El pensamiento marxista- leninista : Cuba, un ejemplo a seguir.
El pensamiento marxista- leninista en
los procesos revolucionarios de América Latina: Cuba, un
ejemplo a seguir
La recepción de las ideas marxistas contó
desde un inicio con premisas muy distintas a las del mundo
europeo y norteamericano, por el grado de maduración de
las relaciones capitalistas y el movimiento obrero, sin embargo
existen similitudes con las corrientes filosóficas e
ideológicas de sus representantes.
Existen dos tendencias conocidas dentro de las
teorías de Marx el "materialismo histórico" y el
"materialismo dialéctico". La tesis fundamental que el
término materialismo histórico denota
—enunciada por Marx y Engels en diversas obras— es
que las producciones comúnmente llamadas "espirituales"
(el derecho, el arte, la filosofía, la religión,
etc.) están determinadas, en última
instancia, por la estructura económica de la sociedad
en donde se manifiestan.
El hecho histórico primario consiste, para Marx,
en la producción de bienes materiales que permiten la
supervivencia de los individuos y de la especie. Para poder hacer
historia, los seres humanos deben antes que nada lograr vivir, es
decir, satisfacer sus propias necesidades fundamentales: comer,
beber, vestirse, disponer de una vivienda, etc.
Son estas necesidades primarias las que estimulan al ser
humano a buscar, en el mundo natural, los objetos y los medios
que le permitan satisfacerlas. La relación entre el hombre
y la naturaleza —entendida como relación entre la
necesidad humana y el objeto natural que la colma— es la
base del movimiento de la historia. Se trata de una
relación dinámica, dialéctica, que no
desaparece una vez que una necesidad primaria ha sido satisfecha.
De hecho, esta satisfacción y el instrumento adoptado para
lograrla inducen nuevas necesidades y llevan a la búsqueda
de nuevos medios para satisfacerlas.
Marx ha llamado modo de producción al
conjunto dado por las relaciones de producción y las
fuerzas productivas. El modo de producción es el verdadero
fundamento de la sociedad, lo que determina su ordenamiento en
las distintas articulaciones: jurídica, política,
institucional, etc. Es a partir de esta base material (la
estructura) que se desarrollan todos los
fenómenos que comúnmente se relacionan con la
conciencia o con el espíritu (la
superestructura).
En el siglo XX la interpretación del marxismo
elaborada primero por Plejanov y Lenin, y más tarde por
Stalin, entiende al marxismo fundamentalmente como "materialismo
dialéctico", es decir como una doctrina filosófica
materialista (se podría casi decir una cosmología)
en la que la dialéctica —o sea el procedimiento
lógico desarrollado por Hegel— juega un papel
central: es, a un tiempo, la ley evolutiva de la materia y el
método teórico-práctico que permite la
compresión del mundo físico y de la historia, y que
indica por lo tanto, cuál es la acción
política correcta.
Aquí la filosofía de la naturaleza
elaborada por Engels —que en la interpretación
precedente constituía solamente el marco filosófico
para la obra sociológica y filosófica de Marx
— deviene central y se superpone al materialismo
histórico. También en este caso se entiende al
marxismo como una "ciencia", pero no en el sentido de una
disciplina propiamente experiemental: se trata ahora de una
ciencia filosófica considerada "superior", que se basa en
la aplicación de las leyes de la dialéctica
hegeliana a los fenómenos naturales, y que integra y
supera a las ciencias empíricas.
Con Stalin, el "materialismo dialéctico" se
transforma en la doctrina oficial del partido marxista-leninista
soviético y de los partidos comunistas que dependen de
él.
La mediación entre estos dos polos opuestos, la
necesidad y su satisfacción, —y, por lo tanto, entre
hombre y naturaleza — está constituida, para Marx,
por el trabajo. Es por medio del trabajo que el hombre crea los
instrumentos con los cuales obtiene de la naturaleza los objetos
que le son necesarios.
Toda época histórica se caracteriza por un
determinado grado de desarrollo de las fuerzas
productivas, expresión que define
simultáneamente el conjunto de las necesidades y de los
medios de producción (técnicas, conocimientos,
hombres, etc.) empleados para satisfacerlas. A estas fuerzas se
corresponden específicas relaciones de
producción, de trabajo, que ligan entre sí a
los hombres empeñados en la fabricación de los
bienes materiales necesarios para la existencia.
