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La ley del pacto eterno




Enviado por Leroy Beskow



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. La Ley
    de la Biblia
  3. Dios y
    la Ley
  4. ¿Cuál fue la Ley original de
    Dios?
  5. El
    justificado y la "nueva" Ley real
  6. Las
    dos caras de la Ley
  7. Los
    dos pactos y los dos Testamentos
  8. Mandamientos divinos que Cristo vino a cumplir
    anulando a otros
  9. ¿Dos Testamentos y tres
    dispensaciones?
  10. Un
    desarrollo gradual del conocimiento de la
    salvación

VERSIÓN ABREVIADA

2012

Introducción

Las sacudidas que provocaron las enseñanzas de
los pastores A. Jones y E. J. Waggoner, y el decidido apoyo que
les dio la mensajera del Señor, dio inicio a una crisis
que todavía no ha concluido totalmente. Uno de los motivos
de discusión fue una declaración del apóstol
Pablo en su carta a los Gálatas:

"De manera que la ley ha sido nuestro
ayo,

para llevarnos a Cristo, a fin de que
fuésemos

justificados por la fe. Pero
venida la fe,

ya no estamos bajo
ayo
" (Gál. 3:24,25).

El pueblo de Dios quedó rápidamente
dividido en tres posiciones: En el extremo izquierdo del camino
al cielo se ubicó el pastor E. J. Waggoner, afirmando que
la ley que nos lleva a Cristo, y que desde que lo aceptamos
quedamos libre de su jurisdicción, es el Decálogo.
A él se unieron los pastores Haskell, Whitney y Wilcox. Y
su posición se divulgó con la revista The
Signs
. En el extremo derecho del camino, que dio
inició Joseph H. Waggoner -padre de E. J. Waggoner-,
quedó liderado por el pastor George Butler -entonces
presidente de la Conferencia General-, afirmando que esa ley que
ya no estamos bajo su dominio, es la ley ceremonial escrita por
Moisés en un libro. Con él estaban Uriah Smith,
D.M. Canright, Covert y J.H. Morrison; y esta propuesta se
extendió con la revista The Gospel Sickle.
Entonces la tercera respuesta, que fue la que dio Elena G. de
White, fue:

"Ninguno de los dos tienen toda la luz sobre la ley;
ninguna de las dos posiciones es perfecta"[1]
"¿Cuál ley es el ayo para llevarnos a Cristo?
Contesto: Ambas, la ceremonial y el código moral de
los Diez Mandamientos".[2] "El Espíritu
Santo está hablando especialmente de la ley moral
en este texto, mediante el
apóstol".[3]

Por supuesto, si al ser justificados por la fe quedamos
libres de la ley moral de Dios, inmediatamente surge la pregunta:
"¿Entonces los protestantes están en lo cierto
cuando dicen que con Cristo estamos libres del Decálogo y
de las leyes de Moisés? Con este estudio, que
documentaré con la Palabra de Dios y los Testimonios,
trataré de dar la respuesta que todavía espera la
mayoría de nuestros investigadores, señalando con
respeto y admiración a la "nueva ley: La ley real
de la libertad".[4] Es la ley que hasta la
rebelión desatada por Lucifer, poco antes de la semana de
la creación, los ángeles celestiales ignoraron que
existía; y luego que la conocieron muchos se preguntaron:
"¿Es imperfecta la ley de Dios? ¿Necesita arreglos;
debe ser anulada, o es inmutable?"[5]

Pero las modificaciones que el Señor tuvo que
hacer en la "ley original", a fin de adaptarla a la
condición del hombre caído, no tuvo el
propósito de hacer una mejora en "la ley eterna", como
esperaba Satanás y sus seguidores, sino evitar que el
pecador arrepentido tuviera que morir antes de su
liberación. Esto modificó el concepto del pecado
que se conoce en los mundos no caídos. Concepto que
desconocieron Platón, el cristianismo gnóstico, San
Agustín, Lutero y Calvino —incluyendo algunos
eruditos de nuestra iglesia. Sin embargo, esta diferencia que se
mostró en la Ley de Dios, y fue señalada por
Satanás como una gran injusticia, fue pagada ante la
Justicia eterna con la sangre de Cristo.

Somos el pueblo remanente que se perfecciona, y que para
poder ser purificado, deberá soportar un terrible zarandeo
durante la gran crisis final; ya que es el pueblo de quien se
dirá: "Aquí está la paciencia
[perseverancia] de los santos, los que guardan los mandamientos
de Dios y la fe de Jesús" (Apoc. 14:12).

El autor.

La Ley de la
Biblia

En el Antiguo Testamento se emplean cuatro
palabras con el significado de "ley": La Torah, que
significa instrucción, enseñanza, ley y
dirección, que Abraham guardó antes de la que
escribió Moisés (Gén. 26:5); khoq:
estatuto, ordenanza, decreto y ley (Gén. 47:26; Sal.
50:16; 94:20, etc.); dath: mandamiento, ley, ordenanza,
decreto, regla y edicto (Ester 1:8,13,15,19; 2:12;3:8; etc.), y
mishpat: derecho, ordenanza, legal, ley, sentencia,
medida, costumbre y dirección (Núm. 9:3,14;
29:6,18,21,24,27,30,33,37; 2 Rey. 17:27,34, etc.).

