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2998 palabras 13 páginas
wladyslaw szpilman

EL PIANISTA DEL GUETO DE VARSOVIA

Traducción de Ma Teresa de los Ríos

TURPIAL-AMARANTO
Madrid

Título original:
Smierc Miasta
Varsovia, 1946 (compilado por Jerzy Waldorff)

© Wladyslaw Szpilman

9a edición. Diciembre 2001

© Ilustración de la cubierta: Fabricio Vanden Broeck
© Traducción: Ma Teresa de los Ríos Realización gráfica: Antonio Sanseroni

© 2000 Reservados todos los derechos de esta edición para:
Amaranto Editores, S. L.
Ábrego 29-3B
28223 Pozuelo de Alarcón (Madrid)
Tel.:915 180536 y Ediciones Turpial, S. A.
Guzmán el Bueno 133
28003 Madrid
Tel.: 915 34 92 85

ISBN: 84-921605-8-6
ISBN: 84-95157-08-X
Depósito legal: 49.106/2001
Impreso en I. G. Ferré Olsina, S.A.
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Para la época en que se cerraron las puertas del gueto, en noviembre de 1940, hacía tiempo que mi familia había vendido todo lo que podíamos vender, incluso nuestra más preciada pertenencia doméstica, el piano. La vida, por demás insignificante, me había obligado sin embargo a vencer mi apatía y buscar alguna forma de ganarme el sustento; gracias a Dios, había encontrado una. El trabajo me dejaba poco tiempo para cavilaciones, y la conciencia de que toda mi familia dependía de lo que yo ganara me ayudó a superar poco a poco mi anterior estado de amargura y desesperación.
Mi jornada laboral comenzaba a primera hora de la tarde. Para llegar al café tenía que recorrer un laberinto de callejuelas que se adentraban en el gueto o, si por el contrario me apetecía observar las emocionantes actividades de los contrabandistas, podía rodear el muro.
Las primeras horas de la tarde eran las mejores para el contrabando. Los policías, agotados tras una mañana de llenarse los bolsillos, estaban menos alerta, ocupados en hacer recuento de sus ganancias. Inquietas figuras se asomaban a las ventanas y portales de los bloques de viviendas situados a lo largo del muro. y volvían a ocultarse, esperando con impaciencia el tableteo de un carro o el estruendo del tranvía. De vez en cuando el ruido al otro lado del muro se hacía más intenso y, al paso de un carro tirado por caballos al trote, se oía la señal convenida, un

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