprende una introducción
(1-3), dos partes principales (4-36 y 37-61) y una
recapitulación (62-65).

La introducción llama la atención sobre el
estado floreciente de la comunidad cristiana de Corinto antes de
las querellas, la armonía que había existido entre
sus miembros y su celo por el bien. El capítulo tercero,
por vía de contraste, señala el trastorno total
operado en el seno de la comunidad. La primera parte tiene
más bien un carácter general. Desaprueba la
discordia y la envidia y cita numerosos ejemplos de estos vicios,
tanto del Antiguo Testamento como de la época cristiana
(4-6). Exhorta, además, a la penitencia, a la
hospitalidad, a la piedad y humildad, 
y corrobora su
argumentación con gran cantidad de citas y ejemplos. El
autor se explaya luego en consideraciones sobre la bondad de
Dios, sobre la armonía que existe en la creación,
sobre la omnipotencia de Dios, sobre la
resurrección y el juicio. La humildad y la templanza,
la fe y las buenas obras llevan a la recompensa, a Cristo
. La
segunda parte se ocupa más en particular de las disputas
entre los cristianos de Corinto. Dios, el Creador del orden de la
naturaleza, exige de sus criaturas orden y obediencia. Para
probar esta necesidad de disciplina y sujeción aduce el
ejemplo del riguroso entrenamiento del ejército romano.
Trae también a colación la existencia de una
jerarquía en el Antiguo Testamento y atestigua que por
esta misma razón Cristo llamó a los
Apóstoles, y éstos, a su vez, nombraron obispos y
diáconos. El amor debería ocupar el puesto
de la discordia, y la caridad debería apresurarse a
perdonar. 
A los promotores de la discordia se les
exhorta a que hagan penitencia y se sometan. En
la conclusión se resume la exhortación y se expresa
el ardiente deseo de que los portadores de la carta puedan volver
pronto a Roma con la buena nueva de que la paz reina otra vez en
Corinto.

La carta es de mucha entidad para el estudio de las
antigüedades eclesiásticas e igualmente para la
historia del dogma y de la liturgia[11]

  • Esquema de la
    carta[12]

Saludo (1, 1-3, 4):

Motivo de la Carta.

Elogio a los corintios.

  • Males de la envidia (4, 1-6, 4).

  • Exhortación a la penitencia (7, 1-9,
    1).

  • Los modelos del AT (9, 2- 12, 1).

  • Exhortación a la humildad (13, 1- 19,
    1).

  • Orden y disciplina de la creación (19,2- 22,
    7).

  • Perdón al que se arrepiente (22, 8- 36,
    6).

  • Disciplina que debe haber (37, 1- 39, 9).

  • Aspectos litúrgicos- jerárquicos del
    orden eclesial (40, 1- 43, 6).

  • Sumisión a los presbíteros
    establecidos (44,1- 47, 7).

  • Cumplir los mandatos del Señor (48, 1- 51,
    1ª).

  • Testimonios de generosidad por la comunidad (51, 1b-
    59, 2).

  • Gran plegaria (59, 2- 61, 3).

  • Exhortación y conclusión (62, 1- 63,
    4).

  • Deseo final (64, 65).

  • Datos para la historia de la
    Iglesia

Sobre la historia de la Iglesia la carta en el
capítulo quinto encierra un testimonio válido en
favor de la residencia de San Pedro en Roma y del viaje de San
Pablo a España, como asimismo del martirio de los
Príncipes de los
Apóstoles[13]También en el
capítulo sexto nos informa, además, sobre la
persecución de los cristianos bajo Nerón. Habla de
una multitud de mártires, diciendo que muchos de ellos
eran mujeres[14]

  • Aspecto dogmático

Desde el punto de vista dogmático, este documento
es valioso. Se le podría llamar el manifiesto de la
jurisdicción eclesiástica. En él
encontramos, por primera vez, una declaración clara y
explícita de la doctrina de la sucesión
apostólica. 
Se insiste en el hecho de que los
miembros de la comunidad no pueden deponer a los
presbíteros, porque no son ellos los que confieren
la autoridad.