En el Nuevo Testamento se registra con la palabra
griega nomos, que significa "ley" (Mt. 5:17,18; 11:13;
12:15, etc.).

La ley que el Señor escribió en tablas de
piedra, también es presentada como las Diez "palabras"
(dabar, dabarim: Deut. 4:13; 10:4, etc.), así
como llamaban al dabar o "mandamiento de Moisés"
(Éxo. 12:35). También se le llamaba los Diez
"mandamientos" (mitzvah: Gén. 26:5; Éxo.
34:28; Deut. 4:13,14; 6:2,17, etc.); chuqqah (Eze.
5:6,7); y "mandatos" (piqqud: Sal. 119:4,40,56,63,
etc.), que corresponden con la palabra griega
entolé (Mat. 5:19; 15:3,6,9; 19:17; Apoc. 14:12,
etc.).

Dios y la
Ley

Como expresión de Dios, la Ley contiene en
sí las características del carácter y la
perfección de la Deidad:

DIOS ES:

SU LEY ES:

Amor (1 Juan 4:8)

Amor (Rom. 13:9,10)

Justo (Esd. 9:15)

Justa (Sal. 119:172)

Perfecto (Mat. 5:48)

Perfecta (Sal. 19:7)

Santo (Lev. 19:2)

Santa (Rom. 7:12)

Bueno (Sal. 34:8)

Buena (Rom. 7:12)

Verdad (Deum. 32:4).

Verdad (Sal. 119:142)

Eterno (Sal. 10:16).

Eterna (Sal. 119:152).

Por eso Elena G. de White escribió: "La ley es
la gran norma de justicia. Representa el carácter de
Dios
, y es la prueba de nuestra lealtad hacia su gobierno. Y
se nos la revela, en toda su belleza y excelencia, en la vida de
Cristo.[6]

Sabemos que en el lugar santísimo del santuario
de Moisés, se encontraban las tablas que contenían
los Diez Mandamientos o "Palabras", también llamados los
"oráculos de Dios"[7]. Por eso al
santísimo también se le llamaba debir,
palabra, oráculo (1 Rey. 6:5,19-23, 31; 7:49; 8:6,8; 2
Crón. 4:20; 5:7,9; Sal. 28:2). Juan revela que el mismo
Logos (Palabra, Oráculo o Verbo de Dios), "fue
hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:1,14). Con
esta expresión "Logos", Juan hace referencia al
Debir del A.T., es decir a la "Ley santísima".
Entonces, podríamos leer Juan 1:1 así: "En el
principio era el "Oráculo santísimo", y el
Santísimo era con Dios, y esa Ley santísima era
Dios […] Y aquella "Ley santísima" fue hecha carne"
(Juan 1:1-14). Por eso podemos decir que la Ley es Dios el Juez;
Cristo es la Ley revelada en la carne, y el Espíritu Santo
es la Ley grabada en nuestra mente, con la misión de no
agregar nada nuevo, sino confirmarnos y hacernos comprender lo
que la Ley encarnada ya enseñó (Juan
16:7-14).

¿ADVENTISTAS LIBRES DE LA
LEY?

Como sabemos, la interpretación de la ley en
Gálatas 3, llegó a ser motivo de grandes
controversias teológicas desde 1884, que requirió
la intervención de Elena G. de White. Según el
pastor E. J. Waggoner, la declaración: Elzuses de tes
písteos oikéti upó paidagogóv
esmen
, traducida como: "Pero venida la fe, ya no estamos
bajo ayo
" (tutor, guía, Gál. 3:25),
debía interpretarse que con Cristo estamos libres de la
ley moral de los Diez Mandamientos. Y según el pastor G.
Butler, que la ley aquí sería sólo la ley
ceremonial, siendo anulada con la muerte del Salvador. Como esta
última posición parecía ser la más
correcta —y todavía la sigue siendo para
muchos—, recibió el apoyo de la mayoría. Pero
la Hna. White rechazó a ambos contendientes, porque la ley
en Gálatas es la Torah. Es decir, todo "el Libro
de la Ley" (Gál. 3:10). Por eso las dos partes estaban
equivocadas y ambas sostenían una parte de la
verdad.[8]

Pero, ¿cómo se entiende que cuando
llegamos a estar con Cristo, ya no necesitamos más la ley
de Dios como "ayo", cuando vimos que la ley es Cristo en persona?
Si vamos a Cristo y queremos permanecer con él, es porque
lo necesitamos como guía, para ser liberados de
Satanás y no de los mandamientos del Maestro. Pero no se
trata de una incongruencia, porque la Torah es en verdad
una adaptación de "la ley original de Dios". Como veremos,
tanto la ley original como la adaptación, se basan en el
mismo principio eterno del "amor". Por eso Pablo dice que el
Decálogo "en esta sentencia se resume: "Amarás a tu
prójimo como a ti mismo" (Rom. 13:9).