He aquí cómo Marx expresa este concepto
fundamental en el prefacio de la Crítica de la
Economía Política (1859) que contiene una
exposición sintética del materialismo
histórico: En la producción social de su existencia
los hombres se encuentran en relaciones determinadas, necesarias,
independientes de su voluntad, es decir, en relaciones de
producción, que corresponden a un determinado nivel de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
El conjunto de relaciones de producción
constituye la estructura económica de la sociedad, la base
real sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y
política y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso social, político y
espiritual. No es la conciencia la que determina el ser de los
hombres sino que, al contrario, es el ser social de los hombres
el que determina su conciencia. Sobre la base a estos principios,
Marx reconstruye la historia de las sociedades humanas a partir
de las comunidades primitivas hasta la sociedad burguesa de su
tiempo.
Para Marx la historia está dada por la
sucesión de diversos modos de producción a
través de los cuales los seres humanos logran disponer de
los bienes materiales necesarios para la subsistencia. El pasaje
de un modo de producción a otro no sigue un proceso
lineal, continuo, sino que al contrario, se da como ruptura del
orden precedente, ruptura detonada por una dialéctica
interna. Un modo de producción entra en crisis cuando sus
elementos fundamentales —las fuerzas productivas y las
relaciones de producción— se vuelven
recíprocamente contradictorias.
En ese momento se verifica una transformación
revolucionaria y se establece un nuevo modo de producción.
Con este aparece también una "cultura" y una "conciencia"
nuevas que suplantan a las anteriores. Marx dice al
respecto:
"A un cierto nivel de su desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad entran en
contradicción con las relaciones de producción en
vigor, o para utilizar un término jurídico, con las
relaciones de propiedad con las que han marchado hasta ese
momento. Luego de haber sido formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se transforman en obstáculos
para las fuerzas productivas mismas. Llega entonces una‚
época de revolución social. Con la
modificación de la base económica, la enorme
superestructura se derrumba por completo más o menos
rápidamente"[1].
Para Marx, con la creación de la sociedad
comunista termina el proceso histórico, o mejor dicho,
concluye la prehistoria de la humanidad y se inicia una fase
radicalmente nueva de la existencia social humana.
De igual forma concibe la especificidad del ser humano,
su característica fundamental en cuanto perteneciente a
una especie natural determinada, la especie humana, consiste en
la transformación de la naturaleza por medio del trabajo.
El hombre es, fundamentalmente, homo laborans. Varios
aspectos de una tal concepción llegan a Marx directamente
de Hegel. Éste había sostenido en la
Fenomenología del Espíritu (aunque con una
perspectiva distinta) que toda la realidad
histórico-social, cultural y aun natural es un producto de
la actividad de los hombres, una "objetivación" de la
conciencia humana. También para Hegel el trabajo —
que transforma contemporáneamente a la naturaleza y al
hombre mismo — constituye la vida y la conciencia de la
especie.
El otro aspecto fundamental (estrechamente ligado al
anterior) de la antropología de Marx se encuentra en la
afirmación de que el hombre es, por esencia, social: "El
hombre es un "zoon politikon" en el sentido más literal:
no sólo es un animal social, sino también un animal
que puede individualizarse únicamente en la
sociedad"[2]. "La esencia humana no es algo
abstracto e inmanente a cada individuo. Es en su realidad el
conjunto de las relaciones
sociales"[3].
Por consiguiente, la esencia humana no reside en alguna
característica que se pueda ubicar en el interior de un
individuo aislado, en su conciencia. Por el contrario, ella se
encuentra, por así decir, en su exterior, en la sociedad,
en el conjunto de relaciones sociales que el hombre establece con
sus semejantes. Colaborando entre sí para transformar a la
naturaleza, los hombres construyen una especie de ser colectivo,
social, comunitario. Y es sólo aquí que la esencia
humana se manifiesta plenamente:
"El intercambio de actividad humana dentro de la
producción misma, así como el intercambio de
productos con el otro, es equivalente a la actividad de la
especie y al espíritu de la especie, cuya existencia real,
conciente y auténtica, es la actividad social y la
satisfacción social. Así como la
naturaleza humana es la verdadera naturaleza comunitaria o el ser
comunitario de los hombres, estos a través de la
activación de su naturaleza crean y producen un ser
humano comunitario, un ser social que no es un poder
abstracto, universal, opuesto al del individuo aislado, sino que
es la naturaleza o esencia de cada individuo aislado, su propia
actividad, su propia vida, su propio espíritu, su propia
riqueza"[4].
El hombre se transforma de ser natural en ser
verdaderamente humano únicamente en la sociedad.