El derecho de gobernar deriva de los
Apóstoles, 
quienes ejercieron su
poder obedeciendo a Cristo, quien, a su vez,
había sido enviado por Dios[15]

  • Aspecto doctrinal

Sobre la doctrina de la carta el sitio virtual de
Arciprensa nos presenta la siguiente investigación en la
cual sita algunos autores que han estudiado este aspecto del
escrito:

En la Epístola hay poca
enseñanza dogmática intencional, ya que
es casi completamente exhortatoria. Es importante un pasaje sobre
la Santísima Trinidad. Clemente usa la
afirmación del Antiguo Testamento: "El Señor
vive", y substituye así la Trinidad: "Como
vive Dios y el Señor Jesucristo vive y
el Espíritu Santo
la fe y esperanza del elegido,
así seguramente el que la cumpla" etc. (58). Cristo es
frecuentemente representado como sumo sacerdote y se
hace referencia frecuente a la redención. Clemente habla
insistentemente de la justificación por
las obras.

Sus palabras sobre el ministerio cristiano han
levantado muchas polémicas (42 y 44):"los
Apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros
del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de Dios.
Así que Cristo es de Dios y los apóstoles de
Cristo. Ambas (misiones) por consiguiente vinieron en el orden
debido por la voluntad de Dios… Así
predicando por todas partes en el campo y en la ciudad, nombraron
a sus primicias, que habiendo sido probados por el
Espíritu, para ser
obispos y diáconos para los que
habrían de creer[16]Se menciona varias
veces a los presbíteros, pero no se les distingue de
los obispos. No hay mención en absoluto de la existencia
de un obispo en Corinto y se habla de
las autoridades eclesiásticas siempre en
plural.

  • Aspecto
    Litúrgico[17]

La Epístola distingue
claramente entre jerarquía y laicado. Los
miembros de la jerarquía cristiana son llamados ep?s??p??
?a? d???????. En otros pasajes se les designa con el nombre
común de p?esß?te??? (cf. 44,5 y 57,1). Su
función más importante es la celebración de
la liturgia: ofrecer los dones o presentar las
ofrendas 
(44,4).

3) La parte de la Epístola que
precede a la conclusión (c.59, 4-61,3) contiene una
hermosa plegaria. La cita aquí para mostrar la solicitud
de la Sede Romana por el bien de la cristiandad. No nos
equivocaremos si afirmamos que esta oración es una
oración litúrgica de la Iglesia de Roma. No del
resto de las comunidades de fe. 
Carecería de
sentido en el contexto de esta carta si no reprodujera, con una
fidelidad casi absoluta, una oración habitual en el culto
público. Su forma y su lenguaje son, desde el principio
hasta el fin, litúrgicos y poéticos. Da testimonio
de la divinidad de Cristo, a quien llama "el Hijo bienamado" de
Dios (??ap?µ????), "por el que nos enseñaste,
santificaste y honraste" (59,3). Cristo es el "Sumo Sacerdote" y
el "Protector de nuestras almas" (61,3). Clemente canta,
además, las alabanzas de la providencia y misericordia de
Dios. La oración concluye con una petición en favor
del poder temporal. Esta petición es de gran
interés para el estudio del concepto cristiano primitivo
del Estado.

  • Tiempo de
    composición[18]

Además de informarnos sobre la persecución
de Nerón (5,4), nos habla de otra persecución que
estaba arreciando cuando escribía: "A causa de las
repentinas y sucesivas calamidades y tribulaciones que nos han
sobrevenido" (1,1). Después de describir la
persecución de Nerón, Clemente dice: "Nosotros
hemos bajado a la misma arena y tenemos delante el mismo combate"
(7,1). En estas inequívocas alusiones a otra
persecución, el autor debió de referirse a la de
Domiciano, que tuvo lugar en los años 95 y 96 de nuestra
era. Además, del contexto se desprende que los
Apóstoles habían muerto hacía ya
algún tiempo y que aun los presbíteros por ellos
creados habían dejado ya sus cargos a otros y descansaban
también en el Señor (42-44,2). Estos datos que se
obtienen del examen de la carta concuerdan con el testimonio de
la tradición, particularmente con el de Hegesipo (ca.180)
que nos ha transmitido Eusebio; según él, las
discordias que indujeron a Clemente a escribir ocurrieron durante
el reinado de Domiciano. Además, Policarpo utilizó
la Epístola de Clemente cuando
escribió a los Filipenses.