LA LEY ETERNA NO CONTENÍA EXACTAMENTE

LO MISMO QUE LOS DIEZ
MANDAMIENTOS

"Antes de la ley, había pecado en el mundo; pero
donde no hay ley, no se inculpa de pecado" (Rom. 5:13).
Adán y Eva pecaron porque conocieron una ley antes de su
caída. Pero Satanás se había propuesto que
la inocente pareja llegara a conocer el mal que él
había llegado a conocer desde su rebelión, y dijo:
"Sabe Dios que el día que comáis de él
[árbol prohibido], serán abiertos vuestros ojos, y
seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal" (Gén.
3:5). Esto era justamente lo que el Señor no
quería. Por eso Elena G. de White
escribió:

"Era voluntad de Dios que la inmaculada pareja no
conociese absolutamente nada de lo malo. Le había
dado abundantemente el bien y vedado el mal. Pero, contra su
mandamiento, habían comido del fruto
prohibido".[9]

Si Dios escribía el Decálogo en el
Edén, la inocente pareja hubiera conocido el mal desde el
principio. Por eso la Hna. White escribió: "Si el hombre
hubiera guardado la ley de Dios, tal como le fue dada a
Adán después de su caída, y
preservada en el arca por Noé, y observada por
Abrahán […] no habría habido necesidad de que
Dios proclamara su ley desde el Sinaí y la grabara en
tablas de piedra, ni que salvaguardara esos preceptos mediante
las indicaciones, los juicios y los estatutos que le dio
Moisés".[10]

Sabemos que nuestros primeros padres conocieron la ley
eterna. Pero esa ley no decía: "No cometerás
adulterio" (Éxo. 20:14), porque en ese caso Adán y
Eva hubieran preguntado: "Señor, ¿qué
significa "adulterio" y cómo se realiza"? Y si en
esta ley eterna había un mandamiento que decía: "No
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo"
(vers. 17), los ángeles y los hijos de Dios de los otros
mundos, hubieran preguntado mucho antes que Adán y Eva:
"Señor, ¿qué es codiciar? Como los
terrestres son los únicos hijos de Dios que poseen los
órganos de la reproducción y se pueden casar (Luc.
20:34-36), los ángeles y los hijos de Dios de los
demás mundos habitados hubieran preguntado: "Señor,
¿qué significa "mujer" y qué es un
"siervo"? —la existencia de la servidumbre se la
acepta en los mandamientos cuarto y décimo (vers. 10,17)-.
También hubieran preguntado por otras expresiones
totalmente extrañas para la vida de la inocencia eterna,
como cuando dice: "Visito la maldad de los padres sobre
los hijos" (vers.5); "los que me aborrecen" (vers. 5) y
"no matarás" (vers. 13).

Esto nos lleva a buscar una explicación por
aquella visión que Elena G. de White recibió, donde
vio el Decálogo exactamente igual al que fue escrito en el
Sinaí, y vio que "Jesús levantó el segundo
velo" y pasó con él al santísimo, donde
"ofrecía a su Padre [las oraciones de los santos] con el
humo del incienso […] Dentro del arca estaba el vaso de oro con
el maná, la florida vara de Aarón y las tablas
de piedra
".[11] "El cuarto mandamiento
del sábado, brillaba más que
todos".[12] Y escribió: "La ley de Dios que
se encuentra en el santuario celestial es el gran original del
cual eran copia exacta los preceptos grabados en las tablas de
piedra y consignados por Moisés en el
Pentateuco
".[13]

EL ERROR DE CONFUNDIR

LOS SÍMBOLOS CON
REALIDADES

Ante todo, para poder interpretar mejor las
declaraciones de los autores bíblicos, nos es necesario
tener en cuenta que la revelación quedó registrada
en la Biblia por hombres falibles y sujetos "a
error".[14] Muchos mensajes los transmitieron sin
entenderlos, porque se oponía al pensamiento de la
época y al que ellos mismos tenían. En varias
oportunidades, el prejuicio influyó en la escritura a tal
punto que, para que la Biblia sea "infalible" y la "autoridad
absoluta",[15] Dios tuvo que corregir el "error"
—error entre comillas porque nada quedó fuera del
control del Espíritu Santo (2 Tim. 3:16,17), sino por
razones estratégicas divinas que aquí no creo
necesario detenerme para aclararlas.

Elena G. de White dice que "los discípulos se
equivocaron
en cuanto al reino que debía establecerse
al fin de las setenta semanas […por( haber aceptado errores
populares, o mejor dicho la adhesión a
ellos".[16] Por esa causa, ningún escritor
del Nuevo Testamento pudo entender plenamente la profecía
de los 2.300 días-años. Es decir que nosotros hoy,
entendemos más esta profecía que los mismos
profetas que Dios eligió para revelarla. Por supuesto, no
significa que ellos son menos confiables que nosotros, sino
porque Dios quiso que esa profecía fuera conocida desde el
siglo XIX. Es decir, que ese error es parte de la
inspiración, con fines estratégicos divinos, no
porque se trata de un descuido del Espíritu Santo. Por
ejemplo, Pablo, considerado el mayor teólogo de los
apóstoles, aseguró que en la segunda venida
estaría entre los transformados y no entre los resucitados
(1 Cor. 15:51,52; 1 Tes. 4:15). Gracias a revelaciones
posteriores, pudo entender que esto no sería así; y
lo entendió 28 años después de ser llamado
al apostolado (años 34 al 62: Fil. 3:11).