Y sólo en la sociedad resulta comprensible y realizable la
tarea que le ha sido asignada a la especie: la
humanización de la naturaleza.
"La esencia humana de la naturaleza existe
solamente para el hombre social: en efecto, sólo
aquí la naturaleza existe para el hombre como
vínculo con el hombre, como existencia
de él para el otro y del otro para él …
sólo aquí la naturaleza existe como
fundamento de su propia existencia humana.
Solamente aquí la existencia natural del hombre
se ha vuelto para el hombre existencia humana; la
naturaleza se vuelto hombre. Por lo tanto, la sociedad es la
unidad esencial, plenamente realizada, del hombre con la
naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el
naturalismo completado del hombre y el humanismo completado de la
naturaleza"[5].
Sin embargo, también la desaparición de la
burguesía y la victoria del proletariado están
determinados por las condiciones materiales de la sociedad y no
por un impulso revolucionario puramente voluntario. Marx se
expresa así:
"Una conformación social nunca desaparece antes
de haber creado todas las fuerzas productivas que es capaz de
desarrollar; y las nuevas relaciones de producción,
más elevadas, jamás logran reemplazar las
precedentes antes de que las condiciones materiales para su
existencia hayan sido generadas en el seno de la antigua
sociedad"[6].
La experiencia histórica ha demostrado que el
rigurosos análisis de Lenin a las transformaciones que se
produjeron en su época en el capitalismo partiendo de los
estudios a la obra de Marx ha permitido comprender muchos
fenómenos actuales en la lucha revolucionaria
contemporánea. De ahí que en América Latina
ser marxista significa ser marxista – leninista con la
concepción dialéctica – materialista y
práctico – revolucionaria de Marx y Engels. Implica la
defensa tanto de la doctrina teórica como el estar
dispuesto a luchar por el socialismo según las condiciones
lo exijan.
En Cuba uno de los precursores del marxismo fue el
cubano Carlos Baliño quien fundó junto a Mella el
Partido Comunista, dada su propia formación autodidacta
como líder obrero. Además la historia del marxismo
en América Latina presta especial atención a la
significación que produjo la Revolución cubana y a
dos de sus figuras más importantes Fidel y el
Che.
El desarrollo del marxismo – leninismo en esta
región tiene en cuenta también las repercusiones en
otras latitudes, de ahí que la Revolución cubana
constituye un punto nodal en el progreso del marxismo en
América Latina, sobre todo después del
período de rectificación de errores durante el cual
se supera el dogmatismo y se coloca al país a la altura de
las exigencias de se época.
Fidel Castro como continuador de las ideas de
Baliño consideraba que los rasgos que definen a un
comunista son: "la austeridad, el espíritu de sacrificio,
el desinterés, la modestia, la honestidad, la actitud
solidaria y el heroísmo (…)"[7]. Al
propio tiempo considera que la imagen superior de comunista en
América para el pueblo cubano es el Che Guevara. Para el
Che el hombre era el hombre era un factor fundamental para la
germinación del proceso socialista.
"En él se confiaba, individualizado,
específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de
acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho
encomendado"[8].
En 1961 Ernesto Che Guevara expresaba:
"La Revolución cubana ha contado con factores
excepcionales que le dan su peculiaridad y factores comunes a
todos los pueblos de América que expresan la necesidad de
esta Revolución".
El Che partiendo de las ideas de Marx en cuanto al
período de transición al comunismo plantea que no
puede simplemente reproducir una ideología sino que
depende de la realidad en cada país latinoamericano.
Añade además que:
"En este período de construcción del
socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen
no esta todavía acabada; no podría estar nunca ya
que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas
económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de
educación los hace tender al camino solitario, a la
autosatisfacción de sus ambiciones (…) Lo
importante es que los hombres van adquiriendo cada día
más conciencia de la necesidad de su incorporación
a la sociedad y al mismo tiempo de su importancia como motores de
la misma"[9].
Elemento que reafirma el hecho inobjetable de la
Revolución cubana de que desde sus inicios hubo clara
conciencia de que la vía fundamental de superación
del viejo régimen era la crítica de las armas. Esta
se nutre de las ideas marxistas – leninistas y de la batalla
ideológica que orienta la dirección del proceso
revolucionario cubano.
Los ataques de la Revolución Cubana, a los
pueblos latinoamericanos, a los países socialistas y al
marxismo-leninismo le han conducido, a lo largo de su historia, a
una interpretación científica y revolucionaria del
mundo frente a la especulación y el derrotismo.