2.9 La personalidad del autor
[19]

En su carta, Clemente no se menciona a si mismo por su
nombre. El que envía la carta es: "La Iglesia de Dios que
mora en Roma." Cuando se refiere a sí mismo, el autor usa
el pronombre plural "nosotros." No obstante, la obra fue
compuesta, sin duda alguna, por una sola persona. Una cierta
unidad de estilo y de pensamiento viene a corroborar esta
aserción. A lo que parece, Clemente tuvo en cuenta que su
mensaje sería considerado de carácter
público más que privado: previo que sería
leído a la comunidad cristiana reunida para el culto
divino. Por eso la Epístola está
muy elaborada y adornada con muchas figuras retóricas. La
primera parte tiene la forma de un sermón dirigido a toda
la asamblea y apenas alude a las condiciones especiales que
reinaban en Corinto. Clemente tuvo evidentemente el
propósito de dar a este documento una importancia que
trascendiera la ocasión inmediata que la motivó.
Consiguió su objetivo y aseguró, además, a
la carta un lugar duradero en la literatura eclesiástica.
En cuanto se puede determinar esto, el autor parece de origen
judío. Las frecuentes citas del Antiguo Testamento y las
relativamente pocas del Nuevo abonan esta conjetura.

Los escritos no
auténticos

Quasten[20]nos indica que el aprecio que
profesó a Clemente toda la antigüedad fue causa de
que se le atribuyeran algunos otros escritos; entre ellos se
destacan:

  • La segunda carta de
    Clemente[21]

En los dos manuscritos que contienen el texto griego de
la epístola auténtica de Clemente, lo mismo que en
la versión siríaca, hallamos adjunta una segunda
epístola dirigida igualmente a los corintios. Pero este
documento ni es una carta ni la escribió Clemente. Son
prueba suficiente su forma literaria y su estilo. Sin embargo, la
obra ofrece gran interés. Es el más antiguo
sermón cristiano que existe. El carácter y el
tono homilético son inconfundibles. Para
designarse a sí mismo, el autor no usa la primera persona
del plural, sino la del singular. Además de las
Escrituras, cita también los evangelios apócrifos.
La falta de datos cronológicos en él es causa de
que hayan fracasado los repetidos intentos de dar con una fecha
más aproximada de su composición y con el nombre de
su autor.

¿Cómo pudo atribuirse esta obra a
Clemente? La hipótesis más atrayente es la de
Lightfoot, Funk y Krüger, según la cual la
homilía proviene del mismo Corinto. Probablemente la
homilía se conservó en los archivos de Corinto
junto con la epístola de Clemente, siendo luego
descubiertas simultáneamente. En cuanto al tiempo de su
composición, tenemos solamente un indicio: el desarrollo
de la doctrina cristiana tal como aparece en la homilía.
Pero este indicio no nos permite determinar con exactitud la
fecha. Las ideas sobre la penitencia que encontramos en el
sermón indican que fue escrito poco después
del Pastor de Hermas, o sea, alrededor del
año 150. A pesar de que en la Iglesia de Siria este
documento fue incluido en el número de las Escrituras,
Eusebio y Jerónimo niegan su
autenticidad. 

  • Contenido[22]

El contenido de la homilía es más bien de
carácter general. La concepción cristiana de Cristo
como Juez de vivos y muertos corresponde a la majestad de
Dios. 
Debemos glorificarle con el cumplimiento de sus
mandamientos y el desprecio de los placeres mundanos, a fin de
obtener la vida eterna. La carta toca temas cristológicos,
eclesiológicos y sacramentales; sobre todo lo que respecta
a el Bautismo y la Penitencia; también resalta la
importancia de las buenas obras para la
salvación.