Aunque le parezca extraño, esto es parte de la
inspiración y una prueba de la infalibilidad de la Biblia
entendida como una unidad, pues este "error" apostólico
confirma que la Biblia no se equivoca. ¿No decía
Daniel que la verdad de los 2300 años y la fecha del fin
del mundo no serían entendidos sino recién en el
tiempo del fin (Dan. 12:4,8,9)? Por supuesto: la Biblia empleada
como una unidad, no puede equivocarse.

La Hna. White escribió: "Pedro vio el error en
que había caído
, y se puso a reparar
inmediatamente el mal que había hecho, hasta donde
pudo".[17] Por lo tanto él "no era
infalible
ni superior a los otros
apóstoles".[18] "Dios entregó a
hombres finitos la preparación de su Palabra
divinamente inspirada".[19] "Todo lo que es humano
es imperfecto".[20]

Y al hablar de sí misma, la sierva del
Señor escribió: "Acerca de la infalibilidad,
nunca
pretendí tenerla. Sólo Dios es
infalible
. Su Palabra es verdad y en él no hay
cambio ni sombra de variación".[21]
Así que no son los profetas los infalibles, sino la Biblia
como unidad. Por eso Isaías dice que debemos comparar un
pasaje con otro y un autor con los demás, para poder
llegar al conocimiento perfecto, y caigamos de espaldas con
profunda admiración por la sabiduría de Dios (Isa.
28:13).

Una vez que entendemos esto, podemos comprender por
qué Juan y Elena G. de White al principio confundieron el
santuario celestial real, con el simbólico terrenal que el
Revelador mostró trasladándolo al cielo, a fin de
que entendieran que el terrenal era símbolo del celestial.
Pero al ver esos símbolos en el cielo, ellos creyeron que
eran lo que es real, hasta que al fin lo entendieron en las
últimas revelaciones; y así lo
manifestaron.

En las primeras visiones, Juan vio en el santuario del
cielo un templo dividido por una "puerta" que Jesús
cerró con las llaves de David, y nadie podía abrir
(Apoc. 3:7,8; 4:1). Isaías decía que eran puertas,
y al mismo tiempo una "tienda" gigantesca con un río y
árboles adentro, dividida con cortinas (Isa. 22:22;
33:20,21; 60:13). Elena G. de White también vio que la
entrada al lugar santo celestial era un "velo" que Jesús
"levantó" para entrar". "Jesús levantó el
segundo velo y pasó al lugar santísimo" (Heb. 9:3;
10: 20). Pero en otras visiones vio que era una "puerta" que se
cerraba para un grupo de personas 1813 años antes de
1844;[22] otra vez en 1889,[23] y
hoy sigue cerrándose para
algunos.[24]

Hay mucha diferencia entre un "velo" que se levanta y
una puerta que se abre y se cierra con llaves. Y puesto que una
puerta real que se cierra, se cierra para todos, la Hna. White
entendió que la visión era un símbolo. Por
eso aclaró: "Cristo había abierto la puerta, o
ministerio
, del lugar santísimo"[25].
La puerta" del santuario celestial era en realidad el cambio de
"ministerio" de Cristo. Entonces Dios le reveló que en el
templo celestial "le veremos [al Padre] cara a cara sin velo
que nos lo oculte
"[26], porque allá
"no cuelga ningún velo."[27] El velo
estaba en el santuario terrenal para que los sacerdotes no
murieran por sus pecados. Pero en el cielo no habrá noche,
porque no habrá nada que impida que la gloria de Dios
ilumine la santa ciudad. Por eso a Juan se le reveló que
el candelabro que vio en las primeras visiones, allá no
estará porque no será necesario (Apoc.
22:5).

Al ver el apóstol el "trono" en su última
visión —que él mismo había dicho que
es el "templo" (Apoc. 16:17)—, no vio en él velos o
puertas ni muebles, y exclamó: "No vi en ella templo;
porque [lo que vi en las primeras visiones] el Señor Dios
Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero" (21:22). Por eso
Pablo dijo que Cristo, sentado a la diestra del Padre, es el
"verdadero tabernáculo que levantó el
Señor, y no el hombre" (Heb. 8:1). Y como el trono es
eterno, Juan vio "el tabernáculo de Dios con los hombres"
después del milenio (21:3), porque es eterno (Éxo.
15:17,18; Sal. 61:4; Isa. 33:20,21; Eze. 37:26-28) —el
templo celestial no fue edificado por el pecado, sino que al
mismo edificio del trono Dios lo ha transformado en un centro de
salvación y de juicio (Éxo. 15:17,18; Jer. 17:12;
Apoc. 16:17).

Cuando Elena G. de White vio el Decálogo en el
cielo, creyendo que era una "copia exacta" de la que se lee en la
Biblia,[28] también vio que "dentro del
arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de
Aarón y las tablas de piedra".[29] Pero
después de recibir nuevas revelaciones, ella
entendió que no era exactamente lo que había
creído.