Con el derrumbe del socialismo en la Unión
Soviética y en los países de Europa del Este,
así como con la euforia triunfalista del imperialismo y,
en consecuencia, con sus intentos de globalizar el
neoliberalismo, el postmodernismo y la desideologización,
la humanidad se enfrenta a nuevos y enormes retos para la
supervivencia.
Es por ello que en el plano de los Estudios
Socioculturales se libran batallas para contrarrestar los embates
de las teorías reaccionarias que pretenden acabar con los
mejores y más nobles valores e ideales del movimiento
progresista internacional. En la actualidad los indicadores que
desde este ámbito educativo se pretende trasmitir son la
preservación de la identidad cultural, la memoria
histórica, rescate del patrimonio cultural.
En estos tiempos uno de los conceptos más
fustigados por la demagogia imperialista ha sido el de
ideología, el cual se ha pretendido eliminar no
sólo de la filosofía, sino del lenguaje y la
cultura de los pueblos en general. No obstante, en Cuba en las
últimas décadas, se ha consolidado una trinchera de
combate en defensa de nuestra ideología sobre todo desde
lo cultural.
El pensamiento marxista – leninistas en Cuba tienen
entonces en los promotores socioculturales los factores
excepcionales para su permanencia dado que como tarea fundamental
centra al hombre que explotado por el capitalismo y la clase
social burguesa se empina sobre ella para formar y fomentar la
identidad nacional. La palabra de orden para los egresados de la
carrera de Estudios Socioculturales sería según
palabras del Che:
"El hombre del siglo XXI es el que debemos crear aunque
todavía es una aspiración subjetiva y no
sistematizada. Nuestra tarea consiste en impedir que la
generación actual, dislocada por sus conflictos se
pervierta y pervierta a las nuevas Lo que deberá ocurrir
no aisladamente sino tomando en consideración los
acontecimientos que sacuden a otras partes del mundo; así
como la atención al análisis de una
problemática nacional como forma de enriquecer la
teoría"[10].
El carácter abierto y creador que debe
caracterizar al promotor sociocultural se nutre de esta
característica del marxismo en el continente ya que como
agente impulsor su tarea inminente es "humanizar las condiciones
de existencia del hombre o sea transformar el ser y la
conciencia"[11]
Esto evidencia como no se pueden ver separadas las ideas
del marxismo – leninismo de los Estudios Socioculturales. Su
revisión crítica es en los tiempos actuales
más necesaria concibiendo los propios cambios
ideológicos, económicos y políticos que
sufre América Latina y particularmente nuestro
país. El fomento entonces, de este pensamiento con la
guía pragmática que nos legó el Che es
premisa indiscutible en las aulas universitarias,
independientemente de la materia y carrera en la que se
imparta.
Autor:
Lic. Milena Medina
Pérez
Lic. Bárbara Anialkys Caballero
Ramírez
[1] K. Marx. Zur Kritik der politischen
Oekonomie. Traducción italiana de B. Spagnuolo Vigorita,
Roma 1976, pág. 31. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di
Marx, Torino 1968, pág. 337. También en
Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I,
pág. 5.
[2] Fragmento de una Introducción a la
Crítica de la filosofía del derecho escrito por
K. Marx en 1857. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx,
Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse,
trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág.
5.
[3] K. Marx. Thesen über Feuerbach, VI
tesis. Traducción italiana de M. Rossi, Roma 1950,
pág. 84. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx,
Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse,
trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág.
5.
[4] Texto inédito de los Manuscritos,
MEGA, I, 3, págs. 535-536, citado por J. O’Malley
en su Introducción a Critique of Hegel’s
Philosophy of Right de K. Marx, Cambridge 1970, pág.
XLIII. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968,
pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E.
Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[5] K. Marx. Manuskripte, trad. cit.,
pág. 113. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx,
Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse,
trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág.
5.
[6] K. Marx. Zur Kritik de politischen
Oeconomie, trad. cit., pág. 32. Citado por R. Mondolfo,
Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También
en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I,
pág. 5.
[7] Pablo Guadarrama González:
Marxismo y Antimarxismo en América Latina, Universidad
de Colombia 1990.
[8] Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el
hombre en Cuba, Editora Política, La Habana, 1988.
[9] Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el
hombre en Cuba, Editora Política, La Habana, 1988.
[10] Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el
hombre en Cuba, Editora Política, La Habana, 1988.
[11] Pablo Guadarrama: Opus cit.