  • Las dos cartas a las
    vírgenes[23]

Hay, además, otras dos cartas sobre la
virginidad, dirigidas a personas célibes de ambos sexos,
que han llegado hasta nosotros bajo el nombre de Clemente. De
hecho, pertenecen a la primera mitad del siglo III y se hace
mención de ellas, por primera vez en la literatura, en los
escritos de y de. El texto original griego se ha perdido, a
excepción de unos pocos fragmentos. Sin embargo, las dos
epístolas se han conservado íntegramente en su
versión siríaca, hallada en 1470 en un manuscrito
de la versión Peshitta del Nuevo Testamento. Tenemos,
además, la traducción copta de los capítulos
1-8 de la primera carta, que menciona a Atanasio como su
autor
. En realidad, las dos cartas constituyen una sola obra
que, andando el tiempo, fue dividida en dos.

La primera epístola empieza con instrucciones
sobre la naturaleza y significado de la virginidad. El autor
considera la continencia como algo divino: es, según
él, una vida sobrenatural, la vida de los ángeles.
El célibe y la virgen se han revestido, en verdad, de
Cristo. Son imitadores de Cristo y de los Apóstoles:
sólo en apariencia son de la tierra. En el cielo tienen
derecho a un lugar más elevado que el resto de los
cristianos. 

La segunda carta comienza con un exabrupto, sin
introducción alguna, y prosigue en el mismo tono que la
primera. Continuar las amonestaciones, sin que pueda apreciarse
ninguna discontinuidad de pensamiento. El escritor pasa luego a
la descripción de las costumbres y leyes vigentes entre
los ascetas de su patria, cita muchos ejemplos de la Biblia y,
como conclusión, señala el ejemplo de
Cristo.

Las dos epístolas tienen gran valor, por ser una
de las fuentes más antiguas para la historia del ascetismo
cristiano primitivo.

3.3 Las Pseudo- Clementinas
[24]

Pseudo-Clementinas es el título de
una vasta novela con fines didácticos, cuyo protagonista
es Clemente de Roma. El desconocido autor de esta
narración edificante presenta a Clemente como un
vástago de la familia imperial romana. En busca de la
verdad, Clemente va probando en vano las distintas escuelas
filosóficas para encontrar la solución de sus dudas
acerca de la inmortalidad del alma, del origen del mundo y de
otros problemas por el estilo. Finalmente, la nueva de la
aparición del Hijo de Dios en la lejana Judea le impulsa a
emprender un viaje a Oriente. En Cesárea halla a San
Pedro, quien le instruye en la doctrina del verdadero profeta,
disipa sus dudas y le invita a acompañarle en sus andanzas
misioneras. En su mayor parte, la obra se dedica a narrar las
experiencias de Clemente como compañero de San Pedro en
sus primeras correrías apostólicas y la lucha de
éste con Simón Mago. En último
análisis, la narración no es otra cosa que una
introducción a los sermones misioneros de San Pedro, y
propiamente forma parte de las Actas apócrifas de los
Apóstoles. Difiere de otras leyendas de los
Apóstoles en que su intento no es tanto entretener
cuanto proporcionar instrucciones teológicas y
estrategias apologéticas para defender eficazmente el
cristianismo.

Mensaje pastoral
hoy de la carta a los corintios

Para hablar de un mensaje pastoral actual debemos
iniciar resaltando la idea que ya se ha mencionado a lo largo de
la investigación y es el hecho de que Clemente
escribió esta carta pensando en que perduraría en
la tradición de la Iglesia; lo que nos lleva a centrar
nuestra atención en ella.

Uno de los puntos doctrinales de la carta nos recuerda
la labor misionera de Pedro y Pablo; así como el martirio
de tantos hombres y mujeres por el anuncio de la Buena Nueva de
Cristo; y tal vez la aplicación pastoral debamos resumirla
en estos cuestionamientos: ¿Cómo está la
dimensión misionera en nuestro proceso de formación
o en nuestro ministerio sacerdotal? ¿Somos conscientes de
que llevar el mensaje de Cristo traer persecuciones y
luchas?