En primer lugar, ya vimos que en los Diez Mandamientos
se leen cosas que no podían existir antes del pecado; ni
Dios quiso que se conocieran los males que se nombran en
ella.

En segundo lugar, en el cielo no hay un "arca" que
contenga el Decálogo; por eso Juan no la vio en el
trono-templo de la visión real del cielo.
Jeremías lo dijo así: "Dice Jehová, no se
dirá más: Arca del pacto
de Jehová;
ni vendrá al pensamiento, ni se acordarán de
ella, ni la echarán de menos, ni se hará
otra.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén:
Trono de Jehová, y todas las naciones
vendrán a ella" (Jer. 3:16,17). En el trono no hay
necesidad de un arca para proteger la ley de algún
enemigo.

En tercer lugar, Dios nunca quiso que su ley fuera
grabada en tablas de piedra, en la Biblia o en algún otro
lugar. Por eso la escribió como último recurso
después de 25 siglos de la entrada del pecado. La sierva
del Señor escribió:

"Y si los descendientes de Abrahán hubieran
guardado el pacto […] habrían conservado el conocimiento
de la ley de Dios, y no habría sido necesario
proclamarla desde el Sinaí, o grabarla sobre tablas de
piedra.
Y si el pueblo hubiera practicado los principios de
los diez mandamientos, no habría habido necesidad de las
instrucciones que se le dieron a
Moisés".[30]

Pablo lo dijo así: "Conociendo esto, que la
ley no fue dada para el justo
, sino para los transgresores y
desobedientes" (1 Tim. 1:9,10). "De modo que sirvamos bajo el
régimen nuevo del Espíritu y no bajo el
régimen vieja de la letra
" (Rom. 7:6) -Recuerde que
está hablando de la Torah, donde también
se leen dos veces los Diez Mandamientos.

Y en cuarto lugar, si en el cielo estuviera el arca,
adentro de ella no podrían estar "el vaso de oro con el
maná, la florida vara de Aarón y las tablas de
piedra",[31] porque estos objetos no pertenecen a
la eternidad, sino a la historia del pecado de este mundo.
Sólo podrían estar allá si se los
transportara de la tierra. Pero la Hna. White
aclaró:

"El precioso registro de la ley fue colocado en el arca
del testamento y está todavía allí,
oculto y a salvo de la familia humana [en una cueva]. Pero en el
tiempo señalado por Dios, él sacará esas
tablas de piedra para que sean un testimonio ante todo el mundo
contra la desobediencia de sus mandamientos y contra el culto
idolátrico de un día de reposo
falsificado.[32]

"Cuando el juez se siente y se abran los libros, y cada
ser humano sea juzgado de acuerdo con las cosas escritas en
ellos, entonces las tablas de piedra, ocultas por Dios hasta
ese día
, serán presentadas delante del mundo
como la norma de justicia".[33] "El arca sigue
escondida. Nadie la ha perturbado jamás desde que se la ha
escondido".[34]

EL DECÁLOGO NO FUE LA LEY

ORIGINAL DE DIOS

Elena G. de White escribió: "La ley de Dios
existía antes de que el hombre fuese creado. Estaba
adaptada a la condición de los seres santos
; aun los
ángeles estaban gobernados por ella,[35]
pues cada uno "tenía asignada su obra
especial".[36] "Sus preceptos estaban escritos en
sus corazones".[37]

"Los principios de los Diez Mandamientos
existían antes de la caída y eran de tal
naturaleza que se adecuaban a las condiciones de los seres
santos. Después de la caída no se cambiaron los
principios de esos preceptos, sino que se añadieron
algunos tomando en cuenta la condición caída del
hombre
".[38] "No fue escrita entonces;
pero Jehová la repitió en presencia de ellos
[Adán y Eva]".[39]

"Dios puso al hombre bajo una ley, como
condición indispensable para su propia
existencia".[40] "Si la ley de Dios nunca hubiera
sido traspasada nunca habría habido muerte, ni
habría habido necesidad de preceptos adicionales para
adaptarlos
a la condición caída del
hombre".[41]

Bien. Pero, ¿qué quiso decir la sierva del
Señor cuando dijo, "bajo una ley"? ¿Para
Adán y Eva era una ley con diez mandamientos, conteniendo
nueve prohibiciones, como conocemos en el Decálogo, o una
ley de una sola prohibición? La Hna. White
responde:

"El Señor había decidido imponerles una
sola prohibición
[…] Satanás no los
seguiría continuamente con sus tentaciones; sólo
podría acercarse a ellos junto al árbol
prohibido
".[42] "La violación de esa
ley
en el pequeño acto de comer del fruto
prohibido
trajo sobre el hombre y sobre la tierra la
consecuencia de la desobediencia a la santa ley de
Dios".[43]

Cuando Eva pecó, "Adán comprendió
que su compañera había violado el
mandamiento
de Dios, menospreciado la única
prohibición que le había sido puesta como una
prueba de su fidelidad y amor
".[44]

"El día de reposo del cuarto mandamiento fue
instituido en el Edén. Después de haber hecho el
mundo
y haber creado al hombre sobre la tierra, hizo el
sábado para el hombre".[45] "Entonces
tuvieron su origen
dos instituciones gemelas para la gloria
de Dios en beneficio de la humanidad: el matrimonio y el
sábado
".[46]

Estas declaraciones inspiradas nos dicen: En primer
lugar, que la ley que el Señor presentó a nuestros
primeros padres, contenía un solo "mandamiento" con
"prohibición". Este mandamiento no se encuentra en los
Diez Mandamientos. Y con respecto a los demás que
conocieron, sólo la observancia del sábado se
encuentra en el Decálogo (Gén. 1:28-30; 2:3,15,24).
Y es evidente que el mandamiento del sábado no fue
presentado con alguna prohibición, porque para Adán
y Eva la llegada del séptimo día era una
alegría inmensa, ya que entonces tenían el
privilegio de conversar con el mismo Creador. Tampoco fue
necesario que tuvieran el apoyado de alguna prohibición la
institución del matrimonio, con el deber de tener hijos
para criarlos y que poblaran la tierra; el mandamiento sobre la
alimentación, y el mandamiento laboral para aprovechar el
tiempo positivamente (Gén. 1:28,29; 2:3,5,
17,24).

En segundo lugar, aunque esta ley se basaba en la misma
ley eterna de "fidelidad y amor", "estaba adaptada a la
condición de los seres santos" de la tierra.
También "los ángeles, como inteligentes mensajeros
de Dios, estaban bajo el yugo de la
obligación
",[47] pues cada uno
tenía una misión que cumplir en el reino de Dios; y
esa era su ley como prueba de amor a Dios.

En tercer lugar, tanto el mandamiento del matrimonio
(Luc. 20:34-36) como el de la observancia del sábado (Mar.
2:27,28) tuvieron su origen en la semana de la creación.
Por lo tanto no pueden estar registrados en la ley original de
Dios, ni fue necesario que estos mandamientos fueran presentados
y guardados por los ángeles y demás hijos de Dios
de otros mundos. Gracias a la existencia del matrimonio, este
mundo de pecado puede encontrar todavía un poco de calor
de hogar, y puede entender qué es amor. Y gracias al
cuarto mandamiento, es que todavía se adora al Creador
como corresponde.

Y en cuarto lugar, la segunda adaptación
de la ley eterna del amor tuvo que ser presentada al hombre luego
de su caída. Estos cambios ya no estaban en los planes
originales de Dios, pues, aunque él sabía que iba a
ocurrir, nunca fue su deseo de tener que establecerlos. Al
referirse a la ley del divorcio que Dios dictó
después a Moisés (Jos. 24:26; Neh. 10:29), Elena G.
de White dice que "debido a la degeneración del pueblo
se permitió una ley que no estaba en el plan
original
de Dios".[48] "Por eso yo
también les di estatutos que no eran buenos, y
decretos por los cuales no podrían vivir" (Eze. 20:25). Se
refiere a leyes civiles que, aunque Moisés las
escribió junto con las leyes ceremoniales del santuario,
no formaban parte de los símbolos de Cristo que él
dijo que no vino a abolir, sino a cumplir plenamente.

Esto significaba para el trono universal, el origen de
un conflicto con la Justicia y sus consecuencias, que sólo
podían ser limpiadas con sangre. Entonces fue necesario
que el Juez optara por purificar al mundo destruyendo al pecador,
o que el trono fuera purificado con la sangre del responsable, es
decir del Creador del mundo. También debemos tener en
cuenta que la adaptación de la ley, significaba para los
demás hijos de Dios un cambio en el concepto de
"pecado".

¿Cuál fue la Ley original de
Dios?

"Cuando el Altísimo dio a Moisés la copia
de su ley, conservó el gran original en el
santuario de arriba".[49] Recuerde que el
santuario terrenal era mayormente un símbolo y una sombra
del "verdadero" que está en el "trono" (Heb. 8:1,2,5;
9:9). Finalmente Juan afirma que no vio los símbolos sino
el santuario real, "porque el Señor Dios Todopoderoso
es el templo de ella, y el Cordero
" (Apoc. 21:22). Por eso
allá la ley no está en un "arca" (Jer. 3:16,17),
sino en "el gran original" que es la Deidad. La sierva del
Señor también escribió:

"En el cielo no se sirve con espíritu legalista.
Cuando Satanás se rebeló contra la ley de
Jehová, la noción de que había una ley
sorprendió a los ángeles casi como algo en que no
habían soñado antes
. En su ministerio, los
ángeles no son como siervos, sino como hijos. Hay
perfecta unidad entre ellos y su Creador. La obediencia no es
trabajo penoso para ellos. El amor a Dios hace de su
servicio un gozo.[50]

"La ley de Jehová, que existe desde la
creación, estaba comprendida en dos grandes principios:
"Amarás al Señor
tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con
todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo
es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo
. No hay otro mandamiento mayor que éstos". Estos
dos grandes principios abarcan los primeros cuatro
mandamientos, que muestran el deber del hombre hacia Dios, y los
últimos seis, que muestran el deber del hombre hacia su
prójimo. "Los principios fueron más
explícitamente presentados al hombre después de la
caída,
y redactados para adecuarse a la
condición de inteligencias caídas. Esto fue
necesario debido a que las mentes de los hombres quedaron cegadas
por la transgresión".[51]

Como la sierva del Señor habla aquí de la
ley eterna, y por lo tanto de la que será guardada en la
tierra nueva, también dice: "Los principios de
justicia expuestos en el Decálogo son tan inmutables como
el trono eterno […] Cuando el Edén vuelva a florecer en
la tierra, la ley de amor dada por Dios será
obedecida por todos debajo del sol".[52] Por eso,
cuando le preguntaron al Maestro cuál era el gran
mandamiento de la Torah, él señaló
los dos grandes del amor a Dios y al hombre. "De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas" (Mat.
22:36-40).