Del mismo modo San Clemente nos recuerda la importancia
de la Jerarquía eclesiástica; el primado de la
Iglesia y la autoridad que viene de Dios. Hoy en día es
común que tengamos contacto directo con muchos sucesores
de los apóstoles; tal vez sabemos el nombre o incluso
conocemos muchos Obispos, vemos noticias a diario de las palabras
y acciones del Santo Padre; pero es necesario que nunca perdamos
de vista la idea de jerarquía. La organización de
una empresa se da para un mejor funcionamiento, más
dinámico, más cabal y porque no más
duradero. Si Dios lo permite en poco tiempo estaremos formando
parte de esa jerarquía y se nos pedirá el voto de
obediencia y sumisión al Obispo y sus sucesores; esto no
lo debemos ver como una carga; más bien debemos entenderlo
como un don de Dios; puesto que es Él mismo quien se
manifiesta en la voluntad de sus ministros.

Obediencia es pues la palabra clave para vivir el
mensaje de esta carta. Desde nuestra condición de laicos,
de hijos, de seminaristas, de sacerdotes, de bautizados, etc.
Debemos reconocer en la obediencia un medio de crecimiento y una
forma de convivencia. Ser obedientes es saber escuchar, saber
comprender y saber actuar. Clemente lo pide: obediencia para
perseverar en la fe y la unidad con la cabeza de la Iglesia que
es Cristo y todo su cuerpo.

Pero además del reconocimiento de la autoridad,
la carta también nos exige algo más profundo; y es
la oración, orar por el Santo Padre, por los obispos, por
nuestro obispo, por los sacerdotes para que ellos sean fiel
reflejo de la voluntad del Padre, del amor del Hijo y de la
gracia del Espíritu; que se configuren cada día con
Jesucristo Buen Pastor y así como lo pidió el Santo
Padre Francisco, todos puedan oler y más aún
untarse de ovejas.

Finalmente hago alusión de la oración
conclusiva del Papa Benedicto XVI en su catequesis sobre San
Clemente Romano: «Sí, Señor, haz que
resplandezca en nosotros tu rostro con el bien de la paz;
protégenos con tu mano poderosa… Nosotros te damos
gracias, a través del sumo Sacerdote y guía de
nuestras almas, Jesucristo, por medio del cual sea gloria y
alabanza a ti, ahora, y de generación en
generación, por los siglos de los siglos.
Amén[25]

Bibliografía

  • QUASTEN, Johannes. Patrología I, Madrid: BAC,
    1961. 752. p.

  • TREVIJANO, Ramón. Patrología, Madrid:
    BAC, 1994. 277. p.

  • Padres Apostólicos, Sevilla: Apostolado
    Mariano, 1991. Tomo 1. 93. p.

  • http://ec.aciprensa.com

  • http://es.wikipedia.org

  • http://mercaba.org

 

 

Autor:

Herwin Danilo Almeida
González

SEMINARIO CONCILIAR SAN CARLOS

SECCIÓN DE
TEOLOGÍA

Presentado a

ROBINSON POVEDA RIVERA

Presbítero

Asignatura

PATROLOGÍA

SAN GIL

2013

[1] Disponible en
http://mercaba.org/TESORO/c-romano.htm

[2] QUASTEN, Johannes. Patrología I.
Madrid: BAC, 1961. p. 51.

[3] Ibid., p. 51.

[4] Ibid., p. 51- 52.

[5] Disponible en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Clemente_de_Roma

[6] Disponible en:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Clemente_I#.UjDq0tJLNGk

[7] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 52.

[8] TREVIJANO, Ramón.
Patrología. Madrid: BAC, 1994, p. 15.

[9] Disponible en:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Clemente_I#.UjJradJLNGl

[10] Padres Apostólicos I. Sevilla:
Apostolado Mariano, 1992. p, 56.

[11] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 52-
53.

[12] Padres Apostólicos I, Op. Cit.,
p. 55.

[13] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 53.

[14] Ibid., p. 53.

[15] Ibid., p. 54.

[16] Disponible en:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Clemente_I#.UjJradJLNGl

[17] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 56.

[18] Ibid., p. 57.

[19] Ibid., p. 58.

[20] Ibid., p. 61.

[21] Ibid., p. 61.

[22] Ibid., p. 61- 65.

[23] Ibid., p. 65- 67.

[24] Ibid., p. 67- 69.

[25] Catequesis Papa Benedicto XVI del
miércoles 07 de marzo de 2007.

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