"Siendo la ley del amor el fundamento del
gobierno de Dios, la felicidad de todos los seres inteligentes
depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de
justicia de esa ley".[53]

Como dice el refrán: "a buen entendedor pocas
palabras bastan", fueron pocas las palabras necesarias para que
el Universo pudiera gozar en la perfección. Hoy, a medida
que aumenta la maldad en el mundo, aumenta el número de
leyes que se deben establecer. Y aún así las
32.700.000 leyes que se dictaron y archivaron hasta la primera
mitad del siglo pasado, no pudieron evitar la segunda guerra
mundial, porque no se establecieron sobre los Dos
Mandamientos
de la eternidad.

¿IGUALES ANTE LA LEY?

Hemos visto que a la ley original y eterna de los Dos
Mandamientos, que estaba grabada en la mente de Adán y
Eva, Dios la "pronunció delante de ellos" con siete
mandamientos más, es a saber: criar hijos y gobernar a los
animales (Gén. 1:28); velar por el régimen
alimenticio (v. 29), santificar el sábado (2:3), trabajar
en la huerta del Edén (v. 5), no acercarse al árbol
prohibido (v. 17) y que sus hijos formaran uniones familiares
independientes (v. 24). En la segunda adaptación de la
ley, Dios tuvo que agregar nuevas prohibiciones de
carácter moral, y un mandamiento ceremonial, por causa de
la presencia del pecado en la mente. Por eso Adán tuvo que
matar con mucha angustia y dolor al primer animal, y vestirse con
su piel (3:21).

Según la Hna. White, la ley moral que
recibió contenía los Diez mandamientos que hoy
conocemos: "Adán enseñó a sus descendientes
la ley de Dios, y así fue transmitida de padres a hijos
durante las siguientes generaciones […] fue preservada por
Noé y su familia, y Noé enseñó los
Diez mandamientos
a sus descendientes (Gén.
26:5).[54] La palabra "leyes", que menciona el
texto, dice en hebreo torah, como Moisés y los
israelitas le llamarían al Pentateuco. Pero a esta
última torah Dios le sumó un buen
número de mandamientos de carácter ceremonial,
sanitario y civil. Por lo tanto, nos encontramos aquí con
la tercera adaptación de la ley eterna –la cuarta,
si contamos desde la que Dios adaptó para los
ángeles antes del pecado–. Y recuerde que cada
adaptación de la ley de Dios, trae como consecuencia una
adaptación del concepto de pecado.

Esta forma de obrar de parte de la Deidad, podría
llevarnos a pensar que Dios no es constante y que no trata a sus
hijos con ley pareja. Y es evidente que no trata a todos por
igual. Pero los padres que tienen más de un hijo, saben
muy bien que no es justo exigir que todos obren exactamente
igual. Eso se ve claramente en la parábola de los talentos
que presentó Jesús. Puesto que no todos recibieron
lo mismo, era lógico esperar de ellos resultados
distintos, y ser juzgados con normas distintas (Mat. 25:14-30).
Ésta es una de las causas por qué los juicios
humanos pueden ser tan injustos. La ética judicial de
"iguales ante la ley" parece muy justa, pero los veredictos
finales que se ajustaron estrictamente a esta norma, no siempre
lo fueron.

El justificado y
la "nueva" Ley real

La sierva del Señor escribió:
"¿Sois hijos e hijas de Dios? Si lo sois, es porque
habéis sido convertidos, y habéis recibido a Cristo
en el templo de vuestra alma, y vuestra mente ha sido colocada
bajo la nueva ley, la ley real de
libertad
".[55]

"Es el Espíritu Santo quien convence de pecado y
lo destierra del alma con el consentimiento del ser humano.
Entonces se somete la mente a una nueva ley: La real ley de
libertad
".[56]

"Al entregarse uno a Cristo, la mente se sujeta a la
dirección de la ley; pero ésta es la ley
real
, que proclama la libertad a todo cautivo. Al hacerse uno
con Cristo, el hombre queda libre. Sujetarse a la voluntad
de Cristo significa ser restaurado a la perfecta dignidad de
hombre".[57]

A esta ley del justificado por la fe Dios le llama
"real", no porque hay otra que es irreal, sino porque viene del
trono donde se encuentra el "Rey de reyes". La Hna. White dice
que al estar con Cristo somos "miembros de la familia celestial",
que también le llama "la familia real".[58]
Pero la pregunta es inevitable: ¿Cuál es esta
"nueva ley real"? Santiago responde: "Si en verdad cumplís
la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo
, bien hacéis […]
Así hablad, y así haced, como los que habéis
de ser juzgados por la ley de la libertad" (Sant. 2:8-12).
Y el apóstol nos hace recordar que esto se cumple mientras
se permanece fiel a Cristo, de lo contrario queda otra vez bajo
el Decálogo, como nos dice en los versos 10,11.

Esta quinta adaptación de la ley eterna, es en
realidad el regreso a la primera; la que rige a todo el universo.
Es, pues, la ley original. La razón es muy simple, pues
Juan nos dice: "Todo aquel que es nacido de Dios [por el
perdón de la justificación diaria], no practica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y
no puede pecar
, porque es nacido de Dios" (1 Juan 3:9).
Sólo puede pecar separándose del
Salvador.

Al referirse especialmente al Decálogo, Pablo
dice: "Pero antes que viniese la fe, estábamos
confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba
a ser revelada" (Gál. 3:23). Aquí emplea dos veces
la palabra griega sunkleío: sujetar, encerrar,
confinar. Y en el capítulo siguiente, Pablo enfatiza este
encierro como estar "en esclavitud" en oposición a
estar "libre" en Cristo (4:21-25). "Pero si sois guiados por el
Espíritu, no estáis bajo la ley" escrita
(Gál. 5:18). Porque "la circuncisión nada es, y la
incircuncisión nada es, sino el guardar los
mandamientos
de Dios" (1 Cor. 7:19). "Porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor"
(Gál. 5:6). "Sobrellevad los unos las cargas de los otros,
cumpliendo así la ley de Cristo" (6:2). ¿Y
cómo nos liberamos de vivir encerrados por la ley escrita
de las prohibiciones? Pablo continúa: "Porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la
incircuncisión, sino una nueva creación"
(6:15).

Así que mediante la justificación por la
fe bíblica, que es la que purifica mediante la
"renovación" del "entendimiento" (Rom. 12:2; Tito 3:5; 2
Cor. 5:21) –note que no dice que en el perdón se
purifica la naturaleza, como enseña Roma, sino sólo
la parte eléctrica o consciente del cerebro (Efe. 4:23; 1
Ped.3:21)– nos libramos de vivir encerrados por la ley de
las prohibiciones, para obrar por el amor de "la ley de Cristo",
que es la del cielo.

Para señalar las diferencias que existen entre la
ley original de Dios y la adaptada por el pecado, la Biblia habla
de ellas con distintas expresiones:

LOS DOS
MANDAMIENTOS

LOS DIEZ
MANDAMIENTOS

"La ley real" (Sant. 2:8).

"La ley" (de los 10 mandamientos: Saant.
2:10,11).

"La ley del Espíritu que da vida" (Rom.
8:2).

"La ley del pecado y de la muerte" (Rom.
8:2).

"El mandamiento… desde el principio" (1
Juan 2:7).

"La ley" "añadida"
(Gál.3:19).

"La ley" legítima (1 Tim.
1:8).

"La ley" "de los transgresores" (1 Tim.
1:9).

"La ley de la libertad" (Sant.
2:12).

"La ley" del Decálogo (Sant.
2:11).

"La ley de la fe" (Rom. 3:27).

La ley "de las obras" (sin Crrisstto: Rom.
3:27).

"La ley de Dios" (Rom. 7:225).

"La ley del pecado" (Rom. 7:25).

"El régimen nuevo del Espíritu"
(Rom. 7:6).

"El régimen viejo de la letra" (Rom.
7:6).

"La ley de Cristo" (ejemplificada: Gál.
6:2).

"El fin de la ley es Cristo" (Rom.
10:4).

"La ley de la fe" (Rom. 3:27).

"La ley no es de fe" (Gál.
3:12).

"La ley de la libertad" porque queda "libre"
(Sant. 2:12; Gál. 4:26).

"La ley" de "confinados" en "esclavitud"
(Gál. 3:23; 4:25).

Observe que la ley de Dios escrita en el Sinaí
"no es de fe" (Gál. 3:12), como lo es la ley original
(Rom. 3:27). Por lo tanto, no es correcta la posición
adventista que sostiene que el Decálogo no es una ley de
prohibiciones sino de promesas, argumentando que ninguna
prohibición está escrita en tiempo presente ("No
mates" o "No hurtes"), sino en futuro ("No matarás", "no
hurtarás"). Pero si el Decálogo fuera la ley de las
promesas, la declaración inspirada: "Pero venida la fe, ya
no estamos bajo ayo" —refiriéndose principalmente al
Decálogo—, se transformaría en una abierta
contradicción (Gál. 3:25).

Queda, sin embargo, una pregunta que responder. Si Juan
dijo que el perdonado "permanece en él [Cristo];
y no puede pecar, porque es nacido de Dios" (1 Juan 3:9),
¿entonces una vez que aceptamos a Cristo ya no pecamos
más, como dicen los evangélicos y los
carismáticos de la "carne santa"? Si esto fuera cierto,
entonces estaríamos libres del Decálogo y no lo
necesitaríamos más. Por lo tanto, esta "nueva ley"
de Santiago anularía los Diez Mandamientos.

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